sábado, 18 de enero de 2020

FALSIFICANDO LA HISTORIA DEL FASCISMO

Leo un artículo de Antonio Elorza titulado “La metamorfosis de Mussolini”, en el que entre otros embelecos maquiavélicos expone que el fundador del fascismo de derechas actuaba “al servicio de intereses capitalistas concretos”. Si, por supuesto, pero SOBRE TODO ACTUABA AL SERVICIO DEL ESTADO. Al ocultar esto, Elorza se pone en evidencia como estatólatra. Porque Mussolini dijo de forma continuada e incluso obsesiva que su categoría política central era el Estado. Tanto, que fascismo y Estado vienen a ser lo mismo.

¿Por qué Elorza incurre en tal “error”? Porque tiene que defender a la izquierda de la acusación creciente de fascismo, fascismo de izquierda, debido a que el centro de su proyecto político es el Estado. Igual que para Mussolini. De hecho, éste pasó de fascista de izquierdas, cuando era marxista en el partido socialista, a fascista de derechas. O sea: siempre fascista. Y así era procapitalista porque el Estado en lo principal crea, protege, expande y organiza al capitalismo, de manera que todo adorador del Estado, como Elorza, es un servidor del capitalismo. Marx en “El Capital” comete la pillería intelectual de ocultar que el capital lo instituye, en lo esencial el  Estado, como expongo en mi libro “La democracia y el triunfo del Estado”.

Por eso la definición exacta de marxista es marxista-fascista. Y, por derivación, marxista-procapitalista. La experiencia histórica (Rusia, China, Camboya, Rumanía, Cuba, Venezuela, la España republicana en 1936-1939, etc.) confirma esa aserción. El fascismo de izquierdas, el marxismo-fascismo, ha sido: 1) el modelo de que se ha servido el fascismo de derechas para constituirse, el fascio italiano, nazismo alemán y falangismo español, 2) la peor forma de fascismo del siglo XX, además de la expresión más brutal del capitalismo.

Elorza forma parte de los intelectuales de la izquierda fascista consagrados a falsificar nuestra historia más reciente. Ayudó a salvar al fascismo de derechas, al Estado franquista, de la ira y justicia popular en la Transición, cumpliéndose ahí el dicho de que “Dios los cría (a los fascistas) y ello se juntan”[1]. Y el Estado franquista le otorgó, como muy golosa retribución, a él y a miles como él, el monopolio de adulterar nuestra historia coetánea, como expongo en mi libro “Investigación sobre la II República española, 1931-1936”.

De eso han pasado 40 años, que los Elorza han utilizado para llenarse los bolsillos con sus marrullerías e imposturas. Por ello, y por mucho más, la izquierda está en declive. Su apostolado pro-Estado apesta, y una muestra de ello es el libro “Contra la izquierda conservadora. Una crítica radical del capital sin nostalgia estatista”, de Nancy Fraser y otros. No recomiendo ese libro pero es el síntoma de esa descomposición. Al menos en lo reflexivo, ha llegado la hora de la revolución. Incluso en una SOCIEDAD MUERTA como la que llaman “España”. Muerta porque ha sido lapidada por la izquierda fascista en estos 40 años de usufructo del poder gubernamental, con lo que han hecho el mayor servicio al capital. Pagarán por ello: ya lo están haciendo.



[1] Una denuncia, pobre y no-revolucionaria pero en cierta medida válida, de la cooperación y hermanamiento entre fascistas de derechas (franquismo) y fascistas de izquierda (PCE, PSOE, ERC,…) es la de Alfredo Grimaldos en “Claves de la Transición 1973-1986”.

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