domingo, 30 de diciembre de 2012

EXTRAVAGARTE



El extravagarte es el “arte” de la contemporaneidad. Formalmente es arte y realmente una nada envenenada que se vende muy bien en el mercado, siendo asombrosamente subvencionado por los Estados, pues se utilizan para “construir” a los seres nada en tanto que meras nulidades.
       
La frivolización del arte es uno de los fundamentos de tal construcción pseudo-estética. Se trata de, en toda circunstancia, triturar un poco más lo humano negando satisfacción a las necesidades de belleza y sublimidad que forman (o quizá formaban) parte de nuestra naturaleza. De ese modo se nos obliga a consumir ocurrencias memas, humoradas humillantes y supuestas genialidades todas igualmente previsibles y tediosas.
       
El extravagarte confunde la salida fácil con la creatividad, el ingenio con la patochada, lo profundo con lo mentecato y la imaginación con el sometimiento al nuevo canon, el de lo extravagante. Puede hacerlo impunemente porque tiene detrás a todo el poder constituido, que necesita de sus subproductos para envilecernos y anularnos todavía más.
       
Una obra señera del extravagarte es el álbum de los Beatles “Sgt. Pepper’s”, de 1967, con el cuarteto famoso vestido de ridículos, en lo que se supone es todo un alarde de espíritu creador. Que esta mediocre y ramplona banda de música pop sea un producto de la mercadotecnia como tantos otros, sin cualidades especiales ni méritos reseñables, algo que se lanzó al estrellato por la industria de la publicidad, como se hace con un detergente o una marca de papel higiénico, es bien conocido. Pero la reflexión crítica sobre todo ello todavía flojea.
El extravagarte se sustenta en una realidad estructural, las industrias de la conciencia. Funciona de manera simple: se toma cualquier producto que sea lo suficientemente letal para la gente común y excelente para el poder constituido y se publicita con muchos recursos monetarias, hasta hacer de lo que es una simpleza, boba e insustancial, como en este caso, una “obra de arte genial, única” y blablablá, esto es, lo mejor de lo mejor para las almas extremadamente simples y los muy indigentes mentales, que se creen todo lo que el poder estatuido les ordena que crean.
       
Miremos un poco más el bodrio. No, no van vestidos de mamarrachos sino de sargentos: ahí se manifiesta el componente militarista del invento, así se adoctrina a las masas en el culto por el componente esencial del Estado, el aparato militar. Esto no era óbice para que sus fanatizados discípulos y discípulas babearan ante el álbum mientras repetían sin cesar el mantra hippy por excelencia, “paz y amor”. Lo coreaban de la manera más entontecida y subhumanizada, según su estilo, a la vez que adquirían en masa esta mercancía señera del militarismo, el odio, el embrutecimiento, el mal gusto y el servilismo que es el álbum citado.
       
La psicodelia y los orientalismos de pacotilla también ocupan un lugar en la portada, obra del artista pop Peter Blake. O sea, todas las boberías de aquellos sandios años, los famosos 60 del siglo pasado, tienen su asiento en el engendro.
       
Pero lo peor no es lo dicho sino lo que ahora viene. El extravagarte en su esencia es muchísimo más que frivolidad y mercadotecnia. Su propósito es humillarnos y destruirnos, ponernos en posición de genuflexos, convertirnos en adoradores de mercachifles, gurús monetizados y marchantes de imágenes y palabras. Desde estas vulgaridades nos gritan “¡de rodillas!”, “¡adorad a los nuevos ídolos, los novísimos santos, los ultimísimo mercaderes!”, “¡venerad a quienes os burlan, humillan, desprecian y someten de una manera nueva y más perfeccionada!”. Y la generación de los necios y necias, la que en los años 60 era joven, se puso de rodillas. Y ahí sigue.
       
Dijeron que iban a hacer una “revolución total y definitiva”, algo nunca visto en la historia de la humanidad, pero todo se ha quedado en fumar porros, beber cerveza, exhibir extravagancias sin imaginación, pasear mascotas y votar socialdemócrata. Qué triste.
       
Nota Final: Invito a las jóvenes y a los jóvenes de hoy a que entren a saco contra esas majaderías, que tiren por tierra y pisoteen a las imágenes de tal abyección, fabricadas en los años 60 y 70 del siglo pasado, para que la libertad, el buen gusto y lo humano natural, triunfen. Por tanto, ¡a la porra los Beatles, los hippys, los progres, los gurús, los orientalismos, los sargentos, el extravagarte, los memos crédulos y los vinilos rancios! Si no lo hace, la juventud de ahora nunca será creativa, jamás será ella misma.
       
Porque no hay construcción sin destrucción.
       
Quienes participaron en todo aquello están obligados a pedir perdón. Y, de paso, a devolver los millones y millones que se embolsaron.






“HIJOS DE UN DIOS TERMINAL”. Dr. Enrique Costa Mercher - 2001


Este libro, escrito por un médico clínico e internista, el doctor Costa, se ocupa del SIDA como pseudo-problema sanitario creado por el sistema, y al hacerlo ofrece un impresionante análisis de lo que es la sanidad “pública”, esto es, ESTATAL, defendida hasta el desvarío por los apologetas del Estado de bienestar.
        
Comienza señalando que la medicina alopática, la oficial y ortodoxa, no es rigurosa, no siempre tiene criterios de fiabilidad, no se realiza desde la investigación imparcial y la verdad probada sino desde el oscurantismo, el acto de fe (ver la pg. 122), el fanatismo, el poder del dinero y la imposición del Estado. Para ello se sirve del estudio de un caso particular, el SIDA. Nunca ha podido probarse que el famoso virus VIH cree la supuesta enfermedad conocida con ese nombre, mientras existen numerosas evidencias que muestran lo contrario. Señala que son ya muchos los entendidos que niegan la versión oficial del SIDA, entre ellos varios premios Nóbel, sin que eso afecte a la versión oficial.
        
El motivo es el dinero. La sanidad “pública” está igual de mercantilizada o más que la privada, y quienes la usan para lucrarse a lo grande la defienden a capa y espada, valiéndose de la colaboración de los jefes de los partidos de izquierda, simple burguesía de Estado que medra y se enriquece a costa de “lo público”.
        
Todo lleva a la conclusión que el sistema inmunitario del ser humano está siendo devastado por el alcohol, las drogas, la comida tóxica, las formas modernas de vivir, trabajar y divertirse, y, también, por el consumo continuado de vacunas, otras medicinas y los múltiples tratamientos médicos que impone la sanidad “pública” a las masas, para que las industrias química y farmacéutica sean el asombroso negocio que son. Al VIH se le presenta como chivo expiatorio de los males que, en buena medida, origina la misma medicina estatal, que se ha convertido en iatrogénica de un modo que causa temor.
        
Se refiere al “sistema médico-científico-industrial” como el dominante en la sanidad “pública” y privada. Su objetivo principal no es curar sino hacer consumir productos y servicios sanitarios a toda la población. Del análisis de los hechos se pone en evidencia que el tipo de medicina más consumista es la estatal, la “pública”, de manera que ésta es la que más beneficia al capitalismo, por tanto, la más defendida por él y por sus mantenidos, en primer lugar las direcciones de los partidos y sindicatos de izquierda, que no existirían si la banca no les subvencionase[1].
        
Dado que el consumo de productos y servicios médicos es una de las causas más importantes de enfermedad, daños al sistema inmunitario y muerte (en EEUU la iatrogenia es el tercer originante de fallecimientos), la sanidad “pública” se está haciendo motivo fundamental de mala salud, al ser el centro de lo que Costa llama “la industria médica”.
        
La medicina que se necesita no es ni la estatal ni la privada sino una tercera, autogestionada, bajo control popular, con los médicos sirviendo al pueblo y no a las multinacionales farmacéuticas y, por tanto, tratando a los pacientes como personas y no como cosas, según sucede hoy. Ni la medicina “pública” controlada por el Ministerio de Sanidad y las grandes empresas farmacéuticas ni la privada, mero negocio, es solución.
        
La situación es tal que la minoría de investigadores y doctores que denuncian las mentiras, la impostura y los muchos chanchullos de la medicina estatal-privada son censurados y apartados, cuando no denunciados y perseguidos. El doctor Costa cita varios casos.
        
El libro usa la expresión “fármacodependientes” para referirse a las millones de personas que el sistema estatal sanitario construye cada año como consumidores obsesivos de productos médicos. Aduce que es una de las peores amenazas contra la buena salud general. Advierte que tal es causado por el “Sistema médico-mediático-político”. El aparato inmunitario, añade, está siendo dañado por tal situación, y una de sus manifestaciones es el SIDA.
        
Lamenta que la medicina y los médicos actuales ignoren el principio número uno de las practicas hipocráticas, “primum non nocere(“lo primero es no dañar, no intoxicar”), al atiborrar al supuesto enfermo/a con toda clase de productos, la mayoría de ellos tóxicos e incluso muy tóxicos. Se debe a lo muy extendida que está la venalidad y la corrupción entre los médicos, los de la sanidad “pública” tanto o más que los de la privada, que se dejan comprar por las grandes empresas farmacéuticas, para que receten y receten.
        
En su demencia intervencionista, activista, autoritaria, deshumanizada, estatizada y consumista, la medicina del Estado de bienestar y privada actual han olvidado del todo el viejo ideario médico, centrado en la “vis natura medicatrix”, esto es, en la capacidad y fuerza natural de los organismos para curarse a sí mismos. Esta observación de Costa es fundamental.
        
Además, el libro pone al descubierto el engaño de los antibióticos, tal como son hoy usados, las vacunas, los corticoides y tantos otros productos médicos. Señala que lo que está resultando de ahí es “la degeneración biológica colectiva” de los pueblos ricos, sobre todo por causa del sistema estatal, “público”, de salud tan desarrollado que padecen. Esto está causando un auge preocupante de las enfermedades autoinmunes, alérgicas, tumorales, degenerativas, infertilidad y otras.
        
Advierte que la “ignorancia de las leyes naturales” es el fundamento de la medicina actual. Muy cierto. Tal está provocando un crecimiento en flecha de lo que denomina “población degenerada e inmunodeficiente”, una catástrofe humana y social de significación histórica.
Costa, asimismo, denuncia varias de las mentiras más comunes utilizadas por el sistema estatal-privado de salud, aportando datos a tener en cuenta[2].
        
La conclusión es que necesitamos una revolución global en las cuestiones de la medicina. Hay que eliminar el sistema estatal tanto como el privado de salud, poner fin a la todopoderosa industria farmacéutica y al Ministerio de Sanidad, revolucionarizando la relación entre el médico y el paciente. Se debe situar en el centro la “vis natura medicatrix” (he aquí una excelente confirmación del lema “unir tradición y revolución”), confiando en nuestras propias capacidades como seres biológicos, con un uso mínimo de fármacos y tratamientos, todos los cuales han de ser reevaluados, para eliminar los que son inútiles o dañinos, la gran mayoría.
        
Conviene volver a dar importancia a los remedios naturales, sobre todo a la fitoterapia[3], al uso de plantas como fármacos. Hay que modificar sustantivamente las formas de vivir, comer y trabajar, clausurando la vida urbana, los estados depresivos, la desexualización masiva de la población, el trabajo asalariado, la pereza y poltronería físicas, la inespiritualidad impuesta desde el poder, la destrucción medioambiental y la creencia en que la abundancia de bienes es el fundamento de una sociedad de calidad, patraña burguesa mantenida sobre todo por los ideólogos de la izquierda. Tal es el programa para este asunto de la revolución integral.
        
Si en unos decenios no avanza el proyecto de revolución integral se consumará lo que el doctor Costa denuncia, la degeneración biológica universal de la población hiper-medicada actual. En esta catástrofe al Estado de bienestar, y a quienes lo defienden, les corresponde la responsabilidad principal.


[1] Para 2011 la Encuesta Anual de Morbilidad Hospitalaria, INE, señala que la estancia media de los ingresados en la sanidad estatal es de 7 días y en la privada de 5,8 días. Dado que el consumo de tratamientos, medios de vida y fármacos tiende a ser directamente proporcional a los días de hospitalización es obvio que la sanidad estatal (“pública” para la izquierda) es la que más interesa al capitalismo. Por eso la banca, que paga las campañas electorales de IU, exige a su dirección que defienda de todos los modos posibles a ese tipo de sanidad. Este asunto está tratado en mi libro “El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar”.
[2] Eso sí, se equivoca al dar por cierto el mensaje del Jefe Indio Seattle, una patraña indigenista dirigida a promover el autoodio entre los pueblos de Occidente, para destruirlos psíquicamente. Nada es perfecto, ni nadie… Al respecto, puede consultarse en este blog “Fraude de la Carta del Jefe Seattle”.
[3] Consultar, en este blog, la reseña del libro “Tratado de fitoterapia superior”, Fermín Cabal.

LA CONSTRUCCIÓN PREPOLÍTICA DEL SUJETO


Decir que la política es parte y sólo parte es formular una fundamental verdad. No todo es o puede ser política, excentricidad concebida desde un suceso totalitario, la revolución francesa, y realizada después por los regímenes despóticos de toda laya.
        
Una parte decisiva de la condición humana está fuera de la política, es cierto que relacionada con ella, pero exteriormente y más allá. Buena parte de lo humano esencial no es político en sí, por más que el régimen de gobierno imperante le influya.
        
El sujeto politicista, tan común en los ambientes de la izquierda, está poseído por un furor reduccionista, por una monomanía, por un afán de esquematizar y mutilar, que hace que la vida real se le escape. La turbia  y asfixiante hegemonía de la política hoy dimana de la atroz presencia y fuerza de un Estado hipertrofiado.
        
La ética es magnífica porque es diferente de la política. Las normas éticas no surgen de imperativos institucionales sino de la relación del ser humano con el otro, consigo mismo y con las cosas. El sujeto decide su línea de acción a partir de la experiencia reflexionada conforme al ideal de alcanzar una existencia irreprochable en el ámbito de lo privado y de lo público, político y no político. En una sociedad sin Estado la política sería también parte y sólo parte, teniéndose que fijar los límites que la sociedad no puede traspasar en el respeto debido a lo no-político.
        
Que la libertad pueda clasificarse en tres grandes bloques, de conciencia, política y civil, es expresión de lo limitado y parcial de la política. La libertad de conciencia es incluso superior y más determinante que la libertad política, al ser una prerrogativa que atañe al sujeto natural, previo a la política. La libertad civil concierne a la autonomía en la relación con los iguales, y se refiere a los actos de la vida que no están relacionado con el gobierno de lo público.
En los años sesenta del siglo pasado, un tiempo fértil en patochadas y maldades, se inventó la fórmula “lo personal es político”. Esto significaba algo inquietante: las estructuras de poder político, desde el Estado a los partidos, se atribuían la potestad de intervenir en la vida íntima de las personas, para dictar a éstas el qué, por qué y cómo de su vivir, desear, relacionarse e incluso sentir. Tal fórmula enuncia a la perfección el totalitarismo politicista de carácter progresista que se fraguó en esos años.
        
La construcción prepolítica del sujeto se refiere a la constitución de aquellos atributos del ser humano anteriores a la relación política. Yendo a lo esencial son nueve: el lenguaje, la capacidad relacional, la inteligencia natural, el ámbito de lo afectivo, el sentimiento estético, lo existencial humano, la reflexión primordial sobre el mundo, la dimensión espiritual de la persona y la vida moral.
        
En una sociedad donde el Estado no lo domine todo, y tampoco la sociedad, en la que la libertad civil prevalezca y dónde la libertad de conciencia sea real, pueden señalarse más espacios del humano existir integrados en el ámbito de lo prepolítico.
        
La hipertrofia del ente estatal destruye lo que antes, en sociedades menos estatizadas, hacían los individuos y la sociedad. Al intentar controlarlo todo se apropia de actividades esenciales para la continuidad de lo humano que no se adaptan a la estructura vertical y jerarquizada, militarizada a fin de cuentas, propia del Estado.
        
Por eso hoy tenemos una sociedad en la que el lenguaje decae y se desploma; la capacidad relacional casi se ha esfumado; la inteligencia natural está transformada en estolidez y torpeza universales; lo afectivo se ha volatilizado salvo en sus expresiones negativas, el odio en primer lugar; lo antiestético y repulsivo triunfa; los acontecimientos existenciales se ocultan o falsean en nombre de “la vida feliz”; no hay pensamiento natural acerca de lo real; la vida espiritual está en estado de agonía y la inmoralidad más insolente campa por sus respetos.
        
Todo lo secuestrado, falseado o arrasado es imprescindible para relanzar y rescatar lo humano, y tiene que recuperarse desde la acción prepolítica. Hay que hacerlo, además, porque sin lo humano restaurado no es posible la revolución integral.
        
Ésta, en lo más sustancial, es un épico batallar de siglos entre lo humano y las estructuras que buscan su liquidación. Es una pelea política y no-política al mismo tiempo.

ESFUERZO

El esfuerzo es, ante todo, un deber elegido, un modo de ser y estar en el mundo que el individuo se impone a sí mismo por convicción interior, de manera libre. Por eso debe haber libertad para escoger el esfuerzo tanto como para optar por su contrario, la renuncia a la vida esforzada.
        
Hoy no existe tal libertad, ya que desde el poder se impone la pereza, la desidia y la debilidad al individuo común, salvo en la esfera de lo productivo, donde se exige el esfuerzo, sí, pero sobre todo la docilidad. Así, se hace al sujeto un ser escindido en dos, una criatura caotizada.
        
El esfuerzo que preconizo es desinteresado. No debe proporcionar nada provechoso de importancia a quien se adhiere a él, adoptando la forma de entrega magnánima, generosa, desprendida. El esfuerzo egoísta no es civilizatorio, y ni siquiera es a secas. Como mucho, es esfuerzo para el mal, cuando es esfuerzo auténtico es un bien que sirve al bien.
        
Cuando se hace hábito es el fundamento de la libertad, pues ésta, que es polisémica y poliédrica, se expresa como capacidad para realizar las metas propuestas. Quien se marca fines y no logra llevarlos a efecto porque no posee el hábito del esfuerzo es el peor de los sometidos, el más miserable de los esclavos. Peor aún es la situación de quien no se los fija, incapaz del esfuerzo que eso exige, admitiendo de esa manera los objetivos que estatuya el poder constituido.
        
El esfuerzo es un fortalecimiento de la voluntad buscado y cultivado con el fin de realizar la libertad y constituirse como persona.
        
Adopta muchas formas. Esfuerzo intelectivo, esfuerzo activo, esfuerzo moral, esfuerzo convivencial, esfuerzo combatiente, esfuerzo físico. El primero proporciona libertad para buscar la verdad, el segundo para realizarla, el tercero para hacerse sujeto de virtud, el cuarto para desplegar el amor, el quinto para resistir al mal con valentía y el sexto para construirse como ser humano vigoroso en lo corporal.
El esfuerzo equivale a responsabilidad, a hacerse cargo de la totalidad de la propia existencia, como individuo y como ser social, sin delegar nada importante. Por tanto, es autogobierno, es autogestión, es vida desde sí, plena, no especializada, integral. El todo de la vida proviene del esfuerzo, porque vivir es esforzarse en vivir.
        
La muerte, cierto es, nos derrota y aniquila, pero mientras estamos vivos somos lo que nos esforzamos.
        
Cuando dejamos de esforzarnos estamos transfiriendo nuestra autonomía a los poderes de este mundo de pesadilla, nos hacemos criaturas sometidas, envilecidas, degradadas.
        
Porque no es el Estado de bienestar quien ha de cuidar de nosotras y nosotras, para podernos tumbar a disfrutar, sestear y gozar. Somos nosotras y nosotros quienes tenemos que hacernos cargo del todo finito de nuestras condiciones de existencia.
        
La “ayuda” institucional nos degrada de personas a cosas dado que nos hace pasivos, autistas, flojos, insociables y dependientes. El esfuerzo nos convierte en personas porque nos hace sujetos, seres que hacen y obran, activos y creadores. La actividad es esfuerzo, y la creación también lo es. Por eso estar vivos es esforzarse, mientras que la muerte es “el descanso eterno”, el no esfuerzo por toda la eternidad. Por eso es bueno el sufrimiento que proviene del esfuerzo, debido a que no hay esfuerzo de importancia sin dolor.
        
Una existencia sin esfuerzo es sin inteligencia, sin voluntad propia, sin energía, sin vitalidad. Criaturas degradadas en lo físico y en lo espiritual, obesos del cuerpo y de la mente, perezosos abyectos, seres lúgubres. Pocos especímenes humanos más dignos de lástima que los que se adscriben a credos que niegan el esfuerzo, los hippies y la progresía, por ejemplo. Son los seres nada más perfectos. Huyendo del esfuerzo se precipitan en el no ser, por mor de la pereza y los dogmatismos, el miedo a vivir y el espanto ante dolor.
Conciben su felicidad como un no-hacer, con lo que se equivocan por partida doble, al escoger la felicidad y al escoger el no-hacer.
        
El esfuerzo, para manifestarse, requiere metas. Pero se ha de considerar que es un fin en sí mismo tanto como un medio. Siendo fin y medio se expresa el esfuerzo más perfecto. Fijar metas es un esfuerzo. Pensar es quizá el esfuerzo mayor. El silencio que nos permite volver a ser nosotros mismos es un esfuerzo, lo mismo que la meditación y la quietud. Dominar el miedo y cumplir con el deber autoimpuesto es otro esfuerzo.
        
Por el esfuerzo nos hacemos y realizamos, y por el esfuerzo nos deshacemos y perdemos. La sabiduría se manifiesta en escoger el esfuerzo que crea y repudiar el que destruye.
        
El amor es un esfuerzo, porque es dar, es ponerse al servicio, es renunciar. Amor es amar muy por delante de ser amado, por tanto esforzarse y servir, muy por delante de recibir y gozar.
        
El esfuerzo es un hábito, que se planifica. Y una auto-vigilancia, y una lucha interior perpetua, para día a día irnos mejorando como sujetos diligentes y activos. Como seres humanos reconstruidos.

jueves, 20 de diciembre de 2012

EN DIEZ LINEAS, O EN MENOS



¿SON LAS ARMAS LAS QUE MATAN?

Los recientes asesinatos masivos en EEUU permiten, una vez más, a los medios progresistas pedir el control de las armas por el Estado en ese país. Pero no son las armas las que matan sino las personas, ciertas personas. Aquéllos olvidan que Thomas Jefferson, para defender la libertad, se opuso a que en EEUU hubiera ejército permanente, preconizando el armamento general del pueblo. Eso está muy bien. Desarmar al pueblo es un acto liberticida. Las causas de tales matanzas es el individualismo feroz, y el ciego odio al otro, que se ha instaurado en las sociedades occidentales, terrible estado de conciencia colectiva y personal que el progresismo supuestamente “humanista” y “pacifista”, esto es, hipócrita dos veces, ha introducido en las mentes de las gentes. Él es, por tanto, el culpable, no las armas.

VIOLENCIA INTERPERSONAL MULTITUDINARIA EN VENEZUELA
En Venezuela, donde se dice que bajo la dirección del teniente coronel H. Chavez (al que deseo una completa y total recuperación) se está construyendo el “socialismo del siglo XXI”, hay 19.000 asesinatos anuales, por causa de la delincuencia común. En proporción al número de habitantes, en “España” debería haber 34.000 crímenes pero sólo se dan, por suerte, unos 400. ¿Cuál es la causa? , y, ¿cómo puede hablarse de “socialismo” cuando lo que impera es el odio de unos a otros, y la codicia? Todo ello da la razón a Rafael Uzcátegui, en su libro “Venezuela: la revolución como espectáculo. Una crítica anarquista al gobierno bolivariano”, editado por LaMalatesta Editorial. Leedlo y luego debatimos.

RECHAZO DE LA ÉTICA Y PROMOCIÓN DEL ESTADO POLICIAL
Muchos, aquellos que se creen los más “subversivos” y “radicales”, odian la ética, y la tildan de “burguesa”, cuando no de “clerical”. Ignoran que quien más desprecia la moralidad es precisamente la burguesía, a la que ellos imitan en su inmoralidad. Ahora estamos en una sociedad sin ética y sin valores, construida de ese modo desde el poder, con ayuda de aquéllos. Una vez que vivimos en la anomia, esto es, en la falta de normas y criterios morales, las conductas se disparatan y se hace más “necesaria” que nunca la policía. Por tanto, tales “subversivos” son meros heraldos del Estado policial. No puede haber vida popular ni revolución integral sin normas morales ni valores, que han de adoptar la forma de una ética revolucionaria, como la de, por ejemplo, los filósofos cínicos.

MUJERES QUE MATAN A MUJERES
Y además las descuartizan. Una fémina, T.S., asesinó a otra, I.S., recientemente, y la descuartizó. El móvil fue el dinero. El feminismo exige apoyar todo lo que haga toda mujer, ya que éstas, dice, son el bien y siempre hacen el bien, no como los varones, que son el mal y siempre hacen el mal. Este discurso, copiado del biologicismo racista nazi, entra en barrena ante casos como éste, en los que la violencia de las mujeres se dirige contra otras mujeres. El actual Estado feminista, para evitar que se cuestionen sus “verdades”, oculta en las estadísticas cuántas mujeres son asesinadas por otras mujeres en “España” al año, y los medios muy difícilmente informan de algún caso como éste, al que inicialmente dieron cobertura porque pensaron que era “de violencia de género”. Pero ahí está.

¿EL “COLAPSO” ES INMINENTE?
Hace unos años, cuando se inició la crisis del capitalismo occidental en que estamos unos conocidos me dijeron que no había necesidad de hacer nada pues el capitalismo “se estaba derrumbando solo”. Han pasado unos años cruciales, el capitalismo no se ha derrumbado y ese grupo sigue sin hacer nada. Desde luego, es una idea encantadora, esa de que una mañana nos despertamos y encontramos que ¡el capitalismo ya no existe! Es como entrar en el supermercado y agarrar una lata que ponga en la etiqueta “Post-Capitalismo feliz”, además muy barata. Desde luego, los narcóticos espirituales son infinitos, y todos ellos embrutecedores e infantilizantes. La revolución integral no es un regalo sino un esfuerzo. Un esfuerzo enorme durante mucho pero mucho tiempo. Y un sacrificio. Necesita de la épica, no de la necedad.
        
¿QUÉ ES DE LA POESÍA?, ¿QUÉ ES DE LA FILOSOFÍA?
Estuve en un recital de poesía en la universidad. Me quedé perplejo. Aquello no era ni siquiera mala poesía sino algo mucho peor, locuacidad ínfima y patética perorada por sujetos, ellas y ellos, que no tienen nada en su interior, entes vaciados, sin ideas ni emociones, seres nada en estado puro. Para reponerme hojeé libros de filosofía recién editados. No encontré ni uno sólo que pueda calificarse de tal. Sus contenidos son inenarrables, una mezcla de bizantinismos, sutilezas cutres y patochadas. Así estamos. Llevando una vida de cerdos, sin poesía, sin filosofía, meras criaturas zoológicas que, eso sí, salen a la calle a protestar “contra los recortes”. Pero, ¿para cuándo una manifestación contra la destrucción de la poesía, contra la aniquilación de la filosofía? Dado que ni la una ni la otra afectan al estómago, quizá para nunca….

DE UN TIEMPO EN QUE TODAVÍA HABÍA SERES HUMANOS
Me he puesto a leer a un poeta del siglo XVI, Francisco de Aldana. Es difícil, por su barroquismo y complicación, y no me parece un poeta excelente. Pero, sea como fuere, en una de sus “Octavas” he encontrado esta definición implícita del ser humano, en la forma de suma de capacidades, “saber, valor, poder, ser, honra y fuerza”. Saber, esto es, verdad y voluntad de verdad. Valor, cuando ahora vivimos en una sociedad de cobardes y caguetas. Poder, como poder hacer, o fundamento de la autonomía y la libertad. Ser, aunque en el presente lo que se impone es la renuncia a ser y el no ser. Honra, vale decir, autorrespeto, conciencia de sí y dignidad. Fuerza, cuando lo que se lleva es la más abyecta debilidad, que además se intenta hacer rentable con el victimismo. ¡Qué tiempos aquellos del siglo XVI, cuando aún quedaban seres humanos!

UN AMIGO ME ENVÍA ESTA POESÍA.



SIN TITULO
Félix Rodrigo, a través de sus ojos,
ocupa un brillo de luciérnagas en la sombra de un muro de piedra aldeana
que el horizonte hace verde en este tiempo eral de paja.

Lo dice de antiguo para mejor creer vivido lo convencido;
más… distan tanto de lo que hoy da su entorno por sabido que
la desazón resultante le lleva a escarbar en los trastos viejos,
los recompone de sus vicios, lo que hay de eterno en lo antiguo, y lo exhibe en orden,
o por lo menos en tránsito concreto.

Resuelve a la manera clásica, es original y por tanto nuevo.
Ahora busca casa, fortín y lanza
para su escuadra de valores.

A los que te prestamos oídos nos viene en causa,
se llama revolución.

A poco que acierte lo que he dicho ya es
gusto el conocerle
                           B.S.



martes, 18 de diciembre de 2012

FRIO INVERNAL Y ASCÉTICA LIBERADORA


Dice Ibsen que “el dolor nos vuelve malos”. Pero si el dolor es tan funesto, el no-dolor debe ser causa de perfección y virtud. Dado que Ibsen evitaba el sufrimiento, debería haber sido un ejemplo de personalidad magnifica, pero… no fue así, ni mucho menos. Con su vida refutó sus pomposos asertos.
        
El dolor es, en primer lugar, inevitable. Una porción de la vida es dolor, es sufrimiento, es padecer. Forma parte del destino humano y nunca podrá ser de otro modo. Sólo los muy simples desean una existencia sin dolor, esto es, unilateral, plana, empobrecida. En la realidad, y en las voliciones de la mujer y el hombre sabios, lo que se da es una combinación de padecimiento y satisfacciones, de aflicción y dicha, a menudo teniendo lo uno y lo otro el mismo origen, las mismas causas, que producen éste o aquél efecto según las circunstancias y el momento.
        
Esa vida compleja, en la que está su todo finito, es la vida verdaderamente buena, humana. Tan insensato es pensar una vida sin dolor como otra en la que todo sea dolor. Ambas son construcciones mentales, entes de razón, lucubraciones irreales e indeseables. Se ha de afrontar el sufrimiento cuando llega igual que se ha de afrontar el placer cuando nos cae encima, con valentía, serenidad y perspicacia.
        
Vivimos el dolor, vivimos el no-dolor y vivimos el goce. Así realizamos la totalidad existencial de lo humano, que es plural, antinómica, enrevesada, a menudo incluso incomprensible e indecible.
        
Puesto que estamos obligados a conocer el dolor, y que huir de él además de imposible crea más dolor, nos mutila y deshumaniza, tenemos que saber por qué y cómo hacerlo.
        
El dolor nos construye como sujetos con fortaleza interior. Sufrir nos otorga fuerza, nos hace madurar, nos convierte en personas que han sabido penetrar en lo más recóndito de la existencia humana. El dolor propio nos reconcilia con los que sufren, nos hace comprensivos, compasivos, generosos. El dolor desautoriza esa forma frívola y superficial de existencia propia del credo hedonista y epicúreo, la única permitida bajo la dictadura de la modernidad.
        
Si la huida del dolor fuera, como sugiere Ibsen, una marcha hacia la perfección estaríamos en el mejor de los mundos, pues hoy casi todas las personas escapan, se evaden de él despavoridas, dado que el placer se ha convertido en una experiencia humana forzosa y obligatoria, en realidad en la única permitida por el Estado de bienestar y la sociedad de consumo. Pero lo que observamos en torno son seres ¿humanos? tan espantosamente devastados y degradados que podemos poner en duda, con fundamento, el dogma institucional sobre que el dolor degrada y el placer eleva…
        
Escoger el dolor evitable es un modo de prepararnos para el dolor inevitable, aquél que nos corresponde por el mero hecho de ser y existir. Pero, sobre todo, vivir el sufrimiento de forma deseada y consciente nos hace fuertes, construye nuestra voluntad, eleva nuestra sensibilidad y afina nuestra inteligencia, del mismo modo que el placer sistemático nos hace marionetas sin volición propia, zoquetes sin sensibilidad y brutos carentes de cerebro. Eso es verdadero porque eso es lo observable.
        
El invierno proporciona posibilidades sencillas y cotidianas de vivir el displacer a través de la admisión voluntaria del frio. Tengo un amigo, P., que se ducha todas las mañanas con agua fría, en el patio de su casa, a veces rompiendo el hielo del cubo. Es este un acto lleno de épica y heroísmo, que admiro profundamente. Con prácticas como esa iremos paso a paso recuperando nuestra condición de seres humanos, dejando de ser simples piltrafas y detritus que los poderes constituidos manejan a su antojo.
        
Los filósofos cínicos y estoicos, y también los ascetas cristianos, exhortan a recibir el frio con ánimo esforzado y combatiente, a andar descalzos por la nieve, a privarse de lo que es agradable y a realizar lo que resulta desagradable, para domeñar la voluntad, hacerse aptos para servir a las grandes causas y a sus semejantes, arrinconando la pereza, que nos convierte en esclavos, y el egoísmo, que nos torna subhumanos.
        
Sin aceptación de lo desagradable y no-placentero no puede haber ni generosidad, ni magnanimidad, ni servicio a los otros. No es posible sujetos de calidad. No puede haber, sencillamente, amor. Sin personas de calidad ni amor no es hacedera la revolución integral.
        
Ciertamente, cada cual ha de escoger de forma libre, responsable e informada su forma particular de ascetismo, pero mi criterio es que todas y todos hemos de cultivar algunas manifestaciones de aquél. Hacerlo proporciona una satisfacción interior que ninguna variedad de pereza y comodonería dan, porque nos hace sentirnos dueños de nosotros/as mismos, por tanto, capaces de grandes hazañas.
        
No hay autoconstrucción del sujeto, no hay revolución interior, no hay vida espiritual intensa sin un grado de ascetismo, de admisión del displacer, de busca voluntaria de lo incómodo, lo difícil, lo desagradable incluso. El invierno nos proporciona una fácil oportunidad de hacerlo, poniendo límites a la calefacción, no cargándonos de prendas de abrigo, aceptando que sufrir el frio, hasta donde resulte hacedero, es un bien.
        
Cada persona, se insiste en ello, ha de tener su ascética personal, como tiene su forma peculiar de hablar y comunicarse. Sin ascética propia es sin fortaleza interior, grandeza de espíritu ni vigor físico. El invierno es, en consecuencia, un momento para comenzar a auto-construirse en este decisivo ámbito.
        
La ideología del placer es la de los esclavos, la admisión del sufrimiento con sentido y significación la de las mujeres y hombres libres, que viven de pie y no tumbados y, por ello desmoronados, esto es, no vencidos y derrotados de antemano.
        
Hay que vencerse para vencer, y vencer por virtud.

LA BURGUESIA DE ESTADO ENQUISTADA EN IZQUIERDA UNIDA ES DENUNCIADA POR EL PUEBLO


La valerosa denuncia pública de José Antonio Moral Sandín, el jerarca del PCE-IU e intelectual marxista que, como representante de su grupo político, ha formado desde hace muchos años parte del Consejo de Administración de Caja Madrid/Bankia, realizada por un grupo de estudiantes, marca un hito en nuestra historia. Por primera vez un miembro destacado de la burguesía de Estado, que explota al pueblo desde puestos estatales mientras hace demagogia izquierdista, es puesto en la picota como un explotador y un vividor, un farsante y un acumulador de capital. Vale decir, como un burgués en el más amplio sentido de la palabra.
        
Moral Sandín tiene publicados varios libros de escolástica marxista, fabricados con las bien conocidas lucubraciones carentes de base sobre abstracciones, frases sin sentido y meras vaciedades propias de tales textos y tales personajes. Tras esa mendaz retórica está lo realmente sustancioso, el gran negocio que las jefas y jefes de Izquierda Unida se han organizado para sí desde hace mucho, a fin de vivir deliciosamente a costa de las clases asalariadas.
        
Pero Moral Sandín no es un caso aislado sino un integrante más de una casta, de una clase, de un grupo de negociantes, parásitos y burgueses estatales, como los de China o Corea del Norte.
        
Están en todas las Cajas de Ahorro, en sus Consejos de Administración, habiendo contribuido a saquear y hundir varias de ellas, no sólo Caja Madrid. Pero están también en muchas de las empresas del capitalismo de Estado, percibiendo sueldos muy jugosos, y haciendo desde ellas negocios bastante lucrativos. Dado que el Estado es el principal explotador del proletariado hoy, primero porque lo hace directamente con el 25% de él y segundo porque expolia a todo él a través de los impuestos, formar parte de la burguesía de Estado es bastante remunerador.
        
Por eso, el jefe de la cofradía, Cayo Lara, dijo hace poco que hay que defender el “Estado social”. Tremendo. Hasta ahora los marxistas usaban la expresión “Estado capitalista”, teniendo al ente estatal como garante y sustentador del capital, de la clase empresarial, lo que significaba que era el enemigo de las clases asalariadas, del proletariado. Ahora, súbitamente, desaparece el Estado capitalista, tenido por un gran mal a combatir, y en las manos de este sujeto se transmuta en “Estado social”, el gran bien a defender.
        
Así las cosas, ¿qué queda de la lucha revolucionaria?, ¿dónde se sitúa el proyecto y la esperanza de un mundo sin capitalismo? Porque, defender al Estado es dar apoyo al capital, que no puede ni siquiera existir sin el Estado.
        
La obtusa apologética del Estado de bienestar, que al año desvalija a cada trabajadora y trabajador una media de 8.500 euros, le es necesaria a la burguesía de Estado encaramada en la dirección de Izquierda Unida para defender su negocio particular. También para justificar su existencia ante sus amos, los oligarcas y grandes empresarios que les pagan para que engañen y perviertan al pueblo, por ejemplo, aportándoles cuantiosas sumas en las elecciones generales de 2011.
        
El Estado actual no ha sufrido ninguna modificación desde el franquismo, al no haber habido ni siquiera “ruptura democrática”, por tanto lo que don Cayo respalda es al Estado capitalista de toda la vida, centenario ya, que ahora se ha disfrazado de Estado de bienestar, esto es, de un grosero instrumento para la negación de toda autonomía al pueblo, de toda libertad para la gente de la calle, so pretexto de satisfacer sus necesidades básicas ¡con el dinero que le expolia!
        
En mi libro “El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar” dedico un capítulo, el XXI, a mostrar que el marxismo no es una forma de culto por el ente estatal, de estatolatría. A través de un análisis de los escritos de Marx y Engels pruebo que éstos no defienden al Estado en ninguno de sus textos, sobre todo no defienden al Estado capitalista, como es el actual por mucho que se disfrace como “de bienestar”. Así pues, los gerifaltes del PCE han roto con el marxismo en lo que tiene de revolucionario, y se han pasado a las posiciones de los enemigos de Marx y Engels, Lasalle en primer lugar, un estatólatra contumaz.
        
No hay anticapitalismo creíble sin denuncia del Estado, y no hay proyecto revolucionario serio ni creíble ni con futuro, sin considerar que el fin del Estado es idéntico al fin del capital. Esto lleva a la denuncia del Estado en todas sus formas, también en la variante de Estado de bienestar.
        
Quienes deseen crear una izquierda revolucionaria (una meta digna de apoyo y encomio), limpia de toda la mugre burguesa y socialdemócrata de los Moral Sandín y los Cayo Lara, no pueden esperar mucho más para dar la batalla a las formulaciones reaccionarias que son presentadas por éstos como de la izquierda. Dado que la crisis general del capitalismo se va agudizando, ha llegado el momento de la gran pugna de las ideas, para crear una izquierda revolucionaria, anticapitalista, vinculada a las mejores tradiciones del movimiento obrero, dispuesta a entregarse hoy a la gran tarea de la revolución integral.
        
Se necesita una izquierda que NO esté en los Consejos de Administración de las entidades financieras, que NO esté con el Estado, que SÍ esté con las clases trabajadoras, que SÍ esté con la revolución.


domingo, 16 de diciembre de 2012

CONTRA LAS SUPERSTICIONES



CONTRA LAS SUPERSTICIONES
           Comentario a las supuestas profecías mayas para el 21/12/2012
Una y otra vez nos encontramos con lo mismo, la credulidad que se manifiesta en tantas gentes que se creen “radicales” y “antisistema”. En su pretendida oposición al régimen de creencias del poder terminan cayendo en fes no menos trágicas y no menos embrutecedoras, en supersticiones sin fundamento, que además son presentadas, váyase a saber por qué, como “emancipadoras”.
        
La supuesta profecía del fin del mundo, producido por el impacto sobre la tierra, el próximo 21 de diciembre, del planeta Nibiru (cuya existencia nadie ha logrado mostrar hasta el presente), lo que aparece anunciado, según dicen las y los santones de turno, en el calendario maya, es una de las más seguidas por la grey de los crédulos, cándidos y bobalicones, esa gente que se lo traga todo porque no tiene respeto por la verdad, y no se propone diferenciar en cada enunciado lo cierto de lo falso.
        
Aducen que ante el racionalismo de Occidente vale todo, y que uno se ha de hundir en el irracionalismo, para ser “anti”. Pero la filosofía occidental es en gran medida irracionalismo, credulidad y mera superstición, comenzando por el racionalismo, o sea que, como sucede tantas veces, afirman lo que niegan.
        
La clave está en los criterios de verdad, en el esfuerzo de la mente pensante para encontrar qué es verdadero y qué es simple error, desacierto, falsificación o vulgar mentira. En Occidente amplios sectores de la población, a día de hoy, son manejados como un rebaño de ganado por el pensamiento “alternativo”, orientalista, indigenista, enquistado en formas de fraude y engaño que son escandalosas: de tal conglomerado forma parte dicha “profecía” del fin del mundo a fecha fija.
        
Para comenzar, hay que tener en cuenta que los mayas fueron una cultura extraordinariamente opresiva, brutal y sanguinaria. Sus elites de poder sometieron a un dominio y explotación despiadada al pueblo, que luchó con gran arrojo, durante ciertos periodos, contra sus dominadores. Los calendarios mayas no los hizo el pueblo sino los opresores del pueblo, y eso no se puede olvidar cuando escuchamos las loas fanatizadas que algunos dirigen a tales creaciones, conforme a la moda perversa de que todo lo occidental es el mal y todo lo no-occidental el bien, lo que a fin de cuentas es una posición racista.
        
En el presente los indigenismos formas parte de esa enormidad que es el “antiimperialismo”, según el cual son las oligarquías de los diversos países pobres, pero no sus pueblos, los que “luchan” contra el imperialismo. En Occidente todo ello es utilizado por el poder a fin de promover el autoodio, para mejor aculturar oprimir y destruir a los pueblos europeos.
        
Esta necia credulidad está permitiendo la proliferación de un sinnúmero de chamanes, sanadores, profetas de “lo auténtico”, redentores del género humano, videntes, “Maestros” poseedores de una sabiduría completa y absoluta o profetas de esto y de lo otro, en suma, de vivillos y mercachifles, que se lucran con sus cursos y sus mensajes, abusan de sus cándidos seguidores y ofrecen unos productos intelectuales asombrosamente falsos, simples e infantilizantes, muy dañinos y destructivos de la persona.
        
La clave de la vida humana no es la creencia sino la increencia.
        
Un sano y vigoroso escepticismo, que se pregunta el por qué de todo y desconfía de cualquier afirmación no asentada en hechos bien probados, es lo verdaderamente necesario. Hay que creer lo menos posible, para no cargar la mente con supersticiones y fes, a fin de que quede libre para pensar lo importante, aquello que nos realiza y eleva como seres humanos.
        
Todo tiene que ser probado en la experiencia y la voluntad de creer”, tal es lo que defiende, por ejemplo, el pragmatismo, esa filosofía producida y difundida por el imperialismo yanki, que es la esencia de lo preconizado por el ejército de los promotores de supersticiones, tiene que ser criticada. No hay que admitir lo que parece útil, apropiado y conveniente para el ego sino lo que es verdadero, lo que queda verificado a través del proceso experiencial/reflexivo de investigación. Lo verdadero ha de estar diferenciado de lo falso, y el esfuerzo por la verdad posible es el único ejercicio en el que la mente humana se mejora y perfecciona.
        
Los consumidores de boberías, en primer lugar, están destruyendo su capacidad reflexiva, al sustituirla por la mera admisión de todo lo que, en su frivolidad e ignorancia, les apetece creer. Sólo la voluntad de verdad, el esfuerzo por la verdad y la búsqueda de la verdad fomentan la inteligencia, mientras que la dejación de tales categorías nos rebaja a la condición de subhumanos, de seres sin cerebro, de meras nadas que las y los listillos de turno saquean sin contemplaciones.
        
Por tanto, exijamos responsabilidades a quienes llevan mucho tiempo lucrándose con la historieta del próximo 21 de diciembre. Desde el mismo día 22 hemos de ponerles en evidencia y denunciarles en público. A ellos/ellas y a todos los que en nombre de lo anti-occidental y lo anti-racional se han construido un negocio que es un escándalo, una expresión del peor conformismo y una forma de degradar aún más a una sociedad en agonía como la nuestra.