Introducción: Este artículo se dirige a favorecer la comprensión del viaje que el 5 de agosto
de 2013, organizado por la asociación SAT, dedicada a la promoción del esperanto, haremos por el mundo
medieval rural y concejil madrileño, tan ninguneado. Torremocha será una de las
poblaciones a visitar. También estaremos en Talamanca de Jarama, posiblemente
la población madrileña con una historia más rica y exuberante, desde los celtas
(carpetanos) hasta el siglo XVIII, sin olvidar sus restos visigodos, la muralla,
en buena parte altomedieval, y sus dos templos románicos; en Patones de Arriba,
aldea medieval construida con pizarra negra; y en el enigmático monasterio de San
Julián y San Antonio, en La Cabrera, expresión del primer románico (mediados
del siglo XI), impresionante con sus cinco ábsides semicirculares, algo muy
poco usual. Pasando a Segovia visitaremos la iglesia románica de Duratón, un
ejemplo magnífico del románico porticado castellano, destinado a favorecer las
reuniones del concejo abierto. Y terminaremos en Sepúlveda, visitando el Museo
de los Fueros así como algunos de sus templos románicos, y rememorando la épica
resistencia de su población a la liquidación por la institución real del
concejo abierto, en los siglos XIV y XV. Félix R. Mora.
Torremocha de Jarama es una aldea de unos 100
habitantes, en el límite con la provincia de Guadalajara, un lugar apartado e
incluso remoto, a pesar de estar a unos 50 kilómetros de Madrid en dirección
noreste. Cuando se llega a ella desde la insufrible capital del Estado se percibe
que si bien se encuentra próxima espacialmente está muy alejada en lo temporal,
lo imaginado y lo trascendente. Ir a ella es, podría decirse, acceder a otro
universo, trasladarse en el tiempo.
En Torremocha está el templo parroquial de San Pedro
Apóstol, un pequeño edificio en el que sólo la torre y el ábside semicircular
son románicos, probablemente de la segunda mitad del siglo XIII o principios
del XIV. Se rehizo en el XVI, en estilo renacentista, y luego en el XVIII. La
primera impresión que produce no es satisfactoria estéticamente, por una intervención
restauradora reciente, que al revocar y pintar con imitaciones de sillares la
parte medieval del edificio, en realidad de mampostería, otorga al conjunto una
ingrata sensación de cosa artificial e inauténtica.
La cabecera del templo está engalanada con pinturas
murales románicas. El tono bermellón, o granate, domina ampliamente, lo que da
al conjunto un notable dinamismo e intensidad visual. También se encuentran el
blanco, el azul verdoso, tan denso y solemne, y el amarillo. La conservación
del conjunto es deficiente, habiéndose perdido una fracción de la composición.
Los temas son los habituales en este estilo, el Pantocrátor con los
Tetramorfos, y una parte del apostolado. La calidad de la composición y el
dibujo es mediana, por detrás de la excelente utilización del color. Muy probablemente,
estuvo todo él pintado, no sólo la cabecera y el presbiterio, como se encuentra
hoy, sino también la nave. El conjunto debió de ser de una belleza embriagadora,
especialmente por la audaz tempestad de los colores.
Entonces una aldea tenía arte autocreado de primera calidad. Hoy el “arte” está encerrado en los
museos y las salas de subastas mientras que la realidad cotidiana resulta ser
de una fealdad y sordidez deprimentes.
En la cabecera, una franja de imposta ofrece una
inscripción, a medias conservada, en la que se lee “esta obra mando facer el conceio e los homes buenos de Torremocha e M
Ruis clerigo”. El tipo de letra parece ser gótico del siglo XV, lo que desentona
con la fecha más probable para la pintura mural, segunda mitad del XIII o los
primeros decenios de la centuria siguiente, coincidiendo con las de otros
templos de la Comunidad de Madrid, en particular Valdilecha, sin olvidar Camarma
de Esteruelas, Valdelaguna, Santorcaz y alguno desaparecida en la guerra civil,
la iglesia de San Mamés en Navarredonda[1].
El enorme mérito histórico, social, económico y
político del mural románico de Torremocha es la referencia que hace al concejo,
lo que no se encuentra, de forma explícita, en el resto de los de la Comunidad,
ni en la inmensa mayoría de los edificios románicos de la península Ibérica,
tampoco en los que cabe calificar, por quién los erigió, de románico concejil.
Al mencionar a la asamblea vecinal gubernativa este modesto edificio aúna y
anuda el pasado con el futuro: en eso reside su fabuloso mérito[2]
y su muy poderosa actualidad.
Que la inscripción esté en castellano y no en latín
manifiesta también que su factura es tardía, pero hay un modo de explicar, tal
vez, el temporal desajuste con las pinturas, y es considerar que aquélla pudo
sustituir a otra anterior, románica. Quienes todo lo explican invocando el
“arcaísmo” y “estancamiento” aldeanos, que justificaría un uso del estilo
románico todavía en el siglo XV, deberían limpiar su mente de prejuicios
urbanitas y elitistas, pues que el tipo de letra sea gótica evidencia que tal
orden era conocido en Torremocha, y por tanto, que pudieron hacer la cabecera
del templo en este estilo. Y que una buena parte de la iglesia fuera rehecha en
el XVI con una elegante mezcla de estilo renacentista y clasicista prueba que
esta humilde aldea nunca ha estado, salvo ahora, al margen de las grandes
corrientes del arte y el pensamiento europeos.
Lo que podemos saber con seguridad es que fue el
concejo quien ordenó erigir el templo. O dicho de otro modo, que todo él es obra
del vecindario bajo la dirección del concejo, en tanto que asamblea de hombres
y mujeres, reunidos para organizarse en el trabajo comunal, en la hacendera. El vecindario, ellas y
ellos, hicieron el templo e hicieron las pinturas. Ellos y ellas. La referencia
a “los homes buenos” es de difícil e
insegura interpretación concreta, aunque al nombrarlos detrás del concejo está
indicando que aquél es quien conserva lo medular de la soberanía, de la
capacidad de decidir, en la aldea. Probablemente, y considerando la situación
política en Castilla en el momento de levantarse el templo y las pinturas[3],
pudieron ser sujetos comisionados por el ente concejil para relacionarse con el
poder real, de manera directa o indirecta, a través del señor territorial.
Que cite en tercer lugar al clérigo M Ruis indica
que su poder en Torremocha era bastante limitado, por detrás del ejercido por
el concejo e incluso por los “homes
buenos”. La iglesia fue construida como edificio concejil, y en ella el
pueblo seguía siendo la primera autoridad cuando se hizo la inscripción, muy por
delante del clero. Éste estaba sometido al concejo en todo, y así fue hasta el
concilio de Trento, a finales del siglo XVI
Ser hombres y mujeres libres exige comprender y recuperar
nuestro pasado, en lo que tuvo de bueno y en lo que tuvo de malo, en particular
nuestro pasado popular, y subordinadamente el de los notables, reyes,
princesas, señores, burgueses, intelectuales preclaros, redentores varios y
otras excrecencias. Entendiendo nuestra historia, mirándola con ojos fríos y
objetivos a la vez que llenos de pasión y amor, repudiando todo tipo de
teorías, dogmatismo y lucubraciones, ateniéndonos a los hechos y sólo a los
hechos, estamos realizando una gran revolución. Y sólo la revolución puede
salvar hoy al género humano, en el peor y más terrible momento de su historia,
cuando lo humano periclita y lo subhumano triunfa en todos los frentes.
[1] Para sorpresa de muchos el
modesto, por rural y aldeano, románico de la Comunidad de Madrid, ampliamente
desdeñado e ignorado, tiene un número particularmente notable, en comparación
con el de otras áreas, de pinturas murales. Quizá esto anime al ignorante,
desestructurado y depresivo madrileño medio, que vive según la dogmática de la
modernidad y viaja por rutina a miles de kilómetros (actividad por lo general
nihilista y servil), a ocuparse de conocer sus raíces, y a no avergonzarse de
ellas. En la Comunidad de Madrid perviven casi cincuenta edificios románicos de
los siglos XI al XIV, total o parcialmente conservados, de los que el 10%
aproximadamente poseen composiciones pictóricas, lo que es una proporción
elevada. Visitarlos como ser humano que quiere entenderse así mismo entendiendo
a sus ancestros, no como vil y degradado turista, mero consumidor de imágenes y
de todo tipo de bazofia, es tarea apropiada para autocurar nuestros espíritus.
[2] Por eso no se puede dejar
pasar sin deplorar los contenidos de la “Enciclopedia
del Románico en Madrid”, VVAA, Aguilar de Campoo 2008, que al referirse a
este edificio no otorga ningún significado a la mentada inscripción, realmente
excepcional y aunque sólo sea por eso maravillosa, lo que proviene o bien de la
ignorancia de quienes han redactado dicho texto, o bien de su espíritu
antipopular y burgués. Prácticamente toda la parte analítica y explicativa de
dicha “Enciclopedia” es un compendio
de dislates y prejuicios, de teoréticas y dogmatismos progresistas, de
malevolencias y disparates, académicos y ortodoxos. Lo que de ello resulta es
una ruptura entre las gentes del hoy y su historia, entre lo que somos y lo que
fueron nuestros antepasados. Falseando el pasado nos aculturan, nos atomizan,
nos niegan como seres humanos. Dicho de otro modo, nos hacen cada vez más
sometidos, menos personas y más
seres-nada.
[3] Un libro que trata de ese
crucial periodo histórico en Castilla es “Guerra
y fortalecimiento del poder regio en Castilla. El reinado de Alfonso XI
(1312-1350)”, Fernando Arias Guillén, 2012. En éste el pueblo no aparece,
salvo como comparsa, siempre pasivo, amorfo y borroso: no hay sistema concejil,
ni derecho consuetudinario, ni fueros, ni bienes comunales, ni hacendera y
otros cientos de sistemas de trabajo comunitario asociado, ni milicias
concejiles. Sólo reyes y señores. ¿Se puede faltar de manera más rotunda a la
verdad? Necesitamos con urgencia una historia popular. Su primera condición es
que sea una historia verdadera. Frente a las medias verdades, la propaganda
política y las groseras mentiras del poder académico hemos de ir creando una
explicación del pasado que sea popular a fuer de emerger de una ardiente
voluntad de objetividad.
El viaje mencionado se realizará en el marco de un congreso que tendrá lugar próximamente en Madrid, en el Colegio Mayor Chaminade (Paseo Juan XXIII,9), situado junto a la estación de metro de Metropolitano. En él se desarrollarán diversos actos que pueden ser accesibles, en mayor o menor grado, a hispanohablantes:
ResponderEliminar- http://satesperanto.org/Presentacion-del-congreso-de-SAT.html
El programa completo, constantemente actualizado, se refleja en esta página:
- http://satesperanto.org/Programo-Resumo-Provizora.html
La excursión, efectivamente, será guiada por Félix, y su objetivo es conocer los lugares del concejo abierto y la legislación foral, el régimen comunal, los sistemas de ayuda mutua, el arte románico popular y el marco histórico en que todo ello se desarrolla. Las explicaciones de Félix serán en castellano con traducción al esperanto. El viaje será en autocar; su salida está prevista a las 9:30 desde un punto próximo a la entrada del CM Chaminade (Paseo Juan XXIII, 9), el regreso está programado a las 20:30. La comida se realizará en el pórtico de una ermita en Duratón; los asistentes aportarán su propia comida. La excursión no está reservada a congresistas, o sea, cualquiera puede participar en ellas; no obstante, por cuestiones organizativas, conviene que los organizadores sepan con la mayor antelación posible cuánta gente piensa venir; por tanto, todo el mundo es bienvenido, siendo conveniente, y agradeciéndose, que se informe previamente a los organizadores (a través del correo esperanto@nodo50.org). El precio que se cobrará a los asistentes dependerá del grado de ocupación del vehículo fletado, exigiéndose un pago previo a modo de reserva.