Este 14 de abril debe valer para oponer la idea y el ideal
revolucionario, conforme a las condiciones del siglo XXI, a la cavernícola reivindicación
de la república oligárquica, clasista, estatal, capitalista, militarista,
colonialista, terrateniente, patriarcal, demagógica, adoctrinadora, totalitaria,
y, en consecuencia, represiva, torturadora, policiaca y sanguinaria, instaurada
bajo la dirección del ejército español tal fecha hace 87 años.
Si
la derecha española actual, al servicio del imperialismo alemán, sostiene, por
el momento al menos, a la monarquía, es la izquierda, el instrumento político más
efectivo del capitalismo y el Estado desde mediados del siglo XIX, la que
reivindica la república del máuser de 1931[1]. Es
decir, de la marca del fusil con que la guardia civil, guardia de asalto,
carabineros y ejército asesinaron casi a diario a campesinos, trabajadores
industriales y mujeres, por mandato de los gobiernos republicanos de izquierda
y derecha, del PSOE y desde 1935, del Partido Comunista.
La carnicería, ya
alarmante en 1933 y 1934, tuvo su más dramático momento con el Frente Popular,
entre febrero y julio de 1936, cuando cada día, literalmente, en algún lugar
caían muertas a tiros personas del común, sobre todo en la ruralidad[2], la
mayoría de las veces por reclamar con actos que el comunal, arrebatado violentamente
a los pueblos por el Estado, sobre todo desde la promulgación de Constitución
de 1812, les fuera devuelto. Esto era muchísimo más que una demanda económica
pues su esencia consistía en la solicitud de un modo de vida hermanado,
afectuoso, sin propiedad privada causante de conflictos interpersonales ni
aparatos de poder estatales y gubernamentales, sustentado en la ayuda mutua,
los valores convivenciales y el servicio de unos a otros por amor. Así aparece
documentado y expuesto en los capítulos que dedico a estas materias en mi libro
“Naturaleza, ruralidad y civilización”.
Los partidos y sindicatos
de izquierda (CNT y UGT), que se dicen “anticapitalistas” para ocultar que son
la expresión más virulenta de capitalismo, situados en el gobierno con el Frente
Popular, realizaron una carnicería que, en número de víctimas y malignidad
represiva, únicamente fue superada por el fascismo de Franco. Éste se
desencadenó precisamente cuando el terror del Frente Popular estaba siendo
resistido con éxito y derrotado por las clases populares, de manera que el
aparato estatal tuvo que elevar a un nivel superior su agresión genocida,
haciendo intervenir al ejército. Tal es la causa de la guerra civil.
Hasta hace muy poco la
izquierda, cuyo fundamento epistemológico es la ocultación de la realidad y la
mentira, había logrado esconder la horrorosa realidad de la II república y, más
aún, el patibulario proceder del Frente Popular. Pero eso ya no es posible, no
sólo porque mi libro expone la verdad de estos hechos sino porque se están
acumulando los estudios coincidentes.
Nos encontramos más cerca
de poder ofrecer una relación completa, o casi completa, de los actos
represivos cometidos por el Frente Popular en los meses anteriores a la guerra
civil, eso sin olvidar los efectuados por el gobierno republicano-socialista en
1931-1933. Esto es, una enumeración de la fecha y el lugar de cada
enfrentamiento, de sus causas y del número de los detenidos y los torturados,
de los heridos y los muertos a tiros. Cuando eso se haga ya no podrá ponerse en
duda la naturaleza sanguinaria y fascistoide de quienes hoy siguen enarbolando
la bandera republicana y presentándola como “liberadora”.
Mi libro, “Investigación sobre la II república
española, 1931-1936”, Potlatch
Ediciones, 556 páginas, es un avance de importancia hacia la cuantificación de
la carnicería frentepopulista (y republicana en general) pero aún está lejos de
ofrecer una relación completa. Aunque brinda datos contrastados de detenidos,
torturados y asesinados, realizando una proyección estimativa del total, no
alcanza a señalar todos los casos, ni mucho menos. Para ello yo hubiera
necesitado dedicar al asunto al menos dos años más de trabajo, a fin de ir
rastreando sobre el terreno todos los sucesos de sangre, lo que estaba más allá
de mis posibilidades.
Estudia los componentes
más importantes del episodio republicano, desde los años finales de la
Dictadura de Primo de Rivera. Muestra lo obvio, que fue el ejército quien más
se empeñó en sustituir el régimen monárquico, presidido por Alfonso XIII, por
otro republicano, inspirado en la liberticida y genocida república francesa, al
estar deslumbrado el generalato español por la naturaleza eficazmente militarista,
centralista, policiaca, patriotera y colonialista de aquélla.
Como patéticos apéndices del ejército aparecen
en escena los partidos republicanos (una fuerza insignificante hasta que aquél
los promovió), el PSOE y una parte notable del anarquismo, pues CNT sólo dio el
giro al “anti-republicanismo” cuando -oportunistamente- observó que el pueblo
trabajador combatía con enorme vigor al nuevo régimen. Luego, el anarquismo
español, muy mayoritariamente, pidió el voto para el Frente Popular, comenzando
por Durruti, ese falso revolucionario, y callando -quien calla otorga- ante
acontecimientos tan pavorosos como la matanza de Yeste (Albacete), en mayo de 1936.
Y negando de facto, en su Congreso de Zaragoza en ese mismo mes, que hubiera
una situación revolucionaria en desarrollo que demandaba eso exactamente, la
revolución. Ello prueba que el anarquismo no es una ideología revolucionaria
sino un doctrinarismo decimonónico que va a remolque del marxismo, una variante
de izquierdismo burgués.
A continuación el libro va
estudiando los asuntos más importantes del periodo republicano, en el marco del
entonces denominado “problema de España”, es decir, de la batalladora
inadecuación de las clases populares de los pueblos peninsulares a la
modernidad, siempre empresarial, estatal, capitalista y tiránica, así pues liberticida
y deshumanizadora[3].
Estudia la cuestión rural, entonces la más decisiva, poniendo de manifiesto la
gran mentira izquierdista de la “reforma agraria” republicana, que en realidad
consistió en una sucesión de matanzas de campesinos, ejecutadas desde los
primeros días del nuevo régimen, sin olvidar la burla sádica de la Ley de
Reforma Agraria de 1932.
Se ocupa también de la atroz
política cultural, militar y laboral de la II república, así como los efectos
aquí de la crisis económica mundial de 1929. Pone en evidencia la naturaleza no
sólo colonialista sino además racista del régimen republicano y de casi toda la
izquierda de la época respecto a los pueblos de Marruecos, entonces colonia
española, en particular el racismo del Partido Comunista, sobre todo de su jefa
más “carismática”, Dolores Ibárruri. Esto es de importancia hoy, debido a que
los continuadores del Partido Comunista, con su habitual inmoralidad y
desvergüenza, se presentan como abanderados de un “antirracismo” que es sólo la
nueva expresión de su racismo inherente y oceánico, ontológico, esta vez en la
forma de racismo antiblanco.
Lo principal a recoger y
rescatar hoy del periodo republicano es la pelea épica de las clases populares
rurales, que operaban con la simpatía de los trabajadores urbanos, por
recuperar el comunal y la sociedad comunal. En ese conflicto está lo básico de
su enfrentamiento con el Estado, que ocasiona una situación revolucionaria en
desarrollo desde al menos 1934.
El comunal es la
institución y, más aún, la formulación integral que permitirá liquidar el
capitalismo en las condiciones del siglo XXI. Retornar a sus fundamentos
actualizándolos, va a hacer posible la crítica del capitalismo y de su hermano
mayor, el ente estatal. Después, la eliminación de ambos para constituir una
sociedad de la libertad, la verdad, la convivencia y los valores morales, donde
la persona se autoconstruya en vez de ser, como ahora, triturada, ninguneada,
degradada, nadificada, deshumanizada. Es en el comunal y no en confusas teoréticas
pedantes e ilustradas (en realidad, más iletradas e ignorantes que otra cosa), como
el marxismo, donde está la clave del futuro.
Eso es lo a celebrar, el
14 de abril y siempre, porque eso es la revolución.
[1]
Recomiendo el visionado del video de ése título precisamente, “La república del máuser”. El modo
mejor de aprovechar este video es combinarlo con la lectura de mi libro.
[2] Por ello no es de recibo el
proceder de quienes se enrolaron en las Misiones Pedagógicas republicanas desde
1931, para “llevar la cultura a las aldeas y los pueblos”, negando que las
gentes modestas de entonces eran cultas y civilizadas de manera natural, por causa
del acervo formidable de la tradición oral autoconstruida, de manera que no
necesitaban ser adoctrinados por la repipi, monetizada e inculta intelectualidad
burguesa republicana. García Lorca, el muy manoseado y explotado icono de la
izquierda “antifranquista”, fue uno de los perpetradores de esa tropelía. Felipe
Alaiz, en “El arte de escribir sin arte”,
arguye, en tan exacta como divertida caracterización, que aquél era un “emigrante del Albaicín hacia las nóminas”,
al hacerse “director de una barraca
teatral ambulante” dedicada al
“andalucismo de pandereta”. Lorca sólo es aceptable poeta cuando se
mantiene fiel a la cultura popular andaluza, y un tostón cuando la deja de
lado. Que él, junto con el resto de la liliputiense intelectualidad republicana,
se mantuviera en silencio mientras la guardia civil torturaba y asesinaba al
pueblo trabajador por orden del Frente Popular, les pone en evidencia, a todos
ellos y no sólo a unos canallas tan obvios como Luis Buñuel, Margarita Nelken,
Victoria Kent o Rafael Alberti.
[3]
En 2016, cuando se publicó mi libro sobre la II república todavía no había culminado
la investigación de la revolución altomedieval hispana, que es la raíz de la
cosmovisión radicalmente democrática, personalista, comunitaria, vivencial,
moral y cívica propia de los pueblos del suroeste de Europa. Un año después
salió a la luz la interpretación de todo ello, a partir de la revolución
bagauda del siglo V, que tuvo como escenario a Navarra y los territorios
próximos, acontecimiento que está en la base de lo expuesto. Es exacto sostener,
por tanto, que el tipo de sociedad, y el tipo de persona, que la revolución
liberal española primero y luego la II república, el Frente Popular, el
franquismo y el parlamentarismo actual, organizado por la Constitución de 1978,
que en sanguinaria sucesión cronológica combatieron (y combate el último
citado), fue la que se constituye a partir del alzamiento popular bagauda a
mediados del siglo V. Consultar “El
Derecho consuetudinario en Navarra, de la Revolución de la Ata Edad Media al
fuero general”, contenido, en el numero extra de “Haría”, “Derecho Pirenaico/Zuzenbide Piriniarra”,
Iruñea/Pamplona 2017.
Habida cuenta de los mitos que se me derrumban tras conocer todos los datos que aportas sobre lo que fue realmente el período republicano de los años '30, no parece factible que apoye a ninguno de los dos regímenes, ni Monarquía ni República. ¿Acaso la III República sería tan cruel como su antecesora? A mi entender, el régimen monárquico está obsoleto y a sabiendas de que la República es más de lo mismo en cuanto a organigrama político, al menos se ahorrarían los gastos de partidas presupuestarias destinadas a sostener Reyes y demás séquito que no sirven para nada. Propones una organización comunal que a priori puede parecer que simpatizas con un régimen Anarquista o con el viejo sistema cantonal, que pudiera entenderse como que es la misma cosa. Por cierto, los anarquistas también hicieron “de las suyas”. En estos tiempos, creo que la Revolución carece de sentido, y más que nada porque tiene connotación de revuelta y confrontación popular entre “clases”. Personalmente resueno con otro término más acorde con estos tiempos… me gusta llamarlo Re-Evolución, debido a que entiendo que los viejos sistemas y paradigmas “caerán por su propio peso”.
ResponderEliminarAparte de la promoción de ventas por si algún despistado no sabe a quién regalar el dinero... " Ello prueba que el anarquismo no es una ideología revolucionaria sino un doctrinarismo decimonónico que va a remolque del marxismo, una variante de izquierdismo burgués." . Sin comentarios
ResponderEliminarSoy anarquista, y aún así, le doy la razón a Félix en ese aspecto. Eso es realmente el anarquismo hoy. Otra cosa es lo que debería ser o nos gustaría que fuese. Se puede cambiar, no es inevitable, pero la de mierda que habría que barrer....
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