sábado, 8 de octubre de 2016

SOBREVIVIR A LA UNIVERSIDAD

        La paz reina en los campus universitarios. Suceda lo que suceda en la sociedad y en el mundo, el estudiantado (cerca de millón y medio en nuestro país) continúa con su degradante rutina de clases, apuntes, evaluaciones, aprobado/suspenso, etc. Nunca pasa nada en la universidad desde hace ya varios decenios. Está cabalmente pacificada, y está creando una juventud dócil, degradada y desmovilizada, cuyas preocupaciones no rebasan la esfera de lo cotidiano y ramplón.

Las muy pocas veces que pasa algo, siempre por asuntos corporativos y pedestres, la masa universitaria sale a la calle en forma de multitud aturdida y sin vitalidad, pragmática y resignada, deseosa de que el conflicto termine lo antes posible para retornar a su depresiva y destructiva rutina.

         Las alumnas y alumnos son, salvo muy escasas excepciones, sumisos, silenciosos, carentes del hábito de pensar, sin iniciativa ni creatividad, con un dominio decreciente del lenguaje, poco o nada sociables, nulamente interesados en cualquier forma de responsabilidad o compromiso, sea moral, cultural, social, político, estético, etc. Están carentes de ideas propias y, más aún, de ideales trascendentes. El suyo es un vivir a ras del suelo, esencialmente vegetativo y zoológico. Sienten aversión hacia el saber y el conocimiento, aborrecen los libros y anhelan evadirse de la pesadilla diaria en que viven, de ahí su proclividad al alcohol y los psicoactivos.

         Todo ello viene a significar que está siendo devastada una porción decisiva de la juventud, pues los estudiantes universitarios son hoy un tercio de ella. La cosa es tan inquietante que la definición usualmente utilizada para la juventud durante siglos ya no sirve. Hasta no hace tanto se la caracterizaba de impetuosa y comprometida, de creadora de lo nuevo e innovadora, de agitada e inconformista hasta elevarse a revolucionaria, de audaz e incluso aventurera, de poseer ideas e ideales así como del espíritu de esfuerzo y sacrificio necesarios para su realización. Durante siglos los estudiantes han sido, con sus actuaciones y luchas, un factor de dinamización y avance… Pero hoy, ¿qué son hoy? Básicamente sujetos que quieren un título universitario para asegurarse el nivel de consumo de sus padres, con la zozobra de saber que en la gran mayoría de los casos no van a conseguir esto último.

         Busquemos las causas de ese cambio a peor que toda persona de bien debe lamentar. La pacificación de la universidad, su conversión en un espacio cuasi penitenciario donde se pudren en vida cientos de miles de jóvenes, proviene en buena medida del sistema de hiper-exigencia académica impuesto hace sólo unos decenios. Éste estriba en sobrecargar al alumnado de deberes y requerimientos académicos hasta, literalmente, extenuarle y consumirle.

         El estudiante medio, para sacar los cursos y recibir el título, tiene que efectuar entre 10 y 14 horas de esfuerzo diario, 70 a 98 horas a la semana durante casi todo el año, muy por encima de las 40 horas semanales, 8 horas cinco días a la semana, que ha de ser el máximo del tiempo de trabajo. Está padeciendo jornadas de “trabajo” similares a las de los asalariados durante la revolución industrial, y con los mismos resultados, el desmoronamiento psíquico, emocional y físico del individuo.

         Por eso aquél es, en primer lugar, una persona exhausta, agobiada. Asistir a clase, tomar apuntes, preparar exámenes, etc., le ocupa tantísimo tiempo y le consume tantas energías que no le queda apenas nada para pensar, leer y meditar a los clásicos, convivir, ejercitarse físicamente, soñar, amar, comprender la sociedad en que vive, autoconstruirse como persona de calidad y virtud, adquirir compromisos, reflexionar sobre los grandes problemas de la condición humana y atender afectuosamente a la familia.

         A ello se suma la intuición, perfectamente lúcida y muy exacta, de que lo que le inculcan no es verdadero y no sirve, al consistir en gran medida en locuacidad vana y chatarra verbal. Esto es, en propaganda y aleccionamiento. La radical falsedad y arbitrariedad de gran parte de los contenidos que se imponen a los estudiantes es otra concluyente causa de la desmoralización de éstos, así como de su repudio de lo que huela a saber y conocimiento.

         El régimen de hiper-exigencia académica es un pavoroso sistema de dominación, instaurado precisamente para lograr lo que ahora existe, una universidad pacificada con un alumnado que no pueda intervenir en la reflexión comprensiva y acción resolutiva de los grandes asuntos de nuestro tiempo. Tal régimen se impone igualmente en la enseñanza media y en la básica, por ejemplo, con una carga de deberes que desorganizan psíquicamente y degrada corporalmente al adolescente y al niño. El ente estatal es el responsable primero de todo ello.

         De ahí que la primera exigencia ha de ser su desmontaje, con el retorno a un régimen de 40 horas semanales de esfuerzo total, incluyendo clases y estudio personal del alumno. Conquistar esta reivindicación es básica para que la universidad deje de ser un espacio concentracionario y para que el joven pueda construirse como persona con identidad propia y calidad humana.

         Una parte mayoritaria de profesores y catedráticos cumplen ciegamente las exigencias del ministerio de Educación de exigir más y más a los alumnos, pero hay una minoría que contempla con preocupación y dolor lo que está sucediendo, aunque a menudo no comprende sus causas. Esta minoría tiene que unirse a la exigencia estudiantil de realizar un esfuerzo académico que no devaste al alumno. Los padres y madres tienen que comprender el daño colosal que están haciendo con sus hijos, rechazar el despropósito perverso de que son “la generación mejor preparada de la historia”, denunciar la operación de ingeniería social que ha convertido la universidad en un espacio para la desintegración de los jóvenes y sumarse a la reivindicación de las 40 horas semanales de esfuerzo total.

         Por supuesto, la universidad tiene muchos más problemas. Lo aquí expuesto es sólo el principio. Habrá otros artículos que se ocupen de ello.

        

        
        

8 comentarios:

  1. La domesticación en las universidades es producto de la aplicación de criterios empresariales en la educación, siendo los beneficiarios los propios profesores. Son ellos los que se organizan en bandas y con sus redes clientelares y nepóticas controlan el sistema productivo. Hasta tal punto que para aprobar es mejor tener contactos que conocimientos.
    ¿Quienes son los profesores? Lo peor de la sociedad. Los peores ministros han sido profesores de universidad. Las universidades son pozos de políticos. Los banqueros pululan y se hacen profesores. Solo hay que ver el sistema montado con las tasas y los Masters. Economía es sinónimo de política, porque es sinónimo de poder.
    Las miles de cualificaciones y requisitos que se piden en muchos trabajos son reflejo del sistema de cribaje impuesto por las universidades. No es paranoia, es pasar por el aro o por la cola del paro.
    Los alumnos no son clientes que pagan. Son la carne de cañón que abarrotará mañana el paro.
    Acabar con la universidad es atacar a los profesores que la convierten en su caladero. Es echarlos y que no vuelvan. Y no creo que se pueda hacer desde dentro.
    Salud!

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  2. Una verborrea poco coherente con el uso intensivo de citas de academicos en el capitulo tercero del libro el triumfo del estado sobre l cuestion de la verdad.

    No solo es burda l critica, sino k también es contraproducente para el pensamiento estratgico haci l constitución de un movimiento emancipador

    El desprecio nunca permitió el establecimiento de vinculos de calidad, y ante el desmoronamiento de la universidad es necesario abordar la cuestion de las luchask estan teniendo lugar entorno a la universidad reconociendo su complejidad

    Saludos insolidarios con el discurso islamofobo de FRM en su último correo de la lista de distribución,

    Max Cortés

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    1. Si te enteraras de algo podrías decir que el discurso de FRM es islamófobo.¡Qué malo es FRM que se mete con el Estado Islámico!¿Por qué no propones al ISIS para el premio nobel de la paz?
      Solo gente como esta,que abarrota las universidades puede existir en el mundo de hoy,gente preparada para aguantar lo que

      les traigan y les manden las élites,pero que a la primera se tira al cuello de su amigo.¡Bravo!

      David

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  3. En las universidades hoy no se puede cuestionar la pertinencia ni la ética de los temas que se proponen o estudian. Por ejemplo, en la facultad de arquitectura de Valencia, proponer que se deje de construir en un barrio histórico con 70%de viviendas vacías y se planten árboles es motivo de burla y suspenso.

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  4. El proyecto de final de estudios de los alumnos de último curso consiste en diseñar campos de concentración donde hacinar a los refugiados. Eso sí, todo muy solidario, necesario, participativo, etc . Y cuantas chorradas más se nos ocurran. No se puede decir que Valencia está petada de vivienda vacía propiedad de los bancos y que no hay necesidad de hacinar a la gente como animales.

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    1. Y luego aún saldrá algún imbécil (tipo nazi) diciendo que los metas en tu casa.

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    2. Efectivamente, mételos en tu casita si tan solidario eres, izquierdoso caviar. Son millones los que quieren venir y seguro que los quieres ver a todos pululando y enriqueciendo tu barrio. Seguro que sí, pedazo de hipócrita.

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  5. Real como la vida misma. Pero también hay carreras como la que estudié yo en la que precisamente no te matas a estudiar... Yo no fui a clase, estudié lo mínimo para aprobar los exámenes tipo test con apuntes de otras personas que iban a clase y finalmente me licencié. Estudié Comunicación Audiovisual, una broma de carrera. Cuando entré escribía bien y después de 5 años de botellones, fiestas y una edad del pavo prolongada era prácticamente una analfabeta funcional. He tardado años en recuperarme y volver a poder escribir. Un abrazo.

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