domingo, 28 de agosto de 2016

PARO Y TECNOLOGÍA


       Se afirma que la tecnología, debido a su pretendida multiplicación de la productividad, crea paro. Calculan que la “cuarta revolución industrial”, eliminará 7 millones de empleos en 2016-2020 en los 17 países más desarrollados. Es el mismo argumento que, desde el utopismo “social”, desarrolla el marxista Paul Mason en “Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro”. Según él, la tecnología de la información hará inviable la continuidad del capitalismo. De ahí que el futuro sea el “postcapitalismo”… Poco hay de nuevo en ello, pues ya se dijo algo parecido de la máquina de vapor, el ferrocarril, la electricidad, la robótica y algunos sistemas técnicos más.



         Mason arguye que el nuevo producto tecnológico, por sí mismo y sin necesidad de la intervención consciente -en forma de revolución- popular, llevará primero a una situación difícil por el elevado paro y otras distorsiones (en la cual se debe usar la renta básica como paliativo) y luego a un desenlace delicioso y magnifico, el fin del capitalismo.



         Argumenta que el orden capitalista es negativo pero que la tecnología creada por él, simple capitalismo en la forma de tecnología, resulta magnifica. Se trata de “ayudar” a la tecnología a desembarazarse de la envoltura capitalista para que con su supuesta altísima eficacia instaure el Reino de Jauja de la abundancia para todos.



         Descendamos a la prosaica realidad. No es verdad que la tecnología, en general, incrementa la productividad del trabajo. Lo hace en algunas ocasiones pero no es lo habitual, si se tiene en cuenta la totalidad del proceso productivo y se consideran los colosales costes ocultos que origina, en gran medida por los daños inmensos que infringe a los seres humanos y a la naturaleza.



La tecnología es, en lo principal, de aplicación a las cuestiones militares y sólo secundariamente a la producción. Esto es mostrado para los iPhone y otras invenciones de Steve Jobs por Mariana Mazzucato en “El Estado emprendedor”. El desarrollo tecnológico real (aunque no el que fantasean los tecnófilos “sociales”), proporciona poderes crecientes al bloque de dominación, desde la manipulación de las mentes en “la sociedad de la información” hasta la intervención represiva policial-militar.  



         La argumentación de que la tecnología es en sí misma y a fin de cuentas “positiva”, o al menos “neutral”, choca con la experiencia de los últimos trescientos años. En pocos casos acrecienta realmente la productividad, y su aplicación en las empresas se suele deber a la busca por los patronos de procedimientos para incrementar su control y poder de mando. Si se da un aumento de los rendimientos es por ésa sobre-constricción que suelen introducir las nuevas tecnologías, no por ellas mismas. Hay pocos sistemas tecnológicos que al mismo tiempo eleven la eficacia del trabajo y hagan a éste más libre, par creativo, más compañeril, más humano.





         Una sociedad sin capitalismo, o sea, libre, autogobernada y autogestionada, lo primero que ha de hacer es poner fin al trabajo neo-esclavo actual, realizando una revolucionarización del acto y quehacer laboral para que recupere su condición de libre obrar de sujetos libres. Eso bajará necesariamente la productividad, considerando además que la meta de una sociedad libre no es la abundancia material sino la plétora de bienes inmateriales y espirituales, en primer lugar la libertad.



         Un orden social postcapitalista no tiene como uno de sus fines la abundancia, y por tanto no necesita de tecnologías opresivas. Eso no debe llevar al rechazo absoluto de la técnica y los sistemas productivos complejos, pues éstos se dividen en intolerables, que deben ser eliminados, tolerables con reformas, a alterar en un sentido positivo, y aceptables más o menos tal como están. Por tanto, la fobia a la tecnología es inadecuada. Pero mucho peor es la creencia en que el futuro de la humanidad depende de esta u otra “revolución tecnológica”, pues la tecnología es un medio o instrumento que sirve a unos fines globales y se impregna irremediable de la naturaleza última de éstos.



         En lo inmediato hay que señalar que lo que multiplica el paro no es la supuestamente fabulosa capacidad de las tecnologías de la información (lo que Mason olvida demostrar porque es indemostrable, en general, una engañifa) sino la competencia entre los países. Por ejemplo, Alemania al ser más desarrollada se apropia de lo decisivo de la producción fabril, creando paro y subempleo estructural en los países más débiles de la UE.



         Lo único que está en condiciones de poner fin al desorden productivo que padecemos es la revolución, no la “liberación” de la tecnología creada el capitalismo. Mason crea falsas ilusiones con sus formulaciones mecanicistas, economicistas y deterministas, a fin de cuentas tecnófilas. Es la calidad de los seres humanos, y la calidad de las relaciones que establecen entre ellos, lo que determinará el futuro, muy por delante de la técnica y la productividad. Su “anticapitalismo”, como sucede con todos los de su credo ideológico, es una forma de mega-capitalismo. Al poner en el centro la abundancia material se hacen propagadores de lo más decisivo de la ideología burguesa. La tecnología del capital, por si misma, conserva, reproduce y fortalece el conjunto del sistema, al ser no sólo su efecto sino también su causa. Al mantenerla mantiene la totalidad. Esto suele suceder a quienes se “olvidan” de la revolución.

sábado, 20 de agosto de 2016

EN EL CUARTO ANIVERSARIO DE LA MATANZA DE MARIKANA (SUDÁFRICA)

         El 16 de agosto de 2012 la policía del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Nelson Mandela (fallecido en 2013) en el gobierno, disparó contra una manifestación de mineros negros en huelga en las minas de platino de Marikana matando a 34 trabajadores. Policías negros y policías blancos dispararon codo con codo contra los mineros negros. Se rumoreó que la familia Mandela era accionista de la compañía explotadora…

         Tal sucedido es, con todo su dramatismo, una expresión más de la dura represión que padecen los trabajadores, principalmente negros pero también mestizos y blancos, en Sudáfrica a cargo del aparato del CNA. Éste accedió al gobierno en 1994, con la sustitución del espeluznante régimen de “apartheid” por la actual dictadura parlamentarista y partitocrática, lo que fue presentado como un acontecimiento prodigiosamente “emancipador”...

         Dos decenios después se ha constituido una riquísima gran burguesía negra con miles de individuos (a alguno se le atribuyen fortunas de unos 3.000 millones de dólares) y se ha consolidado una clase media negra de siete millones de personas. Unos 25 millones de trabajadores negros malviven en la opresión, la sobreexplotación y la pobreza. Estos efectúan casi cada día huelgas y motines, siendo reprimidos ferozmente por el gobierno negro del CNA, y muchos de esos sucesos quedan ocultos por la censura. Lo de Marikana sólo se diferencia de otros cientos de hechos similares que tienen lugar cada año por el número tan crecido de los muertos.

Esa nueva burguesía negra sigue usando el victimismo y el racismo antiblanco para justificar su sanguinario despotismo tanto como sus descomunales gastos suntuarios. Junto con la gran burguesía blanca son ahora los amos del país. También están impulsando el racismo étnico entre la población negra, enfrentando a unos sectores con otros. El partido de Mandela, supuestamente guía del “antirracismo”, está promoviendo con fines políticos todas las formas de racismo,  pues “divide y vencerás”.

Llamativo es que en los gobiernos del CNA estén el Partido Comunista y los sindicatos (COSATU) con diversas carteras ministeriales. La gran burguesía negra financia el poder sindical y el Partido Comunista. Otro rasgo de esta gran burguesía negra es su cruda misoginia, en la que el patriarcado y el neo-patriarcado se solapan y complementan. Así pues, la izquierda y los comunistas son parte de los gobiernos que ordenan ametrallar casi cada día a los trabajadores, principalmente negros, someten a las mujeres y azuzan todas las formas de racismo.

El desenmascaramiento del régimen parlamentarista emergido en 1994, del CNA y Nelson Mandela, es otro episodio de la puesta en evidencia del “antiimperialismo” y “antirracismo”, carentes desde sus orígenes de todo contenido revolucionario. Era radicalismo burgués, neo-racismo y nacionalismo burgués destinados a perpetuar y robustecer las existentes formas de dominación incorporando al poder y al dinero a nuevos actores políticos, en este caso la oligarquía negra surafricana. El actual régimen, nacido entonces, es una refundación del terrorífico Estado sudafricano y un relanzamiento del capitalismo. Cuando el “apartheid” manifestó ser contraproducente, negativo e inviable para la oligarquía sudafricana, Mandela y su gente participaron decisivamente en sustituirlo. Cambiaron las formas para que todo lo esencial permaneciese igual, o más exactamente, reforzado.

En el plano internacional Mandela y el CNA fueron un icono similar al del linaje de los Castro en Cuba, a Evo Morales en Bolivia, a Lula da Silva en Brasil y a Hugo Chávez en Venezuela. Aquí, la izquierda “independentista” del País Vasco y Cataluña, obstinadamente contraria a la revolución, aún sigue valiéndose de tales formulaciones para realizar una política tan antipopular, neo-patriarcal y reaccionaria como la de Mandela. Los hechos están erosionando de manera colosal dichas políticas, hoy sumidas en la confusión y el creciente descrédito, meras antiguallas. Es comprensible, pues todos los amigos de Mandela se dirigen a organizar su Marikana.

La realidad está mostrando que sólo hay antiimperialismo si se sustenta en un programa popular revolucionario, que únicamente éste es capaz de oponerse a todas las formas de racismo y no sólo a algunas, y que exclusivamente desde él puede realizarse la emancipación de los pueblos oprimidos. Tal es el ideario y el programa que tiene ante sí un excelente porvenir. Tal es el programa del futuro.

martes, 16 de agosto de 2016

¿TODO ES DIVERSIÓN?

        En reciente entrevista Rafael Sánchez Ferlosio censura un estilo de vida, el actual, en que a su entender “todo es diversión, El ocio es lo único”. Inicialmente, es apropiado, a pesar de los histriónicos modos de profeta del Antiguo Testamento de que se vale. Pero la cuestión tiene mucha más miga.

         Sánchez Ferlosio, nacido en 1927, es autor de “El Jarama” (que en 1955 recibe el premio Nadal) realización señera del “realismo social”, un ejemplo de la subliteratura del antifranquismo burgués. “El Jarama” es bazofia literaria, una ilegible nada estética, estilística y narrativa. Lo primero, por tanto, es sacarla de los manuales de historia de la literatura para situarla en donde debe estar, en el olvido.

         Sánchez Ferlosio es hijo de Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange, fascista ilustrado y redicho. Estas familias, como dijo Manuel Fraga en un momento de arrebato, fueron fascistas cuando había que serlo y “demócratas” (él no ponía comillas) cuando era apropiado. De ese modo, hoy aquí y mañana allí, han conseguido mantenerse siempre arriba. El “realismo social”, en tanto que política cultural de la izquierda burguesa, entonces en la semi-clandestinidad, va preparando la alternativa de recambio al franquismo, de donde proviene el régimen que hoy tenemos, regido por la Constitución de 1978. Éste resulta de la alianza entre el capitalismo y la izquierda, concretada en el pacto en la Transición entre Adolfo Suárez (franquista de toda la vida) y Santiago Carrillo (jefe vitalicio del Partido Comunista).

         El “realismo social” sustituye la literatura, en tanto que experiencia peculiar sobre las cuestiones decisivas de la condición humana, por la propaganda politiquera y el aleccionamiento partidista. Belleza, transcendencia y sublimidad son sustituidas por consignas pancistas y circunstanciales, inciviles y banales, cuya meta real es, a fin de cuentas, contribuir a ofrecer una salida al régimen franquista. Para tan deleznable propósito se violentó la noción misma de literatura con engendros como “El Jarama”.

        Sánchez Ferlosio, ahora rigurosísimo “intelectual crítico”, se ha embolsado múltiples prebendas y momios. Si en 1955 le recompensan con el Nadal en 2004 recibe el premio Cervantes, muy sustantivamente dotado. Pero esto es sólo una parte, pues ha ido agarrando casi todos los galardones más importantes de la literatura (o subliteratura) española, docenas de ellos.

Si nos preguntamos, ¿qué permanece hoy como valioso de lo hecho por dicho antifranquismo? tenemos que contestar que, en puridad, nada. Puesto que lo concebía todo como propaganda el resultado es desolador. Hoy no hay nada que recordar de lo hecho por él. Su esterilidad ha sido total.

         Este es el personaje. Pero en su denostación de la mentalidad hedonista prevaleciente tiene razón.

         Diversión, ocio… Si el trabajo asalariado es un tormento, vivir en las ciudades una pesadilla, ir a la universidad una tortura, relacionarse con los demás una quimera, comprender lo que está sucediendo a través de los medios de comunicación un imposible e imaginar el futuro una causa de dolor, ¿qué le queda al individuo hoy? Sólo la diversión, mientras no se decida por la revolución.

         Huir de la realidad, entontecerse con regocijos banales, embrutecerse con ocios pueriles, negarse a sí mismo, calmar la propia ansiedad y falta de sentido vivencial con drogas legales, drogas “ilegales” y alcohol, a la busca de “bienestar”. Mucha más por cuanto la izquierda, siempre burguesa y pro-capitalista, lleva decenios promoviendo el hedonismo, el felicismo (eudemonismo) y el epicureísmo. Ferlosio, literato de esa izquierda entregada al dinero y al Estado, por tanto, a la mentira, la propaganda y la demagogia, lo sabe bien. Su obra es también encomiástica de la patética vida de diversión, consumo y goces zoológicos que ahora de manera superficial y oportunista zahiere. Ciertamente, las cosas han llegado tan lejos en este terreno que hasta los más campanudos profetas del placerismo están cambiando de discurso.

         El afán gozador está triturando al sujeto, lo ha triturado ya, hasta hacer de él una criatura hiper-degradada, tan disfuncional que es ya incluso inapropiada para el sistema. Despojado por el hedonismo y epicureísmo, obligatorios e impuestos desde el poder, de su condición humana, reducido a ser nada que renuncia a ser persona para divertirse y gozar, el individuo actual se ha desplomado en el averno de los subhumano. Ya no hay seres humanos, sólo caricaturas que disfrutan. Pero, ¿disfrutan o agonizan?, ¿se divierten o se autodestruyen?, ¿ríen o lloran? Porque la depresión y la tristeza crónicas suelen ser la realización práctica de las teorías felicistas.

         En el libro “Seis Estudios”  dedico un capítulo al asunto, “Crítica de la noción de felicidad y repudio del hedonismo. La vida como esfuerzo”. A él me remito para los argumentos, las formulaciones y las propuestas. Los seres humanos, si desean ser libres o incluso si meramente desean ser, tienen que autoconstruirse con esfuerzo, con energía, con voluntad y con dolor, para adquirir vitalidad, grandeza, sabiduría, capacidad, aptitud para amar y alegría. Cada vida lleva indisolublemente incorporada una cantidad de sufrimiento, que todo ser humano tiene que admitir con entereza y además con júbilo, pues sólo a través de él y con él se puede llegar a ser persona.

         El hedonismo es mera barbarie institucional, agresión a la persona, disfuncionalidad vital, multiplicación del sufrimiento estéril. El epicureísmo es incluso peor, con su cobarde pánico al dolor, su obsesión enfermiza por la felicidad y su miserable renuncia a vivir por miedo a sufrir. La vida es hermosa y magnífica en su totalidad, también en lo que tiene de sufrimiento inevitable porque a través de él nos elevamos sobre nosotros mismos.

         El colocar el placer, el ocio y la diversión como metas, el hacer de la felicidad lo que pretendidamente nos realiza (para lo que incluso se ha inventado la noción de Felicidad Nacional Brutal, “otra forma de medir el bienestar” supuestamente en oposición al Producto Interior Bruto…) se arroja a la basura los valores, se niegan éstos de la forma más eficaz por taimada. Si lo que cuenta es el bienestar, como sinónimo de felicidad y epítome de una existencia entregada a gozar, ¿qué es de la convivencia, por tanto, del amor?, ¿dónde queda la libertad?, ¿y la verdad?, ¿y la virtud cívica y personal?, ¿y el bien moral?, ¿y la justicia?, ¿y la libertad de conciencia?, ¿y la voluntad como potencia agente del yo? ¿y la templanza?, ¿y el autodominio? En suma, ¿qué queda el ser humano una vez que aquello que le confiere consistencia resulta negado?

         La vandálica cháchara sobre felicidad, bienestar, disfrute y goce es un asalto en toda regla a la noción de una sociedad sustentada en valores y un individuo autoconstruido desde los valores. Es la nueva forma que adopta la deshumanización, el renovado odio a la libertad, el novísimo rostro de la manipulación y la mentira.

         Antes se dijo que el actual orden ha resultado de la alianza entre el capitalismo y la izquierda, y así es. Pero tras 40 años de tal coyunda la izquierda se está desintegrando, lo que la hace cada día más inadecuada para seguir en la vanguardia de la defensa del orden establecido. Su programa está agotado, no tiene discurso, carece de argumentos y es una nulidad propositiva pues sus fórmulas han sido negadas una y otra vez por la experiencia. No puede ir más allá de salir en televisión (en la caja tonta) a expeler promesas y más promesas, tan ínfimas, miserables e irreales que únicamente calan en los sectores más infantilizados y pánfilos.

         Ahora está llegando el momento de la derecha, sobre todo en el terreno intelectual. Con el Ferlosio senil está Arcadi Espada, el nuevo campeón del pensamiento carca renovado. Éste, y sus colegas (Juan Manuel de Prada, etc.), lo tienen fácil, porque la izquierda intelectualmente hoy es una miseria y una ruina. Esta derecha remozada, petulante, bravucona, ¿qué propone? Por ejemplo, está el alegato a favor de la verdad de Espada, cargado de erudición,  impresionante en una primera lectura. Pero, ¿cuál es o puede ser el lugar de la verdad en el actual orden, sustentado violentísimamente en el aleccionamiento, en la conculcación de la libertad de conciencia, en la mentira? Espada es un farsante.

         ¿La libertad política y civil? Los nuevos derechistas y extremo derechistas braman en pro de la libertad, pero el actual régimen político es una dictadura política, de manera que están entregados a un turbio quehacer, el embellecimiento de la actual tiranía, valiéndose de una abstracta y mendaz retórica “libertaria”. ¿La ética? En un orden donde el gran capital multinacional ha magnificado hasta el paroxismo el dinero no hay sitio para lo axiológico, el bien moral y la probidad. Por eso tales intelectuales se hacen turiferarios de la descomposición de la vida social, de la liquidación de la persona, del cinismo, la desvergüenza, la sinrazón hedonista y la inmoralidad. En suma, Juan Manuel de Prada es otro farsante, pues el actual sistema es estructuralmente inmoral. Únicamente el ideario revolucionario puede ser verazmente moral.

         Tal derecha intelectual no puede ser combatida desde la izquierda, porque ésta no dispone de argumentos ni de recursos intelectuales para ello, debido a que está en agonía tras cuatro decenios de ser la prostituta del capitalismo. Únicamente puede ser contestada y refutada, vencida, desde la revolución. La revolución si tiene, contra la izquierda y contra la derecha, un aparato argumental poderoso, y donde no lo tiene lo puede ir creando y lo va a ir creando, ya que su raíz es fecunda. Si hemos conseguido grandes logros poniendo en evidencia a la izquierda, siempre pro-capitalista, ahora vamos a hacer lo mismo con la derecha, igualmente pro-capitalista. Pero, hay que insistir en ello, quienes preocupados por el auge de la nueva caverna pretendan hacerla frente desde la izquierda se equivocan: ello únicamente es hacedero desde la revolución.

         Necesitamos una revolución axiológica y una revolución política, económica y social sustentada en valores pero no en intereses, siendo su suma una revolución integral. Frente a ello el hedonismo y felicismo de la izquierda y la derecha es la anti-revolución.

viernes, 5 de agosto de 2016

DOS COMENTARIOS SOBRE "LA DEMOCRACIA Y EL TRIUNFO DEL ESTADO"


Comentario al libro “Democracia y el triunfo del Estado: Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora” de Félix Rodrigo Mora.

El agente invisible al cual la inmensa mayoría de la población loa se comporta como una deidad griega: sádica, poderosa, pero no obstante viciosa e imperfecta en su singularidad. Se muestra alejada de las realidades cotidianas de los habitantes del mundo y al mismo tiempo como necesaria fuerza generadora de la realidad. Es un poder aceptado por todos que moldea la vida de los individuos de una manera sibilina, inexorable, como si se tratara de una ley física, como si siempre hubiera estado allí. Esa particularidad divina que se le podría atribuir a un dios del panteón griego son las características que definen a esa metaentidad, imperceptible y omnipresente para aquellos que hemos crecido en un entorno donde su poder es absoluto. No tengo especial aprecio al mundo cinematográfico, pero el libro de Félix Rodrigo Mora que se trata en este comentario es lo más similar a la escena de la película Matrix donde Morfeo le dice a Neo de elegir entre la pastilla roja y la pastilla azul. En este caso, la pastilla que muestra la realidad, la pastilla que nos quita la venda de los ojos, es el libro de tapas rojas que me ha acompañado durante largo tiempo a pocos centímetros de donde posa mi cabeza a la hora de dormir. Largo tiempo, porque es un libro denso, y mi nivel de lectura es sinceramente mejorable. Largo tiempo porque es un libro repleto de información, de citas a pie de página que son cada cual una historia paralela. Un buen tiempo porque no quería leerlo por encima, leerlo por leerlo. Quería empaparme, estar atento en la lectura; quise leerlo de una manera de la cual no sintiera que ni una palabra se escapara a mi entendimiento, y como he dicho antes mi entendimiento dista mucho del que yo mismo desearía. “Democracia y el Triunfo del Estado” es, como decía antes, la pastilla de Morfeo que nos muestra la Matrix cruel; esa realidad real, valga la redundancia, que aparece cuando se desvanece el programa informático que nos envuelve de propaganda, mercadotecnia, teoricismo y falsedad institucionalizada. Una situación hegemónica de una o varias metaentidades que todo lo pueden, incluso hasta hacernos pensar que su existencia y seguridad es algo propiamente humano, natural, algo que nunca dejó de existir y que es necesario que nunca deje de existir. Esta metaentidad se comporta como un demonio, el cual puede tomar diferentes nombres, diferentes formas, diferentes estilos, diferentes ubicaciones geográficas, y cuyo propósito es parasitar las conciencias de los seres humanos con el fin de aprovecharse de ellos consiguiendo así su inmortalidad. Pero lejos de ser eterna, inexorable, o imprescindible, esa metaentidad no es más que cualquier elemento metafísico en la mente de cualquier hombre. Es nada. Es idea. Y esa característica inmaterial que le concede todo su poder es precisamente su talón de Aquiles. Si hay que luchar contra una entidad metafísica hay que empezar por desbancarla en su terreno, el de las ideas. Y es ahí donde el autor gracias a un gran esfuerzo, el cual es palpable en la lectura del libro, propone su destrucción, empezando por su desenmascaramiento histórico: no siempre estuvo ahí ni siempre ha sido igual, es mutante. Continuando por su arquitectura ideológica: quienes le dotaron de poder a lo largo de los siglos a nivel intelectual, y como le ha interesado a esta metaentidad favorecer a aquellos que la alimentaban con poderes ideológicos. En el siguiente apartado el autor nos muestra como a través de cambios sociales la metaentidad consigue engrandecerse como poder institucional miniaturizando los poderes que le pueden hacer sombra, es decir, aquellos que no se rigen por los códigos de valores de la metaentidad. El quinto apartado es una radiografía extensa y detallada del entramado humano del cual se sirve la metaentidad para ejercer su poder, dicho apartado es ciertamente un libro por sí mismo. Y el sexto y último apartado son reflexiones de cómo combatir de manera individual y colectiva a la metaentidad. De la cual yo extraigo de manera personal que la lucha debe de realizarse en el área de las ideas, de la filosofía práctica, en una forma diferente de entender la vida en comunidad en el planeta de manera integral, de un cambio de cosmovisión tal que invalide la axiología de la metaentidad para revertir sus peores efectos: la destrucción de lo humano como tal y la creación de una realidad terrenal donde el poder absoluto de la metaentidad domine las conciencias y voluntades de toda persona que nazca en el planeta. Si vemos la vida como una batalla invencible, continua y eterna, interna y externa, podemos prescindir de la metaentidad que habita en nuestros más bajos instintos para extenderse y apoderarse de todo y todos.

A.Z.Gas

SOBRE “EL LIBRO DE LAS TAPAS ROJAS”

          Así es como A.Z. Gas, en el comentario que puede leerse al lado de estas líneas, se refiere a “La democracia y el triunfo del Estado. Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora”, 637 páginas en su tercera y hasta ahora última edición, del que soy autor.

          A.Z. y yo hemos desarrollado un diálogo a larga distancia sobre este libro. Según ha ido avanzando en su lectura me ha ido enviando comentarios, y me ha ido formulando algunas cuestiones. A.Z. y yo no nos conocemos personalmente por el momento pero este libro, que es probablemente el más denso (y, desde luego, el más largo) de los que he ido publicando, nos ha unido. Por lo pronto, nos ha hecho amigos sin habernos visto nunca, lo que es un logro magnífico.


         Sí. La gestación de la obra fue larga: 17 años. En él trabajé casi sin descansar todo ese tiempo. Ello tuvo un componte trágico: pasaban los años, los niños nacían y se hacían adolescentes, las personas adultas envejecían y algunas morían, todo cambiaba en torno a mí, pero yo seguía con la redacción, imperturbable y al mismo tiempo estupefacto, e incluso un poco desolado.


         Quería establecer las bases reflexivas de una transformación integral de la vida colectiva y del individuo, tomando como fundamento mi experiencia vital y la parte positiva de la cultura occidental, que es la mía, hoy odiada a muerte por el capitalismo de Occidente. ¿Lo he conseguido? Diría, seis años después de su publicación, que he hecho alguna contribución en esa dirección.


         En primer lugar, ambicionaba poner en claro y en orden mis ideas. Deseaba romper dentro de mí con ese batiburrillo de formulaciones equivocadas, emociones descarriadas y prácticas perniciosas que forman el meollo de lo que se conoce como “compromiso social”. O dicho de otro modo, quería escapar del falso radicalismo al uso. Sabía, por larga experiencia, que éste no sólo no logra nada que merezca la pena sino que, además, daña y destruye a las personas que, por lo general con la mejor buena fe, se dejan persuadir por él y lo interiorizan como guía para su actuar.


         También quería distanciarme de ese reformismo colaboracionista y miope que no desea otra cosa que modificaciones insignificantes, dirigidas a lograr una vida “mejor” bajo el actual sistema, el cual jamás se plantea los grandes problemas de la existencia social, del sujeto y de la condición humana. Mi idea directriz ha sido siempre la revolución, una revolución total, aunque incluso hoy me resulte difícil establecer sus contenidos, vías y naturaleza, si bien estoy avanzando mucho en esto. Porque no deseo vivir mejor en el presente orden, que es de pesadilla, sino contribuir a construir un mundo nuevo y un ser humano nuevo.


         Lo que A.Z. denomina “metaentidad” es estudiada en el libro en su proceso de formación, que ha ido de menos a más, hasta llegar hoy a ser un poder espeluznante que moldea no sólo nuestras vidas sino nuestras ideas, emociones y pasiones, es decir, lo más íntimo de la persona. La situación es tan grave que el ente estatal actual ha devorado a la sociedad, hasta el punto de que ésta apenas existe por sí, del mismo modo que ha engullido a la persona. Vivimos en las entrañas del monstruo y ahí llevamos una no-existencia. No somos, precisamente para que la “metaentidad” sea. Por eso el primer acto de resistencia es reivindicar y practicar la libertad de conciencia, la autonomía en el acto del pensar, sentir y querer.


         El capítulo III del libro es filosófico, y suele ser el más dificultoso. Se pone en solfa el modo teorético, supuestamente “crítico”, de “pensar”/no-pensar, para preconizar un saber experiencial, ateórico, extraído de la práctica, de la sabiduría popular y de la interacción con los iguales. Esto es continuista con  el panegírico de la libertad de conciencia previamente realizado, pues donde operan teorías, doctrinas, fes y teoricismos no hay libertad de conciencia, vale decir, no hay libertad y, por tanto, no hay persona.


El apartado IV desmenuza lo paradójico y antinómico del vocablo “revolución”. Es éste mi concepto favorito, en tanto que actividad práctica que cambia lo que es, y lo cambia radicalmente, no sólo lo externo al sujeto sino también lo interno, la conciencia del individuo por libre elección. Pasa revista a la tanda de revoluciones perniciosas, o anti-revoluciones, que ha padecido la humanidad en los últimos siglos, desde la revolución francesa (hoy perentoriamente olvidada y muy pronto ruidosamente vituperada) a las del siglo XX, la rusa, la china, las “antiimperialistas”, etc. Culmina demandando una verdadera revolución frente a toda esa morralla hórrida. Niega que nos tengamos que resignar a lo que es, sólo porque los intentos de transformación hayan fracasado. Es, a fin de cuentas, una exhortación a reinventar la revolución.


El capítulo V se titula “Del Estado y de la estatolatría”: hay que leerlo, no puedo resumirlo. Por lo que he entendido, a A.Z le resulta inspirador, central, decisivo. El VI es un cajón de sastre en que hay de todo pero del cual extraigo la categoría de virtud personal, porque cuando todo falla queda el individuo, el sujeto, la persona. Mientras haya personas de virtud, en tanto que excelencia natural, habrá esperanza. Yo confío en las personas y mucho menos en las organizaciones, incluso cuando su función es positiva. Atendamos a la persona y lograremos perspectivas, optimismo, confianza, alegría.


Pero nuestra sociedad no valora ni aprecia a la persona, para ella está en lo “colectivo”: instituciones, empresas, entidades, organizaciones, partidos, equipos, asambleas, etc. No, no, no: basta de “metaentidades”. Creo en la persona, en las personas concretas que me acompañan en la aventura del vivir. Creo en A.Z. y creo en mí, y también creo en ti, lectora o lector, y estoy seguro que cuando las personas tomen conciencia de lo que son, de su valía y capacidades, de sus enormes potencialidades, haremos la revolución.


Nuestra lucha es la de los individuos reales contra la “metaentidad”.


         Acabo ya. Gracias A.Z., por haberme obligado a pensar en mi libro mayor, al que tenía algo olvidado. Cuando nos conozcamos te convidaré a un vino, o a una cerveza. Qué menos.

Félix R. Mora

lunes, 1 de agosto de 2016

BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE CATALUÑA

        En Barcelona el calor es intenso, y además pegajoso, provocando un sudor que moja la ropa. Camino entre masas de turistas nórdicos, iguales e impersonales, de rostros inexpresivos y miradas vacías, que marchan cansinamente a ninguna parte con la botella de plástico en la mano. Me pregunto si saben dónde están, si conocen que se hallan en Cataluña, si comprenden algo de lo que ven y se interesan por algo de lo que les rodea, o si meramente es el suyo un ejercicio nihilista de consumo visual. Son los seres nada del para algunos modélico régimen de Estado de bienestar del norte de Europa

         Barcelona es hoy una ciudad triste, gris y descuidada, entregada a un turismo masificado. De su otrora pujante vida cultural, asociativa, artística y reivindicativa apenas queda nada. La gente tiene un aire abatido y aturdido. Con el paso del tiempo las banderas esteladas, independentistas, han ido cayéndose de los balcones, y las que aún permanecen suelen estar descoloridas. El obrar del ayuntamiento de Podemos y sus adláteres en nada positivo se manifiesta. Con él progresa la degradación de la megalópolis.

         Me dirijo en catalán a viandantes con aspecto de autóctonos para preguntar cómo ir a tal o cual sitio, y me responden en castellano. Entro a un bar con aspecto de ser mas catalán que otros y cuando pido “un entrepà de truita amb amanida i un got de vi”, me contestan que no tienen bocadillos de tortilla, que cómo quiero la ensalada y si deseo vino tinto o blanco… Una amiga me informa que en los últimos años a la gente de Barcelona “le ha dado por hablar en castellano”. Si, los estudios sobre hábitos lingüísticos en esta megalópolis lo detectan: el uso del catalán cae año tras año en ella. En un lustro, si no se hace algo decisivo, Barcelona será por primera vez en su historia una ciudad española…

         He quedado con Jordi y Montse para la entrevista. A él le conozco desde hace años. En realidad no se llaman así pero desean conservar el anonimato, por el ambiente imperante de persecución contra los disidentes políticos. Les propongo que sea en catalán y replican que la haremos en este idioma pero que luego yo la he de publicar en castellano, para que la gente de fuera de Cataluña conozca lo que está sucediendo. Les hago observar lo raquítico de mis conocimientos de la lengua catalana, pero insisten… El título es también suyo, tomado del célebre libro de Bartolomé de las Casas[1].

Pregunta. ¿Cuál es vuestro balance del llamado “procés independentista”?, ¿en qué etapa está?

         Montse. Muchos opinan que se lanzó para tapar la corrupción, enorme y general, de los jefes del nacionalismo, lo que es cierto pero ignoran que hay otro motivo mayor. Ocultar algo aún más decisivo, que el régimen autonómico y la Generalitat como institución son los factores causales primeros de la españolización de la sociedad catalana, de la decadencia de la lengua, la trituración de la cultura y el falseamiento de la historia de Cataluña, realizada por y desde las instituciones autonómicas. Esto es lo que por encima de todo se pretende esconder. Dicho de otro modo, están tapando que es la aplicación durante decenios de la política de la Transición, dirigida y realizada sobre todo por el PSUC y ERC, la que ha llevado al actual estado de cosas. Se proponen enmascarar que la responsable ha sido la aplicación de la consigna central de aquellos años, “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”, apoyada por todos, izquierda y derecha, españolistas explícitos y nacionalistas autonomistas (españolistas implícitos). Cuando esto se hace evidente, a los jefes del nacionalismo catalán les entra desasosiego, e incluso miedo, y se lanzan a una colosal pirueta mixtificadora: eso es el “procés”.

         Jordi. La verdadera naturaleza de tal política se pone de manifiesto en la lengua. Con el Estatuto se hace co-oficial, o sea, lengua del Estado español para este territorio, y se invierte en su supuesta promoción enormes sumas de dinero. Los resultados no pueden ser más paradójicos: la conocen casi todos pero cada vez la utilizan menos personas. En los colegios la enseñanza es en catalán pero los niños cuando salen al recreo hablan en castellano, lo mismo al pisar la acera de la calle. Esto no es un efecto indeseado sino que realiza la meta estratégica formulada por el Estado español: que la conozcan todos y no la utilice nadie, pues tal es la manera más perfecta de aniquilarla. Eso se sabía pero no se quiso admitir, pues un idioma oprimido queda esencialmente dañado cuando se institucionaliza. La Generalitat, la intelectualidad subvencionada y la partitocracia “independentista” son los agentes principales de tal calamidad.

         Montse. Hoy Cataluña, en lo cultural y lingüístico es un páramo, un territorio desolado. La estatización de la vida social a cargo de la Generalitat ha hecho que tengamos miles de intelectuales y artistas magníficamente subvencionados que casi nada producen que permita ser calificado de creativo, nuevo y de calidad, al estar entregados a una existencia de goces mezquinos y servilismo cotidiano. Cataluña está siendo destruida por el Estado español a través de sus agentes políticos “independentistas” y con las subvenciones como arma. La solución está en reconstruir la lengua y la cultura, además de la política, desde la calle, al margen y en oposición al gran tinglado estatal-español que es el régimen autonómico. En contra, por tanto, de los partidos que apoyan el “procés”, la última expresión del viejo autonomismo. Una lengua oprimida no sirve, por su propia naturaleza, para ser lengua de Estado, sea éste español o “catalán”, porque lo esencial milenario en ella es lo popular. El catalán hoy, para remontar su difícil situación, tiene que volver a ser el idioma del pueblo, esto es, la lengua de la creatividad, la lengua de las innovaciones, la lengua de la revolución. Ahí sí puede competir con el castellano y no ser devorada con él, e incluso con el inglés. Téngase en cuenta que, con la mundialización, o globalización, el idioma verdaderamente rival del catalán será el inglés.

         Pregunta. Por favor, explicad un poco más vuestra propuesta para sacar al idioma catalán del aprieto en que está.

         Montse. La cuestión decisiva es si a Cataluña la va a estructurar el Estado o el pueblo, el pueblo catalán. Pueblo y Estado siempre son antagónicos porque el primero lo forman los dominados y el segundo la elite de los dominadores. Los independentistas de pega de la Generalitat lo que proponen es mantener el actual Estado español haciendo de él un así llamado Estado catalán. Eso se pone de manifiesto en, por ejemplo, su apego por los Mossos d’Esquadra, una de las policías europeas más represivas. Tal operación lleva a conservar la dominación del pueblo catalán por el Estado español, ahora reconvertido en “catalán” Es una repetición de lo hecho en la Transición, cuando el Estado franquista es transformado en Estado “democrático”, gracias en gran medida a los comunistas catalanes, al PSUC, decisivo instrumento de la gran burguesía española y el Estado central en aquellos años.

         Pregunta. Montse, eso es crítica, y yo te había inquirido por la parte propositiva, constructiva, porque lo que necesitamos es un programa, un proyecto de acción.

         Montse. De acuerdo, Félix, lo dicho es el preámbulo. Para ser sintética, e incluso esquemática, diré que el futuro de la lengua catalana depende de que desde ella y con ella sean pensados los grandes problemas de nuestro tiempo, los de Cataluña y los de toda la humanidad. Esa función de lengua de la creación y la revolución es lo que puede permitir al catalán volver a ser herramienta decisiva, mientras que su reducción a lengua co-estatal lo está liquidando. Ese universalismo y esa voluntad de constituirse como avanzada de lo nuevo es lo que ahora falta. El pueblo catalán tiene que entrar en efervescencia, retornar a ser sujeto agente del presente y no mera masa que asiste muda y pasiva a las inocuas procesiones cívicas de la Diada y a las parodias de referéndums que organiza la partitocracia de la Generalitat.

         Jordi. Lo que se está haciendo con la palabra “independencia” es banalizarla, vaciarla de contenido y frivolizarla, hasta despojarla de su carga subversiva. Algo similar hizo, hace ya mucho, la socialdemocracia con el vocablo “socialismo”, antaño lleno de pugnacidad y hoy inofensivo. En especial para los más jóvenes “independencia” es un término que manosean en televisión unos sujetos impresentables, los políticos de la Generalitat, algo que no interesa. Así, se desautoriza una práctica política a través de la degradación del vocablo que la nombra. Tras ello hay un hecho político y social, la apropiación demagógica del programa independentista por la reacción: CiU y luego sus herederos, ERC, CUP y otros. Con ello deja de ser, objetivamente y cada vez más en el plano de lo subjetivo, una meta popular en si misma grande y atractiva, más allá de las codiciosas cohortes clientelares de los partidos. Esto ha sucedido porque previamente se desvinculó la independencia de la revolución, lo que hizo posible que la primera haya sido patrimonializada por la reacción “catalana”, o sea, española en Cataluña. Tal separación entre independencia y revolución la efectúa el independentismo de hace 30 años, el MDT, etc. y de un error tan grave han venido los males del presente, esa descomunal estafa política conocida como “procés independentista”.

         Pregunta. Muy penetrante el análisis, pero, ¿qué debe hacerse?

         Montse. La solución es sencilla: volver a unificar independencia con revolución social, recuperando la condición antisistema de la primera por su fusión con la segunda. Esto no es forzar la realidad pues los hechos, lo que ahora está sucediendo, manifiestan que únicamente sobre la base y en el marco de un proceso revolucionario integral puede realizarse la liberación real de Cataluña. Se trata, por tanto, de construir un programa que establezca la naturaleza verdadera de la lucha nacional, por encima de las demagogias en curso, que prometen lo que jamás podrán lograr ni ofrecer, una Cataluña independiente. Cuando los hechos vayan dejando esto en claro, y por ese camino ya hemos avanzado un tanto, la situación puede conocer un gran vuelco, dándose una toma de conciencia en amplios sectores del pueblo catalán, hoy manipulados por los políticos profesionales adscritos al “procés”.

         Jordi. El primer paso en esa dirección ya está dado, con el “Manifest pel No-SÍ”, la declaración en contra de un Estado supuestamente catalán y a favor de la independencia. También tenemos, en esa línea fusionista, “Procés Constituent o Revolució Integral?”, de Blai Dalmau. Falta mucho por hacer pero esos son logros de primera, sin olvidar diversos artículos sobre esta materia que están en tu blog, Félix. Ahora hay que difundir más esos textos y preparar otros, que traten de la liberación nacional de Cataluña en las condiciones actuales, de mundialización de la economía, la política, los transportes y la comunicación, con lo que ello lleva aparejado de uniformidad lingüística y unificación cultural (subcultural) a escala planetaria, de donde resulta un inmenso peligro para todos los pueblos del mundo, el catalán entre ellos. Tengo por particularmente importante el análisis económico, para comprender cómo es hoy la formación social catalana captando sus diferencias con hace un siglo, y de qué modo afecta ello a la lucha por la soberanía nacional. Esto es básico, y conozco una charla tuya en Barcelona, cuyo audio puede escucharse, en que lo explicas.

         Pregunta. ¿Cómo imagináis el camino hacia la liberación del pueblo catalán?, ¿con qué fases?

         Jordi. El “procés” es ya un fracaso práctico, lo que cada dia es más difícil ocultar o negar. Esto creará una oleada de decepción y frustración pero también de esclarecimiento y nueva conciencia. Una parte de los otrora ilusamente esperanzados se desentenderán, otra pasará a respaldar propuestas claramente españolistas (eso se anuncia ya en el ascenso electoral de Podemos en Cataluña) y una tercera es posible que se atreva a emprender el camino apropiado, el que unifica revolución global y liberación nacional. Eso sería un avance enorme. Sobre él se tendría que dinamizar la creatividad revolucionaria, para hacer del catalán una lengua de elaboración de ideas y proyectos revolucionarios, convirtiendo la cultura catalana en una referencia por su potencial innovador. En el marco de una situación revolucionaria en Europa (algo ni tan difícil ni tan lejano como algunos creen, dada su irremediable decadencia) habría que desmontar las estructuras estatales, todas ellas, y liquidar el capitalismo, estableciendo una sociedad catalana libre, autogobernada, soberana y autogestionada. Conquistada la libertad para el pueblo se tendrá que acudir a ejercer el derecho de Autodeterminación.

         Montse. El derecho de Autodeterminación no es, desde luego, una votación realizada en las condiciones actuales, sin libertad, con el poder mediático manipulando las conciencias, la partitocracia vomitando inmundicias y los poderes militares y policiales españoles acechando en la sombra, intimidando. No es una parodia como la organizada por la Generalitat hace unos años, un sucedáneo que ha servido para escarnecer la idea misma de independencia, en concreto, el concepto de derecho de Autodeterminación.

         Pregunta, Observo que estáis esperanzados, ¿o me equivoco?

         Jordi. En lo que a mí respecta, sí, te equivocas. Una cosa es diseñar sobre el papel lo que nos gustaría que aconteciera y otra confiar en que el futuro se deslice por tales vías. Contemplo con dolor a las gentes catalanas entregadas a la partitocracia, crédulas, pasivas, dóciles y desmovilizadas. Cataluña como pueblo, como nación, está en el peor y más difícil momento de su historia, sin que haya fuerzas suficientes para revertir esa tendencia.

         Montse. Yo me aproximo más al tono esperanzado que Félix viene manifestando. Está claro que la patraña del “procés” se está desmoronando y que en un año, o como mucho dos, se constituirá en Cataluña una situación política nueva, en la que los ideales de revolución social integral y liberación nacional tendrán renovadas y significativas posibilidades de avanzar. Se trata  de establecer una estrategia y ponerse a trabajar desde ya.

         Pregunta, ¿queréis añadir algo más?

         Montse. Durante un tiempo he estado afiliada a las CUP en mi barrio, aunque con dudas y reservas mentales. Lo que me hizo abandonar fueron las declaraciones de su super-jefa, Anna Gabriel, sobre que, en el futuro, de los hijos cuidaría la tribu, en referencia a tribus amazónicas o algo así. Me llevo muy bien con mi abuela y por ella sé que en la Cataluña popular los vecinos y vecinas atendían a los niños, que eran criados comunalmente, lo que cuestiona la obsesión por acudir en exclusividad a ejemplos lejanos, dudosos además. Lo que está en el fondo es el desprecio de Gabriel por el pueblo catalán, al que denigra siempre que puede, por ser occidental, blanco, etc. Los jefes y jefas de las CUP tienen una concepción racista, racista anti-blanca, de los problemas políticos y sociales, de tal modo que presentan a los catalanes de origen autóctono como pérfidos, agresores, explotadores, etc. y a todas las gentes del Tercer Mundo como buenos y seráficos. No distingue entre opresores y oprimidos aquí y allá, juzgando a las personas por el color de su piel, los que la tienen oscura son los “buenos” y los que la tienen clara los “malos”. Tales declaraciones han suscitado una ola de indignación, por lo que tienen de anticatalanas y por lo que les corresponde de racistas. Yo, y no soy la única, no deseo saber nada de las CUP desde entonces. Soy muy sensible a todos los racismos y el racismo de la izquierda me ataca los nervios.

         Jordi. Pero, ¿qué se puede esperar de gentes que son unos incultos, con las mentes estropeadas por los panfletos, los dogmatismos y los fanatismos? Los jefes de las CUP son de una ignorancia descomunal. En particular no saben nada de la historia de Cataluña, a la que odian por motivos racistas, en efecto. Hay que conocer con objetividad nuestra historia, y poner como ejemplo a nuestro pueblo alguna vez, en lo que tenga de bueno por poco que sea, y no siempre a entidades foráneas. Para ello la lectura de “El comú català”, de David Algarra Bascón, es conveniente. Porque, si somos tan perversos como ellos dicen, ¿de qué forma vamos a hacer la revolución y sustanciar la liberación nacional? El autoodio y la vergüenza de si es una de las muchas artimañas con que España nos quiere poner de rodillas, y las CUP es uno de los instrumentos de que se sirve. Para sus jefes y jefas Cataluña es sólo un pretexto, un medio del que valerse para realizar su verdadero fin, conseguir más poder y más dinero. Sus prebostes son estalinistas, herederos del PSUC, y eso lo dice todo. Pero no hay que darle mayor importancia porque son el pasado, un fósil político. Otro asunto a denunciar en su obrar es la colosal contribución que están haciendo, junto con ERC y Podemos, a desmovilizar y desorganizar al pueblo catalán. Al parecer, eso es crucial en su pacto secreto con Madrid.

         Félix. Gracias a los dos, y espero trascribir y traducir correctamente vuestros puntos de vista, Lo haré mejor o peor pero lo hare con afecto y sin censura.


[1] “Brevísima relación de la destrucción de Las Indias”, 1552.