“EL LIBRO NEGRO DEL
COMUNISMO” (y III)
Stéphane Courtois, Nicolas
Werth, Jean-Louis Panné,
Andrzej
Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin
Original
en francés de 1997, en castellano editado en 2010
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El libro glosado
dedica una de sus secciones a Latinoamérica. Es relativamente breve y está
insuficientemente trabajada, pero aporta alguna información de interés, en
especial sobre Cuba. Lo que en Camboya significó el arroz y en Rusia el acero en
Cuba lo desempeña el azúcar, como posteriormente sucederá con el petróleo en
Venezuela. Siempre hay un producto mercantilizable que la burguesía comunista suele
tomar como elemento decisivo de la acumulación de capital para “construir el
socialismo”.
Cuba es la gran hacienda
de una familia, los Castro, lo mismo que la Unión Soviética fue el feudo de
Stalin y su aristocrático grupo de
colegas del comité ejecutivo del partido comunista. De todo ello resulta en
Cuba un Estado policial que utiliza de forma rutinaria la tortura, que se
permite aventuras imperialistas y expansionistas (ayer en Angola y hoy en
Venezuela), que no tiene otra meta que el crecimiento económico aunque no logre
realizarlo, que mantiene a las clases trabajadoras en la pobreza mientras que
la nueva burguesía comunista derrocha sin tasa, que ha convertido en
prostitutas a una fracción significativa de las mujeres de la isla para
fomentar el negocio turístico. El régimen castrista, otrora prestigioso, hoy no
suscita la simpatía de nadie, si se exceptúa a una minoría senil y trasnochada.
Su liquidación es sólo cuestión de tiempo, máxime cuando está promoviendo el
modelo chino y vietnamita, de mercantilización y monetización extremas de la
vida social.
Un apartado bastante endeble
del libro es el destinado a la Internacional Comunista (disuelta en 1943) y a
los partidos que la integraron, entre los que destacó el PC español. Su antipopular,
reaccionaria y cruenta ejecutoria en la guerra civil, 1936-1939, y después en
la guerrilla antifascistas, es considerada sólo de pasada.
En esto “El libro negro del comunismo” se
atiene también, al parecer, al pacto suscrito entre el PCE y el gran capital
español en la Transición, por el cual aquél contribuye decisivamente al
apaciguamiento, desarticulación e integración de las clases trabajadoras en el
nuevo régimen de dictadura constitucional, parlamentaria y partitocrática, con la
Constitución de 1978 como texto político-jurídico decisivo[1].
En contraprestación, el sistema estatal y empresarial español entrega mucho
poder y considerables recursos monetarios a los comunistas. A la vez, impide
que sus atrocidades del pasado inmediato sean conocidas, e incluso que sean
investigadas, salvo quizá las más notorias, imposibles de ocultar por lo demás.
Incluso hoy carecemos
de un estudio mínimamente completo del terrorífico obrar del PCE entre 1936 y
1956. Los libros de Joan Estruch, Paul
Preston o José Javier Esparza, aunque aportan alguna información útil, siguen
dominados por el temor a dañar al principal instrumento del capitalismo español
en los últimos 50 años. La censura institucional no lo permite.
La obra comentada dedica
un subcapítulo a ofrecer algunas pinceladas sobre la actuación del PC español
en la guerra civil, concentradas en la persecución del POUM y en el secuestro,
tortura, asesinato y entierro en lugar secreto de su dirigente, Andreu Nin, por
un comando constituido con agentes de los servicios secretos rusos y por
comunistas españoles. Tan odioso crimen, del que es co-responsable la dirección
del PC español, continúa sin ser reconocido por éste, que recientemente ha
manifestado su hipócrita “pesar” a través de un portavoz oficioso, cuando está
obligado a formular una declaración pública de asunción de responsabilidades y
autocrítica[2],
lo mismo que respecto al resto del asunto, la persecución del POUM como partido,
suceso que tan directamente afectó a Orwell.
Si no lo hace es
porque está dispuesto a repetir actos de esa naturaleza en el futuro, e incluso
en el presente.
La
anti-revolucionaria y brutal actuación del PC español en esos años contiene
muchos más asuntos de los que están analizados en “El libro negro del comunismo”. Haremos una relación somera. En
febrero/julio de 1936 dicho partido respalda las matanzas de obreros y
campesinos que estaba realizando el reaccionario gobierno del Frente Popular,
para frenar el poderoso auge de las luchas populares. El caso más conocido es
la carnicería de Yeste (Albacete), en mayo de 1936, que el PC justifica y apoya
sin escrúpulos. Hubo muchas más como ella.
En la guerra civil se
hace la fuerza política más hostil a las iniciativas revolucionarias espontáneas
de las clases trabajadoras, urbanas y rurales, convirtiéndose en el guardián armado
de la burguesa y estatizadora Constitución republicana de 1931. Por ello está
en la primera línea del proceso de restauración del capitalismo y del poder del
Estado español tras los avances alcanzados en los primeros meses de la guerra
en la zona antifranquista.
Fiel a los métodos
del estalinismo, o fascismo de izquierdas, el PC español crea centros
clandestinos de detención, tortura a sus oponentes, viola a mujeres
encarceladas, realiza matanzas a gran escala, tilda de “fascistas” a todos sus
oponentes (por ejemplo, al marxista POUM), disuelve colectividades, obliga a
las milicianas a retornar a “sus labores”, se hace la guardia pretoriana de
Azaña y el republicanismo burgués, mantiene la dominación española sobre
Marruecos[3],
etc. En suma restaura el capitalismo y rehace el aparato estatal. Con ello
efectúa, además, una contribución determinante al triunfo final del franquismo,
en 1939, pues las clases trabajadoras y populares no estaban interesadas en
librar una guerra para defender la república burguesa del 14 de abril de 1931.
Gracias en buena
medida a la línea y al actuar del PCE Franco gana la guerra.
Para cumplir sus
fines, como se ha dicho, detiene y ejecuta a un número imposible de conocer de
personas anónimas implicadas en proyectos revolucionarios y anticapitalistas, apremia
sin piedad a los católicos, lanza una cruzada contra los poumistas, agrede con
furor a los anarquistas, se pone violento, ya al final de la guerra, con los
nacionalistas catalanes… Además, contribuye a la destrucción de una parte por
desgracia notable del patrimonio cultural e histórico, monumental y documental,
sobre todo a través de la persecución religiosa, actividad vil en que se
manifiesta su falta de respeto por la libertad más básica de todas, la libertad
de conciencia, descarrío que está en el meollo mismo de la teorética comunista.
Que el partido
comunista español, 75 años después del final de la guerra civil, no haya
considerado autocríticamente su proceder en estos asuntos, y no haya pedido
disculpas públicamente, expresa que, en lo más profundo de sí, continua siendo
una formación estalinista, es decir, fascista de izquierdas.
El fascismo de
izquierdas no es mejor ni más respetable que el fascismo de derechas. Ambos son
lo mismo, despotismo del Estado y apoteosis del capitalismo.
Conviene no olvidar
que la parte más importante de la obra de George Orwell está destinada a la
denuncia del fascismo de izquierdas, del comunismo, al que conocía bien porque
lo había padecido. Recordemos “1984”,
“Homenaje a Cataluña” o “Rebelión en la granja”, libros en los
que denuncia la atroz tiranía política, desprecio por la libertad, mofa de la
verdad, desdén por el ser humano, brutalidad ilimitada, inmoralidad teorizada,
fanatismo homicida y ansia ciega de poder de los partidos comunistas.
Lo que Orwell
denuesta, en esencia, es un movimiento que está decidido a destruir los
fundamentos mismos de la civilización para imponer formas semi-esclavas de
trabajo asalariado al servicio de un capitalismo mega-depredador y un ente
estatal que no concede a los oprimidos ningún derecho, ni siquiera formal.
Pero el gran mal del
comunismo, a fin de cuentas, es su actividad anti-revolucionaria. Por partida
doble. Con su actuar desacredita la idea misma de revolución, al hacerla
equivalente a una sangrienta rebatiña en donde una elite de intelectuales
desclasados organizados como partido que se dice comunista construyen su propio
poder despótico. Al mismo tiempo, todo su obrar se dirige a reprimir y
exterminar a las fuerzas realmente revolucionarias, anticapitalistas,
poniéndose en cada coyuntura concreta a las órdenes del capitalismo, como
observamos en el presente.
Por todo ello la verdadera
respuesta al comunismo, hoy una fuerza ya del pasado que sólo coyunturalmente
es mantenida, revivida y relanzada por el capital financiero español, es
afirmar, desarrollar y aplicar el proyecto de revolución completa, integral, que
permita logar una victoria sustantiva sobre todas las formas de capitalismo,
creado una sociedad autogobernada y autogestionada, sin ente estatal ni clase
empresarial.
FIN
[1] Conviene recordar que dicha
Constitución, elaborada, promulgada y hecha aprobar por la izquierda, PSOE y
PCE-PSUC, junto con las fuerzas
políticas provenientes del franquismo, en sus artículos 55, 116 y 117.5 regula
el estado de excepción, en el que el poder queda en manos de los cuerpos
policiales, y el Estado de sitio, una forma de dictadura militar
parlamentariamente justificada. Por tanto, la izquierda, con esa Constitución,
otorga continuidad a lo más terrible del franquismo, el régimen de dictadura
policial y militar, que hoy pende sobre las clases populares como una espada de
Damocles. Este asunto manifiesta la naturaleza policiaca, militarista y
fascistizante de la izquierda española.
[2] El único texto histórico
oficial del PCE (que en Cataluña formó una sucursal, el PSUC) para esos años es
“Guerra y revolución en España,
1936-1939”, IV tomos, Moscú 1966, redactado por un equipo dirigido por
Dolores Ibárruri. Este trabajo,
desprovisto de cualquier voluntad de verdad y de todo impulso hacia la
objetividad, afirma y justifica la sanguinaria y reaccionaria actuación de tal
partido en la guerra civil. Por lo demás, dicho texto hoy no es tomado en
serio, y en general ni siquiera citado, por ningún historiador que se respete a
sí mismo.
[3] El documentado libro de
Miguel Martín, “El colonialismo español
en Marruecos”, es una bien fundamentada acusación contra la izquierda toda,
el gobierno de Frente Popular y el PCE en el asunto marroquí. El “colonialcomunismo” de éste adoptó una
forma repulsiva, la racista. Martín prueba que el partido comunista practicó y
promovió el racismo más primario contra los trabajadores marroquíes, asunto a
enfatizar cuando hoy aquel partido, con su habitual falta de escrúpulos,
pretende erigirse en campeón del “antirracismo”.
https://www.youtube.com/watch?v=VLo9LajdKnQ
ResponderEliminarPor cierto, Bernard-Henri Lévy que se declaraba entonces antimilitarista, en la actualidad es capaz de hacer loas al del gobierno de Obama y su capacidad de gestionarlo.
ResponderEliminarhttp://elpais.com/elpais/2012/11/01/opinion/1351775245_424779.html
Ciertamente...
ResponderEliminarSerá Podemos un renovado PC?
ResponderEliminarFantásticos artículos sobre "El libro negro del comunismo". Gracias, tocayo!