miércoles, 29 de marzo de 2017

EL FUTURO DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA Y EL NO/SI FUTURO DE LA JUVENTUD


        En 2016, y por quinto año, España ha logrado superávit comercial, esta vez de categoría. La causa es el auge de las exportaciones, que han pasado de 278.000 millones de euros en 2007 a 365.000 en 2016, ascendiendo desde el 23% del PIB al 34%. España es hoy el segundo mayor exportador de la UE, según el porcentaje del PIB realizado en el exterior, sólo por detrás de Alemania. Si en 2007 exportaban 99.000 empresas, nueve años después lo hacían 148.000.



         Es la industria la que aporta la parte decisiva, en particular los sectores automotriz, químico, bienes de equipo, farmacéutico y agroalimentario. Se espera que en poco tiempo logre colocar fuera el 40% de su PIB, con 200.000 empresas exportadoras. Es el país de la UE, junto con Alemania, que mejor está aplicando la nueva política de Bruselas-Berlín para crear una Europa re-industrial, delineada en el Libro Blanco sobre desarrollo económico dado a conocer a principios de marzo de este año. Como La Unión Europea va a incrementar los gastos militares, el futuro de esta revolución industrial resulta ser aún más esplendoroso[1]. Las autoridades económicas, la gran empresa y la gran banca están eufóricas.



         Al mismo tiempo, la pobreza sigue creciendo. Si en 2010 fueron el 10.9% de los trabajadores con empleo los en situación de severas carencias, en 2015 eran ya el 13.1%, y eso según datos oficiales. Si en 2010 el porcentaje de la población total gravemente menesterosa era el 26,1 % en 2015 se había elevado a 28,6%. Los niños que conocían un estado de indigencia agudo en 2016 fueron el 34.4%, más de la tercera parte… Hacia 2025 será el 50% del total el que estará en severas condiciones de escasez material. Ya es un hecho que los salarios reales están descendiendo año tras año, y que los jóvenes con empleo cobran menos de la mitad que sus padres por un trabajo equivalente.



         La pobreza se está centrando en la infancia y, sobre todo, en la juventud. Los menores de 35 años no logran encontrar empleos, padeciendo un índice de paro descomunal, y cuando consiguen algo es en condiciones deplorables, con sueldos miserables, interminables jornadas de trabajo, exiguos derechos sociales, etc. La mayoría de ellos han de vivir de sus familiares, padres y abuelos sobre todo, sin posibilidades de emanciparse y tener hijos. Cuanto más avance el modelo exportador más crecerá la pobreza obrera y popular, pues más y más bienes serán enviados fuera, aumentando la escasez dentro.



         ¿Qué significa todo esto? Que el sistema estatal y capitalista está imponiendo el conocido modelo tercermundista exportador a la economía española. Su objetivo es logran beneficios muy altos en el exterior pagando salarios muy bajos en el interior, lo que equivale a ir reduciendo la sociedad de consumo con Estado de bienestar preexistente para imponer el modelo chino, que es el de Singapur, Bangladesh, Sudáfrica, India y varios otros países.



         Uno de los obstáculos para el triunfo definitivo de ese modelo es la solidaridad familiar, que permite que todavía una parte importante de la juventud y adolescencia no se vea imperiosamente forzada al precariado porque la ayuda de la familia les protege. Para superar este estado de cosas hace unas semanas el grupo parlamentario de Podemos ha presentado un proyecto no de ley sobre “muerte digna”, en realidad para extinguir (“pasar a mejor vida” se decía antes) a una porción de los jubilados que mantiene a sus hijos y nietos, haciendo que éstos se vean abocados a admitir cualquier empleo y casi cualquier salario, lo que convertiría definitivamente al país es una copia europea de, pongamos por caso, Bangladesh…



         La instauración definitiva del modelo chino de economía se hará con la llegada de la izquierda al gobierno, lo que sucederá en uno-dos años. Esa tarea no puede hacerla la derecha, sólo la izquierda. Para entonces el PP, ya en minoría en el parlamento, no podrá seguir gobernando y convocará elecciones, que gracias al apoyo descomunal de la televisión y la prensa burguesas, ganarán el PSOE y Podemos, con el añadido de ERC, Mareas, CUP, etc. Entonces, igual que ha hecho Syriza en Grecia, se completará la tercermundización del país, con gran daño para el 70% de su población pero con grandes beneficios para el 30% restante, especialmente para los muy ricos, el 1%, y para el Estado, que está incrementado los ingresos fiscales. La meta secreta es que las exportaciones sean el 50% del PIB en 2025. Con eso la competición global con China empezaría a tener visos de ser ganada…



         Eso significa salarios de 500-600 euros por 11-14 horas de trabajo seis días a la semana, quitar la vida a una parte creciente de los pensionistas (probablemente, por sobremedicalización y aplicando a lo grande la legislación sobre “muerte digna”, lo que situaría el exceso de fallecimientos en unos 250.000 por año), la reducción en un 30% al menos (y quizá incluso del 50%) de las pensiones[2], drásticos recortes en educación, sanidad, etc. Como la natalidad caerá, con todo ello, a niveles insostenibles, quizá incluso por debajo de un hijo por mujer, se acelerará la importación de mano de obra inmigrante, sobre todo musulmana, tal vez 8 millones de personas en el periodo 2018-2025, lo que dejará a la población autóctona convertida en una minoría étnica acosada por el racismo antiblanco y el odio cultural, en fase de liquidación biológica, como está sucediendo con los blancos pobres en EEUU, lo que culminará el proceso de sustitución racial y limpieza étnica comenzado hace 30 años. Además, la masiva emigración, conforme al modelo alemán de importar más de un millón por año, contribuirá decisivamente a que los ingresos caigan todavía más, hasta los salarios de hambre, lo que ya está sucediendo en un número creciente de casos, para los jóvenes.



         Es el momento de establecer una línea estratégica de actuación.



         La acción institucional no puede llevar a nada positivo, ni servir para nada bueno. La izquierda, vieja y nueva, ya está mostrando para qué sirve, y aún le queda por desplegar su lado más terrible, como copia de Syriza en Grecia. La derecha populista, que ha suscitado esperanzas en amplios sectores de la clase trabajadora, abandonada por todos, es no menos incapaz de actuar. Trump en EEUU está llevando una línea de acción en su país que puede resumirse en una palabra: nada, y lo mismo sus amigos europeos. En todas partes las instituciones se han vuelto totalmente rígidas e inhábiles para cualquier cambio positivo, incluso el más reducido, logrado por procedimientos legales y parlamentarios.



         Ha llegado el momento de la acción desde abajo y desde fuera de las instituciones, de poner en movimiento a la sociedad civil, a las clases populares, al margen de elecciones, partidos políticos e instituciones.



         Cinco son las vías sustantivas de acción: 1) la movilización popular permanente y enérgica, 2) la creación de un vastísimo tejido social de ayuda mutua global, 3) la autoconstrucción de un tipo de persona capaz de hacer frente a lo que ya hay y a lo que habrá, 4) vivir ya, sin esperar, e imponer la propia vida, 5) crear conciencia en la sociedad, por todos los medios a nuestro alcance.



         La primera cuestión tiene que llevar inicialmente al temor y luego al pánico a las élites del poder. Hay que comenzar lo antes posible, no sólo con acciones colectivas, con movilizaciones y luchas en las empresas, en los centros de estudio y en las calles, sino también con intervenciones individuales, que pueden ser extraordinariamente efectivas, sobre todo si las hacen al mismo tiempo miles o cientos de miles de personas. Se requiere idear formas inteligentes y efectivas, muchas, de boicot, de sabotaje, de resistencia, de hostilidad en actos, contra la gran patronal y las instituciones. No hay que esperar a que se creen organizaciones ni movimientos; uno por sí mismo, a solas o con algún amigo, puede hacerlo desde ahora mismo, y luego proceder a asociarse. Cuando todo eso amenace con poner en peligro el rutilante proyecto de una economía de exportación hiper-rentable aquellas élites aflojarán la presión y renunciarán a los salarios de hambre y la precariedad.



         La juventud debe entender que ha sido engañada y se ha dejado engañar, al haberse dejado convertir en una masa pasiva y sumisa de “buenos chicos” centrados en el inglés, la informática, los estudios, los máster, internet y los viajes, creyendo que puesto que era “la generación mejor preparada de la historia” (sic) serían razonablemente remunerados. Pero no, se les está tratando como a esclavos, empujándoles hacia un abismo de miseria y trabajo degradado incesante, o paro crónico sin esperanzas. La solución es provocar una tempestad permanente, un ciclón que no cese de resistencia y boicot social descomunal, que ascienda y ascienda hasta sembrar el terror en las clases gran-propietarias y mandantes. Hay que recordar que el bienestar material que ha tenido, y todavía conserva, la generación hoy mayor fue conquistado en la calle durante la Transición política del franquismo al parlamentarismo (1974-1978), con un grado enorme de acción, de combate y resistencia. Ese es el camino. En la acción combativa e insurgente presente y futura la función de las mujeres jóvenes puede y debe ser decisiva.



         Es determinante que nadie se vaya fuera, que nadie emigre. Primero porque vamos a conseguir salvar del genocidio económico en curso a las clases populares del país, dado que podemos establecer las condiciones para, empujando con fuerza desde abajo, hacer posible una existencia relativamente desahogada para todos. Segundo porque la emigración es siempre un hecho miserable e inmoral, un admitirse a sí mismo como mano de obra, como un esclavo voluntario. Tercero, porque la situación por ahí no es mucho mejor que aquí, con el añadido del desarraigo, muy duro de llevar. Si logramos crear un ambiente de esperanza en el futuro la emigración de la juventud cesará, e incluso muchos de los que se han ido volverán.



         La lucha individual y colectiva tiene que ser complementada con la resocialización de la vida colectiva. El pasado de egotismo, insolidaridad, frivolidad interpersonal, atomización, frialdad emocional, deserotización, incapacidad para la convivencia y esperarlo todo del avieso asistencialismo del Estado de bienestar debe ir desapareciendo. Los sistemas de ayuda de unos a otros, que pueden y deben adoptar cientos de formas concretas, tienen que volver a estar activos. La mutua asistencia y la cooperación, la solidaridad y el ayudarse, la amistad, la familia renovada y el compañerismo, el quererse y el apreciarse, la cortesía y la simpatía, son otra de las grandes respuestas a la crisis, la más valiosa civilizatoriamente. Si el Estado de bienestar está próximo a la quiebra el buscar la supervivencia personal y grupal con procedimientos fraternales, bien pensados, imaginativos y habilidosamente ejecutados, es lo adecuado. En las circunstancias presente, y más aún en las que vendrán, el amor nos salvará, literalmente. La solidaridad popular va a ser necesaria, también, para el apoyo a los afectados por la represión estatal y patronal, que serán muchos. La represión nos hará más fuertes, al forjarnos en el sufrimiento y la épica. No hay que temerla.

        

         El tercer elemento para detener y revertir la instauración de una sociedad tercermundista de exportación basada en la precariedad y la pobreza es la autoconstrucción de sí mismo conforme a lo que está sucediendo, a la realidad, con el fin de hacerse apto como persona para desafiar los nuevos retos. No todo es ni puede ni debe ser colectivo: el individuo cuenta, y muchísimo depende de su valía y calidad autoconstruidas. Así que cada cual debe ponerse ante el espejo y comenzar a meditar sobre en qué mejoras del propio yo tiene que trabajar,  acerca de qué cualidades y virtudes necesita y desea cultivar en sí mismo. Lo apropiado es escogerse y hacerse como individuo moral que practique de forma autoexigente una ética acorde con los tremendos pero esperanzadores tiempos que corren, que le autoconstruya como persona inteligente, segura de sí misma, valiente, sociable, fuerte, dinámica, generosa y alegre.



         La cuarta línea de acción es comenzar ya a vivir con plenitud, aceptando como algo dado pero no necesariamente trágico y ni siquiera negativo en sí que la vida de la generación joven no va a tener, en general, el grado de bienestar y consumo que la de sus padres, y que eso no significa que no pueda vivir satisfactoriamente, aunque en otro nivel inferior o muy inferior de ingresos y gastos. No hay que esperar, por ejemplo, para tener hijos, mucho menos renunciar a tenerlos. Primero porque la supervivencia misma de la sociedad demanda llevar la natalidad hacia arriba. Segundo, porque con el colapso del Estado de bienestar sólo sobrevivirán, a 20/30 años vista, los que tengan 2-3 hijos y los eduquen en el servicio, la austeridad, el esfuerzo, la responsabilidad, la fortaleza, la libertad y el amor. Ellos atenderán a sus padres, que son los jóvenes actuales, porque el Estado de bienestar no lo va a hacer, al estar ya en semi-quiebra: véase lo que está sucediendo en Grecia. No, no hay que esperar, en general, para vivir como seres humanos. Hay que imponer la propia vida y luego pelear por ella, haciéndose un hueco. Sin aguardar a lo que suceda lo que no va a suceder, que las cosas mejoren por sí mismas, pues si no intervenimos irán a peor más y más y más.



         La quinta reside en librar la batalla de las ideas, ganando a la opinión pública para la causa popular y revolucionaria. También en esto hay que actuar desde ahora mismo con los recursos disponibles, tratando los grandes problemas de nuestro tiempo con rigor, verdad, responsabilidad y objetividad, con energía, valentía, positividad y moralidad. Hay que producir ideas, argumentarios, análisis, formulaciones, diatribas, piezas oratorias, videos, libros, artículos, arengas, pensamientos, poemas… Hay que movilizar la reflexión y las capacidades comunicativas, con respeto a la libertad de expresión de todas las partes, sin violar jamás la libertad de conciencia de nadie, para ganar por verdad a la mayoría para un proyecto de la sociedad y el ser humano cualitativamente mejor y superior al actual.



         Con estas cinco líneas de acción, y con alguna más que vaya inventando la creatividad popular (en la que debemos confiar), vamos a lograr revertir bizarramente la situación actual. Lo haremos. Tenemos que enfrentarnos a unas condiciones que son, en un sentido, temibles e incluso pavorosas, desde la esperanza y la alegría. Mantener este estado de ánimo ha de ser un acuerdo previo, un axioma, a establecer entre nosotros y cada uno consigo mismo. Además, la colosal crisis en desarrollo que padece Occidente va a brindar a la juventud la oportunidad de madurar, de hacerse seres humanos capaces, épicos y responsables, de promover gigantescos cambios en la sociedad y en el individuo, que sumados, son una revolución.



No hay que tener miedo, al contrario, hay que confiar en sí mismo y en los iguales, sabiendo que en las situaciones difíciles es donde sale lo mejor de uno, donde emergen habilidades, capacidades y cualidad que en los tiempos de bonanza están dormidas e inactivas. Todo ello nos permitirá vivir una existencia superior, de sabiduría, esfuerzo, combate, pasión, intensidad, satisfacción y dinamismo. Así pues, alegría y más alegría.

        



[1] En “La economía y la transformación integral”, 83 páginas, abril de 2015, disponible en la Red, ya señalé que ésta era la línea económica que seguiría el gran capitalismo europeo y español. Los acontecimientos han confirmado mi análisis que, no obstante, necesita ser actualizado.
[2] El libro “Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?” de Joaquín Estefanía, destacado intelectual de la izquierda, acusa a la generación mayor de los males que padecen los jóvenes,  lo que es una política, mantenida desde hace tiempo, para enfrentar a unos con otros. Además, culpa a los “abuelos” de lo que han hecho los políticos, los altos funcionarios, los grandes empresarios y los burócratas de Bruselas a las órdenes del imperialismo alemán, cuando son aquéllos los que en cientos de miles de casos mantiene a sus nietos, en lo que es una emocionante expresión de afecto y amor. El libro carece de calidad, siendo un corta-y-pega deleznable que manifiesta la obsolescencia intelectual de aquella ideología, ya de manera explícita convertida en sostenedora de los intereses de los muy ricos y de las clases medias bienestantes, con olvido de los trabajadores y los pobres.

jueves, 9 de marzo de 2017

SABIDURIA POPULAR LA CULTURA EXPERIENCIAL

       Sólo por existir el ser humano conoce y comprende, siendo con ello creador de cultura, pues el acto de vivir es necesariamente reflexivo, de un modo u otro y en mayor o menor grado. Estar en el mundo es hacer, actuar. Ello es acumular experiencia y ésta, reflexionada, se convierte en sabiduría, en cultura colectiva, popular en nuestro caso, e individual. Ambas van unidas.

El apremio por comprender es uno de los más acuciantes, al mismo nivel que la urgencia de recursos materiales básicos. Esto admite un tratamiento tramposo, sustituir la verdad por narraciones embaucadoras que se proponen satisfacer nuestra innata necesidad de entender el mundo, de saber sobre sí mismo, el otro y los otros. La ignorancia, el desconocimiento, es una de las mayores causas de angustia y pavor existencial. Si alcanza un determinado nivel e intensidad puede llevar a la muerte al individuo, por colapso psíquico. O impulsarle a comportamientos autodestructivos, con el alcohol y las drogas. Y al suicidio. O a encuadrarse en sectas, partidos, religiones y credos deshumanizadores y totalitarios.

Tales narraciones embaucadoras son manufacturadas hoy por los entes estatales, que poseen el monopolio de la educación institucional, la información adulterada, la industria del entretenimiento y la actividad estética, o pseudo-estética, subsidiada desde el poder. No hay dominio político ni explotación económica sin adoctrinamiento, del mismo modo que no hay sociedad libre, autogobernada y autogestionada, sin libertad de conciencia y sabiduría popular autónoma, autoconstruida.

La autogestión integral del saber y el conocimiento es uno de los componentes fundacionales de una sociedad libre. Libre en lo político y lo económico.

         El ser humano, como ser pensante y reflexivo, elabora saberes y los articula en un conjunto complejo interrelacionado al que se denomina cultura, con la cual comprende el mundo, convive y orienta su existencia. La cultura mayor y mejor es la popular, la que resulta de la experiencia recapacitada, meditada, de la gente común. Ésta es el cimiento del autogobierno, de la democracia (no confundir con parlamentarismo, una forma de dictadura). Existe, además, la cultura erudita occidental, o de las clase altas, que durante siglos ha sido fecundada por la cultura popular, y viceversa. En el presente ambas han casi desparecido, para ser sustituidas por un hórrido amasijo de pseudo-saberes y consignas impuestas, confeccionadas por los aparatos estatales de adoctrinamiento, manipulación, inculcación y amaestramiento.

         Sin sabiduría popular autoconstruida no puede haber revolución. Ésta es la culminación práctica de aquélla.

         Se dice que un individuo es culto cuando es un bien adoctrinado, no cuando posee unas facultades intelectuales, emocionales, volitivas, relacionales y de la sensibilidad bien cultivadas, es decir, autocultivadas. Cuando ha leído tantos o cuántos libros, padecido una masa de obras doctrinales, estéticas y culturales fabricadas por el sistema, acumulado títulos académicos y aplaudido servilmente a la muy opulenta casta pedantocrática, ideocrática y estetocrática. Peor aún, en el proceso global de ir a peor en el que vivimos ya apenas existe la noción de sujeto culto, que ha sido sustituida por la de desventurado zascandil consumidor en las pantallas de productos, por lo general, con muy bajo nivel.

         El individuo realmente cultivado es el capaz de pensar por sí mismo, sentir por sí mismo, decidir por sí mismo y ser, en la totalidad de la experiencia, desde sí mismo. Eso no puede resultar de ningún sistema académico o escolar, pues todos se sustentan en la diferenciación ente maestro y discípulo, es decir, entre mandante y mandado, dominante y dominado. Lo razonable es que el discípulo sea el maestro de sí mismo.

Es cierto que de forma transitoria y temporal (en la infancia) el individuo necesita de un maestro o maestros, pero en la edad adulta, a partir de los 14 años, no puede haber otro principio pedagógico que aquel que establece que el individuo se autoeduca. Si necesita de la guía de otros tiene que ser de forma secundaria y temporal. Es bueno y necesario, además de inevitable, aferrarse a los clásicos por un tiempo, y leer con aplicación a los filósofos cínicos, a Cicerón, a Tácito, a Plutarco, a los evangelios cristianos y, también, a los clásicos actuales, Simone Weil, George Orwell, Harry Braverman y otros, pero la meta ha de ser alcanzar un estadio estable, habitual e interiorizado de práctica reflexiva independiente y autónoma, en la que el yo se encare cognoscitivamente con lo real vivido, con lo experiencial, para alcanzar conclusiones sapientes y transformadoras, sustentadas en la vida del pueblo y en las vivencias del sujeto. Esto es difícil de realizar hoy, pues el pueblo existe ya casi exclusivamente como populacho, como plebe adoctrinada y amaestrada, pero no del todo. Y esa miaja o pizca de pueblo auténtico que todavía sobrevive es decisiva. Cualquier noción de vanguardia, de minoría selecta, de gueto aleccionador en alguna teoría o sistema “redentor”, es una agresión a la libertad, a la verdad, a la moralidad. A la revolución.

         Lo expuesto permite impugnar que los sistemas teóricos y doctrinales, los credos, dogmatismos y fes, sean conocimiento, cultura y saber cierto. No lo son, porque resultan ser propaganda pero no verdad, propaganda del poder y nunca o casi nunca sabiduría auténtica, que únicamente el método experiencial ateórico puede proporcionar. Quienes los buscan, reverenciar y consumen pierden su tiempo y se autodañan, es más, se convierte en siervos mentales de los fabricantes de teoréticas y creencias, de dogmatismos y fanatismos. Esto es, de los pedantes, los gurús, los profesores-funcionarios, las divas sexistas de la industria del espectáculo y los profetas del orden constituido, en suma, de los agentes del sistema de dominación y de los mercaderes de palabras, sonidos e imágenes.

         La reconstrucción de la cultura popular es una tarea determinante que se unifica con el avance de la revolución. Su fundamento último es, como se ha dicho, la convicción de que el ser humano es naturalmente inteligente, intrínsecamente capaz de pensar y constitutivamente apto para construirse una cosmovisión razonablemente verdadera, esto es, un sistema cultural. Todo ello sin necesidad de ser perfecto y puro, con sus debilidades y servidumbres, pues lo existente es contradictorio en sí mismo, y la imperfección está en la esencia del ente, como imperfección finita, vale decir, como perfección racional, posible.

         Para avanzar hacia la recuperación, restablecimiento y actualización de la cultura popular hay que dar unos determinados pasos. Primero admitir que ha de ser elaboración de los individuos que forman el pueblo, por tanto, de cada cual, como responsabilidad y tarea individual, que se hace colectiva a partir de ese compromiso del sujeto aunque en un segundo momento. Un necesario acto constructivo es recuperar, salvar, la cultura popular del pasado inmediato. Lo que se pueda tiene que ser preservado[1], actualizado y revitalizado. Pero no nos podemos hacer muchas ilusiones, pues la destrucción y el arrasamiento cultural han sido fortísimos en los últimos decenios, por causa de la hipertrofia del ente estatal y de la elefantiasis de la clase gran-patronal.

         La siguiente tarea es la construcción de una nueva sapiencia de los pueblos, individual y grupal a la vez. De ese modo será una realidad la sociedad de la verdad, poniéndose fin a la formación social actual, de la propaganda y el adoctrinamiento, esto es, de las medias verdades y la masiva mentira, de la aniquilación de la libertad interior del ser humano.

         Lo cardinal es autoconstruirse como sujeto reflexivo, como persona que tiene por habito pensar intensa, regular y profundamente sobre lo real integral, sobre el yo, el otro y el mundo en tanto que dinamismo incesante, tomando como fuente número uno de saber cierto la experiencia. Pararse a pensar, recluirse en el silencio, cavilar intensamente, no desmayar en la tarea de mejorar paso a paso las propias capacidades reflexivas, para utilizar los recursos, dones y talentos que la naturaleza ha proporcionado a todo ser humano, es la forma de hacerse persona y, al mismo tiempo, de construir una cultura popular que tenga la verdad, la virtud, la libertad y la sabiduría como contenidos.

         Lo más deseable no son los resultados sino el hábito. Lograr que el reflexionar de manera autónoma no dirigida e independiente, sin maestros ni gurús ni profetas ni profesores ni estrellas, sea una experiencia espiritual habitual del yo, es haber alcanzado una victoria formidable sobre el sistema de dominación. Es estar haciendo la revolución. Pensar es un quehacer duro, agobiante, angustiante y muy fatigoso, de manera que exige un espíritu de esfuerzo y una voluntad firme para volver a la pelea tras los inevitables fracasos y dejaciones, pero sus frutos son fundamentales, a saber, conseguir la libertad interior y edificar sobre ella la libertad de acción, individual y colectiva.

         ¿Leer a los clásicos, antiguos y contemporáneos? Sí, pero sobre todo pensar. ¿Escuchar y atender a otros?, si, pero en primer lugar pensar. ¿Mirar pantallas?, ¡qué remedio!, pero ante todo pensar. No es fuera sino dentro donde está la verdad, sobre la base de la experiencia. Resulta del hacer reflexionado, y nadie puede adquirirla en otro o por otro. Tiene que salir de sí mismo, del interior del yo.
        
         La conclusión es que ser culto no es saber repetir los productos doctrinales y propagandísticos elaborados desde y por el poder, es ser capaz de cavilar y pensar (también, de sentir, desear, etc., siendo un ser humano integral) con soberanía y autonomía individual, haciendo de la verdad y autenticidad así logradas una de las grandes metas de la propia existencia.


[1] Una muestra de ello es el libro “30.466 etsolitzak, refranes, proverbs, proverbia”, de Gotzon Garate, 2003, que recoge una de las manifestaciones más significativas de la cultura popular vasca, los refranes. La mayoría de ellos son sabiduría quintaesenciada pero una parte muy pequeña están equivocados. El conjunto es formidable. Durante siglos las gentes de Euskal Herria se han guiado por tal sapiencia y les ha ido bastante bien. Pero en el presente el sistema de dominación está arrebatando al pueblo vasco su cultura, a él y a los demás pueblos del mundo, para sustituirlo por la verborrea escolar, académica y mediática mundializadora, guiándose con la cual no es posible vivir con libertad y ni siquiera vivir sin más, como están demostrando los acontecimientos. Advierte Gárate en la presentación de la obra que sus informantes sobre “etsolitzak” han “fallecido ya o son de muy avanzada edad”, mientras que “la gente joven de los caseríos los desconoce”, aserción que manifiesta el grado de aculturación reinante. De ahí proviene un rasgo bien conocido en el presente, en todos los territorios, que la generación joven está cargada de títulos académicos y máster pero no sabe vivir y no logra vivir. A ella, empero, corresponde poner en marcha un proceso de recuperación de la cultura popular que desmonte la falsa cultura institucional actual, e inicie una nueva era. Dicha acción histórica puede ser denominar revolución cultural.