El
fracaso electoral del chavismo en diciembre de 2015 estaba previsto, dado el
enorme descrédito del PSU de Venezuela. Fundamental ha sido la toma de posición
del ejército, hasta ahora identificado con “la
revolución bolivariana” (una forma de intervención militar), que ha resuelto,
al constatar el desprestigio e ineptitud del chavismo, otorgar apoyo a la
derecha.
Para
comprender los hechos hay que inteligir cual ha sido el proyecto estratégico
del chavismo, oficialmente “el socialismo
del siglo XXI”. Su meta económica fue el desarrollo del gran capitalismo y
de las multinacionales venezolanas, estatales (como la poderosa PDVSA,
Petróleos de Venezuela SA, uno de los mayores conglomerados empresariales del
mundo) y privadas, favoreciendo una rápida acumulación y concentración del
capital con la exportación de crudo como factor básico. Éste tendría que haber
permitido el ascenso de Venezuela a potencia imperialista de segundo nivel,
propósito que explica los rifirrafes (meramente retóricos y simbólicos, por lo
demás) con EEUU, España y otros, pues el gran capital venezolano intentó hacerse
un sitio al sol a codazos, bramidos y bufidos.
El chavismo no sólo mantuvo intacto el
modo capitalista de producción sino que lo impulsó decisivamente,
proletarizando, salarizando y monetizando aún más a las clases populares,
desatendiendo y socavando la agricultura, artesanía e industria pequeña de medios
de vida para concentrar el capital en la gran industria de exportación,
principalmente el petróleo pero también la bauxita, el hierro y otros
minerales. Ha buscado, en suma, realizar un modo peculiar de segunda acumulación
de capital que otorgase a Venezuela el estatuto de “país desarrollado”, de
potencia imperialista periférica[1].
El proyecto hiper-desarrollista,
anti-rural, urbano, modernizador a ultranza e industrialista de la izquierda
bolivariana estuvo minado desde el primer momento por varias contradicciones
internas. Al dar de lado y marginar las formas básicas de producción de bienes
esenciales ha ido generando una notable escasez de recursos básicos,
ascendiendo en flecha la pobreza. El chavismo supuso que podría vender petróleo
caro y comprar alimentos y medios de subsistencia baratos en el mercado mundial
pero esto se tornó irrealizable cuando el precio del barril comenzó a declinar.
Además, al poner la obtención de beneficios por delante de la satisfacción de
las necesidades básicas de las clases populares los bolivarianos se pusieron en
evidencia. A fin de cuentas, resulta insensato desear construir el socialismo
sobre la base del mercado mundial aunque en realidad lo que anhelaba era
expandir una forma particularmente agresiva y aberrante de capitalismo.
La demolición de las formas de vida y
producción precedentes para concentrar la mano de obra en los sectores punteros
no pudo llevarse a cabo, formándose una gran masa de población despojada y
cesante, que fue mantenida -malamente- durante un tiempo por los sistemas
asistenciales de esa forma elemental de Estado de bienestar estatuida por
Chávez. Cuando escasearon los ingresos y fueron menguando los subsidios,
subvenciones y limosnas estatales, se originó una situación agobiante de
delincuencia común, con docenas de miles de asesinatos cada año. Así las cosas,
los servicios de inteligencia del chavismo atizaron dicha violencia hasta
convertirla en un lúgubre procedimiento de control social.
Además, los elevados gastos militares
(Venezuela es un activo comprador de armas, también a España); el permanente
expolio de las arcas del Estado por los jerarcas del chavismo, civiles y
militares; los crecidos gastos del aparato funcionarial bolivariano; las
notables sumas otorgadas a grupos y personalidades de la izquierda mundial pro-capitalista
para que publicitasen el régimen; los vencimientos de la deuda, no sólo con
EEUU o España sino cada vez más con Rusia y sobre todo con China; etc. hicieron
que los gastos improductivos de toda naturaleza llegasen a dificultar el
proyecto inicial, realizar una rápida acumulación de capital.
Mientras el régimen chavista se servía
de un descomunal uso de la demagogia “social”, con el respaldo de la izquierda burguesa
europea, lo cierto es que las masas trabajadoras del país estaban siendo
maltratadas, despojadas y humilladas por aquél. Esto ocasionó continuas
huelgas, protestas y manifestaciones, a veces reprimidas de manera sangrienta
por la policía o los paramilitares chavistas. En 2014 una ola, en lo esencial
espontánea, de movilizaciones populares con docenas de muertes, dejó al régimen
sin respaldo popular sustantivo, condenado a perder las próximas elecciones,
como ha sucedido.
La altísima inflación que padece Venezuela,
por el exceso de acuñación de papel-moneda y la escasez de productos, empobrece
a las clases medias y clases trabajadoras, que sufren el expolio de sus
pequeños ahorros. Así se está formando un proletariado despojado, que es el que
necesita el proyecto militar y empresarial que sostuvo al chavismo (y que en el
futuro seguirá impulsando la derecha en el gobierno) para constituir el
mega-capitalismo. Derecha e izquierda son instrumentos del poder constituido y enemigos
de la revolución en Venezuela.
El chavismo no ha sido más que el
promotor de una etapa en el desenvolvimiento del gran capital en el país. Antes
que él otros gobiernos hicieron en lo principal la misma política, aunque sin
alcanzar sus cotas de verborrea “social” y soborno asistencial de las clases
populares, que no ha podido mantener. La gran multinacional estatocapitalista PDVSA,
se creó en 1976 con la nacionalización (estatización) de la industria de los
hidrocarburos. Tal fue la base económica del chavismo. Ahora la derecha
continuará lo hecho por Chávez, con el ejército como suprema fuerza y decisivo
guardián del capital. Venezuela necesita una revolución, a realizar contra la
izquierda chavista y la derecha neoliberal y, sobre todo, contra el ejército,
el amo del país en última instancia.
Lo que el chavismo y sus amigos
denominan “socialismo” es mega-capitalismo, una nueva fase en el desarrollo de
la gran propiedad privada empresarial. Chávez se alzó contra el capitalismo
existente sólo para crear otro muchísimo más poderoso a la sombra del Estado,
al que tildó desvergonzadamente de “socialismo”.
Esto es lo propio de la izquierda en todos los países, como fuerza anti-revolucionaria
dedicada a promover la expansión y desarrollo máximos del capital. Su
“anticapitalismo” consiste en cuestionar el capitalismo aún relativamente débil
e inmaduro para ir construyendo otro, hiper-poderoso.
No menos fraudulento es el
“antiimperialismo” de los bolivarianos y sus amigos. Consiste, como se ha
dicho, en disputar algunas ínfimas porciones de poder a los países imperialistas
aunque manteniéndose siempre a su servicio. La demagogia antiyanki de Chávez en
nada ha afectado a la venta de petróleo a EEUU ni a la presencia de más de 500
grandes empresas estadounidenses operando en Venezuela. Por lo demás, creyó que
cambiando parcialmente de bando podría mejorar, con lo que ahora tiene una
crecida deuda con China, que ha de pagar a pesar de que el país carece de suficientes
divisas, por lo que Maduro está vendiendo, al parecer, las reservas de oro del
banco central. Los hechos muestran que únicamente un programa revolucionario
puede ser antiimperialista de verdad.
El fracaso del chavismo es el último,
por ahora, episodio de puesta en evidencia de la izquierda a escala mundial.
Tiene lugar unas semanas después que las clases trabajadoras de Grecia se alcen
en su segunda huelga general contra el gobierno de Syriza, realizador de una
feroz política de recortes en pensiones, sanidad, educación, derechos sociales,
etc. Coincide con la descomposición del Partido de los Trabajadores de Brasil,
en el gobierno de ese país desde hace 11 años, a causa de la corrupción, la
represión y el empobrecimiento de amplios sectores populares. Se da cuando
triunfa electoralmente la extrema derecha en Francia, a costa del socialismo y
del resto de la izquierda, por la demente política de ésta respecto a la
inmigración, de su racismo antiblanco e islamofilia fascistizante. Es paralela
a la puesta en evidencia de Podemos en España como fuerza emergente destinada a
realizar aquí una política similar, o incluso más cruel, a la de Syriza en
Grecia.
En todos los países la izquierda está
en retirada, pues su ejecutoria la pone en evidencia, vegetando además sin
proyecto, sin fundamentos teoréticos, sin jefes preparados y sin moral, reducida
a una propuesta viejuna, cien veces fracasada y fuera de época. Al ser el
enemigo fundamental en lo ideológico y político de la revolución es dado
concluir que las condiciones para el desarrollo del proyecto y programa de la
revolución total, o integral, están mejorando.
[1]
La entrevista biográfica al urdidor y jefe del “socialismo del siglo XXI”, obra de Ignacio Ramonet, “Hugo Chávez. Mi primera vida”, 2013, lo
expone. Ramonet, fiel y veterano servidor del imperialismo francés desde la
izquierda, persiste en un enfoque de los problemas económicos no sólo burgués
sino además irracional, anticuado y desastroso, ya fracasado en varios países (en
la URSS con la industria pesada, en Argelia con el gas, en Camboya con el arroz,
en Cuba con el azúcar de caña, etc.). Fiándose de “asesores” como él se
comprende que el chavismo haya sido un patético fiasco. El camino de una
economía del pueblo trabajador y a su servicio es la diversificación productiva
sobre una base autogestionada, no la concentración en un único sector, con el
estatocapitalismo. Estos sabihondos han maltratado a la agricultura venezolana
hasta reducirla al 4% del PIB, lo que explica la escasez e incluso el hambre
que padecen un amplio sector de la población, probablemente un tercio, por
falta de productos básicos. Antaño el país fue casi autosuficiente en alimentos
mientras hoy ha de importar el 50% y… todavía tienen la cara dura, los chavistas
y sus propagandistas de este lado del Atlántico, de hablar de “soberanía alimentaria”.
Totalmente cierto, como totalmente aterrador pensar que la alternativa que ofrece el sistema (no las que existen), es peor aun para el pueblo y que esta es la que se va imponiendo en el mundo gracias a la manipulación mediática.
ResponderEliminarSaludos.
socialismo del siglo XXI = disidencia controlada... no le demos mas vuelta.
ResponderEliminarFélix, me gustaría saber un poco más sobre lo que entiendes por "el proyecto y programa de la revolución total, o integral". Gracias. Saludos :)
ResponderEliminarEl proyecto fascista y el chavista, los socialistas en general, y comunistas por supuesto, no distan mucho: "la perfecta fusión entre Estado y Corporaciones".
ResponderEliminarSi no recuerdo mal, al poco de llegar al poder Musslini concentró el poder económico en 22 corporacionas a los que él consideraba ejércitos. Esto es lo que es la PDVSA. Estos monopolios nacionales como lo fueron Iberia, Telefónica, Correos y tantos tiene la doble función de aprovecharse de su posición para barrer a la competencia y crear una basta red clientelar de millones de estómagos agredecidos y esclavos.
Salud!