Con tristeza y
melancolía, aunque no con sorpresa, he conocido la disolución de la Asamblea anti-TAV de
Euskal Herria. Iniciada en 1993,
ha desaparecido 19 años después sin dejar apenas nada.
Varios de mis libros
son consecuencia de dicha Asamblea. En el más difundido, Naturaleza, ruralidad y
civilización, su capítulo probablemente más importante, “El concejo abierto y el mundo rural
popular” es la transcripción de una charla organizada por la Asamblea contra el TAV en
Urbina, Álava, el 5-1-2007.
Fue un día muy frío, mucho, pero el calor humano y el entusiasmo de quienes
asistieron al acto colmaron las incidencias climáticas. Precisamente en Urbina,
dos años después, la Asamblea
contra el TAV manifestó su poder movilizador, congregando a miles de personas,
a pesar de la fuerte represión policial. Otro de los trabajos incluido en aquél,
“Por una sociedad desindustrializada y desurbanizada”, fue el contenido que
desarrollé en la acampada organizada por la Asamblea contra el TAV en Alegui, Gipuzkoa, el 24-7-2005.
Crisis y utopía en el
siglo XXI es el texto escrito de la charla dada en Donosti el 23-3-2009 ,
promovida por la sección local de la Asamblea contra el TAV. El debate fue profundo, a
ratos difícil y tenso pero siempre cordial. Al terminar un grupo numeroso de
amigas y amigos recorrimos la parte vieja, tomando unos vinos, charlando
relajadamente. La ciudad más vasca de todas las de Euskal Herria estaba plena
de vitalidad, mismidad y júbilo en el inicio de la primavera.
Antes de entrar en el
análisis deseo enviar un saludo emocionado a las amigas y amigos que durante
tantos años han manifestado su voluntad de cambiar la sociedad, preservar el
medio ambiente y salvaguardar lo más esencial de Euskal Herria. Conozco bien su
constancia, inteligencia personal, entrega, pasión, valentía, espíritu de
sacrificio y afabilidad. Durante años han mantenido en alto la enseña de la
lucha contra los proyectos ecocidas, antipopulares y desarrollistas del actual
sistema de dominación. Lo que han hecho tiene que escribirse, para que lo
conozcan las nuevas generaciones y forme parte de la historia del pueblo vasco.
Mi recuerdo más sentido va para las personas que han sido detenidas, golpeadas,
multadas o encarceladas por llevar adelante las movilizaciones y luchas. Ellas
y ellos son los verdaderos héroes de nuestro tiempo.
En ese estado de ánimo
inicio el estudio imparcial y constructivo de la ejecutoria de la Asamblea desde que tomé
contacto con ella, en 2004.
A partir de 2009 la Asamblea decayó de manera
notable. Una parte de quienes la constituían se retiró, y aquéllos que se
quedaron se enzarzaron en disputas tan absurdas como cargadas de mutuo rencor,
lo que indicaba que el proyecto estaba en las últimas.
El primer desacierto
observable era la falta de una estrategia. La Asamblea anti-TAV no tuvo
ni un análisis estratégico ni un plan de acción basado en él, que recogiera con
objetividad las condiciones en que la resistencia al mega-proyecto desarrollista
debía hacerse, y formulase los contenidos, procedimientos y expectativas
futuras. Con timidez y sin insistir, en alguna de las asambleas, expuse que la
cuestión de la estrategia era decisiva, pero ciertos elementos turbios
rechazaron de plano la propuesta, y la mayoría no la consideró en su real y
decisiva importancia.
A falta de una
estrategia, el activismo se convirtió en el procedimiento habitual. Se trataba
de hacer, hacer, hacer, de hacer lo que fuera y como fuera, sin pensar, sin
plan, sin proyecto, sin reflexión. A partir de 2008, a medida que los
cambios a peor en la sociedad vasca se fueron asentando y las obras del TAV
avanzaban, el activismo se convirtió en una huida hacia adelante, que
presagiaba el desventurado final. Los mencionados elementos turbios, que
hicieron de la Asamblea
un espacio para el lucimiento personal y la promoción de sus averiados
productos literarios, se hicieron los más decididos defensores del activismo,
pues gracias a él podían estar a menudo, pancarta en mano, en las páginas de la
prensa.
El activismo es un modo
socialdemócrata de tratar la acción social que tiene dos efectos observables:
destruye a largo plazo las luchas y destruye a las personas que se implican en
dichas luchas.
Como consecuencia del
activismo no hubo una estrategia pero tampoco hubo una producción de ideas de
una mínima valía y rigor, dejando de lado algún folleto aislado. Asimismo, no
se formó a las personas que se comprometieron en la lucha, al contrario, éstas
retrocedieron en su calidad como individuos a causa del hacer-hacer-hacer,
desenfrenado y sin cerebro, que ocupaba todo su tiempo y energías, y que les
embrutecía y anulaba. Por ello ni se formó un núcleo de personas con aptitud y
capacidad para mantener la actividad resistente, ni se produjeron textos (todo
se quedó en panfletos, pues el activismo es inseparable del panfleto) ni, como
se ha dicho, se formuló una estrategia.
Por tanto, a causa de
la ceguera activista la
Asamblea ni siquiera logró comprender que los grandes cambios
políticos a peor que estaban dándose en Euskal Herria, en particular el fuerte
reflujo de las luchas populares y la dramática mengua de las estructuras
organizativas de base, exigían formular un plan de acción diferente al de 1993,
lo que ya era obvio (para quien lo quisiera ver) en 2005. No se hizo así: la
sociedad estaba cambiando pero las ideas y procedimientos de la Asamblea siguieron siendo
los mismos. Esta contradicción fue importante en la tarea de liquidar de facto
a aquélla.
La esterilidad en el ámbito
de la producción de ideas y de la formación de las personas, pues muy poco de
positivo se ha hecho en lo uno y lo otro en 19 años, es lo que quizá más llama
la atención de la historia de la
Asamblea contra el TAV.
Pero hay más. En
realidad sí había una estrategia, aunque implícita, la de los nuevos movimientos sociales surgidos en
los años 60 y 70 del siglo pasado. En concreto, las luchas antidesarrollistas son una simple adecuación del activismo
ecologista en surgido aquellos años. Sus postulados serán los siguientes: 1)
dado que la revolución no es posible -en realidad quieren decir que no es
deseable- se trata de librar “luchas” parciales contra el sistema, para ir
eliminando sus excesos más visibles, pero sin cuestionarse su esencia,
conviviendo con él y conciliando, en definitiva, con él, 2) la victoria en
tales “luchas” no proviene del desarrollo de los factores de la conciencia sino
de un activismo obsesivo, 3) la cuestión más decisiva ni se planteaba, que
incluso resultando victoriosas tales luchas en nada importante alteran el
meollo del sistema (la sociedad es igual de capitalista con el TAV que sin el
TAV), por lo que sólo de una manera muy tenue y diluida pueden ser consideradas
subversivas, 4) las ideas e ideales, la calidad de las personas, el análisis de
conjunto de la sociedad, los problemas convivenciales, espirituales, culturales
y morales no tenían cabida, con lo que se libraban luchas especializadas,
circunscritas a un ámbito muy restringido, que tocaban asuntos muy parciales y
que debido a ello, por sí solas, ni podían atraer y mover a amplios sectores y
ni siquiera podían consolidar un núcleo militante estable, como se ha visto en
el caso que estudiamos, 5) dichas luchas sectoriales en muy poco contribuyen al
desarrollo de los factores de la conciencia.
El olvido de la idea de
revolución, en su única forma hoy posible, como revolución integral, esto es,
como respuesta total a unas condiciones terribles y de una colosal complejidad
creadas por el hiper-capitalismo y el mega-Estado contemporáneos, es la clave
de todos los errores cometidos por la Asamblea anti-TAV. En efecto, sólo esa seminal
noción puede proporcionar la visión estratégica, la producción de materiales y
la calidad de las personas que se necesitan para abordar con éxito las luchas
parciales que exigen ser libradas ya.
Los elementos turbios
dentro de la Asamblea ,
apoyándose en la obra del supuesto “crítico de la tecnología”, Jacques Ellul,
al presionar con malas artes (nunca se atrevieron, que yo sepa, a plantearlo de
manera honrada, a las claras, en las asambleas, todo se quedó en esa cosa vil
que es la “política de pasillos”) en contra de la idea de revolución, y de su
consecuencia lógica, la de formular una estrategia para las luchas
antidesarrollistas que tuviera como referencia la revolución integral, se
hicieron factores de primer orden en la liquidación de la lucha y en la ruina
de la Asamblea.
Primero la usaron en su propio beneficio, como mera
plataforma, y luego cuando ya vieron que era un juguete roto y sin utilidad la
abandonaron a escape, en vez de quedarse a poner remedio al desastre. En
ocasiones utilizaron mis textos y mi persona como blanco de ataque, dado que en
ellos la idea de revolución es permanente y central. Así pudieron enmascarar
mejor su acción destructiva y liquidadora.
Lo que no es revolución
es reacción, y quienes despotrican contra la revolución están loando el
capitalismo y el Estado, que sólo con la revolución pueden ser extinguidos. Por
tanto, ¿cómo puede avanzar la lucha antidesarrollista sin comillas desde un
enfoque a favor del Estado y el capitalismo? Esto es lo que propone Ellul y los
que siguen dogmáticamente sus formulaciones, falsamente antitecnológicas pues
ese autor, al negar la revolución y al hacerse él mismo agente cualificado del
Estado francés, apoya lo que es la matriz misma de la tecnología, el Estado,
traicionando sus aserciones iniciales, alguna no del todo descaminada[1].
No menos incoherente es
pretender luchar contra la tecnología y el desarrollismo desde la especialización,
constituyendo un movimiento de especialistas. En efecto, dado que la sociedad
tecnológica se fundamenta en la especialización más extrema, a través de la
división social y técnica del trabajo, su negación exige la no-especialización,
una concepción holística, integral,
de la resistencia y las luchas, de las ideas y las personas. Aquélla concepción
de la acción “antitecnológica” una vez más manifiesta ser lo contrario de lo
que parece, una maquiavélica afirmación de la sociedad tecnológica en su meollo
mismo.
Cuando la Asamblea contra el TAV se
convirtió en un cuerpo de expertos y especialistas (como le sucede a los
movimientos y luchas ecologistas) en lidiar con un sólo problema, estaban
afirmando lo que decían combatir, por un lado, y por otro negándose a sí mismos
una visión de conjunto del problema, sin el cual no podían realizar una
estrategia, cuya falta llevaría el proyecto al desastre final, como así ha
sido.
La parte no puede
sustituir al todo. Para ser operativa, la parte ha de ir unida, en la reflexión
y la acción, al todo y al conjunto. La Asamblea incurrió en el colosal fallo de
desentenderse del todo, de los problemas claves de la sociedad vasca, para
fijarse en uno de ellos, y sólo en uno. Eso pudo funcionar, aparentemente,
cuando dicha sociedad mantenía un alto nivel de movilización (que era el
resultado de otras muchas cuestiones, la lucha de liberación nacional sobre
todo) pero se hundió en el momento en que el reflujo de las luchas se hizo
presente. En el derrumbe de la
Asamblea se ha cumplido con rigurosidad el principio de que
en todas las circunstancias la parte depende del todo, de modo que cualquier
enfoque sectorial y especializado es siempre erróneo.
La estrategia de lo
parcial, lo limitado y lo “concreto”, propia de los movimientos sociales
imitadores de la socialdemocracia que niegan la revolución, junto con las tesis
de facto pro-tecnológicas de los dogmatizados discípulos de Ellul, que son
incapaces de pensar por sí mismos y se limitan a repetir una y otra vez las
enunciaciones de los textos del “Maestro”, al parecer verdades eternas,
perfectas y absolutas, como si fueran la Biblia o el Corán, sin tener en cuenta la
realidad actual y las condiciones del presente, son, en el terreno de las
ideas, las causas del desdichado final de la Asamblea Anti-TAV.
Y lo serán de todos los movimientos que signa el mismo esquema teorético y
estratégico.
En efecto, una
peculiaridad de quienes siguen los férreos dogmatismos y las variadas
religiones políticas que se crearon en los años 60 y 70 es que no aprenden de
la experiencia, no se dejan guiar por la realidad, al desdeñar la noción más
decisiva, la de verdad experiencial, concreta finita. Dado que son creyentes y
no personas capaces de pensar desde los hechos, repiten una y otra vez los
mismos errores, cosechando una y otra vez los mismos fracasos…
Los “nuevos movimientos
sociales” de hace medio siglo, además de ser ya viejos y vetustos, son una
variante de la estrategia socialdemócrata, que hurta las grandes cuestiones, se
mofa de la centralidad de los factores de la conciencia, niega la revolución y
se concentra en luchas parciales por reformas dentro del sistema,
perfeccionándole en realidad. En sí mismos no tienen nada de revolucionario.
Además poseen un descomunal poder para embrutecer y mancillar a las personas y
se convierten una trampa en la que quedan apresadas un sinfín de gente, que
llegando de buena fe al compromiso social y medioambiental se ven cogidas en
una espiral de degradación y desintegración personal.
Por ejemplo, las
asambleas concretas eran de un nivel bajísimo, sin apenas contenidos, volcados
en las tareas “prácticas”, además de
abundar en rifirrafes personalistas, originados por la falta de tratamiento de
los decisivos problemas convivenciales, así como por el peso de las ideas de
los diversos maestros y textos del odio, Nietzsche, Stirner, el “Manifiesto
SCUM” (el panfleto de cabecera del nazi-feminismo) y otros. Solían ser, por
tanto, acontecimientos descorazonadores, que deprimían a quienes se aproximaban
al movimiento, de modo que una buena parte de estas personas abandonaban su
compromiso al poco de haberlo iniciado. Por eso en lo organizativo la Asamblea era un constante
movimiento de gentes, unas llegaban y otras tantas se iban, sin que se
consolidara un conjunto amplio y estable. Sólo una minoría muy reducida
aguantaba tantas y tan agresivas disfuncionalidades.
En la etapa terminal
las deficiencias y errores se amontonaron. Perdida ya toda noción de decoro, se
llegaron a realizar charlas de información sobre las actividades de la Asamblea lata de cerveza
en mano, y por supuesto con el más completo desprecio por las artes oratorias.
El colapso de lo convivencial convirtió a la Asamblea en un hervidero
de enfrentamiento personales, cruce de acusaciones (algunas de lo más
despreciables) y odios cainitas. Era el final.
Sea como fuere, la Asamblea contra el TAV se
ha terminado. Y esto tiene lugar en un momento en que, por un lado, reina la
paz social en Euskal Herria y, por otro, todas las sociedades europeas se están
adentrando en una crisis general y múltiple en desarrollo. Ante ello, tras
decenios invirtiendo tiempo y energías en cuestiones concebidas de un modo
socialdemócrata y “luchas” desconectadas de los grandes problemas del conjunto,
apenas hay respuestas. La indigencia intelectiva, el bajísimo nivel reflexivo,
la dramática escasez de personas de calidad y formación es lo que domina
abrumadoramente. Una estrategia socialdemócrata, la de los nuevos movimientos sociales ha dado sus frutos, y ahora estamos
ante una situación de tierra arrasada.
A quienes son incapaces
de aprender nada tanto como de olvidar nada, el consejo apropiado es, por
favor, iros a casa, dejadnos. A los que sí están dispuestos a cambiar, la
primera idea a considerar es obvia: hay que empezar de nuevo, hay que comenzar
casi desde cero.
En la etapa actual las
asambleas (que se han casi esfumado) y las grandes “luchas” (que están
igualmente desparecidas) no pueden ser lo principal del imaginario radical. Si
se trata de principiar un nuevo ciclo de acción de resistencia, hay que dar los
primeros pasos de todo nuevo periodo histórico. Tenemos que formular una
estrategia, eso para comenzar.
Desechado el activismo,
por liquidador y embrutecedor, se trata de crear las bases reflexivas de las
futuras luchas revolucionarias, así como las personas formadas y de calidad,
partiendo de un conocimiento exacto de las condiciones actuales, para lo que se
ha de dejar de lado los dogmatismos y las ideas fijas. La verdad proviene de la
experiencia y de los hechos, no de lo que dijo tal o cual gurú, teórico o
sabelotodo.
En tales circunstancias
los “grandes” tinglados no valen. Lo apropiado son los grupos pequeños, de
afinidad, que tengan un plan de trabajo coincidente y se coordinen entre sí.
Necesitamos con urgencia Equipos de Reflexión y Acción que se atrevan a
pensar a largo plazo, digamos a 10 años vista, que se basen en lo mejor
producido hasta ahora en el terreno de las ideas, que tomen como propia la
tarea de la revolución integral, de la formación de las personas y de la
búsqueda de soluciones a los gravísimos problemas convivenciales, para insertar
las luchas antidesarrollistas sin comillas en donde realmente están, la acción
general por revolucionarizar la sociedad y revolucionarizarnos como personas,
en un momento histórico particularmente dramático, por causa de la destrucción
de la esencia concreta humana, que es el gran y verdadero problema de nuestro
tiempo, muy por encima de los medioambientales, y que ha de ser considerado
como medular para tratar éstos con eficacia.
Así lograremos destruir
la sociedad tecnológica.
[1]
Cuando en 1954 J. Ellul
publica La technique ou l’enjeu du siècle, lo hace contado con “la
ayuda del Ministère Français chargé de la Cultura- Centre
Nacional du Libre”, según se lee en su edición en castellano de 2003, con el
título La edad de la técnica. El carácter “subversivo” de tal texto se
pone de manifiesto también en que aquí la Editorial Labor lo
publicó en 1960, esto es, bajo la dictadura y la censura franquistas, sin
ningún problema, al parecer. Posteriormente Ellul se especializó en atacar la
idea misma de revolución, en varias de sus obras, para pasar directamente a
colaborar con el Ministerio del Interior francés, como sin sonrojarse narra en
uno de sus libros, para asesorar a éste en la persecución de los movimientos
populares de finales de los años 60, rebajándose con ello a un jerarca de la
policía entre otros. Por tanto, su proyecto de crítica “antitecnológica” estuvo
subvencionado desde el primer momento por el Estado francés, fue bien acogido
por el Estado franquista español y culmina en un uso oportunista y mixtificador
de dicha crítica para servir a su patrono de toda la vida, el aparato estatal,
en particular el ejército y la policía. Por eso sus discípulos actuales
abominan de toda idea de revolución, me atacan por defenderla, y preconizan
nada menos que una sociedad “no-tecnológica” con el capitalismo y bajo la
dictadura del Estado, lo que es una mera impostura y demagogia. Todas esas
ideas ultra-reaccionarias, inyectadas en la Asamblea Anti-TAV
por mis detractores, han contribuido en mucho a su liquidación, pues no puede
haber una estrategia antidesarrollista viable sin poner en el centro la noción
misma de revolución integral. Como era de esperar, la ideas de Ellul ofrecen
una visión mística, en buena medida irracionalista, literaria y beata, no
asentada en análisis concretos y asombrosamente reduccionista, de la crítica de
la tecnología, que no vale para ese propósito, también porque su verdadera intención
es defender al par Estado-capital, como hacen sus discípulos actuales, meros
voceros de la anti-revolución en un momento en que la gran crisis de las
sociedades europeas va poniendo en el orden del día precisamente eso, la gran
tarea de la revolución.
Toda sociedad es tecnológica. Pues tecnología es un martillo o un hacha. Si no somos capaces de distinguir tecnología de tecnocracia, habremos empezado mal.
ResponderEliminarUn saludo cordial
No es lo mismo un molino hidráulico que un acelerador de partículas, como el que quiere construir el CERN, y ambos son tecnología. Por lo tanto se trata de discernir qué tecnologías son beneficiosas para preservar la autonomía del ser humano con sus iguales, y cuales están concebidas para su sometimiento social.
EliminarPretender que seamos antitecnológicos puros es absurdo.
Otro cordial saludo
Iñaki
Gracias Felix por este articulo. Con él me han quedado mucho más claro que cualquier lucha tiene que tener como denominador común la busqueda de la revulución integral, o revolución holistica, que es la única manera de acabar con el sistema capitalista, porque si las luchas las planteamos de una menera especificamente especializadas, que es lo que hace el activismo, solo servirá para poner parches al sistema; y seguramente ni eso siquiera, pues aquí tenemos el ejemplo claro de lo que ha sucedido con la Asamblea del Tav.
ResponderEliminarLos activistas, con sus luchas especializadas, son como el Perro del Hortelano, que ni hacen ni dejan hacer.
Cualquier lucha parcial en que nos involucremos tiene que tener como principal objetivo la revolución integral
Un saludo cordial de Diego de Murcia.