El 29 de mayo de 2016 hacen ochenta años de la “matanza de Yeste (Albacete)”. En ella, cumpliendo órdenes del
gobierno de Frente Popular, y con el respaldo de todos los partidos y
sindicatos de izquierda, la guardia civil dio muerte a 17 campesinos y dejo
gravemente heridos a un centenar. En los días anteriores había habido casos
graves de detenciones y torturas en dicha localidad, que fue lo que
desencadenó, como causa inmediata, la rebelión popular. El motivo último estuvo
en la movilización vecinal para recuperar unos montes comunales, privatizados años
antes, en aplicación de la legislación emanada de la revolución liberal
española, de la Constitución de 1812[1].
Yeste fue un caso entre
docenas y docenas, probablemente cientos. El gobierno de Frente Popular, así
como las fuerzas políticas y sindicales que lo formaron o pidieron el voto para
él, se posicionaron contra la revolución popular espontánea en ascenso en la
primavera de 1936. Esto llevó a sucesivas matanzas de campesinos, trabajadores,
mujeres, etc., así como a un número enorme de detenciones y torturas, una parte
de las cuales ocasionó la muerte de quienes las padecieron. En mi libro se hace
una relación y cuantificación de tales sucesos, si bien incompleta.
El Frente Popular fue el
gobierno de la anti-revolución española en esos meses críticos, cuando las
clases populares se estaban alzando en revolución contra el poder empresarial y
terrateniente, así como contra la dominación del Estado. La línea de actuación de
aquél se basó: 1) usar los procedimientos políticos propios del parlamentarismo
para mantener confusas, divididas y sumisas a las gentes, 2) acudir a la
represión, violentísima, de las manifestaciones concretas de insurgencia
proletaria y popular, 3) permitir de facto al ejército preparar su alzamiento,
para el caso de que fracasase el Frente Popular, como así sucedió.
En aquella primavera por
todas partes había exigencias de devolver a los pueblos los bienes comunales
expoliados por el liberalismo y el progresismo. Se acumularon varios miles de
demandas concretas, bien documentadas, que la demagógica ley de reforma agraria
de la II republica obligó a archivar. Lo mismo aconteció con las normas legales
aprobadas por el Frente Popular. Cuando la población rural comprobó que éste era
al guardián del poder terrateniente, y que la izquierda era su fundamento, se
puso en marcha autónomamente, originando un gran movimiento revolucionario.
Los sucesos de Yeste
fueron el escarmiento, fríamente planeado y ejecutado siguiendo órdenes de
Madrid, contra dichas movilizaciones, la sangrienta advertencia de lo que les
sucedería a los pueblos y aldeas (miles) que estaban defendiendo con actos la
propiedad comunal expoliada.
La actuación de los
partidos y sindicatos de la izquierda varió ente ocultar lo que había sucedido
y justificar la mortífera acción de la guardia civil. Todos coincidieron en no
hacer nada, en no denunciar ni movilizar. Lo mismo acaeció en los otros muchos Yeste
que hubo. Ninguno de los partidos o sindicatos integrados en el Frente Popular
rompió con el gobierno de éste por tales acontecimientos. Todos permanecieron
como una piña tras la guardia civil y la guardia de asalto, aplaudiendo cada
una de sus fusiladas, respaldando los innumerables actos de detención y torturas,
que llevaban a la gente a la muerte tras sufrimientos por lo general largos y terribles.
Las clases populares, en tiempos de la II
República, fueron víctimas de la derecha y de la izquierda, del fascismo y del
republicanismo. En 1931-1933 la represión corrió a cargo del PSOE y los
republicanos en el gobierno, que ordenaron efectuar cientos de hechos de
sangre, entre ellos la matanza de Casas Viejas (enero de 1933). En 1934-1935,
la violencia institucional fue administrada por la derecha en el gobierno, que
realizó la represión violentísima de la heroica comuna asturiana (octubre de
1934). En 1936 fue el Frente Popular quien se encargo de cumplir esa tarea. La
izquierda y la derecha actuaron del mismo modo, intercambiando sus funciones
según los momentos, siempre contra los trabajadores y a favor del capitalismo y
el Estado.
En la primavera de 1936
se fue constituyendo una situación revolucionaria en desarrollo, imperfecta
pero muy real, a la que se iban sumando cada vez más población rural y más
trabajadores de la industria y los servicios. La izquierda no sólo se situó en
contra de dicha revolución en ascenso sino que fue su verdugo. Los jefes de
tales partidos y sindicatos, que estaban prosperando a cargo del presupuesto
estatal una vez aupados a los empleos y prebendas otorgados por el gobierno del
Frente Popular, no movieron un dedo cuando todo el país se estaba convirtiendo
en un Yeste.
Los luctuosos
acaecimientos que analizamos, de los que el 29 de mayo se cumple el ochenta
aniversario, deben servir para realizar una amplia reflexión personal sobre
nuestra historia inmediata. De ella han de salir conclusiones aplicables al
presente y el futuro.
[1]
Lo expuesto proviene de mi libro “Investigación
sobre la II República española, 1931-1936”, en particular del capítulo “El Frente Popular contra la revolución
popular”.
Entre lo que el estado ha perfeccionado sus métodos y su armamento y lo que se ha perdido de conciencia de clase y de fraternidad, algo así ya es impensable y cuanto más tiempo pasa, más se aleja el sueño de una reacción popular, más allá de una recogida de firmas o una batucada de esas que dan tanto miedo al estado.
ResponderEliminarSaludos.
Me gustaría saber si Rodrigo Mora sabe algo del rexismo o todo esto que escribe se le ha ocurrido a él ¿?
ResponderEliminarhttp://katehon.com/es/article/comunidad-y-ciudadania-dos-modelos-de-sociedad-antagonicos
ResponderEliminarGracias amigo
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