Posiblemente, el asunto más inquietante del partido de Iglesias es su
cercanía al fascismo islámico de Irán, ahora régimen amigo y aliado de EEUU. En
ese país hay un sistema político que en nada importante se diferencia del
régimen fascista de Franco en lo estructural, jurídico y legal. No existe nada
de libertades para el pueblo, pues no hay libertad de expresión ni de
manifestación, mucho menos libertad de conciencia. La policía
político-religiosa detiene, secuestra, golpea, tortura y asesina. La noción de
soberanía popular es negada por los textos fundamentales, que estatuyen un
sistema de poder en beneficio del capitalismo de Estado, los terratenientes, el
ejército y el todopoderoso clero islámico. La mujer es considerada sujeto de
segundo orden, los homosexuales son ferozmente perseguidos y matados. Los
trabajadores carecen de libertad para organizarse libremente, lo mismo que los
estudiantes, no existiendo el derecho de huelga ni el de asociación ni el de
reunión. Las minorías oprimidas turcómana y kurda sufren el centralismo. Un sistema
omnipresente de terror mantiene las bocas calladas, mientras los trabajadores
padecen pobreza, sobreexplotación, paro y escasez de viviendas. La persona
carece de prerrogativas, quedando a merced de la arbitrariedad policial,
empresarial y clerical. Los ateos y agnósticos soportan una represión bastante
dura, no existiendo separación entre religión y Estado, lo que hace del poder
religioso usufructuario de una parte notable de los ingresos estatales, sangría
que empobrece a la sociedad. Con todo ello, la élite del poder lleva una
existencia fastuosa a costa de la explotación de las clases populares[1].
Terribles son las imágenes de homosexuales con las manos atadas a la
espalda y colgados, ahorcados, de grúas, a veces en racimos. No menos
espeluznantes son los castigos a las supuestas adúlteras (pero no a los
adúlteros) con 100 latigazos, eso en el mejor de los casos pues en el peor son
lapidadas. Tales son las prácticas inhumanas y fascistas de la República
Islámica de Irán, uno de los fundamentos económicos, mediáticos ¿y también
doctrinales?, de Podemos.
Este partido, sociológicamente, resulta de la utilización del gueto
político por el capitalismo y el ente estatal. Eso no es nuevo pues el triunfo
electoral del PSOE en 2004 fue posible en buena medida gracias a la alianza que
aquél estableció con dicho gueto, asunto que se ha vuelto a repetir con Podemos.
Se supone que tal combinado social es muy “radical” pero lo cierto es que
resulta ser una sección más de la socialdemocracia española, en su componente
marxista y también en la gran mayoría de la anarquista. En condiciones
habituales lleva una existencia marginal, de espaldas a las clases populares y
a la realidad, en tanto que supuesta “contrasociedad” totalitaria, pero en
determinadas condiciones el poder estatal lo moviliza en su beneficio.
Como entramado, está dirigido y dominado por profesores de universidad
de ideología izquierdista. Éstos escriben libros pseudorradicales, en los que
aparece siempre la palabra “capitalismo” con un contenido falsamente crítico:
eso le basta a la guetista y al guetista medio. Tales profesores (de los que
son un buen ejemplo los mandamases de Podemos) suelen recorrer ese mundillo con
charlas y despliegues adoctrinadores de diversa naturaleza, de manera que
mantienen activa la estructura organizativa, que queda disponible para cuando
los planificadores políticos del poder la necesiten. Lo que unifica al gueto hoy
es el culto por las religiones políticas, asunto que se ha convertido casi en
el todo de sus contenidos. En él, en la cuestión de la mujer se preconiza lo
que ordena, vía profesores, el ministerio de Igualdad. En la de la inmigración
lo que manda el ministerio de Empleo, y así sucesivamente. En suma, es un
apéndice del Estado en todo lo importante.
El gueto político tiene peculiaridades a destacar. Una es el
estalinismo que domina en él, que lleva a la persecución de la pluralidad y
variedad, a la imposición forzada de los productos doctrinales que le llegan
desde arriba, a la persecución de la libertad de conciencia. Es estalinista
(fascista de izquierdas) en lo ideológico y socialdemócrata en lo político y
económico. Entre otras de sus particularidades cabe destacar el sexismo
androfóbico, racismo anti-blanco y persecución de la heterosexualidad y la
maternidad. También, la devoción por el Estado (que “nos protege” del capital,
dicen) y el entusiasmo por el capitalismo estatal (al que tildan de “público”).
Igualmente, el repudio de cualquier norma moral, ideología del odio, falta de
respeto por la persona, desprecio nietzscheano por la gente común, envidia
hirviente por la burguesía, hedonismo y epicureísmo maniáticos y general aversión
por cualquier novedad que se desvíe de una ortodoxia, la suya, delirante,
ignorante, senil, repudiada por las clases populares, sin ética, parasitaria y,
por tanto, reaccionaria.
Su “anticapitalismo” se concreta en demandar más recursos monetarios y
más servicios al Estado, en hacer del dinero y el consumo el nuevo opio del
pueblo. Su rechazo de la revolución, como idea, ideal y práctica, es
extraordinariamente agresivo pues para sus integrantes todo se concreta en
reivindicar un capitalismo que “funcione”, que sea “responsable” (Iglesias
dixit), que realice la fúnebre distopía del mega-consumo parasitario de masas. Esos
son los orígenes de Podemos.
El gueto político, hoy disminuido y desmoralizado, se compone de sedes
de micro-partidos y asociaciones, centros sociales, librerías “alternativas”
que practican la censura de libros, colectivos politicistas de esto y lo otro,
bares y comedores “populares”, sitios web, etc. Es un bloque social dedicado a
la defensa y difusión de las ideas y prácticas más reaccionarias, en primer
lugar las religiones políticas, un pozo negro de irracionalidad y oscurantismo y,
a fin de cuentas, un reservorio de nuevas formas de política e ideología de extrema
derecha[2].
La naturaleza furiosamente reaccionaria y oficialista del gueto político se
está poniendo de manifiesto con el asunto Podemos.
Lo que, en un último análisis, explica la lúgubre función que está
desempeñando el gueto político, con Podemos al frente, es su fobia a la
revolución. Una vez que ha decidido que no es imprescindible y no es deseable una
transformación total suficiente del orden social, el individuo y el sistema de
valores todo lo demás viene por sí mismo. De ahí que aquél sea un partido de super-jefes
que se otorgan al mejor postor a cambio de votos, poder y dinero, y que está
evolucionando desde la izquierda a la derecha populista para seguir marchado desde
ésta hacía, según se ha expuesto, formas renovadas de la extrema derecha. Quienes
les dan respaldo son responsables de estar contribuyendo a crear un monstruo
político.
Tres son, en definitiva, las funciones políticas fundamentales del
gueto político: infectar a la sociedad con sus fanatismos reaccionarios, servir
activamente al sistema de dominación en determinados momentos críticos y
destruir a las personas. Esto último es substancial, pues a él llegan un cierto
número de individuos de buena fe cada año, que creen estar en un espacio al
servicio de los ideales más puros del cambio social hasta que al cabo de 2-3
años descubren que se han incorporado a un lugar inquietante, angustioso
enloquecedor y tóxico, del que escapan como pueden, a veces bastante dañadas
psíquicamente. Eso acontece con el 98% de las personas que se incorporan a
aquél.
El votante medio de Podemos es patético. Reputa que lo “racional” es
“vender” su sufragio a cambio de ventajas económicas, las únicas que comprende
y le interesan, lo que le hace ser el eterno engañado por los mercaderes de la
política. En su infantilismo considera que es la televisión, la caja tonta, el
lugar donde hallar el remedio a sus envidias y obsesiones, sin hacerse las
preguntas más elementales, a saber, de quién son las grandes cadenas, por qué
Iglesias y su gente salen en ellas a todas horas, por qué otros, los
revolucionarios, no salimos nunca… Dado que permanece, de media, unas 4 horas
diarias ante pantallas, arruinándose como persona en lo corporal y en lo
espiritual, está perfectamente entrenado para votar Podemos.
Que una hiper-poderosa campaña de mercadotecnia en televisión durante meses
haya convertido a unos marginales desconocidos que habitaban en un extraño
archipiélago conocido como gueto político -sujetos grises, ramplones y mediocres
donde los haya- en fuerza política ante la que millones de personas se
arrodillan con fervor, es un hecho que alarma y asusta porque significa que el
actual sistema de dominación puede lograr lo que desee, cualquier meta que le
apetezca o necesite, con el despliegue de sus medios técnicos, económicos,
organizativos y mediáticos. Muestra también la desintegración intelectual y
moral de unas masas que llevan decenios siendo degradadas por la ideología de
la izquierda, la más eficaz creando sujetos dóciles y seres nada.
El principal medio, probablemente, utilizado por aquélla para
convertir al pueblo en populacho ha resultado ser el dinero. La izquierda
antes, y ahora Podemos, han sido el instrumento de que se ha valido el capital
para comprar, literalmente, a las clases trabajadoras, sometiéndolas a sus
designios y metas. En nombre de un “anticapitalismo” meramente retórico lo han
monetizado todo, en primer lugar la conciencia individual y colectiva de la
gente común. Porque monetizar es mercantilizar, y mercantilizar es hacer de
todo y con todo, mercancías, expandir hasta el infinito la acción y presencia
del capitalismo. Por eso la izquierda es absolutamente imprescindible para el
capital, en particular en los momentos críticos o de transición, cuando aquél necesita
acometer nuevas metas y designios, como sucede ahora.
El gueto político niega lo más fundamental, que la meta no puede ser
vivir “mejor” bajo y con el capitalismo, con más dinero y más consumo, sino
crear una sociedad nueva, un estilo de vida civilizado, un renovado sistema de
valores y un individuo autor-regenerado.
Podemos ha sido creado, además, para negar, desautorizar y perseguir
la revolución. Es la principal fuerza anti-revolucionaria del presente[3]. Corresponde
a las y los revolucionarios defender aquella transformación total, con palabras
y con actos, para convertirla en realidad construyendo una sociedad libre,
autogobernada por asambleas, autogestionada, moral y con valores, con libertad
de conciencia y respeto por la verdad, con calidad del sujeto y rehumanización,
con convivencia, generosidad y hermandad, con primacía de las metas y valores
espirituales sobre los materiales.
Una sociedad, esta vez sí, liberada del capitalismo y emancipada del
ente estatal, que significar un formidable salto adelante en la historia de la
humanidad. Podemos pasará en unos pocos años, quedando como mera anécdota
institucional, dinerizada y cavernícola[4]
mientras que idea de revolución global o integral permanecerá siempre.
Fin
[1]
La revolución iraní fue un movimiento popular en lo más sustancial espontáneo
que culminó en 1979. El capitalismo, al verse en peligro, acudió al clero
islámico para defender sus privilegios de clase. Entre aquel año y 1982 el
régimen musulmán organizó sucesivas carnicerías de trabajadores y opositores de
izquierda, exterminando en el interior del país al Partido Comunista Tudeh y a
otras varias organizaciones de ideología marxista, esto es, a fuerzas similares
a Podemos… Quien sufrió el grueso de la represión del régimen islamofascista en
esos años fueron los trabajadores. El libro “Workers and revolution in Iran”, de Asseb Bayat, 1987, describe la
política islámica dirigida a destruir por la demagogia, el fanatismo y la represión
las asambleas de trabajadores que en 1978-1979 se habían constituido en
numerosos centros de trabajo, empresas agrarias, cuarteles y fábricas de Irán.
Ese asunto es analizado asimismo en el artículo “Consejos obreros y campesinos en Irán”, S. Asad, Revista Mensual,
diciembre 1980. De notable interés es “La
lucha de las mujeres en Irán”, A.Z., en Revista Mensual, mayo 1981, no sólo
porque denuncia la criminar misoginia del Estado islámico iraní sino porque al
describir los sangrientos procedimientos con que el islamofascismo se hizo con
el poder en ese país muestra que son los mismo, y con los mismos fines, que los
utilizados por los nazis en Alemania en 1925-1933. Tales sucesos no son nuevos,
pues Franco ganó la guerra civil e impuso 40 años de fascismo militar debido en
primer lugar a que el clero islámico norteafricano, íntimo de La Falange desde
la fundación de ésta en 1933, le entregó 100.000 combatientes, que junto con los
16.000 hombres de la Legión Cóndor nazi y los 50.000 del CTV (Cuerpo de Tropas
Voluntarias) fascista italiano, fueron su resolutiva fuerza de choque en el
campo de batalla.
[2]
Ya en retirada hacia la derecha populista, Pablo Iglesias aún se reclama del marxismo.
Sea, pero de la parte equivocada y burguesa de aquél, no de su porción
revolucionaria que, aunque pequeña y muy mezclada con subproductos, existe. Su
actuar está sirviendo para liquidar el escaso prestigio e influencia del
marxismo en España. Podemos se ha hecho también foco de atracción para una
buena parte del anarquismo ibérico, en su gran mayoría anarquismo de Estado, o
mini-furgón de cola de la socialdemocracia. No es de recibo llamarse anarquista
y defender (o no denunciar) el Estado de bienestar, defender (o no denunciar)
la ley de violencia de género, defender (o no denunciar) las religiones políticas,
olvidar (salvo en la retórica) la idea/ideal de revolución, pues quienes así
actúan son, sencillamente, agentes del ente estatal. Los socialdemócratas que
se dicen libertarios están sumándose a Podemos, atraídos por el tufillo a
lucrativos empleos gubernamentales/estatales y dinero a manos llenas que emite.
Buen provecho. Una reflexión anarquista de verdad sobre la preocupante
situación en que hoy está el anarquismo ibérico es “Anarcoestatismo. Defendiendo lo público, destruyendo lo común”,
VVAA. Lo cierto es que o los anarquistas terminan con la influencia de las
ideas socialdemócratas, derechistas y burguesas en el seno de su movimiento o
la historia del anarquismo alcanzará su final en unos pocos años. A los
auténticos marxistas y anarquistas hay que hacerles llegar un mensaje: lo
central y decisivo es la revolución, uníos al proyecto de revolución integral.
[3]
La izquierda es y ha sido la anti-revolución. Lo fue de manera muy notoria en
la etapa del Frente Popular inmediatamente anterior a la guerra civil, de
febrero a julio de 1936. En ese tiempo ascendió un poderoso movimiento popular espontaneo
de naturaleza cuasi-revolucionaria, que se dirigía a derribar las estructuras tiránicas
de la II república burguesa y a poner fin al capitalismo. Los gobiernos del
Frente Popular, apoyados por toda la izquierda marxista y por casi todo el
anarquismo, realizaron como respuesta crueles actos represivos contra los
trabajadores, docenas de ellos, lo que es ocultado sobre todo por la
historiografía progresista. El más conocido es la matanza de Yeste (Albacete),
el 29 de mayo de 1936, en la que la guardia civil, siguiendo las órdenes del
gobierno de Frente Popular, asesinó a 17 trabajadores rurales e hirió a otros
100. Hubo muchos casos más, por todo el país. Por tanto, lo que ahora hace
Podemos, convertirse en amenazante baluarte de la anti-revolución, ya lo hizo
la izquierda toda en aquellos terribles pero esperanzadores días de la
primavera de 1936. El 29 de mayo debería ser la fecha destinada a recordar y
denunciar la represión sangrienta de las clases trabajadoras por la izquierda
en España.
[4]
Los días felices de Podemos ya han pasado. Sigue interesando a sectores de bajo
nivel reflexivo, a personas muy maleadas por las pantallas, obsesionadas con el
dinero y llenas de envidia hacia los ricos, pero a quienes piensan por sí
mismas y son éticas o no les dice nada o lo rechazan con repelús. En esto ha
desempeñado un notable papel el esfuerzo analítico que hemos realizado en los
últimos 10 meses un número muy reducido de personas, que ha logrado hacer
triunfar la verdad, con rigor y valentía, sobre el mayor montaje
mediático-político burgués de los últimos decenios, Podemos.
¿Para cuándo una crítica a la iglesia católica? . Después de leer numerosos artículos y libros suyos, resulta bastante extraño que alguien tan crítico con
ResponderEliminarPara eso ya esta la izquierda anarquista lerruxiana, ¿no?
EliminarAy amigo te has columpiado bastante. Leer Podemos con esa estrechez de miras y ese dogmatismo es un gran error.
ResponderEliminarSobre todo si, desde el anarquismo no hay ni una propuesta seria de sociedad sobre la mesa, ni una estrategia ni siquiera esbozada para conseguir llegar a ella.
Con esas circunstancias, un poquito de humildad y vamos a hacer las cosas lo mejor que se nos ocurran, lo mejor que podamos para que la mayoría pueda vivir bien y se fortalezcan mecanismos de participación y poder popular que caminen hacia la democracia directa y una sociedad "con mercado" en lugar de "de mercado".
El que escribe es un anarquista que cree que tiene la responsabilidad de hacer lo mejor que se pueda hacer con el presente que le ha tocado vivir. Y entre encerrarme a criticar lo que hace el resto, fortalecer un gueto contracultural y ayudar a mejorar mi país y la vida de mi pueblo, elijo la segunda opción.
Creo que es lo que toca.
¿Desde cuando ha sido el Anarquismo una ideología guiada por un principio táctico tan endeble como "hacer lo que toca"?... ¿Donde está su capacidad revolucionaria, su carácter revulsivo contra le postración generalizada, su creatividad y capacidad para abrir nuevas vías?....
ResponderEliminarSi "hacer lo que toca" es la solución a algo entonces dejémonos de hostias y llamemos al pan pan y al vino vino.... que para hacer lo que toca YA ESTÁ LA SOCIALDEMOCRACIA DE TODA LA VIDA.... y el Leninoestalinismo cuando le conviene.