El conocimiento veraz y objetivo, pre-político, del
pasado, hasta donde es posible lograr -que no es mucho- resulta imprescindible
para la transformación integral de la sociedad y el individuo, para revertir en
ser humano al desventurado ser nada contemporáneo, y para rehacer al pueblo
desde el penoso estado actual de populacho. Es una actividad sanadora, de
regeneración, revolucionaria.
Vayamos a los hechos. En 2013 la UNESCO incorpora a
su Registro de Memoria que los Decretos promulgados en las convocatorias de la
curia regia (¿cortes?) de León de 1188 y 1194, presididas por el rey Alfonso
IX, constituye el antecedente más antiguo conocido de régimen parlamentarista,
al participar en dichas juntas gubernativas “representantes
elegidos de pueblos y ciudades” que actúan en ellas “tomando decisiones del más alto nivel”.
La UNESCO está orientada por textos y trabajos
previos, entre los que destacan el libro de John Keane, profesor de la
universidad de Westminster, “The life
and death of democracy”, 2009, y el documental “La cuna del parlamentarismo”, de Álvaro del Amo y Juan Pedro Aparicio.
Anteriormente, diversos historiadores, Elías López Morán, Julio González, A.R.
Myers, Claudio Sánchez Albornoz, Eduardo Fuentes, Justiniano Rodríguez y otros
habían aportado datos y análisis.
Así las cosas, dado que la condición de “cuna del parlamentarismo” de León en el
siglo XII no puede ser cuestionada, y que incluso el ayuntamiento de la ciudad
ha convertido el asunto en sólida y generalizada oferta cultural, hay una
someter a reflexión diversas cuestiones anejas.
Una es la invención fulera por excelencia en estos
asuntos, la del “feudalismo”. Se
trata de que los prebostes de la historiografía medieval ortodoxa, esos mismos
que llenan de embustes los manuales escolares, en particular los de la
enseñanza media, haciéndose ricos con tal labor, nos digan qué había realmente
en los territorios del norte peninsular en los siglos medievales, si “feudalismo” o parlamentarismo.
Porque la curia regia de León no fue diferente a las
de los otros reinos de la península Ibérica en nada importante. El origen y
naturaleza de las cortes medievales (seguramente, cortes y curia regia no son
lo mismo) resultan endiabladamente oscuros (en buena medida porque los
profesionales de la cosa se afanan en hacerlo ininteligible), pero parece que fueron
una asamblea de portavoces populares de villas y ciudades, designados para tal
función por las asambleas concejiles municipales y a ellas subordinados por el
mandato imperativo, con el rey como autoridad nominal, y hasta alguna fecha
difícil de definir con precisión, quizá finales del siglo IX, sin rey.
Claudio Sánchez Albornoz arguye que el pueblo leonés
“no conocía el régimen feudal” y que
su sociedad estaba articulada “en grandes
municipios libres”, lo que hacía de ella un orden “liberal y democrático”.
Eso, desde luego, es más cierto que la malevolencia sobre el “feudalismo”[1],
sin ser del todo exacto, y describe una formación social que en muy poco se
diferenciaba de la castellana, la navarra o las de los territorios incluidos en
la corona de Aragón. Tales asertos los realiza el más importante historiador
del medioevo peninsular mientras que los profesores-funcionarios que se lucran
mintiendo, ¿en qué fundamentan sus aseveraciones?
Otro embeleco que se viene a tierra con la cuestión
tratada es la magnificación de al-Andalus. Si en León la gente común
participaba en las tareas de gobierno, legislativas y ejecutivas, al enviar
portavoces elegidos asambleariamente a la curia regia, ¿existió algo similar en
los territorios sometidos al Estado islámico andalusí? La respuesta es no. No
hubo nada equivalente, ni de lejos, pues aquél fue un sistema político
instituido de arriba a abajo, con las autoridades máximas nombrando la
totalidad de los cargos gubernativos, con un aparato militar que lo dominaba
todo y reprimía con furor a los integrantes de las clases populares, fueran
cristianos, judíos o musulmanes.
No hubo nada de libertad política para el pueblo en
el régimen andalusí, nada de formas asamblearias, nada de participación popular
en las tareas de gobierno. Al-Andalus fue una tiranía política, un régimen de
dictadura, violencia y terror, que operaba de manera similar, salvando las
distancias temporales, al régimen fascista de Franco. Al-Andalus y la libertad
son categorías antagónicas y excluyentes.
Empero, lo que se contiene en la formulación sobre
la “cuna del parlamentarismo” en León
no es exacto. Tomemos uno de los libros del erudito leonés Elías López Moran, “Derecho consuetudinario y economía popular
en la provincia de León”, 1900, que estudia lo que su título nombra, el
derecho consuetudinario o cuerpo de normas jurídicas de elaboración popular,
promulgadas en las asambleas concejiles cuando lo mayoritario de la potestad
legislativa pertenecía al pueblo, y hechas cumplir por las asambleas
judiciales, en las que el pueblo impartía justicia.
Por tanto, además de la curia regia, existía el
orden asambleario popular, en lo que era un régimen de doble poder, el de la
corona y el del pueblo (en los documentos medievales el primero aparece citado
como “palacio” y el segundo como “concejo”), que mantenían entre sí
complejas y conflictivas relaciones.
Lo que más atrae la atención del mundo medieval
hispano (peninsular) no es la participación del pueblo en la curia regia de los
diversos reinos, aunque es cierto que se dio durante un tiempo, sino el sistema
de autogobierno popular casi completo existente, con una tupida red de
instituciones asamblearias gubernativas, derecho consuetudinario y luego fueros
municipales, asambleas judiciales, milicias concejiles, bienes comunales que se
regían desde el concejo y que, probablemente, proporcionaban el 80% de la
riqueza social global… Al lado de todo esto, la presencia popular en el órgano
de dirección del ente estatal en embrión de la época, la curia regía, es poca
cosa.
Cuando los historiadores, incluso los de buena fe,
se centran en lo institucional proto-estatal de entonces, que era minoritario,
a la vez que olvidan o minimizan lo institucional popular, ampliamente
prevaleciente, están ocultando las realizaciones de la gente común y haciendo
girar la historiografía alrededor de reyes y notables, con la advertencia de
que éstos, hasta finales del siglo XIII, tuvieron unas funciones sociales
modestas y subordinadas.
Necesitamos una historia del Medievo hecha desde lo
popular, que deje en un secundario lugar, que es el adecuado, a las fuerzas
sociales patricias, aristocráticas y elitistas. Esto es, necesitamos una
historia medieval que sea objetiva.
Para finalizar, ¿qué significado tuvieron las
sesiones de la curia regia de 1188 y 1194? Todo indica que fue una astuta
maniobra política para incorporar a las funciones proto-estatales a personas
cualificadas de las clases populares, haciendo de ellas un nexo de unión entre el sistema concejil y el naciente aparato estatal. Éste se fortalecía así,
atrayendo a su seno a unas minorías que, en un segundo momento, fueron cortejadas
por la corona para convertirlas en agentes suyos dentro de las instituciones de
autogobierno popular, el régimen concejil.
La operación de atracción y escisión del bloque
popular resultó exitosa. No pasó mucho tiempo sin que en la ciudad de León, y
luego en las demás villas y ciudades del reino, el concejo abierto fuera
sustituido por el concejo cerrado, formado con personas designadas por la
corona. En consecuencia, podemos concluir que el régimen parlamentario medieval
desempeñó las mismas funciones negativas, por antidemocráticas e integradoras,
que el parlamentarismo actual. Pero las asambleas populares continuaron activas
en pequeñas poblaciones y aldeas, hasta hoy.
[1] Otro dato que refuta la interpretación progresista,
esto es, burguesa, sobre el Medievo hispano se encuentra precisamente en los
Decreta (decretos) establecidos en las citadas reuniones de la curia regia
leonesa. Su artículo XV prohíbe donar bienes a “ningún establecimiento eclesiástico”, norma común en la época, la
cual refuta la suposición de que el poder clerical hegemonizaba aquella
formación social.
Si era liberal tampoco es que pueda presumir el pueblo leonés de esas fechas.
ResponderEliminarBueno Al Andalus dejó arte, cultura, ciencia, arquitectura y La Alhambra, todo hay que decirlo.
ResponderEliminar"Necesitamos una historia del Medievo hecha desde lo popular, que deje en un secundario lugar, que es el adecuado, a las fuerzas sociales patricias, aristocráticas y elitistas. Esto es, necesitamos una historia medieval que sea objetiva." +1
ResponderEliminarMaravilloso artículo. Una llave para abrir nuestro pasado, y descubrir los porqués de nuestra concepción del mundo y la nuestra, así como nuestra relación con él.
ResponderEliminarTodo influyó para que pensemos, deseemos y actuemos de tal o cual manera.
Muy interesantes estas reflexiones.
ResponderEliminarfélix te seguí en el congreso espíritu y ciencia
ResponderEliminarqué pena que no creas en la política
serías un magnífico ministro, presidente o asesor del gobierno
necesitamos gente ilustrada como tú
saludos admirativos
julio
Hola Julio,
Eliminarcreo que no has entendido nada sobre Félix y su pensamiento.
Saludos.
por qué?
ResponderEliminarya sé que Félix no quiere tener nada que ver con la política
por eso es una pena
sería un gran servidor público
es humilde y lúcido
saludos cordiales
julio
y no tiene abuela
EliminarUn hipócrita y un charlatán..
agosto
Se refiere Alberto (7/1/2015) a que Félix rechazaría desempeñar un cargo en un aparato estatal, con "servidores públicos benevolentes", pues al no estar la totalidad de las funciones en manos de la totalidad del cuerpo social, este cuerpo social se degradaría, perdería capacidades por desuso.
EliminarLas funciones que se adjudican en asamblea donde participa la totalidad del cuerpo social tienen un caracter temporal muy limitado y en riguroso orden aleatorio (he creído entender).
Saludos