domingo, 31 de marzo de 2013

SEGUNDO ANIVERSARIO: EL 15-M O LAS DESVENTURAS DE LOS SERES NADA EN LA SOCIEDAD ABERRANTE




En el segundo aniversario del “gran acontecimiento” que, según los profesionales del activismo irracional y socialdemócrata, iba a hacer que ya nada fuera “como antes” hay muy poco que celebrar. Del aparatoso espectáculo callejero, fácil y simplón, apenas quedan activos escasos y dispersos fragmentos(1). La montaña no ha parido un ratón sino algo aun más minúsculo, una pulga anémica…
        
Es el momento de la reflexión dirigida a aprender, de hacerse responsables de lo sucedido, de practicar aunque sólo sea un poco el arte del balance y la autocrítica. Pero es seguro que quienes tanto vociferaron hace dos años, prometiendo maravillas y prodigios desde lo que era más apariencia, montaje y entretenimiento que sustancia, permanecerán ahora callados, pues tales “líderes” jamás se equivocan, por tanto, nunca se hacen responsables de nada.
        
El 15-M, si algo ha mostrado a las personas que deseen usar su propia cabeza, y que eviten frivolizarlo y juguetizarlo todo, es la patética incapacidad intelectiva, oratoria, relacional, volitiva, ética, erótica y estética del sujeto de nuestra sociedad, él y ella. En particular, el activista y la activista de los movimientos y del reformismo han manifestado ser ineptos e inhábiles para hacer algo que sea serio, efectivo, constructivo, duradero, transformador y con altura de miras, por no decir revolucionario.
        
Tantos años de servir a la política socialdemócrata, de ir a la zaga del PSOE, de prosternarse ante esa horripilancia que son las religiones políticas de la progresía, la izquierda y el anarcoestatismo, de hacer del Estado el “remedio” a todos los males y de practicar un “anticapitalismo” de pega ha terminado por detonar el cerebro de estas gentes. Eso ha hecho de ellas tristes caricaturas de seres humanos, incompetentes e inútiles para todo lo que no sea pasear pancartas y vociferar consignas socialdemócratas, impuestas desde el poder, justamente los lemas que han destruido nuestra sociedad y nos han destruido como seres humanos.
        
Lo que ha dejado tras de sí el 15-M, en tanto que proyecto abortivo o gran espectáculo-nada realizado por el muy degradado individuo propio de la sociedad actual, el ser nada, ha sido decepción y frustración, tirria al asamblearismo, resignación, pasividad, desmovilización y una mentalidad aún más individualista y egotista, que se manifiesta en el ahora “remedio” universal a la crisis general de las sociedades europeas, el “sálvese quien pueda”.
        
No menos inofensivas y anodinas están siendo las diversas “huelgas generales”, los 25-S (2), 23-F y los similares que vendrán, el arrastrar pancartas con consignas socialdemócratas y las movilizaciones corporativistas por dinero. Eso es menos que nada, menos que cero, enamorarse de la propia impotencia e incompetencia. El sistema de dominación ya no puede otorgar limosnas, como hace años, y los reformistas de toda laya tienen en el presente muy poco espacio para sus demagogias.
        
Quienes lo esperan todo de tales prácticas están ahora en su peor momento, reducidos a grupos ínfimos, desmoralizados y en evidencia, aislados de la sociedad, sin conexión con la realidad, convertidos en un gueto que tiende a encogerse y disminuir. Su liquidación de hecho definitiva puede durar más o menos pero es segura. Los y las que sigan aferrándose a todo eso de buena fe han de saber que se están precipitando en la nada. La situación de la sociedad ha cambiado radicalmente en los últimos años pero los devotos del movimentismo socialdemócrata pro-sistema no han cambiado en nada…
        
Hay que buscar nuevas vías a la transformación social y personal, alejadas de las tabarras socialdemócratas, las parodias de asamblearismo, las mentes vaciadas de todo contenido y toda reflexión, la ciega fijación en los “remedios” estatales, el activismo que hace a las personas envilecidos autómatas que se agitan convulsivamente, el “olvido” de que la calidad del sujeto es decisiva, el no abordar los pavorosos problemas convivenciales, el desprecio por las necesidades espirituales, la demonización de la ética, la prosternación ante las religiones políticas y la fijación maniática en lo económico, lo reivindicativo, lo monetario y lo “práctico”. Es todo eso lo que ha fracasado, en buena hora.
        
Y ha fracasado cuando las sociedades europeas se deslizan hacia un futuro cada vez más difícil y tenso, en un proceso irreversible. Al mismo tiempo los instrumentos políticos, sindicales, ideológicos, culturales, académicos, pseudo-estéticos y mediáticos de que se ha servido el sistema de dominación hasta ahora se están paso a paso desintegrando, lo que es un acontecimiento de una notable potencia emancipadora.
        
La crisis actual es muchísimo más que una disfunción de la economía, es el hundimiento de un modo de vida, un modelo de sociedad, una escala de disvalores y un tipo de sujeto (o infra-sujeto), el ser nada de la última modernidad.
Estamos, pues, ante una situación doblemente positiva y esperanzadora, por lo que el 15-M ha mostrado y enseñado, y por la evolución general de nuestras sociedades. No es para gritar ¡albricias! pero casi…
        
Ahora las luchas, tareas y estructuras reivindicativas o parciales han de ser lo secundario, y la organización estratégica de la revolución lo principal. Necesitamos poner en pie un movimiento articulado para la regeneración y refundación universal de la sociedad y de la persona.
        
Lo reivindicativo sólo es positivo si es secundario, si está en el marco de un programa revolucionario, si nos ocupa un tiempo limitado. En caso contrario es negativo. El 15-M fue potente mientras se presentó como un movimiento para la regeneración total de la sociedad y se destruyó cuando degeneró en montaje reivindicativo, una especie de nuevo sindicato ocupado en “lo concreto”.
        
Quienes siguen venerando las pequeñas cuestiones, los asuntos más ínfimos y los proyectos carentes de grandeza y universalidad se están haciendo marginales por propia elección. Hoy la gran crisis general en desarrollo de las sociedades europeas exige pensar en el todo, arriesgarse por el todo y entregarse a la totalidad finita de los grandes problemas.
        
Aquellas y aquellos que desean lo fácil, lo agradable, lo pequeño, lo insustancial, no se dan cuenta de que la historia ha cambiado de etapa, de que vivimos en otro momento, muy diferente al de, por ejemplo, hace sólo cinco años. En efecto, una sociedad que se está desplomando como todo requiere una respuesta como todo.
        
Quienes desean volver al bienestar fisiológico y al consumo enloquecido y ecocida anterior a 2008 son ahora los peores reaccionarios. Hay que decir no a la utopía atroz de un capitalismo que “funcione”, hay que mirar con ilusión hacia adelante, hacia una sociedad libre, autogobernada y autogestionada, sin trabajo asalariado y sin capitalismo, por tanto, sin ente estatal.
        
Necesitamos hacer un programa mínimamente desarrollado de la revolución integral, cuyo fundamento ha de ser la idea misma de revolución, como gran transformación a realizar en un dilatado proceso histórico, que modificará de raíz la sociedad, el individuo, el sistema de creencias y el modo de ser y existir de la persona.
        
Dada la descomposición inducida desde arriba del sujeto y la general caotización e hiper-degradación de la vida social promovida desde las instituciones, la asamblea, durante un tiempo, no podrá ser la forma principal de organización, como se ha manifestado en los hechos, lo que no significa, por supuesto, que no deba usarse en muchas condiciones y lugares. Lo son los colectivos de acción y reflexión, formados por un reducido número de personas auto-seleccionadas por su compromiso y capacidad personal, manifestados en actos individuales. Ahora es tiempo de minorías conscientes. Tales colectivos deben conectarse entre sí.
        
El primer paso es comprender nuestra época, examinar la realidad y formular una estrategia general. Sin estrategia sólo puede haber estériles palos de ciego. Una estrategia lleva a un plan de acción. El plan realiza la revolución, acontecimiento que no es puntual, debido a que ha de ocupar todo un dilatado espacio histórico. Previamente, la estrategia se formula desde la más rigurosa y objetiva observación pensante de la situación existente.
        
La verdad dimana de la realidad aprehendida, no de las teorías, las escuelas de pensamiento y los dogmatismos. Hay que realizar la autogestión del saber y el conocimiento, para lograr grados razonables de libertad de conciencia, autonomía colectiva e individual y ejercicio soberano del libre albedrío.
        
Necesitamos ideas (verdaderas) e ideales (sublimes) que den respuesta revolucionaria a los grandes problemas de la sociedad y el ser humano, y necesitamos además librar con ellos una muy larga y porfiada batalla de las ideas. Son las ideas-ideales los que mueven a las sociedades, construyen a las personas y hacen las revoluciones, no los intereses materiales, menos aun las luchas reivindicativas, mitificadas por quienes se llaman “anticapitalistas” pero son más burgueses que los propios burgueses.
        
Los seres humanos, mientras lo sigamos siendo, nos movemos por el cerebro y el corazón, y sólo secundariamente por el estómago. Son la burguesía y sus agentes quienes ponen en primer lugar a éste para destruirnos como personas y hacernos esclavos.
        
Formular las ideas e ideales es la fase previa a crear opinión pública con ellas, a realizar un gran debate en toda la sociedad que permita culminar un proceso de acumulación de fuerzas y de autoorganización de las y los más conscientes. Tenemos que crear grandes ideas y decisivos ideales, libres de academicismo, de pedanterías, de cualquier mentalidad libresca, como algo vivo, genuino, popular y auténtico, que conecte con lo más esencial de nuestro tiempo y de sus gentes, que llegue al entendimiento y al corazón de las personas, que persuada, emocione y mueva a la acción al mismo tiempo.
        
Cuando todo está siendo puesto en cuestión por el derrumbe múltiple de las sociedades europeas, que se va a seguir dando durante decenios y decenios, hemos de esforzarnos en ofrecer un enfoque revolucionario de todos y cada uno de los más primordiales problemas de nuestro tiempo, realizado desde lo experiencial, el sentido común trascendente, la voluntad de sublimidad, la reflexión estratégica y la grandeza del ánimo, sin doctrinarismos ni dogmatismos ni fanatismos.
        
Quienes en la situación actual se queden en las pequeñas cuestiones, en las demandas monetarias, reivindicativas y cotidianas, sin saberse elevar a lo decisivo, universal y trascendente, se condenan a la marginalidad y a la nada porque nuestro tiempo exige un gran giro civilizador que afirme y reafirme lo humano durante los próximos siglos.
        
Sin abordar de manera práctica la autoconstrucción de la persona hoy no es posible hacer apenas nada. La responsabilidad individual es decisiva, y el victimismo resulta muy dañino. Si algo ha mostrado el 15-M es que la ínfima calidad del individuo medio hoy hace imposible toda acción colectiva transformadora que vaya más allá de mendigar dinero, lloriquear para que el Estado nos “salve” y plantear mezquinas exigencias corporativas. Hoy el capital, cuya tasa de beneficio está en declive, y el Estado, semi-arruinado, no pueden atender la inmensa mayoría de las demandas populares, ni siquiera las más modestas.
        
Por eso la construcción prepolítica del sujeto es ahora una tarea imprescindible. Tenemos que mirar lejos, que hacer planes a largo plazo, con sentido del devenir histórico, sin dejarnos ganar por el ansia de logros inmediatos, hoy imposibles además, incluso para el reformismo más ramplón.
        
Porque estamos en una sociedad aberrante en todos los sentidos, y con un sujeto destruido intencionadamente por el poder, necesitamos avanzar por medio de procedimientos muy complejos e innovadores. Quienes deseen seguir caminos fáciles terminarán como el 15-M, en la nada. Los viejos modos, miles de veces fracasados, ya no valen, como prueban los hechos.
         Cuando casi todo se está derrumbando a nuestro alrededor hemos de crear un polo atractor de la acción y el pensamiento, de la esperanza y la formación de las personas, de la honradez y la voluntad ética, con un proyecto y programa revolucionario que reconstruya lo humano y al ser humano. Nuestra meta es “vencer por virtud”.
        
Las ideas y los ideales son los que mueven a los seres humanos, no los intereses. Una revolución realizada desde los intereses por eso mismo no es revolución, porque le falta la universalidad, el desprendimiento, el sentido de la justicia y la grandeza del ánimo que tal acontecimiento demanda.
        
Las y los activistas socialdemócratas no logran comprender la importancia crucial de las ideas, y de su aplicación a la totalidad de lo humano, los ideales, por lo que son incapaces de poner manos a la obra en la tarea más urgente y decisiva ahora: crear y difundir ideas e ideales.
        
Los valores, la ética en principios y actos, son fundamentales. Sin una revolución axiológica, o en los valores, no puede haber revolución. Sin sujetos autoconstruidos desde la autoexigencia y voluntad de servicio no se puede avanzar. “Vencerse para vencer” es un principio de enorme significación ahora.
        
Los cambios necesarios no nos los va a regalar nadie, ni un partido, ni un político, ni un pensador, ni un movimiento, ni nada que no sea cada una y cada uno de nosotros, solos y asociados. Tenemos que adquirir un compromiso íntimo y personal, realizando una elección y una volición, con inteligencia, visión estratégica, voluntad de llegar a toda la sociedad, creatividad, audacia y afán de pluralismo.
        
Cada una y cada uno de quienes han participado en el 15-M tiene que hacer su propio balance, evitando esa trampa mortal que es el victimismo (culpar a los otros y exculparse a uno mismo haciéndose irresponsable e hipercrítico con los demás), admitiendo los errores y defectos personales con agudeza y valentía, para fijar su propio plan personal de reflexión, acción, compromiso y expiación.
        
Son las minorías dotadas de calidad autoconstruida las que pueden aportar hoy algo útil a la gran tragedia (que a la vez es una gran oportunidad) de la desintegración de las sociedades europeas. Los populismos de pega, el delegar en la asamblea y el igualitarismo simplón ya han fracasado en el 15-M. Se trata de minorías, por supuesto, operando dentro del pueblo y vinculadas a él pero no atrapadas y anuladas por las luchas de supervivencia ni por las movilizaciones en pos de metas parciales, ni tampoco degradadas por el afán de situarse al mismo nivel de las masas. La sociedad del adoctrinamiento y el amaestramiento domina y deshumaniza a éstas, haciéndolas reaccionarias. Las masas hoy son un apéndice del sistema de dominación y arrodillarse ante ellas es hacerlo ante el statu quo.
        
En la epopeya de crear una nueva sociedad, un nuevo ser humano y un nuevo sistema de convicciones y valores las mujeres han de ocupar los puestos de avanzada. Sin su participación no puede haber revolución. Ellas son del todo decisivas.
        
Vamos a crear un colectivo organizado y articulado, al ser una suma de grupos y personas, que se base en lo más sustantivo del ser humano, los imperecederos ideales de verdad, libertad (de conciencia, política y civil), virtud cívica, bien moral, entrega desinteresada, convivencia afectuosa, espíritu de sacrificio, amor al amor, restauración espiritual, renuncia a la codicia, a la voluntad de poder y la vida muelle, fusión con la naturaleza, valentía y diligencia.
        
Una tarea posterior será elaborar un proyecto, programa y reglamento.
        
Las ideas e ideales son el factor consciente que las clases populares necesitan para elevarse a revolucionarias.
        
Lo colectivo es importante pero no siempre es imprescindible y a veces no es lo mejor. La acción individual alcanza a proporcionar logros formidables. Sola o solo puedes hacer grandes cosas, pues a veces el número entorpece, embaraza y frena. No te dejes chantajear mentalmente por la retórica colectivista y hazte tu propio plan de acción, no esperes a que otros se decidan, comienza tú, a solas si hace falta.
        
Vendrán nuevos movimientos populares similares al 15-M, se desencadenarán nuevas y más formidables movilizaciones. Lo importante es que cuando advengan estemos preparados, o que incluso seamos nosotras y nosotros quienes los promovamos.
        
No deseamos construir un gueto, ni una secta. Vamos a estar con la gente pero no a disolvernos en ella. Tenemos voluntad de originar un movimiento popular plural, que llegue al conjunto de las clases populares. Lo vamos a hacer por pasos, fases o etapas. Primero construir las ideas e ideales, el programa, el proyecto y su base organizativa. Segundo popularizarlo. Tercero, ir edificando una fuerza social que esté a la altura de los grandes retos del siglo XXI.
        
Ya somos cientos de personas compartiendo unas ideas e ideales comunes, todavía poco desarrollados pero sólidos, buenos y razonablemente verdaderos. Por tanto, podemos y debemos agruparnos, organizarnos, obrar colectiva e individualmente en las condiciones que se fijen. Si el 15-M ha fracasado nosotras y nosotros podemos lograrlo, pero no para mañana, no fácilmente, no sin esfuerzo, tensión y sacrificio. Recordemos: los caminos fáciles no llevan lejos.
        
Mis libros y otros materiales, escritos y audiovisuales, en su estudio, aplicación y difusión, así como los de otros autores, pueden servir de base a los grupos de acción y reflexión.
        
Nuestro proyecto, conviene repetirlo, no busca resultados a corto plazo, hoy imposibles en cualquier actividad por lo demás, no desea ser parte de la sociedad del espectáculo (como lo ha sido el 15-M), no hace promesas demagógicas, no ofrece nada sino que invita a la entrega y al esfuerzo desinteresado, y no está abierto a cualquiera. Ha de ser la organización consciente de quienes deseen servir al bien público, con virtud cívica, virtud personal y olvido de sí.
        
La grandeza y extrema dificultad de nuestras metas y propósitos garantiza nuestra autoconstrucción como seres humanos de calidad. Es tiempo de la épica y la trascendencia, de la acción auto-disciplinada y del espíritu de esfuerzo y servicio. Vamos a hacer la historia y no sólo a contemplarla y padecerla.     
         Ha llegado el momento.
                                                               30 de marzo de 2013

(1) Sobre las causas de esto remito a mi análisis “Pensar el 15-M”, en el libro colectivo “Pensar el 15-M y otros textos”. La imposibilidad de que exista un movimiento de masas con sentido transformador en las actuales circunstancias, de hiper-vilificación de la sociedad y mega-degradación del sujeto, está planteado en ese libro. Los hechos, infortunadamente, me han dado la razón.
(2) Sobre esta cuestión recomiendo la lectura de mi trabajo “El 25-S y la creación de una nueva casta partitocrática”, en el libro “Reflexiones sobre el 25S”, VVAA. Las propuestas de “proceso constituyente”, “frente cívico” y “III república” son las alternativas de recambio que está preparando el sistema de dominación para renovar su dictadura, de ahí que la crítica de aquéllas sea pertinente. Dentro del parlamentarismo, el régimen partitocrático, el orden estatal y el capitalismo no hay solución a los grandes problemas de nuestro tiempo y ahora ya ni a los pequeños, pues el sistema está agotado, se ha hecho rígido y no admite reformas, salvo las de tipo más lesivo y negativo para la gente común. La acción debe centrarse en la gente, en el pueblo, no en las instituciones.




jueves, 28 de marzo de 2013

DOS TRABAJOS RECOMENDABLES DE CÉSAR LEMA COSTAS















"Pan de bellota" 

 “Plantas y frutos silvestres comestibles”



"Al ser una artificialización de los agrosistemas, cualquier forma de cultivo crea daños por lo general crecientes en la fertilidad de los  suelos, al promover la erosión y  reducir la superficie arbolada, de donde resulta el declive de la pluviosidad, la  aridificación, la extensión de la sequía estival, el descenso del porcentaje de materia orgánica y el extremismo climático,  perjudicando de muchas maneras más a  la flora y fauna silvestres [1]. Ello se ha  agravado con el productivismo en vigor,  que está ocasionando el fenómeno de los  rendimientos decrecientes por envilecimiento extremo del terrazgo y el clima.

Las esperanzas puestas en la agricultura ecológica como pretendido remedio, no  están siendo confirmadas por los hechos [2], de manera que parece necesario  buscar posibles alternativas ajenas a toda forma de agricultura, si bien la meta es reducir en mucho la superficie dedicada a ésta sin eliminarla por completo. Que nuestro régimen nutricional dependa del cereal exige que enormes superficies sean desarboladas, o casi. Ello, en particular  en el área mediterránea, es funesto, pues origina, entre otros muchos males, una  sequía estival creciente en intensidad y duración que dificulta cada vez más la regeneración del bosque, pues las plántulas con  dificultad pueden superar estíos cada vez  más largos, secos y abrasadores. Ello podría remediarse reduciendo la dependencia  del cereal. El análisis histórico, de tiempos  remotos y del ayer inmediato, muestra que nuestros antepasados han incluido  en su dieta una alta proporción de frutos arbóreos, sobre todo bellota, pero también  castaña, hayuco, avellana y otros. En tales prácticas de antaño tenemos posibles remedios para los males del presente, si se aplicasen en el futuro." (Introducción del artículo de Félix R. Mora "Consumo humanos de bellota".


NOTA: Se pueden ver los libros completos

domingo, 10 de marzo de 2013

MUJERES QUE VIOLAN, TORTURAN Y ASESINAN A MUJERES. ANÁLISIS DE LA LEY DE VIOLENCIA DE GÉNERO DESDE EL GENOCIDIO DE RUANDA EN 1994.




La reciente condena (marzo de 2013) por un tribunal holandés de Yvonne Basedya, la jefa de una unidad de la milicia hutu que participó en el gran genocidio de 1994 en Ruanda, donde unos 800.000 tutsis, hombres y mujeres, fueron aniquilados, es un terrible acontecimiento iluminante de nuestras propias realidades, en concreto, de la norma legal exterminacionista y genocida por antonomasia hoy, la Ley de Violencia de Género.
         
Basedya, penada ahora con años de cárcel, fue alta autoridad de las milicias hutus, y no sólo ordenó asesinar a un gran número de hombres sino que además participó, como todas las jefas y jefes de los grupos genocidas, en la violación masiva de las mujeres tutsi, exterminadas después en su gran mayoría, de un modo  asombrosamente sádico y cruel.
         
Las jefas de las bandas criminales ordenaron a sus subordinados y subordinadas que introdujeran estacas, hierros, botellas rotas y otros objetos en las vaginas de las féminas tutsis (también de las hutus que se oponían al genocidio), que les cortaran los pechos y finalmente ejecutaran. En los casos en que, forzadas por varones, quedaban embarazadas y llegaban a dar a luz, que fueron muy pocos, debido a que casi todas las féminas tutsis resultaron asesinadas y a que el acto de la violación solía realizarse con objetos (lo que permitía a mujeres violar a otras mujeres), mataban luego a los bebés.
         
Se admite como dato indudable que casi todas las tutsis fueron violadas, pero pocas, comparativamente, han sobrevivido, pues el 75% de la población tutsi de Ruanda murió en el genocidio.
         
Lo que debe ser enfatizado es la implicación de numerosas mujeres en las matanzas y violaciones. Además de Basedya se hizo atrozmente famosa Pauline Nyiramasuhuko, ministra de Mujer y Familia en Ruanda, a la que se condenó por haber perpetrado unas 500.000 violaciones de féminas, como inductora, en el marco del genocidio de 1994. En total, fueron unas 20.000 mujeres las que tomaron parte activa en la carnicería, ejerciendo directamente la violencia, esto es, empuñando machetes, estacas u otros instrumentos para asesinar a otras mujeres, a varones y a niñas/niños, a menudo después de torturas atroces.
         
Pauline ordenaba estuprar a las mujeres tutsi y, al parecer, participó en tales actividades ella misma. Otra mujer que, según se cree, estuvo implicada en los orígenes del terror fue la primera ministra Agathe Uwlingiyimana, muerta luego.       Lo indudable es que una porción conspicua de esas 20.000 féminas criminales participaron en el genocidio ruandés como jefas, estrategas y planificadoras, como incitadoras y organizadoras, además de como ejecutoras.
         
Hay que recordar que el “Manifiesto SCUM”, el libro de cabecera de casi todo el feminismo hoy y un documento nazi del principio al fin, plantea y propone realizar un genocidio similar al que tuvo lugar en Ruanda en 1994.
         
SCUM significa “para el exterminio de los hombres”. Pero no sólo (ni principalmente) de los hombres pues advierte que las “mujeres macho” serán igualmente exterminadas por feministas organizadas en bandas armadas similares a las que consumaron las matanzas en Ruanda, a las órdenes de Pauline, Ivonne, Agathe y otras mujeres que ahora están siendo juzgadas y condenadas.
         
Hay una ley histórica que se cumple inexorablemente: quienes predican un genocidio terminan o intentándolo realizar o incluso realizándolo del todo.

EL RACISMO DE LA IZQUIERDA AYER Y HOY



Hay libros maravillosos, porque aclaran tantas cuestiones que al leerlos se siente una euforia y exaltación casi ilimitadas, al ver exponer la verdad con valentía, frente a la mentira institucional. Uno de éstos es “El colonialismo español en Marruecos”, Miguel Martín, Ruedo Ibérico 1973, obra que ha pasado desapercibida, probablemente porque ha sido silenciada desde la todopoderosa máquina de propaganda y manipulación mental de la izquierda, PSOE, IU, ERC y otros.

En esencia, es un estudio imparcial del colonialismo español en Marruecos, que por eso mismo se convierte en la más formidable denuncia de aquél, que es lo que su autor pretende.

El compromiso con la verdad de Martín no se detiene ante nada. Por ejemplo, al estudiar el periodo del Frente Popular, en 1936, apunta que fue tan colonialista como los gobiernos de la derecha, “Largo Caballero (PSOE) y Dolores Ibárruri (PCE) eran los continuadores de la política colonial de… Alfonso XIII y Primo de Rivera”.

Muy bien. Pero la cosa es más grave. Informa de que el PSOE y PCE ¡no admitían en sus filas a los trabajadores norteafricanos! Sencillamente, los consideraban inferiores racialmente y no querían mezclarse con ellos.

Entrando en la cuestión del racismo, Martín señala como documento racista de manera zafia y brutal a un Manifiesto del Comité Central del PCE de 18-8-1936, en el que los mercenarios musulmanes a las órdenes de Franco, los “moros”, son atacados con epítetos raciales muy odiosos. Por ejemplo se les etiqueta de “los hombres de más bestiales instintos”, en vez de denunciar su presencia armada al lado del fascismo español en términos políticos y, sobre todo, religiosos, pues fueron los clérigos islamistas norteafricanos los que proporcionaron a Franco 100.000 soldados mercenarios de infantería, decisivos para ganar la guerra.

Pero quien más se ensañó contra las gentes del norte de África en sus componentes racistas fue la jefa del PCE Dolores Ibárruri. Basta leer el libro que recopila sus discursos, “En la lucha”, para sentirse asqueado por su furor racista. Por ejemplo, tilda a las tropas musulmanas de Franco de “morisma salvaje, borracha de sensualidad”. Ciertamente, los soldados islámicos franquistas hicieron cosas muy horribles, violando a una enorme cantidad de mujeres y asesinando a muchos prisioneros de guerra republicanos, además de contribuir poderosamente a la victoria del fascismo español, pero eso se ha de denunciar en términos políticos y religiosos, no con soflamas racistas.

Lo más gracioso es que ahora la izquierda, el PSOE e IU (nueva marca electoral del PCE), los mismos que antaño estaban tan preocupados por su pureza racial que no querían que los trabajadores “moros” formaran parte de sus partidos y sindicatos, se han convertido en devotos del “antirracismo”.

Con igual fanatismo que en el pasado manifestaron en la práctica del racismo ahora imponen el “antirracismo”, conminando a los demás a, pongamos por caso, hacerse “multiculturales”, practicar “el mestizaje” (obvio atentado a la libertad sexual de las personas, en particular de las mujeres, a las que se conmina a mantener relaciones sexuales con gentes de otras razas, para no ser “racistas”) y dar a los inmigrantes el tratamiento más paternalista posible, como sujetos imaginarios de derechos sin deberes. El paternalismo es lo más humillante, degradante y… racista de nuevo tipo que se pueda imaginar, y la izquierda lo predica y practica con fruición.

La izquierda, en tanto que instrumento esencial del capitalismo que es, y como expresión del dominio político e ideológico del capital sobre las clases trabajadoras, siempre ha sido, es y será racista. Lo que cambia en ella es la forma del racismo, no su esencia.
Ayer fue el racismo pro-blanco, hoy el racismo pro-negro. Antaño la raza blanca era explícitamente “superior”, hoy la raza negra es implícitamente “superior”. Al ser mera correa de transmisión de los intereses fundamentales del gran capital y el ente estatal la izquierda practica en cada época el tipo de racismo que interesa a sus muy poderosos mandantes, las fuerzas económicas (capitalismo) y políticas (Estado) que la subvenciona. Lo que nunca logra ni logrará es estar libre de racismo, juzgar a las personas por sus actos, no por el color de su piel, sin condenar a nadie ni tampoco proporcionar a nadie privilegios porque tenga esta o la otra epidermis.
        
Toda la política sobre la inmigración y el racismo de las ONGs (por lo general instrumentos para el lucro de la izquierda) es racista de nuevo tipo, racista repulsiva. Racista como la del PSOE y PCE en Marruecos en tiempos de la colonia, aunque adoptando otras formas. Las ONGs son el Estado y el capitalismo, que es quien las subvenciona, mantiene y dirige. Su denigración de la raza blanca para exaltar a otras razas, en particular a la negra, es su nueva forma de racismo.
        
Por eso vamos a poner a prueba a los “antirracistas”, para mostrar que jamás dejarán de ser racistas: el día que sean capaces de considerar tan críticamente a los no-europeos como a los europeos, a los negros como a los blancos, y se atrevan a criticar a las gentes de otra raza y de otra cultura tanto, de la misma forma y al mismo nivel como critican a la raza blanca y a la cultura occidental se habrán curado de racismo pues habrán aprendido a tratar a todos los seres humanos por igual.
        
Si no critican es que son racistas.
        
Nunca lo harán. Seguirán donde estaban en los años 30 del siglo pasado, en el racismo más repulsivo. Su inflamada adhesión al capitalismo so pretexto de ser “anticapitalistas” les convierte en racistas. Y además seguirán tachando de “racistas” a quienes se oponen al racismo en todas sus formas. Ellos y ellas son así, aunque cada día son menos, y menos influyentes, porque su tiempo ya ha pasado.

EL TRABAJO HA DE SER LIBRE. NO AL SALARIADO



Vivimos un tiempo en que el espantoso incremento del paro lleva a la izquierda, en particular a la más servil hoy hacia el empresariado, IU, Anguita y sus dependientes, a magnificar más allá de toda medida el trabajo asalariado, presentado como una bendición.
        
Claro que en el pasado, cuando había más o menos pleno empleo, sucedía lo mismo. El capitalismo era explotador si pagaba salarios bajos pero era excelente si entregaba un buen mazo de billetes al explotado: tal es la lógica de casi todo el “anticapitalismo” en circulación, cuya única ideología es el dinero y el consumo. Viven para el consumo y se movilizan sólo por más consumo. Esa es su razón de ser.
        
Sus “luchas”, cada vez más ridículas por canijas y patéticas, se encaminan a lograr maximizar el precio de la mano de obra. Quienes las llevan son buenos burgueses que se saben propietarios de una mercancía, su fuerza de trabajo, y desean venderla en las mejores condiciones posibles en el mercado laboral. Para ocultar tan miserable condición, la de afanosos mercaderes de sí mismos y sí mismas, tienden a usar palabritas pretendidamente terribles, como “anticapitalismo”, “movilizaciones” y otras similares.
        
En estas gentes sólo el dinero cuenta. No tienen auto-respeto, carecen de dignidad, ni siquiera entiende lo que es una vida libre y autodeterminada. Si hay dinero de por medio, si el empresario paga bien, éste es el mejor de los mundo, si paga mal, entonces amenazan con no se sabe bien qué apocalipsis, ellos que no tienen ya ánimos ni para matar una mosca.
        
Las luchas salariales, cuando están fuera de una estrategia revolucionaria y, además, se convierten en la tarea principal, o incluso única, son reaccionarias. Refuerzan el mundo de lo mercantil, magnifican el dinero y dinamizan al capitalismo, al estimularle a elevarse a formas más eficientes de explotación de la mano de obra, con uso de sistemas tecnológicos crecientemente perfeccionados y, por ello más y más letales para la esencia concreta humana y la condición obrera.
        
Las reivindicaciones salariales ajenas del contexto de una estrategia revolucionaria son, por tanto, una forma como otra cualquiera de competencia capitalista, similar a las que libran los empresarios entre sí. No tienen nada de anticapitalista sin comillas, pues a través de ellas el capitalismo se perfecciona paso a paso. En ellas no está “la revolución social” sino la más ramplona y grosera reacción.
        
Hemos dicho “estrategia revolucionaria” y, ¿cuál puede ser ésta? Pues precisamente poner fin al salariado para realizar el trabajo libre, terminar con la auto-venta de la mano de obra, hacer que la libertad civil impere en la unidad productiva, derrocar la tiranía horrorosa del empleador, del empresario y sus sayones, en el centro de trabajo, fábrica u oficina, para convertirlo en un espacio de concordia y hermandad, al no haber más que trabajadoras y trabajadores libremente asociados, una vez expropiados los explotadores.
        
La meta no son los altos salarios, no es el consumo, no es venderse por más dinero. Es vivir con libertad, dominando la totalidad de las condiciones de la propia existencia, las del acto productivo, laboral, creados de las condiciones materiales de la existencia, en primer lugar.
        
El trabajo asalariado, sobre todo el que está mejor pagado, es un atentado a la esencia concreta humana, o dicho más llanamente: no se puede ser persona en todo el sentido grande y magnífico que tiene esa palabra si se padece el régimen salarial.
        
Éste, en el asalariado y en la asalariada, destruye la inteligencia, tritura el sentido moral, anula las facultades relacionales, devasta la sensibilidad, refuerza hasta límites pasmosos el egoísmo, aniquila el libre albedrio y arrasa el sentido de la propia dignidad. Convierte a la persona en un bruto, en una devastada criatura que obedece órdenes ilegítimas, que soporta humillaciones sin cuento, que ha de hacer delegación de todo lo que tiene de mejor en unos sujetos feroces y zafios, los jefes y jefecillos, que someten a la gente asalariada a sus demasías, chulerías, atrocidades, incompetencias, sadismos y vandalismos.
        
Hay pues que hacer la revolución social-integral poniendo fin al trabajo asalariado.
        
Pero, ¿quién preconiza hoy el fin del trabajo asalariado, la liberación de esa maldición, de ese horror, de esa pesadilla? Pues casi nadie. Nuestra patética “radicalidad”, socialdemócrata a la manera de Chomsky, está perpetuamente concentrada en “luchas” por más dinero, ahora contra los recortes, ayer por mayores salarios, nunca por liquidar de una vez y para siempre el trabajo a cambio de un salario.
        
El libro que mejor, quizá, denuncia la perfidia ilimitada del régimen salarial es “Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX”, de Harry Braverman. Demuestra con testimonios tan dramáticos como irrefutables que el capitalismo es incompatible con lo humano, en particular el capitalismo que se sirve de la tecnología a gran escala y que organiza “científicamente” la producción. De tales “maravillas” salen seres subhumanos, desventuradas criaturas que en el acto productivo, impuesto y forzado, pierden lo que tienen de más magnifico, su condición de seres humanos.
        
Braverman nos viene a decir que no hay sociedad humana, ni sociedad ética, ni sociedad a secas sin liquidar el régimen salarial, y que éste es tanto más atroz e intolerable cuanto más altos salarios paga…
        
Sin poner fin al salariado es imposible regenera la sociedad y rehumanizar al individuo. El eticismo, o el culturalismo, y también el politicismo, de algunas autores yerran por cuanto hay un problema estructural previo y básico, la adquisición de la libertad civil en el acto de trabajar, la realización de la producción a través de los procedimientos de la autogestión, con el trabajo libre asociado.
        
Otro libro magnífico en la denuncia es “La condición obrera” de Simone Weil. Llega exactamente a las mismas condiciones que Braverman. Es escandaloso que mientras Simone explica que la producción fabril asalariada y maquinizada tiene como meta destruir al ser humano, el feminismo machista defienda que esa misma producción, que aquella mujer maravillosa y modélica presenta como el infierno realizado, sea excelente para “liberar” a las mujeres…
        
Ahí nos topamos de nuevo con lo que es el feminismo, un modo de destruir a las mujeres en beneficio de la clase capitalista, que está entusiasmada con esa apología del capital. Como dice una querida amiga, mientras los hombres sólo están obligados a sufrir y soportar el régimen salarial a las mujeres se las obliga (lo hace el feminismo) además a venerarlo y amarlo, devastándolas por partida doble… Ahora se entiende por qué aquél es promovido, hiper-financiado, por la gran empresa capitalista[1].
        
Tenemos que poner fin a la grosera mentalidad socialdemócrata que llama “anticapitalismo” a exigir más altos salarios, más dinero, más consumo, más deshumanización por tanto, para crear un gran movimiento de denuncia del salariado en sí y por sí, especialmente del que sufren y padecen las mujeres trabajadoras, para abrir camina a una lucha por una sociedad en que las personas sean lo que parecen, a saber, seres humanos.
        
Para ello tenemos que alcanzar un pacto por la revolución, cuyo fundamento ha de ser el acuerdo compartido de que seguiremos a delante hasta poner fin al capitalismo, al salariado, conquistando la libertad en el acto de trabajar, que es la precondición de una sociedad libre, de seres humanos, de mujeres plenamente realizadas, de hombres liberados de las lacras del nuevo régimen neo-servil, el salariado contemporáneo.



[1] El feminismo misógino y exterminacionista, que no para de perorar contra la “violencia de género” en el hogar y sólo en el hogar, “olvida” que donde hoy las mujeres son vejadas, violentadas y violadas en masa, por los jefecillos varones y por las jefecillas lesbianas, es en las empresas capitalistas. Mientras por la calle circulan historias terribles de violaciones masivas en las empresas, ese feminismo, siempre muy hábil en evitar lo que le afecte al propio negocio, servir con el fanatismo neonazi que le caracteriza a la clase empresarial, al parecer no se entera de nada. 

“SILVESTRE, COMESTIBLE Y CREATIVO” Dawamoru – 2012


Estamos ante un libro muy simpático y hermoso, además de útil y lleno de reflexiones profundas, que en una buena parte se expresan de manera implícita, por lo que sólo son asequibles a quienes hagan su metalectura.

        
En una primera aproximación es una obra de recetas culinarias. Pero no de alimentos más o menos vulgares sino de algunos bien especiales: bellota, castaña, hierbas silvestres, hierbas aromáticas y medicinales, algas. Nada menos.
        
En la cuestión de la bellota la autora, Dawamoru, hace una revolución, pues convierte su recolección, conservación, desamargado y consumo en una actividad sencilla y hacedera. Esta mujer ha logrado algo maravilloso, sintetizar el aprovechamiento de ese ancestral fruto arbóreo en unas reglas tan bien pensadas y experimentadas que hasta el más pánfilo e ignorante urbanita puede realizaras, eso sí, una vez que logre diferenciar una bellota de una caca de perro sobre la acera.
        
Superada esta dificultad todo va sobre ruedas, porque con el libro de Dawamoru podrá hacer café de bellota, pan de bellota, galletas de bellota, bechamel de bellota, pizza de bellota, etc., sin olvidar la tortilla de hierbas y harina de bellota. Echo a faltar la horchata de bellota, tan refrescante, pero estoy seguro que aparecerá en la siguiente edición del libro.
        
Os puedo asegurar que el pan de bellota que hace Dawamoru y su gente es extraordinario, no sólo por el sabor y la textura sino quizá más por el olor.
        
Con la castaña, no menos entrañable y milenaria, tenemos algo similar. Hay recetas de leche, queso untable, puré, tarta, macarrones, trufas y algunas más, ¡toda una revolución castañil! Con ello volveremos a alimentarnos como nuestros ancestros, para ser tan fuertes y auténticos como ellos, para tener su sentido de la dignidad, el autorrespeto, la rotundidad moral, la ausencia de sexismos, la voluntad de amar y la capacidad de resistir a la tiranía estatal.
        
En lo de las hierbas silvestres la cosa es no menos magnífica. Comienza el capítulo explicando por qué hay que consumirlas. Al leerlo se me han saltado las lágrimas, porque por fin empezamos a salir de la locura y la perversidad en que nos hundió la agricolización, la vida en las ciudades y la estupidización de la modernidad para ir recuperando la sensatez, la alegría de vivir, el empuje y el autodominio. En esta sección admito francamente mi debilidad por tres recetas, el arroz con carnicera y nabiza, las patatas con ajo silvestre y el mijo con pamplinas y pimientos de Padrón.
        
El apartado de hierbas aromáticas y medicinales ofrece maravillas como la sopa de recuerdo, ajo y romero, o la salsa de melisa. Atención a las sopas, son excelentes, pueden conservarse con facilidad varios días y proporcionan el tipo de alimento temperado, sabroso, con ingredientes directamente tomados de la naturaleza y fácil de hacer que se necesita en una sociedad libre, autogobernada por asambleas, con libertad de conciencia, fraternidad como cosmovisión y autogestión.
        
En la sección de algas tenemos más sopas, la sopa marina por ejemplo, o la calabaza con algas, que se puede dejar abundante en caldo.
        
Incluye, además recomendaciones sobre cosméticos, ungüentos y sales de baño. Por tanto, es un libro muy completo.
        
Los productos agrícolas no son negados, como es de sentido común, pero sí relegados a un segundo plano. Lo que Dawa ofrece es una alimentación en que los alimentos silvestres sean lo principal, y los cultivados lo secundario. De ese modo la naturaleza comienza a liberarse de los daños inherentes a la agricultura, la deforestación, erosión, destrucción de los suelos, reducción de la pluviosidad y cambio climático.
        
Dawamoru, o sea, Dawamoru Fernández Urdangarin, ha escrito un libro con reflexiones bastante profundas de fondo. Una es el cuestionamiento de la agricultura, otra de la vida en las ciudades, una tercera de la alimentación artificial e industrial, que nos está devastando. El ir hacia adelante es, hoy, en buena medida marchar hacia atrás, volver, regresar. Eso lo he expuesto en una fórmula tan sencilla como el manejo de la bellota que el texto preconiza: unir tradición con revolución, porque la tradición sin revolución se hace mera reacción pero la revolución sin tradición acaba en fascismo.
        
Ahora cuando no tenemos ya ni tradición ni revolución, ¿qué podemos hacer? Muy buena pregunta, y dado que hallar la respuesta es bastante arduo os animo a que, con el fin de haceros fuertes en lo físico (la fortaleza, si se usa para el bien, es una virtud y un deber), pongáis mano a la obra con las recetas de Dawamoru, mientras aclaramos esa peliaguda cuestión.
        
La revolución integral también es una revolución en la relación con la naturaleza y en la forma de alimentarnos. No es sólo política. No somos ni politicistas ni mucho menos politiqueros. Es el todo finito lo que tiene que ser cambiado, y al hacer esta alteración radical hemos de conservar aquello que de bueno tiene el pasado, a la vez que innovamos y creamos lo nuevo con audacia.
        
Así viviremos como han de hacerlo los seres humanos con una perspectiva temporal que incluye el pasado, presente y futuro, no como ahora que el pasado nos es negado, el presente absolutizado/aniquilado y el futuro convertido en inexistente. Necesitamos ser seres de la totalidad de lo temporal, personas integrales en vez de penosas criaturas mutiladas, sujetos nada de la hiper-modernidad estatal y capitalista.