Asistimos a la agonía del chavismo. Los acontecimientos indican que
tal régimen ya no interesa a las elites políticas, económicas y militares
venezolanas, debido a su impopularidad e ineficiencia global, por lo que
progresan las maniobras e intervenciones dirigidas a sustituirlo por otro,
vulgarmente parlamentarista. Ahora son los partidos de la derecha lo que están
siendo promovidos por la oligarquía. La acción partidista se dirige asimismo a
evitar un alzamiento popular espontáneo contra el chavismo, similar al que
derrocó al tirano comunista/fascista Nicolás Ceaucescu en Rumania en 1989, lo
que podría llevar a una situación problemática en la calle.
Se trata, en
consecuencia, de que quienes de buena fe y con la mejor intención dieron
respaldo público a Chávez y a su régimen se atrevan ahora a, también
públicamente, admitir que se equivocaron, señalar las causas de su error,
establecer las vías para no volver a incurrir en él y pedir disculpas. Están
moralmente obligados a ello, y también políticamente.
Los que apoyaron el
chavismo porque eran financiados desde Venezuela, ellos o las rancias fuerzas
políticas a las que pertenecían, no van a explicar nada ni a disculparse, ya que
son una parte del aparato del poder aún actuante allí, y un apéndice del gran
capital chavista. Se hundirán con Maduro, y sólo sus bolsillos lo lamentarán,
dado que son aventureros y filibusteros de la política que cobran de todos y se
enriquecen con todos.
Los que vitorearon a
Chávez con la mejor intención, creyendo que en Venezuela estaba teniendo lugar
una “revolución”, tienen que empezar por ahí, por reflexionar sobre la noción
de revolución. Por su misma naturaleza es un acontecimiento popular, realizado
desde abajo, el pueblo contra el Estado, para lograr su derrocamiento e imponer
un sistema de autogobierno popular por asambleas y una economía autogestionada.
En Venezuela lo que se ha efectuado han sido los primeros pasos de una vulgar y tópica “revolución desde arriba”, con el
ejército como guía y elemento agente. Conviene recordar que Hugo Chávez era
teniente coronel y que actuó como cabeza del aparato militar, el mismo que
desde la independencia en 1811 está reprimiendo y acuchillando a las clases
populares.
Una revolución dirigida
por el ejército, el venezolano o cualquier otro, es imposible, es una
anti-revolución. El ejército es siempre y en todo lugar la forma superior del
poder oligárquico y el blanco principal de cualquier verdadera revolución, que necesariamente
ha de ser popular.
Otros, algo más lúcidos,
pensaban que si bien el chavismo no era revolucionario al menos era “antiimperialista”
y, además favorecía a las clases populares, elevando su nivel de consumo. Luego
veremos en qué consistió el dudoso antiimperialismo de Chávez, pero ahora se
dirá que ampliar el nivel de vida de la gente trabajadora debe resultar de su propio
esfuerzo, no de la acción paternalista, asistencial y caritativa del Estado,
dirigida a corromper y sobornar a las gentes modestas, poniéndolas al servicio
de los planes del gran capitalismo, que fue lo que con cierto éxito durante un
tiempo hizo el chavismo, hasta que el desplome del precio del petróleo le dejó
sin fondos para comprar desvergonzadamente a la plebe. Ahora las condiciones
materiales de existencia de un sector enorme y creciente de la población son
todavía más bajas que antes de Chávez, con pobreza e incluso hambre en fase de
generalización.
¿Qué ha sido la
“revolución bolivariana”?, ¿cómo entender su “socialismo del siglo XXI”? Para
comenzar hay que señalar que es una revolución singular, pues mantiene y
fortalece el aparato de Estado, sobre todo el ejército, y desarrolla el gran
capitalismo, el privado no menos que el estatal. Toma del ideario
socialdemócrata, y también del fascista, la suposición de que una enérgica
intervención del Estado obligará al gran capitalismo a obrar de manera
“social”, además de cumplir aquél una función “redistribuidora” de la riqueza,
pretendidamente porque el aparato estatal va a imponer fuertes cargas fiscales,
“socializar” (nacionalizar, o sea, estatizar) las grandes empresas, etc., con
lo que obtendría una gran masa monetaria que sería distribuida entre el pueblo…
Eso lo hemos leído y
escuchado miles de veces, y también hemos seguido los ensayos que se han realizado
en numerosos países para aplicarlo, con unos resultados siempre nocivos. La
causa última es que el Estado y el capitalismo forman un par íntimamente conexionado,
lo que impone que el crecimiento del primero siempre esté al servicio del segundo.
Por ejemplo, en Venezuela hubo dádivas y limosnas -perversas- para la plebe, aunque
muchas menos de lo que se suele decir, mientras abundaron los ingresos
petroleros pero en cuanto éstos escasearon todo los fondos disponibles se han
destinado a las grandes empresas, han ido a mantener elevados los beneficios
del gran capitalismo estatal y privado. Eso explica, en última instancia, la
dramática penuria de medios de vida y consumo básicos que padece la gente de la
calle ahora. En el presente, se ha terminado el paternalismo estatal porque los
ricos, incluida la muy corrupta “clase política” chavista, se quedan con todo…
El “antiimperialismo” es
otro de sus mitos mendaces. Respecto a EEUU el gobierno bolivariano siempre ha
cumplido todos los acuerdos y compromisos que tiene con él, hostilizándole sólo
de forma verbal y palabrera: a eso se reduce su oposición. Pero es cierto que
el proyecto del teniente coronel Hugo Chávez pretendía ir reduciendo el poder y
presencia del imperialismo yanki en Sudamérica, para crear un vacío que debía
ser llenado por un nuevo imperialismo regional, precisamente el bolivariano.
Ese es el meollo del proyecto chavista, apoyarse en el petróleo (del que Venezuela
tiene una de las mayores reservas del planeta) para convertirse en el nuevo
poder imperial, económico, político, diplomático y militar, de esa zona del
mundo, en un subimperialismo de nueva data.
Así pues, el “socialismo
del siglo XXI” combina el apetito imperialista y el asistencialismo
social-estatal a gran escala con el alto mando militar dirigiendo la operación
entre bastidores. En ello no hay mucho de nuevo, pues son numerosos los países
del Tercer Mundo que, en algún momento de su historia, han implementado
políticas similares, aunque distinguiéndose la bolivariana por su elevado uso
de retórica pseudo-marxista.
La clave de bóveda de la
operación fueron, según se expuso, los inmensos ingresos por petróleo que en la
época de los precios muy altos del crudo entraban en el país, lo que creó una
euforia social descomunal, permitiendo incluso el soborno y compra de numerosas
agrupaciones políticas, partidos y personalidades por todo el planeta, sobre
todo en España. La idea de construir no se sabe qué “socialismo” sobre la base
del mercado mundial capitalista, con los ingresos obtenidos en él, es de risa…
El mercado capitalista,
al divisar precios muy altos de esa materia prima, activó los mecanismos
correctores, haciendo que la oferta de crudo se ampliase notablemente, debido a
nuevas formas de producir energía (fractura hidráulica, eólicas,
biocombustible, gas, etc.), por lo que en los inicios del presente decenio
aquéllos comenzaron a retroceder rápidamente, hasta casi desplomarse. Con ello,
el chavismo se acabó.
Pero previamente, con
los precios altos, tuvieron lugar procesos económicos de una gran letalidad.
Describiré uno. Cuando la demanda exterior de muy caro petróleo venezolano era
enorme, la moneda nacional del país, el bolívar, se apreció de manera
proporcional al flujo de las ventas en el exterior, lo que por un lado hacia
muy difícil exportar cualquier otro producto que no fuera el crudo y por otro
otorgaba a los bienes importados unos precios inferiores a esos mismos elaborados
en Venezuela. Con ello, los diversos sectores productivos interiores, en la
agricultura, la artesanía, la pesca, la ganadería, la industria, etc., entraron
en una fase de mengua e incluso liquidación. Por el momento, eso parecía un
hecho irrelevante, pues todo lo que necesitaba el país podía importarse pero,
años después, el desplome del precio del petróleo se dio en el marco de una
economía que dependía del exterior para todo, con una gran burguesía compradora
que obtenía muy elevadas ganancias meramente importando bienes básicos, y que por
ello no deseaba reactivar la producción autóctona.
Como, además, los
teóricos de la revolución bolivariana (entre los cuales destacan personajes sobrados
de furor dogmático, como Ignacio Ramonet, biógrafo del caudillo Chávez y gran
sostenedor teorético del desastroso proceso bolivariano) concluyeron que los
ingresos por el petróleo tenían que invertirse en los sectores donde fueran más
productivos conforme a las demandas del mercado mundial, no se atendió a la
producción de bienes básicos, que son los que el pueblo necesita. Eso ha establecido
una economía asombrosamente desequilibrada, que padece de escasez crónica de
medios de vida a la vez que proporciona muy elevados beneficios a la gran
empresa venezolana.
El designio de lograr un
desarrollo máximo del capitalismo centrando todo o lo más importante de la
actividad económica en una materia prima dirigida a la exportación ha sido
efectuado en varias ocasiones en diversos países, siempre con resultados
pésimos para sus pueblos. Lo hizo Cuba en tiempos de Fidel Castro con el
azúcar, Argentina con la carne un poco antes (hoy sigue en ello con la soja),
Chile con el cobre (antes con el guano), Bolivia con el estaño, etc. Ese obrar
es exactamente lo que el gran capital globalizador propone, así que no puede
comprenderse que desarrollar el capitalismo más agresivo sea “socialismo”. La
hiper-dependencia del mercado mundial que el chavismo practica, con aniquilamiento
de la pequeña y mediana producción local de autoabastecimiento nacional, es lo
propio del neoliberalismo, que sus seguidores denuestan de palabra,
manifestando una doblez e impudicia enormes, para que no se perciba que ellos
son en los hechos neoliberales prácticos y globalizadores enardecidos.
El descomunal fiasco económico
del chavismo es el del fracaso de un proyecto para crear un gran capitalismo de
naturaleza subimperialista a toda velocidad, en muy poco tiempo, con el Estado
(sobre todo el ejército) dirigiendo la operación. Aquél creyó con la fe del
carbonero en las excelencias del mercado mundial pero no comprendió que éste no
es una institución natural sino un mecanismo propio del capitalismo global subordinado
a las grandes potencias, que prima a los más poderosos y debilita a los que lo
son menos, según la regla de la acumulación y concentración del capital. Una
economía popular autogestionada es la única que puede resolver las necesidades
básicas de la población, y la primera condición para ello es salir del mercado
mundial, que en el caso de Venezuela equivale a no organizar la economía sobre
la base de una materia prima, el crudo. La poliactividad, y no la
monoproducción, es lo propio de una economía popular autogestionada sin ente
estatal ni clase patronal.
La puesta en evidencia
del proyecto bolivariano está fomentando un descontento popular formidable en
Venezuela, que por el momento es utilizado por los partidos de la derecha, y
que llevará a corto o medio plazo al final del gobierno chavista. La situación
es tan desesperada para las clases subalternas que puede haber una explosión
popular, como se dijo. Tal es el temor que unifica a derechistas y chavistas.
Es posible, aunque no
probable, que la ruptura con el chavismo lleve a una situación revolucionaria,
a una emergencia radical desde la base del pueblo dirigida a extinguir el
perverso poder de la oligarquía autóctona, que se impuso a las clases populares
en 1811 tras expulsar al colonialismo español. Bolívar, una personalidad
aristocrática, maquiavélica, racista, que sentía hacia la gente modesta un
desprecio ilimitado, dirigió la construcción del nuevo Estado destinado a
proteger la gran propiedad y a los ricos. Reclamarse de sus ideas y de su
herencia política es descabellado, algo así como hacerlo en España del general
Espartero…
Venezuela necesita de la
revolución. Esperemos que finalmente estalle y barra a la hiper-corrupta casta
chavista (ahora entregada a detener, torturar y asesinar a las gentes que se
manifiestan en la calle) tanto como a la derecha, al ejército tanto como a la
gran empresa estatal capitalista dedicada a mercadear con el petróleo.
En este marco quienes
con la mejor intención lisonjearon al chavismo tiene ahora que hacer balance
crítico-escéptico de su ejecutoria, admitir que se equivocaron, hacer suyo el
programa de la revolución popular mundial y respaldar la acción revolucionaria
del pueblo venezolano. La lectura del libro “I Encuentro de reflexión sobre Revolución Integral. Recopilación de
textos”, 2015, es apropiada.
Brillante!
ResponderEliminarEvolución y no Revolución
https://democratassinfronterasblog.wordpress.com/2016/11/17/evolucion-no-revolucion/
Un abrazo!
Gustave
Juegos de palabras. Revolucion no necesariamente implica violencia o matanzas, ni siquiera que un poder substituyya a otro, solo significa cambio radical de la situacion y politicamente que ahora mandan los que antes obedecian.
EliminarPor otro lado es un mensaje bienintencionado pero iluso: En un momento dado la reaccion no aceptara poner su cuello y perder su poder... y actuará. Y ese actuar sera sabotaje, manipulacion, inestabilizacion social, crear PODEMOS, dictadores, pedir una intervencion internacional, venezonalizar la cosa y cosas asi, para revertir el cambio, redirigirlo, y si eso no funciona comenzara la violencia al modo iraki o sirio
O sea que por mucho que evolucionemos... en algun mmoento habra que defender con el cuerpo los avances.
Hasta ese momento se os puede acompañar, pero si a partir de ahi seguis en las mismas, sereis parte del problema, no de la solucion.
Buen análisis.
ResponderEliminarRecuerda un poco al pacto antifascista de la izquierda durante la Sublevación de Franco, solo que aquí no se decide entre guerra o revolución, sino entre guerra y más de lo mismo, osea, contrarrevolución.
Por eso hay dos puntos a aclarar: primero, la posición a adoptar en el litigio Maduro-Oposición y segundo cómo generar un sentimiento revolucionario cuando la izquierda parece abducida por el chavismo.
Salud!
En una entrevista decia Félix que se promoovía desde el poder la apatia en las relaciones,el desamor,pero no el odio extremo,pero en Reino Unido lleva un tiempo sufriendo ataques con acidos y una columista Deborah Orr en The Guardian,escribe "Estamos ante un tipo de delito que es un reflejo de los tiempos implacables en que vivimos, de la falta de empatía y de la ira creciente que se propaga por nuestra sociedad"
ResponderEliminarAlli ha empezado la ira.No sabemos lo que tardará en llegar aquí,pero lo que está claro es que Reino Unido es lo peor de lo peor.Quizá sea la sociedad más degradada de Europa.
Calcularon mal. Aun ese estan preguntado que fue lo que falló.
ResponderEliminarLa dirección del movimiento eran, basicamente, pijos, y como buenos pijos se creyeron que Twitter y Facebook era el "pueblo" y el "pueblo" les iba a ayudar a echar a Maduro.
La victoria electoral del 30 de julio, reconocida o no, con más de 8 millones de votos en contra de la violencia opositora y en respaldo a una solución democrática en manos del chavismo abrió un cambio de táctica: ahora participarán en las elecciones bajo el ordenamiento del mismo poder electoral que acusan de ilegal, ilegítimo y fraudulento.
El objetivo desgastar a la población, agravar la dificultad material, asfixiar a las clases populares. Para ello se produjo un ataque frontal contra la moneda al aumentar vertiginosamente el dólar paralelo generando aumento de precios.
Golpear a la población para llevarla al desespero e intentar traducir esa situación en votos. Y pedir la intervención norteamericana, disfrazada de la forma que sea necesaria. Esa realidad es muestra de debilidad y no de fuerza.
La elección del 30 de julio fue una victoria táctica del chavismo. Esa nueva situación dentro del equilibrio inestable trajo efectos dentro de una derecha que volvió a equivocarse furiosamente en su análisis del campo de batalla. Esa ventaja chavista debe ser traducida en acciones urgentes. La principal, además de la justicia, es la económica, y, se sabe, la economía es concentración de política. Ahí parece estar el desafío central de la revolución. Su dependencia del petroleo debe rfesolverse y fomentar la produccion interna de bienes de consumo. Eso solo para que se mantenga la actual linea de "reboluzion" desde arriba, paternalista, erronea, quizas inevitable en este tiempo y momento historico...
Aun tienen en Venezuela que empezar la verdadera revolucion.