“No llego a entender
cómo, siendo los niños tan listos, los
adultos son tan tontos.
Deber ser por la educación”
A.
Dumas hijo
Se ha iniciado el nuevo curso académico. Para cerca
de 1,5 millones de universitarios, ellas y ellos, comienza un triste tiempo de
adoctrinamiento y amaestramiento, en un ambiente cada día más enrarecido y envilecido,
entre profesores en su gran mayoría desentendidos de lo que no sea aumentar sus
ingresos con el menor esfuerzo posible y educandos en su casi totalidad dedicados
a ganar titulaciones. Además, la universidad estatal (que no “pública”, pues no
es el pueblo quien la organiza y realiza sino los altos funcionarios del Estado
español y la burguesía de Estado), que es donde va el 88% de los estudiantes,
está en crisis material creciente por escasez grave de fondos.
Se impone una reflexión sobre la naturaleza misma de
la universidad hoy, y acerca de la función social que desempeña. Hay que
prestar atención, asimismo, a las nuevas hornadas de adolescentes desventurados,
que llegan a la universidad sin ilusión (su deslustre y descrédito es ya notable)
pero sí -al menos una minoría menos degradada- con una leve esperanza de que
los años que van a permanecer en esa institución les proporcionen algunos
logros de naturaleza trascendente en la forma de conocimiento, cultura y
formación, de relaciones, maduración personal y apertura al mundo.
Ciertamente, ir a la universidad es hoy un deber más
o menos ingrato, que se hace sin alegría ni ilusión. Se suele concebir como la
imposición de sacrificar unos años decisivos de la propia vida para obtener
unas credenciales que luego valen de muy poco, incluso para alcanzar algún
trabajo remunerado. En consecuencia, no hay por qué asombrarse de que la
universidad como institución, que era tan prestigiosa hace sólo 25 años, hoy
sea casi universalmente denostada.
Inicio con el presente una sucesión de artículos que
pretenden examinar la realidad de la universidad hoy, yendo a las raíces de la
cuestión. No se tratará en ellos, salvo de manera crítica, de problemas
reivindicativos (tasas, becas, dotación, nueva legislación en lo referido a lo
insignificativo, etc.), y no se considerará a los estudiantes como una
corporación destinada a maximizar egoístamente sus intereses en pugna con los
de los otros sectores sociales. Por supuesto, tampoco se concebirá a esta
institución como una vía de ascenso social, en realidad de desclasamiento, para
las y los jóvenes más avispados de las clases populares.
Las cuestiones a examinar son otras. En primer
lugar, qué es la universidad, a qué sirve y a quién sirve. Después se estudiará
la relación entre la universidad y la verdad, la libertad de conciencia y la
construcción autónoma de la persona. Esto definirá la relación entre ella y los
valores fundamentales de la vida en sociedad y de la existencia privada del
individuo.
También se pondrá al descubierto la vinculación entre
la universidad y el Estado, por cuanto la gran mayoría de las instituciones de
la enseñanza superior son estatales, siendo sus integrantes en tanto que
docentes, catedráticos y profesores, una variante de funcionarios del Estado.
Porque si la universidad estatal y estatizada es la ideal, según algunos, ¿dónde
queda el pueblo? Pueblo y Estado no son lo mismo, aunque sólo sea porque el par
ejército/policía (integrante decisivo del ente estatal) no es pueblo, o al
menos eso parece.
Otra cuestión a tratar es la función de los
estudiantes, y del denominado “movimiento estudiantil” hoy. Hubo un tiempo en que
los estudiante aportaban a las clases populares ideas, saberes y amplitud de
visión. Hoy eso ha desaparecido. La masa estudiantil de la hora presente o vive
en la indiferencia, atenta únicamente a realizarse profesionalmente con la
adquisición de titulaciones, o se moviliza sólo corporativamente. De hecho, no
existe nada que pueda calificarse de movimiento estudiantil en su acepción
positiva.
La actual universidad de masas (no olvidemos que a
ésta acude un tercio de la juventud) se ha desenmascarado en un tiempo muy
pequeño. Presentada hasta no hace mucho como la panacea para la igualación de
las clases y la movilidad social ascendente es ahora un tinglado vetusto,
irracional y carísimo, que apenas produce nada positivo ni nada aporta, y que
moldea negativamente la personalidad de las y los jóvenes, haciéndoles no-creativos,
incultos, dependientes, pasivos, dóciles ante el poder, débiles, egotistas,
solitarios, depresivos, alcoholizados, mutilados (por hiper-especializados),
aculturados, sexistas, inmorales y arribistas.
Quizá lo peor que cabe atribuir a la universidad es
su prostitución de las nociones decisivas de verdad, saber y conocimiento. La
exclusión de la verdad es su tarea primordial ahora, pues los seres que no se
organizan y conforman desde la verdad no pueden ser combatientes por la
libertad, que hoy se concreta en la épica severa y magnífica de la revolución
integral.
Asimismo,
la universidad, la estatal igual que la privada, es la principal realizadora de
la destrucción de la cultura clásica occidental, ya hoy una pieza de museo en
vez de una suma de certidumbres, convicciones, relaciones, emociones, estilos y
hábitos capaz de orientar nuestras vidas, haciéndolas creativas, sublimes y
fecundas. La aniquilación de la cultura occidental es una decisión tomada hace
ya tiempo en las alturas para poner fin a la última traba que el poder del
Estado y del dinero tiene ante sí, unos saberes centrados en la libertad con
responsabilidad, la autoconstrucción del sujeto, la emancipación de la mujer, el
compromiso y la valentía personal, la realización del libre albedrio y el
autogobierno popular. La universidad es un aparato para la aculturación de las
masas, el peor de ellos.
Estos artículos pretenden analizar la trayectoria
del estudiante y la estudiante más conscientes desde su incorporación a los
primeros cursos, mes a mes, para ir diseccionando los procesos de
aleccionamiento, inculcación de hábitos pésimos, pérdida de las ilusiones y
adaptación (o no) a la gran máquina de triturar conciencias y destruir personas
que es la universidad. También se prestará afectuosa atención a esa minoría,
muy reducida pero real, de catedráticos y profesores, que todavía creen en el
conocimiento y hacen su trabajo con vocación y espíritu de esfuerzo y servicio,
porque son las otras víctimas.
Un interés singular se dedicará a la situación de la
mujer, de la estudiante, en la universidad. Dado que el discurso oficialista la
presenta como vía de la emancipación de las féminas, que se incorporan a través
de ella a una “existencia libre y superior”, habremos de comprobar si esta
argumentación es confirmada por los hechos, o si es la cobertura verbal de otra
gran trampa para sojuzgar y deshumanizar más y mejor a las mujeres.
Finalmente, se estudiará qué puede hacer la estudiante
y el estudiante para, una vez metido en la universidad de manera forzosa,
degradarse lo menos posible, aprovechar su tiempo para formarse y madurar, y
para servir a las grandes causas de la verdad, el saber, la libertad, la
autoformación y la revolucionarización holística de lo existente.
Y se pergeñará una alternativa, si la hay, a la
universidad, conforme a la pregunta, ¿qué y cómo ha de ser el esfuerzo por el
conocimiento cierto y la formación integral de la persona en una futura
sociedad libre, autogobernada y autogestionada? Lo cierto es que una sociedad
de la libertad y la verdad no puede tener una institución como la universidad.
Hay que pensar, por tanto, con qué sustituirla.
La frase de A. Dumas que inicia el artículo señala
el camino: crear una sociedad del saber, la verdad y el conocimiento
exclusivamente popular, sin
instituciones educativas.
(Continuará)
Felix dado que hablas sobre las universidades, el saber y el conocimiento aprovecho para preguntarte algo y ya me contestarás cuando te venga bien.
ResponderEliminarEstaba viendo ahora mismo un discurso de Antonio Garcia-Trevijano en el que decía que "En España no hay libertad de conciencia, nos prohiben pensar mediante el consenso". Antonio dice eso y de inmediato cambia de tema sin explica a que se refiere.
Yo no entiendo de qué habla Antonio. Creo que tú si. ¿Nos lo puedes explicar?
"Ciertamente, ir a la universidad es hoy un deber más o menos ingrato, que se hace sin alegría ni ilusión. ..... En consecuencia, no hay por qué asombrarse de que la universidad como institución, que era tan prestigiosa hace sólo 25 años, hoy sea casi universalmente denostada."
ResponderEliminar¿Hace 25 años prestigiosa? ¿Para quién ? Acaso era hace 25 años la universidad no era un centro de " adoctrinamiento y amaestramiento, en un ambiente cada día más enrarecido y envilecido, entre profesores en su gran mayoría desentendidos de lo que no sea aumentar sus ingresos con el menor esfuerzo posible ... la universidad estatal (que no “pública”, pues no es el pueblo quien la organiza y realiza sino los altos funcionarios del Estado español y la burguesía de Estado), que es donde va el 88% de los estudiantes, está en crisis material creciente por escasez grave de fondos."
Entonces hace 25 era "universidad del pueblo", con docentes decentes y esforzados,,,,,,,,,, Te luces cada día más. Tu añoranza del pasado resulta patética y acrítica.
La universidad de hoy es la misma mierda burguesa, estatalista, ultracatólica y desprestigiada de hace veinticinco, cincuenta, cien, doscientos o quinientos años.
Me habeis convencido: cuando necesite una operación a corazón abierto acudiré a un autodidacta. Me ha quedado claro que el autodidacta sabría lo que hace, mientras que el universitario es un ignorante.
EliminarMe temo que no te has anterado del sentido del texto. Cuando dice que la universidad era prestigiosa hace 25 años se refiere a que era "socialmente prestigiosa", segun habían hecho creer a la población, lo que no significa que fuera una institución de valor. Me temo que tu mala interpretación se debe a tu mala predisposición a entender.
EliminarNo me hagas mucho caso, pero lo que yo he entendido es que se refiere al supuesto "prestigio" a nivel social que se le tenía hace 25 años, desde luego no como prestigo en cuanto a calidad de la institución.
EliminarSi te fijas al final del texto dice lo mismo que tú dices en la última parte de tu comentario, que no es posible una educación con instituciones, sino únicamente popular.
Pero esa es mi interpretación, igual me estoy equivocando.
Un saludo,
Héctor.
Yo no me molestaría en hacer entender a los que no quieren entender con razones,¿que para ellos la universidad de masas es buena?Pues que lo demuestren,porque,¿qué sociedad ha salido de esto?
EliminarDejando a un lado factores geneticos (que los hay) podria decirse que un mundo organizado en condiciones y respetuoso con el medio ambiente reduciria muy mucho las afecciones cardiovasculares y otras enfermedades endemicas en el capitalismo como las derivadas del consumo disparado de estupefacientes y alcohol o los politraumatismos de los accdentes de trafico. Seguiria haciendo cirujanos y cirujanas?... por supuesto que si pero la existencia de la universidad como institucion educativa no es condicion indispensable para la formacion de estos y muchos otros trabajadores de la salud. En muchos casos es casi lo contrario, un cenagal de pseudoconocimientos empantanados donde la innovacion y la creatividad son miradas con recelo e incluso se penalizan.
EliminarEl prestigio social del que gozan muchos "profesionales" se fundamenta en la nocion de "carrera" y esta comienza en la universidad y termina en masteres, post-grados, doctorados y el ulterior ingreso en las instituciones estatales o privadas de poder.... llegada al cielo de los cuadros dirigentes y de las "autoridades" en cualquier materia. El falso halo de gloria y filantropia que esconde el mundillo de zancadillas, punaladas por la espalda, avaricia y egoismo de un sector medico endiosado al que le puede mas el prestigio y una cartera siempre llena que el principio de la ayuda mutua para el que supuestamente estudiaron y sacrificaron anos enteros de su juventud. Toda esta ideologia enferma no proviene de la medicina per se sino de la institucion que prepara a los medicos, de la universidad.
Prepararse para cuidar a otros seres humanos, para ayudarles a sanar, e incluso para intervenir en sus cuerpos cuando la situacion se torna critica y no queda mas remedio exige una preparacion ardua y entregada. Esto es asi y no podria ser de otra manera.
Pero la universidad no ayuda sino que estorba en la forja de medicos y cirujanos de una calidad optima sea en el factor humano tanto como en el tecnico.
El contacto directo con la practica de la medicina en los mismos etablecimientos donde esta se desarrolla a traves de una exposicion y ejecucion pro-activa y gradual de las tecnicas medicas segun el grado creciente de complejidad unidas al estudio teorico, tanto a nivel personal como en espacios habilitados dentro de los centros medicos reemplazaria con creces el embuste universitario y lo lanzaria de una vez por todas al basurero de la historia.
“el saber ha sido un instrumento de dominación a través de los siglos. Las clases dominantes, los grupos privilegiados en cada sociedad han retenido como patrimonio privado las formas de sabiduría más sofisticadas según el nivel de cada tiempo. El muro de la riqueza y el muro de la sabiduría han sido los baluartes seculares para preservar el recinto de los privilegiados”
ResponderEliminarEse tufillo elitista contra la "universidad de masas".
Y el muro de la inteligencia y el esfuerzo personal también han contado y cuentan , y mucho, pero claro, eso supone autocrítica...
EliminarTu comentario describe totalmente que os habéis quedado en 1936, o antes...
Por cierto,¿has leído esto en el artículo?:"...Por supuesto, tampoco se concebirá a esta institución como una vía de ascenso social, en realidad de desclasamiento, para las y los jóvenes más avispados de las clases populares"
Pero,¿en serio crees que en la universidad actual se encierra "el saber" en un sentido pleno , o más bien es una fábrica de modelar "progresistas" acríticos?
EliminarEl tener una carrera hace tiempo que a mucha gente no le hace subir"de clase", ni le proporciona conocimientos plenos más allá de los propios de su especialidad... por favor, ni la calle está llena de analfabetos funcionales con carrera, eso por no hablar de que los que si suben"de clase" se acaban convirtiendo en esos burgueses que tanto detestan.
Lo dicho, en 1936 no, antes os habéis quedado, en torno a la segunda revolución industrial.
El prestigio que tuviera antaño la universidad, se debía que muy pocos podían acceder a ella y esto les aseguraba un estatus socio-económico elevado.
ResponderEliminarEl que se haya popularizado, no es totalmente cierto ya que ahora existen universidades de primera y de segunda y más allá de estas prevalecen otras titulaciones que implican gastos considerables, fuera del alcance de en ciudadano medio.
Pero al margen de que dependiendo de en que universidad se titule uno, tendrá un título válido o no, como bien se expone, lo que se persigue no es el conocimiento ni mucho menos la verdad, sino el adoctrinamiento a través de una especialización imprescindible hoy día para ser un esclavo útil de la sociedad industrial.
Salud!
La universidad siempre me ha parecido una burbuja. ¿Cómo es que, siendo la mayor parte del trabajo de carácter manufacturero, hay tantos universitarios, que además se eternizan -conozco muchos casos- con perjuicio para la sociedad pero sobre todo para ellos? Pienso que está relacionada con otra burbuja, la del sector servicios, que según los gurús es la "parte avanzada" de la economía. Pero estaré atento a lo que escriba don Félix.
ResponderEliminar¡Salud!