En
todos los países europeos continua, incluso aceleradamente, la descomposición
de los factores de estabilidad, control social y conformismo impuestos al
terminar la II Guerra Mundial. La decadencia económica, demográfica y cultural
de Europa, su reducción a una potencia mundial de rango menor, va unida a la inicial
desintegración de las instituciones estatales, ideologías de adoctrinamiento y
formaciones políticas que llevan tres cuartos de siglo sirviendo al orden
político-jurídico constituido y a la gran empresa. La juventud europea, la poca
que existe debido a que la biopolítica institucional impide (prohíbe) tener
hijos, contempla con temor y agobio el futuro. Sabe que no tendrá, ni de lejos,
el nivel de consumo de sus padres. Es más, se está constituyendo una sociedad
de la pobreza y la escasez, que vivirán en toda su áspera realidad quienes hoy
tienen menos de 40 años.
Europa avanza hacia una crisis colosal, por múltiple e integral, similar
a la que tuvo lugar a partir del siglo III de nuestra era. Ésta sacudió al aparato
de poder romano y culminó en la revolución popular de la Alta Edad Media
(siglos V al VIII/X), uno de los acontecimientos más magníficos y civilizadores
de la historia de la humanidad. La segunda mitad del siglo XXI será decisiva
para los pueblos europeos, pero lo que en ella acontezca, para ser positivo,
tiene que prepararse desde ahora.
Entender
que están madurando las condiciones -objetivas y de la conciencia- para una
gran mutación social y personal, es la precondición de adoptar un compromiso
personal con la libertad, la verdad, la justicia, el bien moral y la virtud
(cívica y personal). Es decir, con la revolución. Quienes contemplan lo por
venir con temor se equivocan pues, aunque va a haber mucho sufrimiento, éste no
será mayor que el padecido en el actual periodo de perverso bienestar
zoológico, ausencia de libertad individual-colectiva, amoralidad inducida desde
arriba, mentiras académicas y mediáticas y trituración de la esencia concreta
humana. En cuanto el actual repunte alcista de la economía se disipe, en unos años,
los muchos y graves problemas estructurales de las sociedades europeas se
pondrán de manifiesto. Y con ello el antagonismo entre dominadores y dominados estallará.
Lo
medular de lo que está ya llegando y llegará mucho más en los próximos decenios,
es la posibilidad real de efectuar una revolución total-holística europea que
sea la refundación de Europa y la salvación de su cultura sobre bases populares,
comunales, asamblearias, de libertad para las mujeres (sin neo-patriarcado
estatólatra y feminicida), de realización plena de la persona, de eticidad y
verdad suficientes, con recuperación por actualización de todas la culturas y
todas las lenguas de Europa, hoy condenadas a la extinción conforme a la meta alevosa
de constituir una “nación europea” hegemonizada por el imperialismo germano.
Son
los actuales poderes gobernantes, el bloque de Estados agrupados en la Unión
Europea, bajo la dirección del ente estatal alemán, los que tienen ante sí un
futuro incierto, de manera que están implementando diversas estrategias para no
sólo sobrevivir sino además mantener el rango de gran potencia. En las
presentes condiciones de inestabilidad e indeterminación, que se mantendrán
durante decenios, lo decisivo es situarse del lado de la revolución, rechazando
todas las propuestas y “soluciones” institucionales, sean de derecha o de
izquierda. Hay que dar de lado al poder constituido para conformar una comunidad
popular consciente, estructurada y combatiente. Así es: el pueblo (que se
concreta en los diversos pueblos europeos) y no el Estado, (que es sinónimo de
capitalismo), ha de ser el todo.
Ante
la gran crisis social en desenvolvimiento las elites mandantes europeas se
están dividiendo. Al lado de los viejos y cada dia más desacreditados
artilugios progresistas e izquierdistas emergen nuevas formas de política
institucional, a las que se tilda de populistas, o incluso de extrema derecha.
De ese modo la controversia y la confusión crecen día tras dia, con el
desmoronamiento de las viejas certezas y el débil afianzamiento de las nuevas.
Tales condiciones son excelentes para el arraigo popular del ideario y programa
revolucionarios. El distanciamiento e incluso repudio masivo del progresismo y
la izquierda tienen un fundamento muy real, que su sistema se puso en evidencia
y desacreditó en la crisis de 2008-2014, cuyos efectos no se han superado y se
irán acumulando con los de la próxima depresión económica, en lo que va a ser
una escalera descendente tramo a tramo, que lleva a la pobreza y el desamparo a
las clases trabajadoras europeas. La quiebra irreversible del Estado de
bienestar, el gran “logro” de la izquierda (aquí lo implantó Franco en 1963),
es determinante en todo ello.
Ni el
viejo progresismo ni el nuevo populismo “justiciero” pueden ser apoyados, pues
no son más que dos variantes de política del poder. El pueblo, para llegar a
ser, debe situarse fuera de las políticas de todos los partidos, fuera de las instituciones,
fuera del parlamento, fuera de las autonomías, fuera de los ayuntamientos.
Fuera es en la calle, allí donde transcurre la vida real. Quienes están en las
instituciones forman parte del poder, parte del sistema capitalista, por tanto,
son los enemigos de la revolución.
Lo
peculiar del Reino de España es la fuerza que aún posee el progresismo, la
izquierda y las religiones políticas. Se debe a la forma cómo se hizo el paso
del régimen franquista al parlamentarista, por un acuerdo desigual entre el
aparato franquista y el Partido Comunista (con el PSOE de fuerza auxiliar), que
otorgó a la izquierda un poder inmenso, en los aparatos mediáticos, en la
universidad, en los sindicatos, etc. Dado que entonces el Partido Comunista
protegió eficazmente al capitalismo y al régimen franquista renovado de una
posible revolución popular, las fuerzas institucionales (el ejército, la gran
banca, los cuerpos de altos funcionarios, la casta intelectual, las potencias
europeas, etc.) continúan apostando por la izquierda como sostenedora número
uno del orden constituido, a pesar de que en el resto de Europa aquélla es ya
una corriente en desintegración. Aquí la izquierda ha creado una red clientelar
tan colosal que la permite subsistir, por el momento. Pero su suerte, en lo
estratégico, está echada.
La decrepitud
del montaje mediático-político acaudillado por Iglesias (heredero del Partido
Comunista, el partido español burgués-estatista-fascista por antonomasia del
siglo XX) en sólo dos años, a pesar de los miles de millones de euros invertidos
en él por la gran banca y el Estado, indica que, en efecto, los días del
izquierdismo y las religiones políticas están contados. Se comprende, pues la
izquierda española ofrece a los pensionistas lo perpetrado por ella en el
gobierno de Grecia (40% de reducción de las pensiones en dos años), a las
mujeres la reproducción de su situación en Irán y al conjunto de la población
el estado de cosas de Venezuela… De hecho, los planificadores institucionales
ya están pensando en otra alternativa, más acorde con el populismo de derechas
en auge en todo Occidente. Eso iría mucho más allá de sostener a Ciudadanos, tan
carca como indigente e insustancial en lo programático e ideológico, por lo que
de poco va a servir al sistema cuando la crisis apriete.
Hay
que comprender que los populismos son la ultimísima invención de los estrategas
del Estado/Estados para controlar política e ideológicamente a las masas en las
nuevas condiciones de transición hacia una situación de desintegración y caos,
para que no se pasen a posiciones revolucionarias. No son mejores que el senil
progresismo o el vetusto izquierdismo, y se reducen a proporcionar consuelo
verbal a las multitudes, diciendo a éstas lo que desean oír, a la vez que continúan
con la vieja política progresista y las arcaicas recetas socialdemócratas.
Ciertamente, la derecha hoy tiene mucho más nivel intelectual que la izquierda,
y personas mejor preparadas, de manera que se está haciendo el enemigo político
principal de la revolución popular integral. En el resto de Europa ya lo es,
igual que en EEUU, pero aquí todavía no.
Mientras tanto, los prebostes de la manipulación planificada de las
masas en España se están sirviendo, a falta de algo mejor, del feminifascismo
financiado por el Ministerio de Igualdad y la derecha en el gobierno de Madrid con
cientos de millones de euros anuales. Aquél, que es una forma de fascismo adecuado
a los nuevos tiempos, está lanzado a explotar demagógicamente el descontento de
las mujeres. La meta es hacer de ellas uno de los fundamentos del presente orden dictatorial constituido,
así como de degradarlas a masa laboral dócil y sumisa, hiper-explotada. Ello
tiene poco de novedoso pues se reduce a repetir en las condiciones actuales lo
que hizo Franco con la Sección Femenina de Falange, operación determinante para
ganar la guerra civil y luego mantenerse cuatro decenios en el poder, al
proporcionar al régimen un apoyo mujeril de masas bastante significativo. Pero hoy
tal operación carece de futuro, por la contradicción tan aguda que hay entre
las desvergonzadas promesas y las raquíticas realizaciones, por la determinante
presión de la emergente realidad sociológica y por la enorme cantidad de antinomias
irreconciliables que incorpora. Es más, ello se volverá contra sus neo-patriarcales
operadores/as, pues el lugar de las mujeres de las clases popular es la
revolución.
Así
pues, aceptemos el desafío: si han convocado a las mujeres vamos a derrotarles
en ese terreno. Del mismo modo que en dos años hemos desactivado y vencido al
montaje mediático-político (mostrando que su caudillo es el Santiago Carrillo
de hoy día), en un tiempo similar e incluso menor podemos tener una estrategia,
proyecto y programa para las mujeres que las sitúe en el centro de la acción
revolucionaria.
Todo
sistema de dominación se sustenta en dividir al pueblo, a ser posible
enfrentándolo entre sí. La separación entre hombres y mujeres es la fractura
principal, la que más y mejor asegura la persistencia y continuidad de cualquier
orden de dominación. Con tal propósito se inventó el patriarcado y se introdujo
en los códigos de leyes decimonónicos. Y ahora, derrotado y obsoleto tal
sistema, el Estado se propone implantar el neo-patriarcado, para, entre otras
meta, realizar la ruptura más radical entre mujeres y varones, a fin de triturar
a cada uno de ellos por separado, impidiendo que la crisis de la formación
social europea desemboque en revolución popular. Por eso hay tantísimo dinero
para “las políticas de género”, donado
por la gran empresa y por el ente estatal. Derrotar al neo-patriarcado es
realizar la reconciliación entre hombres y mujeres, sobre la base del afecto
mutuo y el mutuo servicio, con derechos y deberes por ambas partes, con respeto
y equidad, desde lo que cada uno es, para vencer a los enemigos comunes, sobre
todo al Estado, que en el código civil de 1899 estatuye la normativa legal del
patriarcado. Quién miente a las mujeres diciéndoles que son los hombres en
general y no el Estado los responsables de su peculiar opresión, del
patriarcado, es feminazi pues, como todos los nazis, ataca al pueblo para
proteger al Estado.
Vayamos al asunto del compromiso. Éste, ante todo, es compromiso
personal, una elección y una decisión del sujeto, realizadas desde su autonomía
interior y libertad de conciencia. Resulta de un detenerse y pararse, de un
recogerse consigo mismo y estar en silencio, reflexivamente, durante un tiempo,
para elegir el lugar del yo en el caos social por venir, el cual, de una manera
inicial, ya está aquí.
El
fundamento de una estrategia revolucionaria es tratar con objetividad y verdad
los grandes asuntos del tiempo presente, aquellos que determinan la existencia
y el obrar de las gentes, para ofrecer una respuesta que sea otra y opuesta a las
del poder constituido, que son siempre varias aunque iguales en lo esencial.
El
libro para el fomento de la moralidad popular que un equipo de amigos hemos
editado recientemente se titula “Ética y
revolución integral. Reflexiones para una sociedad convivencial”. La clave está
en el subtítulo: se propone contribuir al avance hacia una sociedad
convivencial, hacia un orden en el que las relaciones entre las personas se
fundamenten en el afecto, la amistad y la simpatía, en la cortesía, la mutua
ayuda y el servicio de unos a otros, en la alegría de estar juntos y tratarse
con cariño. Esto es lo natural entre los seres humanos, aunque el Estado, para
realizar la voluntad de poder, impulsa la guerra de todos contra todos (que
ahora tiene su más fúnebre expresión en la guerra de los sexos, institucionalmente
subsidiada), y el capitalismo, que con el fin de concentrar la propiedad y la
riqueza en manos de unos pocos, establece la competencia. Frente a todo ello la
revolución escoge la convivencia.
Así
pues tenemos que estudiar la convivencia en sus manifestaciones existenciales más
importantes, si está ausente para introducirla y si es existente para
reforzarla. La comunidad popular tiene que superar su actual atomización, que
deja al individuo sólo y aislado, por tanto, inerme e impotente, ante los
poderes constituidos, rebajado de sujeto a objeto en la gran conmoción social
que Europa va a padecer, que está padeciendo ya. Dicho en plata: el pueblo
tiene que estar unido y vertebrado por medio de lazos relacionales resultantes
de aplicar a la vida diaria la cosmovisión del amor. Eso le hará temible para
los tiranos políticos y económicos.
Dos
elementos son cada vez más necesarios: 1) individuos de calidad, para que en lo
por venir, duro y complejo, se tengan a sí mismos, superando la soledad
antológica del ser nada, 2) una comunidad popular estructurada relacionalmente,
por tanto, soberana, combatiente, civilizadora, moral, reculturada, autónoma,
comunal en lo económico y democrática-concejil en lo político, con afectuosa reconciliación
entre los sexos, apta para prescindir del Estado y para reducir a cosa del
pasado al capitalismo.
La
cosmovisión de lo cordial y amoroso está en conexión con el ya antes mencionado
trato perverso que el Estado está otorgando, a través de las jaurías
financiadas por el PP, a los problemas de las mujeres, de las que desea hacer
criaturas entregadas al odio y la violencia. Así pues, la cuestión femenina se
eleva a materia fundamental, en todas sus concreciones. En oposición al
proyecto estratégico institucional, dirigido desde el Ministerio de Igualdad, consistente
en sustituir el patriarcado por el neo-patriarcado, en el cual el “pater familias”
es el Estado (sistema mucho más feminicida que el primero, si cabe), hay que realizar
la el proyecto de unir a las mujeres de las clases populares con la revolución,
por tanto con los varones de su misma condición social. Unirlas, también, contra
las mujeres del poder, de la patronal, de la partitocracia maquiavélica, del
nuevo fascismo feminazi. Sin duda, la denuncia de la explotación de la mujer
por la mujer en la empresa capitalista feminizada es una de las grandes tareas
del momento.
En
esta cuestión vamos a aceptar el reto lanzado y derrotar a la reacción estatal,
partitocrática de derecha-izquierda y empresarial, así como a sus jaurías. El
libro del que soy coautor, “Feminicidio,
o autoconstrucción de la mujer”, se establecen los dos caminos, el del actual
feminicidio institucional neo-misógino y neo-patriarcal o el de la conquista de
la autonomía y soberanía de la mujer sobre sí misma, que se autoconstruye en
libertad en el seno de la comunidad popular combatiente. Por eso dicho libro ha
suscitado el odio de las jaurías, quienes le ha convertido en una obra
perseguida, excluida de las librerías y muy difícil de encontrar, debido a la censura
feminazi, es decir, neonazi. Quien no entienda que el feminazismo es uno de los
principales nazi-fascismos del siglo XXI no está comprendiendo gran cosa de la
realidad actual…
Tratemos
ahora de la emigración. Ha llegado el momento de abordar este asunto con
objetividad y verdad, cuando en todo Europa las gentes se están movilizando en
contra de las políticas de abastecimiento gratuito a la gran empresa
multinacional europea de mano de obra barata traída (robada) de otros
continentes, en lo que es una reedición cínica y desvergonzada de la trata de
esclavos de siglos precedentes. Ya no intimidan tanto como hace unos pocos años
las acusaciones institucionales de “racismo” a quienes denunciamos el vigente neo-tráfico
de esclavos, el expolio de sus gentes a los países pobres, que hace a éstos aún
más pobres, pues las personas son la riqueza fundamental. Así pues, se dan las
condiciones para poner en evidencia a los agentes del capitalismo que están a
favor del hecho migratorio, desmontando sus falacias. Gracias a los emigrantes
los muy ricos de Europa se han hecho todavía más ricos, y ahora están usando su
riqueza como arma contra los pueblos europeos (también contra los de los demás
continentes, pues la emigración fortalece notablemente al imperialismo europeo,
que sin ella estará ya muy debilitado), para negarnos a todos, autóctonos y
foráneos, la libertad civil, haciéndonos aún más sometidos: esa es una de las
consecuencias de la emigración. Por eso los plutócratas, en particular los
alemanes, que son los peores de todos, financian a la izquierda española
pro-emigración.
Dicho
sea de paso, esta izquierda es un lugar privilegiado de acumulación de capital,
debido a la masa colosal de numerario que recibe de fuentes e instituciones
diversas: los teofascismos musulmanes, Venezuela, Alemania, el CNI, el ejército
español, el banco de Santander, el Ministerio de Igualdad, Soros, numerosas
Fundaciones de las principales empresas multinacionales, etc., etc., etc. En
eso reside el todo de su poder de atracción, que hoy se reduce a su capacidad
para otorgar a los suyos empleos y prebendas bien remunerados, cuando no directamente
negocios y dinero, y ello sin olvidar la corrupción que practica, con más
impunidad que la derecha debido a que es más necesaria para el Estado. Sus
jefas y jefes son prostitutas políticas. Ya lo fueron los capitostes del
Partido Comunista en la Transición (1974-1978), cuando se vendieron a buen
precio al Estado franquista, que gracias a ellos se reconvirtió en
“democrático” sin tener que responder ante el pueblo/pueblos por sus muchos y
espantosos crímenes. En esos años la confluencia y coincidencia entre el
fascismo de derechas y el fascismo de izquierdas se manifestó con claridad. Hoy
unas 100.000 personas, como poco, medran monetariamente con su militancia en la
izquierda, constituyendo un neo-funcionariado/nueva burguesía dispuesta a todo
para continuar enriqueciéndose. La izquierda estalinista es hoy la
contrarrevolución y el fascismo, como lo fue en el Frente Popular, cuando lanzó
a los cuerpos represivos a asesinar a cientos de trabajadores, y más aún en la
guerra civil, donde no sólo persiguió y dio muerte a anarquistas y al POUM sino
sobre todo a muchos miles de antifascistas sin partido. Orwell lo comprendió
muy bien.
Así
pues, hay que mostrar la miseria de la política neo-negrera, pro-capitalista
también en esto, de la izquierda. Lo cierto es que el capitalismo no ha realizado
ninguna de sus metas o tareas fundamentales (y la emigración es de las más decisivas
para él) en los últimos ciento cincuenta años sin servirse de la izquierda, que
es su agente principal en el seno de las clases trabajadoras. Desde que Marx
diseño un sistema de hiper-capitalismo “perfecto” en sus escritos, sus
seguidores han estado en la labor de construir dicho orden aberrante, por más
que sus realizaciones prácticas, dada la ignorancia colosal de aquél así como
su mediocridad intelectual, hayan sido catastróficas, además de haber desacreditado
de una forma muy grave la idea y el ideal revolucionario. Por todo ello ya no
hay futuro para la izquierda, si se considera el asunto en su perspectiva
estratégica. Sí lo hay, por el contrario, para el ideario de la revolución
popular integral.
Al
tratar el problema migratorio debemos hacerlo desde el respeto, el afecto y la
comprensión hacia los emigrantes concretos, en tanto que personas, aunque sin
incurrir en paternalismos protectores neo-racistas, por tanto, exigiéndoles que
asuman sus responsabilidades y respondan por sus errores. Quienes han venido a
servir al imperialismo europeo, es decir, todos los emigrantes trabajadores,
deben admitir su responsabilidad y pensar en ir retornando a sus países, a
hacer la revolución allí, para que nadie tenga que salir de su tierra forzado
por la miseria. Es la revolución, y no el emigrar para integrase en la sociedad
de consumo europea, la solución. La revolución es universalista y planetaria, y
cada persona debe comprometerse con ella principalmente allí donde tiene sus
raíces.
La
cuestión de la globalización necesita de un estudio y tratamiento extenso y
completo. Es presentado como un hecho económico cuando es, ante todo, una
estrategia implementada para concentrar el poder y la propiedad a escala planetaria,
dividiendo el mundo en una minoría muy reducida, ultra-poderosa, y una gran mayoría
progresivamente empobrecida y expropiada. La constitución de poderes por encima
de los Estados actuales, como es la Unión Europea, se encamina a la creación de
una tiranía planetaria unificada, un gobierno mundial totalitario que, al
concentrar y centralizar en sí un enorme poder y fuerza, está en condiciones de
sobre-dominar, de aplastar, a todos los pueblos del planeta y a todos los
individuos ajenos a la élite mandante. Con ello, la diferenciación clasista entre
la persona media y los amos del mundo se está expandiendo exponencialmente. Al
mismo tiempo, eso lleva a la desaparición de todas las lenguas y todas las
culturas.
El “procés” en Cataluña ha mostrado que no
existe solución para los pueblos oprimidos de Europa dentro de la estructura de
la Unión Europea, bajo el capitalismo, con el régimen de Estados/UE hoy
imperante. Ha sido Alemania, su clase empresarial y sus altos funcionarios, los
que más brutalmente han exigido que la dominación de España (que hoy es la
suya) se mantenga. Así pues, la liberación nacional de Cataluña es parte,
objetivamente, de un proceso revolucionario que ponga fin a las estructuras estatales
y capitalistas. Por eso mismo, la casta partitocrática de Barcelona que ha
organizado la parodia del “procés”,
muy probablemente tras pactarlo con el gobierno de Madrid, no puede aportar
nada positivo al esfuerzo emancipador del pueblo catalán, pues al situarse al
lado del capitalismo y al negar la revolución hace imposible aquél. Las fuerzas
políticas que se dicen “anticapitalistas”, las CUP y otras, se han manifestado
en los hechos como meros peones del maquiavélico juego partitocrático Barcelona/Madrid,
como una expresión de reformismo burgués inofensivo y de españolismo de facto,
en la forma de un “independentismo” tan de pega, tan falso, como el de los
jerarcas de la Generalitat.
Acabada
la ingeniosa representación teatral denominada “procés” se dan las mejores condiciones para determinar una
estrategia revolucionaria en Cataluña, la única que puede realizar la salvación
de la lengua catalana de su muy probable liquidación en una o dos generaciones.
Sólo la revolución puede hacer posible la continuidad, que necesariamente ha de
ser su refundación en las condiciones del siglo XXI, de la nación catalana. De
otro modo, ésta, que es una de las muchas creaciones populares magníficas de la
revolución altomedieval, al constituirse en los siglos VIII al IX en el Pirineo
oriental, desaparecerá en el presente siglo. Esto no puede ser entendido por el
“independentismo” burgués o estatolátrico, menos aún por el partitocrático (que
es, como se ha dicho, una parodia urdida en sintonía con el gobierno español),
y en consecuencia no puede ser evitado por ellos. La causa reside en su rechazo
de la noción y meta de la revolución. Dicho de otro modo, el catalanismo
no-revolucionario aquí y ahora, por la misma fuerza de los hechos, deviene
siempre españolismo.
En
Euskal Herria domina un estado de ánimo depresivo y pasivo, tras decenios de
hegemonía de una estrategia de “liberación nacional” equivocada, que no tenía
en cuenta las condiciones reales y que, además y sobre todo, no partía de lo
que el pueblo vasco ha sido y es, escogiendo enfoques tercermundistas que, al
menos objetivamente, contribuían a la aculturación de la comunidad popular
vasca. El fracaso en la práctica de tal política ha producido un pesimismo y
desmoralización enormes, cuando de lo que se trata en buena lógica es
determinar cuál es la situación, qué se hizo mal y formular una estrategia
nueva que permita el renacimiento de la acción popular. Euskal Herria tiene que
llegar a ser lo que es, afirmándose en sí misma en las condiciones del siglo
XXI, contra la globalización y la UE. Eso es aún más necesario porque la fuerza
y perfidia singulares del proyecto aniquilador de los pueblos de Europa, de
todos y particularmente del vasco, para crear la “nación europea”, está
logrando avances sustanciales.
El
proceso aculturador afecta ya gravemente al euskera que tiene un futuro
problemático, mucho más si se continua con la línea de esperarlo todo, en este
terreno, de la acción institucional, ignorando la solución popular. Se ha de
entender que el régimen autonómico es una parte del Estado español y que éste
continúa hoy con su política secular, a saber, aniquilar el idioma de los
vascos para destruir a éstos como pueblo. Sólo ha cambiado la estrategia, desde
la prohibición y persecución directa, bajo el franquismo, a la actual de
institucionalización y estatización del euskera. Porque la meta del poder es y
será siempre la misma, extinguirlo. Únicamente el pueblo puede salvarlo, y eso
ha de situarse en el contexto de una estrategia de afirmación de lo popular,
que ha de culminar en una revolución popular que ponga fin a todas las
estructuras de poder, estatales y empresariales.
Quienes
esperan que un futuro Estado vasco salve al euskera deberían mirar hacia
Cataluña y extraer las conclusiones apropiadas tras el patético final del “procés”. Por lo demás, hay que recordar
que el único Estado supuestamente vasco existente en la historia, el de Navarra
en los siglos XI al XVI, ignoró y despreció, por tanto reprimió y persiguió, al
euskera, de manera que éste ha sido siempre una lengua popular y jamás estatal,
particularidad que la ha dotado de un vigor singular, hoy bastante debilitado.
Ahora, su estatización (¡en el seno del Estado español!) ha de ser mirado con
prevención o incluso con alarma.
Para
contribuir a promover un auge de lo popular en Euskal Herria, como parte del
impulso a la revolución en una Europa en decadencia e incluso en lenta pero
continuada putrefacción, me he atrevido a presentar hace unos meses un
documento titulado “Propuesta personal
de estrategia y plan de acción para Euskal Herria”. A él remito al lector o
lectora interesados en esta materia.
La
globalización y el invierno demográfico, éste impuesto también desde el poder
porque es mucho más barato importar emigrantes que criar mano de obra
autóctona, están constituyendo una sociedad de la pobreza. Ya hoy el salario de
un/una joven menor de 35 años es la mitad del que percibieron sus padres por un
empleo similar. Si a eso se une la quiebra paso a paso pero sin pausa del
Estado de bienestar nos encontramos con una situación en la que la lucha contra
la pobreza ha de ser promovida en todas sus formas. La izquierda ha desactivado
la acción combativa, para apropiársela, convirtiéndola en una caricatura
dirigida a capturar votos. Es ella quien ha ido aniquilando poco a poco al 15-M
hasta no dejar apenas nada, con el fin de evitar un resurgimiento de la
contestación y protesta social. Una estrategia revolucionaria demanda relanzar la
combatividad, en las empresas y en la calle, con el propósito de poner fin a la
generalización de salarios miserables y condiciones de trabajo tremendas.
Se ha
citado a la juventud: el tratamiento de sus problemas es decisivo. Lo que el
poder constituido está haciendo con los jóvenes es una monstruosidad, al
encerrarlos en el sistema escolar y universitario, haciendo de ellos muertos en
vida. Así les impide vivir, por tanto madurar, en consecuencia ser el sector
más transformador de la sociedad. Esta nulificación planeada de la juventud va
a saltar por los aires con el declive económico de Europa, al no ser posible en
el futuro mantener en las condiciones de ahora el carísimo aparato escolar y
académico, o cárcel-tumba para la juventud, lo que liberará un enorme potencial
revolucionario. Preparemos, por tanto, tal acontecimiento.
La
culminación en la actual fase estratégica ha de ser elaborar un MANIFIESTO sobre la transformación del
individuo y la sociedad concebida como revolución total. Debe ser una expresión
magnífica de creatividad y vigor. Con él podremos llegar a lo hondo de las clases
populares de forma multitudinaria.
Una
parte del proyecto revolucionario es la elaboración de un programa para ir
estableciendo la soberanía popular, el autogobierno por asambleas, en barrios y
pueblos, con expulsión de ellos de las instituciones estatales y de la gran
empresa. Eso es necesario y urgente, tras la experiencia del 15-M, que
manifestó la confusión existente al respecto, lo que impidió que cuajara la
lucha por la conquista de la soberanía popular con todos sus atributos, entre
ellos el Derecho consuetudinario, en cada lugar y sitio concreto aquí y ahora.
La próxima vez en que el pueblo entre en ebullición se efectuará, pero
solamente si lo pensamos y planeamos desde ahora. Eso es hacer la revolución.
La acción popular en la calle no puede reducirse a exigir mejores condiciones
de vida bajo el actual orden tiránico sino que tiene que dirigirse, sobre todo,
a liquidar éste, a derrocarlo, para establecer un régimen de autogobierno
popular con soberanía total de la gente común.
La
liquidación del capitalismo, en particular, el capitalismo concentrado de la
gran empresa multinacional, resulta imprescindible para crear una sociedad de
la libertad, la verdad y la moralidad. Hasta ahora tal tarea se admitía que
debía ser realizada conforme a la logomaquia ignara, pedante y del todo equivocada del marxismo y sus continuaciones,
que otorgaban al “Estado proletario”
la tarea de “poner fin” al poder del capital. Todo ello, aplicado en numerosos
países, ha llevado al fascismo de izquierdas y a un reforzamiento enorme del
capital, lo que es previsible, pues el Estado, todo Estado, es el por
naturaleza el sujeto agente número uno del capitalismo. Así las cosas, existe
una experiencia histórica exitosa de eliminación de la gran propiedad
concentrada, que es la del comunal. Éste ha existido desde el siglo V
hasta hoy (aunque ya muy desnaturalizado por la revolución liberal española), y
ha proporcionado un sistema de ideas, de prácticas colectivas, de modos de vida
en comunidad, de prestaciones económicas básicas y de vivencias individuales en
la que se ha combinado el control popular sobre los principales medios de
producción con la libertad de la persona.
Ahora, a fin de extinguir la gran empresa multinacional globalizadora,
industrial, de servicios, financiera o agrícola, hay que repensar y reformular,
conforme a las condiciones de nuestro tiempo, los fundamentos del régimen
comunal popular tradicional, para aplicarlos a la tarea de expropiar la gran
propiedad, realizando así la libertad económica y estableciendo la soberanía
del pueblo sobre el quehacer productivo, suprimiendo con ello el régimen
salarial en su manifestación más importante. Haremos esa reflexión y expondremos
un programa económico suficientemente completo, con tal propósito. Ello nos proporcionará
una ventaja estratégica enorme sobre la izquierda procapitalista que se dice
“anticapitalista” para engañar a la gente.
Las concreciones del compromiso
Se insistirá
en ello: el compromiso es, ante todo, personal. Tiene que ser tomado a solas y
aplicado primordialmente como obrar individual. El grupo no puede ser el
espacio donde se disuelva y anule la individualidad sino la suma multiplicadora
de las personalidades que lo compongan, pues el fundamento del colectivismo es
el individualismo creador, sociable, servicial y entregado. No hay “nosotros”
sin “yo”.
El
momento actual demanda dos tipos de actividades: 1) de creación de argumentos,
argumentarios y propuestas sobre las cuestiones decisivas, 2) de difusión de lo
así creado, que ha de ser llevado al pueblo/pueblos.
Los
grandes asuntos están ahí, sabemos cuáles son. Sabemos asimismo que tienen que
ser tratados, lo que invita a la iniciativa individual: si ésta se manifiesta y
realiza todo irá bien. El sujeto hiper-mutilado, o ser nada, de la
contemporaneidad se fabrica introduciéndole en la psique un estado de ánimo
generador de incapacidad e impotencia, de manera que se le colma de dudas sobre
lo que él mismo y por sí mismo puede hacer. Así se le paraliza y anula. Pero
eso carece de fundamentos, pues cada ser humano posee capacidades enormes,
generalmente ignoradas por él, que es posible y necesario sacar a la luz, es
decir, utilizar y aplicar. El atreverse confiando en los propios atributos
innatos o naturales, y el saber que los seres humanos manifiestan lo mejor de
sí mismos en las situaciones difíciles y complejas, debe animar al compromiso y
la acción revolucionaria en las condiciones presentes.
Quien
busca lo fácil y descomprometido se degrada a sí mismo. El ideal socrático de
autoconocimiento del yo adopta la forma específica de saberse capaz y
competente, de pensarse como fuerza, inteligencia y vitalidad, como riesgo,
voluntad y combate, sapiencia sobre sí que debe adoptar la forma de compromiso
moral, social y político, a imitación de Sócrates, incluso poniendo en riesgo
la propia vida. Eso es así para las mujeres tanto como para los varones, de ahí
que no necesiten ser “protegidas” ni “ayudadas” ni “discriminadas
positivamente” por el Estado neo-patriarcal. Si delegan en el Estado el
esfuerzo por ser ellas mismas, aunque sea de manera mínima, se convierten (se
dejan convertir) en criaturas no-libres. Quienes defienden que las mujeres
necesitan “protección” especial niegan sus capacidades y son, en consecuencia,
los y las machistas más feroces.
Las grandes
cuestiones arriba citadas (y otras que no se mencionan por falta de espacio pero
están ahí, en la vida y la realidad) tienen que ser tratadas. Es decir:
examinados y estudiados, para alcanzar conclusiones primero que todo verdaderas
y por ello mismo revolucionarias. Pero no conclusiones, o propuestas, eruditas,
librescas o pedantes sino que formen parte del acervo de la sabiduría popular.
Lo popular es cualitativamente diferente, en sus contenidos y formas
expresivas, por no hablar de su significación, intencionalidad y consecuencias,
de lo académico y también de lo mediático.
La
hora de adquirir compromisos ya ha llegado, también porque nadie va a poder
mantenerse al margen de las grandes conmociones sociales en maduración, cuyas
primeras sacudidas son ya evidente, en particular desde la gran crisis
económica de 2008-2014, que no ha sido superada sino que meramente está ahora
en una fase, transitoria, de atenuación. El próximo repunte de los muchos y
graves problemas estructurales que van acumulando las sociedades europeas
disipará las dudas incluso de los más escépticos, y mostrará que nadie se puede
quedar a un lado ni esconderse en algún “jardín”
epicúreo...
Lo
cierto es que se necesitan personas que vayan asiendo reflexivamente uno o
varios de los grandes asuntos de nuestro tiempo para aportar al respecto
sabiduría popular, veraz y revolucionaria al mismo tiempo. Y si eso se hace
grupalmente mejor todavía, siempre que el grupo no dañe o limite lo individual.
Crear
y difundir el cuerpo de argumentos, formulaciones, saberes y síntesis
organizadoras acerca de las cuestiones más decisivas del ser humano y la
sociedad en la hora presente demanda,
además de la labor personal, organizar Cursos, Encuentros de Estudio, Lecturas
Colectivas, Encuentros Vivenciales, Actos Públicos, Conferencias y otras
actividades similares, para construir bloques argumentales. En ellos tienen que
ir emergiendo unos sistemas de ideas que, al fusionarse con el pueblo/pueblos,
siente las bases de una intervención popular civilizadora, masiva y radical, a
la que hemos denominado revolución.
Por
una curiosa paradoja la tecnología actual, Internet en concreto, permite el
retorno a la cultura oral y visual, que es la específicamente popular. Los
videos y audios llevan ideas y formulaciones populares al pueblo, en un
interesante proceso de vaivén, que hace posible el aprendizaje y la enunciación,
el recibir y el dar. Sin duda, la censura llegará a Internet, vil obrar en el
que la izquierda feminazi aportará su colaboración al sistema de dominación (ya
lo está haciendo), pero mientras la situación no sea extrema podemos disfrutar de
las posibilidades de la Red.
En
conclusión, todo se sintetiza en dos tareas, crear ideas y popularizarlas.
Me gustó ese optimismo:"Quienes contemplan lo por venir con temor se equivocan pues, aunque va a haber mucho sufrimiento, éste no será mayor que el padecido en el actual periodo de perverso bienestar zoológico, ausencia de libertad individual-colectiva, amoralidad inducida desde arriba, mentiras académicas y mediáticas y trituración de la esencia concreta humana.". Muy acertado ese emplazamiento que invita a abrazar un futuro más humano y libre, frente a la cárcel en la que estamos recluidos.
ResponderEliminarDemasiado texto totalmente erróneo porque el futuro de Europa occidental es tener gobierno y sociedades mayoritariamente musulmanas
ResponderEliminarNada más prosistema y por tanto estatal que el nacionalismo, basado en enfrentar a los explotados y dominados. No entiendo la obsesión de Félix por hacer bandera de esa peste negra llamada nacionalismo. No olvidemos que el fascismo clásico era un nacionalismo revolucionario
ResponderEliminar"...por un acuerdo desigual entre el aparato franquista y el Partido Comunista (con el PSOE de fuerza auxiliar), ... Dado que entonces el Partido Comunista protegió eficazmente al capitalismo y al régimen franquista renovado de una posible revolución popular"
ResponderEliminar¿Realmente hubo algun chance para una revolucion?
Revueltas, disturbios quizas... revolucion-revolucion... no creo.
En la base de todo está el sistema: la partidocracia y la asusencia de democracia formal: representación y separación de poderes. No votes.
ResponderEliminar