PARA EL
PERFECCIONAMIENTO MORAL
DE LA
SOCIEDAD Y EL INDIVIDUO
Heleno Saña
Félix Rodrigo Mora
Entre otras materias de primordial significación nos une el horror
ante el embrutecimiento moral de las sociedades de la contemporaneidad, así
como la convicción de que sin una fundamental mutación ética no pueden ser
resueltos los problemas de nuestro tiempo.
Así lo hemos expuesto en diversos libros, en “Breve tratado de ética”, de Saña, y en “La democracia y el
triunfo del Estado. Por una revolución democrática, axiológica y civilizadora”,
de Rodrigo, entre otros.
En ellos rechazamos la vida inauténtica, existencialmente degradada y
no-ética del sujeto facturado por la modernidad, debido a su posición egótica y solipsista,
hedonismo trastornado, servilismo cotidiano, veneración por el dinero y los
bienes materiales, asocialidad extremada, integración en la guerra de todos
contra todos, nadificación deshumanizadora, cobardía patológica y desdén
militante por la noción de virtud.
Lo exponemos con claridad: nuestro adversario es el amoralismo
burgués.
Una existencia moral requiere no sólo la voluntad y el deseo de tal
sino la fijación de criterios y reglas éticas. Considerando los enormes cambios
habidos en los últimos decenios se impone una reformulación de los contenidos y
procedimientos de la práctica ética. Esto es un quehacer fundamental. A la
inmoralidad promovida por los poderes constituidos hay que contestar con una
moralidad renovada y actualizada de naturaleza popular y revolucionaria.
Dicha moralidad ha de ser, al mismo tiempo, personal y social, para la
existencia privada y para organizar la vida colectiva no coercitivamente sino
desde los valores. Porque a más moralidad menos constricción y más libertad.
Una sociedad fundamentada en valores no es compatible con la actual,
cuyos impulsos primordiales son la voluntad de poder, la razón de Estado y la
codicia posesiva. Eso hace de la moralidad un elemento decisivo para la
transformación integral de la vida colectiva, al mismo nivel que la política y
la economía.
Consideramos el legado y la vigencia de la cultura occidental un bien
de importancia decisiva que proporciona elementos de juicio y saberes
fundamentales en ética, y no sólo en la ética sino en todas las disciplinas.
Exhortamos a la juventud a construirse sus propios criterios éticos a partir
del magnífico legado de aquélla, hoy marginada y repudiada por las elites del
poder europeas.
A ambos nos entusiasma la concepción quijotesca de la existencia,
formulada desde los imperecederos ideales de la caballería, con su disposición
para vivir esforzadamente, combatir por la justicia, no buscar el interés
personal, obrar con cortesía, practicar la tolerancia, darse enteramente en
cada compromiso, vivir la libertad desde la responsabilidad, apreciar la
fortaleza de la voluntad y concebir la vida humana como un quehacer
trascendente en pos de los valores más sublimes.
No es la mediocridad sino la épica lo que otorga sentido a la
existencia.
Se necesita de una gran reflexión individual y un gran debate social
sobre los valores, para fijar cuáles son particularmente necesarios en un
momento de hecatombe moral en Occidente. Nuestros escritos son una modesta
contribución a ello.
La moral es, en primer lugar, un quehacer, una práctica. Fijar las
reglas de conducta tiene como finalidad alcanzar un modo nuevo de vivir, una
forma renovada de estar en el mundo. Dado que en lo principal somos lo que
hacemos, al concebirnos como sujetos que autoconstruyen su propia conducta nos
estamos creando como seres que se hacen libres al luchar por una existencia
recta y moral.
Junio 2015
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