jueves, 29 de abril de 2021

VACÍO POLÍTICO

 

El vacío de ideas y contenidos, no sólo político sino también ideológico, mediático, intelectual y académico, es el rasgo definitorio del actual momento. Se ha ido constituyendo en los últimos años y seguirá creciendo, quizá 3 o 4 años más, hasta que los estrategas del Estado produzcan una nueva propuesta política, organizativa e ideológica para las masas. Pero hoy el poder está sin los instrumentos más apropiados para la intervención política, lo que es diferente a hace sólo cinco años.

Las últimas elecciones (las generales de 2019, las de Cataluña, Madrid y otras), ponen de manifiesto tal vacío y agotamiento. Los partidos[1] no conectan con esa minoría de individuos políticamente conscientes y activos que mueven y dinamizan a la sociedad. De ese modo, se ha formado un sector social de personas en búsqueda, distanciadas de lo existente, enfrentadas con las instituciones y abiertas a nuevas formulaciones. En consecuencia, la idea estúpida y obtusa, de que la solución ha de venir de algún nuevo partido político, o de intervención estatal en la sociedad, ha retrocedido bastante.

En el ámbito de lo intelectual y académico la situación es la misma: repetición, penuria, no creatividad. Hay un agotamiento y consunción múltiples. Dos son sus causas. Una es la falta de libertad, que hace que políticos e intelectuales-funcionarios actúen al dictado de los poderes constituidos hasta un punto tal que pierden el hábito de pensar. Otra es sus privilegios monetarios, sobre todo la casta pedantocrática, ocupando su tiempo en actividades hedonista, sin que apena nada les quede para investigar y elaborar.

Hay una tercera, que es su descrédito por el modo de afrontar los nuevos problemas. El silencio que ha mantenido y mantiene la intelectualidad ante la pandemia les ha puesto en evidencia, quizá para siempre, como entregados al poder y poder ellos mismos. Con esto termina, probablemente, la hegemonía social de los pedantes, que comenzó con los ilustrados y “filósofos” del siglo XVIII, algo a celebrar.

E incluso una cuarta: las contradicciones estructurales, inherentes, que ya coartan e incluso van estrangulando al actual orden, no son nada fáciles de tratar discursivamente, dado que, en el plano de lo objetivo, carecen de solución, aunque es cierto que admiten paliativos y aplazamientos. Pero soluciones no.

Además, la descomposición de lo que han sido el contenido principal de la acción política institucional desde hace dos decenios, las religiones políticas, es un hecho. Enredadas en sus propias contradicciones, rechazados por sectores crecientes de la masa popular, cuestionadas una y otra vez por la realidad, convertidos en herramientas para que minorías impúdicas y malvadas se enriquezcan, las religiones políticas se han deteriorado mucho en el último decenio. Sustituirlas por otras, o incluso reelaborarlas (si ello es posible), resulta difícil de realizar, es caro y requiere tiempo. Mientras no tenga nada mejor el aparato de poder las seguirá utilizando, pero, muy probablemente, se dotará de otros instrumentos nuevos, por el momento desconocidos.

La cara negativa de la situación es el alto grado de desmovilización, infantilización, soledad, nadificación e irresponsabilidad, de confusión intelectiva, impotencia reflexiva, cobardía patológica, ignorancia oceánica y debilidad emocional de la gran mayoría de los individuos en el presente, situación aflictiva creada desde arriba. Pero he de insistir en que a una sociedad no la dota de conciencia y mueve “las masas” sino minorías conscientes, en definitiva, unos miles de personas, y a ellas hemos de dirigirnos. Las multitudes se incorporan luego a la acción, en la fase final del proceso.

En el plano de lo objetivo, las contradicciones y antinomias inherentes al actual modelo de sociedad, continúan profundizándose, como expongo en el libro “Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad”[2]. Por eso, si hace sólo unos pocos decenios el futuro inmediato era percibido de color rosa hoy casi todos lo contemplan, especialmente la juventud, de color negro. La percepción, creciente, es que: 1) las estructuras sociales no tienen otra finalidad que la concentración del poder, el mando y la riqueza en cada vez menos manos, 2) no hay solución a nada importante dentro del sistema, desde el vigente orden, que es irreformable. Esto lleva a un estado de ánimo potencialmente revolucionario, aunque, al mismo tiempo, si no hay una propuesta transformadora, empuja a la desesperación, la depresión y el suicidio.

El periodo de estabilidad y prosperidad de la última modernidad ha abarcado desde 1955 a 2009, 54 años, medio siglo. En 2009 irrumpe la crisis económica, nunca superada, y en 2020 se abre el ciclo explícito del estallido de las contradicciones, muchas y graves, que se han ido acumulando, que incluirá decenios, tantos al menos como el tiempo previo de bonanza. Se equivocan, por tanto, quienes creen que las cosas van a continuar como en el medio siglo precedente, que no sucederá nada diferente y decisivo. Que pueden seguir dormitando a la sombra de un sistema que consideran seguro y garante de sus necesidades básicas. Tales tendrán un muy duro despertar más pronto que tarde…

 

Lo primero y principal, ante lo descrito, es afirmar la voluntad de revolución que nos mueve a quienes estamos en el proyecto de revolución integral. Lo nuestro no es meramente oponerse y criticar, ni tampoco suscitar algunos movimientos de protesta contra expresiones extremas de despotismo e injusticia, mucho menos cavilar sobre qué programa reformador, sistema de alternancia, caudillo redentor o nuevo partido político puede “arreglar las cosas” desde dentro del poder instituido. No. Nuestra intención, hoy igual que el primer día, es lograr un cambio total suficiente de la estructura de la sociedad, el régimen económico, el sistema de valores, los criterios morales, la cosmovisión fundante y la calidad, autoconstruida y construida, de la persona. Aceptamos el reto y sostenemos que nos motiva el propósito de crear una nueva civilización y un nuevo ser humano, no el lograr tal o cual reformita o limosna que deje todo como está al mismo tiempo que nos degrada como personas.

 

Es posible vencer, no sólo por nuestros méritos sino sobre todo porque el sistema lleva dentro de si los elementos, cada día más activos y potentes, de su propia destrucción. Quienes lo tienen por perfecto, inamovible e invencible solo manifiestan su propia ignorancia de la realidad.

Para ello hemos ido formulando un ideario, proyecto y programa de la revolución, aún sin completar, todavía por terminar, en efecto, pero ya con decisivos logros[3]. Ahora, en el actual momento táctico, debemos establecer una línea de actuación que nos aproxime a nuestro proyecto estratégico, el hecho revolucionario. Trabajamos en pro de un cambio decisivo, histórico, que va a abrir una nueva edad en la historia de la humanidad. Lo vamos a realizar porque hemos escogido realizarlo, y porque, en definitiva, el actual sistema se está aniquilando a sí mismo. Así pues, sólo hay dos opciones para el futuro, sobrevivir entre sus ruinas, en un escenario de desastre holístico en multiplicación quizá ilimitada, o hacer la revolución.

Tareas para esta fase táctica

El sistema de poder reconstruirá su aparato en 3 a 4 años, reclutará mercenarios políticos, en la forma de un/os nuevo/s partido/s, y se lanzará a una nueva ofensiva. Es cierto que en torno suyo todo está tan deteriorado que resulta imposible imaginar cómo y con qué lo hará, pero lo hará. Mientras, debemos aprovechar con inteligencia las condiciones actuales.

Lo primero es comprender la situación creada, tal como está formulada en la parte primera de este documento. Sin estudiarla, debatirla, analizarla de manera individual y colectiva, no podemos avanzar.

Lo segundo consiste en terminar de formular el proyecto y programa estratégico, en lo que aún no ha sido tratado o lo ha sido de manera insuficiente: renacimiento demográfico, economía (con una alternativa global compleja al capitalismo), Unión Europea, situación internacional, tecnología, epistemología popular, espiritualidad moral y programa axiológico, teoría del esfuerzo, la potencia de la voluntad y el combate, ética convivencial, naturaleza concreta y compleja de la libertad, régimen de deberes autoimpuestos del individuo, supervivencia personal/grupal en la fase de caos y derrumbe social que se avecina, trabajo asalariado y trabajo libre, movimiento obrero, cultura y estética, estrategia para la juventud, completar el programa para la mujer, afirmación creativa de la cultura europea y algún otro. Un apartado muy especial es recomponer la noción de revolución desde las condiciones actuales, desde el siglo XXI.

Lo tercero es formar y autoformar a las personas que están con nosotros ya, así como a las que se irán uniendo. Satisfacer su anhelo de conocimientos y su necesidad de habilidades para desenvolverse en la acción comunicativa. Este es nuestro principal punto débil, a ir resolviendo mediante: a) el estudio individual y colectivo, b) los debates internos en los grupos de afinidad y activismo, c) la participación en las acciones y luchas sociales, d) la autoconstrucción y construcción individual, e) los Cursos, f) el compromiso propio con prácticas transformadoras una vez reflexionado.

Lo cuarto estriba en una estrategia comunicativa que lleve nuestro ideario, proyecto y programa a la opinión pública con un máximo de calidad expositiva, variedad de procedimientos, pluralidad de actores y abundancia de elementos tanto como de actos comunicativos: libros, videos, artículos, folletos, revistas digitales y en papel, charlas y conferencias, tertulias, panfletos, audios, webs, televisión, blogs, grupos de estudio, equipos de activismo, tertulias privadas, etc.[4] Hay que establecer talleres para transmitir en tales quehaceres. La meta es lograr que en 3 o 4 años unas 500.000 personas conozcan razonablemente bien el ideario y programa de la revolución integral, y que el 5% de ellas, unas 25.000, lo conozcan de manera profunda y dediquen tiempo y esfuerzo personal a su difusión. Para ello, la edición del “Manifiesto de la Revolución Integral” es determinante.

Lo quinto es el ejercer la crítica, para superar la confusión, fijar las ideas decisivas y delimitar campos. En sus tres formas: crítica constructiva, critica severa y critica denuncia. Ahora es el momento de la crítica, mañana será el de los acuerdos y alianzas, en la siguiente etapa táctica, en 3 o 4 años.

Lo sexto es la participación en las acciones de resistencia y lucha popular, practicando el activismo social. A través de ello hay que fomentar formas de organización en la base que vayan estableciendo un régimen de democracia directa con rudimentos de economía comunal.

Lo séptima consiste en promover formas efectivas de autosubsistencia y ayuda mutua en el campo y en la ciudad, para sobrevivir al desplome de la sociedad actual.

Lo octavo es el esfuerzo organizador, buscando el contacto personal con todas las personas y colectivos que se interesen por el proyecto y programa de la transformación integral, brindándolas apoyo y formación, y estimulando su creatividad.

Lo noveno se sustancia en dotar al movimiento de revolución integral de una forma organizativa normalizada, sencilla, operativa y de abajo a arriba, con Estatutos. Todo ello sin ensombrecer o dañar en lo más mínimo la centralidad del individuo.

Lo décimo es difundir por Europa e Iberoamérica el ideario y programa de la transformación integral, de un modo planificado.

Conclusión final

Se han celebrado hasta ahora cuatro encuentros de revolución integral. Para el verano de 2021 habría que efectuar otro.

28 de abril de 2021



[1] En muy poco tiempo, todos los partidos políticos han dejado de tener militantes para estar constituidos por mercenarios -sus afiliados- y votantes. Eso les hace poco peligrosos por escasamente eficaces.

[2] He de insistir que la nocividad peor de todas ellas es la demográfica, que pone en riesgo la continuidad biológica de la especie humana. Su causa principal es la manipulación, ignorante y malvada, de la vida erótica y sexual instintiva de la especie, tarea en la que el feminismo de Estado, en tanto que instrumento de los poderes económicos y políticos más agresivos, ha desempeñado una función primordial, espantosa. En mi libro “Erótica creadora de vida” se expone.

[3] En lo propositivo y constructivo, mi mayor aportación, hasta ahora, a la formulación en positivo de un proyecto y programa revolucionario está en el Prólogo a la Cuarta Edición de “La democracia y el triunfo del Estado”. Queda pendiente la obra decisiva, “Manifiesto de la Revolución Integral”, un texto breve pero intenso.

[4] La experiencia muestra que en las condiciones actuales sólo una masa notable de actos comunicativos, efectuados durante mucho tiempo y por muchos individuos o colectivos, puede ser eficaz. Lo dice el refrán, una golondrina no hace verano… Necesitamos alcanzar una masa crítica en lo comunicativo.

martes, 6 de abril de 2021

LABURPENA. ondokoarena

 

RESUMEN

DE

“Francos en el norte y visigodos en el sur. El combate épico del pueblo vascón por su lengua, sistema de valores y modelo de sociedad en la Alta Edad Media”


Dicho artículo efectúa un análisis que busca ser objetivo de hechos y acontecimientos históricos fundamentales que, al consultar las fuentes documentales, resultan obvios en su significación, pero que la historiografía institucional no logra ni desea percibir, quizá porque altera sustantivamente sus dudosas narraciones y, más aún, sus indignos silencios.

Lo más llamativo es que el pueblo vascón/vasco, en el periodo comprendido entre el alzamiento bagauda de mediados del siglo V y la batalla de Simancas en el siglo X, (donde es exterminado un ejercito musulmán de 100.000 hombres mandado por el califa Abderramán III), choca con los cuatro imperios más importante del Occidente europeo, venciendo a los cuatro. No son derrotas absolutas, sin duda, pero si lo bastante importantes como para, por un lado, garantizar la supervivencia de los vascos, en lo político, étnico, lingüístico, cultural, económico, territorial y demográfico, y por otro para precipitar a esos cuatro imperios en situaciones de crisis y descomposición que aceleraron su final.

Los bagaudas vascones son una fuerza entre otras que apresuró el final del imperio romano de Occidente, con un efecto limitado, pero ni mucho menos desdeñable. La pelea de los vascos durante dos siglos y medio contra el reino visigodo de Toledo resultó ser determinante en la descomposición de esta formación social, que a partir del año 650 manifiesta ya signos de agotamiento. Más obvio es esto último en el caso del imperio carolingio, ese abigarrado compendio de horrores y disfuncionalidades, al que su derrota en Orreaga le arroja, a medio plazo, a la liquidación, situación que el mismo Carlomagno padece en sus últimos años. Concluyente es la significación política y estratégica de la batalla de Simancas, año 939, que inicia el ciclo de declive y decadencia del imperialismo islámico en todo el mundo, situación mantenida hasta el presente.

Así pues, los vascos, sin moverse de su territorio ancestral, sin caer jamás en tentaciones imperialistas (siempre libraron guerras defensivas, nunca de conquista, asunto que requiere una explicación, al ser un hecho raro a nivel mundial, que se deduce de manera natural de todo lo expuesto en el mencionado artículo), hacen retroceder y derrotan a los cuatro imperios que han marcado más decisivamente la historia altomedieval de Europa Occidental. Que el pueblo vasco exista hoy, y que sea como es, se comprende a través de esas cuatro victorias.

Explicar el porqué de esto exige leer las fuentes históricas con voluntad de verdad.

Lo que más resalta en ellas, sobre todo para el caso de Hegoalde, sobre todo, es que la sociedad vasca altomedieval carecía de diferencias clasistas e instituciones estatales, un régimen de democracia directa asentada en la institución magnífica del batzarre que establecía una igualdad política sustantiva, con libertad, democracia y autogobierno, entre todos los vascos. Derivada del batzarre y sirviéndole de pilar decisivo, estaba la milicia popular vasca, según el procedimiento de cada casa un combatiente, expresión épica y heroica del principio democrático sobre el armamento general del pueblo. Igualdad política que se complementaba con la igualdad económica, gracias a la institución del komunal, que hacía de la comunidad popular, y no de terratenientes y plutócratas, la propietaria de los principales recursos productivos. A ello se sumaba la igualdad social, como se manifiesta en el auzolan, entendido de una manera amplia, esto es, como modo de hacer real el trabajo libre, con superación de la esclavitud antigua, la gran lacra que impedía el avance de las sociedades de la Antigüedad europea. A todo ello hay que añadir la matrilinealidad, la igualdad entre hombres y mujeres en tanto que sujetos sociales. La institución de la familia extensa, del etxea, completaba el entramado institucional, junto con la atxolorra, o crianza vecinal y comunal de los niños. Existía, asimismo, como causa y consecuencia de la libertad y la soberanía popular instituidas, una alta calidad de la persona media, y una adhesión a la lengua vasca, en tanto que idioma-cultura con un sistema de valores, un orden axiológico, propio y singular. Porque aquel orden social fue al mismo tiempo una Sociedad de la Libertad, una Sociedad Komunal y una Sociedad Moral.

Bajo el dominio del imperio y el Estado romano esas instituciones no existieron, pero en la documentación escrita, que ya es abundante a partir del siglo X, van apareciendo, en particular el batzarre y el komunal. Si se estudian los fueros municipales, que son transcripciones complejas de algunas formulaciones del derecho consuetudinario oral vasco, se encuentran en ellos. Y ahí está la clave de logros tan decisivos.

Una formación social tan bien constituida en su entramado institucional, en su base económica y en sus fundamentos demográficos, con individuos de alta calidad, no sólo pudo hacer retroceder a los cuatro imperios perversos citados, sino que con su corrección misma otorgó a cada individuo motivos muy sólidos, objetivos y subjetivos, por los que pelear. En consecuencia, probó que era invencible al ser indestructible.

Las instituciones tradicionales vascas, constituidas con el gran movimiento revolucionario bagauda, contienen, en su núcleo o meollo más decisivo, respuestas para los problemas fundamentales de nuestro tiempo. Si se las despoja de sus formas coyunturales, altomedievales, y se las adecua a las condiciones del siglo XXI, sirven para realizar la tarea de refundar la civilización, en la península Ibérica y en toda Europa. Eso fue lo que ya hicieron entonces, eso exactamente, en un complejo y tortuoso proceso de más de medio milenio de duración.

Félix Rodrigo Mora

esfyserv@gmail.com

TEXTO EN EUSKARA