Por su interés y calidad, junto a este artículo, publicaremos una serie de cuatro relativos a la maniobra política de Vox, elaborados por nuestro amigo Fernando García en el último año.
I. VOX, LA IMPORTANCIA DE LO INSIGNIFICANTE
La diferencia entre Vox y el resto de partidos es
aparente, porque nada sustancial les diferencia. Todos ellos defienden el régimen
oligárquico y su estructura estatal-capitalista, la misma falsa democracia, la
misma corrupción sistémica. La mayor afectación la padece la facción de la
pequeña burguesía que se autodenomina de izquierdas o “progresista”, que ya
está agitando el espantajo de la lucha antifascista, su clásica maniobra
distractiva, la que le sirve para tapar su propia descomposición, su propia deriva
hacia un neofascismo "democrático". Como si Vox fuera su problema y
no su producto, como si la irrupción de este partido no fuera el pus que rezuma
la propia putrefacción del sistema en su conjunto. Vox es un partido más, igual
a los demás en lo esencial, sólo se significa por su rudimentario lenguaje
populista y su estética de hinchada fachofutbolera, nada nuevo, nada sustancial
lo diferencia del resto de partidos que sostienen al régimen heredero del
franquismo.
La oligarquía que controla el Estado tiene desmadrada
a su pequeña burguesía encargada del aparato político, no logra superar su
estado de crisis crónica y ello le impide poner orden en sus huestes
subordinadas, está sucediendo en toda Europa y en América. Están inmersos en
una operación agónica, terminal, que no tiene solución, que sólo intenta ganar
tiempo para recomponerse, un tiempo que ya no tiene porque lo ha gastado por
adelantado en estos tres siglos de crédito a la revolución burguesa, cuando su “modernidad”
es un barco que hace agua por todas partes.
Va llegando el momento de que la abstención (estérilmente
mayoritaria en Andalucía) pase a ser activa y revolucionaria, autoorganizada
como Pueblo, al margen y contra el Capitalismo y su Estado. La clase obrera
tuvo su oportunidad, que los partidos y sindicatos “de clase” tiraron por la
borda, inoculando en las masas proletarias su materialismo histórico, su
ideología originalmente burguesa, funcional al proyecto economicista y
consumista de las oligarquías capitalistas. Así, la ideología “de clase” se hizo
funcional al poder capitalista, interesado en naturalizar la lucha de clases,
en institucionalizarla como conflicto “naturalmente democrático”.
Este es un siglo resabiado y escarmentado, en el que
ya no cabe la ideología de clase ni ninguna otra ideología identitaria. La
complejidad hiperpolítica, hipertecnológica e hiperfinanciera del mundo que
vivimos se nos ha ido de las manos y está a punto de hacerse añicos. Puede que
entonces el campo de batalla quede despejado en toda su simplicidad, sólo quedará
el Pueblo frente al Estado, autonomía frente a heteronomía, autogobierno
(democracia integral) frente a dominación y sumisión. Este siglo XXI es el de
la revolución democrática integral, local y global, personal y popular, ética,
ecológica y comunal, la tarea civilizatoria que tenemos por delante es
descomunal, será necesario construir el sujeto de la revolución necesaria, un
sujeto convivencial, simultáneamente individual y comunitario, un individuo
constructor de comunidad y viceversa. Pueblo, Estado y Democracia conforman un
triángulo imposible, en el que sobra una de las partes...hasta ahora el Pueblo
es el ausente. La revolución integral consiste en que sobre el Estado, el
aparato de dominación de las oligarquías capitalistas, el que nos ha traído hasta
el borde del abismo. Cada individuo consciente está llamado a su propia
reconstrucción, a realizar su propia desinfección y consecuente desconexión del
sistema, está llamado a ser sujeto de la revolución hoy necesaria, a
construirse en comunidades convivenciales y radicalmente democráticas, ese
sujeto es quien puede acabar con el sistema de dominación.
No me extraña que se le de tanta importancia a la
irrupción de Vox, porque ésta es insignificante y precisamente de eso trata hoy
la política: de lo insignificante.
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