¡Adelante
con el
Proyecto
Arrendajo!
Las gravísimas inundaciones
en el País Valenciano, Murcia, Castilla-La Mancha y Andalucía, que han
provocado media docena de muertos y daños inmensos, colosales[1],
son la consecuencia del cambio climático y la deforestación, cada día más
extendida y devastadora, de la cuenca del Mediterráneo.
Veranos progresivamente
más tórridos, como ha sido julio de 2019, en el que se han alcanzado
temperaturas nunca antes conocidas en estas zonas, ocasionan un calentamiento
extremo del agua del mar, con sobre-evaporación. Cuando los días se acortan, al
final del estío, y desciende el calor, se origina una “gota fría” cada año más
devastadora sobre las tierras litorales. Este año el temporal ha sido entre tres
y cuatro veces más terrorífico que el más grave anteriormente acaecido, pero el
año que viene (y luego el otro, y el otro, y…), será, muy probablemente,
todavía peor.
Hay, en consecuencia,
que idear soluciones, porque en las condiciones actuales, de calentamiento
global y de deforestación acelerada, catástrofes como la acaecida en estos días
se van a dar cada año, a finales del verano y en el otoño. Y van a ser cada vez
más devastadoras, más destructivas, más mortíferas. Esto es indudable.
En los desolados
espacios de esas zonas, con sus tétricas montañas completamente desarboladas
por la acción de los diversos aparatos estatales que han dominado allí, desde
Roma hasta hoy (sin olvidar el sangriento periodo del imperialismo musulmán, demoledor
medioambientalmente), se continúa descuajando lo poco que queda de vegetación
arbórea autóctona. Para poner pistachos, almendros, olivos, uva de mesa,
cereal, a veces huerta, en ocasiones aún más cítricos, etc., cuando no se
convierten los montes y cultivos en urbanizaciones para turistas y campos de
golf…
Esa es la política que
ha impulsado la izquierda fascista, en el poder en los últimos 40 años, desde
que se hizo la continuadora y heredera del franquismo. De ella ha salido la
catástrofe que ahora lamentamos. Y las que vendrán, por desgracia, en años
sucesivos.
Veamos cuáles pueden
ser los remedios. Los árboles de especies frondosas (pero no las horridas
plantaciones forestales de pinos y eucaliptos) reducen el calor en verano y el
frio en invierno, combaten la sequedad estival, regulan el ciclo del agua y en
caso de precipitaciones torrenciales absorben mucha lluvia, que se queda
empapando sus cortezas, ramas y hojas, rebajan la potencia de los torrentes al
actuar como obstáculos naturales, y con todo ello también disminuyen
radicalmente la masa de tierra feraz llevada, lamentablemente, al mar por el
turbión[2].
Así pues, poner árboles
es la solución. Árboles autóctonos. Árboles de la tierra, que originen bosques
del lugar, bosques valencianos, murcianos, andaluces.
Por eso el PROYECTO
ARRENDAJO es decisivo allí. Se necesita que docenas de miles de personas de
esas zonas recolecten muchos kilos de bellotas cada una y luego los esparzan
amorosamente, con esfuerzo, energía y perseverancia. Y eso año tras año, al
menos durante medio siglo. Forestar esas tierras ya muy degradadas por milenios
de arboricidio inducido desde el poder, no es nada fácil. Hay que hacerlo con
inteligencia y constancia, un año tras otro[3].
Pero sobre todo con amor a los árboles.
Ahora se nos dice que
“no hay recursos” para todo lo que no sea seguir plantando pinos (nadie sabe ya
por qué ni para qué, así de irracional son las élites mandantes…). En efecto,
todo el dinero se lo apropian los 600.000 parásitos de los partidos políticos
de derecha e izquierda, los 300.000 liberados sindicales, los telepredicadores
de la izquierda neo-falangista, la canalla cleptómana de “la ideología de
género”… de manera que no queda nada para arbolar. Por eso lo tiene que hacer
el pueblo, la gente común, con trabajo voluntario desinteresado[4].
Así, el Sureste será, como lo fue en el pasado, un inmenso bosque, un magnifico
vergel, un feraz huerto y un muy hermoso jardín.
La acción forestadora,
igual que la revolución popular, tiene su fundamento y plaza fuerte en el
ámbito local. Lo local y municipal es lo decisivo, en lo político, en lo
económico, en lo convivencial y en lo medioambiental. Por eso me atrevo a recomendar
un libro dedicado al estudio de lo local valenciano, “Flora rara, endèmica i amenaçada del terme de Vinaròs i àrees
limítrofes”, de Didac Mesa Romeu. Con particular emoción he leído en él la
parte que dedica a los quercus autóctonos, en especial al “roure valencià” (roble valenciano). En éste está una parte notoria
de la solución.
Y con lo local, en la
revolución que estamos haciendo, se sitúa lo comarcal. La comarca y lo comarcal
resulta del todo fundamental. Por eso recomiendo otro libro, “Los boscos de la Safor”, de X. Ródenas, J. Sendra y J.M. Peiró, que estudia esa comarca valenciana,
cuyo centro puede situarse en Gandía.
Así pues, nos queda la
gente común, las clases populares. A ellas se dirige el PROYECTO ARRENDAJO.
Pues lo que se necesita para poner fin a las catástrofes de la “gota fría” es pueblo,
bellotas, azadas, hermandad y entusiasmo
¡Lo lograremos!
[1]
Cuando hablo de los enormes costes ocultos (o daños colaterales) del actual
régimen económico, es decir, de aquellos gastos provocados por él que no son
cuantificados en el cálculo económico instituciones, me refiero a muchas manifestaciones
de ello, entre las que están los muy cuantiosos daños ocasionados por estas y
otras inundaciones, que no son un fenómeno natural sino una catástrofe
económica ocasionados por el vigente modelo productivo, impuesto por el Estado
español y la UE. Su eliminación a través de la revolución popular se hace
imprescindible, para sustituirlo por una economía comunal organizada de abajo a
arriba, con libertad, cooperación, pluralidad, trabajo libre, uso civilizado de
la tecnología, virtud cívica, responsabilidad individual, axiología en actos, ausencia
de ente estatal y constitución de una Europa de los pueblos pero no de los
Estados. Porque, ¿qué daños, medidos en euros, ha ocasionado el actual
temporal?, ¿quizá 30.000 millones de euros? Los responsables deben pagarlos, no
la gente que lo ha perdido todo o casi todo.
[2]
Una parte de la tierra más fértil, de la que depende las cosechas y la
biodiversidad silvestre, vegetal y animal, está siendo arrastrada al mar por
los terroríficos golpes de agua que han tenido lugar, de manera que estas
inundaciones son un paso más hacia la conversión del Levante y el Sureste en
una mera continuidad del Sahara. Este es un coste oculto descomunal, que los corruptos
profesores de economía no cuantifican en sus panfletos adoctrinadores. Todo
ello, ¿hace falta decirlo?, nos va haciendo más y más pobres… a pesar de que,
al parecer, vivimos en una sociedad “rica”… ¿hasta cuándo? Pero “rica” que no
puede destinar recursos a la regeneración del bosque autóctono, aunque si a
expandir el Estado policial y militar. Hay que denunciar, al respecto, la
presencia del ejército en las tareas de “ayuda” a los damnificados por el
temporal, que como siempre, gasta cantidades inmensas para no hacer nada útil.
Es la ayuda mutua entre vecinos y entre poblaciones próximas, sustentada en la
solidaridad y el afecto, sobre la base de la identidad valenciana común, lo que
está siendo efectiva para superar los daños descomunales ocasionados por estas
inundaciones. Pero las televisiones fascistas, en particular la Sexta, han convertido
el dolor y desesperación de las gentes en vil pretexto para realizar una
campaña militarista, antivalenciana y españolista. Está siendo la izquierda
toda la que más jalea y loa al ejército. Con ello demuestra que es el sustento
esencial del capitalismo y el fundamento primero, más que la derecha, de la
expropiación de las clases populares para concentrar la riqueza. Por eso los
muy ricos adoran en secreto (y no tan en secreto) a la izquierda, en especial a
Podemos, al que multi-financian.
[3]
Para realizar esa tarea durante al menos dos generaciones, se necesita gente,
personas, seres humanos. Ahora, debido a la política feminazi institucional de
represión del sexo heterosexual y persecución de las mujeres que desean ser
madres, apenas nacen niños, de manera que no habrá quien haga esa tarea, lo que
nos aboca al desierto y a la catástrofe. Claro que los neo-negreros, esos
ladrones fascistas y neo-colonialistas de personas a los pueblos africanos,
esos racistas antiblancos y a la vez racistas antinegros, proponen que se
realice dicha tarea con emigrantes, o sea, con neo-esclavos. No, lo tiene que
hacer la gente que vive aquí desde hace milenios y que ha coevolucionado con el
territorio, su flora y su arbolado. Debe hacerse por medio del trabajo libre y
voluntario. Otro creen que se puede efectuar con tecnología, por ejemplo,
esparciendo bellotas y semillas con drones… Pero tampoco, porque con ello quizá
sólo una bellota de cada 10.000 germina finalmente. Hay que estar sobre el
terreno, con la azada y el cesto o saco de las bellotas, hacer el hoyo y poner
tres dentro, durante muchos años, con lo que se logra una germinación con
arraigo de una por cada 20. Y volver año tras año al mismo lugar, para ir
sustituyendo las marras, las no germinadas, que en el horripilante escenario
cuasi-desértico del sureste serán muchas. Necesitamos seres humanos libres, no
emigrantes neo-esclavos, y para ello he escrito el libro “Erótica creadora de vida. Propuestas ante la crisis demográfica”.
Urgen los árboles y los niños, los niños y los árboles.
[4]
El modelo institucional para combatir el cambio climático, tal como ha sido
diseñado desde Bruselas, consiste en crear, para todo el ámbito de la UE, unos
200.000 nuevos ecofuncionarios, salidos de las filas del sórdido ecologismo
institucionalizado, que se dediquen a emitir más leyes dementes, a acusar a las
clases populares de “ecocidas”, a prohibirlo todo, a pedir más policía
“medioambiental” y a multar a diestro y siniestro, además de a saquear con
nuevos impuestos nuestros bolsillos. Tales bribones se embolsarán al mes, ya lo
están haciendo, 5.000/15.000 euros. ¿Reforestar? Cero: odian los árboles y el
bosque tanto como aman el poder y el dinero. Ellos jamás va a coger una azada
que les estropee sus aristocráticas manos de señores feudales de Bruselas…
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