domingo, 29 de noviembre de 2015

6 de diciembre de 2015 EL NO A LA CONSTITUCIÓN Y EL PROYECTO DE REVOLUCIÓN INTEGRAL


El seis de diciembre es la fiesta del vigente sistema de dominación, del actual régimen de dictadura política. La celebran la izquierda y la derecha, mostrando con ello que son lo mismo, parte del aparato de poder y agentes políticos del capitalismo.

         Las fuerzas de la reacción, en el presente, se manifiestan de tres maneras: 1) planteando la continuidad de la actual Constitución, 2) preconizando su reforma, 3) demandando un proceso constituyente que promulgue un nuevo texto constitucional. Todas esas propuestas se dirigen contra el proyecto y programa de la revolución integral, compitiendo entre sí por servir mejor al statu quo.

          Lo cierto es que no hay solución a los grandes problemas de nuestro tiempo en ninguna de las expresiones políticas del poder establecido. Quienes se sitúan dentro del sistema son parte de él y están a su servicio, lucrándose además con ello y, en general, haciéndose nueva burguesía. La actual Constitución, con o sin modificaciones, y cualquier otra en el marco del presente orden estatal-capitalista, es la negación de las libertades para el pueblo, la conculcación de la soberanía popular, la permanencia de la tiranía política. Únicamente la revolución puede realizar la libertad y la democracia.

         Tras 37 años de dictadura regulada por la actual Constitución, ahora se nos dice que hay que reformarla para introducir en ella “los derechos sociales”, que quedarían incluso “blindados”… ¿Sería cómo en Grecia con Syriza, el brazo ejecutor de la Troika, hoy maestro en recortes sociales como ayer fue perito en embustes? Quienes eso proponen tratan, al menos en la demagogia, de corromper y comprar a las clases populares con dinero, estableciendo la sociedad-granja, pero el gran problema es la libertad y la soberanía popular, no el consumo, no el dinero.

          La noción de revolución total, o integral, es compleja e inmensa, incluso intimidante y anonadante. Cierto. Pero los grandes problemas de nuestro tiempo no pueden resolverse con fórmulas simples, fáciles, inmediatas, pragmáticas e indoloras. Una sociedad en putrefacción, un ser humano en liquidación y una naturaleza en devastación demandan de un gran ideal, de una arrebatadora esperanza, de una ardua propuesta. Lo otro, el reducirlo todo a reformas políticas (unas triviales y otras negativas), a dinero y consumo (algo, además, irreal en una Europa declinante y senil, véase Grecia), es hacer dejación de nuestra condición de seres humanos.

          Ningún tipo de parlamentarismo, o “democracia representativa”, puede crear sociedades libres y autogobernadas. Todo sistema constitucional es la dictadura del aparato estatal y la gran patronal capitalista sobre el conjunto de las clases populares, dictadura que se ejerce en régimen de libertades formales, irreales, para el pueblo.

Los partidos políticos, de derecha o izquierda, son los instrumentos de que se vale el sistema para escenificar un falso pluralismo y una engañosa participación política. Las elecciones, realizadas en un régimen de adoctrinamiento, pseudo-debates y manipulación mental persistentes, no expresan y nunca pueden expresar la voluntad popular. En ellas vence quien el sistema de dominación desea que venza conforme a sus proyectos estratégicos en cada momento. El régimen jurídico y legal es la expresión de los intereses básicos de las minorías con poder, impuestos por la fuerza coercitiva de la policía y los jueces, y si hace falta del ejército, como en 1936.

         Son los poderes de facto, a saber, el ejército, los cuerpos de altos funcionarios de los ministerios, el aparato académico, las diversas policías, el poder intelectual, el sistema mediático y la gran patronal quienes tienen el poder y quienes toman todas las decisiones de importancia. Los partidos políticos, de izquierda o derecha, el parlamento y el gobierno son meros subordinados al servicio de los verdaderos poderes.

         Por eso la Constitución de 1978, hoy vigente, es un documento político y jurídico que establece un orden opresivo, tiránico, dictatorial, antidemocrático. Reformarla sólo puede llevar a revalidar, reafirmar y expandir su naturaleza liberticida.

         La realización de la libertad política exige estar fuera de las instituciones y en contra de ellas. La libertad sólo existe como oposición al poder del ente estatal y de los amos del dinero. Es resistencia y acción emancipadora, es combate y rebelión, es esfuerzo por la verdad, denuncia y reflexión independiente, es desarrollo de las iniciativas populares de base, es expansión de la conciencia y la sapiencia popular autónomas. Es construir pueblo haciendo retroceder al Estado y a la oligarquía económica. Es conformar  sujetos de virtud, aptos para realizar la libertad/libertades.
         La estrategia de la revolución hoy es estar fuera de las instituciones y en lucha contra ellas. Creer en la gente común, de la calle, y no en los políticos, ni en los altos funcionarios, ni en los policías, ni en los militares, ni en los tecnólogos, ni en los pedantócratas, ni en los expertos. Consiste en hacer pueblo que se afirma y autoconstruye para pasar de dominado a libre, de sometido a soberano.

       El camino institucional, el estar dentro del sistema, es el de Syriza. Hoy una turbia ola de institucionalismo mendaz y populista recorre Europa pero su fracaso práctico comienza a ser visible. Tras ella puede venir un flujo del ideal revolucionario.
 
         La meta es una sociedad libre en lo político, donde la participación en la cosa pública se haga por un régimen de asambleas, con verdad, hermandad, autonomía, moralidad, valores, virtud y responsabilidad. Con libertad civil, lo que equivale a la erradicación del trabajo asalariado (por tanto, del capitalismo), uno de los peores males de nuestro tiempo. Y sobre todo con libertad de conciencia, hoy pisoteada de un número casi infinito de maneras. Únicamente una sociedad así puede ser calificada de democrática, de gobierno del pueblo, en oposición a la actual, en la que todo el poder está concentrado en unas minorías tan ínfimas como todopoderosas.

jueves, 26 de noviembre de 2015

“ISLAM Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA” Francisco Sánchez Ruano – 2004 Prólogo de Abdelmajid Benjelloun.


En 2015, cuando se cumplen 40 años de la muerte de Franco, hay que averiguar qué le permitió triunfar e imponer su sanguinaria e incivil dictadura. El libro ahora comentado ayuda a ello desde el rigor y la imparcialidad, aunque debe ser leído acompañado de otros textos.

         La intervención de musulmanes al lado del fascismo español en la guerra civil es un asunto minimizado historiográficamente por oscuras causas políticas. Fueron unos 100.000, el mayor contingente -con mucho- de extranjeros combatientes, constituyendo según Sánchez “la columna vertebral del ejército de Franco”. En el campo de batalla el franquismo se impuso gracias sobre todo a la cooperación estratégica entre las tropas islámicas marroquíes y el cuerpo de intervención enviado por los nazis, la Legión Cóndor, con el añadido circunstancial de los fascistas italianos, las unidades del Requeté, la Legión y algunas formaciones falangistas.

         El contingente islámico, mandado por oficiales españoles y también por oficiales[1] y suboficiales musulmanes, aportaba lo mejor de la infantería y las unidades nazis una parte esencial de la artillería, aviación y carros de combate[2]. Aquél tuvo un número extraordinariamente elevado de bajas, un tercio del total, asunto que no preocupó a quienes les enviaron[3].

         Los soldados marroquíes vinieron a la Península alentados y reclutados por el clero islámico norteafricano, que llamó a sus feligreses a apoyar a Franco contra los republicanos y antifascistas, tildados de “perros sin religión”. La íntima unión entre dicho clero y el aparato franquista se había realizado antes de 1936, cuando la Falange y los ulemas marroquíes se reconocieron muy próximos ideológica y políticamente[4]. Iniciada la conflagración, el franquismo fue especialmente generoso, ofreciendo regalos y dinero al aparato sacerdotal islámico, financiando las peregrinaciones a la Meca, abriendo mezquitas (algunas en la Península), prohibiendo al clero católico hacer proselitismo entre “los moros”, etc. La Iglesia respaldó de manera total esa actuación.

         Los principales ideólogos de la Falange, los intelectuales de la extrema derecha y las autoridades militares españolas elaboraron un sistema de ideas sobre esta cuestión. Presentaron el alzamiento militar faccioso como una forma de “guerra santa”, de “yihad”, librada contra el ateísmo y el comunismo. Tales contenidos eran producidos sobre todo por E. Giménez Caballero, uno de los fundadores de la Falange; J. Beigbeder, militar que en los inicios de la guerra era Alto Comisario en Marruecos, o el publicista J. M. Pemán, sin olvidar al mismo Franco. Dichas formulaciones fueron aceptadas con enorme satisfacción por las autoridades religioso-políticas de Marruecos.

         Anteriormente, habían preparado el terreno historiadores y estudiosos del Islam como Miguel Asín Palacios, un sacerdote católico de ideología monárquica y fascista apasionado de aquella religión (se consideraba a sí mismo “islamólogo”), por lo cual fue recompensado por Franco, haciéndole miembro de las cortes desde 1943 hasta su fallecimiento en 1944[5].

         Mientras el clero islámico efectuó la recluta de soldados marroquíes para el fascismo español, los seguidores del dirigente anticolonialista Abd-el-Krim se opusieron a ello, siendo hostigados por ulemas y falangistas. Sostenían que si la potencia colonial estaba en guerra civil los intereses legítimos de los pueblos de Marruecos se realizarían oponiéndose a ambos bandos, buscando incluso efectuar acciones ofensivas emancipadoras. El clero islámico se mantuvo todo él rigurosamente fiel a Franco, traicionando la causa de la lucha antiimperialista en Marruecos[6], por la que con tanto brío como razón habían peleado aquél y sus seguidores, contra España y contra Francia[7], hasta ser honrosamente derrotados en 1926. Además, un pequeño grupo de marroquíes combatió heroicamente contra el franquismo en las filas republicanas.

         ¿Cuáles fueron los fundamentos de tales hechos?

         Las clases mandantes españolas y la institución de la corona han sido admiradoras del Islam por motivos políticos, ideológicos y económicos. Es el fenómeno de la “maurofilia”[8], que se hace evidente a partir de los siglos XIII y XIV, conservándose hasta el presente. Los poderosos y los ricos apreciaban en el orden político y económico musulmán la inexistencia de bienes comunales y la imposición de la propiedad privada concentrada, la ausencia de sistemas asamblearios de autogobierno, la centralización rigurosa, la presencia de unas élites acaparadoras de todo el poder de decidir y mandar, la reducción de las clases populares a masa al completo subordinada e inflexiblemente sometida, la ausencia de la noción de sujeto autónomo, libre y autoconstruido. Su meta era imitar hasta donde fuera posible -hasta donde lo permitiera la resistencia popular- el orden político y económico islámico.

         En la experiencia histórica de las clases explotadoras de la península Ibérica pesan, además, los acontecimientos del año 711, bastante maltratados por la historiografía oficial. En esas fechas el Islam fue llamado por la facción mayoritaria del Estado visigodo, la seguidora de Witiza, con el fin de salvar a las minorías mandantes y propietarias de los dos grandes problemas que le acosaban, en realidad uno al haberse fusionado, la irreductible lucha por su libertad de los pueblos del norte (vascones y otros pirenaicos, cántabros, etc.) y la ascendente presión popular revolucionaria en todo el territorio, causada por la continúa insubordinación de los esclavos, la resistencia general de las clases modestas y la expansión del cenobitismo, o monaquismo, cristiano revolucionario.

En una situación de crisis extrema de su dominación las brutales elites godas no encontraron más solución estratégica que llamar al Islam. Éste realizó una irrupción imperialista de una violencia enorme contra las clases populares y las minorías disidentes (que se describe en la anónima “Crónica mozárabe de 754”), como parte de un completo y complejo programa de fundación de un poder político extremadamente totalitario, centralizado, expeditivo, exterminacionista, aculturador y teocrático.

El Islam vino en el año 711 contra la revolución civilizadora de la Alta Edad Media peninsular, en ascenso desde al menos el siglo VII. Esto es, para cumplir los mismos fines en esencia que en 1936 (y que en 1934, cuando también fueron usadas tropas islámicas para aplastar el alzamiento revolucionario asturiano), extinguir la revolución popular en ascenso e implantar un orden sustentado en la gran propiedad privada y en un artefacto estatal mega-poderoso. A partir de aquél año el Estado visigodo se mutó o diluyó en el Estado islámico andalusí. Los visigodos, inicialmente paganos, se habían ido sucesivamente haciendo (por razones políticas) arrianos y católicos, concluyendo su presencia en la historia como conversos al Islam o como mozárabes (católicos voluntariamente sometidos al Estado islámico de al-Andalus).

El fascismo español dirigido por F. Franco repitió creativamente la experiencia histórica precedente, adaptándola a sus condiciones temporales y espaciales. Además, en tanto que cabeza del aparato estatal español, la banca y los terratenientes, aquél tenía ante sí otros ejemplos notorios, mucho más próximos en el tiempo, de uso político del Islam por las potencias occidentales.

En la I Guerra Mundial (1914-1918) cientos de miles de musulmanes sirvieron como soldados en los ejércitos aliados, peleando con brío por el imperialismo anglo-francés. A su vez, Alemania logró convencer al Estado otomano, musulmán, que declarase la “guerra santa” en beneficio común, lo que hizo, aunque con unos resultados prácticos exiguos según sus intereses. La Alemania imperialista y militarista fue elaborando, desde finales del siglo XIX, lo que se ha denominado la “Islampolitik”, o política de utilización de la religión musulmana al servicio de sus fines estratégicos[9] la cual, dicho sea de paso, hoy es más actual que nunca en Alemania.

Como derivación muy ampliada y desarrollada de aquélla, se da el entusiasmo de Adolfo Hitler y de la mayoría de los jefes nazis por el Islam. Hitler idolatraba la religión musulmana, y tenía por una enorme desgracia que Alemania fuera seguidora de las iglesias cristianas, a las que odiaba y perseguía[10]. Su pasión llegó tan lejos que en las “Memorias” del que fue ministro de Armamento del III Reich e inseparable del jefe nazi, Albert Speer (sentenciado a 20 años de cárcel en los juicios de Nuremberg), se lee que el Führer proyectó la conversión por decreto del Estado y el pueblo de Alemania a la religión islámica, lo que planeaba hacer una vez ganada la guerra[11]. Es conocido que el vesánico jefe de las SS, H. Himmler, era lector asiduo del Corán, del que “se hacía acompañar en todo momento”. Así pues, la fascistización de Europa habría sido también su islamización, bloque causal que puede transcurrir en la dirección contraria alcanzando los mismos resultados, tal y como hoy desean, por lo que parece, poderosos círculos del capitalismo y el ente estatal alemán, ahora entregados a aplicar un nuevo capítulo de la “Islampolitik”. Lo indudable es que el Führer y sus hombres no practicaron la “islamofobia”.

Así pues, Franco en 1936 tenía ante sí un variado muestrario de experiencias y formulaciones para hacer un uso político del Islam al servicio de Occidente, de sus minorías mandantes y propietarias, contra los pueblos, contra la revolución, en beneficio del capitalismo. En realidad hay más, por ejemplo, la islamofilia de Mussolini, que no es posible tratar ahora por falta de espacio. Por tanto, el análisis de S. P. Huntington en “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial”, 1996, desconoce un elemento decisivo de la relación entre el Islam y las elites de Occidente, en el pasado y en el presente, a saber, que la cooperación y unión de ambos contra los pueblos y los procesos revolucionarios ha sido más común, probablemente, que los choques y enfrentamientos.

Metodológicamente, su no investigación del caso estudiado, la cooperación fascismo español/Islam en la guerra de 1936-1939, que se mantuvo hasta el final del régimen franquista, socava la credibilidad del libro, realizado con grandes pretensiones verbales de objetividad, academicismo y erudición. Más recientemente, y por traer otro caso concreto, relativamente conocido[12], está la represión de la izquierda y el progresismo en Indonesia en 1965-1967, una matanza de un millón de personas, miembros del Partido Comunista, intelectuales, homosexuales, mujeres en lucha por su emancipación, campesinos rebeldes, dirigentes sindicales, activistas sociales, estudiantes conscientes, etc. Fue realizada por el Estado indonesio, islámico, por su ejército y policía pero también por un partido político musulmán de masas, el NU (Nahdatul Ulama), que operó con las expeditivas formas con que lo hizo aquí la Falange en la zona franquista.

Tras tan descomunal operación político-represiva estuvo EEUU, inquieto por el auge del comunismo en ese país. Por tanto, ¿dónde quedó el choque de civilizaciones en Indonesia en esos años?[13] La alianza entre el colonialismo occidental y los poderes religioso-políticos de los países islámicos se dio también cuando éstos fueron conquistados por los países europeos, lo que explica la facilidad con que esto acaeció. La íntima unión entre franquistas y clero islámico en Marruecos en 1936 es una derivación de ello. Así que las tesis de Huntington resultan insatisfactorias pues ha habido probablemente mucha más “alianza de civilizaciones” contra los pueblos de una y otra fe que conflicto[14]. El logro final de aquel libro, sea buscado o de facto, es ocultar la cooperación estratégica contemporánea entre las clases mandantes de Occidente y el Islam, negar lo que está siendo realizado ante los ojos de todos, la nueva “Islampolitik”.

La parte final de la presente investigación es contestar a una pregunta, ¿por qué se dio la enorme intimidad y coincidencia entre el clero islámico y el fascismo español que llevó a Franco a vencer en 1939? Ésta traslada intelectualmente a otra, derivada, ¿por qué Hitler y los nazis son tan devotos del Islam? Del análisis de los discursos y escritos de Franco, de los de los falangistas españoles y los hitlerianos se puede extraer la síntesis que sigue.

El primer elemento compartido es la centralidad absoluta del Estado, y dentro de él del aparato militar y coercitivo, lo que es señalado también por Huntington como uno de los rasgos identificadores de las sociedades islámicas. Hitler considera muy elogiosamente su naturaleza extremadamente estatizada y militarizada[15], y la creación por aquéllas de sujetos particularmente aptos para el ejercicio de la violencia, lo que le fascina, pues con tales se cree capaz de conquistar el mundo para el capitalismo germano.

En la guerra civil española los musulmanes que pelearon con Franco fueron característicamente agresivos, combativos y despiadados, unos mercenarios temibles. Todo ello parece desautorizar la fórmula, tantas veces utilizada, sobre que el Islam es una religión de paz.

Hitler y sus discípulos aborrecen en particular la cosmovisión cristiana del amor, la definición de Dios como amor y el propósito de hacer del amor el elemento vertebrador de la vida social. Creen, equivocadamente, que eso hace al individuo débil y blando, impropio para las empresas guerreras, argumento que toman de Nietzsche. Exultan ante el amplio uso que los textos fundamentales del Islam hacen de llamamientos a la violencia, que no existen en los del cristianismo.

A los jefes nazis y fascistas las sociedades musulmanas, sin libertades políticas ni civiles, y sobre todo sin libertad de conciencia (por tanto, sin libertad de expresión ni de información, ni siquiera en sus expresiones formales), les parecieron excelentes para sus fines expansionistas. Igualmente, les satisfacía la ausencia en aquéllas no sólo de prerrogativas y garantías naturales básicas para la persona. Dado que, además, el clero islámico señala al individuo una única obligación, el sometimiento completo, perpetuo e incondicional, el fascismo se siente fascinado.

Fascistas y mandatarios musulmanes coinciden en la negación del principio de la soberanía popular. El franquismo sostuvo que su poder existía “por la gracia de Dios” y los jefes de los países musulmanes arguyen que “la soberanía es de Dios”. Eso se traduce en sistemas de gobierno dictatoriales, en los que las clases populares no pueden participar en la toma de decisiones, muchos menos ser actores de ellas. Las sociedades musulmanas son dictaduras políticas en las que los muy ricos, el clero, los altos funcionarios y los militares tienen todo el poder, sin pluralismo ni libertades básicas, ni reales y ni siquiera formales.

Otra cuestión, y no la de menor importancia, es la de la propiedad privada concentrada, El Islam no posee nada parecido a los textos cristianos del Nuevo Testamento cristiano, en los que la riqueza particular es considerada negativamente y se recomienda la propiedad colectiva, el compartirlo todo, para evitar la existencia una minoría riquísima y una gran masa despojada[16], como sucede en las formaciones sociales islámicas. Su apoyo a la gran propiedad, a la riqueza concentrada (sea en la forma de haciendas esclavistas, de gran capitalismo privado o de capitalismo de Estado, según las épocas y los lugares), hace también del Islam una fe coincidente con uno de los puntos programáticos del fascismo, la salvaguarda del gran capitalismo, estatal y empresarial privado.

En resumen, lo que acercó a fascistas y musulmanes fue la veneración por el ente estatal, el culto por la violencia, el impulso expansionista, el rechazo de la categoría de soberanía popular, la negación de las libertades populares, la exclusión del pluralismo político, cultural e ideológico, la noción de la persona como criatura que se somete, la defensa de la gran propiedad privada y la hostilidad hacia la revolución popular. En ello está la clave de su exitosa cooperación en la guerra civil.



[1] Uno de ellos, Mohammed ben Mizzian, llegó a general del ejército español, conservando ese grado hasta 1958, cuando con la independencia de Marruecos se sumó al ejército de su país. Estuvo próximo a Franco, siendo acusado por algún periodista extranjero de alentar las atrocidades cometidas por las tropas islámicas en la Península, en particular la violación y asesinato masivos de mujeres. La simpatía de aquél hacia Mizzian, su general musulmán, en “Mis conversaciones privadas con Franco”,  F.F. Salgado-Araujo. Una expresión entre otras de la identificación de Franco con el Islam es que hasta aquel año confió su protección personal a la Guardia Mora en vez de a soldados o policías católicos.

[2]  “La guerra como aventura. La Legión Cóndor en la guerra civil española 1936-1939”, S. Schüler-Springorum, trata sobre la camaraderil cooperación entre expedicionarios nazis y soldados musulmanes en el campo de batalla en España, a la vez que señala el desdén de los primeros por las unidades españolas del ejército franquista, poco motivadas y escasamente combativas. Ello fue facilitado por la convicción hitleriana de que los árabes eran la otra raza superior, en igualdad de condiciones con la aria, lo que fue oficialmente proclamado en 1942 por el teórico sobre la cuestión racial del partido nacional-socialista alemán, A. Rosenberg. Así pues, no es posible que auténticos nazis desprecien racialmente a los árabes.

[3] Si el Islam proporcionó 100.000 soldados a Franco, el Requeté, formación próxima a la fe católica, alistó unos 60.000, el fascismo italiano mandó 50.000 y los nazis se quedaron en cifras inferiores, al enviar especialistas. Sus bajas mide el desempeño que tuvieron en el campo de batalla. Mientras que los musulmanes sufrieron un 33% de óbitos, el Requeté sólo el 10%, los italianos una cifra parece que menor y los alemanes mucho menor. Las autoridades civiles y religiosas marroquíes son responsables primeras de las muertes de sus compatriotas, al haberles exhortado a enrolarse. Los datos en “Investigación sobre la Segunda República Española, 1931-1936”, Félix Rodrigo Mora. Los huérfanos, viudas y veteranos islámicos cobraron sustanciosas pensiones del Estado español que, según se cree, continúan siendo abonadas. La jerarquía de la iglesia ha pedido públicamente perdón por su apoyo al régimen franquista, lo que todavía no ha hecho el clero islámico norteafricano.

[4] En la zona franquista, durante la contienda, se creó una situación de “multiculturalidad”, en particular en Salamanca, capital de aquélla por un tiempo.  En “La guerra que vino de África”, Gustau Nerín. Fueron los franquistas quienes inventaron esa práctica.

[5] En “Por qué lucharon a nuestro lado los musulmanes marroquíes”, 1940, Asín destina muchas páginas a exponer aprobatoriamente la teología islámica y explica a partir de la religión la enorme aportación musulmana a “la victoriosa marcha del Ejercito liberador en su reconquista de la España sovietizada”. La obra en que teoriza la cooperación entre catolicismo fascistizante e Islam político, con fines anti-revolucionarios, es “El Islam cristianizado”.
[6] Una interpretación crítica del clero islámico en “La conspiración de los ulemas ¿Es posible un Islam Occidental?”, Francisco López Barrios. Es a destacar que mientras una fracción del aparato católico se opuso al franquismo en 1936-1939, incluido un grupo de obispos, no se tiene noticias de que existiera algo similar entre la casta clerical marroquí.

[7] En “Los moros que trajo Franco… La intervención de tropas coloniales en la guerra civil”, María Rosa de Madariaga. También, “El colonialismo español en Marruecos (1860-1956)”, Miguel Martín.

[8]  El asunto está tratado, aunque de manera bastante insatisfactoria, en “Una nación exótica. Maurofilia y construcción de España en la temprana Edad Moderna”, Barbara Fuchs.
[9] Una fuente próxima sobre esta materia es el voluminoso trabajo “La caída de los otomanos. La Gran Guerra en el Oriente Próximo”, Eugene Rogan. Que Sánchez Ruano, en el libro comentado, no se ocupe de esta cuestión deviene en mácula epistemológica. Rogan trata uno de los efectos de la declaración de la “guerra santa” por el Estado islámico otomano en la Gran Guerra, el genocidio contra el pueblo armenio, de religión cristiana, así como contra los cristianos ortodoxos griegos de Turquía y los asirios cristianos (de estos últimos fueron exterminados unos 250.000, casi la mitad). Aquel genocidio, iniciado en 1915, se mantuvo hasta 1918 y afectó a un millón y medio de armenios. Las propiedades que quedaron sin dueño fueron a parar a musulmanes, el modo de sobrevivir era convirtiéndose al Islam y niños de familias armenias eran preservados con vida para ser educados en la religión islámica. La agresión contra los armenios, probablemente, fue conocida por los jefes del fascismo español, que pudieron tomarlo como modelo para su obrar exterminacionista en la guerra civil y la postguerra.

[10] Los datos sobre la hostilidad de Hitler hacia las iglesias cristianas aparecen en el libro “El Tercer Reich”, M. Burleigh. En marzo de 1937 el papa Pío XI publicó la encíclica “Con ardiente preocupación”, que condena el racismo nacional-socialista así como otros elementos sustanciales del ideario hitleriano. Esto y otros muchos asuntos llevaron a un enfrentamiento creciente entre ambos poderes, lo que ocasionó que el 11% del clero católico fuese asesinado por los nazis.

[11] El texto más recomendable entre los asequibles sobre la colusión e íntima cooperación entre nazis y musulmanes es “La espada del Islam. Voluntarios árabes en la Werhmacht”, de Carlos Caballero Jurado, un neonazi que sigue la ortodoxia nacional-socialista en esta materia. La relación que ofrece de las varias fuerzas militares musulmanas que lucharon dentro del ejército hitleriano, en particular en las unidades armadas del partido nazi, las Waffen SS, es notablemente completa. A través del grupo nazi español más importante, las JONS, que posteriormente se integró en la Falange, la islamofilia hitleriana se sumó a la que desde hacía siglos habían cultivados las clases bienestantes españolas. Una manifestación de ello es la obra de Ignacio Olagüe Videla (1903-1974), vinculado a las JONS (se le ha calificado de “uno de los primeros jonsistas”) y autor de textos pseudo-históricos idealizadores de al-Andalus, “Les arabes n’ont jamais envahi l’Espagne” y sobre todo “La revolución islámica en Occidente”. En ellos se publicita y ofrece el modelo para la islamización de Europa occidental que el nazismo proyectó y que una parte, al menos, de los actuales poderes financieros, políticos y estatales desean. Los argumentos de Olagüe han tenido un éxito enorme, siendo repetidos por un buen número de escritores, políticos y publicistas, a pesar de su completa inconsistencia historiográfica y su inquietante filiación política. Recomendable es, también, la lectura de “El Islam y Europa”, Antonio Medrano, 1977, una síntesis de nazismo e islamismo (con mucho más de éste que de aquél) con pretensiones doctrinales, que rezuma nostalgia por “la Cruzada española de liberación de 1936”, en la que se ha de “recordar el destacado papel que las tropas musulmanas…. desempeñaron”. Una interpretación más amplia de muchos de estos asuntos en “La huida de los intelectuales”, P. Berman.

[12] Sobre los sucesos de Indonesia en esos años hay un documental que ha adquirido cierta nombradía, “La mirada del silencio”, J. Oppenheimer. Más información en el libro “Peor que la guerra. Genocidio, eliminacionismo y la continúa agresión contra la humanidad”, D. J. Goldhagen.

[13] Lo mismo se concluye de un acontecimiento más próximo en el tiempo, la “revolución islámica” en Irán. Cuando el régimen del sha Reza Pahlevi es derrocado por un levantamiento popular esencialmente espontáneo a finales de 1978 y comienzos de 1979, EEUU y todos los Estados de Occidente se asustan, sobre todo porque temen que el Partido Comunista iraní y sus aliados controlen la situación y entreguen el país a la Unión Soviética. Así las cosas, apoyan al clero islámico chií. Aquél hace las veces del fascismo clásico, masacrando a las diversas facciones comunistas, guevaristas, trotskistas, anarquistas, marxista-leninistas y otras (hasta 1988, en que miles de presos políticos de izquierda fueron asesinados por el régimen islamofascista de los ayatolás, se mantuvo la más feroz política de contrainsurgencia), pero sobre todo exterminando a las organizaciones populares y el régimen asambleario en curso, surgido del hecho insurreccional citado. Sólo en un segundo momento estalla un contencioso entre el poder de los ayatolás y los grupos poderosos de Occidente aunque para resolverse después, por lo que en el presente son de nuevo aliados. En “Irán, de la revolución a la reforma”, F. Khosrokhavar y O. Roy. la obra muestra que el régimen teocrático en nada ha modificado el sistema económico iraní, que es el mismo de los tiempos del sha aunque ahora con el clero musulmán como gran burguesía de Estado.

[14] Otro caso, este decisivo, de cooperación estratégica entre los poderes de Occidente y las clases explotadoras de los países islámicos es el acuerdo de venta de armas de EEUU a Arabia Saudita de septiembre de 2010, por valor de 60.000 millones de dólares, el mayor de la historia. Eso hace a este país, un modelo clásico de dictadura política en todo lo sustantivo similar a la franquista, el principal socio y aliado militar del imperialismo estadounidense. Por lo demás, Arabia Saudí ha proporcionado recursos dinerarios a grupos neonazis en España, según informan diversos textos, por ejemplo, “Neonazis en España”, Xavier Casals. Es conocida la íntima relación entre la familia real saudí y la casa real española, así como la financiación regular de la primera a la segunda. Una interpretación crítica del régimen político saudí en “Petróleo y derechos humanos no van de la mano en el reino”, Javier Martín, Política Exterior nº 166, julio/agosto 2015.
[15] El carácter militarizado y militarista de las formaciones sociales islámicas es reconocido por cada vez más autores. Por ejemplo, E. González Ferrín, en “Historia general de Al Ándalus”, de tendencia favorable a la dictadura andalusí, ha de reconocer que el califato de Córdoba en el siglo X era una “sociedad militar”. Huntington, en su libro, prueba con datos irrefutables que eso sigue siendo así en el presente, y apunta dos consecuencias, la tendencia a agredir en el exterior y la proclividad de estas formaciones a los conflictos internos violentos. Esto último las debilita, al hacerlas inestables y autodestructivas.

[16] En los evangelios cristianos es habitual el repudio de la riqueza y los ricos, con expresiones que se han hecho conocidas. Quizá el texto que expone con más vigor la pertinencia de la propiedad común o colectiva sea “Hechos de los Apóstoles”, que asimismo muestra, y demanda, un régimen asambleario en el autogobierno de las primeras comunidades cristianas. Amor, propiedad colectiva y asamblearismo son los tres fundamentos de dicha religión según aquél, conjunto que resulta antagónico con lo que suscribe el Islam. Que dicho documento haya sido ignorado, negado y falseado por las iglesias es otra cuestión. El análisis económico de las sociedades islámicas, así como su comprensión en términos clasistas y de mega-poderes actuantes, es urgente, dejando en un segundo plano la actual fijación en el hecho religioso, siempre superestructural. Ahí está otro defecto y desacierto de la obra de Huntington y de su escuela, tan influyente.

viernes, 13 de noviembre de 2015

PODEMOS, EL PARTIDO DEL EJÉRCITO. Del general Franco al general Rodríguez

  Hace  meses, un artículo publicado en este blog, al tratar del artificial ascenso del montaje mediático-político Podemos, arguyó que, muy probablemente, el poder fáctico que principalmente estaba detrás era el ejército. A los incautos sempiternos les pareció descabellado pero había indicios para sostenerlo: 1) el contenido de la política de Podemos, en particular su locuacidad retumbante en pro del patriotismo español, 2) la naturaleza jerarquizada y vertical de su estructura organizativa, militarizada, 3) la temible tradición intervencionista en política del ejército español desde las Cortes de Cádiz hasta el presente, 4) el proyecto de usar a Podemos para introducir cambios primordiales negativos, lo que sólo puede hacerse bajo la dirección del aparato militar, 5) su vinculación al régimen chavista, una dictadura militar encubierta, y al islamofascismo iraní, una tiranía militar-clerical.

La incorporación a Podemos de José Julio Rodríguez, el general del ejército del aire que fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) en 2008-2011, valida tal análisis. Rodríguez dirigió diversas aventuras imperialistas e intervenciones del ejército español, en Irak, el Índico, Libia, etc., habiendo trabajado además para la Inteligencia militar (atención a este dato). En 2008 la embajada de EEUU en España calificó al general Rodríguez de “proamericano”, lo que viene a significar que es favorable a la OTAN, a la poderosa industria militar y al aparato castrense -en creación- de la UE[1].

         Rodríguez debe ser tildado de espadón, del último espadón o pretoriano hasta el momento, junto con personajes tan tremebundos como Riego, Espartero, O´Donnell, Prim, Narváez, Pavía, Primo de Rivera, Franco o Tejero, todos interventores en la marcha de la sociedad civil, a la que tuvieron por menor de edad y necesitada de severa tutela. Es, así mismo, heredero político de los altos mandos militares y de la guardia civil que en 1929-1931 trajeron la sanguinaria II república burguesa y terrateniente, en tanto que magna operación política anti-revolucionaria, buena parte de ellos luego convertidos en denodados fascistas, como Queipo, Ramón Franco, Sanjurjo o Mola.

Eso sin olvidar que el ejército español en 1936 se revuelve de forma cobarde y criminal contra el pueblo e inicia la guerra civil. Es en ese ejército, el de Franco, donde Julio Rodríguez comienza su carrera militar. En la Transición del franquismo al parlamentarismo, 1974-1978, el ejército tutela a la izquierda, sobre todo al PSOE (que es, en buena medida, su creación, dado que en el interior del país casi no existía), y también al PCE[2].

El ejército, con diversos instrumentos, sigue interviniendo en política, no sólo en el asunto Podemos. Por ejemplo, las “políticas de género” y la Ley de Violencia de Género ostentan también el inequívoco sello castrense, a través del feminazismo (todas las corrientes nazis están dirigidas por la policía y el ejército) y el feminismo de Estado, generosamente financiados también por el PP desde el Ministerio de Igualdad. En suma, llevamos más de dos siglos luchando contra el ejército español y sus criaturas, resistencia épica que ahora adopta nuevas formas (la recusación de Podemos) y que es atributo del esfuerzo popular por la libertad.

         La compleja (y onerosa) operación para lanzar a Podemos como alternativa política populista, esto es, nacionalista española, militarista, imperialista, policiaca, procapitalista, empobrecedora, fervorosa del islamofascismo, “de género” y teledirigida por los poderes fácticos esenciales, desde el primer momento despedía un perceptible tufo a cuartel. En ella llevan gastados cientos de millones de euros, y aún así el partido de Iglesias no sólo no avanza sino que retrocede. En esa situación, “alguien” pierde los nervios en las alturas y se lanza a “echar una mano” a su tambaleante criatura.

         Pero la promoción del partido-marioneta no la hace únicamente el ejército. Ahora, cuando hace aguas, van saliendo a la luz sus promotores, no sólo los militares sino también los civiles. En representación de los altos cuerpos de funcionarios de los diversos Ministerios se ha sumado a Podemos Javier Pérez Royo. Y el representante del Banco Santander en él es Jesús Montero, ya citado en otro análisis publicado en este blog como el hombre de la familia Botín en el partido de Iglesias[3].

         Ya tenemos a tres de los principales poderes fácticos que han creado a Podemos: el ejército, los altos cuerpos de funcionarios de los Ministerios y la banca. Así pues, las instituciones, la reacción en su conjunto. ¿Queda alguna fuerza más del statu quo promotora, aún oculta? Si, ya irán saliendo a la luz. 

         Pero es dudoso que la operación de relanzar a Podemos logre resultados. En primer lugar porque quienes llevamos tiempo poniendo en evidencia su naturaleza real, en tanto que ultimísima fuerza de la anti-revolución capitalista y estatal, hemos logrado un éxito notable. Aquél, a día de hoy, ha perdido lo esencial de su mordiente y encanto, apareciendo como una formación burguesa, la neo-casta politiquera emergida de la crisis del PP-PSOE-IU. Eso es así con independencia de los votos que consiga (cada vez menos), pues las personas que hoy reflexionan de manera independiente, esa minoría decisiva, ya se han liberado de su influencia. Quienes calculamos que Podemos se desfondaría en 2-3 años hemos constatado que lo ha hecho en un año…

         Podemos ha engañados a muchos y ha ofendido a otros tantos. Ahora son cada vez más las voces que demandan explicaciones y responsabilidades. Como organización es una jaula de grillos, atrapada por sus contradicciones entre lo que dice y lo que hace, por su descomunal dependencia de los poderes fácticos y la banca, por su amoralidad, corruptelas, ramplonería, ignorancia (se nutre del micromundillo lumpen-intelectual, al que pertenecen J.C. Monedero o J.P. Wert), mentiras, ansia de poder y autoritarismo.

         En la esfera internacional la situación le es cada día más desfavorable. El chavismo se ha ido al garete en medio de la irrisión general, Cuba es ahora aliado del imperialismo yanki y el rechazo popular al islamofascismo, iraní o saudí, es creciente[4]. Lo peor es Grecia. Allí el “partido hermano” de Podemos es hoy quien realiza la política de recortes sociales que exige la Troika (por ejemplo, reduciendo las pensiones en un 12% en setiembre de 2015), en total 6.400 millones de euros durante el bienio 2015-2016, entre subidas de impuestos, recortes y reducción del gasto “social” estatal. Ha ido tan lejos que los trabajadores griegos están organizando incluso huelgas generales contra el amigo de Podemos.

Se ha dicho que “Tsipras es el brazo ejecutor de la Troika en Grecia”, del mismo modo que Podemos lo será (quizá ya no pueda llegar ni a eso) en España. Su función consistiría en organizar coercitivamente una sociedad de pobreza creciente, quitándoles recursos a los trabajadores más infortunados con el fin de dárselos al empresariado para reindustrializar según el modelo económico chino, así como al ente estatal y al capitalismo alemán, igual que está haciendo Syriza.

         En sus delirios militaristas e imperialistas Pablo Iglesias está ahora pidiendo formar una fuerza militar europea dentro de la OTAN… Esto es, está repitiendo el programa de sus mandantes, los Rodríguez y demás generales. Podemos, mientras no pone límites al gasto militar, ha eliminado recientemente de su programa la ayuda económica a las madres. Cañones si pero hijos no. Monstruoso.

         Quienes de buena fe se acercaron por un tiempo a Podemos ahora tienen que reflexionar. Dejándose llevar por la propaganda institucional estas personas se aproximaron a una formación neo-pretoriana y paramilitar, por tanto, a un temible ente parapolicial, a un engendro del Banco Santander, a un tinglado promovido desde los altos cuerpos de funcionarios del Estado, a un montaje que es citado en estudios sobre el Club Bilderberg. El asunto es extremadamente grave, y quienes se dejaron seducir han de hacer trabajo interior de larga duración para averiguar qué fallos psíquicos propios, personales, lo hicieron posible. La frivolidad y a la irresponsabilidad no pueden ser admitidas. No. No.

         Esas personas, las que se creyeron los embustes del sistema en el caso Podemos, están moralmente obligadas a dedicar un tiempo, varios meses por ejemplo, a ordenar su mundo interior penitencialmente, con pesar y dolor, con esfuerzo y sufrimiento, para limpiarse y depurarse. Es su podredumbre y malevolencia interior las que les han llevado a creer y confiar, aunque haya sido pasajeramente, en esa formación monstruosa. Por tanto, han de entrar en áspera lucha consigo mismos hasta vomitar su propia negatividad.

         Examinemos la batería de pensamientos tóxicos que llevó a algunos a considerar con simpatía al partido militar-bancario-ministerial, refutándolos.

Las instituciones del Estado no son la solución sino el problema. El pueblo se afirma y construye ajeno del todo al ente estatal y en lucha contra él. Quienes están en las instituciones son las instituciones y forman parte del bloque de la reacción. El régimen parlamentario no es una “democracia” sino la dictadura de los poderes fácticos, y quien se integra electoralmente en él se hace parte de uno de esos poderes, la partitocracia. La meta estratégica no es vivir “mejor” bajo el capitalismo sino poner fin al orden del capital a través de la revolución integral. Algún pequeño sector de la sociedad necesita más recursos materiales pero lo que todos necesitamos principalmente son bienes inmateriales, espirituales, que únicamente una revolución total-finita puede hacer posible.

La justicia social no consiste en que el Estado soborne con limosnas, dádivas y migajas al pueblo trabajador sino en poner fin a la dictadura cada día mayor de la gran empresa multinacional y al capitalismo de Estado, expropiando a ambos y haciendo con sus bienes una economía popular con autogestión. Esto es el modo de realizar la libertad civil y terminar con el régimen salarial, la forma contemporánea de esclavitud.

El Estado de bienestar es el basamento de la sociedad-granja destinada a fabricar seres nada, por lo que nuestra meta ha de ser una formación social autogestionada en lo económico. Quienes están o desean estar en las instituciones son los que se han pasado o desean pasarse al enemigo. El consumo no es lo apropiado sino un mal y una forma de maldad, siendo lo deseable una sociedad de pocos bienes materiales (sólo los mínimamente necesarios) y muchos bienes espirituales.

La revolución se hace desde valores y no desde intereses materiales, siendo su esencia una lucha contra el poder constituido, hasta su derrocamiento, para hacer una sociedad de la libertad, la verdad, la justicia, el trabajo universal libre, el bien moral, el afecto mutuo, la magnanimidad, el vivir para los valores y el servicio de unos a otros. Con virtud personal y virtud cívica. Con gobierno por asambleas soberanas. Sin explotadores ni trabajo asalariado. Sin ejército ni policía ni generales, sin altos funcionarios, sin políticos profesionales, sin adoctrinadores. Sin ciudades ni devastación medioambiental. Sin división entre mandantes y mandados. En suma, sin orden estatal ni clase empresarial.

La política sólo es parte y nada más que parte. Ella no puede por sí misma responder y dar solución a los problemas de la condición humana, incluso cuando sea la mejor de todas las políticas posibles. La economía es asimismo sólo parte. Por tanto, las corrientes politicistas y economicistas, que hace suyas Podemos, engañan a su público dado que se necesita muchísimo más que la política y la economía para constituir una sociedad cualitativamente por delante de la actual.

Necesitamos en primer lugar de la calidad autoconstruida de la persona, lo que demanda hacer de lo humano total, y no única ni principalmente de lo económico ni de lo político, lo principal. Los individuos reales son y deben ser el centro, no los partidos políticos ni las instituciones ni las leyes. Necesitamos de la preocupación ética, de los fines estéticos y de las metas civilizadoras porque la revolución integral es, a fin de cuentas, una revolución espiritual.

Podemos, desde sus origines organización paramilitar, parapolicial y creación de la gran banca española, muestra qué es la izquierda, a dónde lleva la hipócrita retórica “anticapitalista” que contempla al parlamentarismo como vía o herramienta “útil” y al Estado como remedio primordial de todos los males, enfoque que embellece el núcleo y meollo de aquél, el ejército. La izquierda es siempre militarista a fuer de adoradora y aduladora del Estado, de ahí que el aparato militar esté detrás de Podemos, detrás de la izquierda toda.

Por estatólatra la izquierda es el centro de la anti-revolución en el seno de las clases populares. Y al hacer del ente estatal el supremo bien se hace agente sustantivo de la clase empresarial, dado que ésta no puede existir sin aquél. Al sobrevalorar la función de la riqueza material en la vida humana la izquierda se construye como entidad política materialista vulgar habitada por mercenarios, esto es, por sujetos que se venden a los amos del dinero, en uniforme[5] o de paisano, según se observa todos los días.

El capitalismo lo liquida y extingue la revolución, jamás el Estado, este u otro. Estar a favor de la existencia de un ente estatal es declarase en pro del capitalismo.

Una sociedad libre no puede tener ejército profesional, ni tampoco policía profesional, pues en ella no tiene que haber cuerpos armados y organizados al margen del pueblo y excluidos del trabajo productivo. En aquélla las tareas de defensa han de ser asunto de toda la población adulta organizada en milicia popular, no de un ejército. Lo mismo para la preservación de la paz social y la observancia de las normas legales. Los Franco y los Rodríguez, todos los espadones y pretorianos que hemos sufrido desde el inicio de la revolución liberal hace doscientos años, son el lado peor de nuestra historia y presente. Y Podemos hace suya esa historia y ese presente.

Pero la izquierda, toda ella y no sólo Podemos, se está desmoronando desde hace mucho. Puesta en evidencia como formación procapitalista y habiendo fracasado en todos los países ha quedado convertida en esperpento risible en Venezuela, vil brazo ejecutor del capitalismo en Grecia y patético apéndice del pretorianismo en España. Quienes urdieron el proyecto Podemos, principalmente planificadores y estrategas en uniforme, se equivocaron al escoger al grupo de Pablo Iglesias como herramienta, intentando repetir lo hecho con Felipe González y su gente en la Transición. Hoy la izquierda está tan degradada, y de manera múltiple, que ya no vale ni siquiera para intervenciones políticas institucionales. Algunos, en la cúpula del poder del Estado, ya lo han comprendido, y están a las busca de otras herramientas, de otras marionetas políticas[6].

La operación Podemos estaba dirigida, cómo no, contra la maduración del proyecto y programa, de la idea e ideal de revolución integral, también para evitar que una porción conspicua del 15-M escogiese este proyecto. Su fracaso, muy rápido y completo (aunque ya están en marcha las maniobras de reanimación), señala que entramos en una fase de expansión de la revolución integral. Debemos, pues, contemplar el futuro con júbilo y optimismo.

El momento de acumular positivamente fuerzas para la revolución integral ha llegado. Entramos en una fase de flujo y ascenso.

        


[1] Un análisis, flojo y conciliador al carecer de una perspectiva estratégica revolucionaria, del militarismo español hoy es “Podemos y la política de paz y defensa”, Colectivo Utopía Contagiosa, en el libro “Hasta luego, Pablo. Once ensayos críticos sobre Podemos”, VVAA. La entregada presencia de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, afín a Podemos, en los fastos del 12 de octubre de 2015, Fiesta Nacional y gran aquelarre del militarismo y el imperialismo español, añade certidumbre a la sumisión de ese partido al ejército y a los cuerpos policiales, la Guardia Civil sobre todo, que continúa teniendo estatuto militar, caso único en la UE, algo aberrante.
 [2] Este asunto está estudiado con algún detenimiento en “A los 40 años de la muerte de Franco. La Transición del franquismo al parlamentarismo, 1974-1978”, Félix Rodrigo Mora, en este blog.

[3] El libro “Los planes del Club Bilderberg para España”, Cristina Martín Jiménez, recoge esta información, vinculando a Podemos, a través del Banco Santander, con esa agrupación mundial de los muy millonarios, el Club Bilderberg. Así queda refutada una vez más la demagogia “anticapitalista” de aquél.

[4] Otro dato que alertó sobre la condición militarista de Podemos es su islamofilia, un rasgo común a casi toda la izquierda española (que la unifica con el franquismo, sobremanera islamófilo), central asimismo en la doctrina militar actual de Occidente. Hay que recordar que el ejército español prevaleció en la guerra civil gracias a los 100.000 mercenarios musulmanes que proporcionó el clero islámico norteafricano a Franco. Sin ellos es seguro que no habría podido alzarse con la victoria en 1939. La identificación entre el islam y el fascismo español se va fraguando en Marruecos a partir de 1933-1934 cuando la Falange y los altos oficiales del ejército desarrollan un enorme entusiasmo por esa religión, en lo que sigue a los nazis, en particular a Adolfo Hitler, quien odiaba el cristianismo y el judaísmo al mismo tiempo que admiraba al islam. Los datos y análisis básicos sobre esta cuestión en “Islam y guerra civil española”, Francisco Sánchez Ruano; “El colonialismo español en Marruecos”, Miguel Martín; “La espada del Islam. Voluntarios árabes en la Werhmacht”, Carlos Caballero Jurado; “Investigación sobre la Segunda República Española, 1931-1936”, Félix Rodrigo Mora. No se comprende, como apostilla, que los organizadores del Dia del Orgullo Gay en 2015 permitieran a Podemos participar, cuando este partido está muy bien relacionado con el régimen clerical-fascista iraní, que se jacta de perseguir y asesinar a las personas de condición homosexual. Es ilustrativo también que Podemos combine ser un reservorio de faminazismo con su devoción por un orden patriarcal violentísimo, el de Irán hoy.
[5] El estudio citado en la nota 1 cuantifica el gasto militar real español en 23.400 millones de euros durante 2015, una suma cuatro veces superior a la declarada por el Ministerio de Defensa. Pero incluso aquel cálculo incluye sólo una parte, pues los gastos militares ocultos o indirectos (comenzando por el presupuesto de la Guardia Civil, que proviene de Interior) son superiores. Por ejemplo, numerosos y costosos trabajos de investigación que se efectúan en la universidad en realidad son para el ejército, y la financiación del sexismo neo-patriarcal, “de género”, se hace desde el Ministerio de Igualdad, para crear un montaje de extrema derecha dirigido, entre otras metas, a prestigiar a la policía y proporcionar recluta femenina al aparato militar. Por tanto, el ejército es una potencia económica en sí misma, con recursos propios a un nivel similar al de los grandes bancos. Esos fondos dan para todo: ahí está Podemos…

[6] ¿Qué futuro le queda a Podemos? Pues repetir a la española la trayectoria de Syriza. Mucho más porque Ciudadanos, el nuevo partido político de centro, tiene en esencial el mismo programa que Podemos aunque sin eso de atrabiliario e incluso monstruoso que introduce la izquierda, en particular el gueto político (que es el origen de Podemos), en todo lo que hace. La izquierda es socialdemocracia en lo político y estalinismo en lo ideológico, pero ¿quién desea hoy padecer a un estalinista vergonzante como Pablo Iglesias? De fracaso en fracaso, Podemos terminará o bien teniéndose que integrar en el PSOE o bien convirtiéndose en una nueva forma de extrema derecha, de formación parapolicial explícita. Su militarismo, su amoralidad, su espíritu mercenario y su apetito de poder son tan exacerbados que es capaz de cualquier cosa. ¡Cuidado! En cualquier caso, significa el punto final de la izquierda española como instrumento del capitalismo. ¿Qué será del general Rodríguez? Fracasada su criatura tendrá que escuchar las reconvenciones de sus colegas al haber apostado por el pasado por no haberse actualizado y modernizado.