En los
tiempos difíciles, convulsos y, por eso mismo, esperanzadores y entusiasmantes,
en que nos estamos adentrando, el esclarecimiento de los principales asuntos se
hace una cuestión de primera importancia. El multiforme movimiento
conspiracionista se compone, en esencia, de dos alas o facciones, una es la del
conspiracionismo ingenuo y bienintencionado, excesivamente inocentón, y otra la
del conspiracionismo filonazi, nazi y neonazi, promovido por los servicios de
contrainsurgencia de los diversos Estados. En concreto, por la agencia cuasi-secreta
del ejercito imperialista de Estados Unidos, la DIA, por su versión “civil”, la
CIA, y entre nosotros por el CNI (Centro Nacional de Inteligencia), dirigido
por un militar y él mismo parte integrante del ejército español.
Su intencionalidad
reside en ocultar los verdaderos blancos de ataque de la revolución popular
integral, que son el ente estatal y la gran corporación capitalista
transnacional. Con tal fin presentan como causa de los males sociales e
individuales a entidades secundarias, tangenciales e insustanciales, como los
jesuitas y los masones, a los que añaden los judíos, por sí o como sionistas.
Con ello volvemos a la “conspiración judeo-masónica” del franquismo,
utilizada por esta forma de fascismo como muletilla encubridora y justificativa
de sus crímenes, corruptelas, incompetencia y perversidad.
La creencia que tales
entidades “secretas”, junto con Soros y algunos otros plutócratas judíos,
manejan al Estado, a los Estados, es una majadería. Los entes estatales en el
presente son la principal fuerza económica y financiera en cada país, pues se
apropian, a través del sistema tributario principalmente, del 40-60% de la
riqueza de la “nación”, de manera que a su lado las fortunas de los
Rockefeller, Soros, etc. son mera calderilla.
Suponer que estos
“compran”, con sus supuestas riquezas hiper-fabulosas, a los más altos
dirigentes del Estado, olvida que todas las instituciones estatales disponen de
policías internas, de sistemas de vigilancia y control, de manera que quienes
contravienen las normas establecidas son sancionados. Eso sin dejar de lado que
lo que les pueden ofrecer aquellos oligarcas financieros a los altos mandos del
aparato estatal es muy poquito en relación con lo que les otorga el Estado, que
no se reduce, ni muchísimo menos, a los emolumentos en efectivo sino a los
pagos “en especie”, esto es, en bienes y servicios de toda condición. Además,
lo medular es el ejercicio del poder, el disfrute depravado de dominar a los
otros, de convertirlos en instrumentos al servicio de los propios fines. Por so
la voluntad de poder que se expresa en la razón de Estado es el meollo del
actual orden social.
Lo que hay
principalmente son instituciones perversas, que necesitan ser eliminadas por
una revolución popular. Existen, además, conspiraciones, muchas, pero en el
marco de las instituciones y a partir de ellas. Por eso, para poner fin a las
conspiraciones, hay que eliminar las actuales instituciones de poder.
La suposición de que
existen fuerzas todopoderosas por encima del Estado que “mandan” en el Estado
es un error descomunal y… una teoría nazi. En efecto, Hitler y sus colegas se
propusieron “liberar” al Estado alemán del poder, al parecer omnímodo, de “los
judíos”. Con ello presentaron de manera favorable al ente estatal y al gran
capitalismo, a los que otorgaron el estatuto de “víctimas”, cuando son en
realidad verdugos, los principales opresores y los fundamentales explotadores.
Es indicativo que
la “denuncia” conspiracionista actual contra los supuestos Amos del Universo,
Soros y similares, jamás va unida a la demanda de una revolución que ponga fin
a su poder y dominio. Todo se queda en palabras, en un blablablá fulero e
inoperante. Nunca se propone nada realmente transformador por parte de los
ideólogos de la conspiración, manifestando con ello que tales “denuncias” son
solo palabrería teatralizada, demagogia para engañar a los pardillos. Por eso
el conspiracionismo es, además de todo lo expuesto, el protector de los Soros y
compañía, a los que efectúa una critica meramente verbal, que en nada les
afecta y que, en definitiva, les protege de críticas realmente aceradas y
acertadas, que sólo pueden hacerse desde el proyecto y programa de la
revolución integral. Este tipo último de crítica sí anuncian actos de justicia
popular, a realizar efectivamente en cuanto se den las condiciones para ello.
Así pues, esta ala
del conspiracionismo es antirrevolucionaria, procapitalista y, además, nazi y
fascista.
Su copia del
ideario nazi es textual, por ejemplo, en el asunto de “la nobleza negra
veneciana”, que se reduce a exponer de una manera velada, y por eso mismo manipulativa,
los contenidos de “El Programa Nacionalsocialista”, obra del jefe nazi
Gotfried Feder, uno de los fundadores del movimiento, publicado en 1938 con un
prólogo de Adolfo Hitler. Expone que el capitalismo es excelente, magnifico, y
que sólo resulta negativo “el interés del dinero”, o sea, la usura,
supuestamente practicada por los judíos. Que el préstamo a interés sea todo lo que,
según aquél, tiene de malo la propiedad privada concentrada capitalista es lo
que aparece formulado en la historieta sobre la “nobleza negra veneciana”, la
cual ofrece asimismo una interpretación disparatada del origen del capitalismo
y de la naturaleza de éste. Al desvincularlo absolutamente del ente estatal, y
al reducirlo a ciertas expresiones mercantiles y financieras de tercer orden,
negando que ante todo y en primer lugar es un sistema de producción, el
capitalismo es reelaborado como una realidad positiva, y así “vendido” más
exitosamente a las masas populares.
Lo esencial del
conspiracionismo cavernícola se concentra en cuatro cuestiones: 1) defender al
capitalismo, como se ha expuesto, 2) magnificar al Estado, c) negar la
revolución popular comunal creadora de una Sociedad de la Libertad, 4) preparar
las condiciones para un renacer del fascismo en España.
Este último punto
es categórico. A medida que el sistema de poder se va autodestruyendo debido a
sus contradicciones internas, como expongo en mi libro “Autoaniquilación”,
más necesita del fascismo. Si Franco, el ejército español y la Falange lanzaron
en el verano de 1936 la guerra civil, guerra contra el pueblo sobre todo y no
contra la izquierda republicana y frentepopulista (igual de fascista que
aquéllos, aunque con otra retórica) es porque el pueblo, especialmente el
rural, se había levantado en insurrección demandando la devolución de los
bienes comunales que el Estado había arrebatado a las comunidades rurales.
La historia puede
repetirse. Cómo la gente común va a irse concienciando y movilizando en los
próximos años, las elites del poder preparan la opción fascista, o sea, una
repetición del alzamiento militar de 1936. Y para eso adelantan a sus peones
conspiracionistas, para que vaya preparando el terreno en esa dirección, por
ahora con nociones e ideas confusas y veladas, que cada día se van tornando más
claras…
Mi costumbre es
llamar al pan, pan, al vino, vino, y a los nazis, nazis. Y seguiré en ello.
Habrá más contra el conspiracionismo en este blog.
Pues resulta muy curioso que el 99,9% de los estados se pòngan todos de acuerdo en post de una idea o pensamiento único...
ResponderEliminarNuevodesordenmundial.com
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