La equívoca elevación mediática del racismo (en
verdad sólo de una de sus manifestaciones, no de todas y ni siquiera de la
ahora más peligrosa) a uno de los grandes males con exclusión de otros,
operación que es dirigida, organizado y subvencionado institucionalmente,
necesita una explicación. Hoy “todos” están en contra del racismo, al menos del
racismo hostil a las gentes de piel oscura, pero muy pocos se posicionan con la
misma determinación y furia en contra de la presente concentración de la
riqueza y la propiedad, como nunca antes ha existido, que se realiza en la gran
empresa multinacional y en los aparatos estatales. Es una minoría todavía más
exigua la que se ubica en oposición al Estado actual, policial, militarista y
extractor por coerción extraeconómica de fabulosas riquezas de las clases
populares para, también, suministrárselas a la gran empresa privada. Que muchos
millones de personas en los países europeos, sobre todo en España, vivan en situación
de pobreza afrentosa que se hace cada día más grave y extendida, sobre todo gente
joven, no suscita ni mucho menos el rechazo del racismo.
¿Qué hace de éste una
práctica tan universalmente aborrecidas, al menos en una primera aproximación?
En sus fases iniciales
el capitalismo se sirvió del racismo de diversas maneras. Racismo contra los
trabajadores, a los que tenía por “étnicamente degenerados”; racismo contra los
pueblos vecinos, a los que deseaba conquistar; racismo contra las gentes de
otros continentes, etc. Antaño “todos” eran racistas convencidos, de manera
similar a como hoy “todos” son antirracistas militantes…
En su desarrollo, el capitalismo se va desprendiendo
de relaciones sociales e ideologías que le son impropias, heredadas del pasado,
como es el esclavismo y su pervivencia en el racismo antinegro, pues su modo
específico de explotar y dominar a los trabajadores está en el régimen salarial,
formalmente contractual. Por eso necesita transitar desde un mercado imperfecto
a otro perfecto, desde un ser humano que sólo parciamente se define por la
economía al “homo oeconomicus”. En esta triunfal ida hacia su plenitud, el
capitalismo ansía (y necesita) dejar atrás la fase en que los seres humanos
fueron calificados con categorías ajenas al mercado.
Una de ellas era la
raza. Ésta no es un atributo económico, no computa el dinero o el
capital-dinero del individuo, sino algo ajeno a lo económico. En un orden donde
el mercado (siempre tutelado por el sistema de Estado/Estados, a través
principalmente del sistema legal, del Derecho burgués codificado en el siglo
XIX) lo ha de decidir todo, cada individuo debe valer y ser el dinero, o la
propiedad medible en dinero, que posea y nada más. Únicamente en tal situación
puede hablarse de mercado perfecto. Poner trabas a la circulación del capital,
y a la circulación de la mano de obra, debido a categorías extrañas a lo económico,
es una situación indeseable, y con el paso de los años incluso muy indeseable.
Si la cuestión de la raza dificulta, por poco que sea, la movilidad del capital
y la mano de obra, en ese caso hay que proyectar y realizar una ruidosa y
agresiva campaña mundial contra el racismo, la hoy en curso.
La fluidez en el mercado mundial de los
factores productivos, el capital y la mano de obra, favorece la tendencia
natural del capitalismo a la concentración y la acumulación de la propiedad y
los recursos financieros, a hacer cada vez más ricos y despóticos a una minoría
ínfima, y cada vez más explotados y expropiados a la gran mayoría de
trabajadores y asalariados. Por eso el poder constituido se despepita por eliminar
todas las trabas y limitaciones extraeconómicas, la raza en primer lugar (las
diferencias por sexo, credo, etc. también), para que cada persona sea
exclusivamente los recursos monetarios que posea o la fuerza de trabajo que
esté en condiciones de allegar al mercado.
Así pues, a más activismo
simplemente antirracista más perfecto será el mercado, y más se profundizará la
división entre una minoría super-rica, y por ello mega-poderosa, y el resto de
la población. El mercado mundial capitalista, de por sí, no es racista (la
plusvalía y los beneficios empresariales carecen de color de piel) pero si es
ferozmente clasista, por creador de desigualdades crecientes. De ahí que el “final”
de las diferenciaciones entre los seres humanos a causa de la raza, etc., vaya
unido a un incremento colosal, nunca visto, de la desigualdad por posesión de la
propiedad y los fondos fiduciarios.
Esto no debe entenderse
como una contraposición entre racismo y clasismo sino como una explicación de por
qué la acción contra el racismo, si no va unida al compromiso revolucionario en
pro de un sistema económico comunal autogestionario (surgido de la expropiación
del gran capitalismo por el pueblo), se sitúa en el terreno de lo que interesa y
urge a la empresa multinacional del siglo XXI. Todo racismo y todos los racismos
son execrables, al destacar en el ser humano lo que es irrelevante, los
caracteres étnicos, pero todo clasismo lo es muchísimo más aún, al otorgar a
una minoría un poder de vida y muerte -literalmente- sobre la gran mayoría.
El mercado (más
exactamente el conglomerado mercado-Estado), ni el imperfecto de antaño ni el
perfecto (o casi) de hogaño, puede ser aceptado como regulador básico de la
vida económica, pues de él resulta la acumulación de la riqueza y la
expropiación de los pequeños propietarios, así como la trituración codiciosa de
los asalariados, cada día más intensa. En efecto, el descenso de los salarios
reales en el último lustro produce vértigo, sin que por el momento haya surgido
un activismo dedicado a denunciarlo, equivalente en ímpetu y agresividad al
antirracista, casi siempre subsidiado desde el poder/poderes. Los oligarcas de
las finanzas son tiranos públicos que hay que derribar como clase para que
triunfe la libertad, social e individual. Hoy, la principal forma, con mucho,
de desigualdad entre los seres humanos, proviene de su relación con la riqueza
y al poder estatal, y es ahí donde hay que centrar la acción subversora.
Quienes, ingenuamente y
con la mayor buena fe, creen que su compromiso simplemente antirracista les
permite hacer una aportación a la mejora de la condición humana, se equivocan.
En realidad, están contribuyendo a la creación de un “homo oeconomicus” absoluto y un mercado capitalista perfecto, lo
que causa escalofríos. Practicar el antirracismo sin revolución es situarse al
lado de los muy ricos y a su servicio. No basta con las buenas intenciones, hay
que unir la voluntad de servir a la humanidad, en este caso resistiendo al
racismo, a los racismos, con un esfuerzo de la inteligencia que permita
diferenciar entre lo que sólo parece bueno y lo que es realmente bueno. Quienes
actúan movidos por un idealismo sin fundamento reflexivo se hacen agentes
inconscientes de las fuerzas oscuras más tenebrosas.
Por lo demás, la
economía, mal que les pese a los doctrinarios del economicismo, es parte y no
todo, y además parte subordinada a la política, así que por razones de dominio
y ventaja política son ahora promoviendo desde el poder constituido nuevas
formas de racismo, entre las que destaca el racismo antiblanco. Pero esto es
otra cuestión a estudiar en un próximo artículo.
Excelente análisis!!
ResponderEliminarSi bien es cierto que existe un racismo soterrado y visible desde las alturas contra el hombre blanco occidental, cualquier racismo es despreciable por el mero hecho de querer priorizar las cualidades de la persona por su herencia genética y biológica colocando estas por encima de la voluntad, el esfuerzo y la libertad individuales. El racismo justifica que autenticas escorias humanas se sitúen, por el hecho de pertenecer a una determinada raza, por encima de los mejores y mas virtuosos de otras razas... Una locura¡¡
ResponderEliminarEs mas, el racismo moderno esconde en su interior el concepto de progreso, en tanto en cuanto pretende justificar la preeminencia de unas razas sobre otras por medio del progreso científico y material silenciando el hecho antropológico claro que supone el que el desarrollo tecnológico de los pueblos tiene mas que ver con los desafíos planteados por los medios naturales donde las diferentes razas han tenido que vivir. Allí donde la vida ha sido mas fácil los hombres se han desarrollado de forma distinta de la de los lugares donde vivir requería de habilidad, previsión y disciplina. Podemos culpar al alguien de ello???...creo que no.
Hola Félix! Totalmente de acuerdo, "no hay racismo" para el dinero, no hay racismo con los jugadores de la NBA, ni con los Jeques de Marbella: solo existe el clasismo con el pobre.
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