Se afirma que la tecnología, debido a su pretendida multiplicación de
la productividad, crea paro. Calculan que la “cuarta revolución industrial”, eliminará 7 millones de empleos en
2016-2020 en los 17 países más desarrollados. Es el mismo argumento que, desde el
utopismo “social”, desarrolla el marxista Paul Mason en “Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro”. Según él, la tecnología
de la información hará inviable la continuidad del capitalismo. De ahí que el
futuro sea el “postcapitalismo”… Poco
hay de nuevo en ello, pues ya se dijo algo parecido de la máquina de vapor, el
ferrocarril, la electricidad, la robótica y algunos sistemas técnicos más.
Mason arguye que el
nuevo producto tecnológico, por sí mismo y sin necesidad de la intervención
consciente -en forma de revolución- popular, llevará primero a una situación
difícil por el elevado paro y otras distorsiones (en la cual se debe usar la
renta básica como paliativo) y luego a un desenlace delicioso y magnifico, el
fin del capitalismo.
Argumenta que el orden
capitalista es negativo pero que la tecnología creada por él, simple capitalismo
en la forma de tecnología, resulta magnifica. Se trata de “ayudar” a la
tecnología a desembarazarse de la envoltura capitalista para que con su supuesta
altísima eficacia instaure el Reino de Jauja de la abundancia para todos.
Descendamos a la
prosaica realidad. No es verdad que la tecnología, en general, incrementa la
productividad del trabajo. Lo hace en algunas ocasiones pero no es lo habitual,
si se tiene en cuenta la totalidad del proceso productivo y se consideran los
colosales costes ocultos que origina, en gran medida por los daños inmensos que
infringe a los seres humanos y a la naturaleza.
La tecnología es, en lo principal, de aplicación a
las cuestiones militares y sólo secundariamente a la producción. Esto es
mostrado para los iPhone y otras invenciones de Steve Jobs por Mariana
Mazzucato en “El Estado emprendedor”.
El desarrollo tecnológico real (aunque no el que fantasean los tecnófilos
“sociales”), proporciona poderes crecientes al bloque de dominación, desde la
manipulación de las mentes en “la
sociedad de la información” hasta la intervención represiva policial-militar.
La argumentación de que
la tecnología es en sí misma y a fin de cuentas “positiva”, o al menos “neutral”,
choca con la experiencia de los últimos trescientos años. En pocos casos acrecienta
realmente la productividad, y su aplicación en las empresas se suele deber a la
busca por los patronos de procedimientos para incrementar su control y poder de
mando. Si se da un aumento de los rendimientos es por ésa sobre-constricción
que suelen introducir las nuevas tecnologías, no por ellas mismas. Hay pocos sistemas
tecnológicos que al mismo tiempo eleven la eficacia del trabajo y hagan a éste
más libre, par creativo, más compañeril, más humano.
Una sociedad sin
capitalismo, o sea, libre, autogobernada y autogestionada, lo primero que ha de
hacer es poner fin al trabajo neo-esclavo actual, realizando una revolucionarización
del acto y quehacer laboral para que recupere su condición de libre obrar de sujetos
libres. Eso bajará necesariamente la productividad, considerando además que la
meta de una sociedad libre no es la abundancia material sino la plétora de
bienes inmateriales y espirituales, en primer lugar la libertad.
Un orden social
postcapitalista no tiene como uno de sus fines la abundancia, y por tanto no
necesita de tecnologías opresivas. Eso no debe llevar al rechazo absoluto de la
técnica y los sistemas productivos complejos, pues éstos se dividen en
intolerables, que deben ser eliminados, tolerables con reformas, a alterar en
un sentido positivo, y aceptables más o menos tal como están. Por tanto, la
fobia a la tecnología es inadecuada. Pero mucho peor es la creencia en que el
futuro de la humanidad depende de esta u otra “revolución tecnológica”, pues la
tecnología es un medio o instrumento que sirve a unos fines globales y se
impregna irremediable de la naturaleza última de éstos.
En lo inmediato hay que
señalar que lo que multiplica el paro no es la supuestamente fabulosa capacidad
de las tecnologías de la información (lo que Mason olvida demostrar porque es indemostrable,
en general, una engañifa) sino la competencia entre los países. Por ejemplo,
Alemania al ser más desarrollada se apropia de lo decisivo de la producción
fabril, creando paro y subempleo estructural en los países más débiles de la
UE.
Lo único que está en condiciones
de poner fin al desorden productivo que padecemos es la revolución, no la
“liberación” de la tecnología creada el capitalismo. Mason crea falsas
ilusiones con sus formulaciones mecanicistas, economicistas y deterministas, a
fin de cuentas tecnófilas. Es la calidad de los seres humanos, y la calidad de
las relaciones que establecen entre ellos, lo que determinará el futuro, muy
por delante de la técnica y la productividad. Su “anticapitalismo”, como sucede
con todos los de su credo ideológico, es una forma de mega-capitalismo. Al
poner en el centro la abundancia material se hacen propagadores de lo más
decisivo de la ideología burguesa. La tecnología del capital, por si misma,
conserva, reproduce y fortalece el conjunto del sistema, al ser no sólo su
efecto sino también su causa. Al mantenerla mantiene la totalidad. Esto suele
suceder a quienes se “olvidan” de la revolución.
Resumen: Donde esté la tracción animal que se quite la tecnología, y cuando oigas la palabra cultura, saca la pistola.
ResponderEliminar"Esto suele suceder a quienes se “olvidan” de la revolución." Supongo que te refieres a la revolución pendiente, la revolución falangista del nacional-catolicismo ¿no?
ResponderEliminarPoca trayectoria te veo en el mundo del humor...
EliminarA ver para quienes no lo hayan entendido. Félix Rodrigo Mora está explicando que lo principal para acabar con el capitalismo y el Estado es hacer una revolución integral donde impere valores inmateriales y espirituales como la libertad, el amor entre iguales, la ayuda mutua, los derechos naturales e inalienables del hombre. Para hacer eso hay que acabar con el trabajo asalariado, el gran capital, el Estado y poner fin a las relaciones jerárquicas y de poder que existen en la actualidad. Eso es lo principal. Pero la tecnología por sí misma no libera, ya que se creó sobretodo por un propósito militar y de dominación de la población, y en segundo orden para aumentar la abundancia material. Entonces, Félix Rodrigo Mora no rechaza de forma categórica la tecnología moderna, sino aquella parte de la tecnología que sea incompatible en una sociedad libre y autogestionada como las tarjetas de crédito, los cajeros automáticos, las cámaras de seguridad, aparatos de control mental, etc. Y después puede haber tecnología que pueda ser buena si se modifica para dar un buen uso (telefonos móbiles, pero que no sean smartphone, internet (pero que no sirva como herramienta militar y precisa acabar con el dark web), etc. Y existen tecnologías que buenas que pueden aumentar la producción de productos de primea necesidad (los invernaderos, pesticidas sintéticos no tóxicos y sistemas modernos de agricultura que produzcan una mayor cantidad de alimentos con menos espacio).
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