El dato de que el sistema bancario español recibió del Estado, en 2009-2013, 61.000 millones de euros para superar su crisis, de los que sólo han sido devueltos el 5% y de los que ya se dan por irrecuperables 26.000 millones (con la suposición de que se perderá todo lo todavía no reintegrado), pone en evidencia las relaciones que existen entre el ente estatal y el capitalismo.
Esos
61.000 son una parte pequeña de las ayudas monetarias y no monetarias (éstas
probablemente más fundamentales) que el Estado proporciona al capital, de
naturaleza bastante diversa y que tienen lugar continuamente, en periodos de
crisis más pero también en las etapas de bonanza. Por ejemplo, muy pocos saben
que además de esa entrega de numerario, de facto a fondo perdido, el Estado
concedió en aquellos años avales a la banca por 103.000 millones de euros, de
los que no se sabe qué parte está ya cancelada…
Están
también las ayudas a las entidades no financieras, por ejemplo, las grandes
empresas de la construcción, que han sido rescatadas con sumas
multimillonarias, sólo parcialmente conocidas. Y están asimismo las
recapitalizaciones de bancos y cajas de ahorros realizadas con anterioridad a
2009, en las que se invirtieron miles de millones. Ciñéndonos al periodo de crisis
iniciada en 2008, ¿cuál puede ser el total del dinero transferido por el Estado
de España a las grandes empresas financieras, industriales, de servicios, de la
construcción y otras? Es imposible saberlo porque los datos se ocultan a la
opinión pública, o se ofrecen de un modo tan enrevesado y parcial que es casi
imposible comprenderlos. Pero por poner una cifra redonda, podrían ser 500.000
millones de euros.
Esto
significa que el ente estatal saquea a los trabajadores y asalariados con un
sistema tributario feroz para luego transferir una buena parte del numerario acumulado
a los grandes empresarios. De ese modo la explotación fiscal, estatal-fiscal
diríamos, de la gente común se convierte en expresión fundamental del sistema
de explotación general.
En
los años 2008/2010 el capitalismo privado se estaba derrumbando en Europa y
América. Había alcanzado un punto de irracionalidad tal que ya no podía
mantenerse, de manera que una tras otras caían en la insolvencia y la quiebra
empresas industriales, bancos, multinacionales de servicios, etc. En ese
momento crítico, final incluso, del capitalismo los diversos Estados salen al
rescate de las grandes corporaciones privadas, las inyectan dinero, las salvan…
a costa de los tributos aportados por la gente sencilla, que es saqueada al
mismo tiempo por dichas empresas y dichos Estados.
Algunos
calculan que el Estado de EEUU proporcionó 16 billones (16 millones de millones
de dólares) a la empresa privada de ese país durante aquéllos años, una
cantidad nunca vista. En su mayoría ni está devuelto ni lo será nunca, igual
que sucede en España. Eso significa más horas de trabajo, más impuestos, menos
sueldos y menos recursos para las clases asalariadas, que son quienes aportan,
a fin de cuentas, esas descomunales sumas.
La
empresa privada, la compañía multinacional actual, en la práctica es un ejemplo
de ineficiencia, disfuncionalidad, ineptitud y chapucería. La naturaleza
antagónica del hecho productivo bajo el capitalismo, la lucha de clases permanente
en la empresa, es la causa principal. Si no fuera por la intervención incesante
del Estado, que la insufla vida en los tiempos buenos y la salva en los malos, ya
habría desaparecido. Para logar un sistema económico eficaz hay que poner fin a
la gran empresa, que es un desastre y un bluf. La expropiación sin indemnización
de esos dinosaurios permanentemente enfermos e inoperantes es una necesidad
cada día más urgente. Tal operación salvífica la tiene que hacer el pueblo, no
el Estado, pues el capitalismo de Estado puede ser incluso peor que el privado.
En oposición a quienes preconizan que el Estado “nos salva” del capitalismo los hechos muestran que es el capitalismo quien resulta ser salvado por el Estado a nuestra costa y contra nosotros. Éste hace que aquél sobreviva y engorde artificialmente. Por tanto, cuando más vigoroso sea el ente estatal, cuando más lejos lleve su poder para extraer riqueza y succionar impuestos, más poderoso y seguro será el capitalismo privado, que de ninguna manera puede existir al margen del Estado.
Los
que denuestan las “políticas neoliberales”, según ellos una conspiración, para
hacer pequeño (?) al ente estatal en beneficio de la gran empresa privada, a la
vez que exigen “más Estado” a grito pelado, son los mejores agente del
capitalismo. Tales, en su ignorancia, describen al neoliberalismo como no es,
dado que su esencia es el crecimiento ilimitado del Estado y su servicio máximo
a la gran patronal.
Por
otro lado están los liberales, que hacen demagogia propugnando una remodelación
global del Estado para hacerlo “mínimo” a fin de que sea la gran empresa
privada, supuestamente muy eficiente y productiva, la que tenga todo el poder
económico. Pero aquélla hoy es un armatoste faraónico que malvive en la mediocridad,
y que no puede mantenerse sin inyecciones regulares de fondos estatales. Esto requiere
que el Estado sea el mayor y más grande posible. Los liberales niegan la
evidencia, que la empresa privada, por su propia naturaleza, no es capaz de existir
y medrar sin el Estado. Los liberales son estatólatras vergonzantes, además de
apologetas de los ricos, esos intolerables tiranos económicos.
Quienes
defienden al Estado defienden al capitalismo. Y los que defienden al capitalismo
defienden al Estado. Pero quienes estamos por la libertad, por las libertades,
rechazamos al mismo tiempo al uno y al otro.
Frente a estatólatras
fanatizados y liberales de pega el proyecto de revolución integral desea
realizar la libertad económica, además de la eficiencia productiva, poniendo
fin a la vez a las dos formas de totalitarismo económico hoy existentes, el
Estado y la gran empresa, para constituir una economía autogestionada, sin
trabajo asalariado, al servicio del bien general, eficaz y estable. Eso será
realizar una colosal revolución económica y social. Porque sin revolución no
hay solución.
Cuando hablas de banca deberías de diferenciar Bancos de Cajas de Ahorro. Nunca fueron lo mismo ni en su gestión ni en sus fines ni en sus decisiones. Son dos deudas diferentes.....de acuerdo que el sistema capitalista es.....el sistema capitalista.....pero creo que merece la pena diferenciar.....no todo lo que parece lo mismo es lo mismo.
ResponderEliminarQuerido Félix, haces observaciones muy interesantes respecto a la actual idolatría hacia el estado, pero creo que cuando hablas de los liberales realizas un juicio poco reflexivo. La gran empresa privada es grande gracias al estado, pero sobre todo lo es gracias a nuestro apoyo como consumidores. Un liberal, por el hecho de serlo, no tiene porque aspirar a ser rico; mas bien, aspira a la responsabilidad a través de sus propios actos. A un liberal le basta con que le dejen vivir en libertad para poder tomar sus propias decisiones, y de ese modo poder aprender de sus errores y en consecuencia mejorar como persona. La responsabilidad individual solo se puede desarrollar positivamente a traves del conocimiento con libertad de acción y asociación. A pesar de esta crítica admiro tus reflexiones, ya que considero que ayudan a pensar sobre estos problemas, que tanto nos unen, desde una perspectiva muy humana y, para mi desgracia, poco habitual en la mayoria de los medios de información que conozco. Gracias y un saludo.
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