La concepción de la
vida como servicio se entrelaza con una enorme cantidad de cuestiones, de las
cuales sólo unas pocas pueden ser tratadas en un artículo. Habrá que volver
sobre esta materia una y otra vez.
Las disyuntivas que
se plantean son varias: servir o ser servido, servir desinteresadamente o
servir por interés, servir a personas o servir a causas impersonales, escoger
las metas trascendentes a las que servimos o poner al ego como meta, permanecer
en la cárcel del yo o escapar de ella… y varias más.
El egotismo, que es
la ideología básica de la burguesía, establece el principio del interés
particular como meta substancial del sujeto. Según ella, el yo sirve al ego, y
todo lo demás queda relegado. Si se consultan los textos fundacionales de la
burguesía, “La riqueza de las naciones”,
de Adam Smith o “Informe de Ley Agraria”,
de Jovellanos, se halla que “el interés
individual” es el basamento de la actividad económica, y de la vida toda,
pues reducen la existencia a lo económico, como luego hará Marx y casi toda la
izquierda.
Por tanto, la
oposición al interés individual debería ser parte sustantiva de la lucha
revolucionaria contra la burguesía. Pero no es así. Hoy el o la activista
social dice oponerse a los bancos y al capital en defensa de “mis
intereses”, y afirma estar contra el Estado (las poquísimas veces que tal
sucede, dada la ciega estatolatría en curso) como modo de salvaguardar “mi
libertad”.
En suma, la
“radicalidad” política está dominada por un individualismo total, agobiante y
destructivo, que se manifiesta no sólo como egoísmo militante sino también como
el más ruín y fastidioso de los egotismos. Es incluso más yoista y solipsista
que la burguesía.
Liberarnos de la
dictadura del ego, para acceder a un tipo de existencia superior, hecha de
servicio desinteresado, renuncia al interés particular, generosidad activa,
amor en actos, desasimiento cotidiano, preocupación por lo general, épica y
heroísmo, dedicación a lo trascendente y sentido del deber es la precondición
de toda toma de posición política y económica contra el orden constituido.
En suma: desinterés
frente a interés, esto es, revolución interior y revolución social frente a
burguesía.
Para lograrlo, en
primer lugar, hay que renunciar a la ideología de ser servido por otros para
vivir desde el propio esfuerzo. El paso inicial es no ser servido, el segundo
es servir. Porque quien sirve es el que vale, el que se autoconstruye con vigor
y con grandeza.
Eso demanda la
renuncia a tener intereses propios, más allá de los que son imprescindibles
para la supervivencia personal básica. No desear nada para sí equivale a poner
el propio esfuerzo al servicio de los otros, haciéndose persona que sirve.
Pero, atención, los
otros no son el otro. Otros es la totalidad de los iguales, el conjunto del
pueblo/pueblos, hoy, en la historia y en el futuro. Otro es el o la que tenemos
al lado. Con el otro singular las relaciones han de: a) evitar toda forma de
paternalismo, cualquier mentalidad de “ayuda”, pues cada cual ha de existir
desde sí, no desde el favor o la caridad, b) realizar la reciprocidad, la
noción de justicia y equidad, que enseña a recibir tanto como se da.
La renuncia al ego no
es bondad, no es bobería. Ayudar al próximo exige ser exigente con él, desde el
afecto y la amistad, pero exigente. Eso excluye dar sin recibir, salvo en
situaciones muy especiales en que el otro esté totalmente imposibilitado de
sobrevivir sin ayuda exterior. La mentalidad paternalista del complejo
ONG-Estado es perversa.
Amar no es incurrir
en paternalismo sino desear el bien del otro. Obrar consecuentemente con ello demanda
entender que el bien del próximo sólo lo puede realizar él mismo. Ayudar es
favorecer la autoayuda en el otro, mientras que “ayudar” es destruir.
Aclarado esto pasemos
a la cuestión del servicio. Son las grandes metas y los más elevados objetivos
los que deben ser servidos. Tiene que haber una salida y abandono de sí, un ir
hacia lo externo con olvido del interés particular, una renuncia al ego.
Si el yo está en la
cárcel del ego, obligado a vivir para sí mismo, dado que es muy limitado, la
mezquindad triunfa, el yo se asfixia y la vida se vuelve no-humana. Por tanto,
se da la paradoja de que quien busca su interés particular acaba autonegándose
como ser humano. Esto lo observamos a diario pues el egotista es enemigo
encarnizado de sí mismo.
En efecto. Al no
pensar más que en el ego, esto es, en lo muy pequeño y muy parcial, termina por
arruinar la propia inteligencia. Al no amarse más que a sí mismo acaba por no
amar nada, ni siquiera a sí mismo. Al ocuparse sólo de las pequeñeces propias
de la parte doméstica y casera de la existencia llega a un estado de postración
en que ya no sabe ni resolver esas cuestiones.
Es cierto que los egoístas
máximos, que hacen del centro de su existencia la voluntad de poder, esto es,
la lucha por dominar al otro y a los otros, poseen atributos y facultades más
poderosas, que utilizan para el mal, pero ahora estamos tratando del egotismo
más común, el que el poder constituido inculca al sujeto medio, violentándole
psíquicamente.
El egocentrismo en un
modo de destruir la esencia concreta humana, de degradar y embrutecer a la
persona. Además, es reafirmar la cosmovisión burguesa en el seno del pueblo. El
amor es desinteresado y esfuerzo desinteresado, es servicio y sacrificio. Lo
demás es hipocresía y palabrería. Asimismo, servir da goces espirituales que
el/la egoísta no imagina.
La acción
transformadora de la sociedad no puede resultar del deseo de lograr tales o
cuales ventajas provechosas sino de la convicción de realizar
desinteresadamente el bien social y personal. No puede fundamentase en apetitos
y ganancias sino en ideales, metas sublimes y valores. No anhela el propio beneficio
sino un orden en el que nadie busque el propio beneficio, al entregarse todas y
todos (o, al menos, la gran mayoría) a servir a la comunidad, a la humanidad, al
otro.
Por eso la posición
egótica de autores como Stirner o Nietzsche y tantos otros es rechazable[1].
Quienes se guían por ellos de buena fe manifiestan que no saben diferenciar
entre la reacción y la revolución, lo que les hace agentes intelectuales de la
primera.
Ya es tiempo de acometer
la autoconstrucción del sujeto, y no sólo de hablar de ella. Así pues,
partiendo de que el servicio desinteresado no es una idea sino una práctica,
que al hacerse continuada se torna hábito, busquemos el modo de hacerla real.
Sugiero cuatro pasos:
1) dedicar dos semanas al examen, en silencio y soledad, de la contradicción
egotismo/servicio en el terreno de las ideas básicas, 2) realizar desde las
conclusiones logradas un estudio de los propios actos, en el mismo tiempo y con
iguales procedimientos, 3) marcarse un proyecto de vida que, día a día, realice
el desinterés como actividad práctica, social y personal, igualmente en dos
semanas, 4) examinar cada tres días el propio obrar, para ver si hay
consecuencia o no entre lo pensado y lo realizado, durante un año. Transcurrido
ese tiempo, reexaminar la situación, y luego reexaminarse.
Seguiremos tratando esta materia.
[1]
Un libro de interés es “Breve tratado de
ética”, Heleno Saña. En él se realiza la crítica del egoísmo, la refutación
del hedonismo y el desmontaje de los utopismos, entre otras operaciones muy
saludables.
Creo que antes de plantearnos todas estas cuestiones deberíamos saber lo que realmente queremos hacer en esta vida, cuales son nuestros propósitos y fines. De todos modos pienso que es una tarea difícil que tiene que ser autónoma lo que significa que no puede ser aprendida por otros medios que no sean de nuestro convencimiento y agrado.
ResponderEliminarNuestras opciones de salir de esta crisis pasan por que surga un lider que canalize ideas diversas pero un sentimiento común (no es lo mismo que el viejo “truco” de los oradores de apelar al lado emotivo -¡¡ignoro si aún escuchando mil veces un discurso que reconocieramos falso en sus contenidos y propuestas, seguiriamos queriendo confiar en él -o ella-; tal es la asigantura pendiente de la humanidad : que nuestras emociones no guien nuestro camino -ejemplo el nazismo-). Su verdadero valor consistiría en recordarnos quienes somos, y que todos, y cada uno, organizemos nuestra revolución. Ese ánimo de liberación, de compartir inquietudes, de “hablar libremente ” – sin miedo a discrepancias (objetivo común) también se contagiaría y pronto, llevados por ese “lenguaje” del pueblo, se tomaría conciencia de las medidas a adoptar, a título personal, y de las consecuencias de asumir riesgos (detenciones, palizas, etc). También deberían asumir si la situación lo requiere o estan exagerando, a título personal siempre- y que, en un hipotético país donde se desmorone la paz social y la comunión entre las clases dirigentes e instituciones con el pueblo, pueden surgir movimientos antagonistas y como consecuencia estallar una oleada de violencia. ¿En realidad ha llegado el momento para ésto? ¿Debería suceder así? Yo no lo sé, pero como dijo Wallace en Braveheart : ¿Sabes que pasará si no acudo a la reunión? NADA
ResponderEliminarMe parece patética esta sarta de buenismos, invitar a la reflexión como si viviéramos en un monasterio. Hablas de ego y te expresas con un ego descomunal al decir quién está en lo cierto y quién no. He leido otros posts tuyos y tus ataques contra el independentismo vasco son lo fácil. Hablas de revoluciones y todas tus propuestas son no hacer nada, amar al prójimo y no sé qué historias de cambios interiores que se pueden sentir en una celda de aislamiento en un manicomio con una sonrisa de oreja a oreja. Criticas todas las iniciativas y todas las luchas porque según tú hace falta un cambio mental. Y mientras no llega ese cambio que nos den de palos. Eres un charlatán de feria.
ResponderEliminarJon O.
Jon O. cuando gente como tú entra y da unos argumentos tan escuálidos para criticar al autor sólo hace un autorretrato de su categoría humana y de su cualificación intelectual, lo cual reafirma la necesidad de una revolución integral que incluya una autoconstrucción de lo humano antes de embarcarnos en luchas mayores.
ResponderEliminar¿Ego descomunal es opinar?, yo también pienso que hay autores e ideas que me parecen basura y otros con los que coincido, eso es ¿ego?, de hecho la palabra "ego" es "yo", por lo cual permítenos tener ideas, sino te importa claro, sino me vas a enviar la policía del pensamiento. ¿Independentismo vasco?, ¿cual?, el que se ha presentado a las elecciones-farsa, se ha arrodillado ante el PPSOE, defiende el trabajo asalariado y la patronal, el que vive del dinero del Estado, ¿el que sólo pretende tras miles de muertes y decenios de lucha endosarnos un estado pequeñito?, ¿el que vive en las faldas del PNV desde hace 40 años?, ¿cual de todos Jon?, ¿el que usa la violencia con la disidencia entre sus propias filas?. No te equivoques, lo justo y lo que marca la tradición es el Batzarre y el Auzolan, sin Estado, ni txakurras, ni alcaldías, fuera del pueblo y su soberanía directa no hay nada, por lo cual vuestros delirios estatólatras de un mini estado en Euskal Herria o donde sea sólo es una muestra más de auténtica voluntad de poder.
Saludos
Lluis