¿Será Trump
proteccionista? Los dogmáticos del libre comercio y la mundialización no desean
ver los problemas tan colosales que está creando todo aquello en los países
industrializados. La globalización de la economía hace que los países ricos se
vuelvan más ricos y los pobres más pobres, y que los pobres de los países ricos
se hagan casi tan míseros como los de los países pobres. Una muestra de ello es
Alemania, que se ha hecho poderosísima económicamente gracias al desarme
arancelario propio de la UE, mientras que España y los otros países medianos
cada día están más debilitados[1]. ¿Pasará
Trump a “proteger” la industria nacional con medidas eficaces? A mi entender lo
hará sólo de manera puntual y muy insuficiente, pues la economía mundializada,
en la que una empresa adquiere sus componentes en docenas de países, vende sus
productos a otras varias docenas e invierte sus ganancias a muchos otros, no lo
permite. Es este un asunto sin solución dentro del capitalismo. Por tanto, los
salarios de los países ricos, junto con la totalidad de sus condiciones
materiales de vida, seguirán descendiendo hasta equipararse a los de la mano de
obra de China, India, Bangladés, etc. Es lo que se ha llamado la instauración
del modelo chino de economía en todo el planeta. Para imponerlo en España ha
sido creado Podemos desde arriba. La transición puede quedar culminada en unos
quince años.
La mundialización del par
formado por la gran empresa y el Estado es un acontecimiento que está por
encima de lo que Trump y el aparato de poder yanki puedan planear y realizar.
Sólo una gran revolución popular integral será capaz de situar lo local, lo
próximo y cercano en el centro de la vida de los seres humanos. EEUU es el país
más beneficiado por la mundialización, así que ¿se va a oponer a ella retornando
a proteccionismos decimonónicos y a nacionalismos del siglo pasado? El futuro
deseado por las minorías con poder es un planeta sin fronteras para que quienes
mandan puedan hacerlo desde un solo centro de poder, en el imaginario de la
aristocracia de EEUU situado en su propio país. Por eso han diseñado un mundo
con una economía globalizada y un Estado-Estados unificado, con el inglés como
lengua y el islam como religión. Sólo la lucha de los pueblos puede evitar que
ese proceso culmine y que luego sea revertido en lo que haya avanzado.
¿Expulsará masivamente a
los emigrantes y levantará un muro con Méjico? En este asunto la hipocresía del
progresismo es ilimitada, pues quien realmente alzó el muro, que ya existe, es
Bill Clinton, a la vez que Obama ha deportado entre 2 y 3 millones de
inmigrantes en cada uno de sus dos mandatos. La creencia de que “la extrema
derecha” y “el fascismo” son contrarios a la inmigración es una de las muchas
mentiras oficiales en circulación. Los nazis llevaron a su país unos 7 millones
de trabajadores extranjeros, entre prisioneros de guerra y voluntarios de
países amigos u ocupados, y gracias a ellos, a los emigrantes, mantuvieron
abastecida hasta el último día su máquina de guerra. Es básico saber que aquellos
que emigraron voluntariamente a Alemania a trabajar fueron considerados como
colaboracionistas con los nazis, y tratados como tales a todos los efectos. Lo
cierto es que ningún país capitalista puede dejar de expoliar mano de obra a
los países pobres pues en ello radica lo fundamental de su prosperidad. Los
defensores de la emigración se sitúan en el mismo lugar que los antiguos
traficantes de esclavos. Y en el mismo lugar que los nazis, que llenaron
Alemania de emigrantes para fortalecerse, hacer la guerra y realizar la prosperidad
del capitalismo germano.
Trump en esto será continuista
con Obama. Hará con estruendo y fanfarria, para satisfacer a sus electores, lo
que aquél hizo de tapadillo e hipócritamente. Probablemente, regule con más
rigor el flujo de la mano de obra, adecuándola a las necesidades de la
economía, pero expulsar de forma expeditiva a los emigrantes es algo impensable
e imposible, que nadie desea ni demanda, salvo si se pretendiese paralizar y
arruinar al país.
Lo mismo cabe exponer del
supuesto “racismo” de Trump. Teniendo en cuenta que los negros están sobrerrepresentados
en el ejército y los cuerpos policiales, siendo una parte decisiva de ellos, y considerando
que el imperio necesita ahora más que nunca reforzar los aparatos castrenses,
¿va a implementar el nuevo presidente una medida tan debilitante del orden militar
yanki como la de marginar a las minorías étnicas? Tales acusaciones son paparruchas
calumniosas sin base. Lo mismo puede decirse del carácter “misógino” de Trump.
El ejército depende en buena medida de las feministas (explícitas e implícitas)
que se han alistado, y la economía del país se sirve, por encima del 50%, de
mano de obra femenina, así que en esto también habrá continuismo. Lo que sí es
probable que haga Trump es parar los pies a los racistas negros, que se han ganado
el aborrecimiento general, incluidos los negros decentes, no racistas, que se
sienten indignados con el rápido enriquecimiento de los primeros gracias a su
discurso victimista, rebosante de revanchismo, ignorancia y locura, el cual
desacredita y daña a la totalidad de la comunidad negra. Cuando negros y
mujeres son una parte conspicua de los altos funcionarios, los mandos del
ejército, los jefes de la policía, las estrellas de la industria del
entretenimiento y la elite empresarial creer que se pueden aplicar criterios de
principios del siglo XX es equivocarse del todo.
Lo mismo hará, seguramente,
con el feminismo, que al enfrentar a hombres y mujeres socava la unidad nacional,
necesaria para librar la gran guerra contra China, además de que la sinrazón
neo-nazi y neo-patriarcal del feminismo ha tocado techo y la gran mayoría de la
población, sobre todo las mujeres, espera que reciba su merecido. Pero el
feminismo le es imprescindible al sistema de dictadura vigente, para poder
enfrentar a hombres y mujeres, lo que es parte sustantiva del aparato de
dominación. Si el islam es el más eficaz régimen de dictadura y liberticidio de
la historia de la humanidad se debe en gran medida a la segregación radical por
sexos que realiza, aunque es verdad que eso tiene costos económicos
formidables, lo que tiende a explicar la pobreza y atraso de las actuales sociedades
islámicas sin petróleo. Por tanto, el feminismo, en tanto que neo-funcionariado
espléndidamente financiado por el poder constituido, continuará en sus labores
de enfrentamiento y escisión en EEUU (y en Europa), aunque inicialmente Trump quizá
le embride y contenga un poquito. Lo cierto es que está tan corrompido,
enfrentado con las clases populares y vacío por dentro que si le quita aunque
sólo sea una parte de las prebendas y subvenciones se vendrá abajo. Y eso no es
bueno para el sistema. Para Trump tampoco.
El peligro para las
mujeres no viene tanto de Trump como de la alianza, ya existente de facto,
entre feminismo e islam. La islamización de Occidente, de realizarse, no
llevará a enterrar a las mujeres en el hogar, o en el harén, sino a usarlas
como mano de obra esclava, o semi-esclava, en fábricas y empresas especialmente
preparadas para ellas, como ya se está empezando a hacer en Arabia de los Saud.
Esas factorías concentracionarias de siervas con velo, obligadas a realizar
jornadas de trabajo agotadoras en unas condiciones laborales espantosas y a
cambio de salarios que controlarán sus maridos o autoridades masculinas
pertinentes, resultarán de la islamización de la UE, dirigida por una mujer, la
alemana Ángela Merkel. Hoy el islam es superestructura de un capitalismo muy
agresivo, de manera que hará con las mujeres lo que aquél requiera y necesite,
aportando, sin duda, el toque sangriento del patriarcado más severo.
Las mujeres de las clases
populares de EEUU y la UE son las perdedoras netas en todas las operaciones en
curso entre las superpotencias. Por eso tienen que ser ellas, las mujeres, las
que estén en la primera fila de la resistencia, la movilización y la acción
ofensiva. En la clase mandante occidental hay ahora una duda, una vacilación,
sobre si retornar al viejo patriarcado bajo nuevas condiciones, con la
islamización/fascistización, o establecer definitivamente un nuevo patriarcado
a cargo del Estado feminista. Pero también puede escoger una fusión de ambas
opciones, en realidad muy próximas. Trump no se ha definido hasta ahora sobre
esta determinante cuestión, pero en los próximos años veremos qué sucede.
¿Reducirá Trump el
volumen del Estado y limitará el gasto estatal? En esto ha sido muy ambiguo y
cauteloso siempre pero la situación indica que no lo hará, más bien al
contrario. Sí se ocupará de reestructurar la forma concreta de efectuar dicho
gasto, intentando que sea más efectivo y reduciendo en algo el parasitismo,
pero con medidas cuyos efectos prácticos serán insignificantes o nulos. El
Estado de EEUU necesita más y más poder, en el interior y en el exterior, de
manera que los costes y gastos de dominación continuarán creciendo. Quienes se
dicen liberales, muchos de los cuales respaldan a Trump, son tan hipócritas
como los estatólatras de la izquierda, pues no puede haber contracción del volumen
y el costo del ente estatal sin aceptar que su capacidad para dominar a las
clases populares tiene que empequeñecerse. Los liberales nada dicen sobre
disminuir la policía, bajar los gastos militares o renunciar a rescatar a las
grandes empresas privadas en bancarrota, de manera que deberían poner sordina a
su demagogia.
Roma (y el imperio romano
por tanto) pereció cuando la expansión del Estado llegó a ser tan colosal que
la sociedad ya no podía hacer frente a unas cargas fiscales y tributarias
descomunales, ni con personas (mano de obra y soldados) ni con bienes. EEUU
transita por el mismo camino. Para vencer a China tiene que expandir los gastos
militares, improductivos económicamente, lo que pudre y malea su economía, pero
sin imponerse bélicamente al país asiático no puede mantenerse como gran
potencia planetaria, tampoco en lo económico. Esa es su contradicción interna
fundamental y su tragedia.
¿Resolverá Trump lo que
se ha llamado “el desastre fiscal de
Estados Unidos”? No lo creo, pues el endeudamiento continuado del ente
estatal es la medida de su capacidad creciente para mandar y dominar, para
imponer y reprimir, para adoctrinar y manipular. Puesto que nadie, en las
alturas del poder, desea que el Leviatán dé un paso atrás, los gastos seguirán
creciendo y creciendo, al mismo tiempo que la base productiva de EEUU mengua,
sobre todo en términos reales, porque cada vez pesan más en el cálculo del PIB
las actividades especulativas, puramente financieras y nominales, que no son
riqueza verdadera. Así pues, si los ingresos declinan y los gastos aumentan, en
particular para militarizar la sociedad, las cuentas del fisco no van a
mejorar, todo lo contrario. EEUU, su ente estatal, seguirá gastando mucho más
de lo que ingresa, mucho más.
Ciertamente, aún no
sabemos cuál será la estrategia que va a seguir EEUU para librar la guerra con
China. Quizá el asunto se aclare en los próximos meses. Lo que sí podemos tener
por seguro es que Trump va a militarizar EEUU, no sólo reforzando y ampliando
el aparato castrense sino organizando militarmente la vida social toda.
¿Invertirá Trump en
infraestructuras? Sí, porque en esto EEUU está bastante mal. Pero sólo lo
mínimo necesario para que el país no se colapse. ¿Podrá evitar una nueva crisis
económica, que será devastadora? No, y tal crisis llegará en unos pocos años,
seguramente bajo su presidencia. ¿Será policialmente represivo? Sin duda, mucho
o muchísimo, de tal manera que la lucha contra la represión y el Estado
policial tiene que ser una de las actividades populares más comunes, aunque no
dentro de la línea del progresismo burgués sino desde el proyecto de revolución
integral. ¿Pondrá coto a la demencia que convulsiona a las universidades, convertidas
en bastiones del totalitarismo y fascismo progre? Veremos. Quizá sí, algo. El
universo académico es hoy el centro de la reacción, el espacio de las jaurías,
donde se organiza la agresión permanente a las clases populares. Las
universidades crean muy poco, y las cátedras entregadas a las religiones
políticas hace bastantes años que no suministran más que consignas, amenazas,
llamamientos a censurar, violencia y gritos de odio. Se han quedado, además,
anticuadas y seniles, atrapadas en una fase estratégica previa, de las que
alguien debería sacarlas.
Conviene enfatizar que si
el problema central es la degradación de la persona, el sujeto agente causal es
el poder constituido, que lleva más de medio siglo entregado a la tarea del
envilecimiento y encanallamiento programados de los individuos de las clases
populares. La conversión forzada a la maldad, en todas sus formas, de la gente
de la calle, de las masas, ha permitido al poder constituido USA acaparar un
grado de dominio descomunal. Pero ahora, dos generaciones después, los seres
nada que ha construido ya no sirven para las tareas de sostenimiento del poder
del Estado y la buena marcha de los negocios. Al destruir al pueblo se ha
destruido a sí mismo. ¿Hará algo Trump para mejorar la calidad de la persona
media en EEUU? Probablemente sí, conforme a sus fines. Pero no podrá lograr
resultados concluyentes ni estables, pues ha sido sobre todo el Estado, el
Leviatán bíblico, quien ha demolido y encanallado al individuo, de modo que la
causa del mal no puede ser su solución.
El ente estatal, llevado
por la lógica de maximizar su poder de mandar y dominar, segrega constantemente
factores de descomposición de la comunidad popular y del individuo. Por eso no
puede haber una vida moral bajo su dictadura, ni puede actuarse éticamente, ni
hay lugar para una existencia sustentada en valores trascendentes. Y cuanto más
poder tiene el Estado mayor es la degradación del pueblo. Trump ni siquiera se
ha referido a la recuperación moral de la sociedad estadounidense… Pero sin una
revolución ética que acompañe y complemente al resto de los cambios objetivos y
subjetivos necesarios no puede haber superación del actual estado de cosas.
Hemos llegado al final. No
nos quedemos en la pregunta, “¿qué va a
pasar?” sino que demos un paso más y nos hagamos también esta otra, “¿qué voy a hacer?, ¿qué vamos a hacer?”.
Responder a estas últimas preguntas demanda diseñar toda una estrategia. Lo
haremos.
Fin
[1]
El fullero auge y engorde del país de Ángela Merkel a costa de los más pobres
de la UE es descrito en “La paradoja del
poder alemán”, Hans Kundnani. Si los países menos favorecidos no encuentran
algún procedimiento para liquidar tal estado de cosas su futuro es dudoso. Así,
la tentación proteccionista se vuelve muy fuerte, junto con la de abandonar la
UE…
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