Dejemos al neo-estalinismo las prácticas totalitarias
que le son propias, calumniar, amenazar, censurar libros, intentar reventar
actos públicos, etc. Dado que su nivel intelectual es ínfimo, que está falto de
argumentos y que la gente de a pie le repudia, no tiene más opción que acudir a
procedimientos de la extrema derecha, de la que es parte principal. Como se
sabe incapaz de explicarse en debates públicos libres tiene que acudir al fácil
expediente de imponer sus ideas por la fuerza, a amedrentar, demonizar,
prohibir pensar, manipular emocionalmente, en suma, a actuar como policía del
pensamiento y proto-aparato represivo. En sus métodos desalmados y rufianescos está
inscrita la fecha, causas y naturaleza de su derrota estratégica, ya bien visible.
El neo-estalinismo, que opera con un programa
socialdemócrata y se aferra a las religiones políticas, que ha sido instalado
en los medios de comunicación y está siendo multi-subvencionado por el Estado
(parlamento, gobierno central, partitocracia catalana “independentista”, ministerio
de Igualdad, ministerio de Trabajo, ministerio de Cultura, ministerio de
Defensa, ministerio de Interior, empresas del capitalismo de Estado,
fundaciones, entes autonómicos, ayuntamientos, etc., etc.) y por la gran patronal,
jamás se refiere a la libertad de conciencia como meta, o al menos como atributo
irrenunciable del ser humano. Ese persistente “olvido” le desenmascara como
sujeto agente de la peor dictadura.
También ignoran la libertad de conciencia, indispensable
bien inmaterial sin el cual el ser humano no puede realizar su esencia y no
alcanza a re-humanizarse, quienes se centran en los pequeños asuntos, las
ínfimas reivindicaciones y las más o menos pedestres demandas “concretas”, por
lo general ligadas al consumo y al bienestar. Con su silencio sobre lo más
decisivo tales se hacen cómplices de la deriva liberticida y deshumanizadora en
curso.
En lo parcial y lo pequeño se ahoga la esencia
concreta humana.
Una revolución civilizadora y rehumanizadora, por
tanto, una revolución auténtica, ha de poner en el centro de su programa de
medidas prácticas la realización de la libertad, de conciencia y de expresión.
Las revoluciones perniciosas, desde la francesa a la rusa sin olvidar la
revolución liberal española iniciada en 1812 y las revoluciones “anticoloniales”
de hace decenios, han estatuido aparatos todavía más poderosos de
adoctrinamiento, machacando con singular furor la libertad de conciencia y
negando de mil modos la libertad de expresión. Por eso se han convertido en
acontecimientos atiborrados de negatividad que hoy contemplamos con horror, de
los que han surgido entes estatales aún más poderosos y un mega-capitalismo todavía
más de rapiña.
La realización práctica de un orden social que permita
(pero no que garantice) la libertad de conciencia y la libertad de expresión a
todos los seres humanos demanda realizar transformaciones económicas y
políticas fundamentales, para eliminar los aparatos de adoctrinamiento, manipulación
y amaestramiento, derribar las prohibiciones de pensar y sentir de modo independiente,
negar a santones, gurús, académicos y profetas la capacidad de moldear la vida interior
del individuo, haciendo a éste libre al ejercer su libertad/libertades con
responsabilidad, con moralidad, con valores, con atrevimiento, con afectos, con
autodominio, con sublimidad, con verdad, con épica.
De esa revolución saldrá una sociedad sustentada en
el libre albedrío, en la libertad de la voluntad individual y colectiva, en la
que el mal sea combatido sin tregua pero no prohibido, y en la que el bien
triunfe por su propia valía intrínseca y no por su capacidad para intimidar,
prohibir y forzar. Para que el bien sea libremente escogido tiene que haber libertad
para el mal, lo que significa que la derrota -siempre finita e incompleta- de
éste debe hacerse desde la libertad y tiene que efectuarse un número infinito
de veces. Por eso los partidarios de la libertad de conciencia somos
perseguidos pero no perseguidores. Eso queda para los totalitarios de toda
laya.
Se nos dice que la libertad de conciencia (y su
pre-condición, la libertad de expresión), es un derecho, y que es el Estado
quien lo garantiza. Esto es como poner a la zorra a cuidar a las gallinas, pues
el ente estatal, al ser la organización de un número muy reducido de personas
para ejercer poder y mandato sobre la sociedad y vivir del trabajo ajeno, es el
primer y principal conculcador de la libertad de conciencia, seguido de cerca
por la gran empresa capitalista multinacional.
Por eso los peores enemigos de la libertad de la
gente común son los estatólatras, aquellos que para todos los males tienen un
mismo y único remedio, ampliar la soberanía y potencia del ente estatal, con más
leyes, más policías, más cárceles, más aparato fiscal, más sistema educativo
deseducador, más régimen asistencial laminador de la vida convivencial, más
gobierno, etc.
El pueblo, para ser él mismo y ser libre, ha de vivir fuera del Estado, ser diferente y otro respecto a éste, confiar en sí mismo, creer en las potencialidades inmensas de la persona, de cada persona y de cualquier persona, hoy apenas utilizadas porque no se confía en el ser humano real, al transferir todas las expectativas y esperanzas al creciente obrar institucional.
El pueblo, para ser él mismo y ser libre, ha de vivir fuera del Estado, ser diferente y otro respecto a éste, confiar en sí mismo, creer en las potencialidades inmensas de la persona, de cada persona y de cualquier persona, hoy apenas utilizadas porque no se confía en el ser humano real, al transferir todas las expectativas y esperanzas al creciente obrar institucional.
La libertad de conciencia no es y no puede ser un
derecho que garantiza el Estado sino una necesidad trascendente, un deber, un
esfuerzo, un programa, una bandera, un hábito y una pelea sin fin. Que el
Estado la “garantice” quiere decir que la manipula, desnaturaliza y niega.
Aquél es su principal enemigo, pero la sociedad tampoco puede ni debe certificarla,
más allá de establecer las condiciones para que no sea impedida o reprimida.
Es cada cual, en el interior de sí mismo y sí misma,
a solas ante su propia conciencia, quien ha decidir si desea vivir libremente,
por tanto, usando del pensamiento libre, o se va a dejar moldear por lo ajeno y
exterior, instituciones, teoréticas, religiones de Estado o “líderes”. Es en lo
profundo de la conciencia individual donde se han de librar las batallas
determinantes entre el amor por la libertad y las pulsiones totalitarias, irresponsables
y delegacionistas, que existen en nuestra naturaleza, a veces amagadas y otras muy
insolentes.
Quien crea que algo o alguien le va a garantizar la
libertad, en particular la libertad de conciencia, se ha dejado reducir
intelectual y emotivamente a la condición de esclavo que ama sus cadenas. Vivir
es, también y en un sentido sobre todo, pelear por la libertad, y ninguna
sociedad, por libre que sea, tiene que asegurar a sus integrantes la libertad,
ni tampoco puede hacerlo. Eso es tarea de cada persona, sola y asociada.
El modo de existencia de la libertad es en peligro
permanente, por lo que vivirla es esforzarse, arriesgarse y padecer, pero no
gozar, supuestamente, de la larga siesta liberticida y estupidizante del nuevo
epicureísmo fomentado por la sociedad de consumo, el cual se ha hecho el todo
del pensamiento progresista, esto es, burgués-ilustrado.
La vida gozadora es renuncia a la libertad dado que ésta
resulta del combate y se expresa en él[1].
Ser libre es lidiar por la libertad.
Por tanto, la realización práctica de la libertad de
conciencia es ya, ahora, tarea de cada una y cada uno. Es autoconstruirse como
sujeto que vive desde la realidad y para la verdad, con desdén hacia las formas
elaboradas de pensamiento adoctrinador, las teorías, los dogmatismos, las fes,
los “ismos” y demás trabas y negatividades para el entendimiento y el
conocimiento, para la vitalidad anímica y el vigor espiritual, que nos
disminuyen e incluso trituran y niegan como seres humanos.
La realidad y su aprehensión suficiente en la mente,
la verdad, basta para consumar nuestra esencia y maximizar nuestra actividad
espiritual.
Lo pertinente es existir desligándonos de los
aparatos de adoctrinamiento, de los gurús institucionales o contraculturales, de
las estructuras sustentadas en doctrinas y teorías, siendo nosotras y nosotros
desde sí, cada cual consigo mismo y todos en comunidad. Al aleccionamiento
institucional hemos de oponer el gusto por el silencio, el hábito de la
reflexión en soledad, la costumbre de reunirnos con nosotros mismos
regularmente. Las soluciones a los grandes problemas no están fuera sino
dentro, o más exactamente, dentro y fuera del yo. Desacierta la persona que olvida
o desdeña las potencialidades y fuerzas enormes que posee de manera natural
dentro de sí para arrastrarse detrás de pretendidos redentores.
La libertad proviene, en gran medida, del retirarse
regularmente al interior de sí mismo, de sí misma. Allí, en lo más profundo del
yo, hay que afirmar el hábito del pensamiento independiente, creador, indagador
de lo nuevo. En silencio, reflexionando ateóricamente. Igual conviene hacer con
el resto de los atributos del espíritu humano, ingeniando creativamente formas
y fórmulas, cada cual conforme a su naturaleza concreta, para alcanzar el
desenvolvimiento de la parte emotiva, pasional, afectiva y volitiva del yo. Ser
de manera máxima como persona, ser totalmente, para que las instituciones de
dominación queden reducidas a nada, es un enfoque revolucionario de la
existencia y condición humana.
En conclusión al socrático conócete a ti mismo hay
que añadir el lógico constrúyete a ti mismo. Hacerlo demanda que la libertad de
conciencia y la libertad de expresión sean realidades cotidianas.
Fin
[1] Julio Martínez Mesanza, en uno de sus poemas,
nos recuerda que “Hay espadas que empuña
el entusiasmo,/ y jinetes de luz en la hora oscura”. La libertad es, en
efecto, asunto de entusiasmo, espadas y fulgores temibles. Cualquier
interpretación blandita, ñoña y exangüe, de esta cuestión resulta inadecuada.
La contienda por la libertad no es quehacer para cobardes, por eso la sociedad
actual, sin libertad, es el reino de la pusilanimidad personal y colectiva.
Me gustaría señalar una cuestión sobre el artículo, cuando hablamos de estatistas (ya sea de izquierda o derecha) en el fondo también estamos hablando de nacionalistas, muchas veces he escuchado a políticos de ERC o la CUP decir que ellos no son nacionalistas sino independentistas, y la pregunta sería ¿cómo se puede ser independentista y la vez defender la existencia de un Estado, si el Estado implica una nación?
ResponderEliminar¿Ser estatista es ser nacionalista? ¿Podría explicarse mejor?
EliminarUn estatolátrico
Albert, una iniciativa que va en la línea de lo que comentas la puedes encontrar aquí, si no conoces la campaña: www.no-si.cat.
EliminarSaludos,
Laia
"De esa revolución saldrá una sociedad sustentada en el libre albedrío, en la libertad de la voluntad individual y colectiva, en la que el mal sea combatido sin tregua pero no prohibido" el mal debe ser prohibido, si a mí me prohiben ayudar a los demás, hacer economía colectiva, política de democracia directa o ser religioso fuera de mi casa por qué tengo que tolerar que exista el mal?
ResponderEliminar"ninguna sociedad, por libre que sea, tiene que asegurar a sus integrantes la libertad, ni tampoco puede hacerlo" no estoy de acuerdo, entonces qué sentido tiene la sociedad? la libertad no puede ser solo del individuo.
ResponderEliminarLa libertad debe partir de cada individuo,por que si no, deja de ser libertad.
Eliminarlo que tenemos ahora es una supuesta sociedad libre en la que el individuo no es libre.
Si prohibes algo por ejemplo el mal,no hay libertad ni libre albedrio puesto que estas prohibiendo algo.
Quien tiene que asegurar la libertad es cada individuo para que todos como sociedad seamos libres.No "alguien" que nos diga que somos libres.
Si todos en libertad,hacemos el bien,el mal sera una minuscula parte,pero tiene que estar ahi,pues como te he dicho antes si lo prohibes deja de haber libertad.
"La vida gozadora es renuncia a la libertad dado que ésta resulta del combate y se expresa en él[1]. Ser libre es lidiar por la libertad." Lo bueno sería tener tanto esfuerzo -viajar, sacar adelante la familia, trabajo, proyecto personal, responsabilidad comunitaria- como disfrutar -estar con los amigos, apreciar las artes, amar a los tuyos, dedicarte al conocimiento, observar la naturaleza-.
ResponderEliminar"La vida gozadora es renuncia a la libertad dado que ésta resulta del combate y se expresa en él[1]. Ser libre es lidiar por la libertad". Te recomiendo, Félix, la lectura del libro de Kerstin Uvnäs Mobergm, "Oxitocina". El ser humano para vivir con un mínimo de salud tiene que tener un equilibrio entre su sistema de "combate", el del stress, el de enfrentar el problema o huir cuando es imposible... Y, a la vez, buscar el equilibrio con el placer, el contacto humano, la relajación, ya sea a través de la danza, el masaje, contemplar un amanecer en plena Naturaleza, amamantar... El combate durante las 24 horas del día lleva a la enfermedad y la autodestrucción. La búsqueda del placer constante durante las 24 horas también termina siendo algo enfermizo, porque se evita confrontar los problemas y las injusticias a través de la evasión. No puedo estar de acuerdo contigo en que la vida tenga que ser un perpetuo combate porque eso equivale a morir al primer golpe, ya que un soldado tiene que estar fuerte y sano para vencer. Normalmente, en el mundo (o guetto) del activismo se ve a muchas personas destruidas de tanto luchar batallas parciales, por otro lado, en el mundo del "placer" se encuentra a muchas personas que prefieren vivir en una burbuja a enfrentar los problemas de nuestro tiempo para no sufrir. Es necesario equilibrar ambas tendencias y es bastante complicado, por cierto.
ResponderEliminarlasinterferencias.blogspot.com
Pues sigue en la burbuja gozadora y sin enfrentar los problemas de nuestro tiempo para no sufrir.
EliminarY tu sigue juzgando desde el cobarde anonimato a gente que no conoces en absoluto.
EliminarSegun dices,la lucha continua lleva a la enfermedad y a la auto destruccion,cosa que yo no creo,pues que mas destruccion que el estar en este sistema y sociedad podrida,vasta mirar a nuestro alrededor para ver a la destruccion continua a la que estamos sometidos.
EliminarPara mi,luchar de forma continua no es auto destruirme todo lo contrario es auto reafirmarme como persona con ideas y valores.Esto no quita que me guste disfrutar de mis amigos,lectura,musica,naturaleza etc,pero sin olvidar nunca cual es mi posicion en la vida.
Las luchas parciales no llevan a ningun sitio como nos demuestra la historia.
El mal siempre va a estar ahi,al acecho,por eso la lucha debe ser continua,una forma de vida.
El mal no debe prohibirse por que si todos lo combatimos de forma continua aunque va a estar ahi no tendra la oportunidad de crecer.
Un saludo.
666 dijo:
ResponderEliminary en África, ¿son libres?
porque viven fuera del estado, como pide Félix
¿no será que el capital es tan importante como el estado?
Allí,en África hay estado,igual que aquí.Sólo pueden salvarse algunas culturas que vivan en tribus,pero donde hay policia o ejercito hay estado.Y allí lo hay.
EliminarRonhaldinho...mira que aburres
ResponderEliminarPues no me leas.
EliminarLlego desde otro site. Qué pena constatar que la propaganda neoliberal se infiltra en el anarquismo español. Respóndame ustedes si tienen capacidad y coraje.
ResponderEliminara qué te refieres?
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