domingo, 25 de mayo de 2014

CHAVISMO. EL FINAL


Es previo advertir que para dialogar con quienes apoyan al chavismo hay una condición, que condenen la tortura en Venezuela. Aquellos que callan al respecto no son personas honorables y, desde luego, no son interlocutores válidos.

El chavismo, o “socialismo del siglo XXI”, ha entrado en su etapa final. Hoy es un movimiento desacreditado, agotado, que tiene ante sí dos modos de acabar, perder las próximas elecciones o hacer frente a un levantamiento popular. Incluso si logra sobrevivir su tercera opción es irse haciendo más y más gris, represivo, casposo.

En sus orígenes fue un proyecto forjado por el ejército y el gran capital, estatal y privado, para impulsar a Venezuela al rango de potencia ascendente, desde la situación de país dependiente. Eso demandaba un cierto nivel de conflicto con EEUU, usar los ingresos petroleros para sobornar a algunos sectores populares, vincularse a las grandes potencias ascendentes, China y Brasil sobre todo, pactar con la gran burguesía comunista cubana, desatar una ola de demagogia populista e incluso urdir una extravagante teoría sobre un supuesto cambio social, la “revolución bolivariana”.

Chávez, ante todo, fue teniente coronel del ejército venezolano y el chavismo es una forma de intervencionismo militar. Había que acumular y concentrar el capital, potenciar la empresa multinacional venezolana, extraer un máximo de beneficios monetarios del petróleo, lograr la paz social interior y buscar nuevos aliados internacionales, lo que incluía entregar “ayudas”, en dinero y especie, a grupos y personalidades amigas en diversos países, el nuestro entre ellos…

El chavismo mantuvo el régimen parlamentarista y partitocrático, consciente del callejón sin salida que es una tiranía de partido único, como Cuba, China o Vietnam, lo que fue inteligente. Pero el parlamentarismo, en todas sus manifestaciones y en todos los países, es una dictadura política, porque en ella el pueblo no gobierna. En Venezuela lo hace el partido chavista, que es también el conglomerado de la nueva burguesía que acumula capital a la sombra del Estado.

El proyecto chavista incluye concentrar el capital en las multinacionales y en la industria petrolera, lo que ha desatendido la industria ligera, artesanía y agricultura, productoras de medios de vida para la población, siendo esto una de las causas del actual desabastecimiento. Al mismo tiempo, la política monetaria que realiza, si bien permite el rápido enriquecimiento de Maduro y sus gentes, es negativa para adquirir alimentos y otros recursos en el exterior.

Ha sacrificado las necesidades básicas de las clases modestas a la acumulación de capital. Y ha encanallado hasta tal punto a una buena parte de aquéllas que las personas ahora se matan entre sí por un puñado de billetes, perdido todo civismo, respeto, hermandad y criterios éticos. Esto es lo peor que ha hecho el chavismo.

Ahora Venezuela está endeudada con China, Brasil y otros países, y el régimen ya no puede derramar sus dádivas ponzoñosas entre la plebe con la generosidad de antaño. Su proyecto de “construir el socialismo” con los ingresos por petróleo que le proporcionan el mercado mundial ha fracasado.

Quizá lo que más ha lanzado a las gentes trabajadoras contra el chavismo es su populachería, mesianismo, matonismo, sordidez, mentiras, totalitarismo y clasismo, sin ignorar la fortísima represión policial y los escandalosos privilegios de la nueva burguesía chavista. Por eso el pueblo ha salido a la calle a verse las caras con los grupos parapoliciales de extrema derecha que aquél financia, y con su aparato represivo.

Quienes le apoyan irreflexivamente, incluso cuando tortura a los presos políticos, ahora han de gestionar sus ruinas. Tienen experiencia, pues llevan muchos años haciéndolo con otras ruinas, de Cuba a Bolivia. Con el derrumbe de la Unión Soviética en 1991, y luego con la conversión de China en la gran potencia mega-capitalista del siglo XXI, toda una teoría y práctica del pretendido cambio social revolucionario ha manifestado ser un enorme fiasco.


La liquidación política del chavismo favorece el ir construyendo un nuevo proyecto y programa para la revolucionarización integral de las sociedades. Porque quienes loan al chavismo son los mismos que aquí siguen fascinados por las propuestas socialdemócratas para mantener el capitalismo con nuevas formas. Los enemigos de la revolución lo son allí respaldando al chavismo y aquí negando lo más decisivo, que se necesita una revolución total, que ponga fin al poder del capital y el artefacto estatal, que renueve el sistema de valores, que permita la autoconstrucción del sujeto, que favorezca una nueva espiritualidad, que rehumanice nuestras vidas y que construya una sociedad libre, autogobernada y autogestionada.

domingo, 18 de mayo de 2014

25-M LA ABSTENCIÓN COMO REPUDIO DEL SISTEMA


Los aparatos estatales crecen y crecen, y con ello aumenta la falta de libertad y el parasitismo. Las instituciones de la Unión Europea son su cuarta expresión, tras el organismo central, las autonomías y los ayuntamientos.
        
Cantidades enormes de dinero son gastadas en mantener a la perversa casta partitocrática afincada en Bruselas, instrumento del imperialismo alemán. En las elecciones del 25-M la izquierda y la derecha pelean por las decenas de miles de puestos y cargos muy bien remunerados que ofrece la UE. En sus pendencias ya no hay ideología, ni menos aún espíritu de servicio, ética y honradez, sólo codicia, voluntad de poder, hedonismo y arribismo de grupo y personal. Todos y todas las candidatas se despepitan por conseguir unos ingresos tan fabulosos como los de Magdalena Álvarez, jerarca feminicida de la izquierda.

Los partidos, sean de izquierda o de derecha, son meras corporaciones de negocios y aparatos de dominación que buscan su bien particular, contra el pueblo, contra los pueblos. Todos, los de izquierda igual que los de derechas, están financiados por las instituciones y la banca, a quienes deben obediencia. Las campañas electorales son gigantescas operaciones de mercadotecnia, carísimas, que violentan la libertad de conciencia de la gente común por medio de un adoctrinamiento colosal.

Una sociedad fundamentada en el aleccionamiento de las masas, sin libertad de conciencia, es tiránica, liberticida, falsamente democrática. Y las elecciones realizadas en esas condiciones son no-libres. Por ejemplo, no permiten que la opción, legítima, de la abstención consciente, responsable y cívica, aparezca en los grandes medios de comunicación, en lo que es una desvergonzada violación de la libertad de expresión y del derecho de cada persona a recibir todos los enfoques e idearios políticos, expuestas en condiciones de razonable igualdad de oportunidades.

La falta de libertad política y el omnipresente adoctrinamiento de masas están erosionando decisivamente la calidad de la persona, contribuyendo a crear y mantener la sociedad actual, de los seres nada, de la aniquilación de lo humano.

No se trata, por tanto, de que estas elecciones y estos partidos sean negativos. Lo es todo el sistema político. El parlamentarismo es una forma de dictadura política, en la que el pueblo es suplantado por los partidos políticos y la libertad interior de la persona por la manipulación de las mentes, siendo las elecciones una parodia que permite “elegir” a unos sujetos que son simples títeres de los poderes fácticos, funcionariales, económicos, académicos, mediáticos, militares y pedantocráticos. Así no puede formarse de manera libre, informada y juiciosa la voluntad política de cada persona y de toda la sociedad.

Votar, incluso en blanco, es validar el sistema. Se trata de repudiarlo en su totalidad y en su raíz con la abstención consciente, responsable y cívica.

Abstenerse es dar un paso hacia una necesaria revolución política integral, en la que la gente común conquiste la libertad, la soberanía, la democracia y el autogobierno, en un orden con libertad de conciencia, política y civil, en el que sean las clases populares, directamente y no por supuestos representantes, las que deliberen, formulen, tomen, realicen y fiscalicen la totalidad de las decisiones en todos los ámbitos de la vida social.

Abstenerse en avanzar hacia la recuperación de la virtud cívica y los deberes cívicos, que son entrega desinteresada, esfuerzo no remunerado, sentido ético, voluntad de servicio y participación directa, no delegada, en la vida política, por amor al bien público y afecto hacia los demás.

Para ampliar lo expuesto en este artículo recomiendo la lectura de cuatro de mis libros, “La democracia y el triunfo del Estado”, “Crisis y utopía en el siglo XXI”“Pensar el 15-M y otros textos” y “Seis estudios” (en particular el capítulo “El parlamentarismo como sistema de dominación”).

miércoles, 14 de mayo de 2014

“LA DESVENTURA DE LA LIBERTAD. JOSÉ MARÍA CALATRAVA Y LA CAÍDA DEL RÉGIMEN CONSTITUCIONAL ESPAÑOL EN 1823” Pedro J. Ramírez



         La publicación de este libro, así como la significación que le ha otorgado la “clase política”, recomiendan prestarle atención. No es la primera vez que su autor, cabeza de fila de la derecha en el decisivo poder mediático, cultiva el género historiográfico, pues ya lo hizo con “El primer naufragio. El golpe de Estado de Robespierre, Danton y Marat contra el primer parlamento elegido por sufragio universal masculino”, 2011.
        
A su presentación en el Ateneo de Madrid, el pasado 8 de mayo, acudió no sólo la derecha, con Esperanza Aguirre, Ana Botella, F. Jiménez Losantos y otras personalidades, sino también la izquierda, con José Bono y J.L. R. Zapatero, además de otros muchos notables.
        
El acto fue decepcionante. La pericia oratoria estuvo por los suelos, tanto como la calidad de los contenidos, un gris manoseo de lugares comunes sobre historia y política. Tal vez la más tediosa de las intervenciones fue la de Carmen Iglesias, historiadora estrella del statu quo, quien con su descuido verbal y falta de originalidad llevó al público a la somnolencia. Tampoco Ramírez destacó, ofreciendo una pieza oratoria más política y presentista (aunque lo negase) que histórica y bien fundada. La concurrencia estuvo formada por escoltas, periodistas y gentes de la tercera edad.
        
Una primera conclusión se impone. Si estos personajes son quienes han de aportar conocimientos, ejemplaridad y orientaciones a la sociedad podemos esperar lo peor. No saben hablar, y ni siquiera manifiestan voluntad de hacerlo decorosamente. Lo que exponen es un ramplón uso instrumental del pasado para operar políticamente en el presente. La autonomía de la historia respecto de la política, imprescindible para que aquélla sea, es conculcada.

El acto y el libro son una expresión de la decadencia de nuestra sociedad y la mediocridad general, del modo cómo los valores de objetividad, verdad, esfuerzo, servicio, visión a largo plazo, innovación, virtud cívica, entrega desinteresada y voluntad de excelencia han sido extinguidos.

Ramírez hace una historia centrada en lo ínfimo y en lo insignificativo, sin atender a las grandes cuestiones que son el fundamento de los hechos históricos, en este caso del Trienio Constitucional, o Liberal, 1820-1823. Toma partido por los gobiernos del Trienio, en especial por su último jefe, Calatrava, y hurga en los documentos de la época para averiguar por qué fue fallido el primer régimen liberal (pero no democrático) español. Cree hallar la clave en la felonía de Fernando VII, el personaje negativo por excelencia de su obra.

Para urdir una explicación tan simplificada deja en un segundo plano lo más decisivo, que las clases populares rechazaron con vehemencia el orden constitucional, por tanto la Constitución de 1812. Fue el pueblo quien se opuso a aquél y a ésta, con la palabra y con las armas desde 1821, efectuando insurrecciones en los diversos territorios, que ya a comienzos de 1823 tenían al régimen del Trienio, liberticida e incluso genocida, a la defensiva, cercado en las grandes ciudades y fortalezas militares, sin poder efectivo sobre la mayoría del espacio peninsular.

Lo hicieron porque la Constitución de 1812, y la totalidad del régimen liberal reforzaba y ampliaba la dictadura de las oligarquías estatales y funcionariales, en particular del ejército. Porque introducía el capitalismo. Porque expoliaba los bienes comunales, negaba las formas asamblearias de autogobierno, destruía la cultura de tradición oral, imponía el semi-esclavista régimen salarial, construía el patriarcado, cargaba de impuestos a la gente modesta, finiquitaba la autonomía de los municipios, reforzaba el poder del alto clero, introducía las quintas y agredía a las lenguas, leyes y culturas de los pueblos con personalidad propia.

Ramírez interpreta mal la invasión de Angulema y sus Cien Mil. No vino a sofocar al liberalismo sino a protegerle. Gracias a él la insurrección popular no resultó totalmente victoriosa.  La conclusión que extrajeron las mentes más lúcidas de las élites mandantes es que todavía no era el momento de imponer la dictadura constitucional y liberal, que había que esperar, porque aún no había fuerza suficiente para vencer estratégicamente a las clases modestas de la ciudad y, sobre todo, del campo.

Frente a todo esto las idas y venidas de los Calatrava, Angulema, Riego, Argüelles y demás, sin olvidar al “rey felón”, son poca cosa, ruido de fondo que acompañaba al hecho decisivo, la épica pelea popular por sus libertades contra el hiper-despotismo liberal y constitucional.

Ramírez, sobre todo en la intervención oral, se refiere al sentido político actual de su estudio histórico. Al citar la Constitución actual, la de 1978, no deja lugar a dudas. Propone reformarla, llamando a una confluencia entre derecha e izquierda para realizar un nuevo texto constitucional a través de un proceso constituyente auspiciado por la izquierda y la derecha, lo que fue apoyado por Esperanza Aguirre y José Bono, presentes. Eso incluye trocar al “rey felón” actual por su heredero.

En consecuencia, lo del Ateneo fue de facto un acto político, y sólo formalmente la presentación de un libro de historia. La presencia de Zapatero debe ser comentada. Éste, presidente del gobierno español en 2004-2011, es portavoz de la izquierda “radical”, así como de las y los devotos de las religiones políticas, que le ayudaron a ganar las generales en 2004 (en circunstancias sobremanera extrañas) y que fueron ampliamente recompensados después, con leyes femenicidas, cargos, empleos, subvenciones y otras sinecuras, de ahí que incluso hoy le sigan ofreciendo homenajes.

El libro de Ramírez prueba que en el análisis de nuestro pasado inmediato la derecha dice lo mismo, esencialmente lo mismo, que la izquierda. No hay diferencias entre ellas, salvo que la derecha todavía se esfuerza un poquito en cultivar el análisis histórico, aunque ya vemos con qué resultados, y la izquierda únicamente piensa en las reivindicaciones monetarias, en ampliar el consumo y el bienestar zoológico bajo el capitalismo. La renuncia de la izquierda a lo transcendente, a todo lo que signifique saber, cultura, elevación y actividad del espíritu, expresa su desintegración. No le interesa la historia, sólo consumir más, y no tiene ya apenas a nadie que se ocupe de ella. Eso indica que está en descomposición.


Frente a una derecha y una izquierda inciviles, reaccionarias, institucionales, pancistas e intelectualmente agotadas es necesario abrir caminos. Caminos para el saber cierto, el respeto por la verdad, la no instrumentalización de la historia, la transformación revolucionaria de la sociedad, la hegemonía de lo humano, el final de las religiones políticas, la pujanza de la vida espiritual y la autoconstrucción del sujeto. De ahí que la idea, proyecto y programa de una revolución que ha de ser integral, total, siga siendo nuestra esperanza, en oposición a la derecha y a la izquierda.

martes, 6 de mayo de 2014

EN EL TERCER ANIVERSARIO DEL 15-M

       


Lo que parecía, sólo hace 3 años, una “gran fiesta de la libertad” ha devenido una triste casi nada, del que la inmensa mayoría de quienes fueron sus principales actores han desertado. Ciertamente, subsisten algunos proyectos salidos de él que desempeñan una función positiva, y para bastantes personas fue una experiencia formativa y liberadora, pero como herramienta de, al menos en la intención, de transformación social hace mucho que está agotada. Hoy es ya historia.

El naufragio del 15-M ha decepcionado y desorientado a un gran número de personas, que ahora viven retiradas a la esfera de lo privado. Ha creado un reflujo formidable de los movimientos, los compromisos, las ilusiones y los proyectos, una parte de ellos positivos aunque no todos, por el peso de las ideas socialdemócratas. Ha impulsado, con su fracaso, a cientos de miles hacia salidas egotistas e individualistas. Esa situación, nada favorable, tardará años en ser superada, sobre todo si no se ofrece una elucidación fundamentada de lo acontecido.

        
Frente a todo ello, que es verdad pero es sólo un aspecto, hemos de afirmar, una vez más, la positividad del 15-M en contra del hiper-criticismo, el nihilismo y los guetos. Al hacerlo me remito a mi trabajo “Pensar el 15-M” (publicado en el libro “Pensar el 15-M y otros textos”).

El Movimiento del 15 de Mayo de 2011 fue un audaz y creativo ensayo dirigido a buscar vías nuevas y originales para la transformación de la sociedad, cuando ya están del todo agotadas y muertas las propuestas de los obrerismos decimonónicos. Dando de lado las infaustas vías institucionales, parlamentaristas y partitocráticas, convocó a las gentes a tomar las plazas, a encontrarse en asambleas, a mirarse a los ojos, a debatir juntos, a buscar hermanadamente remedios a los males sociales y de la persona.

Dando de lado las jefaturas y las jerarquías, creyendo únicamente en la auto-organización y el compromiso conscientes, atrajo a decenas de miles de personas a las acampadas y a las asambleas, suscitando una maravillosa corriente popular y multitudinaria de entusiasmo desinteresado, compromiso personal y esfuerzo altruista. Durante meses puso al poder constituido a la defensiva, atrayendo la simpatía de millones de personas en todo el mundo.

Se demostró que es posible constituir un gran movimiento popular sin contar con el “anticapitalismo” institucionalizado, financiado por la banca y por el Estado. Puso en claro que la política puede ser muchísimo más que un bronco y sucio forcejo por más escaños y más empleos institucionales suculentamente remunerados.

En un momento en que se necesita idear y articular una estrategia para la superación revolucionaria de la sociedad actual el 15-M fue un paso en esa dirección. Por ello aportó experiencias útiles que, cuando sean convenientemente evaluadas y asimiladas, serán valiosas para ir diseñando dicha estrategia.

Por todo ello, aunque ahora la tendencia es a olvidar lo que fue y significó dicho Movimiento, hay que sostener que muchas de sus aportaciones y enseñanzas son y serán útiles para idear y articular nuevas respuestas populares en la calle al régimen de dominación y a sus agentes institucionales.

¿Qué podemos aprender, tres años después? Sin ánimo de exhaustividad, se señalarán algunos aspectos.

Uno. La insuficiencia radical de las grandes movilizaciones y los montajes espectaculares. Se necesitan, además y sobre todo, minorías conscientes y pensantes que trabajen por el cambio social y personal, indiferentes a lo espectacular, masivo y bullangero. La clave está en lo cualitativo, no en la cantidad.

Dos. Si algo ha enseñado el 15-M es lo decisivo de la valía y calidad de las personas. En él ha fallado el sujeto, el ser humano. En las actuales condiciones ya no pueden hacerse cambios sociales sin realizar una revolucionarización paralela del individuo. Éste ha de autoconstruirse, tarea que ya no admite aplazamientos.

Tres. Las asambleas pusieron al descubierto la pobreza cognoscitiva e intelectual de nuestra sociedad. Por tanto, tenemos que dotarnos de un saber cierto, asentado en la experiencia, no en rancios dogmatismos, vetustos panfletos y sospechosos saberes académicos, para transformar la sociedad. La debilidad e impropiedad de los contenidos hizo inviable el Movimiento a los pocos meses de nacer.

Cuatro. La vía posibilista y reformadora que adoptó a partir de un momento el 15-M, que parecía tan “realista” era la más irreal porque no tenía en cuenta que nuestra sociedad, y el resto de las europeas, ya no pueden proporcionar mejoras tangibles, pues la crisis iniciada en 2008 significa el fin tendencial de una era, precisamente la del reformismo institucional como práctica. En este terreno los resultados son concluyentes: lo conseguido como reformas ha sido muy pobre, prácticamente cero.

Cinco. En el movimiento faltó una idea unificadora transcendente. Era pueril la creencia de que bastaba con ocupar las plazas y hacer asambleas para forzar al statu quo a ceder, a conceder. La ausencia de una noción impulsora del esfuerzo colectivo, que incorporase todo lo esencial en un bloque programático único, fue uno de los fallos fundamentales. La idea de revolución integral podría haber cumplido esa función.

Seis. La ilusión de lo fácil, divertido y cómodo ha sido cuestionada por el desenlace final del 15-M. Para quienes buscaban frívolamente vivir una experiencia de “contestación social” aquél quizá haya sido satisfactorio pero para los que ansiaban transformar realmente la sociedad el desenlace final ha resultado traumático. Esperemos que las categorías de complejo, abnegado y difícil se abran ahora paso en las conciencias. Sin ellas nada puede realizarse.

Siete. La asamblea digna de tal nombre es otra cosa. El 15-M ha banalizado y frivolizado el concepto mismo de la asamblea, reduciéndola a una reunión de personas que charlan sobre esto o lo otro, sin propósitos definidos y sin vínculos previos que las unifiquen entre sí. Al unirse a ello el resto de los problemas señalados lo que ha resultado es un descrédito de la asamblea.

Ocho. El 15-M no ha sido, en lo principal, destruido por la represión, simplemente se ha destruido a sí mismo, al carecer de los elementos mínimos necesarios para existir y perdurar. Esto es de una gravedad notable, pues viene a significar que nuestra sociedad está muerta, y que las gentes que la habitan son, por el momento al menos, inhábiles para trabajar por la propia emancipación.

Nueve. El 15-M fue el proyecto transformador de la juventud urbana, generalmente con estudios superiores o medios. Fracasado, dicha juventud se ha retirado a la busca de soluciones individuales, desde la emigración al extranjero hasta la subsistencia personal en la economía sumergida. Los efectos que todo esto tendrá en nuestro futuro están por ver, pero hoy suscita bastante inquietud.

Diez. La meta ha de ser la transformación integral de la sociedad, del individuo y del sistema de convicciones y valores, la revolución integral. En cuanto el 15-M abandonó su idea original, dar una respuesta de cambio revolucionario a la totalidad de la vida colectiva, para centrarse en reivindicaciones de reformas, se desmoronó. Las experiencias del futuro que se inspiren en el 15-M han de ser, ante todo, revolucionarias, totales e integrales, no reformadoras, corporativistas o posibilistas.


La evaluación autocrítica sobre el 15-M, a efectuar en el presente, pone al descubierto algunas de las nociones claves necesarias para revolucionarizar las sociedades contemporáneas, autoconstruir al ser humano y avanzar hacia una gran mutación axiológica, o en los valores. Trabajar en esa materia es importante, labor que ha de ser, en lo más básico, de tipo personal. Quienes estuvieron implicados deberían de realizar su propio balance, alcanzando una explicación propia de lo que fue el Movimiento, de sus lados fuertes y débiles y, también, de los procedimientos para lanzar iniciativas similares en el futuro.


El 15-M es ya historia pero sus enseñanzas serán parte decisiva del futuro.