El rey de España ha cancelado su viaje a Arabia de los Saud. La causa verdadera
ha sido el fuerte rechazo que había suscitado por muchos motivos, entre ellos
el conocimiento de que los Saud, probablemente la familia más rica del planeta
hoy[1],
financian las operaciones de terror que lleva adelante el islamofascismo en
todo el orbe, también en Europa, lo que es expresión del militarismo,
expansionismo e imperialismo musulmán histórico que aquéllos alientan ahora en
su propio beneficio. Cuando los Borbón no se han atrevido a visitar a quienes
les llevan decenios suministrando fondos hemos ganado una batalla por la libertad.
Arabia es hoy propiedad
de una familia, los Saud, que han añadido su nombre al del país para manifestar
que es su pertenencia, algo portentoso, pues aquélla es del pueblo árabe y no
de unos grandes capitalistas que prosperan a la sombra del imperialismo
occidental. Es como si nuestro país se llamase España Borbónica…
El régimen político saudí
es una teocracia gran-burguesa y empresarial multinacional. En él no existe
ninguna libertad, ni verdadera ni formal. No hay en absoluto libertad de
conciencia, pues todos son obligados a ser musulmanes. La libertad de expresión
es cero, igual que la de asociación y reunión. Las prerrogativas individuales naturales
no son respetadas, siendo un Estado policial terrorista. Soporta una completa
ausencia, por tanto, de libertad política (el árabe medio está excluido de cualquier
participación, siquiera sea nominal, en la vida política) y libertad civil.
Padece el peor patriarcado de la historia de la humanidad. No existen las más
elementales garantías procesales, y la gente es caprichosamente encarcelada,
torturada y ejecutada, estando a merced de la terrorífica policía religiosa
musulmana. Nadie puede oponerse a la familia Saud ni a las injusticias del
régimen teofascista. El clero islámico lo domina todo, no habiendo ni tan sólo alguna
división de poderes. Las demás religiones están prohibidas a la vez que los
ateos y agnósticos son asesinados. Lo mismo los homosexuales, siendo incluso
más perseguida la libertad erótica heterosexual. La numerosa población
inmigrante es sometida a un régimen de desprecio racista y violencia cotidiana.
Su política exterior se fundamenta en dos componentes, comprar a todos con los
petrodólares y alentar las peores formas de violencia religiosa. A la vez, la
familia Saud (unas 10.000 personas), lleva una vida de bacanal, dentro y fuera
de Arabia, con consumo habitual de alcohol, drogas, manejo de prostitutas, etc.
Lo más significativo es que hasta hace muy poco las potencias occidentales
habían establecido la prohibición de criticar a los Saud y discrepar del islam.
Ahora ya no, o mucho menos…
Se dice que es “una
monarquía absoluta” pero ¡qué más quisiera el pueblo árabe que fuera así! Tampoco
es un régimen “medieval”, entre otros motivos porque existe sólo desde 1932
cuando fue creado por los ingleses, que hicieron de los Saud, unos bandoleros del
desierto, sus representantes en Arabia. Además, sus miembros han estudiado en
universidades occidentales, acumulan numerosos títulos y diplomas, utilizan la
tecnología más vanguardista, hablan en inglés entre ellos y nada en absoluto
tienen de “medievales”, salvo en lo folklórico. Es un régimen neo-fascista ultra-moderno,
tecnocrático, empresarial, bancario y productivista, de base clerical y
religiosa, que resulta jurídica y políticamente indiferenciable del de Franco, salvo
en que es más brutal, oscurantista, arbitrario y opresivo. Su fundamento es el
mega-capitalismo financiero surgido del petróleo. Los Saud disponen ya de
varios fondos de inversiones situados entre los más grandes del planeta y están
preparando otro más, éste con dos billones de dólares de capital, que será, con
mucho, el mayor existente, lo que les convertirá en fuerza empresarial decisiva
a nivel mundial. Así, islam y capitalismo mundializado se unifican.
Comencemos por el principio. El 14 de febrero de
1945 en el barco de guerra de EEUU “USS Quincy” se entrevistan el rey de Arabia,
Abdul Aziz, una criatura del colonialismo inglés, y el presidente
estadounidense F. D. Roosevelt. No se hizo una declaración sobre lo acordado pero
se puede conocer a partir de los hechos posteriores. En esa fase final de la II
Guerra Mundial la preocupación cardinal del imperialismo yanki era impedir la
oleada de revoluciones y probables triunfos del comunismo que se anunciaban en
la ya inminente derrota de las potencias del Eje, Alemania, Italia y Japón.
Para asegurar el dominio occidental en los países de religión musulmana, donde
había entonces poderosos partidos comunistas y organizaciones
antiimperialistas, los EEUU entregaron a los Saud el poder económico inmenso que
otorga el petróleo (aunque compartido con las compañías occidentales) a cambio
de que actuasen como fuerza anti-revolucionaria pro-occidental con su religión
como fundamento. Tal es el origen del emporio actual de los petrodólares.
Los estadounidenses conocían cabalmente los muchos
servicios que habían proporcionado el clero musulmán y el islam a Occidente
desde hacía siglos. Sabían que Franco había ganado la guerra civil sobre todo gracias
a la oligarquía musulmana clerical norteafricana y buscaban relanzar esta estrategia[2],
expandiéndola por todo el planeta, con fines anticomunistas y neo-fascistas. De
esa manera, los Saud, que eran unos reyezuelos insignificantes, gracias al
petróleo se hicieron una potencia mundial que usaron, entre otras muchas metas
liberticidas, para sostener al franquismo en el plano internacional. Su función
era reorganizar la religión musulmana, sacarla de su estado de postración y
semi-liquidación para convertirla en una fuerza de choque en la “guerra fría”,
haciendo que se sometiera en todo lo importante a EEUU. De ese modo el islam se
hizo religión oficiosa, o de facto, del imperialismo occidental.
Durante un tiempo, debido a que el precio del
petróleo era bajo, el poder de los Saud, por tanto, del clero musulmán a escala
planetaria, fue reducido. Esto cambió en 1973, cuando aprovecharon la guerra
entre los Estados árabes y la entidad sionista para elevarlo bruscamente,
agitando demagógicas consignas, enteramente falsas, “antiimperialistas” y
“antisionistas”. La causa real estribaba en que para esa fecha EEUU era derrotado
en Vietnam, esto es, estaba perdiendo la guerra global contra la Unión
Soviética, lo que exigía otorgar más fondos a los aliados-subordinados
musulmanes para que los usaran con fines anticomunistas. De ahí resultó la
acción conjunta en Afganistán a partir de 1979, que asestó el golpe de gracia
al imperialismo soviético, ya previamente agonizante. Para entonces el islam
había proporcionado a Occidente servicios decisivos, como la represión genocida
del comunismo en Indonesia en los años 60 del siglo pasado, y luego, en
1979-1982 sobre todo, las aterradoras matanzas de trabajadores comunistas y
revolucionarios que efectuó en Irán la “revolución islámica”, por citar sólo
los dos casos más conocidos pues hubo muchos más.
Vencedor en Afganistán, el bloque islam-EEUU entró
en una fase nueva. Por un lado estaba la descomunal acumulación de capital
monetario que había tenido lugar en Arabia y otros mini-Estados próximos, lo
que hacía pensable un nuevo imperio mundial del islam, esta vez financiero. Por
otro lado, en parte supuesta y en parte real, decadencia y desintegración de
EEUU, lo que llevaba a algunos prebostes saudíes a acariciar la fantasía de que
podrían derrotarlo, igual que habían hecho con el imperialismo comunista en
Afganistán, elevándose a la categoría de primera potencia planetaria.
De ahí resulta el 11-S, en 2001. Al parecer, no fue
la totalidad de la clase alta de Arabia, de los Saud, sino una parte de ella la
que planea y realiza el ataque, un acto aventurero pasmoso por el cual probablemente
los Saud terminen derrocados a unos pocos años vista. Habían llegado a tener muchísimo poder con
los cientos de miles de millones de dólares y con la pretendida adhesión de los
1.500 millones de musulmanes existentes (aunque éstos se han manifestado
siempre cautos y refractarios, pues se saben carne de cañón de sus dominadores
teócratas, de manera que las llamadas a la “guerra santa” sólo han sido
respondidas por minorías insignificantes), y se creyeron dueños de la situación.
La respuesta de EEUU a esta rencilla entre hermanos
enemigos fue inicialmente cobarde y lenta. Al publicar el informe oficial sobre
los actos de terror del 11-S declara secretas las páginas en que se describe la
responsabilidad de los Saud en la matanza. Con todo, EEUU comprende que tiene
por aliado a un grupo extremadamente violento y fanático, y que ha de irle
restando poder económico, político y estratégico. Para ello organiza la guerra
contra Irak en 2003, derrocando a los suníes en el poder y poniendo a los
chiíes, en lo que es una confluencia con Irán, el adversario secular de Arabia,
haciéndose además con el control directo del petróleo de este país. Pero sobre
todo, se encamina a desmontar el descomunal poder de los Saud en el terreno
monetario. Para ello logra la autosuficiencia petrolera, se sirve del crudo
iraquí, promueve en todo el mundo las energías renovables, el carbón, los
biocombustibles, las nucleares, etc., de manera que los Saud ven caer el precio
del petróleo, y con él sus ingresos. Para 2015 tiene por primera vez una fuerte
deuda estatal, lo que se repetirá en 2016. Los EEUU les han organizado una
guerra en Yemen al azuzar en secreto a los chiíes huthíes, que les está causando
muchos gastos extra, además de bastante bajas: es su venganza por el 11-S.
Finalmente, suscribe una alianza global con Irán, que ha provocado gran
inquietud entre los Saud. Su Estado de bienestar cada vez tiene menos recursos
y el descontento crece en el interior de Arabia por lo que, probablemente, el
destino de los Saud será similar al de Gadafi. Con su desplome el islam
padecerá una crisis colosal, inmensa. Lo dice el refrán: quien a hierro mata a
hierro muere. El 11-S fue más que un grave desacierto del análisis estratégico,
una locura de gentes endiosadas… que están ahora pagando. Y lo que queda por
venir.
Es ahí donde debe situarse la suspensión de la
visita de Felipe VI a los Saud[3]. Tras
años y años de estar todos de rodillas delante de ellos, se produce un cambio
de tendencia. Incluso los jefes de la izquierda española se han lanzado a
criticar a los Saud, algo impensable hace sólo un quinquenio, y que se explica porque
ya no les llegan los petrodólares con los que fueron comprados -literalmente-
en el pasado. Igual acontece con los intelectuales progresistas, entregados a
la sempiterna loa del islam y de al Ándalus para atrapar las bonificaciones de
los saudíes[4],
que ahora de manera súbita descubren que ésas no llegan, y que además la línea
de EEUU está cambiando en esta cuestión…
Un asunto que tiene asimismo significación estratégica
es el del ciudadano árabe Raif Badawi, condenado en 2014 a recibir mil
latigazos (o sea, a morir a golpes de rebenque), acusado de haber “insultado al Islam”. Pero los Saud no
se han atrevido a ejecutar el total de la sentencia, aunque mantienen a Badawi
encarcelado, lo que es un signo de debilidad. Aquél, en su libro “1.000 latigazos porque me atreví a hablar
libremente”, consuma una inculpación formidable del clero islámico, al que
considera responsable de la situación de tiranía extrema que padece el pueblo
árabe. En torno a este asunto, y a otros, se está constituyendo una oposición
al teofascismo saudí que en su momento ocasionará un vuelco político.
La actual posición de EEUU y la UE sobre Arabia de
los Saud es todavía ambigua, aunque evoluciona hacia un creciente distanciamiento.
Aún sigue pesando mucho el pacto suscrito entre EEUU y el islam en el “USS Quincy”, si bien la violencia
extrema de su aliado, y su descomunal codicia financiera e inversora, les
distancia. El imperialismo de Occidente sigue necesitando al islam, del que los
Saud son la cabeza visible, para tres grandes tareas estratégicas: 1) controlar
a las masas en los países donde es la religión del Estado, 2) islamizar a la
UE, como la forma más efectiva de llevarla hacia políticas de extrema derecha,
3) competir con China en el plano global, tarea que Occidente no puede efectuar
únicamente con sus propias fuerzas. Por tanto, no se decide a romper del todo,
al menos por el momento, aunque sí a rebajar los humos a su compadre. Si la arrogancia
e insania extremas de los Saud continúan es probable que Occidente prescinda de
ellos, pues son sólo su instrumento, promoviendo un cambio de régimen en
Arabia. En esto contará mucho la acción popular mundial, de movilización y
denuncia contra el teofascismo, sus publicistas locales (por ejemplo, los
devotos de al Ándalus), sus inversiones y, sobre todo, sus agentes del terror.
Durante años Amnistía Internacional ha denunciado en solitario las violaciones
atroces de los derechos individuales y colectivos que han estado cometiendo los
Saud pero ahora hay cada vez más voces críticas.
La respuesta del clan de los Saud a la ofensiva
económica de EEUU, que alcanzará su cénit en los próximos años, cuando el
petróleo iraní llegue en grandes cantidades a los mercados, ha sido el programa
“Visión Saudí 2030”, dirigido a
reorganizar su economía en las nuevas circunstancias. Pero sus resultados
probablemente sean escasos. La economía de Arabia es la de un país exportador
de materias primas, crudo y gas, con un enorme sector financiero y un muy débil
aparato productivo, industrial y agrícola. En su contra tiene la completa falta
de libertad, que ha originado una degradación enorme de la calidad media de las
personas[5],
así como el descomunal peso del fanatismo religioso, todo lo cual es
difícilmente compatible con un proyecto económico exitoso, como denuncia
Badawi. Además, gasta enormes sumas en propagar por todo el mundo la religión
musulmana, edificar mezquitas, pagar conversiones, etc., dispendios que ya no puede
mantener al nivel que en el pasado[6].
Es, asimismo, un régimen militarista.
En 2011 sus gastos militares fueron el 9,3% del PNB,
muy por encima de los de Estados Unidos, 3,8%, Rusia, 4,1%, o Alemania, 1,4%. Sólo
es superado por Omán, otro de los Estados musulmanes sustentado en los
petrodólares, que alcanza el 11,3%. Dado que el islam otorga a la violencia una
función desmedida en la vida social, se comprende que el aparato militar y
policial de los países islámicos sea más que excesivo, lo cual contribuye a
dañar su economía y a empobrecer a sus clases populares. Si aquel proyecto, “Visión Saudí 2030”, no da los
resultados esperados los Saud estarán en una situación delicada. A ello
contribuye bastante la asombrosamente desigual distribución de la riqueza que
hay en Arabia, con una minoría riquísima, los Saud y sus patrocinados, y unas
masas que sobreviven con limosnas del Estado.
Esto es un rasgo estructural de todos los países de
religión musulmana, en los que existe un abismo enorme, al parecer el mayor del
planeta, entre pudientes y trabajadores, entre ricos y pobres, estado de cosas
que impide que el clero islámico tenga credibilidad suficiente, máxime allí
donde no hay recursos petroleros ni, por tanto, beneficencia estatal
“redistribuidora”, lo que le obliga a usar la violencia diaria contra sus
poblaciones como principal herramienta de acción política, por ejemplo,
obligando a la gente a palos y a estacazos a entrar en las mezquitas, hecho
habitual en Arabia. Esa limitada capacidad movilizadora de la clerecía musulmana
ha sido observada por Occidente, hoy un tanto decepcionado. La llegada de D.
Trump a la presidencia de EEUU será, seguramente, la ocasión para introducir
virajes estratégicos de importancia en la relación con los Saud y el islam.
En política exterior el islam le viene muy bien a
EEUU y sus colegas europeos para realizar determinadas estrategias regionales.
Es el caso del Estado Islámico de Irak y Siria, hijo de ellos dos y los Saud.
Sus objetivos fueron frustrar con el fascismo islámico la revolución popular en
Siria, atacar la lucha de los kurdos por su emancipación, golpear al régimen de
al Asad para forzar a su protector, Irán, a ceder (como así ha sido) y
desgastar a su rival, Rusia, en una conflagración regional. En consecuencia,
los planificadores estratégicos de EEUU no se deciden a desprenderse de los
Saud, sin los cuales no pueden manejar lo bastante al islam según sus
necesidades.
No obstante, los indicios de que está ganando adeptos
la opción de replantearse el acuerdo ente Occidente y el islam de 1945 son cada
vez más numerosos, estado de ánimo que también se manifiesta como oposición
creciente, no sólo popular sino entre las elites gobernantes, a la islamización
de Europa. Los prebostes de la vieja escuela, Henry Kissinger por ejemplo,
persisten en otorgar al islam el rango de potencia planetaria, en su libro “Orden mundial”, pero los
planificadores más jóvenes no encuentran motivos para ser tan generosos,
teniendo en cuenta los, con todo, reducidos resultados ofrecidos por el aliado
así como su extrema agresividad, maquiavelismo y codicia.
Lo que hagan las elites de unos y otros no es cosa
nuestra pero sí lo que hagan las clases populares. Éstas tienen que redoblar la
lucha por la libertad para todos, en primer lugar por la libertad de conciencia
y la libertad de expresión, sin restricciones penales (aunque manteniendo los
apropiados límites morales autoimpuestos) y conforme al principio de que “la
palabra no delinque”. El teofascismo no podrá resistir a la libertad de expresión.
Su extremismo represivo y violento es una prueba de ello, una consecuencia más de
su enorme debilidad argumental.
[1]
Craig Unger, en el bien documentado “Los Bush y los Saud. La relación secreta
entre las dos dinastías más poderosas del mundo”, aduce que los jerarcas
saudíes son la familia “más rica del
mundo”. Forman un conglomerado empresarial que se fundamenta en el petróleo,
se sirve de la religión islámica, exporta capitales a todos los países y
utiliza el terror religioso para ampliar su estatuto como potencia
neo-imperialista, ganar espacios de
influencia, chantajear a sus competidores, asegurarse áreas de inversión de sus
capitales, etc. Muestra que los Bush, en contra de lo que exponen gentes crónicamente
mal informadas, estuvieron empresarialmente subordinados al gran capitalismo
musulmán, del que ya dependían cuando ocuparon la presidencia de EEUU.
[2]
Hay unas fundamentales declaraciones de Abd
el-Krim, el héroe de la lucha contra el colonialismo español y francés en
Marruecos en los años 20 del siglo pasado, derrotado en 1926 por la acción
militar conjunta de esas dos potencias. Arguye que “la principal razón de mi fracaso se debió al fanatismo religioso”.
Citado en “Los árabes. Del imperio
otomano a la actualidad”, Eugene Rogan. En efecto, fueron el clero islámico
y las cofradías musulmanas las que se aliaron con el imperialismo español y
francés, provocando su derrota. Esas mismas fuerzas religiosas se unieron luego
a Franco para proporcionarle los 100.000 combatientes musulmanes que permitieron
al fascismo español ganar la guerra civil. Puesto que los partidarios de Abd
el-Krim rechazaron, como es de sentido común, la recluta de 1936-1939 a favor
del franquismo fueron perseguidos y a veces asesinados por el tándem clero islámico-falangistas.
La clerecía musulmana en Marruecos fue, por tanto, una fuerza entregada a
traicionar la lucha de su propio pueblo por la libertad, contra el
colonialismo, haciéndose un elemento determinante de la presencia e influencia
de Occidente. Y así sigue en todas partes, con alguna escasa excepción, aunque
lo disimule con inflamada retórica “antioccidental”. Para la alianza entre el
islam y los falangistas en Marruecos en
los años 30 del pasado siglo consultar el capítulo sobre el colonialismo
español en mi libro “Investigación sobre la II república española, 1931-1936”.
[3]
Un anuncio del cambio de los tiempos es que la
revista Política Exterior, próxima al Ministerio de Asuntos Exteriores de
España, publicase un virulento alegato contra el régimen saudí, “Petróleo y derechos humanos en el reino”,
J. Martín, julio-agosto 2015, algo imposible hace unos pocos años. Más grave es
aún que los familiares de los asesinados el 11-S hayan presentado un pleito al gobierno de Arabia que incluye el pago de indemnizaciones
billonarias, asunto que en su desenvolvimiento situará todavía más a la
defensiva a los Saud. El flujo notable de estudios y libros que van desmontado
los embustes y fabulaciones islamófilas sobre al Ándalus, que se está dado desde hace muy poco, es otra
expresión del creciente enfrentamiento estratégico entre los antiguos colegas.
[4]
En el pasado inmediato Arabia Saudí financiaba a todas
las fuerzas políticas, intelectuales y culturales en un enfebrecido proyecto de
comprar y corromper a todos. La izquierda, desfondada la Unión Soviética en
1989, pasó a subsistir del maná saudí, entre otros muchos. Éste llegaba también
a los nazis autóctonos, como exponen Xavier Casals en “Neonazis en España” y Antonio Salas en “Diario de un skin. Un topo en el movimiento neonazi español”. Dado
que Hitler fue un apasionado del islam se comprende que los Saud inviertan
copiosas sumas en mantener al movimiento neonazi, pero es más difícil de
inteligir que la izquierda, hoy cerradamente islamófila, acepte petrodólares
cuando el islam ha sido pieza principal en la estrategia mundial que llevó a la
derrota final del comunismo. Sólo el ilimitado afán de medrar y lucrarse de sus
actuales jefes y jefas puede explicarlo.
[5]
Un dato entre cientos que mide esa trituración
planificada del sujeto, político-religiosa, en Arabia dominada por los Saud es
que el porcentaje de diabéticos es el mayor del planeta, el 20% (España tiene
el 7,7%), lo que manifiesta una degeneración física de la población que es
expresión somática de su enorme degradación espiritual, por causa, como expone
Badawi, del poder omnímodo y sin control del clero musulmán.
[6]
Según Juan Rosell en “¿Y después del petróleo, qué?”, en 2000-2006 los Saud han recibido
750.000 millones dólares, una cantidad impresionante, de la que quizá un tercio
ha sido gastada en promover el islam por todo el planeta. Esto está teniendo
una manifestación inesperada, hacer a esa religión mucho más dependiente del
dinero que de la conversión interior. Por eso su indudable avance en los
últimos decenios probablemente no se pueda mantener ni proporcione resultados
duraderos. Tantos gastos en religiosidad, además, han dificultado la
modernización económica de Arabia, que sigue sin poseer una estructura
industrial mínimamente efectiva, por lo que depende de las exportaciones desde
Occidente, sobre todo en armamento, del que es el principal cliente de EEUU y
uno de los principales de España.
Para mi, falta un actor en todo el planteamiento y es, creo, uno muy importante. ¿Qué hay de Israel en todo esto?
ResponderEliminarEs "enemigo" ( de momento) de Irán y "aliado" De EEUU, supongo que no demasiado amigo de Arabia, aunque está claro que el EI ataca a otros musulmanes y nunca a judíos, eso debe decirnos algo.
También es importante saber que los planes expansionistas de la entidad sionista pasan por tierras Saudies, entre otras.
Y a todo esto, también hay lazos que relacionan el 11S con el estado sionista o al menos con muchos ciudadanos judíos, dentro y fuera de EEUU.
Un saludo.
Israel para debilitar a los Assad de Siria, apoya a la filial de Al Qaeda en el país, el Frente al-Nusra. Teme más a Irán que a Arabia Saudí.
EliminarArabía saudí junto Qatar fueron los responsables principales de la caída de Gadafi en Libia. Y Gadafi era uno de los principales enemigos de Israel (y un estorbo para el neocolonialismo francés en el continente africano).
Los al-Jalifa de Qatar y los ibn-Saud de Arabia están enemistados por asuntos hegemónicos en el seno de la Liga Árabe. Los unos apoyan al islamismo político (para nada moderado) de los Hermanos Musulmanes, Qatar; y, los otros, expanden el salafismo (tanto el académico como el de combate o yihadismo) en el mundo musulmán. Pero juntos se quitaron de enmedio a sus rivales seculares con la "Primavera Árabe".
¿Y de la cooperación necesaria entre el estado yanki y los atacantes de las torres?, me cuesta menos creer una conspiración de parte del ejercito que el que ¿fuesen sobornados todos por los Saudis?
ResponderEliminarPorque los cazas no salieron a interceptar los aviones, los radares no avisaron, los pilotos sabían donde evitar el radar y se supone que mientras estaban fuera de radar, incluso cambiaron de avión o de pilotos. También hay una colaboración para que no desalojen las torres ¿sacrificio forzado? y ocultación de pruebas, desde su destrucción hasta plantado de pruebas, el famoso pasaporte mágico.
En fin, que la mano del tio Sam parece evidente y la de, al menos algunos multimillonarios judíos, que como de costumbre se lucraron con la muerte de miles de personas, como el dueño de las torres. Aunque también tengo entendido que efectivamente está implicada la inteligencia Saudí, pero no creo que puedan ser los únicos autores ni siquiera intelectuales.
Otro saludo.
Piedra, sin negar lo raro que hay... ese dia habia maniobras militares, una potencia extranjera, digamos Rusia por ejemplo lo sabria, y podria atacarles (misil al pentágono, no avión) pasando desapercibido, muchos técnicos de radares creyendo que esos puntos serían "de los suyos" de su fuerza aérea haciendo maniobras y la población mas "conspiranoicoa" encima criticaría a su gobierno por traidor y bandera falsa, 2 pájaros en uno, además que meterian miedo y presión para que hagan menos maniobras militares pues pueden ser usadas por potencias extranjeras para hacerles quedar mal de "traidores y conspiradores de falsa bandera"... Es otra teoría más a tener en cuenta...
EliminarMuy interesante. Ese pais es una bomba de tiempo. Y cuando explote las consecuencias serán graves, pues producen más del 10 % del petróleo del mundo. En Venezuela vemos algo parecido, ha surgido una dictadura hipercorrupta controlada por una mezcla de comunistas entrenados en Cuba y narcotraficantes. Y como el mundo no tiene un defensor de los derechos humanos que valga la pena, así seguirán las cosas. El siglo XXI se ve muy feo.
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