En 2015, cuando se cumplen 40 años de la muerte de
Franco, hay que averiguar qué le permitió triunfar e imponer su sanguinaria e
incivil dictadura. El libro ahora comentado ayuda a ello desde el rigor y la
imparcialidad, aunque debe ser leído acompañado de otros textos.
La intervención
de musulmanes al lado del fascismo español en la guerra civil es un asunto
minimizado historiográficamente por oscuras causas políticas. Fueron unos
100.000, el mayor contingente -con mucho- de extranjeros combatientes,
constituyendo según Sánchez “la columna
vertebral del ejército de Franco”. En el campo de batalla el franquismo se
impuso gracias sobre todo a la cooperación estratégica entre las tropas
islámicas marroquíes y el cuerpo de intervención enviado por los nazis, la
Legión Cóndor, con el añadido circunstancial de los fascistas italianos, las
unidades del Requeté, la Legión y algunas formaciones falangistas.
El
contingente islámico, mandado por oficiales españoles y también por oficiales[1] y
suboficiales musulmanes, aportaba lo mejor de la infantería y las unidades
nazis una parte esencial de la artillería, aviación y carros de combate[2]. Aquél
tuvo un número extraordinariamente elevado de bajas, un tercio del total,
asunto que no preocupó a quienes les enviaron[3].
Los
soldados marroquíes vinieron a la Península alentados y reclutados por el clero
islámico norteafricano, que llamó a sus feligreses a apoyar a Franco contra los
republicanos y antifascistas, tildados de “perros
sin religión”. La íntima unión entre dicho clero y el aparato franquista se
había realizado antes de 1936, cuando la Falange y los ulemas marroquíes se
reconocieron muy próximos ideológica y políticamente[4].
Iniciada la conflagración, el franquismo fue especialmente generoso, ofreciendo
regalos y dinero al aparato sacerdotal islámico, financiando las
peregrinaciones a la Meca, abriendo mezquitas (algunas en la Península), prohibiendo
al clero católico hacer proselitismo entre “los moros”, etc. La Iglesia
respaldó de manera total esa actuación.
Los
principales ideólogos de la Falange, los intelectuales de la extrema derecha y
las autoridades militares españolas elaboraron un sistema de ideas sobre esta
cuestión. Presentaron el alzamiento militar faccioso como una forma de “guerra santa”, de “yihad”, librada contra el ateísmo y el comunismo. Tales contenidos
eran producidos sobre todo por E. Giménez Caballero, uno de los fundadores de
la Falange; J. Beigbeder, militar que en los inicios de la guerra era Alto
Comisario en Marruecos, o el publicista J. M. Pemán, sin olvidar al mismo
Franco. Dichas formulaciones fueron aceptadas con enorme satisfacción por las
autoridades religioso-políticas de Marruecos.
Anteriormente,
habían preparado el terreno historiadores y estudiosos del Islam como Miguel
Asín Palacios, un sacerdote católico de ideología monárquica y fascista apasionado
de aquella religión (se consideraba a sí mismo “islamólogo”), por lo cual fue recompensado por Franco, haciéndole
miembro de las cortes desde 1943 hasta su fallecimiento en 1944[5].
Mientras
el clero islámico efectuó la recluta de soldados marroquíes para el fascismo
español, los seguidores del dirigente anticolonialista Abd-el-Krim se opusieron
a ello, siendo hostigados por ulemas y falangistas. Sostenían que si la
potencia colonial estaba en guerra civil los intereses legítimos de los pueblos
de Marruecos se realizarían oponiéndose a ambos bandos, buscando incluso
efectuar acciones ofensivas emancipadoras. El clero islámico se mantuvo todo él
rigurosamente fiel a Franco, traicionando la causa de la lucha antiimperialista
en Marruecos[6],
por la que con tanto brío como razón habían peleado aquél y sus seguidores,
contra España y contra Francia[7], hasta
ser honrosamente derrotados en 1926. Además, un pequeño grupo de marroquíes combatió
heroicamente contra el franquismo en las filas republicanas.
¿Cuáles
fueron los fundamentos de tales hechos?
Las
clases mandantes españolas y la institución de la corona han sido admiradoras
del Islam por motivos políticos, ideológicos y económicos. Es el fenómeno de la
“maurofilia”[8], que se
hace evidente a partir de los siglos XIII y XIV, conservándose hasta el
presente. Los poderosos y los ricos apreciaban en el orden político y económico
musulmán la inexistencia de bienes comunales y la imposición de la propiedad
privada concentrada, la ausencia de sistemas asamblearios de autogobierno, la
centralización rigurosa, la presencia de unas élites acaparadoras de todo el
poder de decidir y mandar, la reducción de las clases populares a masa al
completo subordinada e inflexiblemente sometida, la ausencia de la noción de
sujeto autónomo, libre y autoconstruido. Su meta era imitar hasta donde fuera
posible -hasta donde lo permitiera la resistencia popular- el orden político y económico
islámico.
En la
experiencia histórica de las clases explotadoras de la península Ibérica pesan,
además, los acontecimientos del año 711, bastante maltratados por la historiografía
oficial. En esas fechas el Islam fue llamado por la facción mayoritaria del Estado
visigodo, la seguidora de Witiza, con el fin de salvar a las minorías mandantes
y propietarias de los dos grandes problemas que le acosaban, en realidad uno al
haberse fusionado, la irreductible lucha por su libertad de los pueblos del norte
(vascones y otros pirenaicos, cántabros, etc.) y la ascendente presión popular
revolucionaria en todo el territorio, causada por la continúa insubordinación
de los esclavos, la resistencia general de las clases modestas y la expansión
del cenobitismo, o monaquismo, cristiano revolucionario.
En una situación de crisis
extrema de su dominación las brutales elites godas no encontraron más solución estratégica
que llamar al Islam. Éste realizó una irrupción imperialista de una violencia
enorme contra las clases populares y las minorías disidentes (que se describe
en la anónima “Crónica mozárabe de 754”),
como parte de un completo y complejo programa de fundación de un poder político
extremadamente totalitario, centralizado, expeditivo, exterminacionista,
aculturador y teocrático.
El Islam vino en el año 711 contra
la revolución civilizadora de la Alta Edad Media peninsular, en ascenso desde
al menos el siglo VII. Esto es, para cumplir los mismos fines en esencia que en
1936 (y que en 1934, cuando también fueron usadas tropas islámicas para
aplastar el alzamiento revolucionario asturiano), extinguir la revolución
popular en ascenso e implantar un orden sustentado en la gran propiedad privada
y en un artefacto estatal mega-poderoso. A partir de aquél año el Estado
visigodo se mutó o diluyó en el Estado islámico andalusí. Los visigodos, inicialmente
paganos, se habían ido sucesivamente haciendo (por razones políticas) arrianos
y católicos, concluyendo su presencia en la historia como conversos al Islam o
como mozárabes (católicos voluntariamente sometidos al Estado islámico de
al-Andalus).
El fascismo español dirigido por
F. Franco repitió creativamente la experiencia histórica precedente,
adaptándola a sus condiciones temporales y espaciales. Además, en tanto que
cabeza del aparato estatal español, la banca y los terratenientes, aquél tenía ante
sí otros ejemplos notorios, mucho más próximos en el tiempo, de uso político
del Islam por las potencias occidentales.
En la I Guerra Mundial
(1914-1918) cientos de miles de musulmanes sirvieron como soldados en los
ejércitos aliados, peleando con brío por el imperialismo anglo-francés. A su
vez, Alemania logró convencer al Estado otomano, musulmán, que declarase la
“guerra santa” en beneficio común, lo que hizo, aunque con unos resultados
prácticos exiguos según sus intereses. La Alemania imperialista y militarista
fue elaborando, desde finales del siglo XIX, lo que se ha denominado la “Islampolitik”, o política de utilización
de la religión musulmana al servicio de sus fines estratégicos[9] la cual,
dicho sea de paso, hoy es más actual que nunca en Alemania.
Como derivación muy ampliada y
desarrollada de aquélla, se da el entusiasmo de Adolfo Hitler y de la mayoría
de los jefes nazis por el Islam. Hitler idolatraba la religión musulmana, y
tenía por una enorme desgracia que Alemania fuera seguidora de las iglesias
cristianas, a las que odiaba y perseguía[10]. Su pasión
llegó tan lejos que en las “Memorias”
del que fue ministro de Armamento del III Reich e inseparable del jefe nazi,
Albert Speer (sentenciado a 20 años de cárcel en los juicios de Nuremberg), se
lee que el Führer proyectó la conversión por decreto del Estado y el pueblo de
Alemania a la religión islámica, lo que planeaba hacer una vez ganada la guerra[11]. Es
conocido que el vesánico jefe de las SS, H. Himmler, era lector asiduo del
Corán, del que “se hacía acompañar en
todo momento”. Así pues, la fascistización de Europa habría sido también su
islamización, bloque causal que puede transcurrir en la dirección contraria
alcanzando los mismos resultados, tal y como hoy desean, por lo que parece,
poderosos círculos del capitalismo y el ente estatal alemán, ahora entregados a
aplicar un nuevo capítulo de la “Islampolitik”.
Lo indudable es que el Führer y sus hombres no practicaron la “islamofobia”.
Así pues, Franco en 1936 tenía
ante sí un variado muestrario de experiencias y formulaciones para hacer un uso
político del Islam al servicio de Occidente, de sus minorías mandantes y
propietarias, contra los pueblos, contra la revolución, en beneficio del
capitalismo. En realidad hay más, por ejemplo, la islamofilia de Mussolini, que
no es posible tratar ahora por falta de espacio. Por tanto, el análisis de S.
P. Huntington en “El choque de
civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial”, 1996, desconoce un
elemento decisivo de la relación entre el Islam y las elites de Occidente, en
el pasado y en el presente, a saber, que la cooperación y unión de ambos contra
los pueblos y los procesos revolucionarios ha sido más común, probablemente,
que los choques y enfrentamientos.
Metodológicamente, su no
investigación del caso estudiado, la cooperación fascismo español/Islam en la
guerra de 1936-1939, que se mantuvo hasta el final del régimen franquista,
socava la credibilidad del libro, realizado con grandes pretensiones verbales de
objetividad, academicismo y erudición. Más recientemente, y por traer otro caso
concreto, relativamente conocido[12], está la
represión de la izquierda y el progresismo en Indonesia en 1965-1967, una
matanza de un millón de personas, miembros del Partido Comunista, intelectuales,
homosexuales, mujeres en lucha por su emancipación, campesinos rebeldes, dirigentes
sindicales, activistas sociales, estudiantes conscientes, etc. Fue realizada por
el Estado indonesio, islámico, por su ejército y policía pero también por un
partido político musulmán de masas, el NU (Nahdatul Ulama), que operó con las expeditivas
formas con que lo hizo aquí la Falange en la zona franquista.
Tras tan descomunal operación
político-represiva estuvo EEUU, inquieto por el auge del comunismo en ese país.
Por tanto, ¿dónde quedó el choque de civilizaciones en Indonesia en esos años?[13] La
alianza entre el colonialismo occidental y los poderes religioso-políticos de
los países islámicos se dio también cuando éstos fueron conquistados por los
países europeos, lo que explica la facilidad con que esto acaeció. La íntima
unión entre franquistas y clero islámico en Marruecos en 1936 es una derivación
de ello. Así que las tesis de Huntington resultan insatisfactorias pues ha
habido probablemente mucha más “alianza de civilizaciones” contra los pueblos
de una y otra fe que conflicto[14]. El
logro final de aquel libro, sea buscado o de facto, es ocultar la cooperación
estratégica contemporánea entre las clases mandantes de Occidente y el Islam,
negar lo que está siendo realizado ante los ojos de todos, la nueva “Islampolitik”.
La parte final de la presente investigación
es contestar a una pregunta, ¿por qué se dio la enorme intimidad y coincidencia
entre el clero islámico y el fascismo español que llevó a Franco a vencer en
1939? Ésta traslada intelectualmente a otra, derivada, ¿por qué Hitler y los
nazis son tan devotos del Islam? Del análisis de los discursos y escritos de
Franco, de los de los falangistas españoles y los hitlerianos se puede extraer
la síntesis que sigue.
El primer elemento compartido es
la centralidad absoluta del Estado, y dentro de él del aparato militar y coercitivo,
lo que es señalado también por Huntington como uno de los rasgos identificadores
de las sociedades islámicas. Hitler considera muy elogiosamente su naturaleza extremadamente
estatizada y militarizada[15], y la
creación por aquéllas de sujetos particularmente aptos para el ejercicio de la
violencia, lo que le fascina, pues con tales se cree capaz de conquistar el
mundo para el capitalismo germano.
En la guerra civil española los
musulmanes que pelearon con Franco fueron característicamente agresivos, combativos
y despiadados, unos mercenarios temibles. Todo ello parece desautorizar la
fórmula, tantas veces utilizada, sobre que el Islam es una religión de paz.
Hitler y sus discípulos
aborrecen en particular la cosmovisión cristiana del amor, la definición de
Dios como amor y el propósito de hacer del amor el elemento vertebrador de la
vida social. Creen, equivocadamente, que eso hace al individuo débil y blando, impropio
para las empresas guerreras, argumento que toman de Nietzsche. Exultan ante el
amplio uso que los textos fundamentales del Islam hacen de llamamientos a la
violencia, que no existen en los del cristianismo.
A los jefes nazis y fascistas
las sociedades musulmanas, sin libertades políticas ni civiles, y sobre todo
sin libertad de conciencia (por tanto, sin libertad de expresión ni de
información, ni siquiera en sus expresiones formales), les parecieron
excelentes para sus fines expansionistas. Igualmente, les satisfacía la
ausencia en aquéllas no sólo de prerrogativas y garantías naturales básicas para
la persona. Dado que, además, el clero islámico señala al individuo una única
obligación, el sometimiento completo, perpetuo e incondicional, el fascismo se
siente fascinado.
Fascistas y mandatarios musulmanes
coinciden en la negación del principio de la soberanía popular. El franquismo
sostuvo que su poder existía “por la
gracia de Dios” y los jefes de los países musulmanes arguyen que “la soberanía es de Dios”. Eso se
traduce en sistemas de gobierno dictatoriales, en los que las clases populares
no pueden participar en la toma de decisiones, muchos menos ser actores de
ellas. Las sociedades musulmanas son dictaduras políticas en las que los muy
ricos, el clero, los altos funcionarios y los militares tienen todo el poder,
sin pluralismo ni libertades básicas, ni reales y ni siquiera formales.
Otra cuestión, y no la de menor
importancia, es la de la propiedad privada concentrada, El Islam no posee nada
parecido a los textos cristianos del Nuevo Testamento cristiano, en los que la
riqueza particular es considerada negativamente y se recomienda la propiedad
colectiva, el compartirlo todo, para evitar la existencia una minoría riquísima
y una gran masa despojada[16], como
sucede en las formaciones sociales islámicas. Su apoyo a la gran propiedad, a
la riqueza concentrada (sea en la forma de haciendas esclavistas, de gran
capitalismo privado o de capitalismo de Estado, según las épocas y los lugares),
hace también del Islam una fe coincidente con uno de los puntos programáticos
del fascismo, la salvaguarda del gran capitalismo, estatal y empresarial
privado.
En resumen, lo que acercó a
fascistas y musulmanes fue la veneración por el ente estatal, el culto por la
violencia, el impulso expansionista, el rechazo de la categoría de soberanía
popular, la negación de las libertades populares, la exclusión del pluralismo
político, cultural e ideológico, la noción de la persona como criatura que se
somete, la defensa de la gran propiedad privada y la hostilidad hacia la
revolución popular. En ello está la clave de su exitosa cooperación en la
guerra civil.
[1]
Uno de ellos, Mohammed ben Mizzian, llegó a general del ejército español,
conservando ese grado hasta 1958, cuando con la independencia de Marruecos se
sumó al ejército de su país. Estuvo próximo a Franco, siendo acusado por algún
periodista extranjero de alentar las atrocidades cometidas por las tropas
islámicas en la Península, en particular la violación y asesinato masivos de mujeres.
La simpatía de aquél hacia Mizzian, su general musulmán, en “Mis conversaciones privadas con Franco”, F.F. Salgado-Araujo. Una expresión entre
otras de la identificación de Franco con el Islam es que hasta aquel año confió
su protección personal a la Guardia Mora en vez de a soldados o policías católicos.
[2] “La
guerra como aventura. La Legión Cóndor en la guerra civil española 1936-1939”,
S. Schüler-Springorum, trata sobre la camaraderil cooperación entre
expedicionarios nazis y soldados musulmanes en el campo de batalla en España, a
la vez que señala el desdén de los primeros por las unidades españolas del
ejército franquista, poco motivadas y escasamente combativas. Ello fue
facilitado por la convicción hitleriana de que los árabes eran la otra raza
superior, en igualdad de condiciones con la aria, lo que fue oficialmente proclamado
en 1942 por el teórico sobre la cuestión racial del partido nacional-socialista
alemán, A. Rosenberg. Así pues, no es posible que auténticos nazis desprecien
racialmente a los árabes.
[3]
Si el Islam proporcionó 100.000 soldados a Franco, el Requeté, formación próxima
a la fe católica, alistó unos 60.000, el fascismo italiano mandó 50.000 y los
nazis se quedaron en cifras inferiores, al enviar especialistas. Sus bajas mide
el desempeño que tuvieron en el campo de batalla. Mientras que los musulmanes sufrieron
un 33% de óbitos, el Requeté sólo el 10%, los italianos una cifra parece que
menor y los alemanes mucho menor. Las autoridades civiles y religiosas
marroquíes son responsables primeras de las muertes de sus compatriotas, al
haberles exhortado a enrolarse. Los datos en “Investigación sobre la Segunda República Española, 1931-1936”,
Félix Rodrigo Mora. Los huérfanos, viudas y veteranos islámicos cobraron
sustanciosas pensiones del Estado español que, según se cree, continúan siendo
abonadas. La jerarquía de la iglesia ha pedido públicamente perdón por su apoyo
al régimen franquista, lo que todavía no ha hecho el clero islámico norteafricano.
[4] En la zona franquista, durante
la contienda, se creó una situación de “multiculturalidad”,
en particular en Salamanca, capital de aquélla por un tiempo. En “La
guerra que vino de África”, Gustau Nerín. Fueron los franquistas quienes
inventaron esa práctica.
[5]
En “Por qué lucharon a nuestro lado los
musulmanes marroquíes”, 1940, Asín destina muchas páginas a exponer
aprobatoriamente la teología islámica y explica a partir de la religión la
enorme aportación musulmana a “la
victoriosa marcha del Ejercito liberador en su reconquista de la España
sovietizada”. La obra en que teoriza la cooperación entre catolicismo
fascistizante e Islam político, con fines anti-revolucionarios, es “El Islam cristianizado”.
[6]
Una interpretación crítica del clero islámico en “La conspiración de los ulemas ¿Es posible un Islam Occidental?”,
Francisco López Barrios. Es a destacar que mientras una fracción del aparato
católico se opuso al franquismo en 1936-1939, incluido un grupo de obispos, no
se tiene noticias de que existiera algo similar entre la casta clerical
marroquí.
[7]
En “Los moros que trajo Franco… La
intervención de tropas coloniales en la guerra civil”, María Rosa de
Madariaga. También, “El colonialismo
español en Marruecos (1860-1956)”, Miguel Martín.
[8] El asunto está tratado, aunque de manera
bastante insatisfactoria, en “Una nación
exótica. Maurofilia y construcción de España en la temprana Edad Moderna”,
Barbara Fuchs.
[9]
Una fuente próxima sobre esta materia es el voluminoso trabajo “La caída de los otomanos. La Gran Guerra
en el Oriente Próximo”, Eugene Rogan. Que Sánchez Ruano, en el libro
comentado, no se ocupe de esta cuestión deviene en mácula epistemológica. Rogan
trata uno de los efectos de la declaración de la “guerra santa” por el Estado
islámico otomano en la Gran Guerra, el genocidio contra el pueblo armenio, de
religión cristiana, así como contra los cristianos ortodoxos griegos de Turquía
y los asirios cristianos (de estos últimos fueron exterminados unos 250.000, casi
la mitad). Aquel genocidio, iniciado en 1915, se mantuvo hasta 1918 y afectó a un
millón y medio de armenios. Las propiedades que quedaron sin dueño fueron a
parar a musulmanes, el modo de sobrevivir era convirtiéndose al Islam y niños
de familias armenias eran preservados con vida para ser educados en la religión
islámica. La agresión contra los armenios, probablemente, fue conocida por los
jefes del fascismo español, que pudieron tomarlo como modelo para su obrar
exterminacionista en la guerra civil y la postguerra.
[10]
Los datos sobre la hostilidad de Hitler hacia las iglesias cristianas aparecen
en el libro “El Tercer Reich”, M.
Burleigh. En marzo de 1937 el papa Pío XI publicó la encíclica “Con ardiente preocupación”, que condena
el racismo nacional-socialista así como otros elementos sustanciales del
ideario hitleriano. Esto y otros muchos asuntos llevaron a un enfrentamiento
creciente entre ambos poderes, lo que ocasionó que el 11% del clero católico
fuese asesinado por los nazis.
[11]
El texto más recomendable entre los asequibles sobre la colusión e íntima
cooperación entre nazis y musulmanes es “La
espada del Islam. Voluntarios árabes en la Werhmacht”, de Carlos Caballero
Jurado, un neonazi que sigue la ortodoxia nacional-socialista en esta materia.
La relación que ofrece de las varias fuerzas militares musulmanas que lucharon
dentro del ejército hitleriano, en particular en las unidades armadas del
partido nazi, las Waffen SS, es notablemente completa. A través del grupo nazi
español más importante, las JONS, que posteriormente se integró en la Falange,
la islamofilia hitleriana se sumó a la que desde hacía siglos habían cultivados
las clases bienestantes españolas. Una manifestación de ello es la obra de
Ignacio Olagüe Videla (1903-1974), vinculado a las JONS (se le ha calificado de
“uno de los primeros jonsistas”) y
autor de textos pseudo-históricos idealizadores de al-Andalus, “Les arabes n’ont jamais envahi l’Espagne”
y sobre todo “La revolución islámica en
Occidente”. En ellos se publicita y ofrece el modelo para la islamización de
Europa occidental que el nazismo proyectó y que una parte, al menos, de los
actuales poderes financieros, políticos y estatales desean. Los argumentos de
Olagüe han tenido un éxito enorme, siendo repetidos por un buen número de
escritores, políticos y publicistas, a pesar de su completa inconsistencia
historiográfica y su inquietante filiación política. Recomendable es, también,
la lectura de “El Islam y Europa”,
Antonio Medrano, 1977, una síntesis de nazismo e islamismo (con mucho más de
éste que de aquél) con pretensiones doctrinales, que rezuma nostalgia por “la Cruzada española de liberación de 1936”,
en la que se ha de “recordar el destacado
papel que las tropas musulmanas…. desempeñaron”. Una interpretación más
amplia de muchos de estos asuntos en “La
huida de los intelectuales”, P. Berman.
[12] Sobre los sucesos de Indonesia
en esos años hay un documental que ha adquirido cierta nombradía, “La mirada del silencio”, J.
Oppenheimer. Más información en el libro “Peor
que la guerra. Genocidio, eliminacionismo y la continúa agresión contra la
humanidad”, D. J. Goldhagen.
[13]
Lo mismo se concluye de un acontecimiento más próximo en el tiempo, la
“revolución islámica” en Irán. Cuando el régimen del sha Reza Pahlevi es
derrocado por un levantamiento popular esencialmente espontáneo a finales de
1978 y comienzos de 1979, EEUU y todos los Estados de Occidente se asustan,
sobre todo porque temen que el Partido Comunista iraní y sus aliados controlen
la situación y entreguen el país a la Unión Soviética. Así las cosas, apoyan al
clero islámico chií. Aquél hace las veces del fascismo clásico, masacrando a
las diversas facciones comunistas, guevaristas, trotskistas, anarquistas, marxista-leninistas
y otras (hasta 1988, en que miles de presos políticos de izquierda fueron
asesinados por el régimen islamofascista de los ayatolás, se mantuvo la más feroz
política de contrainsurgencia), pero sobre todo exterminando a las
organizaciones populares y el régimen asambleario en curso, surgido del hecho
insurreccional citado. Sólo en un segundo momento estalla un contencioso entre
el poder de los ayatolás y los grupos poderosos de Occidente aunque para
resolverse después, por lo que en el presente son de nuevo aliados. En “Irán, de la revolución a la reforma”,
F. Khosrokhavar y O. Roy. la obra muestra que el régimen teocrático en nada ha
modificado el sistema económico iraní, que es el mismo de los tiempos del sha
aunque ahora con el clero musulmán como gran burguesía de Estado.
[14]
Otro caso, este decisivo, de cooperación estratégica entre los poderes de
Occidente y las clases explotadoras de los países islámicos es el acuerdo de
venta de armas de EEUU a Arabia Saudita de septiembre de 2010, por valor de
60.000 millones de dólares, el mayor de la historia. Eso hace a este país, un
modelo clásico de dictadura política en todo lo sustantivo similar a la
franquista, el principal socio y aliado militar del imperialismo
estadounidense. Por lo demás, Arabia Saudí ha proporcionado recursos dinerarios
a grupos neonazis en España, según informan diversos textos, por ejemplo, “Neonazis en España”, Xavier Casals. Es
conocida la íntima relación entre la familia real saudí y la casa real
española, así como la financiación regular de la primera a la segunda. Una
interpretación crítica del régimen político saudí en “Petróleo y derechos humanos no van de la mano en el reino”, Javier
Martín, Política Exterior nº 166, julio/agosto 2015.
[15]
El carácter militarizado y militarista de las formaciones sociales islámicas es
reconocido por cada vez más autores. Por ejemplo, E. González Ferrín, en “Historia general de Al Ándalus”, de
tendencia favorable a la dictadura andalusí, ha de reconocer que el califato de
Córdoba en el siglo X era una “sociedad
militar”. Huntington, en su libro, prueba con datos irrefutables que eso
sigue siendo así en el presente, y apunta dos consecuencias, la tendencia a
agredir en el exterior y la proclividad de estas formaciones a los conflictos
internos violentos. Esto último las debilita, al hacerlas inestables y
autodestructivas.
[16]
En los evangelios cristianos es habitual el repudio de la riqueza y los ricos,
con expresiones que se han hecho conocidas. Quizá el texto que expone con más
vigor la pertinencia de la propiedad común o colectiva sea “Hechos de los Apóstoles”, que asimismo muestra, y demanda, un
régimen asambleario en el autogobierno de las primeras comunidades cristianas.
Amor, propiedad colectiva y asamblearismo son los tres fundamentos de dicha
religión según aquél, conjunto que resulta antagónico con lo que suscribe el
Islam. Que dicho documento haya sido ignorado, negado y falseado por las
iglesias es otra cuestión. El análisis económico de las sociedades islámicas,
así como su comprensión en términos clasistas y de mega-poderes actuantes, es
urgente, dejando en un segundo plano la actual fijación en el hecho religioso,
siempre superestructural. Ahí está otro defecto y desacierto de la obra de
Huntington y de su escuela, tan influyente.
Magistral. Disculpame que te robe el articulo.
ResponderEliminarVergonzosa ocultación (deliverada) del monstruoso papel del cristianismo en multitud de genocidios a lo largo de la historia. Esto es una constante en la obra de Felix R. M. Ya a siendo hora de explicarlo, FRM.
ResponderEliminarNo creo que haga falta explicar algo que todos sabemos. El problema aquí es que usted está metiendo en el mismo saco al Cristianismo ORIGINAL y a la Iglesia Estatal Capitalista. NO SON LO MISMO.
EliminarEl primero es anti-estado, anti-capitalismo, anti-esclavitud, etc.. y el segundo es "el Estado disfrazado de religión", cometiendo delitos EN SU NOMBRE, para "DESTRUIR LA RELIGIÓN", puesto que la religión, más allá de misticismos es "adhesión al bien" en actos, algo que molesta mucho al Poder.
Félix no explica tal cosa porque SE SUPONE que sus lectores CONOCEN la diferencia entre Cristianismo e Iglesia.
Las explicaciones que se han dado a la cooperación entre el clero islámico y las autoridades militares de la colonia están pésimamente razonadas, para mi que se trata de un ejercicio de preconcepción ideológica lleno de prejuicios y adoctrinamiento. ¡Por favor!
ResponderEliminarLas cosas son o fueron mucho más lógicas y claras que tanta basura doctrinal ideológica tratando de equiparar al Islam y sus "ulemas" exegetas a una especie de cuadrilla de belcebús anti-humanidad y anti-pueblo, siendo que los ulemas islámicos son los personajes más populares que existen en el mundo islámico. Las cosas fueron mucho pero que ,ucho más sencillas.
Las fuerzas "poopulares" de la entidad colonial española, a la sazón la II República, igual que en la Península, también pusieron bombas y quemaron mezquitas en los años previos al alzamiento militar de la Junta de Salvación (de la República, en sus primeros meses). Conocidos por los ulemas los principios ideológicos de tales quemadores de mezquitas, sabedores de su odio a la religión, su proyecto de estalinizar también el mundo islámico acabando pues con la libertad religiosa, de comercio, de desplazamiento y otras tantas libertades implícitas en el sistema islámico de gobierno, no tenían otra opción. ¿O es que la "República" había tenido en algún momento la más mínima intención de "liberar" Marruecos de la Colonia? Puestos a ser dominados por los izquierdistas o por los derechistas, el clero islámico decidió conforme a su propia exégesis coránica y sobre todo con el objetivo de no ser aniquilados, en absoluto como se dice en el artículo "para sojuzgar al pueblo". Es ridículo que se hagan estos análisis pre-juiciosos y pre-concebidos cuando la realidad salta a la la vista. Para eso no hacía falta consultar archivos ni bibliotecas, se dibuja la historia a nuestra conveniencia y se cierran los ojos y los oídos a la lógica y a las evidencias. Gracias por prestarme atención-
Decir que "el Islam vino en el año 711 contra la revolución civilizadora de la Alta Edad Media peninsular, en ascenso desde al menos el siglo VII" es ignorar completamente el marco civilizatoria del siglo VIII, puesto que no tan solo el Islam no vino a destruir ningún logro civilizatoria de la cristiandad peninsular sino todo lo contrario, es en territorio islámico donde se institucionalizan todos los adelantos civilizatorios de la cristiandad (por poner un ejemplo el arco de herradura de la cristiandad visigótica se enaltece y exporta a todo el mundo islámico mientras que en los territorios cristianos se prohíbe por las autoridades eclesiáticas pro- francas). En Europa por aquel entonces lo que predonminaba era el semi-esclavismo de la sociedad feudal propia de los francos y el Islam lo que trajo a la Península fue el renacimiento con 7 siglos de anticipación, motivo por el cual no fue necesario dicho periodo como lo fue en el resto de Europa. ¡Que no se nos vaya la olla!
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