Félix Rodrigo Mora
Esteban Vidal
En
los últimos años hemos visto cómo las teorías conspiracionistas han ganado
terreno en multitud de ámbitos, y hoy ya está perfectamente claro a qué
intereses sirven realmente.
Esto
lo vemos cuando el conspiracionismo nos dice que los problemas actuales son
provocados por una élite oculta compuesta por judíos, masones, satanistas,
jesuitas, etc., que controlan los resortes del poder. El enemigo, según la conspiranoia, son este tipo de élites
perversas que imponen su agenda para desarrollar sus proyectos de dominación a
escala planetaria. Por tanto, la solución es cambiar de élites y deshacerse de
todos esos grupos malvados que corrompen a la sociedad. No es el Estado con sus
instituciones y estructuras de poder, ni tampoco el capitalismo, los que
sojuzgan y oprimen a la población, sino una élite perversa. Basta con poner a
una élite benévola para cambiar esta situación.
No,
nada de esto es cierto. Quienes así plantean la problemática política y social actual
con este tipo de teorías defienden el sistema establecido, y consecuentemente
defienden el Estado y el capitalismo. Lo hacen al presentar una serie de
problemas como una cuestión de élites, y no como una cuestión política relativa
a las estructuras de poder que organizan y gobiernan a la sociedad. Por esta
razón hoy comprobamos cómo los apologistas de estas teorías de la conspiración
apoyan en masa a los partidos de extrema derecha y, en general, al populismo
más recalcitrante.
No
nos confundamos. Estas teorías de la conspiración que utilizan a diferentes
grupos sociales y minorías étnicas como chivos expiatorios sólo son una
tapadera, por lo demás tremendamente demagógica y brutal, del viejo fascismo.
El fascismo también culpaba a judíos, masones y a otros grupos sociales como
responsables de todos los problemas. Los que hoy defienden esas mismas tesis se
alinean con el fascismo y con el sistema establecido. Por esta razón no es nada
extraño comprobar que los líderes del conspiracionismo hablen admirativamente,
tanto en privado como cada vez más en público, de figuras y regímenes políticos
como los de Franco y Hitler. Especialmente de este último con quien comparten
la locura del antisemitismo, lo que les lleva a codearse con neonazis.
Al
igual que los nazis, los jefes del conspiracionismo abogan por liquidar
únicamente a los capitalistas judíos, mientras que todos los demás capitalistas
son perfectamente aceptables. George Soros, conocido especulador financiero
judío de origen húngaro, es para ellos la encarnación del mal, la máxima
expresión de la maldad intrínseca del pueblo judío. Sin embargo, capitalistas
que no son judíos como Amancio Ortega, con una fortuna de 67.000 millones de
euros labrada gracias a mano de obra esclava y a contratos gubernamentales con
la policía y el ejército, no es un capitalista perverso. Basta recordar cómo
los nazis, durante el III Reich, se dedicaron a saquear a los judíos, mientras que los Hugo Boss, Thyssen, Krupp y tantos otros capitalistas alemanes no
sólo no fueron tocados, sino que fueron apoyados con multimillonarios contratos
gubernamentales que hicieron que sus fortunas engordasen de manera colosal. En
esto consiste su idea de “solidaridad nacional”.
No
menos repudiable es la admiración que los jefes del conspiracionismo y la
mayoría de sus acólitos sienten por personajes de actualidad tan deplorables
como Vladimir Putin. Los aires dictatoriales de este presidente, con una
propaganda que lo presenta como un gran líder popular al más puro estilo
estalinista, es a buen seguro una de las principales razones para que los
conspiracionistas se sientan identificados con él. Pero no hay que olvidar que
se trata de un líder político envuelto en la más esperpéntica y nauseabunda
corrupción, en coalición con un conjunto de oligarcas salidos de los estertores
de la nomenclatura soviética. Su perfil político es, asimismo, muy elocuente si
tenemos en cuenta que salió de las entrañas del antiguo KGB soviético. Además
es un hombre que gobierna Rusia con mano de hierro, y para ello no duda en
recurrir al asesinato y a la cárcel para quitarse de en medio a sus opositores
políticos. No menos elocuente es la represión utilizada tanto contra el pueblo
ruso, especialmente en los últimos tiempos dada la oposición popular mostrada a
medidas crecientemente impopulares en materia social y laboral, como contra
otros pueblos todavía sometidos al imperialismo de Moscú. Un líder político que
no duda en amenazar al mundo con la guerra nuclear, y que recientemente no dudó
en saludar públicamente de un modo entusiasta a Mohamed Bin Salman, responsable
político del asesinato y descuartizamiento del disidente saudí Yamal Khashoggi
en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, a pesar de todo lo que ya entonces
se sabía de este deleznable y bochornoso caso. Ese es el hombre al que los
conspiracionistas tanto admiran.
La
admiración que los conspiracionistas muestran por Putin sólo es comparable con
aquella otra que expresan por Trump. El presidente de EEUU es, también, otro
referente político e ideológico al representar la figura del líder fuerte y
autoritario que tanto les entusiasma. Es de suponer que ese entusiasmo está
ligado a esas ínfulas dictatoriales de las que este personaje hace gala. Un
personaje que ha dado sobradas muestras de su auténtico y más absoluto
desprecio por la vida humana, especialmente con motivo de la muerte de
Khashoggi al darle el más completo espaldarazo a un régimen tan sanguinario
como el de los Saud. Los negocios y la razón de Estado van por delante de la
vida de cualquier persona, algo que nos demuestra claramente el significado
real de su consigna de “America First”. Se trata, asimismo, de un sujeto que no
duda en admirar a dictadores y codearse con ellos. Al fin y al cabo Putin y
Trump tienen más en común en el plano político que todo cuanto pueda
separarles.
La
admiración que los jefes del conspiracionismo muestran por regímenes y líderes
fascistas, o simplemente por populistas demagogos como Trump, se combina con su
culto por el Estado. Al igual que todos los colectivos totalitarios, sean de
derecha o de izquierda, el Estado es considerado una institución natural, algo
que viene dado con el ser humano y que debe permanecer intacto siglo tras
siglo. Esto se debe no sólo a su ignorancia acerca de qué es y en qué consiste el
Estado, sino al hecho de que hacen de esta institución el remedio para todos
los males. El Estado, en su condición de órgano regulador de la sociedad, se
encarga de desempeñar una función estabilizadora al coordinar a los diferentes
grupos sociales para, así, asignar recursos y funciones con el propósito de
mantener el conjunto del sistema de dominación. Esto les lleva a rechazar
totalmente la idea de revolución, y más aún cualquier proyecto emancipador
dirigido a desarticular los poderes que hoy oprimen a la población.
Los
que hoy esgrimen las teorías de la conspiración aspiran a cambiar las élites
actuales por otras élites, pero élites al fin y al cabo. Todo lo demás queda
intacto. Propiedad privada en los medios de producción, trabajo asalariado,
policía, cárceles, ejércitos, tribunales, burocracia, agencias de espionaje,
etc., no son un problema para los conspiracionistas, sencillamente porque están
de acuerdo con la existencia de estas instituciones, y consecuentemente están
de acuerdo con este sistema de dominación. Todo esto es una muestra de la
escandalosa estulticia de los conspiracionistas a la hora de abordar los
problemas políticos y sociales, de tal forma que se resuelven apoyando a
líderes políticos que supuestamente van a meter en cintura a las élites
ocultas. Pero lo cierto es que el Estado es algo más que un espacio de poder al
tratarse de un ente autónomo que posee sus propios intereses, y en el que las
decisiones importantes son tomadas por quienes controlan esta organización en
el ámbito del complejo de seguridad nacional: altos mandos militares, jefes de
policía, jefes de los servicios secretos, altos magistrados, jefes
diplomáticos, altos funcionarios de los ministerios, etc. Los líderes políticos
del momento que ocupan posiciones gubernamentales sólo son los representantes
del sistema, los voceros de quienes integran y dirigen el complejo de seguridad
nacional, con lo que no intervienen en los procesos decisorios importantes. Su
función es legitimar este sistema al consentir formalmente las decisiones
previamente tomadas por la burocracia de la seguridad nacional, y vender al
público esas mismas decisiones.
Los
problemas que hoy padece la sociedad son de carácter político, pues afectan al
modo en el que la propia sociedad está organizada. Debido a esto son las
instituciones, en su condición de estructuras de poder que gobiernan la
sociedad, el principal problema y en modo alguno la solución. Mantener la misma
estructura política y social para únicamente cambiar las caras visibles de dicho
sistema es la fórmula de siempre, la de mantener el mismo orden de cosas a
cambio de meras modificaciones cosméticas con la introducción de caras nuevas
en el espectáculo de la política. Es la táctica del parlamentarismo de toda la
vida, pero en este caso con una finalidad más siniestra si cabe que es la de
imponer una élite de fascistas, y por ello a unos elementos políticos que están
dispuestos a todo con tal de hacer valer su voluntad contra todos aquellos que
no adhieran a sus propósitos.
Pero
además de existir una coincidencia ideológica con el fascismo, también se da
una colaboración explícita de los líderes del conspiracionismo con
organizaciones fascistas, lo que se comprueba con su participación en actos de
partidos como Falange o Democracia Nacional. Pero su participación también se
extiende a conferencias, artículos en todo tipo de publicaciones tanto
virtuales como en papel, libros, páginas web, redes sociales, etc. Tal es así
que estos conspiracionistas están completamente imbricados en los círculos
fascistas en los que participan y de los que forman parte. Y en otras ocasiones
nos encontramos con que son miembros de estas y otras organizaciones fascistas
los que directamente promueven las teorías de la conspiración. En lo que a esto
respecta tampoco hay que olvidar los vínculos que existen entre estos grupos
fascistas, los propios jefes del conspiracionismo y los servicios secretos del
Estado de los que son correa de transmisión. Basta con constatar cómo algunos
destacados militantes fascistas, que en el pasado lideraron organizaciones de
esta naturaleza y que hoy encabezan proyectos editoriales y culturales que dan
cobertura al conspiracionismo, son miembros de los servicios secretos o están a
sueldo de estos. E incluso en ocasiones no tienen inconveniente en reconocerlo
públicamente.
El
conspiracionismo es una gran falsedad que sirve a intereses políticos muy
claros, que son los intereses de los fascistas y de las fuerzas que desde las
cloacas del Estado les sostienen. Esto convierte a los conspiracionistas en
enemigos abiertos de la revolución, y por ello de cualquier proceso de
transformación social encaminado a desarticular todos los poderes constituidos
para construir una sociedad libre y autogestionada, organizada en asambleas
populares y soberanas en un régimen de posesión común de la riqueza. Por tanto,
son enemigos de una sociedad sin clases, de una sociedad sin Estado y sin
capitalismo. Su lugar está al lado del orden establecido, de sus instituciones
y poderes fácticos, pero también, y sobre todo, al lado de las fuerzas
políticas que apoyan al sistema y de las que forman parte, esto es: la extrema
derecha y el fascismo.
El
camino para la construcción de un mundo nuevo pasa por la revolución, sin la
cual es imposible alcanzar una sociedad de la libertad. Una sociedad
autogobernada y autogestionada. Los conspiracionistas están en contra de este
proyecto emancipador, en contra de la revolución y de la libertad, y por ello
forman parte de un frente común con el fascismo y las demás fuerzas al servicio
del sistema. Y es por esto que los conspiracionistas nos van a encontrar en
frente, del lado de la revolución, del pueblo y de la libertad.
Hombreeeeeeeeeeee, no se puede meter a todos en el mismo saco. Y sobre Yamal Khashoggi, más que tratarlo como "disidente" hay que enterarse quien era y a qué se dedicaba este angelito.
ResponderEliminarEl que se trate de liderar una opción (por llamarlo de alguna forma) o el que se traten de apoderar de ella para encauzar a sus seguidores, no quiere decir que se consiga ni que todos aquellos que sigue de uno u otro modo esa corriente, piquen.
Tal como pasó con el 15M, que fue pervertido y desviado hay unos fines totalmente distintos a los de su nacimiento, en este caso no se puede como digo generalizar y si es cierto que hay mucho facha, como haber hay de todo y yo encuentro más consciencia y crítica efectiva por sus seguidores que lo que aquí se pretende reflejar.
Un saludo.
Ni tanto ni tan calvo, esto es maniqueísmo. La auto-organización está muy bien, pero no se puede negar la existencia de diferentes oligarquías. Putin será un capullo pero es una gran mejora respecto a Yeltsin, que llevó a la miseria a millones de personas, por eso casi todos los rusos le prefieren. Además está haciendo frente al imperio anglo-sionista en Siria o Ucrania. Trump también es un mal menor respecto a Killary, uno de los personajes más siniestros del último siglo.
ResponderEliminarTambién confundís todo el "conspiracionismo" con Rafa Pal, al que últimamente se le ha ido la olla defendiendo a Franco y cosas así. No hay "líderes del conspiracionismo", el Rafa puede defender una cosa, JL de Mundodesconocido otra, etc.
Y luego siempre con lo del fascismo, cuando eso ya no existe, estamos en otra época.
Bueno saludos
Bravo amigo
ResponderEliminarNo todos los que piensan que hay un grupo de personas que están en la cúspide del poder mundial (los que vosotros describís como conspiracionistas en este artículo) piensan que estos individuos son el origen o la causa de todo mal, sino simplemente quienes detentan actualmente el poder en la cúspide (o un mayor poder que otros), otorgado por todos los demás seres humanos en mayor o menor medida, desde hace ... yo diría que desde siempre, salvo contadas excepciones y épocas. Generalizar como descerebrados, ciegos, estultos, admiradores de fascistas, y otras lindezas a quienes creen que hay un grupo de cerebros tras el movimiento globalista es, a mi entender, un error muy grave, una simplificación que no permite la idea de contemplar más allá. Quizá sería bueno que tuvierais interés en contrastar información y puntos de vista con algunos conspiracionistas o conspiranoicos, porque ni mucho menos todos los que así piensan o sienten, anhelan o trabajan desde su posición en este planeta para cambiar el sistema capitalista-neoliberal-democrático-representativo. Ni tampoco ignoran que el sistema de Estados va cambiando unas élites por otras, como es obvio que ha ocurrido desde siempre y actualmente con más descaro, adaptando y refinando de este modo el sistema de control y poder hacia objetivos cada vez más autoritarios y liberticidas disfrazados de libertad, seguridad y paternalismo estatal. Pero vayamos un poco más allá: Si hay alguien con capacidad para ir cambiando unas élites por otras, con el poder que las que han de caer detentan, ¿desde qué posición de poder y control pueden hacerlo sino es desde una posición superior a éstas? ¿No es esto una muestra de la existencia de una élite de élites?
ResponderEliminarPero pensar de esta forma no excluye necesariamente que se apoye el actual sistema socio económico, ni tampoco que se adoren políticos poderosos, ni que se sea consciente o inconscientemente fascista o por-fascista.
No todos los conspiracionistas, ni mucho menos, hablan bien de dictadores, ni los anhelan...
Otra cosa es que el conspiracionismo esté siendo utilizado para, como en muchos otros sectores ideológicos incluido el revolucionario, emborronar, manipular y confundir a la gente.
En definitiva, no todos los que piensan que hoy en día hay una élite de élites, los llamados conspiracionistas de base, ni mucho menos, están en contra de la necesidad de una revolución como única salida a una situación cada vez más liberticida que nos conduce a un mundo feliz. Y los catalogo de conspiracionistas de base para distinguirlos de los conspiracionistas profesionales (líderes y sus acólitos) que trabajan para el sistema contaminando y confundiendo a la gente de base, como también los hay que trabajan para impedir, corromper o frenar la revolución y lo consiguen.
No es contradictorio, antagónico ni incompatible ser consciente de la existencia de una élite de élites con ser consciente de la situación actual, sus causas y sus consecuencias pasadas, presentes y futuras, ni con la necesidad de un cambio de conciencia que conduzca a un cambio en la manera de entender la libertad y como consecuencia de ello, manifestarla primero de forma personal para que pueda luego manifestarse crecientemente en la sociedad.
Creo que un análisis profundo de las causas de todo lo que actualmente está ocurriendo en el planeta nos conduce a deducir que hay una lógica común, un camino establecido de manipulación y acontecimientos enfocados hacia resultados cada vez más liberticidas, en todo el orbe, más allá de enfrentamientos entre estados, como coordinación supra estatal. Si los estados en el fondo son élites dentro de cada país, la coordinación la hacen los individuos, no los organismos. ¿Y quién coordinaría a esos individuos? ¿Quién detenta un poder de coordinación inter estatal, sino quien se sitúa en la cúspide del poder?
Seguirá...
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ResponderEliminarCreo que un análisis profundo de las causas de todo lo que actualmente está ocurriendo en el planeta nos conduce a deducir que hay una lógica común, un camino establecido de manipulación y acontecimientos enfocados hacia resultados cada vez más liberticidas, en todo el orbe, más allá de enfrentamientos entre estados, como coordinación supra estatal. Si los estados en el fondo son élites dentro de cada país, la coordinación la hacen los individuos, no los organismos. ¿Y quién coordinaría a esos individuos? ¿Quién detenta un poder de coordinación inter estatal, sino quien se sitúa en la cúspide del poder?
¿Quiénes estarían interesados en difundir un mensaje global de que las élites a la vista son las responsables de todo lómalo que nos ocurre, si no son las con su substitución públicamente anhelada, aceptada y bendecida, quedarían en situación de benefactores de la humanidad, dando un paso más hacia un mundo feliz, cada vez más anhelado, aceptado y bendecido por las masas deshumanizadas por la ignorancia. ¿Tiene su lógica?
Y finalmente, ¿no podría ser que quienes han demostrado que van años luz por delante de la humanidad dirigiendo su cada vez más unidireccional camino, estén también permitiendo que una idea sesgada de la revolución generada por un análisis incompleto además de por una propuesta de soluciones también incompleta (sobre todo por condicionamiento ideológico) sobre todo a nivel humano-espiritual, se esté implantando entre los revolucionarios, enturbiando y dificultando su manifestación?
Lanzo finalmente una pregunta al aire: ¿no podría ser que ignorar la existencia de una élite de élites que esté planificando nuestro futuro más allá de nuestra imaginación más oscura, suponga ignorar un factor clave en el análisis de causas, que debilite o imposibilite el desarrollo de una estrategia de revolución que pueda ser viable?
Un saludo
No todos los conspiranoicos son fascistas o reaccionarios, eso es cierto. Pero el atribuir a un solo factor, la existencia de conspiraciones urdidas y aplicadas (con éxito más que relativo) por ciertas élites,una importancia sobredimensionada en detrimento de otros múltiples factores es un error de bade.
ResponderEliminarY todas las teorizaciones conspiranoicas se hallan atravesadas por ese mismo eje común.
Además, el mundillo conspiranoico está formado por una maraña caótica en la que cabe todo y por ello se siente en su salsa en plena dictadura de la postmodernidad.
Entre mil flipaduras, de vez en cuando se encuentra algo decente, eso es cierto, pero precisamente por eso mismo, al carecer de la coherencia que naturalmente confiere una reflexión madura y racional, la conspirsnoia lo pone a huevo para verse instrumentalizada por cualquier interés totalitario, de izquierdas, de derechas o de centro.
No creo debiera ser dirigida la conspiranoia hacia una lucha ideológico-política, ni izquierda-progresista ni fascista revolucionarias. Para mí se trata de una visión interesada y sesgada de la historia. La historia está llena de conspiraciones mucho más allá de lo meramente político. Y creo que de lo que se trata es simplemente de descubrir conspiraciones. El escepticismo sano que no da nada por hecho ni se deja llevar por visiones sesgadas de la realidad socio-político-económica sino que se dedica a investigar sin prejuicios sí que lo veo un buen ingrediente para hacerte más consciente de lo que sucede en el mundo. De todas formas, nadie percibe de igual forma el mundo y en virtud de esto, lo que para uno pueda sonar conspiranoico para otro pueda ser una verdad revelada.
ResponderEliminarAsí pues, lo conspiranoico debería ampliar mucho más su campo de actuación que a lo meramente político y hacer más hincapié en la observación imparcial, buen filtro para aclarar nuestra percepción de lo que realmente suceda en el mundo.