El desplome de la natalidad en lo que se conoce como España, la cual
se sitúa ya en 1,2 hijos por mujer y continua descendiendo, sin que se atisbe
ningún mecanismo de corrección, ni institucional ni popular ni espontáneo, ha
llegado a ser uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, que está
demandando un trato reflexivo cuidadoso y extenso. Este artículo es, por ello,
el inicio de una sucesión de intervenciones de diversa condición que irán
considerando el problema en su conjunto así como sus manifestaciones parciales.
Todo ello con un fin transformador y constructivo, aportar ideas para remediar
la calamidad demográfica en curso, que es por ella misma catástrofe cultural,
relacional, económica, asistencial y civilizacional.
El asombroso grado de
embrutecimiento, ignorancia e insensibilización que padece nuestra sociedad le
impide tomar conciencia y reaccionar ante las grandes cuestiones, al prestar
toda su atención a cominerías y bagatelas, cuando no a autenticas depravaciones,
desde entelequias politiqueras como “la lucha contra la corrupción”, esa feliz
utopía para necios, hasta los planes para las próximas vacaciones o las
mascotas, hoy las principales receptoras de cariño y cuidados del ciudadano
medio. En efecto, mientras los niños y niñas son considerados con indiferencia
emocional, cuando no con disgusto y aborrecimiento, perros y gatos, peces y
pájaros, provocan efusiones sentimentales de una intensidad y persistencia que
causa estupor. El amor que no se es capaz de proporcionar a los niños se da a
los animales.
En ello se manifiesta también la aberrante
naturaleza de la actual sociedad y de una buena parte de sus integrantes,
hombres y mujeres, que colocan a los seres humanos en el último lugar, lo que
es un antihumanismo de muy inquietante significación. Odiar obstinadamente lo
humano y derretirse de emoción ante lo no-humano es parte medular del régimen patológicamente
sensiblero-sádico de nuestro tiempo.
La inquina hacia la
maternidad y hacia los niños forma parte del estado de ánimo prevaleciente. Las
mujeres que se atreven a ser madres han de hacer previamente un acopio de heroísmo,
pues van a ser miradas mal, vituperadas y perseguidas, por la propia familia,
por la sociedad en su conjunto y, sobre todo, por la empresa donde trabajan. Todos
sabemos que las mujeres-madres no son queridas en los empleos, que su estatuto
laboral suele ser mucho peor que el de las que renuncian, de buena o mala gana,
a la maternidad, y muchísimo peor que el de las lesbianas y que aquellas
féminas que se han mutilado (ligadura de trompas, etc.) para no ser madres,
para no “caer en la tentación”. Así pues, es el mismo régimen salarial, el
mismísimo capitalismo, el que está haciendo caer la natalidad hasta guarismos
que ya no garantizan ni siquiera la continuación de la sociedad.
Algunos, para
exculpar al capitalismo, al empresariado, al sistema económico vigente,
sostienen que son “las políticas de género” las responsables de la persecución
de la maternidad, pero no. Tales malignas políticas son sólo una parte del
problema, y además ellas mismas representan los intereses de la clase patronal.
La hipocresía es mucha en este campo. Por ejemplo, la Iglesia condena el aborto
pero defiende a los empresarios que obligan a las mujeres a abortar por mera
codicia, para maximizar sus beneficios.
En efecto, hasta el
80% de los abortos tiene como causa última o inmediata, directa o indirecta, la
presión de los empresarios y las empresarias (a veces de una agresividad superlativa)
sobre las mujeres. Éstas son forzadas a echar fuera violentamente lo que llevan
en su seno para que su vida laboral tenga alguna posibilidad de ser exitosa. A
eso se une que el modo de vida de la sociedad urbana, atomizada, aculturada y
desorganizada (donde nadie conoce a nadie y nadie se relaciona de forma intensa
y sincera, estable y duradera, con nadie), hace imposible que las madres
reciban la ayuda que precisan en los momentos difíciles de la crianza, sobre
todo en el primer año de vida del bebe.
Dado que la familia se ha casi desintegrado, la
extensa, que era la verdadera familia, hace ya mucho (la aniquiló el
franquismo, tan nacional-católico él…) y la nuclear ahora, las guarderías, que
pretenden, conforme a la frasecita institucional, “hacer compatible el trabajo
con la vida laborar de la mujer”, no son solución, por diversos motivos,
comenzando porque es aberrante que a un niño o niña de cuatro/seis meses se les
deje abandonados 9-11 horas en un lugar generalmente deplorable e incluso horrendo.
Tales bebés no serán personas sanas psíquicamente quizá nunca, por causa de tan
antinatural tratamiento. Eso lo saben las posibles madres y muchas prefieren no
serlo antes que tener que dar ese trato a sus futuros hijos.
Además, ahora la clase patronal ha aprendido a hacer
algo escalofriante, no pagar la reproducción de la mano de obra, debido a que
ésta llega en enormes cantidades con la emigración desde los países pobres. Así
que, dado que aquélla se ha vuelto gratuita, los salarios de las y los menores
de 45 años, que son los en edad reproductiva, no incluyen los gastos de crianza
de nueva mano de obra, lo que es una de las causas -hay otras- que explican que
sus ingresos sean, por lo general, menos de la mitad de los que tuvieron sus
madres y padres en empleos similares. Este hecho económico decisivo nos condena
a una catástrofe demográfica, a la extinción de la población autóctona, al
exterminio étnico y la sustitución racial, lo que ya se anuncia en el virulento
racismo antiblanco que el Estado español está promoviendo, por medio de sus
jaurías mediáticas y callejeras. Tal medida afecta también a los emigrantes ya
asentados, que son tratados del mismo modo.
Hablemos de biopolítica.
El abastecimiento de mano de obra es el problema
esencial de toda sociedad. Sí, es el problema más principal, el número uno,
pues sólo el trabajo humano crea valor económico. Este asunto es generalmente
incomprendido por los analistas y el público, que se centran en si un país es rico
o no en recursos naturales, sin comprender que éstos no pueden ser puestos en
valor sin mano de obra, sin seres humanos trabajadores. Tres eran las funciones
que cumplía una demografía pujante, abastecer de mano de obra a los
propietarios de los medios de producción, proporcionar soldados a los ejércitos
y aportar pobladores a las colonias. Así ha sido durante milenios, desde que
existen las sociedades con clases sociales, propiedad privada concentrada,
religión monoteísta con clero institucional y Estado.
Para asegurarse una demografía óptima se controla
férreamente la vida sexual del pueblo. Ésta deja de ser la consecuencia del
amor y el deseo para subordinarse a las metas biopolíticas que en cada
coyuntura histórica establezca el poder constituido. La presión en ello es
enorme, colosal, en un sentido o en otro, pues aunque la gente ignara no lo
comprenda, los seres humanos son, también objetivamente, lo más decisivo. Han
sido las religiones, junto con el Derecho del Estado y la ideología dominante
impuesta desde arriba, los que han regulado la actividad sexual, hasta hace muy
poco con fines natalistas. Por ello se confinaba la sexualidad en el
matrimonio, se hacía del sexo meramente un medio al servicio de un fin, la reproducción,
y se perseguían los erotismos no-reproductivos, sobre todo la homosexualidad y
otras “perversiones”. El Código Civil francés de 1804, así como sus copias más
o menos serviles, como el español de 1889, recogen tal esquema, que convierten
en severísima legalidad.
Todo ello queda alterado con el fenómeno de la
emigración, gracias al cual los países ricos pueden abastecerse de mano de
obra, e incluso de soldados y policías, en los países pobres. Este hecho,
sustentado en la revolución de los transportes y las comunicaciones, posterior
a la II Guerra Mundial, ha provocado un vuelco radical en estas materias.
Examinemos algunas experiencias históricas. En Roma
las viejas y sólidas costumbres familiares y sexuales de antaño quedaron
radicalmente alteradas a partir del siglo II antes de nuestra era, cuando las
sucesivas victorias de las legiones arrojaron sobre ella masas compactas de
gentes esclavizadas, más mujeres que hombres a pesar de lo que digan los
manuales de historia. En efecto, el objetivo esencial de las operaciones de
conquista en el exterior no era tanto la adquisición de tierras y riquezas como
la captura de mano de obra. Ésta, en la forma de esclavos aherrojados, era
llevada al interior del imperio y puesta a trabajar, si bien una parte
importante fue liberada en un segundo momento, o sea, convertida en apta para
el trabajo por un salario, ellos o sus hijos.
Como consecuencia, la vida sexual de la población conoció
un cambio enorme, ya visible en el siglo I de nuestra era. Por procedimientos
muy diversos se fue desalentando el sexo heterosexual reproductivo, dado que
era muchísimo más barato capturar esclavos en el exterior que criar niños y
niñas nacidos dentro de las fronteras del imperio. Así fue mientras los
ejércitos de la Urbe perversa y sanguinaria resultaron ser capaces de ir de
victoria en victoria. Primero tuvo lugar un periodo de “emancipación” de las severas
normas erótico-reproductivas de antaño, en lo que fue la “revolución sexual”
del siglo I, cuya meollo era la frivolización y banalización del sexo, en un
ambiente de permisividad general con todas las prácticas libidinales… menos con
las que llevasen al preñamiento de las mujeres, que fue convertido en un
acontecimiento crecientemente tabú. La aristocracia dio ejemplo a toda la
sociedad, al negarse al sexo reproductivo, lo que fue sustituido por una muy
extendida práctica de la adopción de menores biológicamente ajenos, que eran
convertidos en herederos y continuadores de los linajes y las familias, en
particular de las más opulentas. La manipulación de las mentes fue tan eficaz
que muchas de las más respetables matronas romanas desarrollaron una fobia a la
maternidad, que se convirtió en repugnancia invencible hacia lo corporal y
sexual en general. Tal fue la base sociológica de la toma de posición del clero
eclesial romano ante el sexo, andando los siglos.
Los problemas aparecieron en toda su magnitud cuando
el imperio alcanzó sus límites máximos de expansión y las guerras comenzaron ya
a ser más defensivas que ofensivas, con la consecuencia de aportar cada vez
menos esclavos. Esto tuvo efectos graves pues la sociedad romana ya había
perdido el hábito de reproducirse, padeciendo una natalidad baja, y la llegada
de nuevas gentes por captura y esclavización era asimismo reducida y
decreciente. A mediados del siglo II la situación ya estaba planteada en esos
términos, pero hay que esperar todavía casi un siglo para que el problema
demográfico se haga pavoroso en Roma, siendo esto la causa principal de la
conocida como “crisis del siglo III”.
Entonces se ha dado ya una reducción general de la población, y no hay
individuos suficientes para las legiones ni trabajadores para los campos y
obradores. Las ciudades comienzan a perder vecindario, a menudo hasta
despoblarse por completo. La aristocracia romana pacta con los jefes de los
pueblos germanos el abastecimiento de mercenarios, que aquéllos aprovechan para
ir haciéndose con posiciones de más y más poder, lo que les empujará a
apoderarse del imperio a partir del siglo V, si bien la operación no lleva a la
liquidación de la vieja élite romana sino a la integración de los germanos en
ella, en lo que fue un proceso largo y complejo.
La moral sexual se fue alterando conforme iban
cambiando las condiciones biopolíticas. De la frivolidad del siglo I, con sus risibles
orgías y bacanales, se va pasando a un ambiente de creciente ascetismo enfermizo,
aunque sin que se vuelva a recuperar el vigor reproductivo de la Roma anterior
a la expansión imperialista. Se va demonizando más y más lo corporal, el
erotismo y la sexualidad, valiéndose de la ideología neoplatónica, que lleva a
expresiones aberrantes de ascetismos y pseudo-espiritualidad dentro del
paganismo (y después con la Iglesia, traidora al ideario cristiano), que no
sólo rechazaban toda sexualidad, sino la higiene y el cuidado del cuerpo en
general. Si antaño era pecaminoso tener hijos porque los esclavos resultaban más
baratos, en los malos tiempos del siglo III tampoco podía haber sexo
reproductivo debido a que la sociedad era demasiado pobre para permitirse los
gastos de crianza y porque, en definitiva, resultaba más económico traer
mercenarios germanos… De este fenomenal embrollo salió Occidente con la
revolución popular altomedieval, promovida por el monacato cristiano
revolucionario, que al norte de los Pirineos logra impulso una vez que el
imperio de Carlomagno, la última expresión visible de la romanidad en
putrefacción, se hunde, a comienzos del siglo X.
Un anuncio del presente estado de cosas lo tenemos
en Francia tras la I Guerra Mundial. Ésta, con su descomunal poder carnicero y
exterminador, hace añico las proposiciones axiales que sustentan el Código
Civil napoleónico de 1804. Se comprende, pues murió más de la cuarta parte de
la juventud masculina, a la vez que otro porcentaje similar quedo mutilado,
física y/o psíquicamente. O sea, faltaban hombres, en este caso más víctimas
del régimen patriarcal que las mujeres, al ser forzados por el Estado a perecer
en masa en las trincheras. Así las cosas, no había otra solución que la
emigración, de manera que Francia se vale de su hegemonía cultural y financiera
en Europa para abastecerse con mano de obra, principalmente masculina,
proveniente sobre todo de Polonia, Italia y España.
Ello enseña algo decisivo a los poderes
constituidos, al capitalismo, al Estado, algo que no está escrito en ningún libro
de historia pero que es decisivo: que los países ricos pueden ahorrarse los
gastos de crianza, para hacerse aún más ricos, así pues, más poderosos en tanto
que imperios, robando la población a los países pobres. De ese modo entramos en
la edad del expolio demográfico a muy colosal escala, con países-granja,
dedicados a producir seres humanos, como si fueran pollos o cerdos, para la
exportación (Marruecos, Ecuador, Nigeria, etc.) y países consumidores de
personas (España, entre otros).
Por eso es Francia, junto con EEUU (que es gran
imperio gracias a la emigración, no a la tecnología), la que ensaya ya en los
años 20 del siglo pasado los primeros esbozos de la “revolución sexual” que va
a tener lugar en Occidente algo más tarde, en los 60. Su fundamento biopolítico
es simple: si el abastecimiento de mano de obra e incluso de una parte de los reclutas
para los ejércitos puede hacerse fuera del país es muy conveniente que dentro
de él la gente tenga los menos hijos posibles, para lo cual hay que introducir
cambios enormes en las mentalidades y las costumbre, alterando las nociones y
vivencias decisivas sobre erotismo y sexualidad. Al mismo tiempo, se constituye
el Estado de bienestar, cuyo axioma fundacional dice que a las gentes les va a
cuidar y atender el ente estatal, no la familia, cuando sean ancianos o estén
enfermos. La política de pensiones garantizadas para todos junto con la
emigración masiva crea un nuevo orden erótico y reproductivo, justamente el que
ahora se está desmoronando.
En el periodo de entreguerras aún las cosas no
podían ser así del todo. Alemania se manifestó adherida a una moral sexual
clásica, represiva al modo napoleónico, no porque fuera nazi, sino porque
estaba obligada a ello, dado que no estaba en condiciones de capturar fuera la
suficiente mano de obra. Además, al carecer de colonias no podía usar tropas
coloniales, como si hicieron Inglaterra y Francia con éxito. En buena medida,
Hitler atacó hacia el este no tanto para apoderarse de territorios y materias
primas como para atrapar mano de obra, que necesitaba desesperadamente a fin de
mantener activa su industria, en particular la militar. Por eso millones de
eslavos fueron llevados a Alemania a trabajar, donde eran relativamente bien
acogidos para que resultaran productivos y eficaces económicamente. Dado que
los jefes nazis tenían en mente un largo periodo de guerras, conocedores de su
debilidad biopolítica también por razones geopolíticas, se negaron a emplear
masivamente a las mujeres en la industria militar, como sí hicieron sus enemigos,
no porque fueran “más reaccionarios” que ellos (todos lo eran similarmente…),
sino porque estaban obligados a hacerlo si querían disponer de muchas personas
en la generación siguiente para abastecer la industria y el ejército.
Finalizada la II Guerra Mundial están dadas todas
las condiciones para una revolución biopolítica y demográfica, que tenía que
culminar en una manera nueva -peor, más degradada-de concebir lo erótico y
reproductivo. Puesto que se esperaba un gran choque militar con la Unión Soviética,
en los años 50 se mantuvo el viejo procedimiento, con una natalidad elevada,
pero en el decenio siguiente ya estaba claro que no habría conflicto abierto en
Europa, de manera que se puso rumbo a una transformación radical de los
parámetros y procedimientos demográficos.
De ello surgió la “revolución sexual” de los 60, un
icono de aquellos años, hoy olvidado, junto con el mayo francés del 68, Los
Beatles, la rebeldía estudiantil, los hippies y otros antiguallas. Al examinar
los libros, más o menos desprovistos de calidad y rigor, que la promueven llama
la atención su orientación ideologicista, su incapacidad para establecer las
bases sociológicas, biopolíticas y demográficas de los cambios en las
mentalidades y las conductas entonces habidos. Todo se presenta como si las
viejas reglas sexuales fueran el resultado de meras creencias irracionales, sin
base en la realidad, que debían ser desechadas a través de un simple ejercicio
de mentalización, de “concienciación” progresista. Se citaba a S. Freud y a W.
Reich, se denostaba “la represión sexual”, se culpaba al clero y eso era todo,
en lo que fue un despliegue impresionante de ramplonería intelectual, muy
propia de aquellos tiempos, penosos en lo reflexivo.
Lo medular de dicha “revolución” era la sustitución
del sexo con reproducción anterior por otro en el que ésta fuera escasa y a ser
posible casi inexistente. Por eso su elemento central era la píldora
anticonceptiva. Se esperaba que las necesidades de mano de obra quedasen cubiertas
por la emigración, llegada desde los países pobres.
Pasemos a hacer cálculo económico básico. Si se
sitúan los gastos de crianza familiares por persona anuales en 3.000 euros y
los gastos de crianza estatales (escuelas, sanidad, etc.) en otros tanto,
tenemos que a los 25 años un joven ha ocasionado un coste neto de 150.000
euros. Si multiplicamos esa suma por 7 millones, que son los inmigrantes en
España hoy, hallamos una suma ligeramente superior al millón de millones, al
billón de euros. Eso es lo que ha aportado a la economía española la
emigración, suma proporcionada por las economías de los países pobres, dejando
de lado los equivalentes monetarios y demás zarandajas contables. Es decir,
cada emigrante que salta de una patera a la playa y llega a territorio español
equivale a un ingreso de 150.000 euros, que es lo que habría costado criar a la
persona que él sustituye, la cual no ha nacido y por tanto no ha tenido que ser
mantenido. Pero eso no es todo. El emigrante medio admite salarios mucho más
bajos, lo que aporta una ganancia complementaria a la clase patronal, que en
conjunto es también de billones, de muchos billones.
Así pues, estamos ante un descomunal procedimiento
para explotar a los países pobres y enriquecer a los países ricos cuyo balance
económico hay que calcularlo ¡en billones de euros! Por eso se ha dicho que la
emigración es el negocio del milenio, el gran montaje económico en el que
sustenta el actual orden mundial. Por eso quienes se oponen a él o se atreven a
cuestionarlo son triturados por el poder constituido. En este asunto no se
admite la más pequeña discrepancia. Quienes hablamos de esto con voluntad de
verdad sabemos que estamos condenados a permanecer para siempre extramuros del
sistema, todo lo contrario de los denostadores profesionales del “racismo” y la
“xenofobia”, que se llenan los bolsillos a base de gritar a favor de la
biopolítica del capital.
Toda emigración es un expolio de la sociedad que
emite emigrantes por la sociedad que los recibe. Por ejemplo, en la funesta y
exterminacionista emigración del campo a la ciudad en España en los años 60 del
siglo pasado, el primero ponía los gastos de crianza y el segundo, es decir, la
industria y los servicios, se apropiaba gratuitamente de dichos valores al recibir a sus habitantes como emigrantes,
de manera que las aldeas, que enviaron 6 millones de personas a las
megalópolis, se fueron haciendo progresivamente más pobres a la vez que las
ciudades más ricas. Así hemos llegado a su situación actual, de completa
aniquilación, con 4.000 de ellas, la mitad de los núcleos habitados del país,
al borde de su completa despoblación, al estar habitadas por unas escasas decenas
o unidades de ancianos, que a su muerte (inminente en muchos casos) las dejaran
completamente vacías. Sin embargo, hace sólo sesenta años estaban llenas de
vida, movimiento y ruidos, con mucha población joven y cientos de vecinos[1].
El capitalismo opera de ese modo, se apropia de la
población de un territorio de manera absoluta, hasta que lo agota, y luego se
vuelve hacia otros territorios, a los que saquea a través del hecho migratorio,
hasta agotarlos asimismo. El uso “racional” de la fuerza de trabajo exige que
los costos de la crianza los paguen otros y que él, el capitalismo, se quede con
la mano de obra ya criada, ya formada, apta para trabajar. Si la emigración es
muy abundante, como sucede ahora, se niega incluso a incorporar al salario los
gastos de crianza, recortando radicalmente aquéllos, e impidiendo a la gente en
edad el ser madres y el ser padres. Algo monstruoso y trágico a la vez.
Volvamos al sexo. Para deprimir todo lo posible el
nacimiento de niñas y niños, el actual sistema modificó radicalmente la
sexualidad, en el sentido de hacerla todavía más aberrante y antinatural. Antes
ya lo era, por colonialista, burguesa y empresarial, según el ideario avieso
del código napoleónico. Pero luego se hizo aún peor. Introdujo, sobre todo,
nueve rupturas, quiebras, grietas o separaciones en la heterosexualidad. Entre
sexo y amor. Entre sexo y deseo. Entre sexo y creación de vida. Entre sexo y
misterio. Entre sexo y erotismo. Entre sexo y animalidad. Entre sexo y belleza/sublimidad.
Entre sexo y crianza. Entre sexo y cariño puro por los niños. Sobre este asunto
volveremos una y otra vez, hasta lograr desmenuzar esas rupturas una tras otra,
y todas en su interacción, para aproximarnos a lo que es la vida libidinal
natural, prepolítica, por tanto previa a toda biopolítica.
Una vez que el hecho sexual heterosexual fue
separado del amor, el deseo, la creación de vida, el misterio, el erotismo, la
animalidad, la belleza/sublimidad, la crianza y el amor natural por los niños
quedó convertido en un sinsentido, en algo grotesco, risible y prescindible. De
ese modo dejó de interesar a cada vez más sectores, lo que lleva a la práctica
anticonceptiva más eficaz, la ausencia de deseo y por tanto la ausencia de vida
sexual. Se equivocan quienes creen que el erotismo es meramente una función de
las fuerzas hormonales que operan en el componente zoológico del ser humano.
Eso es verdad para el resto de los mamíferos pero no para nuestra especie,
salvo de manera secundaria. En ella lo decisivo es lo específicamente humano,
lo espiritual y cultural. Esto es así objetivamente y resulta excelente pero
tiene como elemento incorporado la posibilidad de que los poderes religiosos y
estatales manipulen el Eros conforme a sus necesidades económicas, políticas y
militares.
Como sustitutivos proporcionó formas inferiores o
aberrantes de sexualidad, la masturbación (inferior porque es solitaria, sin
amor), la pornografía, la prostitución (España está a la cabeza de Europa…), el
sexo con artilugios, el bestialismo (coito con animales, disculpable) y la
pedofilia. Al mismo tiempo, se realiza una campaña de demonización del sexo
heterosexual de unas proporciones descomunales, acudiendo a operaciones de
ingeniería social tan reproblables como la Ley de Violencia de Género, que
correctamente ha sido calificada de norma contra el amor y el sexo
heterosexual, una de las más atroces realizaciones del feminismo de Estado,
financiado al mismo tiempo por la derecha y la izquierda, por el Estado y la
clase patronal.
¿Qué hace del sexo heterosexual una práctica hoy tan
virulentamente odiada por todas las instancias del poder? Precisamente el que
sea, o pueda ser, creadora de vida humana, reproductiva. Para que España pueda
seguir siendo una potencia imperial de tipo medio en los complejos avatares de
la mundialización es necesario que los gastos de crianza y reproducción se
aproximen a cero. Ya estamos en 1,2 hijos por mujer y descendiendo, pero las
autoridades desean que sea 0,0 hijos por mujer, esto es, que toda la mano de
obra sea de importación, traída de fuera, expoliada y robada a los países
pobres… Mientras haya gente disponible en éstos (quizá ya por poco tiempo, pues
están agotando sus existencias), se les obligará a hacerse cargo de los gastos
de crianza de la fuerza laboral destinada a servir al capitalismo multinacional
cuyas sedes centrales y cabeceras están en los países ricos.
Además, el sistema de dominación vigente, dando un
giro radical, ha pasado de perseguir al sexo homosexual a presentarlo como
modélico y fabuloso. La razón es la misma. Ya que éste, por su propia
naturaleza, es no-reproductivo, se ha convertido en el más publicitado por los
medios de comunicación, con fiestas multitudinarias, como el Dia del Orgullo
Gay, totalmente institucionalizada, al estar sustentada por todo el poder
burgués, empresarial y estatal.
Al mismo tiempo, el sistema de dominación ha pasado
a alterar cualitativamente la masculinidad tanto como la feminidad. Ya no se
puede ser varón y no se puede ser mujer: hasta en estas cuestiones, tan íntimas
y privadas, ha llegado el Estado a inmiscuirse, lo que es una manifestación de
totalitarismo de proporciones inauditas. Ha creado una forma de ser hombre que
es penosa por desprovista de magnetismo, fuerza, belleza, erotismo y virilidad.
Y una forma de ser mujer no menos patética, por desexuada, zafia, agresiva,
degradada y repelente, al reducir a la fémina a mera mano de obra, a ente andrógino
al que se prohíbe de muchas manera la natalidad y, por ende, todo lo que
acompaña a ésta en lo espiritual y lo corporal. Los robots no tienen sexo, y
carecen de encanto erótico, de manera que el capitalismo quiere eso
exactamente, autómatas que vayan y vengan al trabajo sin nada que los distraiga
de la tarea de producir.
Aquí la misoginia campa por sus fueros. La empresa
capitalista desconfía de las mujeres porque sabe que la mayoría de ellas, en
torno al 80%, desean imperiosamente ser madres, y conoce que eso las distrae de
sus carreras profesionales. Así que ha creado las jaurías progresistas y
feministas, muy bien financiadas desde el poder estatal, para linchar a los
millones de féminas que no se resignan a ser nada más que mano de obra, que anhelan
la maternidad como consecuencia del amor, el deseo y la pasión. Esa virulenta
policía del erotismo, la natalidad y la maternidad se encarga de una buena
parte del trabajo sucio que el capitalismo necesita que se haga, constituyendo
en torno al sexo heterosexual reproductivo, a la maternidad y la crianza, un enrarecido
clima social de rechazo y persecución. No se olvide que el primer mandamiento
del feminismo de Estado dice que “los
hijos explotan a las madres”, ¡los hijos!, no los empresarios ni el fisco
devorador.
Ante él muchas féminas se echan para atrás y se
resignan a no ser madres, a vivir a costa de los psicofármacos (el 25% son ya
consumidoras habituales, una cifra escalofriante, que muestra que el sistema está
haciendo drogadictas a una parte conspicua de las mujeres), en soledad, reprimiendo
su erotismo, sexualidad e instinto maternal, su necesidad de amar y ser amadas,
la cual, si no puede realizarse, enferma e incluso mata a las féminas, como ya
observó Freud. Esta es una de las causas del alto grado de patologías psíquicas
y físicas que afectan a las mujeres en la sociedad actual, que reprime el amor,
proscribe el erotismo y persigue la maternidad. Para enmendar todo esto se
necesita de la revolución, dado que no son posibles remedios parciales, al
situarse el mal en el meollo mismo del sistema, que es feminicida
constitutivamente. En efecto: crear un mundo apto para las mujeres exige una
gran revolución, de manera que todas y todos los que se integran en el sistema,
al hacerse con ello parte de la anti-revolución se convierten en enemigos
decisivos de lo femenino.
Es este estado de cosas el que explican textos como
el de Byung-Chul Han “La agonía del
Eros”, interesante como aldabonazo, aunque ya se cuida muy mucho el autor
de no ir a la raíz de los problemas, para lo que se escuda en una metodología y
una jerga pretendidamente “filosóficas”, un tanto ridículas, que miden el menoscabo
de la libertad existente para tratar estos asuntos. Hace falta valentía y
coraje, de las que aquel carece, para exponer las causas verdaderas de esa
agonía de lo erótico, lo amoroso y lo sexual, muy cierta por lo demás. Tales
causas están en el centro del sistema capitalista, y su análisis, en sí mismo,
es altamente subversivo, o sea, está prohibido, y quienes lo hacen son perseguidos
y castigados.
El grupo social que más está perdiendo con todo eso
es el de las mujeres de las clases populares. La represión del deseo materno es
causa primera de estados de desintegración psíquica y dolencias físicas
diversas en todas y cada una de las mujeres que lo padecen, millones y millones
en los países “ricos”. El libro “La
represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente”,
1995, de Casilda Rodrigañez y Ana Cachafeiro muestra algunos de los perniciosos
efectos de la feminicida biopolítica del capitalismo en el espíritu y el cuerpo
de las mujeres[2].
En el presente, el desasosiego y descontento con la
políticas anti-natalistas del capital, así como con el fenómeno migratorio que
está en su raíz, crecen por toda Europa. Al mismo tiempo se alzan más y más voces
poniendo en evidencia los funestos efectos, incluso económicos, de la
catástrofe demográfica en curso. El paradigma biopolítico estatuido en los años
60 del siglo pasado está sobrepasado y ya no da mucho más de sí. En suma, las
contradicciones internas del sistema se están agravando y se están creando las
condiciones para que estos asuntos sean objeto de un debate público que vaya
más allá del valeroso actuar de minorías, calumniadas y perseguidas por las
fascistoides partidas de la porra del feminismo burgués y el progresismo.
Millones de personas están comenzando a abrir los ojos a la verdad en estas
materias. Es el momento de penetrar a fondo en ellas.
En sucesivos artículos, textos y otros elementos
comunicacionales se irá haciendo, siempre primando lo positivo y propositivo
sobre lo crítico. Atención pues.
[1]
La destrucción, con la emigración como
herramienta decisiva, por el franquismo de la sociedad rural popular
tradicional propia de los pueblos de la península Ibérica, que era el orden
político, convivencial y económico emergido de la revolución de la Alta Edad
Media, es analizado en mi libro “Naturaleza,
ruralidad y civilización”. Por eso mi posición es contraria a todas las
formas de emigración, también a la actualmente en curso, con millones de
personas llegando desde los países del sur. Quienes la respaldan, desde el papa
a la izquierda, son los más desvergonzados agentes y servidores del
capitalismo.
[2]
Estos asuntos, tan fundamentales, son tratados en
“Feminicidio, o autoconstrucción de la
mujer”, Maria Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo Mora.
Magistral.
ResponderEliminar¿Donde dice pedofilia no debería decir pederastia (o esta es una perversión reservada a la élite)?
Un saludo.
Llamamiento de Pilar Baselga: Día Mundial contra la Pederastia. 2 de junio 2017.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Wj5rJOJJzv0
https://www.youtube.com/watch?time_continue=44&v=OSG-FLE7TcA
Dos vídeos imprescindibles de Pilar Baselga en TLV1. Que nadie se los pierda. Esta mujer es la nueva Agustina de Aragón.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=3L2oMS9lPjE
https://www.youtube.com/watch?v=sg7EaocP9Bs
Blog de Pilar Baselga: No morir idiota.
http://nomoriridiota.blogspot.com.es/
Artículo monumental que destripa el origen de la verdadera crisis de conciencia que vive el siglo XXI, la del odio por lo humano, y el deseo de subyugar su naturaleza, parasitando y exprimiendo como mero recurso energético al Ser espiritual que éste representa.
ResponderEliminarGracias por lo incisiva, concreta y clara que resulta esta exposición.
Magnífico artículo, Felix. Y muy necesario.
ResponderEliminarAsusta comprobar cómo toda una tecnología e ingeniería social se aplican, sin pudor y con total indiferencia por los tiempos venideros, sobre los más indefensos: nuestros desorientados jóvenes.
Es al capitalismo globalizado al que le resulta rentable, a corto plazo, una bajísima natalidad y una inmigración pobre que acepte salarios bajísimos y nulas prestaciones sociales. Y qué mejores mecanismos disuasorios contra la natalidad autóctona que el fomento de la lucha de sexos a través de un "feminismo" vergonzoso, la homosexualidad endiosada, el fomento de las pseudorelaciones mediadas por lo tecnológico, la desidentificación sexual que promueven el arte y las modas donde hombres y mujeres van, ambos, vestidos de esclavos con harapientos pantalones rotos; el solipsismo social, la despoblación de lo rural (este ya prácticamente aculturizado); la medicación generalizada de gran parte de la población con ansiolíticos y antidepresivos, la aniquilación de la familia tanto ideológica como fácticamente, el narcisismo y el hedonismo rampantes... todo ello en el marco de una sociedad con trabajos precarios, sueldos vergonzosos y una falta de auténtica libertad inauditos.
Las sociedades que estamos construyendo se verán abocadas a grandes calamidades futuras, lo que causa aún más desapego en las mujeres respecto a la maternidad. Algunas de ellas me comentan que su decisión de no tener hijos es precisamente por eso. Traer vidas nuevas al mundo es proveer a este de nuevas víctimas sacrificiales. La ausencia de un futuro proyecto comunitario, ilusionante y realista, hace mella en la conciencia colectiva, que al no ver soluciones se agarra a los sustitutos que provee el mismo sistema disfuncional que los hace enfermar. Tremendo!
Afectuosamente,
E.
Buenos días feliz Félix
ResponderEliminarA tu precisa análisis añadiría la feminización a marcha forzada del ser humano (y de los animales (peces, cocodrilos etc.)) por “culpa” de las moléculas químicas echadas voluntariamente en plásticos, alimentos o píldora contraceptiva que se encuentra a niveles más que alarmantes en las aguas potables y residuales. Creo que estas moléculas “ayudan” a la des-virilidad de los varones, a la cancerización de la población (cáncer de pechos etc.), y a la esterilización progresiva de varones y mujeres: lo que por otra parte favorece a las empresas capitalistas de la reproducción asistidas y de la gestación “subrogada” con granjas de mujeres pobres alienadas hasta tal punto que son transformadas en meras bio-fábricas de bebes para burgueses en países complacientes.
Comparto todo tu análisis aunque, como gabacho que soy, soy incapaz de encajar en esta la política social y natalista francesa incomparable con las de otros países, entre ellos España. Pero debo precisar que la quiebra ordenada del país vecino las borrara pronto del mapa, Macrón auxilium.
Te agradezco seguir en la brecha para concienciarnos. Otra vez, lo has conseguido. Cordialmente. Francis Colin, Alteatequieroverdewordpress.com.
Somos más que 6 BILLIONES de personas ya en este planeta totalmente sobre-explotada. hacemos un gran favor a generaciones futuras en tener menos niñ*s..
ResponderEliminarDado que Rodrigo Mora nunca responde a los comentarios -debe ser porque no se molesta en leerlos, o dirá que no tiempo para eso- solamente voy a referirme al principio de este retorcido y muy discutible artículo por estar alejado de la realidad pero sobre todo por la manipulación que hace de la misma.
ResponderEliminarNi las mujeres son perseguidas socialmente por querer tener hijos ni existe un antihumanismo. De hecho muchas mujeres que deciden tener hijos son grandes amantes de los animales, de la vida en general, sin tener tendencias humanistas ni antihumanistas. Una cosa no sustituye la otra. Si deciden no tener hijos es más por cuestiones económicas que sociales. Si cada vez se ama y se cuida más a los animales es porque cada vez más personas se dan cuenta del humanismo imperante, aquel que por cierto fue el detonante ideológico que posibilitó el industrialismo, capitalismo y progresismo. Lo que impera aún hoy es humanismo y Mora es un gran estandarte de él. Además, manipula claramente el lenguaje diciendo que los que aman y cuidan a las animales son antihumanistas, sensibleros y ¿sádicos? En fin, esto ya es demasiado Félix. Reconozco que en muchos análisis pones el dedo en la llaga, de que haces reflexiones acertadas, pero otras veces te estrellas, vas demasiado lejos. Podría seguir hablando sobre este controvertido artículo, de su manía de dar la vuelta a la tortilla, como que ahora que los homosexuales son más respetados ¿los heteros son odiados?, no doy crédito. ¿De verdad las mujeres son perseguidas por querer tener hijos?, ¿los animales mejor cuidados que los niños? ¿los heteros despreciados? ¿No será más bien que el poder solamente es oportunista y busca absorber todo aquello que le reporta más poder?
En resumen, lo que más me interesa es dejar claro que Rodrigo Mora, además de sus recurrentes alusiones homófobas ha dejado claro una vez más su humanismo, su odio por los animales.
Algunas son interesantes ideas aunque en "un lugar generalmente deplorable e incluso horrendo" y su segura posterior influencia nefasta en la criatura allí ubicada durante nueve horas opino que se exagera una barbaridad (estos excesos me restan verosimilitud al argumentario posterior).
ResponderEliminarLas personas que trabajan con la infancia tienen en general cualidades que mejoran las ciertamente poco adecuadas condiciones espaciales de muchos de estos lugares;la profesionalidad y el amor consiguen que los tiempos allí vividos sean de mayor calidad vital, en ocasiones, que en su medio familiar.
Me ha resultado un texto con demasiadas palabras.
Fíjense adónde vamos a llegar si no paramos los pies a este Estado mega-dictador:
ResponderEliminar" http://www.libertaddigital.com/espana/2017-06-17/tomar-el-fresco-en-la-calle-banarse-o-regar-puede-ser-motivo-de-sancion-1276601238/ "
Yo creo que los que comentan criticando deberían intentar darse cuenta de que el poder pone por delante toda su verborragia en hacernos sentir culpables por existir,por tener niños,por no amar a los homosexuales,por todo lo que se les ocurra.Esto no es de recibo,tenemos derecho a vivir la vida como queramos,no a que nos impongan sus políticas de natalidad.Desde siempre se dijo que el poder impone la natalidad como medida de control,¿en que cambia ahora,amigos?¿Donde ha dejado el poder de imponer las politicas de desnatalidad?
ResponderEliminarDos apuntes:
ResponderEliminar1- Es cierto que, de facto, y por comparación, se trata mejor a los animales que a los niños... ya que a los perros se les educa-amaestra como si fueran niños, y a los hijos se les educa para servir al SISTEMA y desenvolverse en él, no para ser HUMANOS LIBRES e INTEGRALES.
2- Las personas que se dedican profesionalmente a la infancia lo hacen porque suelen tener una dificultad para desenvolverse con los adultos. Dedicándose a los niños matan dos pájaros de un tiro (valga la expresión): Dan sentido a su existencia y les PAGAN por ello. En esto estoy de acuerdo, con matices, con Pedro García Olivo: la mejor escuela es la que no existe, o mejor dicho, la escuela de la vida.... y los profesores son MERCENARIOS. Como digo, estoy de acuerdo con matices, es decir, acepto la figura del profesor, sí, pero sólo en razón de la finitud e imperfección humanas, no porque considere que es una figura imprescindible para el desarrollo de una persona desde su infancia... un niño no necesita un maestro, sino muchos maestros (y los encuentra en la familia, los amigos, etc.) y ninguno profesional.
Y si todo respondiera a un plan "divino" [en el sentido de la implacable madre naturaleza].Nos creemos el culmen,la releche pero...y si hubiésemos enfermado sin saberlo??.Estoy elucubrando,claro,pero nosotros diciendo que tener muchos hijos es un atraso y considerando el aborto progre "una impresionante conquista social" es posible que "anhelamos" nuestro final .La natalidad no va a subir por mucho dinero que tengan los hedonistas y ancianos que se caen mortalmente y a los cuatro años se descubre su cadáver es sólo un aviso de donde nos lleva nuestro "progreso" .
ResponderEliminarHoy el banco de España ha vuelto a hablar de líos con las pensiones y de potenciar la natalidad.Cuando dice "potenciar la natalidad" ,no sé si realmente se creen lo que dicen.Existe un libro feminista, "Brujas" de Mona Chollet (de enorme éxito en Francia), que ataca sin piedad ni cuartel a la maternidad.Dice,entre otras lindezas,que ser madre es vivir bajo arresto domiciliario por unos desagradecidos que piensan que eres su criada que debe levantarse temprano.Con libros así [por otra parte excelente] va a subir mucho la natalidad española [ironía],pero Mona lleva mucha razón cuando denuncia la inmensa canallada machista que sucedió durante siglos con la caza de brujas.Cientos de miles de inocentes chicas fueron sentenciadas a la hoguera sólo por ser "raras" ,solitarias o independientes.
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