En
Europa, por su condición de gran potencia (aunque ya en irremediable declive), un
elevado porcentaje de la población “popular” no vive de su trabajo. Hay un
sector parasitario cuyas condiciones de existencia, basadas en subsidios,
“ayudas sociales” y subvenciones, estatales y de la UE, se aproximan a las del
lumpen. Otra porción recibe emolumentos en demasía crecidos por trabajos a
menudo de confusa y dudosa utilidad social. Todos ellos consumen lo que no
producen.
En eso se equiparan con la burguesía y el aparato de Estado, que
asimismo viven de lo que otros crean con su trabajo. Todos unidos forman el
bloque de los explotadores.
Grecia ha revelado esta cardinal cuestión. Allí, supuestamente, chocan
dos posiciones, la de la Troika, que exige devolver los préstamos, y la socialdemócrata,
que se resiste verbalmente a ello, reivindicando que el sistema de subsidios
elevados, pensiones jugosas, salarios inflados y demás prebendas
institucionales se mantenga, según una interpretación reaccionaria e inmoral de
la cuestión social.
Ahora todo está más claro, al haber quedado probado que Syriza es el novísimo
instrumento de la Troika para imponer al pueblo griego sus leoninas demandas. A
día de hoy aquél, en tanto que partido en el gobierno, está devolviendo
escrupulosamente el dinero recibido, conforme a las indicaciones del
Estado-capital alemán, para lo que introduce los cambios económicos, fiscales,
administrativos, legales y represivos[1] necesarios.
Esto daña notablemente el nivel de vida de las clases modestas.
Queda una cuestión por dilucidar, ¿se puede dar respaldo a quienes
desean vivir del trabajo ajeno, a quienes se perciben a sí mismos como
consumidores pero no, o mucho menos, como trabajadores? Porque un asunto esencial
está no en el ámbito de lo financiero, en si la Troika consigue más o menos ganancias,
sino en el de la realidad política y moral más básica, a saber, si es justo que
un país viva de lo que no produce.
¿Es admisible subsistir con lo que otros crean?, ¿se puede llevar una
vida de consumo, sin aportar lo bastante? Quienes simplemente plantean no pagar
la deuda fallan en un punto decisivo, a saber, que no devolver los préstamos
dejaría al pueblo griego con una cantidad de numerario que sería destinada a
adquirir productos -conviene repetirlo- no elaborados por las clases populares
de ese país.
El dinero no es verdadera riqueza, al no satisfacer ninguna necesidad
por sí mismo. Se usa como medio de pago para conseguir bienes que son el trabajo
materializado de otros asalariados. La Troika no produce nada, sólo controla
los recursos financieros, pero nadie vive por ellos (el dinero no es
comestible) sino de lo que se logra en el mercado con ellos, alimentos,
vivienda, ropa, etc. Nada de eso lo produce la Troika. Por tanto, la gresca por
“redistribuir” los fondos monetarios deja sin aclarar que cada cual debe vivir,
para no ser un explotador, de su trabajo.
Así es, toda persona ha de subsistir de su esfuerzo productivo, y todo
país también. Hay que crear una sociedad donde el trabajo sea universal, tarea
de toda la población, hombres y mujeres, sin que nadie escape a esa obligación
o deber social. Una sociedad donde no haya parásitos, donde no existan
burgueses ni lumpen ni trabajadores privilegiados ni cazasubvenciones ni
aparato estatal ni subsidiados, sólo trabajadores.
En el pasado el movimiento obrero exigía trabajo y no prestaciones o
pensiones, deseaba ser a partir del propio esfuerzo y al mismo tiempo luchaba
por poner fin al régimen salarial junto con la totalidad de la explotación
capitalista a través de la revolución social, para crear un orden universal de
trabajadores honrados, autosuficientes, orgullosos de sí mismos, virtuosos y
creadores de riqueza.
Eso era en el pasado. Hoy los caudillos de la izquierda paleomoderna
hacen del asistencialismo estatal y el consumo improductivo el meollo de un concepto
perverso y ya además disfuncional de la “justicia social”. Pretenden convertir,
dicen, a extensas capas de la población en consumidores puros, negándoles la
dignidad y grandeza del trabajo. Con ello les hace además explotadores de los
trabajadores de otros países, en particular del Tercer Mundo, que son quienes
aportan la inmensa masa de valor económico, de bienes útiles, que las clases
parasitarias “populares” europeas no elaboran[2].
El trabajo asalariado es degradante de manera descomunal, en efecto,
pero aún lo es más existir en la molicie y en el abandono del fundamental deber
de ser útiles a uno mismo y a la sociedad. Trabajar, además de un imperativo
político y moral, es una necesidad para autoconstruirse como personas de
calidad, autónomas, soberanas, rectas, fuertes, competentes y libres. Eso es
justamente lo que niega la socialdemocracia con su horrenda política de “pan y circo”.
Ha hecho del dinero institucional dado a plebe y las prestaciones “sociales” un
modo de dominación, otro más.
Pero no hay que dejarse engañar por la demagogia politiquera, pues
Europa ya no está en condiciones de mantener los elevados grados de improductividad
y parasitismo de hace sólo un decenio: Grecia es la prueba. Agobiada por la
competencia de las potencias emergentes, con una base económica en buena medida
ineficiente, baqueteada por la gran depresión de 2008/2014, con unos aparatos
estatales crecientemente endeudados y un sistema bancario que necesita de
periódicas inyecciones de numerario estatal, la UE ya no puede utilizar a tan gran
escala como antes el dinero en tanto que elemento de podredumbre, sumisión y prostitución.
Lo que Syriza está haciendo en Grecia, desmontar la sociedad de
consumo para poner en su lugar una hórrida sociedad de la pobreza con trabajo
incesante y derechos laborales y sociales sustantivamente reducidos, inspirada
en la de China (país, no se olvide, dirigido por un partido comunista), lo hará
en España Podemos y la izquierda (española e “independentista”) en quizá 15-20
años. Esa transición del parasitismo a la sobreexplotación sólo puede
efectuarla la izquierda.
La izquierda presenta demagógicamente al Estado como un pozo sin
fondo, del que se pueden sacar recursos y más recursos para, supuestamente,
hacer asistencialismo. Pero eso es cada día más irreal. La deuda del ente
estatal español ha subido de 592.000 millones de euros en 2007 a 1.067.000
millones en 2015, el 98% del PIB. El ascenso del endeudamiento no puede
mantenerse indefinidamente.
En la UE no sólo Grecia sino también Italia y Portugal están más
endeudados que España mientras que Francia se aproxima. Estos países quedan
obligados a reorganizar completamente su economía. Lo cierto es que todos los
de la UE tendrán que hacerlo en los próximos decenios. La retórica de los
jerarcas de la izquierda es un cruel y desvergonzado engaño, pues promete incrementar
el número y solvencia de los subsidiados cuando en realidad lo que planea hacer
es una nueva revolución industrial, con todos sus horrores.
La conclusión final es doble. Primero, no basta con no ser explotados
pues hay que oponerse activamente también a ser explotadores. Segundo, la
transformación revolucionaria de la sociedad y el fin del capitalismo
únicamente la pueden hacer aquéllos que vivan del propio esfuerzo, no parásitos
despilfarradores, perezosos, hedonistas e inmorales. El motivo último de todo ello
es que el proyecto de revolución social integral no se fundamenta en intereses
sino en valores.
[1]
El gobierno de Syriza, al encontrar una oposición creciente a su servil política
pro-Troika, está acudiendo a la represión, lanzando a la policía contra quienes
protestan. La violencia policial es uno de los componentes del populismo
“anticapitalista” del sur de la UE, que su “partido hermano” español usará al
por mayor en cuanto tenga poder gubernamental. Otro asunto sustancioso es que
el gobierno de A. Tsipras está sacando adelante su política en el parlamento
porque vota a su favor la derecha, dado que una parte de su partido no lo hace.
Por tanto, ¿en qué queda la supuestamente decisiva distinción
izquierda/derecha?, ¿para qué sirve votar?, ¿qué sentido tiene la participación
en las instituciones? Finalmente, los disidentes de Syriza, si desean ser
creíbles, tienen que pasar de la fácil y mendaz demagogia que les caracteriza a
formular un proyecto y programa de revolución holística para Grecia.
[2]
La línea de los jefes y jefas de toda la izquierda es, de facto, la explotación
de los pueblos y países pobres del planeta, como viene haciendo Europa desde
hace siglos. El alto nivel de consumo parasitario que proponen no tiene otra
realización práctica posible. Tal proyecto lo ocultan tras una demente verborrea
“antirracista”, expresión de la peor hipocresía y maquiavelismo, en donde dominan
formulaciones como “mestizaje” y “multiculturalidad”. Sólo quien es
antiimperialista puede ser antirracista sin comillas. Para lo ello hay que repudiar
la noción de gasto material improductivo máximo, sumándose al concepto de
consumo mínimo de bienes materiales y máximo de bienes espirituales, propio del
proyecto y programa de la revolución integral. Únicamente desde éste puede
darse un antirracismo real.
Un análisis muy lúcido. Lo mismo dicho en otras y pocas palabras: "Los que mandan (Tsipras en este caso en Grecia) son unos mandados". O, generalizando, "mandar es obedecer".
ResponderEliminarUn saludo.
Muy acertado, trasladas el debate a la conciencia de cada persona, debemos de dejar inmorales e irracionales, de lo contrario seremos explotados y/explotadores, la lucha básica esta en cada ser, y de ahí se pasa al siguiente nivel
ResponderEliminarYo vuelvo a lo de siempre, por supuesto hay que dejar de explotar, pero nuestra sociedad está creada para eso, para explotar a otros ya sea en nuestro propio país o en otros, de momento más atrasados. Para poder dejar de explotar hay que "salir" de la sociedad, pero no hay como, ni donde y si alguien encuentra como hacerlo será perseguido por ello antes de que el resto pueda darse cuenta.
ResponderEliminarHay que luchar y resistir, si, pero en la práctica apenas hay manera, todo es más simbólico que efectivo.
¿Podrías hacer dos entradas, una sobre Antonio Escohotado y otra sobre Gustavo Bueno y tu forma de verlo como intelectuales?
ResponderEliminarPero deben ser trabajadores para VIVIR, primero personas que trabajadores, no para sobrevivir como ha sido desde la creación del estado, la propiedad y el comercio.
ResponderEliminar"China (país, no se olvide, dirigido por un partido comunista)" China dejó de ser comunista cuando murió Mao.
ResponderEliminarno estoy de acuerdo en esa crítica al multiculturalismo, la inmigración , el islam y demás. Se está creando como 2 tendencias absurdas: una conservadora y con tintes fascistas, de echarle la culpa de todos los males a los inmigrantes, a los musulmanes y de que Occidente es "la cúspide de la civilización"; y la segunda es de ver a Occidente como si todo fuera malo en él, de que está bien el mestizaje, de que tienen que entrar cuántos más mejor y demás (propio del postmodernismo izquierdista). A mí me parece 2 corrientes absurdas que había que trascendentales, el ser humano es antes persona o vive en el mundo, en este planeta que siendo español, ruso, colombiano o de otra nación, es antes una especie cultural, espiritual, biológica, antropológica, filosófica que solo de una patria. Por lo tanto considero a la humanidad como el pilar o la base.
ResponderEliminarAhora bien, esto no quiere decir que haya que eliminar las diferencias de cada etnia físicas, de sus costumbres, tradiciones, artes, etc. Eso es absurdo, podría haber perfectamente una sociedad en que hubiera sus diferencias, su diversidad cada nación y continente en donde se hiciera las cosas de manera local como colectivo y autónoma como individuo, y que su vez hubiera una cultura mayor, más natural-universal y espiritual que englobara todo a través del conocimiento y la sabiduría que fuera global-mundial, es decir, al contrario que la globalización de ahora (que quiere una centralización de poder bajo el capital y el dinero además de la banca mientras se carga las culturas tradicionales y primitivas además de la solidaridad obrero-laboral, e incluso también social).
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