Es
previo advertir que para dialogar con quienes apoyan al chavismo hay una
condición, que condenen la tortura en Venezuela. Aquellos que callan al
respecto no son personas honorables y, desde luego, no son interlocutores
válidos.
El chavismo, o “socialismo
del siglo XXI”, ha entrado en su etapa final. Hoy es un movimiento desacreditado,
agotado, que tiene ante sí dos modos de acabar, perder las próximas elecciones
o hacer frente a un levantamiento popular. Incluso si logra sobrevivir su tercera
opción es irse haciendo más y más gris, represivo, casposo.
En sus orígenes fue un proyecto forjado por el
ejército y el gran capital, estatal y privado, para impulsar a Venezuela al
rango de potencia ascendente, desde la situación de país dependiente. Eso
demandaba un cierto nivel de conflicto con EEUU, usar los ingresos petroleros
para sobornar a algunos sectores populares, vincularse a las grandes potencias
ascendentes, China y Brasil sobre todo, pactar con la gran burguesía comunista
cubana, desatar una ola de demagogia populista e incluso urdir una extravagante
teoría sobre un supuesto cambio social, la “revolución
bolivariana”.
Chávez, ante todo, fue teniente coronel del ejército
venezolano y el chavismo es una forma de intervencionismo militar. Había que
acumular y concentrar el capital, potenciar la empresa multinacional
venezolana, extraer un máximo de beneficios monetarios del petróleo, lograr la
paz social interior y buscar nuevos aliados internacionales, lo que incluía
entregar “ayudas”, en dinero y especie, a grupos y personalidades amigas en
diversos países, el nuestro entre ellos…
El chavismo mantuvo el régimen parlamentarista y
partitocrático, consciente del callejón sin salida que es una tiranía de
partido único, como Cuba, China o Vietnam, lo que fue inteligente. Pero el
parlamentarismo, en todas sus manifestaciones y en todos los países, es una
dictadura política, porque en ella el pueblo no gobierna. En Venezuela lo hace
el partido chavista, que es también el conglomerado de la nueva burguesía que
acumula capital a la sombra del Estado.
El proyecto chavista incluye concentrar el capital
en las multinacionales y en la industria petrolera, lo que ha desatendido la
industria ligera, artesanía y agricultura, productoras de medios de vida para
la población, siendo esto una de las causas del actual desabastecimiento. Al
mismo tiempo, la política monetaria que realiza, si bien permite el rápido
enriquecimiento de Maduro y sus gentes, es negativa para adquirir alimentos y
otros recursos en el exterior.
Ha sacrificado las necesidades básicas de las clases
modestas a la acumulación de capital. Y ha encanallado hasta tal punto a una
buena parte de aquéllas que las personas ahora se matan entre sí por un puñado
de billetes, perdido todo civismo, respeto, hermandad y criterios éticos. Esto
es lo peor que ha hecho el chavismo.
Ahora Venezuela está endeudada con China, Brasil y otros
países, y el régimen ya no puede derramar sus dádivas ponzoñosas entre la plebe
con la generosidad de antaño. Su proyecto de “construir el socialismo” con los ingresos por petróleo que le
proporcionan el mercado mundial ha fracasado.
Quizá lo que más ha lanzado a las gentes trabajadoras
contra el chavismo es su populachería, mesianismo, matonismo, sordidez, mentiras,
totalitarismo y clasismo, sin ignorar la fortísima represión policial y los escandalosos
privilegios de la nueva burguesía chavista. Por eso el pueblo ha salido a la
calle a verse las caras con los grupos parapoliciales de extrema derecha que
aquél financia, y con su aparato represivo.
Quienes le apoyan irreflexivamente, incluso cuando
tortura a los presos políticos, ahora han de gestionar sus ruinas. Tienen
experiencia, pues llevan muchos años haciéndolo con otras ruinas, de Cuba a Bolivia.
Con el derrumbe de la Unión Soviética en 1991, y luego con la conversión de
China en la gran potencia mega-capitalista del siglo XXI, toda una teoría y
práctica del pretendido cambio social revolucionario ha manifestado ser un enorme
fiasco.
La liquidación política del chavismo favorece el ir construyendo
un nuevo proyecto y programa para la revolucionarización integral de las
sociedades. Porque quienes loan al chavismo son los mismos que aquí siguen
fascinados por las propuestas socialdemócratas para mantener el capitalismo con
nuevas formas. Los enemigos de la revolución lo son allí respaldando al
chavismo y aquí negando lo más decisivo, que se necesita una revolución total,
que ponga fin al poder del capital y el artefacto estatal, que renueve el
sistema de valores, que permita la autoconstrucción del sujeto, que favorezca
una nueva espiritualidad, que rehumanice nuestras vidas y que construya una
sociedad libre, autogobernada y autogestionada.