Suele suceder que las teorías oficiales y los sistemas
dogmáticos encuentran frente a sí realidades singulares que las refutan en
beneficio de la verdad. Es el caso de esta pequeña iglesia del valle navarro de
Unciti (con una toponimia categóricamente euskalduna), que por sí misma hace
morder el polvo a la historiografía ortodoxa.
Simeón Hidalgo[1] arguye
“basta con hacer un repaso de los
elementos analizados y nos llamará la atención cómo en un edificio religioso de
orientación cristiana, aparentemente, hay tan pocos elementos cristianos. Esto
pasa en muchas iglesias románicas, donde sus portadas parecen que recogen más
la herencia de culturas anteriores al cristianismo que imágenes específicamente
religiosas y cristianas. Sobre todo en iglesias rurales lo no cristiano parece
que impera”. Exacto.
Los monumentos románicos aldeanos suelen ser
iglesias de concejo, erigidas y dirigidas por las asambleas populares soberanas,
escasamente influidas por el clero quien, además, en el plano local dependía
del poder concejil. La diferenciación entre románico dinástico (del bloque
corona-señores) y románico concejil es primordial, lo que desarrollo en el libro
“Tiempo, historia y sublimidad en el
románico rural”.
La monomanía de la historiografía oficial es negar
la existencia del pueblo en tanto que fuerza soberana y creadora, reduciéndolo
todo a los señores, los reyes y los prelados. Pero los hechos están ahí.
Incluso hoy casi la mitad de las tierras de Navarra son comunales. La fuerza
jurídica del concejo abierto (batzarre) es todavía perceptible, como expone
Amparo Zubiri en “Propiedad comunal y
derechos anejos de aprovechamiento. Los helechales en el noroeste del Pirineo Navarro:
de los repartos y las suertes” y como argumenta para todo Euskal Herria
Pablo Sastre en “Batzarra, gure
gubernua”. Las prácticas de labores comunitarias y de la ayuda mutua
vecinal (auzolan) siguen estando vivas, lo que es recogido por la escritora
navarra Jasone Mitxeltorena en “Auzolanaren
kultura”. Esto es asunto principal, pues dichos edificios debieron ser
construidos precisamente en auzolan, con trabajo concejil voluntario. Todo ello
es la obra de la revolución civilizadora de la Alta Edad Media, que se
manifiesta en el románico.
Sin comprender dicha revolución no es posible
desvelar, aunque sólo sea parcialmente, los enigmas de la iglesia de San Martín
de Artáiz. Comencemos por lo más fácil. Parece cierto que es románico concejil
y que fue erigida hacia el año 1140, en el momento de mayor esplendor a escala
europea de ese estilo. En su iconografía se unifican la cosmovisión popular
preexistente (vascona), la concepción cristiana y la cultura clásica de Grecia
y Roma. Ésas son las tres fuentes principales del arte románico en estos
territorios, lo que nos revela qué fue y qué contenidos tuvo la gran mutación
altomedieval que, entre otras muchas novedades, creó Navarra.
En principio, debería poder “leerse” el mensaje de todo
templo románico. Quienes erigieron el estudiado, hace casi 900 años, buscaban
plasmar y transmitir una suma compleja, dinámica e interrelacionada de
formulaciones reflexivas, sensitivas, emotivas, estéticas e intuitivas. Pero lo
que podemos entender de todo ello en el caso de San Martín de Artáiz es
limitado, por el momento. No sólo porque faltan varias piezas escultóricas, verosímilmente
decisivas (acierta de nuevo Hidalgo cuando señala que el edificio ha sido
“censurado” al eliminarse aquéllas en siglos posteriores a su erección) sino porque
nuestra mentalidad es diferente de la de quienes la levantaron, de modo que lo
que entonces resultaba comprensible hoy, en ocasiones, nos es ininteligible.
Nos ceñiremos a sólo dos bloques temáticos. En la
parte escultórica, la única específicamente románica de este templo en lo
decorativo, destaca la intensidad y densidad que alcanza lo dual, antinómico y
dialéctico. De los dos leones de las enjutas de la puerta uno mata y el otro
protege, de manera que una misma realidad es plasmada en su naturaleza
contradictoria. Las piezas escultóricas bajo el alero (canecillos) del tejaroz,
manifiestan alegría y celebración, un hombre tañe una cítara y otro un rabel
(hay además, aunque más alejado, un tocador de alboca), una muchacha canta con
impetuosidad y una mujer esgrime un puchero, símbolo de los alimentos que
acompañan. Ésta es presentada pariendo, y la criatura que emerge de su útero no
sólo tiene un rostro inquietante sino un puñal en la mano. Así, lo
desasosegante irrumpe en lo festivo, y el acto de ser madre, siempre sublime,
es al mismo tiempo motivo de turbación.
Otra de las esculturas, de enorme creatividad y
expresividad, es una cabeza con la boca provista de una dentadura formidable
con la cual se muerde ferozmente las propias manos. El ser humano, así pues, se
daña y agrede, obrando como verdugo de sí mismo a la vez que no deja de ser
instintivamente buscador de la supervivencia. De nuevo la dualidad, la
contradicción, la dialéctica, el conflicto en la esencia de lo real uno. Hegel
escribió “Ciencia de la lógica” para
dar curso a la concepción dialéctica del ser, a su afirmación/negación
dinámica, pero mucho antes en Artáiz ya sabían bastante de ello. En realidad,
se unen a las reflexiones de Beato de Liébana, el pensador más conocido del copernicano
giro civilizador altomedieval, sobre la naturaleza “bipartida” del ser humano y de todo lo humano. Esa idea de
conflicto y antagonismo queda también recogida en una de las metopas, donde lidian
dos jinetes armados.
La noción de contradicción, en la forma de
temporalidad, alcanza su mayor expresión en la cabeza trifronte, una obra
maestra de la escultura por lo que transmita y por cómo lo hace, con un diseño
asombrosamente vanguardista. Con ella el tiempo es desmenuzado en sus
antinomias de pasado, presente y futuro, y el sujeto en ente que percibe su
fluir y el fluir, éste eterno. Tal pieza incita a considerar la totalidad del
transcurrir de lo real, a tener en cuenta el pasado, el presente y el futuro, a
pensar holísticamente, de manera integral. De ese modo, el templo de esta aldeíta
navarra se hace sutil filosofía en piedra, mucho más porque otra cabeza trifronte,
de diferente estilo estético (además de manifestarse envuelta en zarcillos y
otros elementos vegetales) está esculpida en uno de los capitales de la puerta.
En conclusión, el edificio nos invita a hacernos cargos de la vida como
realidad hiper-compleja, total y en buena medida inabarcable, incomprensible e
inaprehensible.
Examinemos ahora lo que tiene esta iglesia de enunciación
de lo corporal y liberación de la sexualidad en tanto que quehacer germinal. En
la portada un varón de enhiesto pene parece fertilizar con esperma a quienes
penetran en el edificio sacro. En el lado posterior, una mujer muestra con consciente
solemnidad su vagina y ano. Al lado, una pareja se abraza, en gesto que tiene
más de amoroso que de rijoso, aunque también. Hacia la cabecera campea un
enorme pene con testículos. Otro personaje se define por sus orificios, entre
ellos el anal. Para entender esto en el marco de la colosal polémica de
entonces, en la que hubo mucho más que palabras, sobre la corporal y lo
espiritual, los mandados y los mandantes, los esclavos y los libres, remito a
mi libro, antes citado. Con una advertencia: no frivolizar. Y con una pregunta,
¿qué tiene que ver lo descrito con “los
señores feudales”, “la oscura Edad
Media” o el “clericalismo”?[2].
Desatinos aparte, digna de ser citada es la pila bautismal, estéticamente
magnífica.
Hay, como se ha dicho, mucho más en el monumento,
que no es tratado ahora. Lo cierto es que todo él es un ejercicio de libertad
creativa, imaginación tumultuosa (ahí están asimismo las cabezas con una sola
oreja, por ejemplo) y expresividad estética. Sin embargo, seguimos
comprendiendo poco de lo que este templo pretende decir. Hay bastante más que
lo descrito, pero aún no logramos encontrar la conexión entre las partes, ni la
unificación de su contenido discursivo, ni menos aún el desciframiento del
mensaje como un todo. Continuemos, pues, observando y reflexionando, sin
anteojeras doctrinarias ni actos de fe en el dogma del progreso ni chovinismo
de época ni servidumbres politicistas.
FOTOS
[2] La versión de la sociedad
medieval que ofrece la “Enciclopedia del
románico en Navarra”, III volúmenes, VVAA, yerra, entre otros motivos, por
excluir la centralidad de lo popular, y por negarse a admitir que la gran
mayoría de los edificios románicos rurales fueron erigidos por las
instituciones concejiles y no por los señores, el alto clero o la realeza. Su
concepción unidimensional, elitista y antipopular está en oposición con todo lo
que sabemos. De ella proviene, a mi juicio, el trato desdeñoso y sectario que
da, en su volumen I, a esta refulgente joya del románico universal que es San
Martín de Artáiz. El mismo juicio hay que hacer, por desgracia, de “El arte románico en Navarra”, C.
Fernández-Ladreda (Directora). Sobre la totalidad de este asunto cada día es
más necesario un gran debate abierto, sin censura ni exclusiones. Al comprender
mejor el pasado entenderemos mejor el presente, y lo transformaremos
positivamente con mayor efectividad.
Muchas gracias Félix, por lo que me toca.
ResponderEliminarCoincido casi en la totalidad con lo que expones y la necesidad de un "debate abierto, sin censura ni exclusiones" que propones, hace tiempo que rondaba en mi cabeza.
Bien estaría organizar un simposio sobre lo que esta iglesia nos comunica.
muy muy muy interesante!!!!!, yo soy de Valencia y estoy interesado en este tipo de estudios e investigaciones en mi zona, ¿podrias recomendarme algun documento o investigador que me pueda guiar y visitar ejemplos de contradiccion historica similares? te lo agradeceria enormemente.
ResponderEliminarsaludos cordiales
Hola amigo, para intercambiar información es mejor que me escribas a mi correo
Eliminaresfyserv@gmail.com
Gracias. Un abrazo. Félix
Excelente artículo Félix. Un abrazo
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