martes, 29 de septiembre de 2015

EN CATALUÑA ESPAÑA CONTRA ESPAÑA


        Cataluña es un país oprimido, un pueblo[1] no-libre. Dominado por España, y también por Francia desde hace siglos. Padece el ejército, la policía, el aparato administrativo, el régimen fiscal, el sistema educativo, el gran capitalismo multinacional foráneo y la imposición lingüística española. Su historia y cultura son marginadas y tergiversadas. A esto se une que ahora, además, está sometido al tan descomunal como temible fenómeno de la mundialización.
         El pueblo catalán necesita ejercer el derecho de Autodeterminación. Éste sólo es fidedigno si se fundamenta en la soberanía popular, en la capacidad real autoconstruida de aquél para decidir su futuro y las relaciones que desea mantener con los pueblos vecinos. Pero tal derecho no es nada, salvo una formalidad y una farsa, si se realiza en situación de opresión del pueblo catalán por un supuesto Estado catalán.

         El nacionalismo burgués catalán y su continuador el “independentismo” partitocrático, en alianza con el Estado español, han falseado la historia de Cataluña. Por ejemplo, presentan la institución de la Generalitat como “popular” cuando es desde sus orígenes en los siglos XIII y XIV un instrumento de las clases oligárquicas para arrebatar al pueblo catalán su régimen de autogobierno, asambleario, y expoliar los bienes comunales, desarrollando la propiedad privada concentrada, primero a las órdenes de la corona de Aragón y luego de España.

Hoy la Generalitat, y la poderosa casta partitocrática y funcionarial concebida en torno a ella, son la expresión civil del Estado español en Cataluña. Son España en Cataluña. Si no se comprende esto no se puede entender lo que está sucediendo. Madrid siempre ha dominado al pueblo catalán valiéndose de las clases altas de Cataluña y de las instituciones supuestamente catalanas dirigidas y usufructuadas por aquéllas.

Comencemos por el principio. A mediados del siglo XX se dio un cambio sociológico notable, la práctica desaparición de la burguesía catalana como tal, al fusionarse con la burguesía española a través de los conocidos procesos de concentración, absorción y fusión de empresas, bancos, etc. Desde entonces existe un único capitalismo, español, que se sirve del Estado español. Esta situación dejó un vacío que tenía que ser llenado, pues había que encontrar, o crear, una nueva fuerza social que fuera el instrumento del Estado de España en Cataluña.

 Su necesidad era mayor por cuanto en la segunda mitad del siglo XX se dieron otras transformaciones sociales que fueron poniendo más y más en peligro la existencia misma del pueblo catalán, lo que ha ido originando una creciente inquietud y resistencia en éste. Aunque el franquismo oprimió ferozmente a Cataluña no estaba en condiciones de destruirla, aunque lo deseaba, mientras que hoy, infortunadamente, eso sí es hacedero a medio plazo. El factor causal último reside no sólo en la fuerza hoy multiplicada del Estado y el gran capitalismo español (en el que está integrado el catalán) y en la existencia de la Unión Europea sino en el proceso de globalización (mundialización del bloque formado por los principales Estados más las grandes empresas capitalistas), como acontecimiento planetario.

          Si en el pasado el pueblo catalán luchó sobre todo por la libertad ahora lo hace en primer lugar, de facto, por su existencia, por no despeñarse en la nada y el vacío de la historia, tras 1.200 años de ser una poderosa y creativa comunidad humana singular.

          El uso diario de la lengua de Cataluña lleva decenios retrocediendo en las grandes ciudades, sobre todo en Barcelona. El manantial de la prístina y más auténtica cultura y lengua catalanas ha sido desde la Alta Edad Media la ruralidad, pero ésta ha padecido un dramático proceso de vaciamiento, desnaturalización y práctica liquidación desde los años 60 y 70 del pasado siglo. La cultura autóctona, otrora tan pujante, es en la actualidad un ejercicio tedioso de futilidades a cargo de mediocres y pancistas, próvidamente subvencionados por la Generalitat, a los que ésta exige servilismo político con la interdicción de crear nada que tenga grandeza y calidad. Gaudí es magnífico, y ahí está su obra, pero en el presente su espíritu vigorosamente innovador y creativo ya no existe en Cataluña.
 
         La industria del ocio y el entretenimiento, con centro en los países de habla inglesa, inunda Cataluña con sus subproductos, lo que está erosionando gravemente el sentimiento de identidad y pertenencia. Los estilos uniformes de trabajo y consumo, de creencias y existencia, que fomentan las multinacionales del Estado-capital en todo el orbe dejan escaso sitio para lo singular, lo local y lo autóctono. La gran mayoría del aparato universitario y académico opera pensando en el exterior, con una mentalidad cosmopolita que, en realidad, es prosternación ante lo anglosajón. El idioma inglés es ya una amenaza mayor para el futuro de la lengua catalana que el castellano y el francés.

        La emigración masiva y el turismo deterioran y adulteran la esencia misma de lo que es ser catalán. La emigración suministra mano de obra barata a la gran burguesía, y la industria turística proporciona cuantiosos ingresos. Franco promovió y amplió la industrialización de Cataluña desde y, en buena medida, por el Estado español para, entre otros objetivos, suscitar un proceso de inmigración interior que sepultase lo genuinamente autóctono catalán. Aunque muchos inmigrantes hoy se integran en lo que sobrevive de la cultura catalana con entusiasmo, la resultante final, considerados todos los aspectos, no es positiva. La UE está homogeneizando a Europa según los intereses estratégicos de Alemania, de donde resulta la aculturación programada de los pueblos europeos, en particular de los de menos población. La destrucción de la esencia concreta humana se manifiesta en el caso del sujeto medio en Cataluña como pérdida creciente de su identidad y conciencia en tanto que persona de una determinada comunidad humana.

          En resumidas cuentas, para las preguntas ¿qué es ser catalán en el siglo XXI?, ¿cuál es el futuro de Cataluña?, y, ¿qué va a ser del pueblo catalán?, no hay respuestas bien meditadas y mínimamente completas, por ahora.

         Las cuestiones citadas, y varias más, han ocasionado, como sana reacción superadora, un ascenso de la conciencia de catalanidad desde los años 60 del siglo pasado. Ésta ha sido, y es, más una emoción y una pasión que un cuerpo de ideas razonablemente bien meditado pero aún así ha ido creando notable inquietud en el poder estatal español. Dicho de otro modo, Cataluña está respondiendo con brío a la suma de factores que mantienen su dominación y pergeñan su aniquilación.

          Caducado, por vencido y fracasado, el modelo franquista de opresión, Madrid pone en marcha otro nuevo, sustentado en la Constitución española de 1978, el estatuto de autonomía y la Generalitat en tanto que concreción para Cataluña del Estado español. De la gestión de todo ello se encarga a CDC, partido político creado por Jordi Pujol en 1974. A éste se le otorgan poderes casi omnímodos para hacer y deshacer en Cataluña, elevándole a presidente de la Generalitat desde 1980 hasta 2003. Pujol fue el virrey de Madrid en Barcelona.
 
         La línea de CDC, Pujol y sus aliados ha sido la estatización general de Cataluña. Todo debía estar sometido a la Generalitat, nada podía hacerse no ya en su contra sino ni siquiera al margen. Quienes se resistían eran laminados y aquellos que se subordinaban generosamente favorecidos y subvencionados. Esta ofensiva funcionarial y burocrática ha alterado por sí misma la naturaleza de la sociedad catalana, antaño sustentada en la iniciativa individual y colectiva a partir de una alta calidad de la persona y hoy en todo lo contrario, en el sometimiento pasivo, garbancero y servil al aparato de poder por mor de los generosos estipendios otorgados a troche y moche, por un lado, y de la condena al exilio interior de cualquiera que se oponga o meramente no se deje manejar, por otro.

          Así se ha creado un grupo social singular, los “independentistas” de nómina, decenas de miles de personas cuya cómoda subsistencia y elevados ingresos dependen del par Generalitat-partidos “independentistas”, CiU (luego sólo CDC), ERC y CUP sobre todo. Esta codiciosa e inmoral casta partitocrática (una nueva oligarquía similar a la que tras 1714, durante el siglo XVIII, sirvió a los Borbones) es la que desde 1980 se ha ido comprometiendo con Madrid en la reprobable tarea de controlar y desnaturalizar, encauzar y manipular, el sentimiento nacional catalán. A cambio de ello recibe cuantiosas sumas como organizaciones, a la vez que a sus jefes y cuadros medios se les otorga patente de corso para enriquecerse con la corrupción (privatización del dinero estatal) y el cobro de comisiones (el famoso 3%) a la clase empresarial.

         De ello ha emergido un catalanismo zafio y chabacano, ayuno de toda grandeza, pura chatarra intelectual e ideológica, con el Barça y la butifarra como nociones medulares. La Generalitat y los partidos “independentistas” se han servido con gran astucia de lo que es el punto débil del sentimiento de catalanidad, su endeble elaboración reflexiva, para concentrarse en la manipulación de las emociones y los sentimientos, positivos en sí mismos pero condenados a ser pasto de demagogos y falsarios si no van unidos a un cuerpo de reflexiones y elaboraciones. El aparato mediático, pillado entre el temor a los jefes de la partitocracia y el dinero derramado a manos llenas, se ha hecho totalitario por adoctrinador y excluyente.

          Pero, a pesar de todo, el sentimiento de ser un pueblo que no acepta dejar de ser sino que desea realizarse en libertad ha ido creciendo también desde 1980. Como intervención política destinada a resolver de una vez por todas la insurgencia catalana, en 2010-2012 CiU vira, supuestamente, hacia el independentismo, al que antes denostaba y perseguía. Con ello, Jordi Pujol, durante tantos años el hombre de España en Cataluña, se hace el primer jefe del nuevo proyecto político que, según dicen, busca la independencia de Cataluña: los “botiflers” de antaño son ahora los campeones de “la nación”.


        Algo ha influido en ello el pasmoso nivel de corrupción alcanzando por familia Pujol, que se ha apropiado de entre 18.000 millones de euros, según algunos estudios, y 30.000 millones según otros, y con completa impunidad, al menos hasta el momento. A su lado, los 2 millones que se atribuyen a Artur Mas son calderilla. Pero no es cosa de un individuo o una familia sino que en la operación han tenido necesariamente que intervenir miles de personas, cada cual llevándose su porción del pastel. Los jefes de ERC también. Y pronto los de las CUP, pues la inmoralidad dineraria es rasgo estructural inexcusable del parlamentarismo, que afecta a todos los que escogen la acción institucional. La descomunal corrupción en Cataluña inicia un nuevo ciclo de desarrollo del capitalismo, estatal y privado, en ella, pues quienes se apropian del dinero estatal lo invierten en busca de ganancias, lo convierten en capital. De ese modo, como está sucediendo desde hace siglos, el Estado se convierte en fundamental motor del capitalismo.

          Con todo ello, el “independentismo” funcionarial y partitocrático ha creado la República Bananera de Cataluña, manchando e infamando la imagen de ésta de un modo tan despiadado que costará mucho limpiar y restaurar.

         Pero desde hace años las quejas y reprobaciones menudean. El grado de adoctrinamiento “independentista” en los medios de comunicación es tan tremendo que las personas más sensibles y rectas se han ido distanciando del “proyecto soberanista”. Lo chocarrero del catalanismo urdido por el par CiU-ERC lastima la sensibilidad y repugna a la inteligencia de muchos. La patronal en Cataluña se resiste a compartir sus beneficios con los partidos políticos instalados en la Generalitat, preguntándose por qué debe entregar un 3% de sus ganancias (a veces más) a unos advenedizos. El Estado español estima que el gasto ocasionado por su sección catalana, la Generalitat, es desmesurado. Al mismo tiempo, los rumores sobre la corrupción de los jefes de CiU (y también de ERC) se han ido haciendo más y más persistentes.

         Así las cosas, los gerifaltes de la Generalitat, en tanto que caudillos de la nueva casta partitocrática y funcionarial creada desde 1980, deciden pasar a la ofensiva contra sus oponentes. Buscan mostrar que son un muy poderoso grupo de presión, un hercúleo poder fáctico. Esgrimiendo un programa vaga y confusamente “independentista”, agitan desde 2012 a la sociedad catalana para que Madrid, la UE y la patronal les admitan como son, cleptómanos, chanchulleros, arrogantes y todopoderosos, con Cataluña convertida en su finca particular.

          Además, y principalmente, dicha operación se propone combatir el fuego con el fuego en el terreno de la conciencia nacional. Busca excitar institucionalmente el sentimiento de catalanidad y el legítimo deseo de lograr la soberanía del pueblo catalán para, en un momento dado, una vez que aquel sentimiento haya alcanzado el clímax, dejarlo caer de manera cínica, desalmada e inescrupulosa, a fin de crear un estado de ánimo colectivo de estupor y confusión, de decepción y amargura profundísimas, que induzca una desintegración general de las filas de quienes luchan por Cataluña. Así se formará un general conformismo, desmovilización y apoliticismo que permitirán el progreso en ésta del proceso globalizador, o mundializador, necesario para el desarrollo del capitalismo. La operación, en su sustancia estratégica, no es nueva, la está haciendo Syriza en Grecia, y se está efectuando también en otros varios lugares, con bastante éxito para sus agentes.

          Todo ello ha sido realizado en sintonía con el gobierno del PP de Madrid. Para el buen final de la intervención éste no debe acudir a medidas represivas, más allá de alguna cuestión menor, a fin de que la frustración estratégica de la gente catalana provenga de la acción política en sí misma, y no de la coerción. Eso explica que el gobierno central (España en Madrid) haya seguido financiando a la Generalitat (España en Cataluña) sin más acompañamiento que alguna advertencia de que la legislación vigente no contempla un referéndum soberanista en Cataluña.

          ¿Cómo continuará la farsa? Para su cabal éxito ha de haber una declaración de independencia, a la que Madrid objetará señalando lo obvio, que no tiene validez jurídica ni política y que, en consecuencia, no pasa de ser papel mojado. Es probable que algún sector del “independentismo” llame a la desobediencia civil, lo que daría lugar a movilizaciones en la calle, poca cosa. En algún momento el gobierno de Madrid y la partitocracia catalana tienen que negociar un acuerdo a largo plazo, cuyo meollo será el reconocimiento del colosal poder, prerrogativas y corruptelas de ésta a cambio de continuar manipulando, desnaturalizando y demoliendo el auténtico sentimiento global de catalanidad. Dicho de otro modo, el enfrentamiento de España con España en Cataluña terminará, como no puede ser de otro modo, en reconciliación, astutamente velada y ocultada al público. Ya sucedió en 1980 y ahora se trata de reeditarla actualizada.

       En ese momento será cuando el fulero e histriónico “independentismo” de los jefes de CDC, ERC y la CUP se hará más vulnerable. Entonces será más visible que su esencia es el españolismo. O más exactamente, un tipo especial de españolismo, apto para ser “vendido” a los catalanes. Porque, una vez que hayan declarado la “Independencia de Cataluña”, con nulos efectos prácticos, en una situación en la que, además, la mitad de la población catalana les es desafecta, ya no les quedará ninguna baza por jugar, comenzando su caída y puesta en evidencia, que se inició en realidad con la mojiganga del “referéndum” del otoño de 2014. Y si no se atreven a dar el paso, tras tantísima verborrea “patriótica”, quedarán en ridículo ante sus bases y ante el mundo.

        Los avatares de la politiquería han convertido a la CUP en árbitro. Han sido patética fuerza auxiliar de CDC y de Artur Mas, con quien su jefe, David Fernàndez, se abraza. Su monomanía es la loa del capitalismo de Estado (de Estado catalán), con los jefes y jefas de la CUP como nueva burguesía estatal. Por eso no diferencian entre estatización de la economía (que denominan “defensa de lo público”) y autogestión. Esto les coloca en el bando de los Pujol y los Mas, que estatizan la sociedad catalana a la vez que privatizan algo. Piden la “independencia” para hacerse nuevo aparato estatal junto con CDC y ERC. Sus mañas y modos son los del estalinismo, sin respeto por la libertad de conciencia y la libertad de expresión. Las CUP, en último análisis, es una antigualla residual, un fósil político herencia del PSUC, ajeno a las nuevas realidades, ahora utilizado para dar un toque “radical” al protervo proyecto partitocrático.
 
         Es necesario pasar revista a la toma de posición de los principales actores políticos y económicos planetarios sobre la cuestión catalana. Las instituciones europeas han señalado que, conforme a los Tratados de la UE, no admitirán a Cataluña. Obama se ha declarado a favor de “la unidad de España”, toma de posición que implica a los organismos internacionales dependientes del imperialismo EUUU, o sea, todos. Alemania, por boca de Ángela Merkel, ha tomado partido por España, igual que Francia, Inglaterra, etc. Más impresionante, si cabe, ha sido el repudio de la soberanía y libertad del pueblo catalán que han realizado CaixaBank (hasta no hace tanto una institución bancaria genuinamente catalana), con Isidre Fainé al frente, y el Banco Sabadell, dirigido por Josep Oliu, a la cabeza de 90 entidades financieras igualmente contrarias al “proceso soberanista”. Asimismo, las principales asociaciones patronales, desde la CEOE a la poderosa Confemetal y sin olvidar a Farmaindustria, han dicho también no.
 
         Eso significa que la casta partitocrática catalana de derecha e izquierda está sola en su audaz aventura corporativa. Quizá haya sobrevalorando sus capacidades…

         Las conclusiones son fáciles de extraer: 1) la liberación de Cataluña no puede realizarse en el marco del actual sistema pues todo él, y todo en él, se opone y la niega. 2) Aquélla sólo es factible en el marco, y como parte, de una estrategia revolucionaria, de revolución integral, no en ningún tipo de régimen parlamentarista. 3) La tarea ahora es ir produciendo un proyecto y programa de emancipación global de Cataluña que refute al “independentismo” burgués y partitocrático, ya visiblemente fracasado con la inefectividad del “proceso soberanista”, para establecer qué ha de ser la lucha por la supervivencia, la existencia y la libertad de Cataluña en el tiempo infausto de la globalización, de la mundialización estatal-capitalista. Formular ese proyecto y programa, y hacer que sea conocido por las gentes de Cataluña, es la actividad más necesaria ahora. A la pasión por la tierra y sus gentes hay que añadir el cálculo estratégico y la inteligencia analítica, porque los caminos fáciles, como se está comprobando, no llevan lejos.
 
         Considerando las circunstancias, la acción política y social en Cataluña ha de efectuarse fuera de las instituciones, fuera del aparato político español y también fuera del “catalán”.
 
         Cataluña fue creada por el pueblo catalán a partir de una revolución, la de la Alta Edad Media de las tierras ibéricas. Hoy, similarmente, sólo otra revolución, de naturaleza anticapitalista y antiestatal, popular, asamblearia, autogestionada y comunitarista, puede garantizar a aquélla otros 1.200 años de existencia, pujanza, libertad, vida hermanada y otros muchos magníficos logros civilizacionales.



[1] Apenas se usará aquí el término “nación” simplemente porque en la nación siempre está el Estado. Éste constituye, determina y crea, en lo político, jurídico, cultural, lingüístico y económico, la nación. Se suele admitir que hay naciones con Estado, como España, y naciones sin Estado, como Cataluña, lo que es aproximadamente cierto, pero la solución no está en dotar de Estado a estas últimas sino en eliminar el Estado de todas para establecer un régimen universal de libertad política, libertad de conciencia y libertad civil.

jueves, 10 de septiembre de 2015

OS INVITO A LEER “PRECISIONES SOBRE EL FUERO DE MADRID DE 1202”


         Con ese título he colgado en mi página un trabajo de mediana extensión, que analiza tan notable documento medieval, elaborado por el concejo de Madrid ese año, esto es, por la red de asambleas soberanas de la villa (de unos 3.000 habitantes) y de las aldeas de la Tierra, en torno a un centenar.

         Este asunto permite comprender el funcionamiento del concejo de Madrid en tanto que sistema complejo y multiforme de juntas populares, con el que se autogobernaban unas 20.000 personas, agrupadas en unas 110 asambleas de base. Había además 16 distritos electorales (entonces llamados colaciones), enviando cada uno sus portavoces (que no representantes al estar obligados por el mandato imperativo) al organismo unificador de toda la estructura participativa y de autogobierno popular.

         El texto estudia también la asistencia de la villa y Tierra de Madrid en las cortes de Castilla, cuando éstas eran una reunión de portavoces de más de cien entidades similares.

         Asimismo, trata sobre las legendarias milicias concejiles y acerca de la participación plena de las mujeres en las asambleas políticas, al mismo tiempo legislativas, judiciales, gubernativas, convivenciales y de dirección de la vida económica.

         Todo ello organizaba el gobierno del pueblo por el pueblo, haciendo real la soberanía popular. Los inmensos bienes comunales plasmaban además, según se ha expuesto, la democracia económica, al ser regidos desde el régimen de asambleas, desde el concejo.

         El trabajo analiza también el proceso de aniquilación del régimen del concejo abierto en la villa de Madrid, que culmina en 1346 con la imposición del concejo cerrado por el rey Alfonso XI, al establecer éste una junta de regidores de 12 miembros designados por él como ayuntamiento. Así pues, durante 261 años, desde 1085 (cuando Madrid se libera del colonialismo islámico) al año citado, esa comunidad humana se gobernó asambleariamente. Hay que añadir que en las aldeas de la Tierra el concejo abierto continuó activo, en alguna hasta el presente, o casi.

         El caso de Madrid es, en lo esencial, idéntico al de cualquier villa o ciudad de Galicia, León, Navarra, Aragón o Cataluña en esos tiempos, pues en todos los territorios, sin negar sus diferencias culturales, históricas y lingüísticas, existió el mismo régimen político, económico y social, al que cabe denominar como asambleario, consuetudinario y comunal con monarquía. El origen de todo ello fue la revolución civilizatoria e integral de la Alta Edad Media, siglos VII al X.

         El sistema medieval (o más exactamente de la Edad Media alta y central) puede proporcionarnos inspiración al considerar de manera transformadora muchos problemas cardinales de nuestro tiempo, por ejemplo, cómo organizar eficazmente un territorio extenso con decenas de miles de personas por medio de una red de asambleas soberanas. Y cómo poner fin al capitalismo estableciendo en su lugar una economía colectivista asambleariamente ordenada. Considerando que la denomina “democracia representativa”, o régimen parlamentario hoy en vigor, es una estafa, por ser realmente una dictadura económica y política de unas élites super-poderosas, las prácticas asamblearias del pasado están en condiciones de enseñarnos muchísimo. Por eso es necesario unir tradición y revolución, para que ésta última sea fecundada por las experiencias y la sabiduría de nuestros ancestros.

         Un abrazo, amigas y amigos.

         Artículo completo :WEB La vida como esfuerzo y servicio desinteresados