En 2016, y por quinto año, España ha logrado superávit comercial, esta
vez de categoría. La causa es el auge de las exportaciones, que han pasado de
278.000 millones de euros en 2007 a 365.000 en 2016, ascendiendo desde el 23%
del PIB al 34%. España es hoy el segundo mayor exportador de la UE, según el
porcentaje del PIB realizado en el exterior, sólo por detrás de Alemania. Si en
2007 exportaban 99.000 empresas, nueve años después lo hacían 148.000.
Es la industria la que
aporta la parte decisiva, en particular los sectores automotriz, químico,
bienes de equipo, farmacéutico y agroalimentario. Se espera que en poco tiempo
logre colocar fuera el 40% de su PIB, con 200.000 empresas exportadoras. Es el
país de la UE, junto con Alemania, que mejor está aplicando la nueva política
de Bruselas-Berlín para crear una Europa re-industrial, delineada en el Libro
Blanco sobre desarrollo económico dado a conocer a principios de marzo de este
año. Como La Unión Europea va a incrementar los gastos militares, el futuro de
esta revolución industrial resulta ser aún más esplendoroso[1]. Las
autoridades económicas, la gran empresa y la gran banca están eufóricas.
Al mismo tiempo, la
pobreza sigue creciendo. Si en 2010 fueron el 10.9% de los trabajadores con
empleo los en situación de severas carencias, en 2015 eran ya el 13.1%, y eso
según datos oficiales. Si en 2010 el porcentaje de la población total gravemente
menesterosa era el 26,1 % en 2015 se había elevado a 28,6%. Los niños que
conocían un estado de indigencia agudo en 2016 fueron el 34.4%, más de la
tercera parte… Hacia 2025 será el 50% del total el que estará en severas
condiciones de escasez material. Ya es un hecho que los salarios reales están
descendiendo año tras año, y que los jóvenes con empleo cobran menos de la
mitad que sus padres por un trabajo equivalente.
La pobreza se está
centrando en la infancia y, sobre todo, en la juventud. Los menores de 35 años
no logran encontrar empleos, padeciendo un índice de paro descomunal, y cuando
consiguen algo es en condiciones deplorables, con sueldos miserables,
interminables jornadas de trabajo, exiguos derechos sociales, etc. La mayoría
de ellos han de vivir de sus familiares, padres y abuelos sobre todo, sin posibilidades
de emanciparse y tener hijos. Cuanto más avance el modelo exportador más
crecerá la pobreza obrera y popular, pues más y más bienes serán enviados
fuera, aumentando la escasez dentro.
¿Qué significa todo
esto? Que el sistema estatal y capitalista está imponiendo el conocido modelo
tercermundista exportador a la economía española. Su objetivo es logran
beneficios muy altos en el exterior pagando salarios muy bajos en el interior,
lo que equivale a ir reduciendo la sociedad de consumo con Estado de bienestar preexistente
para imponer el modelo chino, que es el de Singapur, Bangladesh, Sudáfrica,
India y varios otros países.
Uno de los obstáculos
para el triunfo definitivo de ese modelo es la solidaridad familiar, que
permite que todavía una parte importante de la juventud y adolescencia no se vea
imperiosamente forzada al precariado porque la ayuda de la familia les protege.
Para superar este estado de cosas hace unas semanas el grupo parlamentario de
Podemos ha presentado un proyecto no de ley sobre “muerte digna”, en realidad para extinguir (“pasar a mejor vida” se decía antes) a una porción de los jubilados
que mantiene a sus hijos y nietos, haciendo que éstos se vean abocados a
admitir cualquier empleo y casi cualquier salario, lo que convertiría definitivamente
al país es una copia europea de, pongamos por caso, Bangladesh…
La instauración definitiva
del modelo chino de economía se hará con la llegada de la izquierda al gobierno,
lo que sucederá en uno-dos años. Esa tarea no puede hacerla la derecha, sólo la
izquierda. Para entonces el PP, ya en minoría en el parlamento, no podrá seguir
gobernando y convocará elecciones, que gracias al apoyo descomunal de la
televisión y la prensa burguesas, ganarán el PSOE y Podemos, con el añadido de
ERC, Mareas, CUP, etc. Entonces, igual que ha hecho Syriza en Grecia, se completará
la tercermundización del país, con gran daño para el 70% de su población pero
con grandes beneficios para el 30% restante, especialmente para los muy ricos,
el 1%, y para el Estado, que está incrementado los ingresos fiscales. La meta
secreta es que las exportaciones sean el 50% del PIB en 2025. Con eso la
competición global con China empezaría a tener visos de ser ganada…
Eso significa salarios
de 500-600 euros por 11-14 horas de trabajo seis días a la semana, quitar la
vida a una parte creciente de los pensionistas (probablemente, por
sobremedicalización y aplicando a lo grande la legislación sobre “muerte digna”,
lo que situaría el exceso de fallecimientos en unos 250.000 por año), la
reducción en un 30% al menos (y quizá incluso del 50%) de las pensiones[2],
drásticos recortes en educación, sanidad, etc. Como la natalidad caerá, con
todo ello, a niveles insostenibles, quizá incluso por debajo de un hijo por mujer,
se acelerará la importación de mano de obra inmigrante, sobre todo musulmana,
tal vez 8 millones de personas en el periodo 2018-2025, lo que dejará a la
población autóctona convertida en una minoría étnica acosada por el racismo
antiblanco y el odio cultural, en fase de liquidación biológica, como está
sucediendo con los blancos pobres en EEUU, lo que culminará el proceso de
sustitución racial y limpieza étnica comenzado hace 30 años. Además, la masiva
emigración, conforme al modelo alemán de importar más de un millón por año,
contribuirá decisivamente a que los ingresos caigan todavía más, hasta los
salarios de hambre, lo que ya está sucediendo en un número creciente de casos,
para los jóvenes.
Es el momento de
establecer una línea estratégica de actuación.
La acción institucional
no puede llevar a nada positivo, ni servir para nada bueno. La izquierda, vieja
y nueva, ya está mostrando para qué sirve, y aún le queda por desplegar su lado
más terrible, como copia de Syriza en Grecia. La derecha populista, que ha
suscitado esperanzas en amplios sectores de la clase trabajadora, abandonada
por todos, es no menos incapaz de actuar. Trump en EEUU está llevando una línea
de acción en su país que puede resumirse en una palabra: nada, y lo mismo sus
amigos europeos. En todas partes las instituciones se han vuelto totalmente
rígidas e inhábiles para cualquier cambio positivo, incluso el más reducido, logrado
por procedimientos legales y parlamentarios.
Ha llegado el momento de
la acción desde abajo y desde fuera de las instituciones, de poner en
movimiento a la sociedad civil, a las clases populares, al margen de
elecciones, partidos políticos e instituciones.
Cinco son las vías sustantivas
de acción: 1) la movilización popular permanente y enérgica, 2) la creación de
un vastísimo tejido social de ayuda mutua global, 3) la autoconstrucción de un
tipo de persona capaz de hacer frente a lo que ya hay y a lo que habrá, 4)
vivir ya, sin esperar, e imponer la propia vida, 5) crear conciencia en la
sociedad, por todos los medios a nuestro alcance.
La primera cuestión tiene
que llevar inicialmente al temor y luego al pánico a las élites del poder. Hay
que comenzar lo antes posible, no sólo con acciones colectivas, con
movilizaciones y luchas en las empresas, en los centros de estudio y en las
calles, sino también con intervenciones individuales, que pueden ser
extraordinariamente efectivas, sobre todo si las hacen al mismo tiempo miles o
cientos de miles de personas. Se requiere idear formas inteligentes y
efectivas, muchas, de boicot, de sabotaje, de resistencia, de hostilidad en
actos, contra la gran patronal y las instituciones. No hay que esperar a que se
creen organizaciones ni movimientos; uno por sí mismo, a solas o con algún
amigo, puede hacerlo desde ahora mismo, y luego proceder a asociarse. Cuando todo
eso amenace con poner en peligro el rutilante proyecto de una economía de
exportación hiper-rentable aquellas élites aflojarán la presión y renunciarán a
los salarios de hambre y la precariedad.
La juventud debe
entender que ha sido engañada y se ha dejado engañar, al haberse dejado
convertir en una masa pasiva y sumisa de “buenos chicos” centrados en el
inglés, la informática, los estudios, los máster, internet y los viajes,
creyendo que puesto que era “la generación mejor preparada de la historia” (sic)
serían razonablemente remunerados. Pero no, se les está tratando como a
esclavos, empujándoles hacia un abismo de miseria y trabajo degradado
incesante, o paro crónico sin esperanzas. La solución es provocar una tempestad
permanente, un ciclón que no cese de resistencia y boicot social descomunal,
que ascienda y ascienda hasta sembrar el terror en las clases gran-propietarias
y mandantes. Hay que recordar que el bienestar material que ha tenido, y
todavía conserva, la generación hoy mayor fue conquistado en la calle durante
la Transición política del franquismo al parlamentarismo (1974-1978), con un
grado enorme de acción, de combate y resistencia. Ese es el camino. En la
acción combativa e insurgente presente y futura la función de las mujeres
jóvenes puede y debe ser decisiva.
Es determinante que
nadie se vaya fuera, que nadie emigre. Primero porque vamos a conseguir salvar
del genocidio económico en curso a las clases populares del país, dado que
podemos establecer las condiciones para, empujando con fuerza desde abajo,
hacer posible una existencia relativamente desahogada para todos. Segundo
porque la emigración es siempre un hecho miserable e inmoral, un admitirse a sí
mismo como mano de obra, como un esclavo voluntario. Tercero, porque la
situación por ahí no es mucho mejor que aquí, con el añadido del desarraigo,
muy duro de llevar. Si logramos crear un ambiente de esperanza en el futuro la
emigración de la juventud cesará, e incluso muchos de los que se han ido
volverán.
La lucha individual y
colectiva tiene que ser complementada con la resocialización de la vida
colectiva. El pasado de egotismo, insolidaridad, frivolidad interpersonal,
atomización, frialdad emocional, deserotización, incapacidad para la convivencia
y esperarlo todo del avieso asistencialismo del Estado de bienestar debe ir
desapareciendo. Los sistemas de ayuda de unos a otros, que pueden y deben
adoptar cientos de formas concretas, tienen que volver a estar activos. La
mutua asistencia y la cooperación, la solidaridad y el ayudarse, la amistad, la
familia renovada y el compañerismo, el quererse y el apreciarse, la cortesía y
la simpatía, son otra de las grandes respuestas a la crisis, la más valiosa
civilizatoriamente. Si el Estado de bienestar está próximo a la quiebra el
buscar la supervivencia personal y grupal con procedimientos fraternales, bien
pensados, imaginativos y habilidosamente ejecutados, es lo adecuado. En las
circunstancias presente, y más aún en las que vendrán, el amor nos salvará,
literalmente. La solidaridad popular va a ser necesaria, también, para el apoyo
a los afectados por la represión estatal y patronal, que serán muchos. La
represión nos hará más fuertes, al forjarnos en el sufrimiento y la épica. No
hay que temerla.
El tercer elemento para detener
y revertir la instauración de una sociedad tercermundista de exportación basada
en la precariedad y la pobreza es la autoconstrucción de sí mismo conforme a lo
que está sucediendo, a la realidad, con el fin de hacerse apto como persona
para desafiar los nuevos retos. No todo es ni puede ni debe ser colectivo: el
individuo cuenta, y muchísimo depende de su valía y calidad autoconstruidas.
Así que cada cual debe ponerse ante el espejo y comenzar a meditar sobre en qué
mejoras del propio yo tiene que trabajar, acerca de qué cualidades y virtudes necesita y
desea cultivar en sí mismo. Lo apropiado es escogerse y hacerse como individuo
moral que practique de forma autoexigente una ética acorde con los tremendos pero
esperanzadores tiempos que corren, que le autoconstruya como persona
inteligente, segura de sí misma, valiente, sociable, fuerte, dinámica, generosa
y alegre.
La cuarta línea de
acción es comenzar ya a vivir con plenitud, aceptando como algo dado pero no
necesariamente trágico y ni siquiera negativo en sí que la vida de la
generación joven no va a tener, en general, el grado de bienestar y consumo que
la de sus padres, y que eso no significa que no pueda vivir satisfactoriamente,
aunque en otro nivel inferior o muy inferior de ingresos y gastos. No hay que
esperar, por ejemplo, para tener hijos, mucho menos renunciar a tenerlos.
Primero porque la supervivencia misma de la sociedad demanda llevar la
natalidad hacia arriba. Segundo, porque con el colapso del Estado de bienestar
sólo sobrevivirán, a 20/30 años vista, los que tengan 2-3 hijos y los eduquen
en el servicio, la austeridad, el esfuerzo, la responsabilidad, la fortaleza,
la libertad y el amor. Ellos atenderán a sus padres, que son los jóvenes
actuales, porque el Estado de bienestar no lo va a hacer, al estar ya en
semi-quiebra: véase lo que está sucediendo en Grecia. No, no hay que esperar,
en general, para vivir como seres humanos. Hay que imponer la propia vida y
luego pelear por ella, haciéndose un hueco. Sin aguardar a lo que suceda lo que
no va a suceder, que las cosas mejoren por sí mismas, pues si no intervenimos
irán a peor más y más y más.
La quinta reside en
librar la batalla de las ideas, ganando a la opinión pública para la causa
popular y revolucionaria. También en esto hay que actuar desde ahora mismo con
los recursos disponibles, tratando los grandes problemas de nuestro tiempo con
rigor, verdad, responsabilidad y objetividad, con energía, valentía,
positividad y moralidad. Hay que producir ideas, argumentarios, análisis,
formulaciones, diatribas, piezas oratorias, videos, libros, artículos, arengas,
pensamientos, poemas… Hay que movilizar la reflexión y las capacidades
comunicativas, con respeto a la libertad de expresión de todas las partes, sin
violar jamás la libertad de conciencia de nadie, para ganar por verdad a la
mayoría para un proyecto de la sociedad y el ser humano cualitativamente mejor
y superior al actual.
Con estas cinco líneas de
acción, y con alguna más que vaya inventando la creatividad popular (en la que
debemos confiar), vamos a lograr revertir bizarramente la situación actual. Lo haremos.
Tenemos que enfrentarnos a unas condiciones que son, en un sentido, temibles e
incluso pavorosas, desde la esperanza y la alegría. Mantener este estado de
ánimo ha de ser un acuerdo previo, un axioma, a establecer entre nosotros y
cada uno consigo mismo. Además, la colosal crisis en desarrollo que padece
Occidente va a brindar a la juventud la oportunidad de madurar, de hacerse
seres humanos capaces, épicos y responsables, de promover gigantescos cambios
en la sociedad y en el individuo, que sumados, son una revolución.
No hay que tener miedo, al contrario, hay que
confiar en sí mismo y en los iguales, sabiendo que en las situaciones difíciles
es donde sale lo mejor de uno, donde emergen habilidades, capacidades y
cualidad que en los tiempos de bonanza están dormidas e inactivas. Todo ello nos
permitirá vivir una existencia superior, de sabiduría, esfuerzo, combate,
pasión, intensidad, satisfacción y dinamismo. Así pues, alegría y más alegría.
[1]
En “La
economía y la transformación integral”, 83 páginas, abril de 2015,
disponible en la Red, ya señalé que ésta era la línea económica que seguiría el
gran capitalismo europeo y español. Los acontecimientos han confirmado mi
análisis que, no obstante, necesita ser actualizado.
[2]
El libro “Abuelo, ¿cómo habéis
consentido esto?” de Joaquín Estefanía, destacado intelectual de la
izquierda, acusa a la generación mayor de los males que padecen los jóvenes, lo que es una política, mantenida desde hace
tiempo, para enfrentar a unos con otros. Además, culpa a los “abuelos” de lo
que han hecho los políticos, los altos funcionarios, los grandes empresarios y
los burócratas de Bruselas a las órdenes del imperialismo alemán, cuando son
aquéllos los que en cientos de miles de casos mantiene a sus nietos, en lo que
es una emocionante expresión de afecto y amor. El libro carece de calidad,
siendo un corta-y-pega deleznable que manifiesta la obsolescencia intelectual de
aquella ideología, ya de manera explícita convertida en sostenedora de los
intereses de los muy ricos y de las clases medias bienestantes, con olvido de
los trabajadores y los pobres.
Pero además hay que resistir o luchar contra todas las trampas y problemas que causará el estado si, (ojalá así sea), la cosa marcha. Porque no vasta con desear la libertad y estar dispuestos a luchar por ella, el esclavista usará todos los medios a su alcance para mantenernos presos y callados y no solo hablo del látigo, a veces "la tele" (propaganda adoctrinadora) es más dañina por ser más difícil de identificar como contraria a nuestros intereses y por tanto de combatir.
ResponderEliminarUn saludo.
Comparto plenamente el diagnóstico, y discrepo totalmente con la solución, que a la sazón me está pareciendo contradictoria con el discurso habitual de rechazo a las reivindicaciones materiales, y tan tradicionalista, que me repele instantáneamente.
ResponderEliminarNo creo que haya que tomar ninguna medida frontal. No creo que haya que hacer ruido alguno. Más bien todo lo contrario.
El ruido solo servirá para sacar del letargo en el que están cayendo las elites, y avivarlas.
Para motivarlas a reunificarse, y posponer las diferencias que las debilitan.
No por nada es un principio ancestral el de la 'no acción'. El wu wei, el actuar sin actuar.
Oponer resistencia es condenarse a recibirla.
En cambio, yo haría un llamado silencioso a persistir en el camino de la revolución interior. De la retirada al campo, a re-aprender a vivir. A reconstruirse como humanos. A vivir en comunión con los otros, al esfuerzo cotidiano, a la renuncia del confort físico, y demás plagas que nos han degradado.
En definitiva a replegarnos a "las montañas", que en estos tiempos serán los pueblitos perdidos y hasta abandonados de españa (y el mundo), que el sistema todavía no sabe como explotar.
Habrá que vivir allí por 3 generaciones, consolidando una forma de vida autónoma, sólida, sana y humana, antes de estar en condiciones de resistir a las 7 plagas que vienen azotando a la humanidad desde hace tantas eras! (El poder sobre los iguales, la organización piramidal de todo, lo institucional como forma transgeneracional y supra-humana del poder, que traen el egoismo, la esclavitud y demás desvirtudes, etc).
Resistirlas en silencio y sin ruido, como los mamíferos primeros (pequeñas musarañas en sus madrigueras) en las épocas de los dinosaurios, esperando que la escencia humana sea una fuerza auténtica capaz de sostenernos en el tiempo, y propulsarnos a algo nuevo más allá de todo lo conocido, cuando llegue el momento.
Carrera que se juega contra el tiempo frente al avance implacable de la robótica y la inteligencia artificial. Entidades que la ambición de poder de algunos va a desatar sobre la humanidad como la mayor de las pestes jamás imaginadas, y al modo de Frankenstein, se volverá contra su creador. Fuerzas que el autor de este blog, se niega a considerar seriamente, a pesar de la incuestionable avidencia acumulada de que es factible, y que de hecho, hacia allá vamos.
Es el sueño de las elites construir robots que las sirvan de una forma tan incondicional que todavía no han visto en humano alguno. Creen que pueden hacerlo, y hacia allá se dirigen desde hace 200 años...
¿Vamos a distraernos con rencillas sobre salario, y peniones, cuando lo que está en juego es la propia condición humana del ser? ¿No habrá mejores salidas...?
Veo que al admin no le gustan las discrepancias...
ResponderEliminarLástima, hubiese sido un interesante planteo para debatir...
Heriberto lo que cuentas ya está inventado, se llama fascismo, y aprovecha la estupidez humana para crecer.
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