El
6 de diciembre los poderes del Estado celebran cada año la ratificación de la
constitución española de 1978, texto legal con el que consagraron su dominación
sobre el conjunto de la sociedad. Desde entonces el poder constituido ha
explicado y justificado esta operación política como un gran logro de la
sociedad mediante el que esta conquistó su libertad. Lo cierto es que el pueblo
no redactó dicha constitución y mucho menos aún conquistó libertad alguna con su
instauración. Por el contrario, el Estado español, en su forma franquista,
procedió a reinventarse mediante la promulgación de esta constitución con la
que adoptó una forma liberal-parlamentarista. En todo lo demás el Estado siguió
siendo el mismo, de tal modo que las estructuras de poder del franquismo
pervivieron en el régimen constitucional, a veces con otras denominaciones, al
igual que ocurrió con su personal, numerosas leyes, y la propia élite dirigente
que siguió siendo la misma con algunas nuevas incorporaciones provenientes de
la llamada oposición política. Sin embargo, sigue obviándose el carácter
eminentemente negativo que tuvo la aprobación de este texto constitucional, lo
que desmiente completamente el relato oficial.
La
promulgación de la constitución de 1978 fue en esencia un acto de afirmación
del Estado frente a la sociedad al consagrar la distinción política entre
gobernantes y gobernados, y con ello su función de ente encargado de regular,
supervisar, fiscalizar y controlar a la población sometida a su jurisdicción.
La constitución vino a confirmar en el terreno del derecho una relación de
fuerzas ya existente que con este texto fue renovada al determinar a quién le
corresponde el derecho a mandar, atribuyendo a los organismos del Estado funciones
ejecutivas, legislativas y judiciales, y a quién le corresponde la obligación
de obedecer, en este caso al conjunto de la sociedad. Asimismo, la constitución
concretó en el ámbito jurídico los intereses del Estado al determinar el modo
en el que queda constituido el orden establecido. Juntamente con esto la
constitución se encargó de establecer la tutela del Estado sobre la población,
y más concretamente sobre el individuo, al hacer una serie de concesiones en la
forma de derechos y libertades que sólo pueden ser ejercidos en los términos
por ella establecida y en concordancia con los intereses del Estado. Esto hace
que en la práctica dichos derechos y libertades únicamente sean papel mojado, y
que al ser fruto de una concesión hecha desde arriba puedan ser revocados en
cualquier momento, tal y como el propio texto constitucional contempla.
Por
otra parte, la constitución de 1978 implicó la reorganización de la estructura
interna del Estado con la ampliación de sus poderes al atribuirle una cantidad
crecida de competencias, de forma que este texto no sólo le atribuyó la
titularidad formal del poder sino que también determinó el alcance de su
jurisdicción, y le asignó los medios necesarios para gestionar los ámbitos
objeto de su competencia que desde entonces se extendieron a la práctica
totalidad de esferas de la vida humana. Esto explica el crecimiento en flecha
del Estado con una cantidad ingente de policía (casi 315.000 efectivos sumadas
la policía nacional, las policías autonómicas y las policías locales), ejército
(unos 145.000 militares sumadas las fuerzas armadas y la guardia civil que es,
también, un cuerpo militar), burocracia (en torno a unos 3 millones de
funcionarios civiles repartidos en los niveles municipal, provincial,
autonómico y estatal), judicatura (alrededor de 5.400 jueces y magistrados en
activo), cárceles (178 en total con alrededor de unos 70.000 presos y
aproximadamente 24.000 carceleros), además de unos crecidos servicios de
espionaje con el CNI que cuenta con varios miles de agentes a su servicio,
además de una extensa red de confidentes a todos los niveles de la sociedad,
sin olvidar, asimismo, los restantes servicios secretos del ejército, las
diferentes policías y la guardia civil con sus respectivas redes de informadores.
La
constitución española de 1978 no sólo consagró en el terreno jurídico el
sistema de dominación representado por el Estado español, sino que lo reforzó,
perfeccionó y relanzó sustancialmente de un modo hasta entonces desconocido y
que el franquismo jamás hubiera soñado. Esto ha supuesto una enorme losa sobre
la espalda de los trabajadores y trabajadoras en la forma de una ingente
cantidad de tributos recaudados por el aparato fiscal del Estado, de forma que
un asalariado medio necesita la mitad del año laboral para pagar todas las
cargas fiscales. Pero además de esto el Estado ha conseguido apropiarse de más
del 45% del PIB a través del gasto, lo que le ha convertido en el principal
poder económico. Ninguna empresa del capitalismo privado concentra una mano de
obra de 3 millones de asalariados y unos presupuestos de más de 300.000
millones de euros. Todo esto demuestra que la constitución de 1978 ha
instituido un régimen extremadamente opresivo en el plano económico, político y
social, y que en lo más fundamental dicho texto legal es una flagrante negación
de todas las libertades al haber facilitado el desarrollo y crecimiento
ilimitado del ente estatal. Hoy hay más impuestos, más policía, más cárceles,
más tribunales, más ejército, más burocracia y más espionaje que nunca, gracias
a la constitución española de 1978 y a todos quienes contribuyeron de un modo u
otro a su establecimiento: partidos políticos, banca, patronal, iglesia
católica, medios de comunicación, sindicatos, la corona, la intelectualidad,
los propios poderes del Estado ya citados, además de los poderes extranjeros
que, como la CIA o los servicios secretos alemanes, dirigieron entre bastidores
el proceso político de reconversión del franquismo en parlamentarismo.
El
principal logro del texto constitucional de 1978 radica en haber creado un
Estado policial, además de haber militarizado a la sociedad. Pero juntamente
con esto la constitución ha impulsado el aumento de las capacidades
organizativas del Estado tanto para controlar a la población como para retraer
recursos de esta en la forma de impuestos. Con todo esto la constitución
relanzó el capitalismo privado a una escala nunca antes conocida con
multimillonarios contratos gubernamentales que sirvieron para crear la gran
empresa multinacional española, hoy agrupada en torno al Ibex 35. Hoy nos
encontramos ante un capitalismo privado que no ha parado de crecer al estar
hipersubvencionado por el Estado, y que cuenta con toda clase de privilegios
fiscales y protecciones legales, todo lo cual ha servido para que las cargas
tributarias descansen principalmente sobre las espaldas de los trabajadores y
trabajadoras. Por tanto, la constitución hoy en vigor permite hacer, pasados 40
años de su aprobación, un balance en el que queda claro que ha contribuido a
crear una sociedad cada vez menos libre y más desigual.
El
6 de diciembre es una fecha en la que el Estado conmemora su refundación
gracias a la que incrementó sus poderes y subyugó todavía más al conjunto de la
sociedad, lo cual es presentado como un gran logro que el propio pueblo
conquistó y mediante el que obtuvo su libertad. Sin embargo, el Estado en su
forma liberal y parlamentaria lleva dentro de sí mismo los gérmenes del
totalitarismo que se reflejan en su dinámica interna a través de la hipertrofia
de su aparato de dominación, a lo que hoy se une la introducción de ideologías
totalitarias que, si no se les pone freno, nos conducirán a una distopía social
y política semejante a la de los regímenes fascistas de otros tiempos.
Un
ejemplo de lo anterior es la ideología de género que ha sido asumida de facto
por el Estado, lo que ha hecho que haya abandonado la supuesta neutralidad que
en el terreno ideológico y de las creencias se le supone a todo Estado liberal
y constitucional. Esto ha hecho que las políticas del Estado obedezcan cada vez
más a los dictados que establece dicha ideología, y que como consecuencia de
esto haya sido conculcada prácticamente del todo la libertad de conciencia del
sujeto. Tal es así que cada vez es más difícil criticar públicamente dicha
ideología de género, pues significa exponerse a la persecución política y al
escarnio público de los agentes del Estado y del capitalismo. Todo esto se
ubica en una estrategia más amplia en la que las políticas de género, a tenor de
los efectos que producen, están dirigidas a extender y ampliar el poder del
Estado por medio de diferentes procedimientos entre los que destaca la
judicialización de las relaciones personales y familiares para, de esta manera,
aumentar su control sobre la población y las vidas de las personas con el
propósito de adaptarlas a sus necesidades de dominación. De hecho, hoy
comprobamos que dicha ideología está relanzando el aparato coercitivo del
Estado con el aumento del número de policías, además de tribunales y fiscales
especializados, el endurecimiento del código penal, el crecimiento del número
de presos en las cárceles, la formación de nuevos departamentos y organismos en
el seno de la burocracia estatal, etc., pero también el crecimiento desorbitado
del gasto en materias de género, las campañas mediáticas y los programas
educativos entre muchas otras medidas dirigidas a imponer la agenda de esta
ideología, y con ello someter a toda la sociedad a sus dictados.
En
la actualidad la ideología de género está introduciendo una serie de cambios en
el seno de la estructura del Estado que, de seguir en esta línea, conducirán de
un modo quizá irreversible a su transformación en un Estado totalitario. En
este sentido la ideología de género desempeña una doble función. Por un lado
dirige activamente las medidas políticas que implican a nivel inmediato un
aumento del Estado y la propagación de la violencia a lo largo de la sociedad.
Y por otro lado se ocupa de una labor adoctrinadora dirigida a crear el
correspondiente consentimiento social que haga aceptables todas estas medidas.
Así pues, existen suficientes indicios para deducir que esta dinámica política
y social está dirigida a destruir la sociedad actual, tal y como la conocemos,
para transformarla enteramente en una sociedad completamente atomizada,
compuesta de individuos aislados, impotentes, moralmente degradados, altamente
competitivos y dependientes del Estado. El destino de los hombres de las clases
populares es el presidio donde ser mano de obra cautiva, y semiesclava, al
servicio de multitud de empresas que se benefician de su trabajo como El Corte
Inglés, Volvo, etc.[1]
Mientras que a las mujeres de las clases populares les espera estar sometidas a
la tutela del Estado y depender de sus políticas asistenciales, además de unas
inhumanas condiciones laborales al servicio de la empresa capitalista, lo que
las empujará a la depresión y al suicidio, como de hecho ya ocurre.
Hoy
vemos cómo la ideología de género está generalizando los tribunales de
excepción al mismo tiempo que son subvertidos los principios del derecho penal
con el establecimiento de la desigualdad entre hombres y mujeres ante la ley,
la inversión de la carga de la prueba, etc. La deriva totalitaria en la que se
ha sumido el Estado español ha sido posible dentro del marco político de la
constitución liberal y parlamentarista de 1978, lo que, no sin razón, nos
recuerda que los nazis instauraron su régimen totalitario gracias a la propia
constitución de la república de Weimar que ni tan siquiera necesitaron abolir.
En
términos políticos la ideología de género contribuye a reforzar al Estado tanto
en la ampliación de sus estructuras de dominación como en las políticas que
desarrolla, lo que se concreta en toda clase de medidas dirigidas a destruir todo
tipo de estructura de parentesco. En lo que a esto se refiere la ideología de
género cumple perfectamente su misión como artefacto ideológico dirigido a
construir una dominación omnímoda del ente estatal sobre la sociedad, pues la
desarticulación de las redes de parentesco que son consustanciales a la
sociedad significa su entera desmembración y atomización. Históricamente se ha
comprobado que las estructuras de parentesco han servido para resistir al poder
establecido, como apoyo del individuo, y por ello un impedimento al libre
desenvolvimiento del Estado. Todo esto demuestra una notable coincidencia en
términos políticos entre la ideología de género y el proyecto político
totalitario de Platón explicitado en su obra República, en la que
abogaba abiertamente por la abolición de la familia para favorecer la
identificación y adhesión del individuo con el Estado que, de este modo, pasaba
a ocupar el lugar de la familia. Las políticas inspiradas por la ideología de
género caminan en la misma dirección, de manera que nos dirigimos hacia una
distopía donde la sociedad sólo sea un conglomerado de individuos aislados,
atomizados, solitarios, sin capacidad para resistir el poder del Estado y en
todo dependientes de esta institución con la que se relacionan de manera
exclusiva.
Por
otro lado la acción transformadora de la sociedad que la ideología de género
impulsa se concreta, asimismo, en la construcción de identidades colectivas que
responden a las necesidades de dominación del Estado y de su sistema de poder. En
lo que a esto respecta es notable el desarrollo de nuevas oposiciones binarias
en las que son establecidos nuevos estereotipos que reformulan la identidad
colectiva de las personas, las cuales son despojadas de su humanidad al ser
reducidas exclusivamente a una única dimensión que es la determinada por el
género. Sólo existen los hombres y las mujeres, al tiempo que es definido y
redefinido lo que significa ser hombre y mujer en unos términos de conflicto,
de permanente oposición, como resultado de la supuesta posición de dominación
inherente al varón y de permanente subordinación de la mujer. De esta manera la
individualidad del sujeto es laminada y su personalidad anulada al ser reducido
únicamente a una identidad colectiva construida desde arriba por la ideología
de género, con lo que este queda relegado a su condición de hombre o mujer.
Como consecuencia de esto ya no existen los hombres como amigos, vecinos,
compañeros, hermanos, hijos, etc., sino como elementos opresores que se
manifiestan en la forma de asesinos, violadores, maltratadores, etc., de las
mujeres. Mientras que las mujeres ocupan la posición de víctimas debido a su
condición de mujer en el marco de una estructura social en la que los hombres
ocupan una posición dominante, lo que hace que las mujeres sean discriminadas y
estén en una situación de permanente vulnerabilidad e indefensión derivada de
la posición de sometimiento y subordinación que ocupan en la sociedad.
Toda
esta dialéctica argumental es utilizada para justificar la introducción de la
ideología de género en la formulación, diseño y ejecución de las políticas
estatales, lo que tiene como principal efecto, tal y como ha sido indicado, el
crecimiento del Estado y la propagación de su violencia al asignarle la función
de ente protector de las mujeres, de manera que a esta institución le
corresponde salvarlas de los hombres mediante nuevas leyes y códigos penales
más duros, más policía, más tribunales y fiscales, más cárceles, más campañas
mediáticas y culturales para inculcar la ideología de género y hacer aceptables
estas medidas, más organismos supervisores en multitud de ámbitos (cultura,
economía, educación, etc.), más financiación para una extensa red de servicios
sociales y de grupos de presión vinculados a esta ideología, etc. La ideología
de género demuestra así ser una ideología fuertemente paternalista que promueve
el crecimiento del poder del Estado al afirmar que las mujeres, por ser
mujeres, son más vulnerables y están indefensas, y que debido a su incapacidad
para defenderse deben ser protegidas por la autoridad del Estado. Es una forma
sofisticada y sutil, por medio de la victimización, de decir que las mujeres
son el sexo débil y de promover así su sometimiento al Estado.
El
paternalismo y victimismo son elementos que están presentes en todas las
ideologías totalitarias, lo que no es una excepción en el caso de la ideología
de género. Esto se ve claramente en la transformación de las estructuras
estatales que esta ideología está desarrollando, pero sobre todo en el modo en
el que las políticas de género afectan a la sociedad con la implantación de
unos niveles de crispación e histeria colectiva que no tienen precedentes. Las
campañas mediáticas llevadas a tal efecto han promovido la agenda de esta
ideología y la formación de un fenómeno político de masas que
desafortunadamente nos conduce a un nuevo totalitarismo. En lo que a esto
respecta la propaganda, como forma de manipulación, ha sido una herramienta
crucial para alterar tanto la conciencia de las personas como el estado de
ánimo de la población. En este sentido es interesante constatar que, por
ejemplo, en 2016 hubo oficialmente 44 mujeres víctimas de violencia de género,[2]
mientras que el número de hombres muertos por causas violentas fue de 178, lo
que pone de manifiesto que existe una intencionalidad política detrás de la
magnificación de un tipo específico de violencia en la sociedad. Esta
magnificación justifica la agenda de la ideología de género, y con ella el
crecimiento de los aparatos coercitivos del Estado y el aumento de las medidas
represivas a todos los niveles. Al mismo tiempo sirve para invisibilizar otras
violencias como las que son ejercidas contra otros grupos sociales como los
niños, los ancianos, los propios hombres, etc., así como la violencia ejercida
desde las instituciones, especialmente el Estado y la empresa capitalista,
contra la población en general.
La
propia constitución española de 1978 ha creado las condiciones políticas,
sociales e institucionales favorables para que el Estado español se deslice
paulatinamente hacia la instauración de un sistema totalitario. A fin de
cuentas la introducción de la ideología de género en la agenda política del
Estado ha sido fagocitada por sus propias instituciones, y observamos
claramente que sirve perfectamente a sus objetivos de dominación al justificar
su crecimiento y el aumento de su control sobre la sociedad. Por este motivo el
régimen de 1978, con su constitución, no es separable ni incompatible con la
deriva totalitaria propiciada por la incorporación de la ideología de género a
la política del Estado.[3]
Más bien la ideología de género es un medio al servicio de los fines del Estado
para la transformación de la sociedad conforme a sus necesidades de dominación,
lo que a la vista de los efectos producidos está sirviendo para relanzar al
Estado y al capitalismo mediante su reforzamiento a gran escala. Debido a esto
hoy nos encontramos ante un régimen redobladamente opresivo a todos los
niveles, y que si no es desarticulado continuará por la senda totalitaria en la
que ya está metido produciendo más dolor y sufrimiento en la población.
Así
pues, el 6 de diciembre es un día festivo por imposición estatal para forzarnos
a celebrar la opresión que es ejercida sobre todos nosotros, y aceptar así
nuestra condición de sujetos sometidos, al mismo tiempo que el actual régimen
del 78 nos conduce hacia una distopía totalitaria. Por todo esto el 6 de
diciembre debe ser convertido en un día de denuncia de la constitución
española, del régimen por ella instaurada y de su sistema de dominación. El 6
de diciembre tiene que ser, como todos los demás días del año, un día de lucha
revolucionaria dirigido contra el Estado y el capitalismo, así como contra
todos sus agentes políticos, sociales, culturales, económicos e intelectuales
que de un modo u otro contribuyen a nuestro sometimiento y explotación. Hoy más
que nunca es precisa la revolución para emanciparnos completamente de todos los
poderes que hoy nos atenazan, pues la libertad sólo puede ser lograda por medio
de una conquista revolucionaria que destruya el sistema de dominación actual
para, así, instaurar en su lugar el autogobierno de las asambleas populares y
soberanas y la posesión común de la riqueza.
Félix Rodrigo Mora
Esteban Vidal
[1] Sobre
el negocio que las empresas, y también el Estado, hacen de los presos de las
cárceles es recomendable la lectura de una obra que contiene mucha información
detallada y de primera mano de quien pasó por el calvario de las cárceles del
Estado español. Casellas, Amadeu, Un reflejo de la sociedad, Barcelona,
El Grillo Libertario, 2014
[2] En el
año 2016 el total de mujeres muertas en circunstancias violentas (homicidio)
fue de 104, lo que hace que la violencia de género represente el 42% de las
muertes violentas de mujeres en ese año. Por otro lado hay que tener en cuenta
que las causas de las muertes de mujeres que son englobadas en la violencia de
género obedecen en muchas ocasiones a problemas diferentes como el alcohol, las
drogas, desórdenes mentales, etc., que nada tienen que ver con lo que afirma la
ideología de género. En último lugar hay que señalar que el propio concepto de
violencia de género es muy discutible debido a que significa la existencia de
un tipo de violencia que se produce en una sola dirección, la violencia de los
hombres contra las mujeres, lo que parte de la presuposición de que existe un
género violento, en este caso los hombres, que es el que ejerce la violencia
contra la otra mitad de la población, algo que es totalmente falso. Sobre esto
último nos remitimos al siguiente artículo: Vidal, Esteban, “Poder y Género” en
https://www.portaloaca.com/opinion/9886-poder-y-genero.html
La vida de la mujer tiene tanto valor como la del hombre, pero parece que, a
tenor del discurso de la ideología de género, esto ya no es así. Al mismo
tiempo son pasadas por alto otras cifras inquietantes como que en el mismo 2016
se suicidasen 907 mujeres, cifra parecida a la de años anteriores. Parece ser que
no es importante que las personas, en este caso mujeres, decidan
voluntariamente poner fin a su vida. Entre los hombres la situación es mucho
peor con 2.662 suicidios en 2016, y cifras similares en años previos.
[3] No
hay que olvidar que actualmente todos los partidos políticos con representación
política apoyan sin fisuras la agenda de la ideología de género, y todas las
políticas derivadas de dicha agenda. Esto demuestra, una vez más, que nos
encontramos ante una estrategia del Estado para transformar la sociedad
conforme a sus intereses de dominación, y no frente a una política partidista
coyuntural equiparable a una moda pasajera. Por desgracia la agenda de
ideología de género ha llegado para quedarse independientemente del color
político del gobierno de turno.