El seis de diciembre es la fiesta del vigente
sistema de dominación, del actual régimen de dictadura política. La celebran la
izquierda y la derecha, mostrando con ello que son lo mismo, parte del aparato
de poder y agentes políticos del capitalismo.
Las
fuerzas de la reacción, en el presente, se manifiestan de tres maneras: 1) planteando
la continuidad de la actual Constitución, 2) preconizando su reforma, 3)
demandando un proceso constituyente que promulgue un nuevo texto constitucional.
Todas esas propuestas se dirigen contra el proyecto y programa de la revolución
integral, compitiendo entre sí por servir mejor al statu quo.
Lo
cierto es que no hay solución a los grandes problemas de nuestro tiempo en ninguna
de las expresiones políticas del poder establecido. Quienes se sitúan dentro
del sistema son parte de él y están a su servicio, lucrándose además con ello
y, en general, haciéndose nueva burguesía. La actual Constitución, con o sin
modificaciones, y cualquier otra en el marco del presente orden
estatal-capitalista, es la negación de las libertades para el pueblo, la
conculcación de la soberanía popular, la permanencia de la tiranía política.
Únicamente la revolución puede realizar la libertad y la democracia.
Tras
37 años de dictadura regulada por la actual Constitución, ahora se nos dice que
hay que reformarla para introducir en ella “los
derechos sociales”, que quedarían incluso “blindados”… ¿Sería cómo en Grecia con Syriza, el brazo ejecutor de
la Troika, hoy maestro en recortes sociales como ayer fue perito en embustes? Quienes
eso proponen tratan, al menos en la demagogia, de corromper y comprar a las
clases populares con dinero, estableciendo la sociedad-granja, pero el gran problema
es la libertad y la soberanía popular, no el consumo, no el dinero.
La
noción de revolución total, o integral, es compleja e inmensa, incluso
intimidante y anonadante. Cierto. Pero los grandes problemas de nuestro tiempo
no pueden resolverse con fórmulas simples, fáciles, inmediatas, pragmáticas e
indoloras. Una sociedad en putrefacción, un ser humano en liquidación y una
naturaleza en devastación demandan de un gran ideal, de una arrebatadora esperanza,
de una ardua propuesta. Lo otro, el reducirlo todo a reformas políticas (unas
triviales y otras negativas), a dinero y consumo (algo, además, irreal en una
Europa declinante y senil, véase Grecia), es hacer dejación de nuestra
condición de seres humanos.
Ningún
tipo de parlamentarismo, o “democracia representativa”,
puede crear sociedades libres y autogobernadas. Todo sistema constitucional es
la dictadura del aparato estatal y la gran patronal capitalista sobre el
conjunto de las clases populares, dictadura que se ejerce en régimen de
libertades formales, irreales, para el pueblo.
Los partidos políticos, de
derecha o izquierda, son los instrumentos de que se vale el sistema para
escenificar un falso pluralismo y una engañosa participación política. Las
elecciones, realizadas en un régimen de adoctrinamiento, pseudo-debates y
manipulación mental persistentes, no expresan y nunca pueden expresar la
voluntad popular. En ellas vence quien el sistema de dominación desea que venza
conforme a sus proyectos estratégicos en cada momento. El régimen jurídico y legal
es la expresión de los intereses básicos de las minorías con poder, impuestos
por la fuerza coercitiva de la policía y los jueces, y si hace falta del
ejército, como en 1936.
Son
los poderes de facto, a saber, el ejército, los cuerpos de altos funcionarios
de los ministerios, el aparato académico, las diversas policías, el poder intelectual,
el sistema mediático y la gran patronal quienes tienen el poder y quienes toman
todas las decisiones de importancia. Los partidos políticos, de izquierda o
derecha, el parlamento y el gobierno son meros subordinados al servicio de los
verdaderos poderes.
Por
eso la Constitución de 1978, hoy vigente, es un documento político y jurídico
que establece un orden opresivo, tiránico, dictatorial, antidemocrático.
Reformarla sólo puede llevar a revalidar, reafirmar y expandir su naturaleza
liberticida.
La
realización de la libertad política exige estar fuera de las instituciones y en
contra de ellas. La libertad sólo existe como oposición al poder del ente
estatal y de los amos del dinero. Es resistencia y acción emancipadora, es
combate y rebelión, es esfuerzo por la verdad, denuncia y reflexión
independiente, es desarrollo de las iniciativas populares de base, es expansión
de la conciencia y la sapiencia popular autónomas. Es construir pueblo haciendo
retroceder al Estado y a la oligarquía económica. Es conformar sujetos de virtud, aptos para realizar la
libertad/libertades.
La estrategia de la revolución hoy es estar fuera de las instituciones y en lucha contra ellas. Creer en la gente común, de la calle, y no en los políticos, ni en los altos funcionarios, ni en los policías, ni en los militares, ni en los tecnólogos, ni en los pedantócratas, ni en los expertos. Consiste en hacer pueblo que se afirma y autoconstruye para pasar de dominado a libre, de sometido a soberano.
La estrategia de la revolución hoy es estar fuera de las instituciones y en lucha contra ellas. Creer en la gente común, de la calle, y no en los políticos, ni en los altos funcionarios, ni en los policías, ni en los militares, ni en los tecnólogos, ni en los pedantócratas, ni en los expertos. Consiste en hacer pueblo que se afirma y autoconstruye para pasar de dominado a libre, de sometido a soberano.
El
camino institucional, el estar dentro del sistema, es el de Syriza. Hoy una
turbia ola de institucionalismo mendaz y populista recorre Europa pero su
fracaso práctico comienza a ser visible. Tras ella puede venir un flujo del
ideal revolucionario.
La meta es una sociedad libre en lo
político, donde la participación en la cosa pública se haga por un régimen de
asambleas, con verdad, hermandad, autonomía, moralidad, valores, virtud y
responsabilidad. Con libertad civil, lo que equivale a la erradicación del trabajo
asalariado (por tanto, del capitalismo), uno de los peores males de nuestro
tiempo. Y sobre todo con libertad de conciencia, hoy pisoteada de un número casi
infinito de maneras. Únicamente una sociedad así puede ser calificada de
democrática, de gobierno del pueblo, en oposición a la actual, en la que todo
el poder está concentrado en unas minorías tan ínfimas como todopoderosas.
Sí,como la tan ansiado renovación que quiere hacer de ella los militaristas de Podemos.Que gente más degenerada hay en el mundo,que se volvieron a creer(¿engañados?)los cuentos de hadas por los cuales todos los problemas se resolverían votando al partido de moda de los medios de comunicacion.¿Estas gentes se sentiran avergonzadas alguna vez o miraran a otro lado y votaran al que les vuelva a con algun que otro embeleco?
ResponderEliminarRecuerdo que Podemos,los que quieren reformar la consitución,ha llevado o lleva en sus filas a Carlos Jimenez Villarejo,fiscal franquista hasta la médula que condenó a gente a la cadena perpetua,familiar de Trinidad Jimenez y hermano de un juez franquista hasta la médula,tambien lleva en sus filas un guardia civil y al famoso exjefe de la JEMAD.Ahí es nada.
Excelente Félix!!
ResponderEliminar