miércoles, 14 de marzo de 2018

EL TIEMPO DEL COMPROMISO Y LA ACCIÓN HA LLEGADO

    En todos los países europeos continua, incluso aceleradamente, la descomposición de los factores de estabilidad, control social y conformismo impuestos al terminar la II Guerra Mundial. La decadencia económica, demográfica y cultural de Europa, su reducción a una potencia mundial de rango menor, va unida a la inicial desintegración de las instituciones estatales, ideologías de adoctrinamiento y formaciones políticas que llevan tres cuartos de siglo sirviendo al orden político-jurídico constituido y a la gran empresa. La juventud europea, la poca que existe debido a que la biopolítica institucional impide (prohíbe) tener hijos, contempla con temor y agobio el futuro. Sabe que no tendrá, ni de lejos, el nivel de consumo de sus padres. Es más, se está constituyendo una sociedad de la pobreza y la escasez, que vivirán en toda su áspera realidad quienes hoy tienen menos de 40 años.

   Europa avanza hacia una crisis colosal, por múltiple e integral, similar a la que tuvo lugar a partir del siglo III de nuestra era. Ésta sacudió al aparato de poder romano y culminó en la revolución popular de la Alta Edad Media (siglos V al VIII/X), uno de los acontecimientos más magníficos y civilizadores de la historia de la humanidad. La segunda mitad del siglo XXI será decisiva para los pueblos europeos, pero lo que en ella acontezca, para ser positivo, tiene que prepararse desde ahora.

   Entender que están madurando las condiciones -objetivas y de la conciencia- para una gran mutación social y personal, es la precondición de adoptar un compromiso personal con la libertad, la verdad, la justicia, el bien moral y la virtud (cívica y personal). Es decir, con la revolución. Quienes contemplan lo por venir con temor se equivocan pues, aunque va a haber mucho sufrimiento, éste no será mayor que el padecido en el actual periodo de perverso bienestar zoológico, ausencia de libertad individual-colectiva, amoralidad inducida desde arriba, mentiras académicas y mediáticas y trituración de la esencia concreta humana. En cuanto el actual repunte alcista de la economía se disipe, en unos años, los muchos y graves problemas estructurales de las sociedades europeas se pondrán de manifiesto. Y con ello el antagonismo entre dominadores y dominados estallará.

   Lo medular de lo que está ya llegando y llegará mucho más en los próximos decenios, es la posibilidad real de efectuar una revolución total-holística europea que sea la refundación de Europa y la salvación de su cultura sobre bases populares, comunales, asamblearias, de libertad para las mujeres (sin neo-patriarcado estatólatra y feminicida), de realización plena de la persona, de eticidad y verdad suficientes, con recuperación por actualización de todas la culturas y todas las lenguas de Europa, hoy condenadas a la extinción conforme a la meta alevosa de constituir una “nación europea” hegemonizada por el imperialismo germano.

   Son los actuales poderes gobernantes, el bloque de Estados agrupados en la Unión Europea, bajo la dirección del ente estatal alemán, los que tienen ante sí un futuro incierto, de manera que están implementando diversas estrategias para no sólo sobrevivir sino además mantener el rango de gran potencia. En las presentes condiciones de inestabilidad e indeterminación, que se mantendrán durante decenios, lo decisivo es situarse del lado de la revolución, rechazando todas las propuestas y “soluciones” institucionales, sean de derecha o de izquierda. Hay que dar de lado al poder constituido para conformar una comunidad popular consciente, estructurada y combatiente. Así es: el pueblo (que se concreta en los diversos pueblos europeos) y no el Estado, (que es sinónimo de capitalismo), ha de ser el todo.

   Ante la gran crisis social en desenvolvimiento las elites mandantes europeas se están dividiendo. Al lado de los viejos y cada dia más desacreditados artilugios progresistas e izquierdistas emergen nuevas formas de política institucional, a las que se tilda de populistas, o incluso de extrema derecha. De ese modo la controversia y la confusión crecen día tras dia, con el desmoronamiento de las viejas certezas y el débil afianzamiento de las nuevas. Tales condiciones son excelentes para el arraigo popular del ideario y programa revolucionarios. El distanciamiento e incluso repudio masivo del progresismo y la izquierda tienen un fundamento muy real, que su sistema se puso en evidencia y desacreditó en la crisis de 2008-2014, cuyos efectos no se han superado y se irán acumulando con los de la próxima depresión económica, en lo que va a ser una escalera descendente tramo a tramo, que lleva a la pobreza y el desamparo a las clases trabajadoras europeas. La quiebra irreversible del Estado de bienestar, el gran “logro” de la izquierda (aquí lo implantó Franco en 1963), es determinante en todo ello.

  Ni el viejo progresismo ni el nuevo populismo “justiciero” pueden ser apoyados, pues no son más que dos variantes de política del poder. El pueblo, para llegar a ser, debe situarse fuera de las políticas de todos los partidos, fuera de las instituciones, fuera del parlamento, fuera de las autonomías, fuera de los ayuntamientos. Fuera es en la calle, allí donde transcurre la vida real. Quienes están en las instituciones forman parte del poder, parte del sistema capitalista, por tanto, son los enemigos de la revolución.

   Lo peculiar del Reino de España es la fuerza que aún posee el progresismo, la izquierda y las religiones políticas. Se debe a la forma cómo se hizo el paso del régimen franquista al parlamentarista, por un acuerdo desigual entre el aparato franquista y el Partido Comunista (con el PSOE de fuerza auxiliar), que otorgó a la izquierda un poder inmenso, en los aparatos mediáticos, en la universidad, en los sindicatos, etc. Dado que entonces el Partido Comunista protegió eficazmente al capitalismo y al régimen franquista renovado de una posible revolución popular, las fuerzas institucionales (el ejército, la gran banca, los cuerpos de altos funcionarios, la casta intelectual, las potencias europeas, etc.) continúan apostando por la izquierda como sostenedora número uno del orden constituido, a pesar de que en el resto de Europa aquélla es ya una corriente en desintegración. Aquí la izquierda ha creado una red clientelar tan colosal que la permite subsistir, por el momento. Pero su suerte, en lo estratégico, está echada.

   La decrepitud del montaje mediático-político acaudillado por Iglesias (heredero del Partido Comunista, el partido español burgués-estatista-fascista por antonomasia del siglo XX) en sólo dos años, a pesar de los miles de millones de euros invertidos en él por la gran banca y el Estado, indica que, en efecto, los días del izquierdismo y las religiones políticas están contados. Se comprende, pues la izquierda española ofrece a los pensionistas lo perpetrado por ella en el gobierno de Grecia (40% de reducción de las pensiones en dos años), a las mujeres la reproducción de su situación en Irán y al conjunto de la población el estado de cosas de Venezuela… De hecho, los planificadores institucionales ya están pensando en otra alternativa, más acorde con el populismo de derechas en auge en todo Occidente. Eso iría mucho más allá de sostener a Ciudadanos, tan carca como indigente e insustancial en lo programático e ideológico, por lo que de poco va a servir al sistema cuando la crisis apriete.

   Hay que comprender que los populismos son la ultimísima invención de los estrategas del Estado/Estados para controlar política e ideológicamente a las masas en las nuevas condiciones de transición hacia una situación de desintegración y caos, para que no se pasen a posiciones revolucionarias. No son mejores que el senil progresismo o el vetusto izquierdismo, y se reducen a proporcionar consuelo verbal a las multitudes, diciendo a éstas lo que desean oír, a la vez que continúan con la vieja política progresista y las arcaicas recetas socialdemócratas. Ciertamente, la derecha hoy tiene mucho más nivel intelectual que la izquierda, y personas mejor preparadas, de manera que se está haciendo el enemigo político principal de la revolución popular integral. En el resto de Europa ya lo es, igual que en EEUU, pero aquí todavía no.

   Mientras tanto, los prebostes de la manipulación planificada de las masas en España se están sirviendo, a falta de algo mejor, del feminifascismo financiado por el Ministerio de Igualdad y la derecha en el gobierno de Madrid con cientos de millones de euros anuales. Aquél, que es una forma de fascismo adecuado a los nuevos tiempos, está lanzado a explotar demagógicamente el descontento de las mujeres. La meta es hacer de ellas uno de los  fundamentos del presente orden dictatorial constituido, así como de degradarlas a masa laboral dócil y sumisa, hiper-explotada. Ello tiene poco de novedoso pues se reduce a repetir en las condiciones actuales lo que hizo Franco con la Sección Femenina de Falange, operación determinante para ganar la guerra civil y luego mantenerse cuatro decenios en el poder, al proporcionar al régimen un apoyo mujeril de masas bastante significativo. Pero hoy tal operación carece de futuro, por la contradicción tan aguda que hay entre las desvergonzadas promesas y las raquíticas realizaciones, por la determinante presión de la emergente realidad sociológica y por la enorme cantidad de antinomias irreconciliables que incorpora. Es más, ello se volverá contra sus neo-patriarcales operadores/as, pues el lugar de las mujeres de las clases popular es la revolución.

  Así pues, aceptemos el desafío: si han convocado a las mujeres vamos a derrotarles en ese terreno. Del mismo modo que en dos años hemos desactivado y vencido al montaje mediático-político (mostrando que su caudillo es el Santiago Carrillo de hoy día), en un tiempo similar e incluso menor podemos tener una estrategia, proyecto y programa para las mujeres que las sitúe en el centro de la acción revolucionaria.

   Todo sistema de dominación se sustenta en dividir al pueblo, a ser posible enfrentándolo entre sí. La separación entre hombres y mujeres es la fractura principal, la que más y mejor asegura la persistencia y continuidad de cualquier orden de dominación. Con tal propósito se inventó el patriarcado y se introdujo en los códigos de leyes decimonónicos. Y ahora, derrotado y obsoleto tal sistema, el Estado se propone implantar el neo-patriarcado, para, entre otras meta, realizar la ruptura más radical entre mujeres y varones, a fin de triturar a cada uno de ellos por separado, impidiendo que la crisis de la formación social europea desemboque en revolución popular. Por eso hay tantísimo dinero para “las políticas de género”, donado por la gran empresa y por el ente estatal. Derrotar al neo-patriarcado es realizar la reconciliación entre hombres y mujeres, sobre la base del afecto mutuo y el mutuo servicio, con derechos y deberes por ambas partes, con respeto y equidad, desde lo que cada uno es, para vencer a los enemigos comunes, sobre todo al Estado, que en el código civil de 1899 estatuye la normativa legal del patriarcado. Quién miente a las mujeres diciéndoles que son los hombres en general y no el Estado los responsables de su peculiar opresión, del patriarcado, es feminazi pues, como todos los nazis, ataca al pueblo para proteger al Estado.

   Vayamos al asunto del compromiso. Éste, ante todo, es compromiso personal, una elección y una decisión del sujeto, realizadas desde su autonomía interior y libertad de conciencia. Resulta de un detenerse y pararse, de un recogerse consigo mismo y estar en silencio, reflexivamente, durante un tiempo, para elegir el lugar del yo en el caos social por venir, el cual, de una manera inicial, ya está aquí.

   El fundamento de una estrategia revolucionaria es tratar con objetividad y verdad los grandes asuntos del tiempo presente, aquellos que determinan la existencia y el obrar de las gentes, para ofrecer una respuesta que sea otra y opuesta a las del poder constituido, que son siempre varias aunque iguales en lo esencial.

   El libro para el fomento de la moralidad popular que un equipo de amigos hemos editado recientemente se titula “Ética y revolución integral. Reflexiones para una sociedad convivencial”. La clave está en el subtítulo: se propone contribuir al avance hacia una sociedad convivencial, hacia un orden en el que las relaciones entre las personas se fundamenten en el afecto, la amistad y la simpatía, en la cortesía, la mutua ayuda y el servicio de unos a otros, en la alegría de estar juntos y tratarse con cariño. Esto es lo natural entre los seres humanos, aunque el Estado, para realizar la voluntad de poder, impulsa la guerra de todos contra todos (que ahora tiene su más fúnebre expresión en la guerra de los sexos, institucionalmente subsidiada), y el capitalismo, que con el fin de concentrar la propiedad y la riqueza en manos de unos pocos, establece la competencia. Frente a todo ello la revolución escoge la convivencia.

   Así pues tenemos que estudiar la convivencia en sus manifestaciones existenciales más importantes, si está ausente para introducirla y si es existente para reforzarla. La comunidad popular tiene que superar su actual atomización, que deja al individuo sólo y aislado, por tanto, inerme e impotente, ante los poderes constituidos, rebajado de sujeto a objeto en la gran conmoción social que Europa va a padecer, que está padeciendo ya. Dicho en plata: el pueblo tiene que estar unido y vertebrado por medio de lazos relacionales resultantes de aplicar a la vida diaria la cosmovisión del amor. Eso le hará temible para los tiranos políticos y económicos.

   Dos elementos son cada vez más necesarios: 1) individuos de calidad, para que en lo por venir, duro y complejo, se tengan a sí mismos, superando la soledad antológica del ser nada, 2) una comunidad popular estructurada relacionalmente, por tanto, soberana, combatiente, civilizadora, moral, reculturada, autónoma, comunal en lo económico y democrática-concejil en lo político, con afectuosa reconciliación entre los sexos, apta para prescindir del Estado y para reducir a cosa del pasado al capitalismo.

   La cosmovisión de lo cordial y amoroso está en conexión con el ya antes mencionado trato perverso que el Estado está otorgando, a través de las jaurías financiadas por el PP, a los problemas de las mujeres, de las que desea hacer criaturas entregadas al odio y la violencia. Así pues, la cuestión femenina se eleva a materia fundamental, en todas sus concreciones. En oposición al proyecto estratégico institucional, dirigido desde el Ministerio de Igualdad, consistente en sustituir el patriarcado por el neo-patriarcado, en el cual el “pater familias” es el Estado (sistema mucho más feminicida que el primero, si cabe), hay que realizar la el proyecto de unir a las mujeres de las clases populares con la revolución, por tanto con los varones de su misma condición social. Unirlas, también, contra las mujeres del poder, de la patronal, de la partitocracia maquiavélica, del nuevo fascismo feminazi. Sin duda, la denuncia de la explotación de la mujer por la mujer en la empresa capitalista feminizada es una de las grandes tareas del momento. 

   En esta cuestión vamos a aceptar el reto lanzado y derrotar a la reacción estatal, partitocrática de derecha-izquierda y empresarial, así como a sus jaurías. El libro del que soy coautor, “Feminicidio, o autoconstrucción de la mujer”, se establecen los dos caminos, el del actual feminicidio institucional neo-misógino y neo-patriarcal o el de la conquista de la autonomía y soberanía de la mujer sobre sí misma, que se autoconstruye en libertad en el seno de la comunidad popular combatiente. Por eso dicho libro ha suscitado el odio de las jaurías, quienes le ha convertido en una obra perseguida, excluida de las librerías y muy difícil de encontrar, debido a la censura feminazi, es decir, neonazi. Quien no entienda que el feminazismo es uno de los principales nazi-fascismos del siglo XXI no está comprendiendo gran cosa de la realidad actual…

   Tratemos ahora de la emigración. Ha llegado el momento de abordar este asunto con objetividad y verdad, cuando en todo Europa las gentes se están movilizando en contra de las políticas de abastecimiento gratuito a la gran empresa multinacional europea de mano de obra barata traída (robada) de otros continentes, en lo que es una reedición cínica y desvergonzada de la trata de esclavos de siglos precedentes. Ya no intimidan tanto como hace unos pocos años las acusaciones institucionales de “racismo” a quienes denunciamos el vigente neo-tráfico de esclavos, el expolio de sus gentes a los países pobres, que hace a éstos aún más pobres, pues las personas son la riqueza fundamental. Así pues, se dan las condiciones para poner en evidencia a los agentes del capitalismo que están a favor del hecho migratorio, desmontando sus falacias. Gracias a los emigrantes los muy ricos de Europa se han hecho todavía más ricos, y ahora están usando su riqueza como arma contra los pueblos europeos (también contra los de los demás continentes, pues la emigración fortalece notablemente al imperialismo europeo, que sin ella estará ya muy debilitado), para negarnos a todos, autóctonos y foráneos, la libertad civil, haciéndonos aún más sometidos: esa es una de las consecuencias de la emigración. Por eso los plutócratas, en particular los alemanes, que son los peores de todos, financian a la izquierda española pro-emigración.

   Dicho sea de paso, esta izquierda es un lugar privilegiado de acumulación de capital, debido a la masa colosal de numerario que recibe de fuentes e instituciones diversas: los teofascismos musulmanes, Venezuela, Alemania, el CNI, el ejército español, el banco de Santander, el Ministerio de Igualdad, Soros, numerosas Fundaciones de las principales empresas multinacionales, etc., etc., etc. En eso reside el todo de su poder de atracción, que hoy se reduce a su capacidad para otorgar a los suyos empleos y prebendas bien remunerados, cuando no directamente negocios y dinero, y ello sin olvidar la corrupción que practica, con más impunidad que la derecha debido a que es más necesaria para el Estado. Sus jefas y jefes son prostitutas políticas. Ya lo fueron los capitostes del Partido Comunista en la Transición (1974-1978), cuando se vendieron a buen precio al Estado franquista, que gracias a ellos se reconvirtió en “democrático” sin tener que responder ante el pueblo/pueblos por sus muchos y espantosos crímenes. En esos años la confluencia y coincidencia entre el fascismo de derechas y el fascismo de izquierdas se manifestó con claridad. Hoy unas 100.000 personas, como poco, medran monetariamente con su militancia en la izquierda, constituyendo un neo-funcionariado/nueva burguesía dispuesta a todo para continuar enriqueciéndose. La izquierda estalinista es hoy la contrarrevolución y el fascismo, como lo fue en el Frente Popular, cuando lanzó a los cuerpos represivos a asesinar a cientos de trabajadores, y más aún en la guerra civil, donde no sólo persiguió y dio muerte a anarquistas y al POUM sino sobre todo a muchos miles de antifascistas sin partido. Orwell lo comprendió muy bien.

   Así pues, hay que mostrar la miseria de la política neo-negrera, pro-capitalista también en esto, de la izquierda. Lo cierto es que el capitalismo no ha realizado ninguna de sus metas o tareas fundamentales (y la emigración es de las más decisivas para él) en los últimos ciento cincuenta años sin servirse de la izquierda, que es su agente principal en el seno de las clases trabajadoras. Desde que Marx diseño un sistema de hiper-capitalismo “perfecto” en sus escritos, sus seguidores han estado en la labor de construir dicho orden aberrante, por más que sus realizaciones prácticas, dada la ignorancia colosal de aquél así como su mediocridad intelectual, hayan sido catastróficas, además de haber desacreditado de una forma muy grave la idea y el ideal revolucionario. Por todo ello ya no hay futuro para la izquierda, si se considera el asunto en su perspectiva estratégica. Sí lo hay, por el contrario, para el ideario de la revolución popular integral.

   Al tratar el problema migratorio debemos hacerlo desde el respeto, el afecto y la comprensión hacia los emigrantes concretos, en tanto que personas, aunque sin incurrir en paternalismos protectores neo-racistas, por tanto, exigiéndoles que asuman sus responsabilidades y respondan por sus errores. Quienes han venido a servir al imperialismo europeo, es decir, todos los emigrantes trabajadores, deben admitir su responsabilidad y pensar en ir retornando a sus países, a hacer la revolución allí, para que nadie tenga que salir de su tierra forzado por la miseria. Es la revolución, y no el emigrar para integrase en la sociedad de consumo europea, la solución. La revolución es universalista y planetaria, y cada persona debe comprometerse con ella principalmente allí donde tiene sus raíces.

  La cuestión de la globalización necesita de un estudio y tratamiento extenso y completo. Es presentado como un hecho económico cuando es, ante todo, una estrategia implementada para concentrar el poder y la propiedad a escala planetaria, dividiendo el mundo en una minoría muy reducida, ultra-poderosa, y una gran mayoría progresivamente empobrecida y expropiada. La constitución de poderes por encima de los Estados actuales, como es la Unión Europea, se encamina a la creación de una tiranía planetaria unificada, un gobierno mundial totalitario que, al concentrar y centralizar en sí un enorme poder y fuerza, está en condiciones de sobre-dominar, de aplastar, a todos los pueblos del planeta y a todos los individuos ajenos a la élite mandante. Con ello, la diferenciación clasista entre la persona media y los amos del mundo se está expandiendo exponencialmente. Al mismo tiempo, eso lleva a la desaparición de todas las lenguas y todas las culturas.

   El “procés” en Cataluña ha mostrado que no existe solución para los pueblos oprimidos de Europa dentro de la estructura de la Unión Europea, bajo el capitalismo, con el régimen de Estados/UE hoy imperante. Ha sido Alemania, su clase empresarial y sus altos funcionarios, los que más brutalmente han exigido que la dominación de España (que hoy es la suya) se mantenga. Así pues, la liberación nacional de Cataluña es parte, objetivamente, de un proceso revolucionario que ponga fin a las estructuras estatales y capitalistas. Por eso mismo, la casta partitocrática de Barcelona que ha organizado la parodia del “procés”, muy probablemente tras pactarlo con el gobierno de Madrid, no puede aportar nada positivo al esfuerzo emancipador del pueblo catalán, pues al situarse al lado del capitalismo y al negar la revolución hace imposible aquél. Las fuerzas políticas que se dicen “anticapitalistas”, las CUP y otras, se han manifestado en los hechos como meros peones del maquiavélico juego partitocrático Barcelona/Madrid, como una expresión de reformismo burgués inofensivo y de españolismo de facto, en la forma de un “independentismo” tan de pega, tan falso, como el de los jerarcas de la Generalitat.

   Acabada la ingeniosa representación teatral denominada “procés” se dan las mejores condiciones para determinar una estrategia revolucionaria en Cataluña, la única que puede realizar la salvación de la lengua catalana de su muy probable liquidación en una o dos generaciones. Sólo la revolución puede hacer posible la continuidad, que necesariamente ha de ser su refundación en las condiciones del siglo XXI, de la nación catalana. De otro modo, ésta, que es una de las muchas creaciones populares magníficas de la revolución altomedieval, al constituirse en los siglos VIII al IX en el Pirineo oriental, desaparecerá en el presente siglo. Esto no puede ser entendido por el “independentismo” burgués o estatolátrico, menos aún por el partitocrático (que es, como se ha dicho, una parodia urdida en sintonía con el gobierno español), y en consecuencia no puede ser evitado por ellos. La causa reside en su rechazo de la noción y meta de la revolución. Dicho de otro modo, el catalanismo no-revolucionario aquí y ahora, por la misma fuerza de los hechos, deviene siempre españolismo.

   En Euskal Herria domina un estado de ánimo depresivo y pasivo, tras decenios de hegemonía de una estrategia de “liberación nacional” equivocada, que no tenía en cuenta las condiciones reales y que, además y sobre todo, no partía de lo que el pueblo vasco ha sido y es, escogiendo enfoques tercermundistas que, al menos objetivamente, contribuían a la aculturación de la comunidad popular vasca. El fracaso en la práctica de tal política ha producido un pesimismo y desmoralización enormes, cuando de lo que se trata en buena lógica es determinar cuál es la situación, qué se hizo mal y formular una estrategia nueva que permita el renacimiento de la acción popular. Euskal Herria tiene que llegar a ser lo que es, afirmándose en sí misma en las condiciones del siglo XXI, contra la globalización y la UE. Eso es aún más necesario porque la fuerza y perfidia singulares del proyecto aniquilador de los pueblos de Europa, de todos y particularmente del vasco, para crear la “nación europea”, está logrando avances sustanciales.

   El proceso aculturador afecta ya gravemente al euskera que tiene un futuro problemático, mucho más si se continua con la línea de esperarlo todo, en este terreno, de la acción institucional, ignorando la solución popular. Se ha de entender que el régimen autonómico es una parte del Estado español y que éste continúa hoy con su política secular, a saber, aniquilar el idioma de los vascos para destruir a éstos como pueblo. Sólo ha cambiado la estrategia, desde la prohibición y persecución directa, bajo el franquismo, a la actual de institucionalización y estatización del euskera. Porque la meta del poder es y será siempre la misma, extinguirlo. Únicamente el pueblo puede salvarlo, y eso ha de situarse en el contexto de una estrategia de afirmación de lo popular, que ha de culminar en una revolución popular que ponga fin a todas las estructuras de poder, estatales y empresariales.

   Quienes esperan que un futuro Estado vasco salve al euskera deberían mirar hacia Cataluña y extraer las conclusiones apropiadas tras el patético final del “procés”. Por lo demás, hay que recordar que el único Estado supuestamente vasco existente en la historia, el de Navarra en los siglos XI al XVI, ignoró y despreció, por tanto reprimió y persiguió, al euskera, de manera que éste ha sido siempre una lengua popular y jamás estatal, particularidad que la ha dotado de un vigor singular, hoy bastante debilitado. Ahora, su estatización (¡en el seno del Estado español!) ha de ser mirado con prevención o incluso con alarma.

   Para contribuir a promover un auge de lo popular en Euskal Herria, como parte del impulso a la revolución en una Europa en decadencia e incluso en lenta pero continuada putrefacción, me he atrevido a presentar hace unos meses un documento titulado “Propuesta personal de estrategia y plan de acción para Euskal Herria”. A él remito al lector o lectora interesados en esta materia.

   La globalización y el invierno demográfico, éste impuesto también desde el poder porque es mucho más barato importar emigrantes que criar mano de obra autóctona, están constituyendo una sociedad de la pobreza. Ya hoy el salario de un/una joven menor de 35 años es la mitad del que percibieron sus padres por un empleo similar. Si a eso se une la quiebra paso a paso pero sin pausa del Estado de bienestar nos encontramos con una situación en la que la lucha contra la pobreza ha de ser promovida en todas sus formas. La izquierda ha desactivado la acción combativa, para apropiársela, convirtiéndola en una caricatura dirigida a capturar votos. Es ella quien ha ido aniquilando poco a poco al 15-M hasta no dejar apenas nada, con el fin de evitar un resurgimiento de la contestación y protesta social. Una estrategia revolucionaria demanda relanzar la combatividad, en las empresas y en la calle, con el propósito de poner fin a la generalización de salarios miserables y condiciones de trabajo tremendas.

   Se ha citado a la juventud: el tratamiento de sus problemas es decisivo. Lo que el poder constituido está haciendo con los jóvenes es una monstruosidad, al encerrarlos en el sistema escolar y universitario, haciendo de ellos muertos en vida. Así les impide vivir, por tanto madurar, en consecuencia ser el sector más transformador de la sociedad. Esta nulificación planeada de la juventud va a saltar por los aires con el declive económico de Europa, al no ser posible en el futuro mantener en las condiciones de ahora el carísimo aparato escolar y académico, o cárcel-tumba para la juventud, lo que liberará un enorme potencial revolucionario. Preparemos, por tanto, tal acontecimiento.

   La culminación en la actual fase estratégica ha de ser elaborar un MANIFIESTO sobre la transformación del individuo y la sociedad concebida como revolución total. Debe ser una expresión magnífica de creatividad y vigor. Con él podremos llegar a lo hondo de las clases populares de forma multitudinaria.

   Una parte del proyecto revolucionario es la elaboración de un programa para ir estableciendo la soberanía popular, el autogobierno por asambleas, en barrios y pueblos, con expulsión de ellos de las instituciones estatales y de la gran empresa. Eso es necesario y urgente, tras la experiencia del 15-M, que manifestó la confusión existente al respecto, lo que impidió que cuajara la lucha por la conquista de la soberanía popular con todos sus atributos, entre ellos el Derecho consuetudinario, en cada lugar y sitio concreto aquí y ahora. La próxima vez en que el pueblo entre en ebullición se efectuará, pero solamente si lo pensamos y planeamos desde ahora. Eso es hacer la revolución. La acción popular en la calle no puede reducirse a exigir mejores condiciones de vida bajo el actual orden tiránico sino que tiene que dirigirse, sobre todo, a liquidar éste, a derrocarlo, para establecer un régimen de autogobierno popular con soberanía total de la gente común.

   La liquidación del capitalismo, en particular, el capitalismo concentrado de la gran empresa multinacional, resulta imprescindible para crear una sociedad de la libertad, la verdad y la moralidad. Hasta ahora tal tarea se admitía que debía ser realizada conforme a la logomaquia ignara, pedante y del todo equivocada del marxismo y sus continuaciones, que otorgaban al “Estado proletario” la tarea de “poner fin” al poder del capital. Todo ello, aplicado en numerosos países, ha llevado al fascismo de izquierdas y a un reforzamiento enorme del capital, lo que es previsible, pues el Estado, todo Estado, es el por naturaleza el sujeto agente número uno del capitalismo. Así las cosas, existe una experiencia histórica exitosa de eliminación de la gran propiedad concentrada, que es la del comunal. Éste ha existido desde el siglo V hasta hoy (aunque ya muy desnaturalizado por la revolución liberal española), y ha proporcionado un sistema de ideas, de prácticas colectivas, de modos de vida en comunidad, de prestaciones económicas básicas y de vivencias individuales en la que se ha combinado el control popular sobre los principales medios de producción con la libertad de la persona.

   Ahora, a fin de extinguir la gran empresa multinacional globalizadora, industrial, de servicios, financiera o agrícola, hay que repensar y reformular, conforme a las condiciones de nuestro tiempo, los fundamentos del régimen comunal popular tradicional, para aplicarlos a la tarea de expropiar la gran propiedad, realizando así la libertad económica y estableciendo la soberanía del pueblo sobre el quehacer productivo, suprimiendo con ello el régimen salarial en su manifestación más importante. Haremos esa reflexión y expondremos un programa económico suficientemente completo, con tal propósito. Ello nos proporcionará una ventaja estratégica enorme sobre la izquierda procapitalista que se dice “anticapitalista” para engañar a la gente.

                            Las concreciones del compromiso

   Se insistirá en ello: el compromiso es, ante todo, personal. Tiene que ser tomado a solas y aplicado primordialmente como obrar individual. El grupo no puede ser el espacio donde se disuelva y anule la individualidad sino la suma multiplicadora de las personalidades que lo compongan, pues el fundamento del colectivismo es el individualismo creador, sociable, servicial y entregado. No hay “nosotros” sin “yo”.

  El momento actual demanda dos tipos de actividades: 1) de creación de argumentos, argumentarios y propuestas sobre las cuestiones decisivas, 2) de difusión de lo así creado, que ha de ser llevado al pueblo/pueblos.

   Los grandes asuntos están ahí, sabemos cuáles son. Sabemos asimismo que tienen que ser tratados, lo que invita a la iniciativa individual: si ésta se manifiesta y realiza todo irá bien. El sujeto hiper-mutilado, o ser nada, de la contemporaneidad se fabrica introduciéndole en la psique un estado de ánimo generador de incapacidad e impotencia, de manera que se le colma de dudas sobre lo que él mismo y por sí mismo puede hacer. Así se le paraliza y anula. Pero eso carece de fundamentos, pues cada ser humano posee capacidades enormes, generalmente ignoradas por él, que es posible y necesario sacar a la luz, es decir, utilizar y aplicar. El atreverse confiando en los propios atributos innatos o naturales, y el saber que los seres humanos manifiestan lo mejor de sí mismos en las situaciones difíciles y complejas, debe animar al compromiso y la acción revolucionaria en las condiciones presentes.

   Quien busca lo fácil y descomprometido se degrada a sí mismo. El ideal socrático de autoconocimiento del yo adopta la forma específica de saberse capaz y competente, de pensarse como fuerza, inteligencia y vitalidad, como riesgo, voluntad y combate, sapiencia sobre sí que debe adoptar la forma de compromiso moral, social y político, a imitación de Sócrates, incluso poniendo en riesgo la propia vida. Eso es así para las mujeres tanto como para los varones, de ahí que no necesiten ser “protegidas” ni “ayudadas” ni “discriminadas positivamente” por el Estado neo-patriarcal. Si delegan en el Estado el esfuerzo por ser ellas mismas, aunque sea de manera mínima, se convierten (se dejan convertir) en criaturas no-libres. Quienes defienden que las mujeres necesitan “protección” especial niegan sus capacidades y son, en consecuencia, los y las machistas más feroces.

   Las grandes cuestiones arriba citadas (y otras que no se mencionan por falta de espacio pero están ahí, en la vida y la realidad) tienen que ser tratadas. Es decir: examinados y estudiados, para alcanzar conclusiones primero que todo verdaderas y por ello mismo revolucionarias. Pero no conclusiones, o propuestas, eruditas, librescas o pedantes sino que formen parte del acervo de la sabiduría popular. Lo popular es cualitativamente diferente, en sus contenidos y formas expresivas, por no hablar de su significación, intencionalidad y consecuencias, de lo académico y también de lo mediático.

   La hora de adquirir compromisos ya ha llegado, también porque nadie va a poder mantenerse al margen de las grandes conmociones sociales en maduración, cuyas primeras sacudidas son ya evidente, en particular desde la gran crisis económica de 2008-2014, que no ha sido superada sino que meramente está ahora en una fase, transitoria, de atenuación. El próximo repunte de los muchos y graves problemas estructurales que van acumulando las sociedades europeas disipará las dudas incluso de los más escépticos, y mostrará que nadie se puede quedar a un lado ni esconderse en algún “jardín” epicúreo...

   Lo cierto es que se necesitan personas que vayan asiendo reflexivamente uno o varios de los grandes asuntos de nuestro tiempo para aportar al respecto sabiduría popular, veraz y revolucionaria al mismo tiempo. Y si eso se hace grupalmente mejor todavía, siempre que el grupo no dañe o limite lo individual.

   Crear y difundir el cuerpo de argumentos, formulaciones, saberes y síntesis organizadoras acerca de las cuestiones más decisivas del ser humano y la sociedad en la hora presente  demanda, además de la labor personal, organizar Cursos, Encuentros de Estudio, Lecturas Colectivas, Encuentros Vivenciales, Actos Públicos, Conferencias y otras actividades similares, para construir bloques argumentales. En ellos tienen que ir emergiendo unos sistemas de ideas que, al fusionarse con el pueblo/pueblos, siente las bases de una intervención popular civilizadora, masiva y radical, a la que hemos denominado revolución.

   Por una curiosa paradoja la tecnología actual, Internet en concreto, permite el retorno a la cultura oral y visual, que es la específicamente popular. Los videos y audios llevan ideas y formulaciones populares al pueblo, en un interesante proceso de vaivén, que hace posible el aprendizaje y la enunciación, el recibir y el dar. Sin duda, la censura llegará a Internet, vil obrar en el que la izquierda feminazi aportará su colaboración al sistema de dominación (ya lo está haciendo), pero mientras la situación no sea extrema podemos disfrutar de las posibilidades de la Red.

   En conclusión, todo se sintetiza en dos tareas, crear ideas y popularizarlas.