Esteban Vidal
El pasado 10 y 11 de diciembre fue firmado en Marrakech el
pacto mundial sobre migración auspiciado por la ONU. Al menos 164 países se han
sumado a este acuerdo que es la culminación de una serie de declaraciones,
conferencias y cumbres internacionales desarrolladas en el seno de la ONU.
Desde los medios de comunicación del sistema ha sido desplegada toda una
campaña demagógica que lo ha presentado públicamente como un pacto mundial
contra la xenofobia. La realidad dista bastante de lo que los apologistas de
dicho documento afirman.
Ciertamente se trata de un pacto
no vinculante, sin embargo, constituye un marco legal de referencia para los
países signatarios al establecer una serie de directrices generales en materia
migratoria. Esto significa que el pacto constituye una referencia en función de
la que los diferentes Estados diseñarán, formularán y ejecutarán sus
respectivas políticas migratorias, pudiendo plasmarse en la legislación estatal
los principios rectores que articulan dicho pacto. En este sentido se trata de
un marco para la cooperación internacional basado en las relaciones entre
gobiernos. De este modo el pacto, como una norma del derecho público
internacional, se convertirá en una práctica en la medida en que cada Estado
signatario, de modo individual y en conjunción con sus negociaciones con otros
Estados, lo adapte a su propia política migratoria. No significa una pérdida de
soberanía, pues no existe un compromiso vinculante como tampoco ninguna
autoridad que pueda forzar su cumplimiento a los países firmantes. Pero el
hecho de que los Estados lo firmen sí implica su aceptación y reconocimiento,
de forma que pasa a ser una referencia a la hora de elaborar y desarrollar
políticas migratorias, y de cooperar con otros gobiernos en esta materia. En
cualquier caso el pacto en sí mismo ha generado un revuelo un tanto inmerecido,
pues al fin y al cabo no supone una novedad significativa en relación a los
pactos y otros acuerdos alcanzados en el marco de la ONU.[1] Es
habitual que dentro de la ONU se asuman principios y compromisos cargados de
grandilocuencia que únicamente son un brindis al sol que, por lo demás, sólo
tratan de enmascarar las verdaderas intenciones a las que obedecen, tal y como sucede
con este pacto mundial sobre migración.
[1] El
aspecto de este pacto que mayor polémica ha producido en algunos países es la
confusión que crea en torno a la figura de las personas migrantes y los
refugiados, de forma que las primeras eventualmente llegan a ser equiparadas
con los segundos. Una lectura del mencionado documento demuestra que
efectivamente no está clara esta distinción, lo que hace pensar que realmente
existe una clara intención de tratar de hacer aceptables ciertos fenómenos de
inmigración masiva a ojos de la opinión pública de algunos países al presentar
a esta población como refugiados.
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