jueves, 24 de marzo de 2016

EL CAMBIO DE LOS TIEMPOS NOS LLENA DE ESPERANZA (y III)

         El hedonismo, la ideología del placer zoológico individual, ha sido el fundamento psíquico de la sociedad de consumo con Estado de bienestar, o Estado otorgante de felicidad del estómago a la plebe. Es la compensación por padecer los horrores del trabajo asalariado. El hedonismo se manifiesta como una ideología para la disfunción global del ser humano, que en su expansión -dirigida desde el poder- arrasa los valores, destruye la ética y tritura a la persona en lo que tiene de superior, la vida espiritual.

         Los estados de angustia crónica, de depresión recurrente, de desgana existencial, de no encontrar sentido a la vida, de ir desde una enfermedad psíquico-física a otra, son consecuencia de ello. Cuando se fuerza al ser humano a una existencia antinatural y se mutila su vida espiritual (reflexiva, emotiva, volitiva y sensitiva) para hacerle hiper-sometido al poder constituido e hiper-productivo en tanto que mano de obra, es comprensible que la situación sea como es y empeore como está empeorando.

         El fundamento económico de Europa, al estar cambiando por causa de su crisis global, de su pérdida acelerada de poder y presencia mundial, cambia la ideología dominante. Ya hoy el hedonismo y su similar, el eudemonismo (la felicidad individual egoísta como meta), están en retirada. Lo que se aproxima va a dejar poco espacio a tales disvalores. La juventud sabe, o intuye, que su existencia va a ser diferente de la de sus padres, con bastante menos consumo, condiciones de trabajo más precarias y reducidos derechos sociales. La transición de la sociedad de consumo a la sociedad de escasez marcará la vida de las clases populares en los próximos decenios.

         Eso incluye, para el poder, la necesidad de reformular y hasta cierto punto romper con el sistema de ideas que ha prevalecido hasta ahora. No con todo, no con la prohibición de pensar por uno mismo, el servilismo hacia los poderosos, el odio hacia los iguales, la sustitución de la convivencia por el gregarismo asocial, el egocentrismo patológico o la cobardía y debilidad personales. Pero sí, al menos parcialmente, ha de romper con la retórica y la práctica del placerismo, la frivolidad e irresponsabilidad, la depredación consumista, la delegación de los propios deberes cívicos en las instituciones, el optimismo de orates y la fe en la doctrina del progreso.

         Todo momento de cambio forzoso crea una situación de debilidad relativa del poder constituido, en lo ideológico tanto como en lo político. Cambiar tiene cuatro momentos, uno de destrucción sistémica o parcial de lo precedente, otro de construcción, un tercero de ajuste de lo hecho y un cuarto de consolidación. Los tres primeros son azarosos y embrollados, particularmente en condiciones materiales difíciles, de manera que no hay estabilidad y plenitud hasta acceder al cuarto momento. Por eso, es posible valerse de ese estado de debilidad ideológica relativa del poder constituido, que ya es perceptible y que irá a más en los próximos años, para minar sus fundamentos y, más aún, para formular y expandir por toda la sociedad una nueva cosmovisión sobre la vida anímica del ser humano.

         Para empezar, vamos a establecer la línea divisoria con el actual orden, afirmando que lo espiritual es decisivo, por delante de las condiciones materiales. La libertad, social e individual, ha de estar, como meta, antes que el bienestar. Un orden apoyado en valores y en la moralidad es cualitativamente superior al actual, que se sustenta en el ansia de poder, la codicia y el hedonismo. El politicismo, la interpretación que tiene a la política como el todo en la mejora de la sociedad, es un desatino e incluso una aberración, al excluir la parte no-política, inmaterial y espiritual, de la existencia. Su formulación y promoción es componente decisiva del proyecto de revolución total.

         Es comprensible que cuando la sociedad consumista-hedonista se está tornando poco viable suceda lo mismo con su sistema de creencias. Pero hay más. La crisis ideológica del orden constituido abarca otros muchos asuntos. Fijemos la mirada en la decadencia del sistema educativo, en particular de la universidad. Ésta, que hasta hace muy poco disfrutaba de un prestigio indudable, hoy conoce un desmerecimiento casi universal, y creciente. Al mismo tiempo, dentro de la universidad existe una minoría, muy reducida en lo numérico pero muy valiosa en lo cualitativo, que manifiesta desazón con el uso instrumental del saber y de las prácticas educativas. Son quienes se atreven a sostener la importancia de la verdad en sí y por sí, se resisten a sumarse a la inmensa tropa de los aleccionadores y producen trabajos intelectuales de calidad. Quienes así actúan, sean o no conscientes de ello por el momento, son fuerzas en pro de la revolución integral.  Algo similar puede decirse del poder mediático, uno de los grandes poderes ilegítimos. Con todo, falta un análisis más completo de qué función tiene la verdad en nuestro tiempo, y cómo ha de ser determinada y servida, del mismo modo que falta un proyecto pedagógico integral. Faltan, pero ahora pueden hacerse.

         Reconstruir la trama reflexiva, informativa, ideológica y espiritual de la sociedad, transcendiendo el ansia de poder, la codicia y el placerismo, demanda escoger los grandes valores, que son metas y fines estratégicos: la verdad, la libertad, el bien moral, la convivencia (amor), la virtud y la responsabilidad. La caducidad de los disvalores del sistema (ocasionada sobre todo por su propia deriva declinante, por el desgaste de aquéllos tras medio siglo de frenético uso y por la acción creativa que estamos realizando), que ya está abierta, va a permitir efectuar debates sociales de alto nivel sobre las más decisivas cuestiones de la vida del espíritu en los años próximos. Ahí los partidarios de la idea/ideal de revolución integral tenemos mucho que aportar.

         El sistema de dominación europeo hoy está confuso, hasta cierto punto, sobre qué disvalores e ideologías promover, por causa de la incertidumbre de su futuro. Esa situación de relativa indefinición es excelente para el proyecto de relanzar una espiritualidad meramente natural, en la que puedan coincidir no-creyentes y creyentes, sin dogmatismos ni exclusiones, sobre la base de algunas cuestiones sustanciales, que se desprendan de lo que el ser humano es en tanto que tal, previamente a todas las creencias y a todas las doctrinas. Es la espiritualidad natural.

         Uno de los mayores extravíos de la sociedad actual es que carece de una concepción sobre el sujeto y acerca de su construcción que vaya más allá de hacer de él un mero efecto y resultante, una criatura del sistema educativo, estatal o estatal-empresarial, de los poderes mediáticos y de las estructuras de dominación, en primer lugar el salariado. El sujeto hoy es una construcción del poder y no quien se hace a sí mismo, por decisión y elección. Devolver a la persona la soberanía sobre sí, hacer de ella hechura de sí misma (como individuo y como ser social, en cooperación con sus iguales), es una de las tareas más revolucionarias de la hora presente.

         Lo dicho pone sobre la mesa, aunque sólo sea de manera tendencial, dos cuestiones. Una es la reflexión, social y personal, de qué orden axiológico es el deseable, sustentado en qué valores, adherido a qué interpretación de la moralidad, para alcanzar qué metas inmateriales. La otra es la cuestión del sujeto. La soberanía y autonomía de la persona, asentada en las nociones naturales de libertad con responsabilidad, libertad con virtud, libertad para el bien, libertad con esfuerzo, libertad desde el amor y libertad con convivencialidad, lo que lleva a la categoría básica, la de libertad de conciencia, o libertad para autoconstruirse, libertad para escogerse y ser.

         Existe la espiritualidad y la falsa espiritualidad. Hay una preocupación sincera, más o menos acertada, por la realización anímica, y a su lado prospera el supermercado espiritual, con sus negocios, sus gurús y sus sectas. Se supone, desde los años 60 del siglo pasado, que Oriente es “espiritual” y Occidente “material”, por lo que hay que inclinarse ante el primero y vituperar al segundo, sin entrar a evaluar los respectivos méritos y deméritos. Detrás de ello bullen muchas cuestiones sospechosas, en primer lugar una ofensiva, por motivos de dominación política y de nulificación, contra los componentes positivos de la cultura occidental y de los pueblos europeos, precisamente porque en su seno está la noción de la libertad de la persona y de la sociedad, de virtud personal y virtud cívica, de vida comunitaria compartiéndolo todo, de autogobierno político y autogobierno del yo por el yo en colectividad. Eso sin olvidar el rasgo distintivo y diferenciador de la cultura occidental genuina, la valoración máxima de la mujer. Ésta es la principal perdedora de la retirada y crisis de aquélla.

         Hoy, el poder económico y el poder político en Occidente se han concentrado tantísimo que ya no puede ni quiere manejarse con los elementos culturales propios. Para dar el salto a una tiranía total, para construir un mega-poder planetario, el complejo estatal-empresarial occidental, asombrosamente recrecido en los últimos cuarenta años, necesita liquidar lo positivo de la herencia cultural occidental. Esto no es nuevo. Ya ha pasado, al menos, un par de veces anteriormente. Roma se fue volviendo contra su propia cultura desde que se instauró el imperio, en el siglo I, o sea, una dictadura estatal-paternalista-homicida en progresión. La cultura pagana griega y romana fue luego acogida y amparada por el monacato cristiano revolucionario (a partir de su formación, en el siglo IV), que salvó sus textos en los monasterios populares. Una segunda experiencia es la del Estado visigodo hispano que, al considerar en peligro su horripilante dictadura, a comienzos del siglo VIII, por el avance de la revolución altomedieval, se entregó al Islam, que llegó como pavorosa fuerza de policía y represión, para realizar una contra-revolución exitosa, en el año 711, de la mano de los herederos del rey godo Witiza, el ala mayoritaria del Estado. Fue  una operación similar a la realizada por Franco 1225 años después, quien impuso un régimen fascista gracias al decisivo apoyo del clero islámico norteafricano.
        
         Hoy nos encontramos en una situación similar a las descritas. Podría decirse que los valores positivos (aunque sí los negativos, con la advertencia de que éstos, extraídos y concentrados, ya no son cultura occidental) propios de aquélla no pueden mantenerse cuando la concentración del poder político y el poder económico supera un determinado nivel. En ese caso sólo el pueblo, los sin poder, pueden mantenerlos y desarrollarlos.

         En los años 60 se hizo moda el orientalismo, casi todo él supuestamente anti-occidental. Sin hacer distinciones entre lo positivo y negativo en la cultura occidental ni en la oriental, tuvo lugar un flujo de “espiritualidad”. Consistió, sobre todo, en poses más o menos teatralizadas y en superficialidad, apostándolo todo al bienestar personal egotista, al anhelo de relajación interior con indiferencia hacia el destino del mundo y a la adhesión a un afán imposible por metafísico, la superación de todas las contradicciones. El dominio de los gurús, los atentados a la libertad personal, graves a menudo, y la naturaleza mercantil de buena parte de tales “maestros espirituales” no fue óbice para que llegase a ser un fenómeno de masas en Europa.

         Era, y es, una “espiritualidad” peculiar, sin ética, ni social ni personal, sin valores ni contenidos axiológicos, dirigida a reafirmar lo que estaba siendo promovido por el sistema, la búsqueda de la felicidad del ego, supuestamente “apolítica” y evidentemente asocial. Al fragmentar al ser humano, negando su totalidad, y al reducirse a técnicas de relajación de la mente, no cuestiona los principales factores estructurales causantes de tensión emocional y dolor psíquico, en primer lugar el trabajo asalariado pero también la vida en las ciudades, el egotismo asocial, el desplome de la convivencia por colapso de la vida colectiva, la manipulación del Estado de bienestar, la conversión del ser humano en ser nada y un largo etcétera.

         El tiempo va erosionando la hegemonía de esa dudosa espiritualidad. Veamos un caso. El conocido gurú y yogui, Ramiro A. Calle, autor de numerosos libros, entre otros “Dividendos para el alma. Cómo ser un ejecutivo eficaz y mejor persona”, “Mística oriental para occidentales. La esencia de una espiritualidad milenaria”, tiene uno especialmente iluminador, “Ingeniería emocional”, con Prólogo de Rodrigo Rato, uno de los jefes de la derecha, íntimo de Manuel Fraga, José María Aznar y Mariano Rajoy, enfangado en el desfalco de Bankia. Dicho paladín de la “espiritualidad oriental” está a la fecha pendiente de juicio por cuatro delitos financieros… Nótese lo expresivo de los títulos, que dicen bastante sobre qué es tal ideología y a quién sirve.

         No hay espiritualidad en los negocios, el dinero, el capitalismo, el Estado. La espiritualidad verdadera es un movimiento libre y autodeterminado de la persona hacia el desinterés y la magnanimidad, hacia la verdad que resulta del uso de la inteligencia, hacia la desnudez material, el servicio a las grandes causas, la autoconstrucción del yo, la libertad de conciencia y el amor hacia sus iguales, con rechazo del poder político y de la riqueza material. La supuesta espiritualidad que sirve al capitalismo occidental y oriental, convirtiendo al individuo en ejecutor “eficaz” es meramente una artimaña del poder. No es casual que uno de los más importantes diarios de la burguesía tenga un suplemento de fin de semana que se titula “Zen”. Por el contrario, la revolución es espiritualidad consecuente, porque se sustenta en el impulso de las fuerzas de la conciencia para construir el bien y la virtud como logro social-personal.

         La transformación revolucionaria de la sociedad ha de hacerse a escala planetaria, pues estamos en los tiempos de la mundialización (o globalización), por lo que ha de tener al universalismo como criterio organizador. No puede, ni debe, efectuarse sobre la base de los componentes aceptables de la cultura occidental, pues cada pueblo del mundo tiene su cultura, con la correspondiente carga de elementos positivos a desarrollar y negativos a descartar. Los pueblos de Europa no pueden dejarse aculturar, no pueden quedar confinados en el autoodio y aceptar que lo positivo de su herencia cultural sea destruido. Eso por un lado, por otro, en sus relaciones con el resto del mundo, relaciones de igualdad y no de vergüenza de sí o subordinación masoquista, han de valerse de una concepción simplemente natural de los valores y la ética, para lograr un entendimiento y efectuar una revolución planetaria, sobre la base de unos acuerdos mínimos potencialmente aceptables para todos[1]. Esta es una de las exigencias de la mundialización política y económica en curso, un reto que tenemos que aceptar y superar.

         Debemos alegrarnos de vivir en un tiempo que cierto espurio espiritualismo está en retirada. Esto ha de servir, también, para que quienes practican de corazón formas foráneas de espiritualidad auténtica, una minoría reducida pero respetable e imprescindible, entiendan que sin revolución no puede haber avances del espíritu, porque el ser humano es uno, y si la política pura no es solución tampoco lo es la espiritualidad pura. Necesitamos de un conjunto organizado, de un bloque integrador de la totalidad de lo humano, para que los valores y exigencias de la conciencia y la inteligencia se realicen. El ser humano o es concebido como un todo, de manera integral, o resulta mutilado. El tiempo del faso espiritualismo ha pasado. Ahora llega el momento del auténtico.

         Estamos en una época estupenda, en la que temibles construcciones teoréticas e ideológicas, que desde hace mucho han confundido y dañado, además de atormentado, a las personas más generosas y entregadas, se están desmoronando, refutadas por la realidad, que es la forma más contundente de hacerlo. Se derrumban las teorías, caen echas pedazos las doctrinas, se vienen a tierras los dogmatismos, naufragan las fes fanáticas, son refutadas por la experiencia misma las teoréticas esclavizadoras de las mentes. Y eso en un tiempo en que las contradicciones de lo real y los conflictos de la base material se hacen más enconados. Y en que nosotros tenemos algunas aportaciones que hacer. Esos tres factores establecen condiciones apropiadas para una revolución de la conciencia, para un ascenso del pensamiento emancipador, que sólo puede serlo si tiene a la verdad concreta-finita como sustento. Tenemos que crear verdades para nuestro tiempo, que surjan de la realidad y soporten airosamente el escrutinio de la experiencia. Verdades experienciales, con las que guiar nuestro obrar.

         Ese modo risueño de considerar la situación no niega, antes al contrario, que tan concluyentes cambios se están dando en el tiempo de la historia, no en el de la vida humana, observación que sirve para templar impaciencias, desmovilizadoras a largo plazo. Son ciclos largos de desenvolvimiento de la humanidad, que incluyen periodos de destrucción acelerada de lo viejo y caduco para abrir camino a lo posible pero no a lo necesario o inexorable. A una revolución espiritual.

         En tiempos de antinomias y luchas de opuestos, necesitamos de la filosofía. Para lograr que nuestra mente opere de forma más ajustada a la experiencia y más rigurosa, la filosofía nos es necesaria. Tenemos que ocuparnos de ella, en su expresión más incardinada en la realidad, siempre contradictoria, fluida, inextricable y, por ello, viva y fértil. Para comprender nuestro mundo en su presente-futuro, tan distinto a otros momentos de la humanidad, y para entender mejor a sus actores, las generaciones jóvenes, necesitamos de la dialéctica. La naturaleza contradictoria y bipartida de nuestra época, con amenazas tremendas por un lado (la primera de todas la liquidación definitiva de lo humano) y enormes posibilidades por otro (el lograr avances sustantivos por el camino de la revolución), exigen del pensamiento complejo.

         En resumen, los cambios que se aproximan pueden ser considerados con temor y ansiedad, y hay motivos para ello. Pero es más apropiado tenerlos como una oportunidad para realizar avances colosales en el desarrollo de formas nuevas y revolucionarias de la conciencia.  



[1] La noción de que los fundamentos de una nueva sociedad y un nuevo ser humano han de surgir de considerar a la persona como es de manera natural, tal y como ha sido hecho por la naturaleza y por la historia, se desarrolla en “Principios naturales de la moral, de la política y de la legislación”, de Francisco Martínez Marina. La obra, escrita hacia los años 30 del siglo XIX no pudo ser publicada hasta un siglo después, debido a que todos, carlistas y liberales, reaccionarios y progresistas, se oponían a ella. No quiero decir que sus contenidos sean hoy aceptables tal cual, únicamente se trata de aprehender su formulación epistemológica básica.

sábado, 19 de marzo de 2016

EL CAMBIO DE LOS TIEMPOS NOS LLENA DE ESPERANZA (II)


        Cada fase histórica tiene su sistema y sus agentes. Europa, en los años 30-50 del siglo pasado, estuvo regida por sistemas fascistas y por autócratas de extrema derecha (Churchill, De Gaulle, Adenauer, etc.). Tiempos duros. El proletariado seguía a los partidos comunistas estalinistas (fascistas de izquierda), y la intelectualidad burguesa jugaba a ser “anticapitalista”. En el exterior, el colonialismo europeo dejó paso al neo-colonialismo usufructuado por EEUU, mientras la otra superpotencia, la Unión Soviética, decaía, víctima de su propia barbarie, olvido del ser humano y tiranía.



         Los años 60 conocen un cambio en las formas de dominación y en sus actores. Desde arriba se impone el progresismo, la contracultura, los hippies y la izquierda. Todo se hace fácil, divertido, suave, frívolo… Es una estrategia hábil para contribuir a la derrota de la potencia rival, la URSS. Florecen mayos de pacotilla y en el Tercer Mundo triunfan “revoluciones” no menos sospechosas. Europa parece que va bien económicamente, crece el PIB y progresa el consumo, en una sociedad del placer y el hedonismo. Pero los fundamentos económicos de esa Europa “feliz” están inicialmente minados.



         La situación se comienza a modificar hacia 1990, cuando el paradigma de dominación instaurado treinta años antes declina. Mientras Europa se desindustrializa, convirtiéndose en un museo, las nuevas potencias emergentes, en particular las asiáticas, progresan. La mano de obra europea, devastada por el trabajo asalariado maquinizado, el consumo obsesivo, el hedonismo obligatorio, la destrucción de las forma naturales de convivencia (la familia, la vecindad, los compañeros, las amistades, etc.) y la pérdida de todo horizonte espiritual, se está viniendo abajo y está dejando de ser tan eficiente.



         Se prohíbe de facto la maternidad y la paternidad, sobre todo la primera, para expoliar la mano de obra a los países pobres, operación neo-esclavista que se justifica con grandes gritos contra el “racismo”. Lo que resulta es una demografía de pesadilla, con Europa convertida en un geriátrico. Museo y además geriátrico. A la vez, la formidable concentración y acumulación de capital en curso está arruinando a multitud de pequeños agricultores, artesanos y tenderos, que son salarizados.



La banca, fusionada con el gran capital mercantil y lo que queda de la gran burguesía industrial, lo domina todo. Este pavoroso totalitarismo económico se hace con una porción creciente de la riqueza y, por tanto, del mando global. El sujeto común, cada vez más, se siente una nada en manos de poderes descomunales, con la libertad personal perdida. Al mismo tiempo, la autoridad y presencia del Estado, con el aplauso de todo el espectro político, se incrementa también año tras año. En unos pocos decenios, si la situación sigue como hasta ahora, el artefacto estatal se apropiará tendencialmente del 100% del PIB. Será el triunfo del “socialismo”… de Estado.



         El Estado de bienestar, la gran “conquista” de la izquierda (aquí lo instala Franco en 1963…), es la sociedad-granja realizada. Con él se hace al sujeto irresponsable, asocial e incapaz de cuidar de sí mismo. Transcurrido un tiempo, el Estado de bienestar informa de que no va a poder seguir manteniendo indefinidamente a sus protegidos-dominados, por falta de fondos. Se anuncia, con ello, una hecatombe.



         El momento del derrumbamiento explícito del orden europeo estatuido en 1960-1990 es la crisis económica de 2008-2014. En desordenado tropel, muchas de las gentes que se habían creído la fabulilla sobre el bienestar económico a perpetuidad ven descender vertiginosamente su situación presupuestaria, primero a mileuristas y después a seiscientoseuristas. La juventud sobre todo. El dato, estremecedor, de que la media de los poco numerosos jóvenes entre 20 y 35 años con trabajo ingresan la mitad que sus padres a su misma edad y por actividad similar dice muchísimo sobre el presente y el futuro. Nada hay en la situación económica europea y mundial que permita suponer que esa situación pueda revertirse. Todo indica que irá a peor.



         La crisis económica reciente, por tanto, ha desautorizado un proyecto político y social que, además, llevaba muchos años descomponiéndose. Y está triturando, no sólo en Europa sino en todo el mundo, a quienes han sido sus promotores y agentes, la izquierda pro-capitalista y el progresismo burgués. Una y otro tuvieron su gran momento cuando afluían los recursos, había una demografía sana y los países emergentes eran mucho menos activos económicamente. Hoy todo se ha modificado.



         En lo que llaman España la situación tiene sus peculiaridades. Con una crisis y desestructuración social mayor que la media europea, en gran medida por culpa de Alemania (país que está realizando el proyecto de Hitler de conquista y sojuzgamiento de Europa, lo que incluye su fascistización), la persistencia del progresismo es mucho mayor. Se debe al recuerdo de la  guerra civil, a la errada percepción de que la izquierda combatió a Franco, cuando en realidad, con sus errores, brutalidades y crímenes, hizo casi tanto por la victoria de aquél como el franquismo. Por otro lado, la izquierda, en 2011, conoció una derrota electoral descomunal, y ahora su situación es más parecida a un barco desarbolado que es arrastrado por corrientes favorables que a un buque que navega por sí mismo.



         Para manejar a las masas en la crisis e implantar la anhelada solución, el modelo chino de economía, los poderes fácticos han escogido a la nueva izquierda institucional, una creación propia de última generación, aunque precipitada y un tanto chapucera. La demagogia es el todo de esa formación. Promete a gritos lo que es imposible y nadie puede realizar. Pero sus embustes y patrañas, por descomunales que sean, tienen una gran demanda popular, en especial entre la juventud, que todavía no está preparada para conocer la áspera realidad y vive en la desolación. Su hegemonía es, en un último análisis, el segundo y fugaz momento desenvolvimiento de la conciencia del histórico cambio a peor en lo económico que necesariamente ha de transitar Europa. Primero fue el 15-M. Después ha sido esta nueva izquierda.



         El 15-M prometía soluciones fáciles: bastaba con acampar en las plazas y hacer asambleas para que la situación volviera a ser la anterior a la de la crisis de 2008. Olvidó que los caminos fáciles no llevan lejos. Era el primer movimiento de añoranza del pasado inmediato, creía posible retornar a la “normalidad” del hiper-consumo anterior a 2008. Ese era su “anticapitalismo”. Fracasó. Luego vino la nueva izquierda populista. Ahora es aún más fácil: sólo es necesario votar y seguir en la tele al nuevo mesías dador de “derechos sociales” a la plebe. Tal ridiculez ya está fracasando.



         ¿Y después? La pérdida de poder de Europa occidental en el mundo es estremecedora por su intensidad y rapidez[1], y es además un proceso imparable. Quienes quieren volver al pasado se empeñan en lo que no puede ser, y en lo que además es prodigiosamente reaccionario. La salida a los problemas no es mirar hacia atrás sino hacia adelante. No está en un utópico consumismo sino en la revolución.



         El descrédito consolidado de la vía institucional de retorno a lo que ya no existe y no puede existir más, será un saludable ejercicio de realismo para las personas más avanzadas y sagaces. Entonces se abrirá el tercer momento de réplica a la crisis de la formación social europea. Constatado lo inexorable del descenso hacia la sociedad de la escasez y la penuria cada persona deberá escoger qué camino va a seguir. Lo mismo estará obligado a hacer el conjunto de las clases populares.



         Lo indudable es que el sistema de ideas, el programa y los actores políticos que han venido hegemonizando el panorama intelectual, ideológico, cultural, político, social y sindical desde los años 60 y 70 del siglo pasado ya no podrán continuar haciéndolo, o al menos tendrán que cambiar de contenidos y práctica. O dan un giro radical, convirtiendo las cañas en lanzas, la retórica izquierdista en acciones extremo-derechistas, o no les sirven al sistema de dominación, y por tanto desaparecen. Pero cuando den el giro, cuando se despojen de la máscara populista y pseudo-reivindicativa, lo que será un proceso y no un suceso puntual, estallará su conflicto con las clases populares, ya latente y bastante agudo objetivamente.



          Estamos, por tanto, en el umbral de un cambio decisivo de paradigma político, lo que se pone de manifiesto en el agotamiento múltiple del hoy existente, a nivel de todo el planeta. Pero, por las peculiaridades propias de la historia española, antes citadas, las elites del poder han decidido seguir utilizando, al menos tácticamente, los viejos instrumentos políticos. Tienen buenas razones para ello. La izquierda (PSOE y UGT) y el progresismo republicano fueron el alma de la II república, desde 1931, habilísima en ametrallar a las clases trabajadoras un día sí y otro también. El Frente Popular incluso elevó a un nivel superior esa terrible carnicería, en la primavera de 1936, siendo una sangrienta forma de anti-revolución. Durante la guerra civil, en la zona republicana la izquierda reconstruyó el Estado, que había sido destruido, y rehízo el capitalismo, que estaba liquidado. Con tal proceder, además, facilitó decisivamente la victoria de Franco. En la Transición del franquismo al parlamentarismo, la izquierda, sobre todo el PCE y los grupos marxistas-leninistas, pactaron con el régimen franquista, representado por Adolfo Suárez, la continuidad del poder constituido, haciéndose sus principales garantes en la calle. A partir de 1982 el PSOE en el gobierno gestiona maravillosamente las necesidades del capitalismo, secundado en todo lo importante por el PCE-IU. El periodo del gobierno de la izquierda presidido por J.L.R. Zapatero, 2004-2011, fue el de la apoteosis del gran capital, enmascarado tras frivolidades mil. Es lo que suele acontecer, que los tiempos de abundancia entontecen y envilecen a los seres humanos.



         Con tales antecedentes, ¿cómo extrañarse que una vez más el poder constituido se sirva de la izquierda? Pero ahora hay una peculiaridad, que los contenidos propios de ésta, tal y como se han manifestado en los últimos decenios, están en contradicción creciente con las nuevas realidades mundiales y con las nuevas necesidades del bloque Estado-clase empresarial. En 1982, por ejemplo, la izquierda lo tuvo fácil pues la crisis europea era tan inicial y leve todavía que apenas se manifestaba en la vida de la gente. Hoy la situación es diferente. Por tanto, donde entonces hubo concesiones, cesiones y limosnas hoy tiene que haber, necesariamente, recortes, pérdida de derechos adquiridos, empobrecimiento y trabajo asalariado incesante. Y represión. O sea: lo que está haciendo Syriza en Grecia, donde ejerce de extrema derecha.



         Así pues, avanzamos a buen paso hacia un enfrentamiento a cara de perro entre la izquierda populista y sectores al menos cualitativamente decisivos de las multitudes trabajadoras. En él se implicará todo el paquete de locuras, extravagancias y disfunciones del populismo izquierdista, como se han ido construyendo desde hace al menos un cuarto de siglo: las religiones políticas, el “antiimperialismo” en tanto que sumisión a los oligarcas tercermundistas y los teofascismos, el “anticapitalismo” como hiper-consumismo, la veneración ciega por el ente estatal, la cosmovisión del odio, etc. Dicha izquierda va a ser utilizada a fondo por el sistema y por tanto, se va a desgastar sustantivamente. Es más, se va a destruir, al menos es sus expresiones actuales. Ya se desplomó parcialmente en 2010-2011, y la próxima vez será mucho peor. Puede evolucionar, en efecto, hacia una forma explícita de extrema derecha (tal es la trayectoria de Syriza, por ejemplo), lo cual es probable, pero en ese giró se suicidará políticamente.



         Esa es una oportunidad para la revolución. El tránsito de Europa desde una situación estable, que ha durado medio siglo, a otra inestable, que ha de acontecer pronto, o mejor dicho, que está aconteciendo ya porque toda la realidad mundial está siendo trastocada por fuerzas emergente muy poderosas, volverá a crear nuevas y desconocidas condiciones para el fomento de estados de conciencia y prácticas sociales diferentes a las precedentes, quizá revolucionarias.



         Indudablemente, el desgaste, agotamiento y ruina de la nueva izquierda institucional, que en más o en menos será inevitable en las nuevas condiciones políticas, llevará al poder a lanzar nuevos instrumentos políticos, para disputar el control de la calle a la revolución. Pero esto tiene algunas concreciones a considerar. Apenas nada está haciendo en esa dirección por el momento; no es tan fácil poner en pie todo un programa con fuerzas organizadas operativas añadidas; en hacerlo tardará un tiempo, tiempo precioso para el avance del proyecto revolucionario; mientras tanto la pérdida de poder (también, por tanto, de poder económico) de la UE en el mundo se acelerará y con ello el socavamiento de la sociedad de consumo con Estado de bienestar europea, que el fundamento económico del orden político existente. En consecuencia, los próximos 3 ó 4 años se caracterizarán por el progresivo desenmascaramiento, enfrentamiento con las clases populares y agotamiento de la izquierda populista, que irá paso a paso situándose a la defensiva (ya casi lo está), por el ascenso de las manifestaciones de resistencia a aquélla y por la acción consciente de las fuerzas revolucionarias, que si se dotan de una buena estrategia pueden ir ganando espacios decisivos cualitativamente a la reacción izquierdista y populista.



         Derrotada e inoperante ésta, se abrirá un nuevo escenario político, en una situación más favorable para los revolucionarios. También puede suceder que no se dé con la estrategia adecuada y éstos simplemente se extravíen, yerren y pierdan la gran oportunidad que se está constituyendo. No todo está determinado, y el futuro es siempre un abanico de posibilidades, de las que hay que decidirse por una, para intentar convertirla en realidad. Esto se logra o no se logra, se logra más o se logra menos.



         El tiempo de la izquierda ha pasado. Que en España sigan aferrados a ella los poderes constituidos es un anacronismo con cierto fundamento, aunque más pronto que tarde se disipará (en Grecia lo ha hecho en un año…). ¿Qué vendrá después como política del poder? No lo sabemos (aunque una forma de extrema derecha o incluso de fascismo adecuado a las realidades del siglo XXI es lo más probable), pero sí podemos aprovechar el tiempo inmediato para disputar la hegemonía cualitativa a la izquierda pro-capitalista.



         El momento crítico para el populismo demagógico será la próxima fase descendente del ciclo económico. Ahora llevamos dos años de recuperación, parcial y tambaleante, debido a las graves disfunciones de fondo de la sociedad europea y de sus fundamentos económicos. No tardará en venir una nueva recesión, que probablemente será depresión grave, con un rápido incremento del paro, recortes en las prestaciones sociales, aumento de los impuestos, descenso de los salarios, alargamiento del tiempo y la intensidad del trabajo, incremento de la marginación social, etc. Eso será ya la sociedad de la pobreza realizada, la tercermundización progresiva de Europa en su fase inicial. En tal situación se implantará paso a paso el modelo chino de economía para realizar un nuevo ciclo de industrialización, con todos sus horrores. Entonces progresará el final del orden europeo instituido hace medio siglo, y el descrédito de sus instrumentos políticos. Eso será un cambio histórico.



         ¿Qué hacer? Los problemas de las clases populares europeas únicamente pueden ser atendidos con cuatro tipos de medidas: la lucha en la calle, el desarrollo de múltiples formas de ayuda mutua, que cada cual aprenda a cuidar de sí mismo junto con sus próximos y el ascenso de una corriente revolucionaria. No hay otra solución posible. Hoy muy pocos entienden esto pero los hechos son tozudos y harán que al menos algunos lo comprendan. En los próximos años. La primera medida demanda romper con el parlamentarismo, la segunda con la fe en el Estado de bienestar, la tercera con la reducción de la persona a ser nada, inepto, dependiente e incapaz, y el cuarto con el izquierdismo burgués.



         Esta es la tendencia principal, si bien existen y existirán multitud de factores complementarios, y algunos incluso contrarrestantes, lo que otorgará a los acontecimientos el tipo de complejidad, confusión, impredecibilidad relativa e indeterminación finita propias de los procesos reales. Pero, a través de todo ello será realizada y concretada la presión brutal sobre las pueblos europeos de las fuerzas ahora esenciales en la situación mundial.



[1] Quienes gusten del “pensamiento fuerte” podrán recrearse con la lectura de “Orden Mundial”, de Henry Kissinger. El primer cerebro del imperialismo estadounidense desde hace decenios lo expone abiertamente: hay hoy cuatro órdenes, o poderes, mundiales, el europeo, el islámico, el chino y el americano. El de EEUU es el bien absoluto, el europeo está en caída, el chino es el enemigo a batir y el islámico el aliado. ¿El precio a pagar a éste? Pues considerando que la UE es ya mera secundariedad tiene que ser entregado al aliado, a fin de que éste haga piña con el poder americano contra el orden chino. Tal significa más pobreza para los pueblos europeos, y por supuesto muchísimo más que eso. Todo para vencer a China, para que EEUU sea la potencia hegemónica al menos un siglo más. Quienes en Europa se siguen aferrando de buena fe al mantenimiento de la sociedad de consumo y del hedonismo mientras la UE decae y se hace la potencia más débil y vulnerable de todas es que han perdido la cabeza.

lunes, 7 de marzo de 2016

EL CAMBIO DE LOS TIEMPOS NOS LLENA DE ESPERANZA (I)


       La detención por corrupción del jefe del Partido de los Trabajadores de Brasil, Lula da Silva, uno de los iconos del “antiimperialismo” y el “anticapitalismo” mundial, tras sucesivas intervenciones judiciales que han llevado a docenas de dirigentes de aquel partido a la cárcel en los últimos años, puede ser tomada como el final de un periodo histórico que comenzó en 1991 con el desplome de la Unión Soviética.

         Los partidos comunistas e izquierdistas eran instrumento de que se valía el capitalismo del oeste de Europa tras la II Guerra Mundial. Desintegrada la Unión Soviética, y convertida China “socialista” en vanguardia del capitalismo, los viejos izquierdismos fueron relanzados desde arriba a partir de tres puntos programáticos, las religiones políticas, el “antiimperialismo” institucional y el “anticapitalismo” burgués. De ese modo, el estalinismo (fascismo de izquierdas) renacía de sus cenizas.

         En Latinoamérica el Partido de los Trabajadores de Brasil y el chavismo han sido los dos pilares de tal estrategia. Ahora, si el primero está atrapado en una descomunal trama de apropiación de fondos estatales y robos, el segundo agoniza a causa de un fracaso muy estridente. Dentro de esa operación de significación planetaria estuvo el ascenso de Obama, el “Mesías Negro”, a la presidencia de EEUU, hoy un político y un proyecto agotados. En Bolivia ese gran enemigo de los pueblos indígenas que es Evo Morales padece un creciente descrédito. Cuba vuelve a ser, ya explícitamente, lo que era antaño, una semi-colonia del imperio. Nicaragua por un tiempo sandinista, es hoy un extravío político y social

         El régimen de Nelson Mandela, primer agente político del capitalismo sudafricano, al que garantizó el paso del régimen de “apartheid”  al parlamentarismo para acelerar la acumulación del capital y mantener la dictadura política, se ha desenmascarado al reprimir sangrientamente las huelgas de los mineros negros, en algún caso con bastantes víctimas mortales, precisamente en minas de las que la familia Mandela es accionista… En Irán la “revolución islámica” de los ayatolas, una mojiganga sangrienta pactada con EEUU para reprimir a las clases trabajadoras alzadas contra el régimen terrorista del Sha, se desenmascara a buen ritmo, al ser la dictadura del gran capital, sobre todo del estatal, provista de formas fascistas.

         Así pues, el “antiimperialismo” burgués, ajeno a las clases populares de los países sometidos y opuesto a la revolución, está en una fase de retirada.

         En Grecia, la demagogia de Syriza y su jefe Tsipras se ha venido a tierra en un tiempo record, al estar aplicando políticas de “ajuste” todavía más duras que las exigidas por la Troika. En menos de un año ese gubernamental montaje palabrero ya ha sido combatido por los trabajadores con tres huelgas generales.

         El “anticapitalismo” concebido como hiper-consumismo, como expansión supuestamente ilimitada de las prestaciones asistenciales del Estado de bienestar en los países ricos, choca con la realidad de unas economías europeas que necesitan incrementar la acumulación de capital para mantenerse en la competición contra las potencias rivales de la UE. Lo cierto es que dicho “anticapitalismo”, una de las expresiones más toscas de la ideología burguesa, prepara las condiciones para instituir en Europa el modelo chino de economía.

         Hemos ido descendiendo de mileuristas a seiscientoseuristas y, mientras los más cualificados agentes del capitalismo en el seno de las clases populares nos calientan la cabeza con la historieta de “la función redistribuidora del Estado”, conocemos que el empresario Amancio Ortega tiene 61.000 millones de euros. Nunca han sido tan grandes como ahora las desigualdades sociales, jamás han sido, como en el presente, tan ricos los ricos y, comparativamente, tan pobres los asalariados. Quienes planean mantener ese estado de cosas por medio de una política de distribución de micro-limosnas a la plebe, para sobornarla y corromperla con unas pocas monedas, se encuentran con que la realidad les desautoriza cada día. 

         En suma, la detención de Lula es expresión del fracaso explícito del proyecto político global implementado por el imperialismo occidental tras la caída de la Unión Soviética, a fin de disponer de fuerzas políticas “radicales” a su servicio que les son imprescindibles para impedir el desarrollo de las corrientes revolucionarias. Dicha estrategia ha ofrecido buenos resultados a sus creadores durante 25 años, pero ahora está en retirada, desacreditada y cuestionada. Que haya sido el poder judicial y policial brasileño quien ha actuado contra Lula indica que su partido e ideología ya no son una fuerza útil al capitalismo, lo que se explica por su colosal agotamiento y desprestigio.

         ¿Qué ha sido de las religiones políticas? Ese descomunal montaje violento y totalitario, de naturaleza estalinista, destinado a imponer a viva fuerza las necesidades fundamentales del ente estatal y la clase patronal a las multitudes, está asimismo en reflujo. Sus agentes se han manifestado como componentes esenciales del poder al mismo tiempo que muy ávidos recaudadores de subvenciones estatales y empresariales. Además, sus dementes enunciaciones sujetas a la prueba de la práctica están siendo cuestionadas y refutadas. La evolución de la sociedad en su base, sociológicamente diríamos, hace astillas los atroces dogmatismos de tales creencias obligatorias. Finalmente, la denuncia a que las hemos sometido, además de las propuestas alternativas superadoras, les están dejando escaso prestigio intelectual y credibilidad política, a pesar del fanatizado apoyo que reciben de todo el poder mediático.

         En definitiva, se ha creado una situación a escala mundial en la que todo un entramado de formulaciones, programas, proyectos, teorías, teoréticos, formas organizativas y metas estratégicas, en parte heredado del estalinismo y en parte constituido tras 1991, se está descomponiendo. Un vacío bien visible, múltiple y profundo se ha ido formando. Un vacío que puede y debe ser llenado con una nueva concepción sobre el cambio revolucionario integral a escala planetaria.

         En lo que llaman España la situación táctica es algo diferente. Por motivos históricos, la guerra civil, los 40 años de fascismo y el modo como se efectuó el paso del franquismo al parlamentarismo (con la izquierda hegemonizando un proceso destinado a dotar de estabilidad y futuro a todo el entramado de poder que Franco había presidido), la izquierda conoce en el presente una situación de auge y ascenso. Pero esto es meramente coyuntural.

         Podemos, su principal expresión, es un montaje del CNI, el ejército y el banco Santander, que se mantiene gracias a las cadenas televisivas de la plutocracia. No posee ni una estrategia a largo plazo ni un programa que vaya más allá de la demagogia ni suficientes dirigentes experimentados ni tampoco solidez organizativa. Es una chapuza del tipo “mantente mientras cobro”, incluso peor que su partido hermano, Syriza.

         Poseemos tres certezas sobre el bloque Podemos-grupos afines. Su descrédito a medio plazo es inevitable y será formidable, si bien no tan rápido como el de Syriza. En las condiciones objetivas e internacionales existentes es factible que sea mucho más que un retroceso coyuntural, pudiendo elevarse a retirada definitiva del centro de la escena política de las fuerzas del izquierdismo burgués. Hay una posibilidad real de que la idea y el ideal de revolución total sustituya entonces, en la cabeza de los sujetos y colectivos más avanzados, al chapucero, demagógico y burgués programa de Podemos.

Ahora el sistema de dominación, a escala mundial, conoce un momento de debilidad, confusión y déficit en lo referente a sus herramientas políticas, que se han ido desgastando y están en una fase de retroceso. Sin duda, esta debilidad es relativa y además pasajera pues los poderes de facto ya están trabajando para dotarse de nuevas armas políticas, pero es al mismo tiempo muy cierta. Por el momento, el statu quo conoce una situación de agotamiento y defensiva, que puede mantenerse durante años y que cabe utilizar para hacer avanzar el proyecto revolucionario.

Lo necesario es: 1) comprender transformadoramente la situación, bastante favorable, que se ha ido constituyendo, 2) tratar los grandes problemas de nuestro tiempo por medio de un cuerpo argumental mínimo suficiente, que en parte existe ya y en parte ha de ser puesto a punto, 3) planear un trabajo de difusión múltiple que lleve las propuestas del proyecto integral revolucionario a las clases populares, 4) autoformar y formar personas de calidad, aptas para el esfuerzo transformador, 5) estimular todas las formas de lucha en la calle y oposición a los gobiernos de la izquierda burguesa, 8) hacerlo todo ello a través del compromiso individual y la acción colectiva.

En esta situación hemos de saber qué estamos en condiciones de lograr y qué no. No podemos, en efecto, llegar a las masas por el momento, porque son patrimonio del hiper-poderoso poder mediático y están apresadas por un sinnúmero de formas de dominación que las hace dóciles, desinformadas y pasivas. Pero sí podemos llegar a esa minoría, muy reducida aunque decisiva, de personas que, a pesar de todo, piensan por sí mismas, se hacen preguntas, buscan una salida y están dispuestas a pelear.

A las sociedades las mueven minorías, verdad tan a lamentar como a no poner en duda. Atraer y ganar a las minorías reflexivas, activas y generosas hoy es la precondición de la consecución de nuevos y magníficos logros mañana. Nosotros somos muy débiles en todo menos en argumentos y formulaciones: ahí reside nuestra fuerza y desde ahí hemos de actuar estratégicamente. Ahora es más fácil atraer a dichas minorías porque el entramado de propuestas y formulaciones del radicalismo burgués se cae a pedazos, y está siendo desmantelado. Todas estas cuestiones deberían ser tratadas en el II Encuentro por la Revolución Integral. Los tres-cinco años próximos serán decisivos.

Pero no sólo es la política lo que debe ocuparnos. Esta es parte y no todo. Por eso en un próximo trabajo trataré sobre los asuntos no-políticos.
(Continuará)

jueves, 3 de marzo de 2016

INICIANDO EL CONTRAGOLPE Ante el II Encuentro por la Revolución Integral

        El I Encuentro, el año pasado, fue una primera toma de contacto y sirvió para conocernos, siendo un éxito. Este año, con el II Encuentro, se han de obtener nuevos avances. Intentemos irlos definiendo

         Lo previo es establecer el estado de ánimo adecuado, que es esperanzado. En efecto, las condiciones objetivas y los estados colectivos y personales de conciencia están evolucionando de manera favorable a la idea e ideal de revolución completa. Por eso, si en los próximos años formulamos un análisis de la situación lo bastante acertado y aplicamos una línea de acción adecuada podremos conseguir logros de mucha significación. Si no acertamos dejaremos sin aprovechar una momento histórico excepcional.

         En el ámbito de lo objetivo, los pueblos europeos, y sobre todo los de la península Ibérica, están en tránsito desde la sociedad del consumo y el hedonismo a la de la escasez y el trabajo asalariado incesante (o el paro casi perpetuo). Esto es un cambio de tendencia de trascendencia histórica, el final evolutivo del tipo de sociedad establecido en Europa occidental en los años 50 y 60 del siglo pasado. A ello se suma la mundialización (o globalización), con sus temibles efectos. No se pueden olvidar los efectos de la degradación de los suelos agrícolas, el cambio climático, la desertificación y la vida forzada en las ciudades. Hay que considerar la concentración creciente de la propiedad y la riqueza en un número cada vez menor de compañías, empresas y entidades financieras, monopolísticas de facto. Lo cierto es que la libertad está siendo negada como nunca por el mega-Estado y la gran empresa, además íntimamente enlazadas.

         La ruptura de todos los lazos afectuosos e igualitarios entre las personas, salvo los de tipo jerárquico (especialmente, el trabajo asalariado, la educación autoritaria, el aleccionamiento mediático, la sanidad industrial y el multi-sometimiento a un aparato estatal que crece año tras año), han hecho de la soledad, la angustia y la depresión patologías en auge. La falta de sentido de la existencia, la declinación ya casi total de los valores y las normas éticas, el vivir meramente para el dinero y el vacío vivencial hacen que el sujeto medio mire desasosegado y agobiado en torno a sí, buscando.

         La nulificación de la persona, su reducción a criatura sin libertad ni virtud, un simple cero a la izquierda en todo lo que tiene significación, despojada de las capacidades y cualidades necesarias para hacerla autónoma y soberana es otro de los rasgos definitorios del presente. Vivimos la era del crepúsculo del sujeto por causa de la hipertrofia de los poderes mandantes, cada día más despóticos. El remedio es una revolución afirmativa de la persona, como parte de la revolución integral. Su necesidad es sentida cada vez más por cada vez más gentes.

         Llamativo es el rápido desenmascaramiento y declive de los sistemas de creencias impuestos a las multitudes desde el poder constituido, muy eficaces hasta hace poco pero ahora en retroceso. Con ellos el statu quo dominaba los estados psíquicos y las conductas de sus sometidos a través de exuberantes conjuntos de creencias obligatorias interiorizadas, pero ahora éstos ya no tienen el poder de convicción y atracción del pasado, habiéndose constituido un creciente vacío ideológico, político, espiritual y cultural, que ofrece grandes oportunidades.

          Es la realidad misma, y también el conocimiento de nuevos datos y nuevos estudios, la que está vapuleando las fes institucionales, dejándolas en una situación crecientemente a la defensiva, y haciendo aflorar sus contradicciones internas. Ello está siendo mentalmente liberador, aunque es todavía un fenómeno inicial con un carácter aún más potencial que efectivo.

         En el terreno de la coyuntura hemos de examinar con objetividad lo que significa la ofensiva del poder/poderes que se manifiesta en el asunto Podemos y sus aliados. El 15-M fue la primera reacción popular al tránsito de la sociedad de consumo a la sociedad de la escasez y el paro estructural. Significó una quiebra parcial de masas con el orden burgués y estatal, aunque por sus colosales deficiencias (sobre todo la debilidad del factor consciente en su seno) no podía ni lograr nada perdurable y ni siquiera tener continuidad. La respuesta del poder ha sido lanzar Podemos.

         Sin embargo, Podemos es parte de un sistema político-ideológico que está en retirada y va de un fracaso a otro, en Venezuela, Bolivia, Irán, Brasil, Cuba, etc. pero sobre todo en Grecia. Aunque está, por el momento a la ofensiva en lo táctico su situación estratégica es de defensiva e incluso de desordenada retirada. No posee coherencia ideológica, le falta sustento teórico, tiene en su contra la experiencia histórico del último medio siglo, carece de cuadros preparados, está dividido en un buen número de facciones que disputan entre sí por poder y dinero y, sobre todo, padece el desgaste de la confrontación de sus demagogias con la realidad, una vez convertido en fuerza gobernante. Si Syriza se ha puesto en evidencia en un año Podemos lo hará en un tiempo también breve. Si el gobierno de los populistas griegos es combatido con una huelga general tras otra aquí debemos hacer eso y mucho más. Es cierto que nuestra situación no es la de Grecia pero también lo es que tiene bastante en común.

         Los estrategas del ejército, los servicios secretos y la banca, que son quienes han creado e impuesto a Podemos, han incurrido en el error de colocar en el mismo paquete todos los elementos de que se han servido desde hace mucho para el control ideológico y político de las masas. En él están las religiones políticas al completo, el activismo socialdemócrata, los profesionales del engaño “anticapitalista”, los adoradores del Estado, los “antiimperialistas” pagados por los petrodólares del teofascismo islámico, los “independentistas” que viven del Estado español, etc.

Están todos, y por ello todos se irán desacreditando y hundiendo a medida que en los hechos vayan manifestando con su obrar institucional lo que son, fuerzas del capital, herramientas del Estado. Por esa senda ya han avanzado un trecho. La acumulación en el fenómeno Podemos de todos los instrumentos de la reacción nos brinda la oportunidad de golpearlos a todos a la vez, logrando sobre ellos una victoria de transcendencia y significación histórica. Con el declive inexorable de esa formación tenemos que disputar a la reacción la influencia en los sectores más avanzados, más conscientes. Tenemos la capacidad de hacerlo y estamos en condiciones de salir victoriosos de la prueba. Esto sería una victoria de efectos formidables.

         Lo mismo se está dando en otros ámbitos. El falso espiritualismo de quienes venden misticismo de pacotilla en libros prologados por banqueros corruptos se adentra en una mala época. A quienes defienden el sinsentido de una espiritualidad sin ética ni virtud ni valores, sociales y personales, meramente egocéntrica y asocial, les tenemos que atraer  a una comprensión holística de las demandas del espíritu, en tanto que realización del todo de lo humano. Cierta fe religiosa de corte fascista conoce una puesta en evidencia sin precedente, con un número creciente de publicaciones e informaciones que la están presentando como es. La falsificación de la historia, hasta ahora casi incontestada, ya no puede realizarse con la impunidad de hace unos años. La preterición y desarticulación de la persona real, del ser humano concreto, rasgo común a todo lo institucional y a todo lo contracultural, choca con nuestra voluntad de hacer del sujeto autoconstruido, o sujeto de virtud y virtudes, el centro y fundamento del proyecto y programa revolucionario.

Hay una demanda de verdad y objetividad, de dejar de lado las ideologías y las teorías para ceñirse a lo documental y experiencialmente probado que, aunque por el momento es muy minoritaria, se expande y afianza. Las religiones políticas, con todo su despotismo y ferocidad, están siendo refutadas por la marcha de los acontecimientos, además de por nuestro actuar, nada desdeñable en esto. Dado que son las creencias obligatorias por excelencia del Estado y que, en consecuencia, reciben sumas muy notables de dinero junto con un respaldo institucional y mediático colosal, seguirá siendo muy dura y enconada la lucha contra ellas pero en el horizonte se anuncia ya su general descrédito y desactivación. En esto nuestra victoria es segura, y no está lejana.

         Si llevamos el análisis del fenómeno Podemos a su causa última encontramos que tiene como principal y casi único elemento seductor el ansia de dinero, consumo y retorno a la situación del pasado inmediato, que domina a muy amplios sectores. En su pánico al futuro, éstos quieren una fuerza política que restaure la situación económica del pasado inmediato, que les prometa dinero y más dinero como don estatal. Por tanto, Podemos es expresión de la degradación de la sociedad y la persona en los años del ultra-consumo, una alucinación que la realidad irá desmontando por sí misma, lo que va a dejar libres a las personas más conscientes para pensar de una manera diferente, no burguesa, posiblemente revolucionaria. Es lo último del pasado mientras que nosotros somos el principio de futuro. El montaje mediático-político mira para atrás pero nosotros lo hacemos hacia adelante.

         Ciertamente, ahora el cuerpo social conoce una fase de laxitud, reflujo y apatía. Del activismo multitudinario de los años 2011 a 2013 hemos pasado a una calma que tiene mucho de aparente y transitorio, pues en ella y bajo ella maduran las tormentas del futuro. Incluso esta fase, fugaz, de retirada está teniendo como efecto positivo el aventar y dispersas los restos de los viejos proletarismos decimonónicos, la pesada herencia de la Ilustración, el progresismo y el liberalismo en la versión que estos “ismos” burgueses adoptaron para poder penetrar en las masas trabajadoras.

         Para un tiempo diferente, temible en un sentido y esperanzador en otro, se necesitan nuevas cosmovisiones, nuevos enfoques, nuevos modos de abordar el cambio holístico personal y social.

         En el haber de quienes creemos en una transformación total suficiente se acumulan, como se ha dicho, los elementos esperanzadores. Somos muy débiles pero esta debilidad tiende a irse convirtiendo en su contrario, no sólo por nuestro obrar sino también porque ahora estamos en un bucle propulsor de signo propicio, en una fase en que la marcha de los factores objetivos tanto como de los elementos de la conciencia propenden a favorecernos.

         Determinar en qué ha de consistir y cómo ha de ser nuestra respuesta a unas condiciones concretas crecientemente favorables es la tarea del II Encuentro.

         Necesitamos, además, ir perfilando los rasgos definitorios del proyecto de revolución integral en tanto que tarea práctica multi-transformadora. Puesto que la libertad -como libertad de la persona y libertad de los colectivos- es el bien más preciado, buscamos hacer una revolución que realice la libertad. Y eso nos exige que nuestro actuar ahora sea una expresión concreta de hacer libre y autodeterminado, con responsabilidad, eficacia, sensatez y hermandad.

         Si vamos dando un tratamiento desde los hechos, la experiencia y la verdad a los grandes e hiper-complejos problemas de nuestro tiempo, y si logramos que lo elaborado llegue y penetre en la sociedad, habremos dado un paso de gigantes. Para conseguirlo tenemos que pensar y actuar en positivo, considerando las construcciones y propuestas como lo principal y las criticas como lo secundario. Lo decisivo son las ideas, el desarrollo de la conciencia, el factor consciente.

         Por encima de todo, la idea, el ideal, el propósito y la meta es la revolución. No nos contentamos con luchas y resistencias parciales, aún cuando estas son muy necesarias. No nos convencen las acciones meramente sectoriales, incluso cuando sean acertadas y positivas. No basta criticar y denunciar, también cuando se hace desde la verdad. Es inapropiado aspirar a vivir “mejor” bajo el sistema, satisfacerse con el mal menor, trapichear en las instituciones, reducirse a lo pequeño, lo corporativo, lo limitado. No procede venerar la parte y desdeñar el todo finito. Si somos seres humanos integrales tenemos que realizarnos en la totalidad, sin dejarnos reducir ni mutilar.

Queremos la revolución, el todo transformado, un nuevo ser humano, una nueva sociedad y un nuevo sistema de valores y metas, con un sentido nuevo de la existencia. En ese esfuerzo ímprobo y tremendo nos construimos como seres humanos de calidad, pues la valía de la persona se determina y realiza por la grandeza de sus metas.