Vivimos una portentosa edad en que los pilares del
sistema de dictadura y dominación constituido con la autoliquidación del franquismo,
en 1974-1978, se están desplomando.
El PSOE es un barco a la deriva, después de la
insanía del zapaterismo, sumo sacerdote de las religiones políticas y genio
maligno de la ingeniera social, con la asistencia de toda la izquierda
“anticapitalista”, el feminismo y el anarquismo de Estado. Y el diario que fue la Biblia de la progresía y la
izquierda pro-capitalista está en una situación tan cochambrosa que hasta sus
trabajadores hacen huelga en contra de la otrora todopoderosa Dirección. Ya
nada es lo que fue.
La coyunda entre progresismo (de “El País”) e izquierdismo (del PSOE) que
ha dado tantísimos días de gloria al capitalismo español se está acabando por
senectud al parecer irremediable de ambos cónyuges.
Las causas de tales acontecimientos, que tienen una
significación histórica y que deben ser objeto de un estudio bastante
cuidadoso, son el agotamiento del orden político establecido con la Constitución de 1978,
cuyo fundamento era la izquierda, el PCE tanto como el PSOE, en una situación
de crisis global en desarrollo. Durante años el capitalismo español ha medrado
gracias a la izquierda, que se ha mantenido en el gobierno la mayoría del
tiempo, y que ha impregnado con sus ideas manipulativas, destructivas y
nihilistas a toda la sociedad, haciendo de ella esa cosa penosa y embrutecida,
inerme e hiper-servil, que ahora tenemos ante nuestro ojos.
La ideología
y prácticas progresistas (de “El
País”) e izquierdistas (del PSOE y sus peones) ha devastado al pueblo,
constituyendo lo que alguien ha llamado la sociedad
aberrante, esto es, un orden en el que lo humano, los fundamentos de la
vida civilizada e incluso lo más básico para la pervivencia de la sociedad y el
individuo han sido sustantivamente alterados, devastados y fanáticamente
destruidos.
Lo que ha acontecido con la alianza entre
progresismo y socialdemocracia no puede circunscribirse al ámbito de lo
político, lo económico o lo social. Es verdad que cuando el PSOE abandonó el
gobierno dejó 5,3 millones de parados. No menos cierto es que fueron los
gobiernos izquierdistas de Felipe González los que culminaron la construcción de la empresa multinacional española en los años 80 del
siglo pasado, tarea que había comenzado el franquismo. Nadie niega que el
actual gobierno del PSOE-IU en Andalucía, dejando a un lado sus piruetas
demagógicas, repite punto por punto la política del gobierno del PP, de la derecha
española, en Madrid. Pero eso, con ser muy grave, no es lo esencial.
La cosmovisión de la izquierda, junto con las
numerosas operaciones de ingeniería social que se desprenden de ella, ha
triturado al individuo y arrasado con todo lo que hace de la sociedad una
comunidad humana viable. Ese sujeto anulado de múltiples modos, ese ser-nada
que para nada vale, ahora es un peso muerto que impide la regeneración de la
vida colectiva. Esta sociedad, cargada de vicios, aberraciones,
disfuncionalidades y perversiones de un modo que estremece, ya no es viable, ya
no tiene futuro, salvo como gran rebaño subhumano totalmente sometido a las
elites del poder.
En mi libro “Crisis
y utopía en el siglo XXI” señalo que las tres grandes crisis de nuestro
tiempo, muy por delante de la actual crisis económica, son la de la libertad,
la de la esencia concreta humana y la de la civilización. Pues bien, las tres
han sido llevadas al extremo por el par “El
País”-PSOE. De ello ha resultado un quebrantamiento de lo humano como no se
ha dado en ningún periodo de nuestra historia.
La perfidia de los editoriales de “El País”, pontificando desde arriba
sobre todo lo divino y lo humano, e imponiendo de manera totalitaria creencias
y conductas desde el poder aterrador que le otorgaba ser el diario por
antonomasia del capitalismo y de los aparatos gubernamentales, sólo tienen
parangón con las campañas de propaganda del PSOE en el gobierno, acompañadas
siempre de operaciones de ingeniería social destinadas a convertirnos en mera
basura con apariencia humana, en seres sin inteligencia, sociabilidad,
sensibilidad, sentido moral, capacidad de lucha, generosidad, mismidad,
dignidad y disposición para el esfuerzo y el servicio. En criaturas
hiper-aptas, en definitiva, para ser ilimitadamente manejados por el poder, las
cuales ya ni siquiera sirven para la lucha reivindicativa más simple.
Pero todo ello se está acabando. Su credibilidad es
cada vez menor, dado que el giro de los acontecimientos está refutando sus
dogmas, trágalas y sinrazones más esenciales. Tras casi 40 años de dictadura
política e ideológica omnímoda el dúo que ha sido el centro de la nueva reacción y los nuevos reaccionarios se encuentra
en fase de desintegración.
Eso abre perspectivas de mucho interés para el
relanzamiento de la vida social civilizada y para la recuperación integral del
ser humano.
El desplome de la perversa pareja permitirá, como
posibilidad al menos, pasar a la ofensiva -en todos los ámbitos- a quienes
deseamos la restauración de lo humano, el retorno a una vida asentada en
valores y la realización del magno programa de la revolución integral, para
lograr una sociedad sin Estado ni capitalismo.
Es un buen momento, pues, para tomar la iniciativa.
El sistema de dominación conoce una situación de debilidad relativa. Sus
instrumentos políticos e ideológicos están en retirada y reflujo, y lo que por
el momento tiene como alternativa de sustitución es más que insuficiente, e
incluso bufo. Hace sonreír el conocer que lo que sistema tiene como alternativa
de sustitución es a Julio Anguita, un caduco político profesional que no
comprende casi nada de lo que hoy está sucediendo, que vive mentalmente en el
pasado (en el periodo de la
Transición ) y que se limita a agitar, con furor decimonónico,
la bandera republicana… en una sociedad a la que el republicanismo burgués no
puede aportar nada de positivo y sí muchísimo de negativo, de represivo,
demagógico, continuista y deshumanizador, como sucedió en 1873-74 con la I República y en
1931-36 con la II
República.
El nihilismo y destructividad, la locura y maldad
del progresismo y del izquierdismo ha sido tanta y tan poderosa que lo ha
devastado todo, incluso sus propias capacidades de regeneración. Con su
hedonismo, egotismo, pragmatismo, odio al igual, satanización del pensamiento
independiente y creador, prédica del peor de los servilismos, frivolidad,
zafiedad, victimismo patológico, desprecio por lo humano y por la persona
real-concreta, ciego culto por el dinero y ansia atroz de poder ha hecho muy
difícil e incluso imposible que en las nuevas generaciones destaquen
personalidades capaces de dar continuidad al proyecto socialdemócrata y
progresista.
Al destruir con tantísimo odio y enseñamiento a la
sociedad y al individuo se han destruido a sí mismos.
En efecto: han convertido al país en un erial
hórrido, donde no hay nada que pueda ser catalogado como pensamiento,
reflexión, proyectos o propuestas de nuevos idearios. Por tanto, no hay nadie
que tenga el nivel mínimo suficiente requerido para regenerar una sociedad
muerta y ya en fase de putrefacción, a la que le esperan
días muy difíciles y amargos. Estamos dominados por una gerontocracia igual que
la del final del franquismo pero con un cuerpo social y unos individuos todavía
más degradados y devastados.
En una sociedad de seres nada la nadificación global
es el problema.
Por el lado de las fuerzas de la regeneración, la
restauración, la civilización y la revolución lo más urgente es comprender que
entramos en una era de inestabilidad y debilidad relativa del poder
constituido, no sólo ni principalmente por la crisis económica (aunque ésta
influye, cómo no) sino también y sobre todo por la crisis política, de ideas,
de creencias, de modos de vida y de valores.
El sistema carece de propuestas compartidas, no
tiene políticos preparados, le falta intelectuales, no dispone de un sistema de
fines y metas que organice al cuerpo social, no hay ni partidos ni sindicatos
ni organizaciones creíbles, la universidad no posee credibilidad y además el
régimen parlamentario instaurado por la demagogia y el uso de la fuerza en 1978
hace aguas. Dado que todo lo han destruido en su perturbada carrera hacia la
nada (hacia el poder total en realidad) ahora se encuentra solos, además de en
plena desintegración.
Estas circunstancias, que no parece que vayan a
cambiar en pocos años, sumadas a lo que significa la crisis económica en sí y
como colapso de un sistema de vida y un orden de creencias, son bastante buenas
para el desarrollo de un programa de regeneración integral de la sociedad y el
individuo.
Para aprovecharlas se necesita: 1) establecer una
estrategia, 2) forjar las ideas, metas e ideales capaces de vertebrar a los
sectores más conscientes del cuerpo social, 3) establecer un proyecto para la
autoconstrucción del sujeto, que ha de ser rehumanización, superando la
devastación existente.
Porque en las circunstancias actuales la calidad del
sujeto es clave. Eso fue lo que sobre todo destruyeron el par
progresista-izquierdista cuya decadencia ahora analizamos.
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